Octojin
El terror blanco
04-08-2024, 01:07 AM
Bajo la superficie cristalina de un mar desconocido, Octojin se movía con gracia. Sus poderosos músculos ondulaban bajo las escamas blancas, cortando el agua con facilidad. Desde su juventud en la Isla Gyojin, había encontrado consuelo y libertad en las profundidades del océano. Era aquí, entre las corrientes y la vida marina, donde se sentía más en paz, lejos de la superficie infestada de humanos. Pero incluso en el océano, a veces se encontraba con los rastros de las actividades humanas.
Mientras nadaba entre formaciones coralinas, Octojin avistó algo fuera de lo común. Los destellos de luz se filtraban a través de las aguas, iluminando los restos esparcidos de dos barcos. Ambos de tamaño modesto, se encontraban parcialmente hundidos con las velas rasgadas y los cascos destrozados. Se acercó con cautela, curioso por la naturaleza del incidente. Las burbujas de aire emergían de los restos, señales de los últimos suspiros de vida atrapados bajo la madera rota.
A medida que se adentraba en los escombros, el olor a pólvora y sangre le llegó incluso bajo el agua. Cadáveres de piratas yacían flotando, algunos aún con las espadas en mano, mientras otros, sin vida, parecían haber sido tomados por sorpresa. Entre los restos, encontró algo más perturbador: dos humanos malheridos aferrándose a la vida. Sus uniformes, ahora empapados y teñidos de rojo, llevaban un distinguido emblema que Octojin juraría haber visto en algún sitio. Sus rostros pálidos reflejaban el miedo y el dolor.
Los malheridos humanos, al ver la imponente figura de Octojin emergiendo de entre los restos, se llenaron de terror. Para ellos, un Gyojin de la apariencia intimidante de Octojin era un presagio de peligro inminente. Trataron de retroceder, pero sus heridas y el agua circundante hacían inútiles sus esfuerzos. Octojin los observó con una mezcla de indiferencia y curiosidad. Por un momento, contempló la idea de dejarlos a su suerte. Eran humanos, después de todo, y en su corazón albergaba un profundo resentimiento hacia ellos. Sin embargo, algo en sus miradas desesperadas le hizo dudar.
Ambos hombres se miraron, y esa mirada con atisbos de tristeza pareció ser suficiente para que supieran lo que tenían que hacer. Al ver que Octojin no atacaba, aprovecharon para suplicarle por sus vidas. Uno de ellos, jadeando por el dolor, le explicó que pertenecían al Gremio del Lobo Plateado y que estaban en una misión para capturar a un notorio pirata llamado Bobby Pies Negros. El otro, con voz temblorosa, ofreció un trato: si Octojin los salvaba, informarían a sus superiores que él los había ayudado a vencer a Bobby Pies Negros, lo que podría abrirle las puertas del gremio.
Octojin, a pesar de su desprecio por los humanos, vio una oportunidad en el trato. Había oído que el gremio era una organización poderosa y bien conectada. Si se unía a ellos, podría usar sus recursos para llevar a cabo su venganza contra los humanos que tanto odiaba. Además, salvar a estos humanos le daría una ventaja táctica; no necesitaba apreciarlos para ver la utilidad de la situación.
Sin decir una palabra, Octojin asintió. Los humanos suspiraron -quizá demasiado pronto- pero con toda probabilidad era el gesto que necesitaban ver.
El escualo se puso manos a la obra. Nadó con gran agilidad por los alrededores de la zona. Los barcos eran pequeños, pero lo suficientemente grandes como para llevar algún bote salvavidas. Y eso era lo que buscaba. No le costó más de tres minutos dar con un bote, el cual llevó apoyando sus manos sobre la superficie y empujando a la par que nadaba con cautela, esquivando restos de madera y miembros humanos por igual.
Con una fuerza sobrehumana, colocó a los dos cazarrecompensas malheridos sobre ella -quizá se excedió al dejarlos sobre el bote. O puede que lo hiciera adrede-, y se preparó para llevarlos a la isla más cercana. Uno de ellos, impresionado por la capacidad de Octojin para mover los restos tan fácilmente, comentó que el Gremio del Lobo Plateado siempre estaba en busca de nuevos talentos, especialmente aquellos con habilidades tan excepcionales. El tiburón ignoró el comentario y siguió ultimando los preparativos.
Con los cazarrecompensas seguros en la balsa, Octojin se colocó detrás de ella y comenzó a propulsarla con sus poderosas piernas y ayudándose de la cola, desplazándose a gran velocidad a través del agua. Mientras nadaba, el agua se dividía a su paso, creando una estela de espuma. Los humanos, asombrados y agradecidos, observaban cómo el paisaje pasaba rápidamente. Sus heridas eran graves, pero la eficiencia de Octojin les daba una esperanza que no habían tenido antes.
