Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Aventura] [T3] Héroe o villano.
Silvain Loreth
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Bueno, bueno, bueno... ¿Pero a quién tenemos aquí? Si se trata nada más y nada menos que de Henry. Un pajarito me ha dicho que han cambiado algunas cosas desde la última vez que nos vimos y que, probablemente, aquello que hace no demasiado te habría supuesto una odisea ahora seguramente sería un paseo. Me alegro por ti, pero, como bien sabrás, los retos más difíciles no son aquellos en los que te enfrentas a un oponente formidable —que también—, sino aquellos en los que las decisiones y elecciones, eso que no se potencia en modo alguno, adquieren una especial relevancia. ¿Es esto un aviso para que estés preparado? Puede que sí, puede que no. Eso sólo podrás decirlo a ciencia cierta cuando acabe esta aventura.

Después de mucho sudor, algo de sangre y ninguna lágrima conseguiste capturar al pescador que mantenía una espada oculta en su caña de pescar. Gracias a tu conocimiento de la zona, pudiste llevarlo de vuelta al cuartel del G-23 en Isla Kilombo sin que nadie en el pueblo te viese. Al menos ésa fue la sensación que te llevaste, claro. Si alguien te alcanzó a visualizar desde lo lejos y no te dijo nada es algo que por el momento no puedes saber. Sea como sea, te plantaste con el tipo nada más y nada menos que en la puerta del despacho del suboficial Rodgers.

—¿¡Pero se puede saber qué haces trayéndolo aquí, alma de cántaro!? —exclamó alarmado el suboficial al abrir la puerta y encontrarte lleno de sangre y sudor y portando a un delincuente peligroso—. ¡Los delincuentes van a los calabozos! Se les encierra bajo llave y se les mantiene custodiados. No hay que llevarlos ante un superior ni nada así, ¿no te lo dijeron en la instrucción? Voy a tener que hablar seriamente con esos instructores, porque es lo primero y más básico que se debe enseñar.

Evidentemente no hay reproche ni reprimenda en su tono de voz. Te estás haciendo cargo de una misión ciertamente peligrosa en solitario porque los mandos no tienen del todo claro a quién pueden y no pueden informar. Detallitos como estos se te pueden perdonar después del marrón que te estás zampando enterito tú solo. Sea como sea, las semanas posteriores a la captura del pescador fueron un tanto movidas en todos los sentidos.

Por un lado, un recluta que yo me sé se comió algo que sabía regular y pasaron cosas. Dejémoslo ahí —si lo has planteado de modo que te comiste la Akuma antes ignora esta línea—. Paralelamente, tuvo lugar un proceso de interrogatorio del sospechoso en el que se le intentó extraer toda la información posible mientras, al mismo tiempo, se iba planteando todo para el juicio. A decir verdad, nadie te ha dicho exactamente en qué ha consistido el proceso por el que se ha obtenido la información, pero varios reclutas más y tú habéis llegado a ver a algún que otro hombre trajeado dando vueltas por el G-23. No los habíais visto nunca antes y, en caso de que hayáis preguntado por ellos, os han respondido con evasivas y no os han dado información concluyente. Supongo que está en cada uno saber cuándo hay que seguir preguntando y cuándo no, así como cuándo uno quiere seguir sabiendo y cuándo no.

El caso es que, apenas unos días antes del juicio del pescador, el suboficial Rodgers vuelve a llamarte a su despacho. De nuevo, cuando llegas es el muchacho pelirrojo el que te abre la puerta. Esta vez está un tanto más suave contigo. Todos en la base saben quién fue el encargado de atrapar al compinche del asesino de reclutas y en cierto modo reconocen tu labor. Aun así, no puedes evitar percibir cierta sensación extraña en el ambiente, como una atmósfera de peligro. En alguna ocasión durante los últimos días te ha parecido ver alguna mirada de odio o rencor entre tus compañeros, pero cuando has ido a confirmar tus sospechas les has encontrado sonriendo como siempre. No son todos ni mucho menos, solo alguno que otro suelto. Como te digo, pueden haber sido imaginaciones tuyas al estar atravesando un momento especialmente tenso y estresante.

