Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Aventura] [T5] Smoking Bird
Atlas
Nowhere | Fénix
Es un mal día para... Bueno, para todo. Diría que hasta para existir. Lo es desde que hace unos días atracaron nada menos que cinco buques mercantes en el gran puerto de Loguetown. Una nube negra y sucia a lo lejos anunció su llegada mucho antes de que sus cascos fueran divisables en la distancia. Aquellos con algunos contactos en la isla no se sorprendieron, ya que es bien conocido que, a pesar de los altercados sufridos en las últimas semanas —la destrucción del ala este del cuartel del G-31 y de los astilleros que estaban siendo reformados, por ejemplo— el Gobierno Mundial es tozudo como un mulo viejo. En efecto, no sólo se han iniciado los procesos de restauración de todo lo dañado, sino que se han redoblado los esfuerzos para concluir las obras antes de tiempo.

Una de las cosas que según parece van a ser necesarias en cantidades industriales es carbón, de ahí la llegada de esos colosos de acero de gruesas y altas chimeneas. Coal S.L. es la gran empresa multinacional a quien se le ha concedido el contrato para el abastecimiento de tan barato combustible. ¿La contaminación? Bueno, no parece que estén demasiado preocupados por ella. Que por qué os cuento esto que ni os va ni os viene, diréis —y si no ya lo digo yo—. Pues porque esos barcos generan una atmósfera de lo más deprimente en todo Loguetown.

No estarán ahí atracados para siempre, por supuesto. Una vez su cargamento sea desembarcado y distribuido se irán con su polución a otra parte. Hasta entonces, buena parte de la isla —predominantemente la zona más próxima al puerto— está viciada con una atmósfera gris que parece llevaros a tiempos pasados. El olor a carbón quemado asoma tras cada esquina como un nuevo bofetón e hilillos de humo son arrastrados entre las calles cuando el viento sopla. Los vecinos y los comercios mantienen sus puertas y ventanas cerradas el mayor tiempo posible, abriéndolas únicamente cuando el interior de la casa se vicia tanto que se vuelve insoportable. Incluso así, apenas las abren lo justo y necesario porque a los pocos minutos de hacerlo una capa de hollín pasa a recubrirlo todo. Como os decía, de lo más desagradable todo.

¿Y a quién le apetecería estar en un lugar así en un momento como éste? A quien no le queda más remedio y a quien tiene algo importante que hacer, claro. El segundo es vuestro caso, pero eso ya lo sabéis. Los susurros de quienes no quieren ser vistos se han propagado por los callejones de Loguetown y las islas vecinas, anunciando que alguien quiere introducir según qué cosas en Loguetown sin pedir permiso a quien debería hacerlo. El modo exacto en que haya llegado esta información hasta vuestros oídos es algo que me tendréis que hacer saber, aunque confío en que unos tipos con recursos como vosotros tendrán informantes de confianza poco sospechosos de ser soplones... Porque supongo que es así, ¿no?

Como os decía, al parecer hay una serie de cargamentos en algún lugar de la isla que hay que recoger y transportar a unos puntos en concreto. Para realizar la custodia y el transporte es para lo que se han solicitado candidatos confiables a través de ese mar de rumores que os comentaba. Según dicen, el punto de recogida y el lugar de entrega serán revelados en el momento de la designación para minimizar el riesgo de que se destape el pastel. Aun así, como experimentados y ávidos buscavidas que sois, seguramente podréis intuir que una operación de esa escala no es nada fácil de ocultar ante los ojos de quien todo lo ve —o lo intenta—: el Gobierno Mundial.

Dicen que hay tres puntos de reunión posibles: el Trago del Marinero, un local de venta de artesanía junto a la Plaza del Patíbulo y una tienda de repuestos próxima al Taller del Gobierno. A cada uno de esos pajaritos a los que se les ha encomendado diseminar la buena nueva se le ha propuesto uno de esos lugares para que se lo ofrezca a los posibles interesados, por lo que ya me contaréis hacia dónde os dirigís.
Off
#1
Moderador Usopp
Go D. Usopp
hola disculpen estoy testeando
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#2
Kael
El Fantasma del Mar
Todos los planes de los piratas Hizashi tienen el mismo factor común y si algo pasa es por culpa de la misma persona: el capitán Byron. Sinceramente, no puedo decir que el capitán no tenga una flor en el culo y le salgan las cosas mejor de lo que cualquiera esperaría o mejor de lo que merecería, pero recientemente dejó el barco una tarde y apareció horas después siendo usuario de akuma no mi, y no cualquier fruta, la logia del fuego. Creo que he perdido la cuenta de la cantidad de veces que ha pegado fuego sin querer a algo pero siendo del todo justos en comparación al resto de la tripulación tampoco destaca demasiado.

Sin embargo toda la situación tuvo su ventaja. Hace casi un mes, el barco donde coincidí con Byron por primera vez acabó saliendo de Oykot pese a mis esfuerzos y puesto que yo tenía una cita muy intensa con Karina, por lo que me comentó mi capitán iba cargado con piezas para hacer trenes o maquinaria similar. Ahora estamos en Loguetown un mes después y grandes columnas de humo de carbón nos llega desde cualquier parte de la ciudad y dudo que ambos conceptos no puedan estar relacionados.

Era una pena que llegásemos a la ciudad con todo este humo y este cielo gris. Recuerdo gente hablando de esta isla como la ciudad más grande de todo el East Blue, una ciudad de ladrillos donde gente de todo el mundo venía a comprar y vender, la isla que si algo tenía que pasar lo más probable sería que pase en ella. Y sin embargo la primera impresión de la isla es que parece un bar de fumadores un día inusualmente lleno.

Con mi capa oscura y la capucha puesta iba a la espalda de mi capitán, mirando a todos los lados para evitar patrullas de marines o gente que pueda reconocerme. Susurré a mi capitán mientras caminábamos al punto de encuentro: - Cuéntame de nuevo el plan ese que tenías, pero sin mucho detalles no nos vayan a estar escuchando aquí. ¿Qué es eso de un punto de reunión? ¿de donde has sacado toda esta información? ¿seguro que no es una trampa? 

