Irina Volkov
Witch Eye
12-11-2024, 08:27 AM
La noche era densa y el mar, apacible. Bajo un cielo cubierto de nubes y solo iluminado por la débil luz de la luna, el enorme barco pirata de la banda de los Sangre Salada surcaba las aguas a paso lento. No esperaban ataques, y mucho menos que una sola persona pudiera ser capaz de escabullirse entre sus filas. Pero Irina, oculta bajo una capa oscura y silenciosa como una sombra, ya se encontraba a bordo, fundida con la penumbra de la embarcación. Había planeado cada paso con precisión. Desde su escondite en una esquina oscura de la cubierta, observó cómo los piratas, ebrios de ron y de la emoción de un botín reciente, dejaban sus guardias bajas mientras reían y se jactaban de sus fechorías. Los Sangre Salada eran conocidos en Logue Town por su crueldad y su habilidad para desaparecer en medio del océano sin dejar rastro, pero esta vez su guardia estaba baja, y eso les costaría caro. Irina comenzó a moverse con la cautela de una pantera, deslizándose entre sombras y asegurándose de que sus pasos fueran tan suaves que ni siquiera el suelo de madera crujiera. A su alrededor, el ruido de la celebración y el vaivén del barco ocultaban cualquier sonido que pudiera delatarla. Su primer objetivo estaba a unos pasos de distancia, un pirata dormido sobre una caja de ron, su espada aún en la mano, los ojos cerrados bajo su sombrero. Con movimientos rápidos y precisos, Irina sacó un pequeño cuchillo y, con la pericia de alguien que había repetido este acto cientos de veces, se lo hundió en el cuello. La hoja corta y filosa penetró la carne con un ruido apagado, y el pirata apenas tuvo tiempo de soltar un jadeo antes de que su vida se apagara.
Sin vacilar, Irina limpió el cuchillo en la camisa del hombre y continuó, dejando el cuerpo inclinado sobre la caja para que, desde lejos, pareciera simplemente otro borracho que había caído presa de la embriaguez. En esta misión, la discreción era fundamental. Su objetivo principal era obtener información sobre una ruta de contrabando en la que los Sangre Salada estaban involucrados, una misión de inteligencia para el Gobierno, pero el placer de eliminar lentamente a esos hombres era un aliciente más. Subió por una escalerilla que la llevaba a la cubierta superior, donde se encontraban más hombres, aunque dispersos en pequeños grupos. La visión era clara, una decena de piratas, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos. Irina avanzó hasta un rincón oscuro, donde pudo ver cómo un grupo estaba profundamente sumido en una partida de cartas, mientras que otros descansaban contra las barandillas. Era el escenario perfecto. Irina eligió a su siguiente objetivo, un hombre apartado del grupo, que miraba el horizonte mientras tarareaba una melodía desafinada. Desenfundando un delgado cable de metal que llevaba oculto bajo su capa, se acercó por detrás. Con un movimiento rápido y letal, envolvió el cable alrededor de su cuello y lo apretó con fuerza. El hombre intentó luchar, moviéndose en silencio en el borde de la muerte, pero la presión era implacable. Finalmente, su cuerpo quedó inerte, y ella lo acomodó sobre la baranda, como si simplemente estuviera recostado mirando al mar.