—Bienvenido de nuevo, recluta. En primer lugar, permítame que le exprese de nuevo mi agradecimiento por el excelente servicio prestado en las últimas semanas. He pedido que le llamen porque sabemos cuál va a ser nuestro siguiente paso y le volvemos a necesitar. —Hace una pausa, señalando a la silla acolchada que hay frente a su mesa para que te sientes—. Ese tipo actuaba como una suerte de mayordomo para el grupo de criminales que nos quiere expulsar de Kilombo. Al parecer, algún antepasado suyo fue el encargado de construir las viviendas en las que los bandidos pasaron a alojarse tras nuestra llegada, las mismas en las que usted consiguió capturarle. Por lo que hemos podido saber, su función principal era asegurarse de que todo estuviese preparado, asegurarse de que no hubiera nadie sospechoso en las cercanías y dar la señal para que los miembros del grupo acudiesen a la reunión. Hemos confirmado que son un total de trece, aunque no conocemos sus identidades, y que uno de ellos es un supuesto marine. Sí, Henry, tal y como sospechábamos tenemos un traidor en el G-23. Es una deshonra y una lacra para el buen nombre de este grupo. La labor encomiable del capitán Arganeo ha sido manchada, pero el único modo digno de solucionar esto es sacar pecho, no escurrir el bulto y atajar el problema de forma definitiva. Como le decía, nos ha sido imposible averiguar las identidades de los miembros del grupo, pero sí hemos conseguido saber que no son pocos los lugareños que les apoyan. Aún son una pequeña minoría con respecto al grueso de la población de Rostock, pero uno solo ya es más de lo que estamos dispuestos a admitir. Tenemos que hacer lo posible por desenmascararles, exponerles ante los civiles y retirarles cualquier apoyo que puedan tener entre la población. Podemos combatir criminales, Henry, pero si la sociedad civil se vuelve en nuestra contra estamos perdidos. Su protección es nuestra razón de ser. Si ellos no nos quieren y se vuelven contra nosotros, no hay nada que hacer aquí.

Rodgers hace entonces una larga pausa. Luce una expresión meditabunda. Aunque no lo sepas, su mente trabaja en dos cosas a la vez. La primera, en la severidad y gravedad que se esconden detrás de lo que ha acaba de anunciarte. La segunda, en la información que debía transmitirte para asegurarse de no dejarse nada en el tintero.

—Sí, creo que eso es todo. Me parece que no se me está olvidando nada, recluta. Al menos nada relevante, claro. Las veces anteriores tuve una idea de por dónde podías empezar a trabajar porque la situación se parecía bastante a operaciones previas, pero el contexto ha cambiado por completo. Esta vez tendrá que tomar usted todas las decisiones por sí mismo, Henry, incluyendo el punto por el que comenzar a tirar de nuevo del cable —dice mientras te muestra una expresión genuinamente preocupada, como si no tuviese del todo claro que lo que te está pidiendo no fuese demasiado para un recluta que apenas lleva  tiempo en la Marina—. Tome —añade al tiempo que te ofrece un caracol con un rostro asombrosa y turbiamente similar al suyo—. Es una línea directa conmigo, con mi Den Den Mushi personal. Sólo me han concedido permiso para entregárselo durante la misión. Cuando regrese deberá devolvérmelo, pero por el momento se lo entrego por si necesitase refuerzos, extracción de la zona o proporcionarnos algún tipo de información durante su actividad. Buena suerte, recluta.

El suboficial termina su discurso levantándose de la silla y cuadrándose frente a ti en un gesto marcial. Lo hace como un reconocimiento a tu encomiable labor en lo referente al incidente de los reclutas, obviando las diferencias de rangos y todo el protocolo que rodea el reconocimiento ofrecido en función del número de galones que penden de la pechera.
Off
#1
Henry
El Tirano Carmesí
Invierno del Año 724
Día 42
Personaje

 
Han pasado unos cuantos días desde que llevé a aquél malechor ante la oficina del suboficial Rodgers, el cual me formó un buen escándalo por ello. No le culpo, aunque estaba tan cansado que podía haberme desmayado en cualquier rincón de la base a decir verdad. Pero esta vez la cosa era aún más seria, el suboficial Rodgers requería de mi presencia una vez más. 

