Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
10-11-2024, 02:09 PM
(Última modificación: 11-11-2024, 01:04 AM por Gautama D. Lovecraft.)
~ Isla Kilombo - Tequila Wolf.
Día 53 - Verano del año 724.
La travesía por las calmadas aguas de East Blue mecían el barco en el que iba para llegar a mi destino, era primera hora de la mañana cuando el radiante sol llevaba ya escasos minutos embadurnando con su luz hasta donde llegaba la vista. En la cubierta, disfrutaba del paisaje teñido con la luz del alba que convertía el mar en un lienzo de proporciones y belleza incalculables, posado encima de un ancho barril y sentado en la posición del loto, en silencio y con la vista fijada ante lo que tenía en frente.
Había saneado mis pies y mis manos antes de partir, meditado y tomado ya un café extremadamente malo y amargo que estremeció mi paladar, dejando un regusto desagradable que tardaría en pasarse, ya habiendo partido, vi que era un barco de pasajeros pudientes que por el motivo que fuera partían hasta Tequila Wolf, obviaba que tipo de destino era, había estado ya en varias islas del East Blue, y cada una que descubría parecía ser de otro lugar completamente distinto. Sin embargo, no podía negar que rondaba en mi cabeza la idea del motivo principal por el que estaba siendo enviada a tal lugar, quizá, tuve que documentarme algo más de lo que me hubiera gustado para llegar más preparado, pero el tema de que en tal isla se dejaban realizar peleas porque sí, no era algo que especialmente me complacía.
Me preguntaba que tipo de mentes eran capaces de organizar este tipo de eventos, porque la marina no intercedía en ellos como debía, y pronto pude suponer de que detrás de todo eso, podía haber un amasijo de intereses que escapaban al control de marines tan de a pie como yo, o incluso el propio cabeza de la base G-23. ¿Qué sentido tendría si no que se siguiera perpetuando esa clase de sitios? Algo que escapaba aún a mi conocimiento estaba detrás de todo eso, puede que hasta el hecho de saberlo podría poner en riesgo mi integridad, mi puesto en la marina o incluso hasta a las personas que más quería, por eso, lo más inteligente que podía acometer una vez llegara a la supuesta Torre de Marfil, era sin duda jugar mis cartas de marine normativo sin más.
Era un riesgo que no podía asumir en absoluto, y más en solitario, indagar más acerca de esos eventos, ni tampoco tenía los recursos suficientes como para pedir auxilio en un lugar inhóspito para mí, pues estaría solo, tan solo como en Cozia, y aunque aquello saliera bien, no podía poner tan constantemente en riesgo mi vida por una curiosidad y afán de destapar la verdad que para ser sincero, era incapaz de controlar, no era inteligente, y hasta me atrevería a decir que poco recomendado para mi edad.
Las cábalas comenzaba a conquistarme de manera abrumadora, desde mi posición junté mis manos entrelazando los dedos y descansándolas sobre mi regazo, cerré los ojos y respiré hondo, lentamente, hasta después soltar el aire por la boca en un fino hilo. Quería calmar aquel pronto que me nacía a la hora de trazar posibilidades ficticias de situaciones que iba a enfrentar. Sabía que tampoco era lo más acertado que me gobernasen tales pensamientos, y aunque mi suposición y mi instinto eran rasgos que me gustaba tener en cuenta para desenvolverme en el mundo, no tenía que depositar todo en ellos a la hora de manejar todas variables que pudiera enfrentar. Vivir el presente, más que el futuro, era algo que teníamos marcado a fuego en el templo y hacerlo, entre otras cosas, también pasaba el hecho de controlar y calmar las ansias que se generaban por conocer y desnudar un futuro incierto.
Una figura casi sobrenatural comenzaba a aparecer en el horizonte, alta hasta donde podía alcanzar a la vista, dibujando una silueta vertical que partía la escena en 2. La contemplaba desafiante y pensativo, ¿cómo semejante obra del ser humano podía destinarse a tales actividades?, personalmente, estaba del lado de las capacidades que proyectábamos, pero no de las finalidades, ¿por qué podíamos llevar a cabo una estructura tan titánica pero no destinar esos recursos a otras obras para mejorar la sociedad?, obviamente sabía la respuesta, y es que, en nuestra propia naturaleza estaba el impulso de generar cosas para nuestros propios intereses antes que para un bien comú
El barco finalmente pudo llegar al puerto de Wine Valley, un curioso nombre para una villa, y en ella se alzaba la imponente torre que desde antes siquiera llegar a los dominios de las islas ya se podía divisar desde el agua. Poco a poco y sin sobre saltos, los pasajeros fuimos desembarcando ordenadamente, yo ahora en teoría debía de buscar a mi contacto para que me facilitara la adaptación a la torre y me llevase hasta el supuesto combate, aunque antes debía de llegar a la Torre de Marfil, pero eso allí era tan fácil como coser y cantar. Era evidente su ubicación.