No había entendido muy bien porqué teníamos que venir aquí, la tripulación no había hecho nada malo y no se nos había perdido nada en esta isla como para venir aquí, pero si el capitán me pedía que fuera, allí iba yo.

Resumen
#3
Derian Markov
Lord Markov

Un aire oscuro, cargado de olor acre y hollín. Aquello no era lo que se había esperado al dirigirse a Loguetown, aunque tampoco era un resultado descorazonador. Aquello que buscaba encajaba con aquel cielo nublado. ¿Era tal vez una señal del favor del destino? Había sido profetizada su grandeza antes de su nacimiento. Aunque Derian había escogido no asumir su veracidad y agarrar el mundo con sus propias manos en lugar de esperar a que fuese a caer ante él, aquel día se sentía afortunado, eufórico, extasiado. Su contacto en Kilombo le había asegurado que algo iba a ser movido por parte de personajes importantes del Inframundo y que, hasta donde él sabía, era un cargamento importante. No tenía ningún motivo para pensar a ciencia cierta que fuese lo que buscaba, pero tampoco ninguno para pensar lo contrario. Había llegado al East Blue persiguiendo rumores y pistas. Un cargamento como aquel sería sin duda valioso y codiciado por el Inframundo. Merecía la pena intentarlo.

Si no era lo que buscaba, siempre podía aprovechar la ocasión para extender su red de contactos, tal vez incluso para lograr establecer su presencia en el bajo mundo definitivamente. Con este pensamiento en mente, el conde atravesaba las calles con paso firme y mirada desapasionada. Su larga melena negra caía sobre su espalda, suelta. Había evitado llevar la armadura para no llamar la atención más de la cuenta. Llevaba una gabardina negra larga, una camisa blanca y un discreto colgante de plata que llevaba grabada una M de caligrafía estilizada. De su cinturón colgaban Măcelar, una espada ancha de manufactura cruda y simple y Gheara, una espada bastarda que contrastaba con la otra por su fina artesanía y su decorado pomo plateado.

¿Su destino? Una taberna local, un lugar llamado "El Trago del Marinero." Por lo que le había sonsacado a su informante, los otros dos posibles puntos de encuentro eran un local de artesanías y una tienda de repuestos. Por cercanía al puerto, la taberna le pareció más apropiada. También por evitar acercarse a un edificio del Gobierno. Quería obtener la información sobre el encargo cuanto antes e ir a conseguir un trago. Podía sentir las cadenas del Otro removerse y la sed despertar en su interior. El viaje en el taxi había sido rápido... pero a diferencia de en su navío, no podía simplemente llevarse consigo a una víctima a la que desangrar por el camino.

Al llegar al local, entró con decisión, cerrando la puerta tras él y escrutando el ambiente cuidadosamente. Sabía que había entrado en un lugar propio de lo más bajo de la sociedad, pero no tenía miedo a ensuciarse las manos, a diferencia de la mayoría de sus familiares. Por mucho que aquel no fuese la clase de sitio que frecuentase, se las apañaría para encontrar al contacto, reclutador o quién fuera la persona que buscaba. Se preguntó si el tabernero o alguno de los camareros estaría al corriente. Sabiendo que aquel no era su ambiente y decidiendo más sabio esperar y observar antes de actuar, se sentó en una de las mesas más cercanas a la puerta e hizo un gesto a un camarero para pedir que le sirviera una copa de su mejor vino. Era hora de esperar y prestar atención.

Personaje


inventario, V&D y notas


#4
Byron
Hizashi
Byron caminaba tranquilo, sin despeinarse, inhalando el aire corrupto por el denso humo proveniente del carbón, más a él no parecía importarle pues tenía cosas que requerían su total atención. El muchacho, con paso firme, avanzaba por las callejuelas de piedra de Logue Town, sintiendo el pesar de sus habitantes, el humor de estos había cambiado de forma drástica desde la primera vez que puso un pie en aquella isla. El ambiente agradable de los lugareños se había desvanecido totalmente, dando un aura de pesadumbre a cualquier escena en la que el zagal pusiese los ojos, tiñendo todo de gris y pesar, dando pie a las habladurías y malas lenguas allá por cualquier lugar en el que posase sus orejas. La calma antes de la tormenta, sin lugar a dudas, todo ese malestar solo confirmaba lo que él sabía, algo gordo estaba a punto de ocurrir.

El joven capitán no sabía cuando sucedería, pero sin lugar a dudas, todo estaba a punto de estallar.

Mientras mantenía el paso, observaba la tarjeta con la pluma blanca que le había dado aquel contratista de Oykot, jugueteando con ella entre sus dedos mientras sus ojos violetas seguían con detenimiento el pasar de esta entre sus falanges. El cielo ennegrecido por el carbón no parecía importarle, así como el cambio en sus habitantes, pues solo eran confirmaciones de que estaba a punto de ser requerido para un nuevo trabajo y eso era un paso más para adentrarse en el bajo mundo, hacerse un nombre y poner todo patas arriba desde dentro. Un sentimiento egoísta, más recientemente se había prometido ser fiel a sí mismo. Finalmente con una ligera sonrisa en sus labios, dejó de pasar la tarjeta, para agarrarla firmemente, le dio un último vistazo, y la volvió a guardar en su bolsillo para que estuviese a buen recaudo y siguió caminando con paso firme.

Por suerte, para este trabajo había conseguido arrastrar a su tercer al mando, Kael, que le seguía de cerca envuelto en su capa con capucha, nublando su rostro entre sombras, alguien precavido sin duda. Curioso como el destino hizo que trabajase codo con codo con aquel que se llevó el primer tajo que dio en el mar del este, y aunque su primera impresión fue la de toparse con un psicópata, no podía negar que, aquel hombre era de fiar y mantenía una mente más fría a la hora de actuar. Miró de reojo a ese hombre fiel aun manteniendo su sonrisa, este le seguía con calma, aunque podían notarse atisbos de impaciencia en su caminar, y finalmente, una vez llegaron a la Plaza del Patíbulo la voz de Kael interrumpió sus andares.