Las cosas en el G-23 andaban algo extrañas, sentía como que muchos reclutas y soldados me veían raro. A pesar de mis intentos de averiguar que pasaba, estos actuaban como de costumbre, dejándome sin pistas ni ideas de que más hacer. Otra cosa rara que ocurrió fue la presencia de unos hombres trajeados en la base los cuales ignorarían toda clase de pregunta. Sí que fue una semana rara, empezando con mis nuevos poderes claramente. "¿Tenían algo que ver con todo aquello?" Pensé, pero rechacé aquella idea, pues tampoco quería quedar paranoico.

Ahora, como sargento de la marina debía de ser una de las murallas de la justicia en Kilombo, por lo que no daría tregua a ningún criminal. Al llegar a la oficina del mayor Rodgers fuí atendido por el pequeño pelirrojo,  pero esta vez parecía estar menos a la defensiva conmigo. Una denlas primeras cosas que el mayor Rodgers hizo fue agradecer mi servicio hasta el momento a lo que no pude negarme a agradecer de vuelta. — Es un honor poder servir en la marina mayor, no hay nada que agradecerme. —
 
Mis palabras, dichas con la mayor sinceridad, reglejaban mi determinación a impartir justicia. El mayor Rodgers prosiguió a explicar la situación y aclarando lo que era aquél tipo que había traído para su propia organización. Luego de enterarme de que no era más que un "mayordomo" digamos que en vez de mostrarme decaído fué todo lo contrario, un nuevo reto se asomaba por el horizonte.
 
El suboficial Rodgers me explicó como había un total de 13 individuos que cargan con la voluntad de aquellos primeros malechores que habitaron Kilombo. Para mi sorpresa, aquello no era lo más impactante, pues el saber que uno de ellos era un marine si que era motivo para estar en shock. Las palabras del mayor dejaban algo claro y era que nada de esa información podía salir de esas cuatro paredes.
 
El mayor parecía bastante estresado por toda aquella situación, pues tampoco le culpo por ello, debía de ser todo un dolor de muelas ser él ahora mismo. Terminando la conversación este me ofreció un Den Den Mushi, el cual podía usar en caso de que necesite refuerzos o una rápida extracción de algún individuo. Después de explicarme todo aquello este me saluda de forma marcial, a lo que respondo con el mismo gesto.
 
Justo antes de salir de su oficina me dió por preguntar algo. — Mayor... que destino le espera al traidor? — a penas pude hacer aquella pregunta, saber que un ex-marine estaba de compinche con aquellos tipos que mataron a inocentes reclutas... Hacía que mi piel empezara a soltar cierta oleada de calor, cosa que pude retener a tiempo. No sabía por cuanto más podría ocultar mis poderes pero con tantos objetivos, tal vez era la mejor idea empezar a usarlos.
  
Fuí rápidamente a mi dormitorio a por un rápido cambio de ropas, pues quería lucir de civil como siempre lo hago en Rostock. Habiendo aprendido de las últimas misiones era claro que esta vez no debía de anunciarme como marine, pues si las cosas se salen de control la gente le echará la culpa a un monstruo. Mis pensamientos no eran los mejores, eso era verdad, aún temía de lo que era capaz de hacer.
 
Sabiendo que esta vez no tendría muy bien visto por donde empezar se me ocurrió una idea. Parado a las afueras de cuartel, observando al pueblo de Rostock a la lejanía se me ocurrió volver a visitar aquél bar que visité en mi primera misión. Si había alguien con algún tipo de información, ese sería él. Cualquier tipo de información me sería útil, pues tenía en mente capturar a aquellos trece tipos uno por uno o por lo menos, de poco a poco.
 
Inventario
Virtudes y Defectos
Detalles
#2
Silvain Loreth
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Cierto, fallo mío por no comprobarlo. Es sargento, no recluta. Se me olvida lo rápido que crecéis. Aunque no puedas verlo, en estos momentos me estoy secando unan lágrima de orgullo. Volviendo al tema que nos ocupa, en esta ocasión eres tú quien fija por dónde debe comenzar tu nueva investigación. Ya que la vez anterior —no la anterior, sino la primera— te fue bien en la taberna de aquel hombre, decides darle una nueva oportunidad.

