Juuken
Juuken
12-11-2024, 01:05 PM
Esos rugidos todavía están en tu cabeza, la imagen de los tigres abalanzandose contra tí invade tu mente, y esta vez no son cuatro, sino tantos que no puedes contarlos, o tal vez tan solo son dos. Tu mente esta tan enturbiada en esos momentos que no eres capaz de distinguir absolutamente nada con claridad. Casi incapacitado para moverte notas como tus brazos son mordidos y sientes como los colmillos te desgarran la carne con gran brutalidad. Es como una terrible pesadilla.
Y realmente eso es. Te levantas sobresaltado con un paño en la frente y con vendas por tus brazos y torso. Lo último que recuerdas es haber llegado a la entrada del dojo y caer inconsciente. Un hombre encendía las antorchas de la entrada al dojo cuando llegaste, posiblemente el mismo que acabó ayudandote a entrar, tal vez cargándote, tal vez avisando a sus compañeros. De cualquier modo, parece que en ese lugar, te encuentras completamente a salvo.
Sientes como si tus heridas hubieran sanado, ya no notas fatiga ni cansancio, el dolor tan solo es una leve molestia. Sobre los vendajes parece haber una sustancia algo viscosa y amarillenta, con un aroma bastante dulce. Esa sustancia cubre tu cuerpo por todas las zonas donde recibiste heridas y golpes en tu anterior pelea. Vas recordando poco a poco todo lo ocurrido en el viaje, los tigres, el cachorro, el complicado ascenso... Poco a poco los recuerdos van abordando de nuevo tu mente, hilando la historia hasta llegar a ese dojo. La sala es bastante particular. Estas tumbado sobre una manta tendida en el suelo, solo estás vestido de cintura para abajo, y el resto (si es que tenías algo) está plegado a tu lado, en el suelo, con los agujeros de los colmillos y arañados remendados. Parece que alguien se ha entretenido en ese tiempo que estás ahi durmiendo... ¿Cuánto llevarás?
Continuas mirando la sala y se trata de una habitación clásica, pero de un estilo que probablemente no hayas visto nunca. Las paredes lisas poseían algunos estandartes colgados, la pared de enfrente parecía toda hecha de madera y papel. En el centro de ella había una puerta doble corredera que estaba medio abierta. Frente a ella una persona sentada directamente en el suelo. Te mira y sonríe, una sonrisa pícara que no terminas de descifrar. Sin moverse un ápice ni levantarse, parece divertido con tu reacción al despertarte, o esa es la impresión que te da hasta que comienza a hablar.
-Vaya. Si que has asustado a Kim. No ha tardado ni un instante en saltarme y salir corriendo.
Suelta una risotada mientras señala hacia la puerta a su espalda. No logras ver mucho a través de esa puerta, pero si te parece distinguir los juncos que viste antes de caer rendido. Ese hombre se levanta y continúa hablando.
-Lo cual dice mucho de él, un cobarde en un dojo donde debes aprender a luchar tus batallas. Ha preferido salir corriendo -hace una breve pausa mirándote fijamente-. Dime, forastero. ¿Qué te trae por el dojo Jigoku no Ashi?
Ves que te mira con curiosidad, aunque también notas en él algo de desconcierto y desconfianza. Parece que te han ayudado, pero eso no significa que estés completamente a salvo. Aunque parece buen tipo ese pelinegro. De ti depende confiar en él o no.
Y realmente eso es. Te levantas sobresaltado con un paño en la frente y con vendas por tus brazos y torso. Lo último que recuerdas es haber llegado a la entrada del dojo y caer inconsciente. Un hombre encendía las antorchas de la entrada al dojo cuando llegaste, posiblemente el mismo que acabó ayudandote a entrar, tal vez cargándote, tal vez avisando a sus compañeros. De cualquier modo, parece que en ese lugar, te encuentras completamente a salvo.
Sientes como si tus heridas hubieran sanado, ya no notas fatiga ni cansancio, el dolor tan solo es una leve molestia. Sobre los vendajes parece haber una sustancia algo viscosa y amarillenta, con un aroma bastante dulce. Esa sustancia cubre tu cuerpo por todas las zonas donde recibiste heridas y golpes en tu anterior pelea. Vas recordando poco a poco todo lo ocurrido en el viaje, los tigres, el cachorro, el complicado ascenso... Poco a poco los recuerdos van abordando de nuevo tu mente, hilando la historia hasta llegar a ese dojo. La sala es bastante particular. Estas tumbado sobre una manta tendida en el suelo, solo estás vestido de cintura para abajo, y el resto (si es que tenías algo) está plegado a tu lado, en el suelo, con los agujeros de los colmillos y arañados remendados. Parece que alguien se ha entretenido en ese tiempo que estás ahi durmiendo... ¿Cuánto llevarás?
Continuas mirando la sala y se trata de una habitación clásica, pero de un estilo que probablemente no hayas visto nunca. Las paredes lisas poseían algunos estandartes colgados, la pared de enfrente parecía toda hecha de madera y papel. En el centro de ella había una puerta doble corredera que estaba medio abierta. Frente a ella una persona sentada directamente en el suelo. Te mira y sonríe, una sonrisa pícara que no terminas de descifrar. Sin moverse un ápice ni levantarse, parece divertido con tu reacción al despertarte, o esa es la impresión que te da hasta que comienza a hablar.
-Vaya. Si que has asustado a Kim. No ha tardado ni un instante en saltarme y salir corriendo.
Suelta una risotada mientras señala hacia la puerta a su espalda. No logras ver mucho a través de esa puerta, pero si te parece distinguir los juncos que viste antes de caer rendido. Ese hombre se levanta y continúa hablando.
-Lo cual dice mucho de él, un cobarde en un dojo donde debes aprender a luchar tus batallas. Ha preferido salir corriendo -hace una breve pausa mirándote fijamente-. Dime, forastero. ¿Qué te trae por el dojo Jigoku no Ashi?
Ves que te mira con curiosidad, aunque también notas en él algo de desconcierto y desconfianza. Parece que te han ayudado, pero eso no significa que estés completamente a salvo. Aunque parece buen tipo ese pelinegro. De ti depende confiar en él o no.