- Ummm, ¿sabes que hace poco tuve aquí un encontronazo con un moreno? Fue divertido hie hie hie. - Suspiró mostrando un humor relajado.- Veamos, ¿por dónde empiezo? Si, ya, ¿recuerda en Oykot cuando el látigo de aquella tipa te dejó en tierra? Bueno, pues el hombre que nos encargó el trabajo de robar los cargamentos me dio esta tarjeta y me dijo que el siguiente movimiento se haría en esta isla.- Sacó de su bolsillo la tarjeta y la volvió a guardar.- Bien, pues ese es el motivo por el que quería llegar aquí, y viendo lo que he vivido desde que llegué aquí, sin duda es una ciudad espléndida para hacerse un "buen nombre"... Y siendo honestos, pensaba que venir aquí sería un paso más, pero con el destino de mi lado, parece que me he saltado unos escalones de golpe. Aish, ya he conseguido un buen contacto, pero, soy ambicioso, ¿sabes? ¿Por qué iba a dejar de lado la oportunidad de sacar más ventaja? - Dijo con los ojos brillantes. - Así que, viendo el ánimo de la gente y este negro cielo, sin duda algo está a punto de pasar.- Sonrió de nuevo mientras seguía el paso hasta un local de artesanía. - Y la mejor forma de cerciorarse... Es escuchando las voces ahogadas de los lugareños...

Si había un lugar donde poder encontrar una buena multitud y poder enterarse de los chismes de la ciudad, sin lugar a dudas era la plaza que pisaban sus pies.

COSAS DE INTERÉS
#5
Percival Höllenstern
-
Día 36 del Verano


Loguetown era una ciudad extraña, que navegaba a un ritmo peculiar entre el orden más severo y las catacumbas más infestadas de ratas que pudiera cualquier criminal soñar.

Si lo pensábamos fríamente, no era tan descabellado indagar que una ciudad próspera se cimentó sobre la sangre y lágrimas de sus congéneres menos agraciados y lo envuelve en una cobertura de fina arquitectura y alta promoción de ocio. 

La ciudad, por lo tanto, se presentaba como un pináculo de orden en medio del caos que resultaba el Mar del Este de los últimos tiempos. Oykot había sido conquistada por el pueblo, y yo tenía parte la culpa de ello y, aunque aún no se ofrecía una recompensa por la cabeza de ninguno de los ya apodados como "Héroes de Oykot".
Aunque claramente, mis objetivos no eran tan humildes, sino que tenían un cariz mucho más avaro, pero que aún no revelaría.

Con el tiempo, aprendí que el verdadero poder no se ostentaba en las alturas, sino en los rincones donde nadie mira. El orden que impera en las calles brillantes de Loguetown no es más que una máscara. Detrás de cada negocio legal, detrás de cada sonrisa de un comerciante, en el mismo suelo que pisaban los marines, corrían hilos invisibles. Hilos que controlaban desde el tráfico de armas hasta el de información, pasando por el contrabando de esclavos, sueños y promesas. Todo lo que una persona pudiese querer, se podía obtener en los bajos fondos de Loguetown… por el precio adecuado.


Mi inmersión en ese mundo empezó cuando entendí que la moral era una moneda de cambio tan útil como el oro. La gente que operaba en las sombras no buscaba alianzas duraderas, solo conveniencia momentánea. Era cuestión de ofrecer lo justo, ni más ni menos, para ganarse un asiento en la mesa sin dejar demasiado de sí mismo.

Grey Terminal fue mi primer punto de acceso. Un basurero infestado de desesperados, de los que aprendes más en una hora que en una semana en los mercados del puerto. Las reglas eran simples: quien no ofrece nada, no sobrevive. Mis primeros días en esas cloacas fueron un aprendizaje constante. Observaba, preguntaba poco y escuchaba mucho. Una mirada correcta, un gesto en el momento adecuado, podía abrir puertas que ni los marines sabían que existían. Aprendí que la desconfianza era el mejor escudo y el silencio, la mejor moneda.

El tiempo con la Hyozan no fue distinto, ni mi coqueteo con la Armada Revolucionaria, pero durante aquel tiempo, siempre llevado a cabo por patrón incierto. Todo ello sumergido en un turbio entramado de lodo que, al mismo tiempo que se replicaba, también alcanzaba la más tierna de las claridades. Eso sí que era curioso…

Cada paso que daba en esas profundidades me alejaba más del sol. Lo que ganaba era algo mucho más valioso: conocimiento. Sabía quién movía los barcos en el puerto sin pasar por la aduana, un corrupto marine llamado Belmonte. Conocía quién controlaba las apuestas o, más bien, donde encontrarle en el Casino. También sabía qué palabras usar para hacer que los corredores de apuestas dejaran de verte como un extraño y te consideraran uno de los suyos, aunque quizá esto último más por deformación profesional o por sentimiento casi hogareño.

El Bajo Mundo de Loguetown no era distinto, y aunque quizás pudiera parecer un laberinto imposible de descifrar, era una telaraña, y cada hebra conectaba con otra en un patrón que, una vez aprendido, se podía manipular. Solo necesitabas la paciencia de una araña... y la disposición a devorar a los incautos mientras rompías el ritmo con un movimiento poco ortodoxo.


A medida que el barco de pasaje se aproximaba al puerto de Loguetown, el brillo de las farolas del muelle comenzaba a disipar la oscuridad de la noche. Observaba desde la cubierta, envuelto en mi capa gris que ocultaba tanto mi rostro como mis intenciones. Loguetown, con su apariencia pulcra, siempre me recordaba a una bestia dormida, cubierta por una piel de seda. Bastaba rasgar un poco esa superficie para encontrar los colmillos de la codicia, el tráfico y la violencia.
Salté al muelle antes de que el barco se terminara de amarrar. No tenía tiempo para formalidades. 