Tus pasos te conducen por las calles de Rostock que tan bien conoces. No pasas demasiado lejos de la zona hasta la que seguiste al pescador. Si te acuerdas, en aquella ocasión el vecindario cercano al área casi olvidada en pleno centro del pueblo bullía de actividad. ¿Te suena? Niños corriendo, madres y padres riñéndole, algún abuelo... En esta ocasión, lamentablemente, el cuadro no tiene nada que ver. Puedes ver algunas personas caminando por la calle, aunque llevan cierto aire nervioso; como si quisieran estar a la vista el menor tiempo posible. La mayoría de ventanas permanecen cerradas y se respira una atmósfera de tensión e incertidumbre que lo envuelve todo.

Aun así, continúas con tu camino y te diriges a la ubicación en cuestión. El breve y agudo sonido de una pequeña campana al sonar indica a quienes están dentro que has llegado. No hay demasiados clientes. Desde luego, hay muchos menos que la otra vez. La mayoría de mesas y taburetes situados junto a la barra se encuentran vacíos. Ni una sola de las personas que se encuentran en el establecimiento está acompañada y, del mismo modo, el color sonrosado de sus mejillas y la forma en que les cuesta fijar la mirada te informan de qué tipo de cliente son. Si me preguntas, te diría que los clientes ocasionales que van a tomarse algo y disfrutar de un buen raro de forma puntual se han quedado en casa. Hay muchos días para disfruta de una buena jarra con un amigo y éste no parece ser el más propicio. Por el contrario, me inclino a pensar que aquellos vecinos de Rostock que tienen un problema con la bebida, que no necesitan compañía y que les da igual todo con tal de conseguir su dosis son quienes, por supuesto, no han perdonado la visita al templo.

Ninguno de ellos se vuelve para mirarte o decirte nada. Sólo el tabernero, que debido a la escasa clientela se da cuenta de que has entrado desde el primer momento, alza una ceja y comienza a secar los vasos y jarras un poco más rápido. Enseguida intuyes que no está cómodo con tu presencia allí.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunta con evidente nerviosismo al tiempo que mira a todos los presentes en la sala. Lo hace en voz baja, asegurándose de que nadie le escuche ni se esté fijando en él—. Anda que has liado una buena. Después de que Nou desapareciese un grupo de personas de la zona se pusieron hechos una furia —dice, dando por hecho que eres el responsable de la desaparición del pescados—. Dicen que hay un traidor entre nosotros, en el pueblo, y como no todos les apoyan se dedican a escoger personas a personas según les viene en gana para interrogarlas. De momento no le han hecho daño de verdad a nadie, pero casi todo el mundo está muy asustado. Los que simpatizan con ellos son los únicos que se están librando de las sospechas. Además, creo que algo no va bien —continúa. Apenas ha dado tiempo de que le preguntes nada, pero el propietario del negocio está vomitando información como si de una cañería rota se tratase. No sé si te lo debes tomar como algo bueno o como algo que te haga sospechar. ¿A ti que te parece?—. Dicen que el otro día, en un arrebato de delirio colectivo, ellos y sus seguidores dijeron que arrasarían con el cuartel de la Marina para rescatar al "bueno" de Nou. No sé cómo ni cuándo, pero lo dijeron con mucha seguridad y los últimos días han estado pasando personas que llevaban paquetes envueltos en telas. Hacían un ruido metálico de lo más sospechoso, pero, como comprenderás, nadie les ha preguntado qué llevaban ni para qué era.
#3
Henry
El Tirano Carmesí
Esta vez me tomó mucho menos tiempo llegar a mi destino, aquella taberna en la cual obtuve la información para capturar al tal "Nou", el espadachín-pescador que tanto trabajo me dió aquella vez. A diferencia de la última vez, las calles estaban mucho más vacías, únicamente dejando a la imaginación el porqué se debía aquello. La campana en la puerta de la taberna sonaba a mi llegada como lo haría para cualquier otro individuo, verdad?
 