El trayecto fue relativamente tranquilo, con los sonidos del mar y las burbujas marcando el paso del tiempo. Finalmente, tras un par de horas de nado incesante, Octojin avistó la silueta de una isla en el horizonte. La costa rocosa y las palmeras inclinadas por el viento eran un refugio prometedor. Con un último empujón, llevó la balsa hasta la orilla, donde los cazarrecompensas fueron recibidos por los aldeanos locales.
Aunque inicialmente cautelosos con la presencia de un Gyojin, los lugareños se relajaron al ver que no tenía intenciones hostiles. Pronto se acercaron y empezaron a tratar las heridas con todo tipo de plantas. Lo cierto era que la manera de tratar las zonas afectadas con la flora era un tanto peculiar. En más de una ocasión Octojin realizó algún que otro aspaviento, dudando de aquellos aldeanos que practicaban un arte totalmente desconocido para él; la medicina.
Los cazarrecompensas, una vez atendidos y estando sus heridas tratadas, cumplieron su parte del trato. Enviaron un mensaje al Gremio del Lobo Plateado, informando sobre la participación de Octojin en la derrota de Bobby Pies Negros. En su reporte, destacaron la destreza de Octojin y su valentía al enfrentarse a los piratas, enfatizando cómo había sido fundamental para su supervivencia. Aunque Octojin no había luchado directamente contra Bobby, los cazarrecompensas honraron su promesa, asegurando que su nombre llegaría a oídos de los líderes del gremio.
Octojin, por su parte, decidió quedarse en la isla temporalmente. Aunque los humanos le resultaban desagradables, comprendía que la colaboración con ellos podría ser un medio para un fin mayor. Aceptó el ofrecimiento de los cazarrecompensas de unirse al gremio, sabiendo que sería un paso crucial para sus propios objetivos. En su mente, la alianza con el Gremio del Lobo Plateado no era más que una herramienta para conseguir los recursos y la información que necesitaba para llevar a cabo su venganza personal contra los humanos.
Con su decisión tomada, Octojin se preparó para lo que vendría. Sabía que unirse al gremio no sería fácil; tendría que demostrar su valía y ganarse un lugar entre sus filas. Pero, con su fuerza y determinación, confiaba en que sería capaz de superar cualquier prueba que se le presentara.
Así, Octojin inició un nuevo capítulo en su vida. Con una nueva alianza y un objetivo claro, se dispuso a enfrentar los desafíos que el mundo le deparara, sin olvidar nunca el odio que lo impulsaba. A medida que se acercaba su integración formal al gremio, Octojin se preparaba mentalmente para el camino que había decidido tomar, uno lleno de aventuras, peligros y, sobre todo, la posibilidad de cumplir con su anhelada venganza.
En los días siguientes, Octojin se adaptó a la vida en la isla, esperando la llegada de un representante del Gremio del Lobo Plateado que vendría a formalizar su entrada. Mientras tanto, entrenaba en solitario, afinando sus habilidades de combate y preparándose para cualquier desafío que se le presentara. No solo se concentraba en su fuerza física, sino también en su habilidad para navegar el mundo de los humanos, algo que le resultaba repulsivo pero necesario para su misión. En un momento dado llegó incluso a cruzar más de dos frases con un humano. Algo que sin duda se podía considerar un éxito. También pasaba parte del tiempo pescando y malvendiendo parte de lo obtenido para alimentarse de otros tipos de carnes.
Finalmente, el día llegó. Un barco del Gremio del Lobo Plateado atracó en el puerto de la isla. De él descendió un hombre alto, con un porte autoritario y una mirada aguda, acompañado de varios miembros del gremio. Se presentó como Ragnar, uno de los altos mandos del gremio -o eso decía él-. Tras una breve introducción, Ragnar fue directo al grano. Explicó que, aunque las referencias de los cazarrecompensas salvados eran favorables, Octojin tendría que pasar una prueba para demostrar su valía.
La prueba consistía en capturar a un pirata conocido por sus crímenes atroces: Gwen, quien había sobrevivido al ataque anterior y había huido con una pequeña parte de su tripulación. Se sospechaba que se escondía en una isla cercana, utilizando sus habilidades de camuflaje y sigilo para evadir a las autoridades y cazadores de recompensas. En ningún caso se habló del precio que había por su cabeza, algo que no importaba en exceso a Octojin. En un principio pensó que quizá, al ser su primer encargo, era algo que no se comentaba. O puede que, precisamente por ser su primera prueba, el botín era íntegramente para el gremio. En cualquier caso tendría que fiarse de lo que le dijeran.