La ciudad podía ser un hervidero de información, pero también una trampa mortal si no se andaba con cuidado. Mientras me perdía entre la multitud, mis pasos se encaminaron de forma instintiva hacia las zonas más apartadas, hacia donde sabía que la verdadera Loguetown respiraba. Las luces de las tabernas y las tiendas comenzaban a encenderse, y las sombras que proyectaban sobre las paredes de las callejuelas eran más largas y más oscuras a cada paso que daba.
Sabía que mi llegada no pasaría desapercibida, no con los oídos, siempre alerta de los informantes locales. Algunos ya habrían tomado nota del manto gris, de la forma de andar, tal vez hasta de la dirección en la que me dirigía. No importaba. La clave estaba en el anonimato temporal, en ser un enigma por poco tiempo, antes de desvanecerme en el entramado de las sombras.

Entonces me dirigí a una taberna, la de peor aspecto que pude encontrar, pero al mismo tiempo con un donaire de gloria pasada, como si otrora hubiera sido un lugar de encuentro de personajes importantes, pues son las que más se niegan a perder su valor.

Tras entrar, pude ver como varios parroquianos se extrañaron de ver una cara nueva, y los que no estaban formados por fornidos hombres portuarios con mala pinta y vociferando por un banal intento de destacar sobre sus compañeros, se encontraban apostando en pequeñas partidas de dominó o juegos de navegantes. El humo del tabaco pasado inundaba la estancia, pero la madera que componía las paredes y cimientos del local era lo suficientemente buena como para aguantar el envite del salitre acumulado tras años y de aquel pegajoso olor seco que extendía el humo y el alcohol rancio.

Me instalé en el taburete con la precisión de alguien que había repetido este ritual más veces de las que cualquiera de los presentes podría imaginar. El lugar próximo al rincón de la barra era el sitio perfecto, pero sin atrincherarme de sobremanera en esta esquina: suficiente sombra para que nadie me notara, pero lo suficientemente visible para captar la atención del barman cuando lo necesitara. No era cuestión de esconderse, sino de mostrarme solo cuando era necesario y al mismo tiempo dejar una pátina de confianza entre mi interlocutor y yo.

Un hombre de aspecto tan desgastado como el trapo que sostenía, se me acercó. Sus ojos, apagados y cansados, apenas parpadearon al verme, pero reconocí en ellos el destello de alguien que sabía más de lo que dejaba entrever.

¿Qué va a ser? —preguntó, su tono monótono, casi aburrido, mientras hacía girar una botella de ron en su mano.

No le respondí de inmediato. Dejé que el silencio hiciera su trabajo, una táctica que siempre funcionaba con los tipos como él. El espacio entre la pregunta y mi respuesta se llenó de una tensión sutil, un pequeño recordatorio de quién controlaba realmente la conversación.

Finalmente, alcé la vista y le dediqué una sonrisa ligera, apenas visible.

Busco algo que no está en el menú —dije con suavidad, manteniendo la mirada fija en la suya. El mensaje era claro: no estaba ahí para un simple trago.
El viejo dejó la botella a un lado y se cruzó de brazos, su rostro impasible. Había esperado una respuesta así, probablemente la escuchaba unas cuantas veces al día. Pero yo no era uno más de esos aficionados que llegaban creyendo que un puñado de monedas podía comprarles el mundo.

Eso depende de qué tan caro sea lo que buscas —replicó, manteniéndose neutral.

El precio nunca ha sido un problema, pero hay premios mayores que el dinero—dije con deliberada precisión. Su ceja se alzó apenas perceptible; había captado su atención.

Me incliné ligeramente hacia él, apoyando un codo en la barra, pero manteniendo mi aire de autoridad. No se trataba de rogarle ni de actuar con sumisión; aquí se trataba de mostrarle que ambos jugábamos el mismo juego.

Sé que Loguetown no se maneja desde la superficie, que está infestada de ratas de gran tamaño —continué—. Y esas son las que me interesan… ¿Sabes? Quizá con afán de caza… o quizá simplemente haya que revolver un poco el nido… seguro que me entiendes, es bueno para el negocio.


Datos
#6
Atlas
Nowhere | Fénix
Los pájaros no trinan en Loguetown desde hace unos días. Ni siquiera se les ve volar. Diría que es porque no lo están haciendo, pero, incluso si estuvieran en las alturas, no se les podría ver debido a la densa y pesada cortina oscura que les separa del suelo. La mayoría han abandonado la ciudad y se han alejado a zonas donde el humo de los buques carboneros no llega. Los pocos que quedan permanecen ocultos en las ramas de los árboles de la ciudad más prominente del East Blue, los cuales, en vano, intentan depurar el aire que mancha la codicia de Coal SL.

Uno de esos pequeños pájaros, de los pocos valientes que han optado por no abandonar la ciudad por el momento, se posa en el exterior de una de las ventanas del Trago del Marinero. Casi al mismo tiempo, otro detiene su vuelo sobre el cartel de una tienda de artesanía situada en la Plaza del Patíbulo: los Detalles de la Sirena. Las manecillas del reloj marcan las seis de la tarde cuando la actividad comienza.



Byron, justo en el momento en que sacas tu tarjeta para mostrársela a Kael, ya en camino hacia la tienda de artesanía, puedes apreciar por el rabillo del ojo cómo una sombra se mueve tras el cristal. Casi al mismo tiempo, un pequeño pajarillo se detiene sobre el cartel de la tienda, tosiendo para dejar escapar una pequeña bocanada de... ¿humo? Sí, parece humo, pero lo más importante aquí es otra cosa: ¿desde cuándo tosen los pájaros?

Sea como sea, si por casualidad estás mirando el reloj comprobaréis, tanto tú como Kael, que las manecillas marcan las seis en punto. Si hubiese alguna ventana abierta en la zona tal vez escucharíais el anuncio de los relojes al dar la hora, pero con tanto hollín en suspensión está todo cerrado. Todo menos la puerta de Detalles de la Sirena, claro, que se acaba de abrir para regalar un agudo y acogedor sonido a quien lo pueda escuchar.