Una vez adentro me di cuenta de la poca clientela y de lo rara que era aquella del momento, pues de las mesas que tendrían a alguien en ellas estas no excedían el cliente por mesa. Las sillas en la barra estaban completamente vacías, lo que tal vez era buena señal, pues los demás clientes parecían estar en otro mundo como para sentarse en una posición tan... delicada. 
 
El tabernero, tal vez por la escasa clientela, se dió cuenta rápidamente de quién era y posiblemente a que vino a aquél lugar, ignorándome de una forma más directa. Al acercarme lo suficiente a la barra, el tabernero me empezó a susurrar sus preocupaciones, asumiendo que yo me lleve a aquél espadachín al G-23. 
 
El tabernero parecía una locomotora, soltaba información a los cuatro vientos hasta el punto en el que parecía sospechoso. En aquél caso, decidí seguir confiando en el. En una de las piezas de información que soltó aseguró que aquél grupo de criminales buscarían asaltar el G-23 buscando rescatar a su compañero. — No... no creo que eso pase. Si ellos son inteligentes no se arriesgarán a perder tantas vidas por un tipo tan inservible. —
 
La sangre me hervía de la rabia, pues no solo buscaban venganza, aumentando la inseguridad del pueblo en el que nací, si no que también buscaban la destrucción total del G-23. Ante esto mi cuerpo emitía grandes cantidades de calor, como si estuvieras a un metro y medio de una fogata. Rápidamente pude tranquilizarme, respirando profundamente y pensando en cosas buenas, ya que de lo contrario explotaría de verdad.
 
Luego de escuchar todo lo que el tabernero tuvo para decir tuve que preguntarle algo más, ya que con lo que me había dicho no llegaría muy lejos. — Se de una zona, el Mikai, dónde es casi seguro que los encontraré allí, pero necesito algún otro lugar donde pueda encontrar aunque sea un par de estos tipos, sabes de algo así? — Sabía que mi pregunta podía ser demasiado, no solo por la dificultad de que el sepa algo así, si no que se estaría poniendo en un gran peligro. — Te prometo que si me das alguna información con la que pueda trabajar, haré todo lo que tenga a mano para llevar a esos tipejos a la justicia. — Dije esto mientras cerraba un puño con fuerza y le miraba de forma totalmente decidida.
Virtudes y Defectos
#4
Silvain Loreth
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Intentas tranquilizar al tabernero con respecto a las intenciones de tus enemigos, pero no parece quedarse del todo convencido. A saber si ha escuchado algo que no quiere o no se atreve a decirte. De cualquier modo, no insiste con respecto a ese tema y deja que termines de hablar. Intuyes una sombra de alivio cuando entiende que pretendes hacerte cargo de la situación, aunque enseguida pasa a evaluar con la mirada si sólo con una persona será suficiente para detener lo que se está gestando en Rostock.

Al mismo tiempo, emplea el trapo que usa para secar los vasos y platos ya limpios para abanicarse. La temperatura en la taberna ha comenzado a subir, sobre todo a tu alrededor. Las jarras de cerveza de los pocos clientes que hay, que antes tenían una fina capa de vaho en su superficie como indicio de la gélida temperatura de la que disponían, la han perdido por completo. Tanto es así que no son pocos los que la apartan a un lado y alzan la mano para que les sirvan otra. Lo que no saben es que, aun en caso de que se la proporcionasen, se encontrarían en la misma tesitura.

—Hace mucho que en el Mikai no hay nadie —te intenta corregir el tabernero—. Las puertas están selladas y las ventanas de las casas tan sucias que no se puede ver el interior. Estos días he escuchado a muchos clientes decir que habían visto cómo muchos de los simpatizantes de los bandidos se perdían entre los árboles y se dirigían al viejo silo. Nadie se ha atrevido a ir detrás de ellos. De todos modos, tampoco sabemos muy bien quién está de acuerdo con ellos y quién no, así que todo el mundo se anda con pies de plomo. No puedes saber quién te está escuchando.

Mientras dice las últimas palabras lanza un rápido vistazo a toda la estancia, como si quisiera usarla de muestra para ejemplificar el mensaje de miedo que te intenta lanzar.