Octojin, tras unos segundos que se hicieron eternos, aceptó el desafío. No era tanto la oportunidad de unirse al gremio lo que lo motivaba, sino la oportunidad de enfrentar a un criminal humano y demostrar su poder. Con instrucciones precisas y un mapa en mano, Octojin se embarcaría hacia la isla donde se suponía que Gwen se escondía.
Mientras nadaba entre formaciones coralinas, Octojin avistó algo fuera de lo común. Los destellos de luz se filtraban a través de las aguas, iluminando los restos esparcidos de dos barcos. Ambos de tamaño modesto, se encontraban parcialmente hundidos con las velas rasgadas y los cascos destrozados. Se acercó con cautela, curioso por la naturaleza del incidente. Las burbujas de aire emergían de los restos, señales de los últimos suspiros de vida atrapados bajo la madera rota.
A medida que se adentraba en los escombros, el olor a pólvora y sangre le llegó incluso bajo el agua. Cadáveres de piratas yacían flotando, algunos aún con las espadas en mano, mientras otros, sin vida, parecían haber sido tomados por sorpresa. Entre los restos, encontró algo más perturbador: dos humanos malheridos aferrándose a la vida. Sus uniformes, ahora empapados y teñidos de rojo, llevaban un distinguido emblema que Octojin juraría haber visto en algún sitio. Sus rostros pálidos reflejaban el miedo y el dolor.
Los malheridos humanos, al ver la imponente figura de Octojin emergiendo de entre los restos, se llenaron de terror. Para ellos, un Gyojin de la apariencia intimidante de Octojin era un presagio de peligro inminente. Trataron de retroceder, pero sus heridas y el agua circundante hacían inútiles sus esfuerzos. Octojin los observó con una mezcla de indiferencia y curiosidad. Por un momento, contempló la idea de dejarlos a su suerte. Eran humanos, después de todo, y en su corazón albergaba un profundo resentimiento hacia ellos. Sin embargo, algo en sus miradas desesperadas le hizo dudar.
Ambos hombres se miraron, y esa mirada con atisbos de tristeza pareció ser suficiente para que supieran lo que tenían que hacer. Al ver que Octojin no atacaba, aprovecharon para suplicarle por sus vidas. Uno de ellos, jadeando por el dolor, le explicó que pertenecían al Gremio del Lobo Plateado y que estaban en una misión para capturar a un notorio pirata llamado Bobby Pies Negros. El otro, con voz temblorosa, ofreció un trato: si Octojin los salvaba, informarían a sus superiores que él los había ayudado a vencer a Bobby Pies Negros, lo que podría abrirle las puertas del gremio.
Octojin, a pesar de su desprecio por los humanos, vio una oportunidad en el trato. Había oído que el gremio era una organización poderosa y bien conectada. Si se unía a ellos, podría usar sus recursos para llevar a cabo su venganza contra los humanos que tanto odiaba. Además, salvar a estos humanos le daría una ventaja táctica; no necesitaba apreciarlos para ver la utilidad de la situación.
Sin decir una palabra, Octojin asintió. Los humanos suspiraron -quizá demasiado pronto- pero con toda probabilidad era el gesto que necesitaban ver.
El escualo se puso manos a la obra. Nadó con gran agilidad por los alrededores de la zona. Los barcos eran pequeños, pero lo suficientemente grandes como para llevar algún bote salvavidas. Y eso era lo que buscaba. No le costó más de tres minutos dar con un bote, el cual llevó apoyando sus manos sobre la superficie y empujando a la par que nadaba con cautela, esquivando restos de madera y miembros humanos por igual.
Con una fuerza sobrehumana, colocó a los dos cazarrecompensas malheridos sobre ella -quizá se excedió al dejarlos sobre el bote. O puede que lo hiciera adrede-, y se preparó para llevarlos a la isla más cercana. Uno de ellos, impresionado por la capacidad de Octojin para mover los restos tan fácilmente, comentó que el Gremio del Lobo Plateado siempre estaba en busca de nuevos talentos, especialmente aquellos con habilidades tan excepcionales. El tiburón ignoró el comentario y siguió ultimando los preparativos.
Con los cazarrecompensas seguros en la balsa, Octojin se colocó detrás de ella y comenzó a propulsarla con sus poderosas piernas y ayudándose de la cola, desplazándose a gran velocidad a través del agua. Mientras nadaba, el agua se dividía a su paso, creando una estela de espuma. Los humanos, asombrados y agradecidos, observaban cómo el paisaje pasaba rápidamente. Sus heridas eran graves, pero la eficiencia de Octojin les daba una esperanza que no habían tenido antes.