Una mujer de unos cincuenta y muchos años se asoma a la puerta, mira hacia ambos lados, os señala y os hace un gesto para que entréis. Si no recuerdo mal, una tienda de artesanía era uno de los puntos de encuentro, ¿no? Muy mal se tiene que dar la cosa para que todo sea una trampa cuando la información era tan precisa. Supondré que entráis.
Imagen aproximada de la mujer


Kael, en cuanto entras percibes un agradable olor a jazmín que nace de un sinfín de velas perfumadas distribuidos por el lugar. Están posicionadas en lugares estratégicos y, por supuesto, encendidas para dar al negocio un ambiente acogedor que invite a quedarse ahí y comprar. Lo tiene muy bien montado, desde luego. Los productos que vende son de lo más variado, pasando por tapices, cerámicas, cuadros y pequeñas estatuillas. Todas son diferentes, lo que hace pensar que son artesanales de verdad. Hay más clientes que comprueban y analizan los objetos con genuino interés, un total de cuatro.

—Me prometieron más gente, pero tampoco pasa nada. Creo que podremos apañarnos —dice entonces la mujer después de meterse detrás del mostrador—. Sus tarjetas, por favor —añade al tiempo que extiende la mano frente a ella. Uno a uno, todos los presentes dejan lo que tenían entre manos y muestran una tarjeta idéntica a la de Byron—. No tenemos tiempo que perder, así que seré franca —dice en un tono de voz envolvente al tiempo que se aproxima de nuevo a la puerta y gira el cartel para que ponga "Cerrado"—: Acaban ustedes de asociarse a Tartarum para una operación un tanto peliaguda. Esto no implica nada que se parezca a fidelidad ni subordinación, pero sí es un acuerdo mutuamente beneficioso que no debe ser roto. De hacerlo, aténganse a las consecuencias.

La propietaria del negocio deja que se instaure un largo e incómodo silencio que se desliza entre todos vosotros. Al mismo tiempo, su mirada se clava en vuestras pupilas, uno tras otro, sin molestarle en absoluto el tiempo que perdure el silencio. Calibra vuestra decisión, el destello de ambición en vuestros ojos... No sé, pero cualquiera vería que os está analizando.

—En Loguetown hay muchos ojos que lo observan todo, no solo los de la Marina. Damos por hecho que esos ojos nos han visto, pero las guerras en el mundo real, el nuestro, se libran en unas trincheras diferentes: las trincheras de la información y la influencia, entre otras. El problema no es que nos estén viendo, sino que nos puedan seguir en todo momento. Incluso entre ustedes podría haber interesados en hacer saltar por los aires la operación, así que se les entregará una dirección diferente a cada uno. Deben ir a dicha dirección, recoger lo que allí se les entregue y, sin abrirlo, llevarlo hasta la ubicación indicada en el sobre que ahora les entregaré. Uno de ustedes es un miembro de nuestra máxima confianza, así que los demás son simplemente señuelos. ¿Alguna duda?

Confirme termina de hablar saca una pila de sobres y entrega uno a cada uno. Sí, cada uno de vosotros también tiene un sobre diferente, así que tendréis que ver cómo resolvéis el asunto. Aunque no seáis topos o infiltrados, no sé si verían mal que dos personas en concreto fuesen juntas por ahí.

Sobre de Byron escribió:Recogida: Marisquería Agua Dulce, junto a los astilleros en los que se produjo el atentado.
Entrega: Los Detalles de la Sirena.

Sobre de Kael escribió:Recogida: contacto bajo la estatua del capitán Livingstone, cerca de El Gymnasium.
Entrega: violinista callejero en la calle que conduce al Casino Missile.



En el Trago del Marinero la cosa es un tanto diferente. Allí todo el mundo va a lo suyo, sumidos todos los clientes en un alboroto de palabras malsonantes, apuestas, escupitajos y todas esas cosas propias de una taberna como la que os ha visto entrar. Cerca de la puerta, Derian recibe la copa de vino que había pedido. No sé qué esperabas de un lugar de esas características, pero ya te informo de que el peor que hayas probado en tu vida es una delicia al lado de ése. Una de dos: se guardan la mejor calidad para clientes selectos o realmente allí sólo trabajan con cosas que embriagan independientemente de su calidad y no con bebida de nivel. Como te decía, desde luego no está a la altura de tus expectativas. Junto a ti, un pajarillo se ha ido a detener en el alfeizar de la ventana, pero por el lado exterior. Tose —o algo similar— y justo después puedes ver cómo el hollín abandona sus pequeños pulmones. Esa compañía se los va a cargar a todos, desde luego. Por otro lado, el momento coincide con el instante en que los relojes marcan las seis en punto.

Paralelamente, en la barra Percival mantiene una conversación con el tabernero. Es lisa en la superficie, pero muy rugosa en las profundidades, con mensajes que se quieren decir pero los labios no enuncian. Hablan el mismo idioma, o eso parece.

—Las ratas aprovechan para salir cuando no se ve demasiado y, si has venido por las mismas calles que vine yo a primera hora de la mañana, habrás podido ver que apenas se ve nada con tanto humo. No te vayas.

El fin de las palabras del del otro lado de la barra viene seguido de manera casi inmediata por una campana al ser agitada insistentemente. Como si fuese la señal que anuncia el fin del recreo, la mayor parte de los clientes se levantan de sus asientos sin importar la severidad de la embriaguez con la que cargan. Algunos por su propio pie y otros con ayuda, abandonan el negocio después de dejar sobre la mesa la cantidad adeudada.