—Si no necesitas nada más, tengo que pedirte que te vayas. Uno nunca sabe en qué momento puede entrar según qué personas y si alguien supiese quién eres y te viese aquí podría meterme en un buen lío. Todos estos son viejos clientes y sé de qué pie cojea cada uno, pero no puedo decir lo mismo de todas las personas que pasan por aquí a lo largo del día.

No te despacha con malos modos ni mucho menos. De hecho, puedes atisbar una suerte de disculpa en su mirada que se diluye casi al instante entre las olas de miedo e incertidumbre por las que navega tu interlocutor. Suponiendo que salgas al exterior, encontrarás las calles tal y como las dejaste: sin un alma más allá de quien no tiene más remedio que salir de casa a hacer algo.

El tabernero te ha dado un nuevo posible objetivo: el silo situado a las afueras de Rostock. Como eres de la zona, sabrás que para llegar hay que seguir un sendero bastante maltratado por el uso, las inclemencias del tiempo y la ausencia de mantenimiento. Antiguamente era empleado para almacenar provisiones para el invierno, pero con la llegada de la Marina el suministro se hizo más estable y pasó a ser innecesario.

También existe la posibilidad de indagar de nuevo en el Mikai. Te ha dicho que allí no hay nadie desde hace tiempo, pero sabes a la perfección que eso es mentira. Tal vez han estado empleando la zona en secreto y sin que nadie se entere para no ser rastreables, pero tampoco podemos saber a ciencia cierta si seguirán allí después de que un simpatizante haya sido capturado en su interior. ¿Qué harás, sargento? Parece que en Isla Kilombo la cosa se está poniendo un poco tensa, ¿no te parece?
#5
Henry
El Tirano Carmesí
A lo largo de mi conversación no paraba de notar lo nervioso que este estaba, pese a que le dije que me haría cargo de esa gente, su calma no duró mucho que digamos. Este volvió a hablarme del Mikai, pero me corregía asegurándome de que no había nadie allí, por lo menos no desde hace mucho tiempo. "Algo está mal con eso". Pensaba, pues había visto con mis propios ojos la presencia de esta gente en aquél lugar.
 
Pero el tabernero me dió otra pieza de información, diciéndome que varias personas habían visto a los simpatizantes de este grupo perderse en los árboles con dirección al viejo silo. El también me dejó saber que hoy en día no se sabía quién tendría su lealtad con aquella gente y quién no, cosa que me decía lo precavido que debía de ser.
 
Después de calmarme un poco mientras escuchaba al tabernero pude entrar más o menos en razón sobre mi misión. Sabía lo que debía de hacer, pero el principal objetivo de un marine no es capturar piratas a cualquier costo, si no que es el asegurarse del bienestar de los civiles. Al rato el tabernero me pidió que me salga del lugar por los riesgos que este está pasando por tenerme en su negocio.

Salí de la taberna mirando al piso, meditando sobre mi siguiente parada. "¿El viejo silo o el Mikai? ¿Cual sería la mejor opción?". Luego de pensar en ello volvió a subir la mirada, dándome cuenta de que todo estaba en un estada parecido al que vi cuando llegué. Me daba rabia la situación del pueblo en el que nací y me crié, pues este estaba siendo aterrorizado por estas sanguijuelas.

 — Lo van a pagar caro — Tomo aquél caracol, el Den Den Mushi que el suboficial Rodgers me prestó para comunicarme con el. Tomo el micrófono que este tiene encima suya para poder hablar. — Aquí el sargento Henry, me dirijo al viejo silo a las afueras de Rostock, tengo información de que simpatizantes de esta gente se ha estado dirigiendo a dicho lugar, puede que tenga que entrar en combate una vez allí, corto —
 
Debía de jugar todas mis cartas en aquella misión, pues no dejaría que estos vivan sin castigo alguno. Sabía que el camino al viejo silo era algo tétrico, pues de pequeño jugábamos a ver quién llegaba más lejos en este, quedándose con el título del más valiente. Aquél lugar fué creado y usado antiguamente para guardar provisiones para el invierno, pero con la llegada de la Marina este ya no tenía un uso práctico por la estabilidad que muestra institución daba a la isla.
 