El trayecto fue relativamente tranquilo, con los sonidos del mar y las burbujas marcando el paso del tiempo. Finalmente, tras un par de horas de nado incesante, Octojin avistó la silueta de una isla en el horizonte. La costa rocosa y las palmeras inclinadas por el viento eran un refugio prometedor. Con un último empujón, llevó la balsa hasta la orilla, donde los cazarrecompensas fueron recibidos por los aldeanos locales.
Aunque inicialmente cautelosos con la presencia de un Gyojin, los lugareños se relajaron al ver que no tenía intenciones hostiles. Pronto se acercaron y empezaron a tratar las heridas con todo tipo de plantas. Lo cierto era que la manera de tratar las zonas afectadas con la flora era un tanto peculiar. En más de una ocasión Octojin realizó algún que otro aspaviento, dudando de aquellos aldeanos que practicaban un arte totalmente desconocido para él; la medicina.
Los cazarrecompensas, una vez atendidos y estando sus heridas tratadas, cumplieron su parte del trato. Enviaron un mensaje al Gremio del Lobo Plateado, informando sobre la participación de Octojin en la derrota de Bobby Pies Negros. En su reporte, destacaron la destreza de Octojin y su valentía al enfrentarse a los piratas, enfatizando cómo había sido fundamental para su supervivencia. Aunque Octojin no había luchado directamente contra Bobby, los cazarrecompensas honraron su promesa, asegurando que su nombre llegaría a oídos de los líderes del gremio.
Octojin, por su parte, decidió quedarse en la isla temporalmente. Aunque los humanos le resultaban desagradables, comprendía que la colaboración con ellos podría ser un medio para un fin mayor. Aceptó el ofrecimiento de los cazarrecompensas de unirse al gremio, sabiendo que sería un paso crucial para sus propios objetivos. En su mente, la alianza con el Gremio del Lobo Plateado no era más que una herramienta para conseguir los recursos y la información que necesitaba para llevar a cabo su venganza personal contra los humanos.
Con su decisión tomada, Octojin se preparó para lo que vendría. Sabía que unirse al gremio no sería fácil; tendría que demostrar su valía y ganarse un lugar entre sus filas. Pero, con su fuerza y determinación, confiaba en que sería capaz de superar cualquier prueba que se le presentara.
Así, Octojin inició un nuevo capítulo en su vida. Con una nueva alianza y un objetivo claro, se dispuso a enfrentar los desafíos que el mundo le deparara, sin olvidar nunca el odio que lo impulsaba. A medida que se acercaba su integración formal al gremio, Octojin se preparaba mentalmente para el camino que había decidido tomar, uno lleno de aventuras, peligros y, sobre todo, la posibilidad de cumplir con su anhelada venganza.
En los días siguientes, Octojin se adaptó a la vida en la isla, esperando la llegada de un representante del Gremio del Lobo Plateado que vendría a formalizar su entrada. Mientras tanto, entrenaba en solitario, afinando sus habilidades de combate y preparándose para cualquier desafío que se le presentara. No solo se concentraba en su fuerza física, sino también en su habilidad para navegar el mundo de los humanos, algo que le resultaba repulsivo pero necesario para su misión. En un momento dado llegó incluso a cruzar más de dos frases con un humano. Algo que sin duda se podía considerar un éxito. También pasaba parte del tiempo pescando y malvendiendo parte de lo obtenido para alimentarse de otros tipos de carnes.
Finalmente, el día llegó. Un barco del Gremio del Lobo Plateado atracó en el puerto de la isla. De él descendió un hombre alto, con un porte autoritario y una mirada aguda, acompañado de varios miembros del gremio. Se presentó como Ragnar, uno de los altos mandos del gremio -o eso decía él-. Tras una breve introducción, Ragnar fue directo al grano. Explicó que, aunque las referencias de los cazarrecompensas salvados eran favorables, Octojin tendría que pasar una prueba para demostrar su valía.
La prueba consistía en capturar a un pirata conocido por sus crímenes atroces: Gwen, quien había sobrevivido al ataque anterior y había huido con una pequeña parte de su tripulación. Se sospechaba que se escondía en una isla cercana, utilizando sus habilidades de camuflaje y sigilo para evadir a las autoridades y cazadores de recompensas. En ningún caso se habló del precio que había por su cabeza, algo que no importaba en exceso a Octojin. En un principio pensó que quizá, al ser su primer encargo, era algo que no se comentaba. O puede que, precisamente por ser su primera prueba, el botín era íntegramente para el gremio. En cualquier caso tendría que fiarse de lo que le dijeran.
Octojin, tras unos segundos que se hicieron eternos, aceptó el desafío. No era tanto la oportunidad de unirse al gremio lo que lo motivaba, sino la oportunidad de enfrentar a un criminal humano y demostrar su poder. Con instrucciones precisas y un mapa en mano, Octojin se embarcaría hacia la isla donde se suponía que Gwen se escondía.