En diversas mesas quedan personas sentada. Todas ellas sobrias, al menos en apariencia, y todas ellas solas. Todas a excepción de un hombre, que se encuentra en una mesa apartada  y fuera del alcance de miradas indiscretas que pudiesen asomar por la ventana. Junto a él hay una mujer y un hombre. Los tres visten elegantes trajes, siendo el del primero claramente mejor factura que los otros, que no se quedan atrás. Frente a él hay un cenicero a rebosar de puros consumidos, mientras que en su mano tiene otro que está a la mitad.
Apariencia aproximada


—Bueno, ahora que tenemos un poco de intimidad, permítanme que me presente —dice el del puro, levantándose al tiempo que se acomoda al traje—. Mi nombre es Henry Deschamps y, entre muchas otras cosas, soy el presidente de Coal SL. En los próximos días tengo varios negocios en Loguetown. Algunos son más conocidos —dice al tiempo que hace un gesto al aire, como refiriéndose al humo—, mientras que otros son de un ámbito más... privado. En cualquier caso, tengo mercancía que descargar y repartir además del carbón que ya estamos distribuyendo. En las bodegas, debajo del suelo, hay un cargamento un tanto diferente al principal que llevamos a bordo. Necesito de ustedes que lo saquen de los navíos sin que las autoridades portuarias lo detecten y lo lleven justo debajo de las narices de quienes no lo deben ver para esconderlo: la Marina. Tenemos un piso franco en las viviendas más cercanas al cuartel del G-31, reformado y ampliado, donde se podría guardar el cargamento. Sólo deben llevarlo todo hasta allí sin ser detectados, lo que no será fácil. En caso de que les atrapen, por supuesto, nosotros no tenemos nada que ver. Si intentan delatarnos no sólo no tendrán cómo probar nada, sino que se pueden dar por muertos. ¿Alguna pregunta? Sea como sea, les recomiendo que se coordinen y establezcan un plan de acción para que la operación sea exitosa.
#7
Percival Höllenstern
-
Los segundos que siguieron al comentario del barman fueron tan pesados como el ambiente cargado de humo que llenaba la taberna. Mi mente empezó a entrelazar las piezas del rompecabezas. Los rumores en Loguetown siempre iban más rápido que el viento del mar, y si estaba atento, quizá podría entender hacia dónde apuntaban los hilos del poder.

Me quedé sentado, observando el cambio en la taberna. La campana había resonado como una advertencia, un anuncio sutil para aquellos que conocían las reglas no escritas de ese lugar. Los borrachos salieron arrastrando los pies, dejando a un selecto grupo de clientes en las mesas. Mi mirada se dirigió de inmediato a uno de esos grupos en particular. Tres personas, perfectamente alineadas en su pequeña burbuja de discreción, ocupaban una mesa apartada. El hombre del centro, el del puro, se levantó con una elegancia que desentonaba con el caos que aún impregnaba la atmósfera del local.

Lo que me había dicho el barman no era solo una advertencia, era una invitación y también subrepticiamente una indicación acerca del poder que ostentaba aquella persona.

La calma que había caído sobre el lugar indicaba que lo importante estaba a punto de suceder. Aun sin desviar la atención de la barra, agucé el oído, buscando captar cualquier palabra clave en aquella conversación.

El hombre del puro empezó a hablar, su tono era tranquilo, pero el peso de sus palabras era palpable. "Henry Deschamps", así se presentó. Aquel nombre no me era del todo ajeno, pero tampoco era del todo recordado... Los bajos fondos de Loguetown susurraban a menudo nombres así, y quizá pudiera ser parte de ello a juzgar por el tono de su conversación, algo audible desde mi posición, pero tenía que ser cauto.

Me quedé quieto, manteniendo mi postura relajada, pero mi mente analizaba rápidamente la situación. Deschamps estaba hablando de un cargamento. De algo relacionado con algún tipo de mercancía diferente, según había dicho, y necesitaba moverla sin que la Marina se diera cuenta. El hecho de que mencionara el cuartel del G-31 dejó claro que se trataba de algo grande. El tráfico en la ciudad estaba lleno de contrabando, pero este cargamento en particular parecía tener un valor especial, tanto como para que la Marina no pudiera enterarse.

Mientras el hombre exponía los detalles, un plan empezaba a tomar forma en mi cabeza. Había algo más profundo que el simple transporte de mercancías aquí. Las palabras clave, piso franco, y Marina resonaron en mí. Esto no solo era un simple trabajo de contrabando, sino una oportunidad, quizá incluso una ofensiva. La posibilidad de obtener información valiosa y, quizás, un acceso más cercano a los peces gordos de los que había venido a enterarme. Y si jugaba bien mis cartas, podría manipular esta red desde dentro.

Deschamps terminó su explicación y, por un momento, el silencio en la taberna fue casi insoportable e incliné ligeramente la cabeza al barman en señal de saludo.
Loguetown no era solo una ciudad, era un ecosistema. Y yo estaba listo para sacudir su núcleo y quizá quedarme con una parte del pastel.

La oferta de Henry seguía en el aire, y si bien no me interesaba directamente ser una de las manos que moviera el cargamento, sabía que el paso siguiente era acercarme a la fuente, sin ser el centro de atención. El verdadero poder no se ostenta; se susurra.
Esperé un par de minutos más antes de levantarme con calma, y ahora era mi turno de mostrarme. Me dirigí hacia la puerta, pero justo antes de cruzarla, giré el rostro para observar de reojo la mesa de Deschamps. Mi mirada se encontró por un segundo con la del hombre que llevaba el puro. Su expresión no cambió, pero ese instante fue suficiente, para llamar la atención.

Yo soy bueno transportando cosas, caballero, pero soy bastante caro — comenté desde el umbral de la puerta en dirección a la mesa mientras hacía un gesto de invitación a acompañarme. — Podemos dar un paseo — espeté mientras de manera firme abría la puerta con cara ociosa.


Datos
#8
Kael
El Fantasma del Mar
Seguí a Byron por la plaza mientras me contaba sobre qué hacíamos aquí. Que si me acordaba de Karina, pensé, pero no se lo dije para no interrumpirle mientras me sugería lo de los latigazos. Tenía una cicatriz enorme en la espalda por culpa de esa mujer que por suerte y con ayuda de nuestro médico de a bordo había cerrado sin problemas. Sólo una gran linea blanca quedaba como recuerdo de ella. 