Uno a uno, fue repitiendo el proceso, eliminando a los piratas más apartados de la tripulación. Sus ojos, fríos y calculadores, seguían con precisión cada movimiento de sus víctimas, capturando el momento exacto en que la vida abandonaba sus cuerpos. No había piedad ni remordimiento en su expresión, solo la fría satisfacción del deber cumplido. Mientras ejecutaba la operación, notó un resplandor débil que provenía de una cabina en la proa del barco. Con un último vistazo a la cubierta, asegurándose de que no había sido vista, se deslizó hacia el lugar, curiosa por la fuente de la luz. La cabina estaba cerrada con llave, pero para alguien como ella, aquello no era más que una ligera complicación. Utilizando un par de ganzúas, forzó la cerradura en cuestión de segundos y abrió la puerta con sigilo. Dentro de la cabina, en medio de un escritorio caótico lleno de papeles y mapas, se encontraba un cofre de tamaño mediano, finamente decorado y con marcas de uso en los bordes. El cofre parecía destacar, como si fuera un tesoro personal del capitán o de alguno de los oficiales de alto rango. Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro; si lo que buscaba estaba allí, mejor aún. Al acercarse, vio que el cofre no estaba asegurado. Levantó la tapa con cuidado y se encontró con lo que parecía ser una fruta extraña, colocada sobre una tela púrpura. La fruta tenía un color verdoso, una textura escamosa, y emitía un olor peculiar, casi tentador, que no se parecía a nada que ella hubiera olido antes. Irina sabía de las llamadas "Frutas del Diablo", aunque nunca había visto una en persona, pero estaba segura de que lo que tenía frente a ella era una de esas frutas extraordinarias y prohibidas.
La observó por un momento, fascinada, antes de decidirse. La fruta estaba ahí, al alcance de su mano, y aunque la información seguía siendo su objetivo, algo en su interior la instaba a probarla. Como si el poder que contenía la llamara, una promesa de fuerza y habilidades que podrían transformar por completo sus habilidades y, en última instancia, su vida. Con una última mirada, se llevó la fruta a la boca y dio un mordisco. El sabor fue indescriptiblemente amargo, una mezcla que le hizo estremecer el rostro por el impacto, pero tragó rápidamente. Dio un segundo mordisco, terminando con rapidez, y dejó el resto en el cofre, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a cambiar. Una extraña sensación de calor y energía fluía por sus venas, mientras un escalofrío recorría su espina dorsal. Era como si cada célula de su ser se estuviera transformando, reconfigurando en algo nuevo. Aún asimilando la experiencia, escuchó pasos cerca de la cabina y supo que su tiempo allí se había agotado. El sabor amargo aún permanecía en su boca, pero la energía que comenzaba a sentir era una chispa de poder que nunca antes había experimentado. Con movimientos rápidos y precisos, cerró el cofre y salió de la cabina, ocultándose de nuevo en las sombras de la embarcación mientras los pasos se alejaban. La luna asomó brevemente entre las nubes, y una leve sonrisa de satisfacción apareció en sus labios mientras sentía el poder latente en su interior. Sabía que su vida no volvería a ser la misma, y el pensamiento de las posibilidades la llenaba de una nueva ambición. Sin dejarse ver, siguió avanzando entre las sombras, buscando el siguiente objetivo en su camino hacia la cubierta. A partir de ese momento, la misión no solo consistía en cumplir con los objetivos de la inteligencia; ahora tenía un nuevo propósito, uno que implicaba explotar al máximo los nuevos poderes que había adquirido y explorar las profundidades de este oscuro regalo que acababa de consumir.
Sin vacilar, Irina limpió el cuchillo en la camisa del hombre y continuó, dejando el cuerpo inclinado sobre la caja para que, desde lejos, pareciera simplemente otro borracho que había caído presa de la embriaguez. En esta misión, la discreción era fundamental. Su objetivo principal era obtener información sobre una ruta de contrabando en la que los Sangre Salada estaban involucrados, una misión de inteligencia para el Gobierno, pero el placer de eliminar lentamente a esos hombres era un aliciente más. Subió por una escalerilla que la llevaba a la cubierta superior, donde se encontraban más hombres, aunque dispersos en pequeños grupos. La visión era clara, una decena de piratas, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos. Irina avanzó hasta un rincón oscuro, donde pudo ver cómo un grupo estaba profundamente sumido en una partida de cartas, mientras que otros descansaban contra las barandillas. Era el escenario perfecto. Irina eligió a su siguiente objetivo, un hombre apartado del grupo, que miraba el horizonte mientras tarareaba una melodía desafinada. Desenfundando un delgado cable de metal que llevaba oculto bajo su capa, se acercó por detrás. Con un movimiento rápido y letal, envolvió el cable alrededor de su cuello y lo apretó con fuerza. El hombre intentó luchar, moviéndose en silencio en el borde de la muerte, pero la presión era implacable. Finalmente, su cuerpo quedó inerte, y ella lo acomodó sobre la baranda, como si simplemente estuviera recostado mirando al mar.