Cuando se hizo las seis en punto y la mujer nos pidió que viniéramos agarré un instante en el hombro a Byron y le miré fijamente con mi ojo a los suyos. Era una señal que habíamos diseñado tiempo atrás que significaba algo así como un "no me fío ni un pelo de todo esto. Te sigo, pero estaré vigilando". Cuando separé mi vista de su cara, volviendo a mirar a la tienda activé mi haki de observación para no tener sorpresas inesperadas ni que fuera una trampa diseñada para cazarnos.

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
9/11/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]


Todo parecía en orden antes de entrar pero aun así me quedé en guardia. Observé la sala aún con el haki activado en busca de trampas e inspeccionando a toda persona que estuviera en ella mientras fingía estar mirando lo que la tienda ofrecía. Muy mala tendría que ser la situación como para que dos usuarios de logia se vieran apurados en una situación así, pero esto era Loguetown y no Oykot o Kilombo. Si había que tener cuidado en algún lado era aquí.

La conversación de la mujer se iba tornando cada vez más compleja. ¿A qué demonios se había apuntado Byron en su momento?. Al menos estaba tranquilo en cierta manera, ¿me había equivocado en mis acciones? Posiblemente en parte sí, pero si toda esta situación confirmaba algo era que igual falta de razón para hacerlo no tenía en su momento. De momento tocaría seguir investigando todo esto a ver en qué podría acabar la situación.

Acabaron dándome uno de los sobres y lo abrí lo justo para leer la descripción sin que nadie lo viera y esconderlo dentro de mi capa. Por las indicaciones tenía pinta que me tocaría ser de los señuelos que comentaba la mujer, pero aun así tenía que ir y separarme de Byron. Cuando repartieron todos los sobres y nos dieron permiso de salir asentí a Byron para que supiera que salgo, me ajusté la capa de nuevo y me fui de la tienda.

Aunque no había estado mucho por la ciudad, reconocía los lugares más emblemáticos y tanto el Gymnasium como el Casino eran los lugares clásicos que todo turista tenía que conocer y podría ir a ellos sin mucha dificultad (virtud: Orientación). Lo más probable es que fuera para nada, pero tenía que seguirles el rollo hasta que mi capitán decidiera prender todo en llamas.

Resumen
#9
Derian Markov
Lord Markov
Como cabía esperar, el vino de aquel lugar no era precisamente un caldo digno de la mesa de Markovia. Sin embargo, pedir algo de beber no respondía al deseo o necesidad de consumir alcohol o bebida. La clase de refrigerio que él deseaba no la servían los taberneros... no voluntariamente, al menos. No, pedir algo de beber respondía a la necesidad de mimetizarse con el ambiente. Sus ropas eran buenas, pero no era precisamente su traje de gala. No dejaban de ser una gabardina de viaje y vestimentas cómodas que no limitaban sus movimientos. Entre eso, sus armas y la bebida, bien podía pasar para un observador casual por un mercenario, un buscavidas de habilidades violentas o algo similar. Era parte de las necesidades de la caza saber cuándo hacer gala de la posición y el poder y cuándo mimetizarse con el ambiente. Un buen cazador sabe acercarse a su presa. Ningún depredador entra en los campos de su presa anunciando su presencia a rugidos. Un cazador astuto tampoco lo hacía. La fuerza y el poder son inútiles si tu presa sabe que vas de camino y ha desaparecido para cuando llegas.

Su paciencia y cautela se vieron recompensadas. Mientras examinaba el local y a los parroquianos, diferentes detalles captaron su atención. Uno de ellos fue el extraño pájaro (extraño por su forma de toser) que expectoró algo de hollín. No estaba familiarizado con las aves del archipiélago Polestar, pero los pájaros de Ivansk no tosían o estornudaban de esa manera. Recordaba una pequeña lechuza nival que había tenido de pequeño, un regalo de su tío. La jaula del ave estaba en su habitación y aquel invierno el ave enfermó y pasaba las noches tosiendo. Eso fue hasta que perdió la paciencia y decidió silenciar al pájaro para siempre por perturbar su sueño. Aún recordaba la sangre y plumas entre sus dedos. Fue la primera vez que arrancó una vida. Recordaba la mirada aterrorizada de la criada la mañana siguiente. Contuvo un escalofrío y sintió la sed aumentar, como un tintineo de cadenas resonando en su mente. Sin dejar traslucir sus pensamientos, llevó la copa a sus labios y apenas bebió un sorbo de aquel vino ácido y avinagrado.

También captó su atención un hombre joven de porte grácil y elegante. Pálido, bien vestido, objetivamente hermoso y de melena larga y oscura. Hablaba con el tabernero de algo. Aunque no alcanzaba a escuchar los detalles, su forma de actuar tenía una serie de dejes sutiles que, sin embargo, resultaban evidentes para quien sabía qué buscar. Sus gestos y miradas traslucían la autoridad y aura de mando de alguien acostumbrado a tener el control. Los ojos habitualmente inexpresivos del conde relucieron con una chispa de interés. Parecía haber localizado a alguien que merecía la pena tener en cuenta. No era el único, por supuesto. Entre la algarabía de pueblerinos, marineros y borrachos, había algunas personas que pese a su actitud despreocupada hacían sospechar al conde que no estaban allí por ocio. Apenas tocaban sus bebidas (no muy diferente a él mismo). No queriendo pecar de paranoico, pero tampoco de inocente, asumió que al menos alguna de aquellas personas debía estar allí por trabajo. Tal vez con las mismas intenciones que ellos, tal vez bajo órdenes de sus potenciales contratantes.

Habiéndose movido en los círculos del poder durante décadas, el noble sabía reconocer la autoridad. Probablemente no se hubiera fijado, por lo discreto de su localización, en el hombre de los puros de no ser porque había decidido esperar y observar el ambiente antes de actuar. No se le escapó ni lo llamativo de su ropa ni su actitud general. A diferencia del joven agraciado, la actitud del otro hombre no era la de alguien que busca ejercer el control, sino la calma y serenidad propia de alguien que se sabe en control total y no necesita ejercerlo. Nuevamente tuvo que contenerse para no mostrar un escalofrío de excitación. Aquella persona, ese hombre de mediana edad y traje elegante, era alguien peligroso. Mientras mantenía su fachada desapasionada y fría, se preguntó cómo de satisfactorio sería arrancarle la nuez y verle ahogarse, ver a alguien tan poderoso sentir miedo mientras la vida se apagaba en sus facciones.

No tuvo mucho tiempo para estas oscuras cavilaciones, pues una campana resonó insistentemente en la taberna. Como por acuerdo tácito o parte de una ley no escrita, la amplia mayoría de los presentes se levantaron y se retiraron. Aquello resultó inesperado para el conde. No esperaba que la gente del lugar respetase la autoridad hasta aquel punto. Eso decía mucho del tabernero o del elegante caballero de la esquina. Se inclinaba a pensar que sería obra del tabernero y eso significaba que debería tenerle más en cuenta de lo que había supuesto. A veces, bajo una fachada de normalidad se ocultaban lobos. O tal vez simplemente era bueno en su negocio y sabía hacer que sus parroquianos respetasen sus normas. Asumiendo que lo inteligente sería esperar sentado, aguardó a que todos se marchasen. Aquel era el lugar de reunión acordado, aunque no tuviese una prueba fehaciente de que la llamada era para dar intimidad a su contratante y a él (y tal vez a algún otro potencial contratado), le resultaba dudoso que pudiera haber dos reuniones del Inframundo en el mismo bar a la vez.

Sintió una leve satisfacción al comprobar que algunas de las personas de las que había sospechado seguían sentadas. También continuaba en el local, como cabía esperar, el hombre del puro y sus dos acompañantes. El joven pálido tampoco se retiró. Un silencio elocuente se adueñó del local mientras el elegante caballero se levantaba. Su identidad resultó irónicamente apropiada. Se trataba del dueño de la misma empresa que estaba allí por un contrato con la Marina, Henry Deschamps. Derian dedicó un instante a valorar la audacia de ocultar sus negocios ilícitos bajo una tapadera legal que trabajaba tan directamente con la ley. Era un ejemplo muy claro de esconderse a simple vista. Hasta qué punto era una maniobra realmente astuta y medida, eso era materia de especulación. Carecía de los detalles pertinentes de la naturaleza de su relación con la Marina o el Gobierno, los contactos que pudiera tener o cuán peligrosa pudiera ser la carga. ¿Podría ser, tal vez, lo que tantos años llevaba ansiando y buscando?

Mantuvo una pose de educada atención y medida frialdad mientras escuchaba al empresario. Era... poco específico. No tenían los datos concretos del barco, la localización de la carga, su tamaño, peso, facilidad de ocultar, hasta qué punto estaba siendo buscada, qué clase obstáculos podían esperar, la dirección del piso franco... algunos de esos datos, podía asumir, los recibirían pronto. Sin embargo, tenía la desagradable sospecha de que otros su adinerado contratista preferiría dejarlos en oscuridad. ¿Por qué contratar a extraños si no había un riesgo implícito? Aparte de por poder desmarcarse si algo salía mal y echar la culpa otros, gente no vinculada oficialmente a él. Evidentemente había demasiado que no sabían y a Derian no le gustaba que se la jugasen. Por otro lado, estaba aún empezando a moverse en aquellas aguas. Estaba en terreno ajeno y tendría que mancharse antes de poder empezar a hacer que otros se mancharan por él.

El joven fue el primero en hablar. Su actitud era dominante, casi opresiva. Sus palabras eran desmentidas por sus actos. No estaba pretendiendo simplemente ganarse un dinero extra por el encargo, estaba intentando establecer su autoridad. Sacar a su contratante de una zona de confort y control, disfrazar su casi imperiosa toma de iniciativa como una invitación... en otra situación hubiese encomiado la maestría social del desconocido, pero Derian era perro viejo. No iba a dejarse ensombrecer por un chico que casi podría ser su hijo. El conde se alzó de su asiento en un gesto sereno y calmado, pero firme, buscando captar las miradas. Se irguió cuan alto era y miró directamente a los ojos del empresario. Le saludó con la más levísima inclinación de cabeza, sin romper el contacto visual y usó un tono suave y educado - Mis respetos, señor Deschamps. Derian Markov, a su servicio. Sin desmerecer el impetuoso deseo de nuestro joven acompañante de tomar el aire, permítame tomarme la libertad de aceptar su invitación e inquirirle respecto a algunas cuestiones - sus gestos acompañaban a sus palabras, tratando de generar una sosegada tensión en el ambiente, una mezcla entre el robo de atención y una actitud profesional y cortés - Nuestros planes requerirán de conocimientos más específicos, algunos de los cuáles no dudo nos hará saber pronto como el barco y localización exactos de la carga, su tamaño y la dirección. Mas siguen siendo precisos para concebir un plan realista y acorde a las condiciones que nos esperan. Prolegómenos a un lado, desearía saber qué clase de dificultades deberíamos anticipar. No es lo mismo prepararse para la llegada de un rival anónimo que un posible registro por parte de las fuerzas del orden... o ambas cosas. Dada su decisión de contratarnos, tengo la casi certeza de que pasearse discretamente hasta la dirección no es suficiente y, por contra, debemos asumir que hay gente que aguarda el transporte para interceptarlo. ¿Me equivoco?

Una vez tuvo la respuesta de Deschamps, se giró hacia el joven y le dedicó un gesto sutil de saludo con la mano, sin inclinar la cabeza - Dado que estaremos colaborando en este asunto, creo que es de buen proceder realizar las apropiadas presentaciones y valorar el papel que deberá cumplir cada uno. Ha mencionado que es bueno transportando cosas. ¿Puedo asumir que entonces pretende trasladar usted la carga? - aguardó la respuesta y continuó - Mis habilidades van más en la línea de... hacer desaparecer problemas. Obstáculos. En el caso, que espero no sucederá gracias a un trabajo eficiente por nuestra parte, de encontrarnos un enemigo hostil, me ocuparé de él. También puede contar con mi... experiencia en el arte de las interacciones interpersonales.

resumen

Personaje
#10


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