Uno a uno, fue repitiendo el proceso, eliminando a los piratas más apartados de la tripulación. Sus ojos, fríos y calculadores, seguían con precisión cada movimiento de sus víctimas, capturando el momento exacto en que la vida abandonaba sus cuerpos. No había piedad ni remordimiento en su expresión, solo la fría satisfacción del deber cumplido. Mientras ejecutaba la operación, notó un resplandor débil que provenía de una cabina en la proa del barco. Con un último vistazo a la cubierta, asegurándose de que no había sido vista, se deslizó hacia el lugar, curiosa por la fuente de la luz. La cabina estaba cerrada con llave, pero para alguien como ella, aquello no era más que una ligera complicación. Utilizando un par de ganzúas, forzó la cerradura en cuestión de segundos y abrió la puerta con sigilo. Dentro de la cabina, en medio de un escritorio caótico lleno de papeles y mapas, se encontraba un cofre de tamaño mediano, finamente decorado y con marcas de uso en los bordes. El cofre parecía destacar, como si fuera un tesoro personal del capitán o de alguno de los oficiales de alto rango. Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro; si lo que buscaba estaba allí, mejor aún. Al acercarse, vio que el cofre no estaba asegurado. Levantó la tapa con cuidado y se encontró con lo que parecía ser una fruta extraña, colocada sobre una tela púrpura. La fruta tenía un color verdoso, una textura escamosa, y emitía un olor peculiar, casi tentador, que no se parecía a nada que ella hubiera olido antes. Irina sabía de las llamadas "Frutas del Diablo", aunque nunca había visto una en persona, pero estaba segura de que lo que tenía frente a ella era una de esas frutas extraordinarias y prohibidas.
La observó por un momento, fascinada, antes de decidirse. La fruta estaba ahí, al alcance de su mano, y aunque la información seguía siendo su objetivo, algo en su interior la instaba a probarla. Como si el poder que contenía la llamara, una promesa de fuerza y habilidades que podrían transformar por completo sus habilidades y, en última instancia, su vida. Con una última mirada, se llevó la fruta a la boca y dio un mordisco. El sabor fue indescriptiblemente amargo, una mezcla que le hizo estremecer el rostro por el impacto, pero tragó rápidamente. Dio un segundo mordisco, terminando con rapidez, y dejó el resto en el cofre, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a cambiar. Una extraña sensación de calor y energía fluía por sus venas, mientras un escalofrío recorría su espina dorsal. Era como si cada célula de su ser se estuviera transformando, reconfigurando en algo nuevo. Aún asimilando la experiencia, escuchó pasos cerca de la cabina y supo que su tiempo allí se había agotado. El sabor amargo aún permanecía en su boca, pero la energía que comenzaba a sentir era una chispa de poder que nunca antes había experimentado. Con movimientos rápidos y precisos, cerró el cofre y salió de la cabina, ocultándose de nuevo en las sombras de la embarcación mientras los pasos se alejaban. La luna asomó brevemente entre las nubes, y una leve sonrisa de satisfacción apareció en sus labios mientras sentía el poder latente en su interior. Sabía que su vida no volvería a ser la misma, y el pensamiento de las posibilidades la llenaba de una nueva ambición. Sin dejarse ver, siguió avanzando entre las sombras, buscando el siguiente objetivo en su camino hacia la cubierta. A partir de ese momento, la misión no solo consistía en cumplir con los objetivos de la inteligencia; ahora tenía un nuevo propósito, uno que implicaba explotar al máximo los nuevos poderes que había adquirido y explorar las profundidades de este oscuro regalo que acababa de consumir.