Ya estaba básicamente saliendo del pueblo de Rostock, dirigiéndome hacia aquél silo por tan descuidado camino. Ahora me dirigía hacia allá, pero siempre está la opción de ir al Mikai. Mis recursos eran limitados y debía de aprender a usarlos con la cabeza. "¿Si usaba los refuerzos en el silo, que me esperará en el Mikai?" Aquellas eran ideas que estaba analizando, pues ya juzgaría yo a medida que las cosas pasaban.
#6
Silvain Loreth
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Tus pasos te llevan entre esos árboles entre los que tantas veces paseaste de niño. No es un día especialmente ventoso, pero las copas de los mismos se agitan levemente cuando una suave brisa decide soplar con dulzura. Las hojas aún permanecen firmemente agarradas a sus ramas, por lo que no hay ninguna que desprenda para dar ese aire nostálgico a la imagen. En el camino que recorres, ése que dijimos que estaba tan maltratado por el desuso, puedes ver marcas de que allí ha habido últimamente más movimiento del habitual. Las losas sueltas del antiguo sendero se han movido y se encuentran rotas o desplazadas hacia un lado. De vez en cuando te encuentras tramos en los que hay surcos de carretas que se hunden en la tierra seca. A todo esto, ¿cuánto lleva sin llover? Creo que está siendo un verano bastante seco en Rostock, ¿no te parece?

Sea como sea, al cabo de unos diez minutos la punta del silo empieza a ser divisable sobre el skyline de la arboleda. Es una imagen que engaña, ya lo sabes, porque te hace tener la sensación de que estás a punto de llegar cuando aún te faltan cinco minutos. Por fortuna dominas la zona, así que no das tu objetivo por casi alcanzado y puedes seguir caminando. Aún no has llegado cuando empiezas a percibir cierto ruido de fondo. Es un sonido que no evoca naturaleza, que escapa del entorno de paz y serenidad que transmitiría el canto de los pájaros y la percusión de la hojarasca. Es un agudo sonido correspondiente a metal, pero no el metal de las orquestas, sino el de la sangre y la guerra. Al mismo tiempo, el olor a pólvora inunda tus fosas nasales sin piedad alguna.

Decidas aproximarte con sigilo y cautela o a la bravas, el panorama que encontrarás será parecido. Efectivamente, el silo se ha convertido en un hervidero de actividad paramilitar. Hay al menos treinta y cinco personas en las cercanías y, como parte de un engranaje bien engrasado, cada una se afana en cumplir con su cometido. Cinco niños rellenan de pólvora cartuchos —de ahí el olor que te llegó antes— mientras charlan animadamente sentados sobre unas cajas junto al silo. Hombres y mujeres adultos organizan cajas repletas de armas de filo de todo tipo y armas de fuego. Algunas son más nuevas y otras visiblemente de una factura más antigua, pero puedes apreciar que el mantenimiento que han recibido ha sido exquisito. Hay un par de hombres que parecen dar órdenes a la mayoría, aunque el trato entre todos es bastante cercano; diría que incluso familiar.
Imagen aproximada de los que dan órdenes - 1
Imagen aproximada de los que dan órdenes - 2


En otro orden de cosas, por las pequeños orificios que hacen las veces de ventanas para el desgastado silo escapan finas columnas de humo. Allí está todo el mundo muy tranquilo, lo que sugiere que sea lo que sea que está pasando ahí dentro es obra de ellos y está controlado. Desde tu posición alcanzas a ver la puerta del silo y, según parece, dentro hay más actividad. Por tanto, es posible que el número de personas en la zona no sea de unas treinta y cinco, que son las que puedes ver fuera, sino que sean algunas más.

¡Oh, se me olvidaba!, el aviso al cuartel. El suboficial Rodgers se ha prestado a coger el molusco a toda prisa para responderte. Por el tono de voz que ha empleado puedes inferir que ha tomado buena nota de la información que le has dado y hacia dónde te diriges. Del mismo modo, te ha autorizado a entablar combate si es necesario pero recalcando que no puedes ni debes hacer daño a la población civil. En efecto, tus únicos objetivos posibles son los instigadores, los supuestos sucesores o descendientes de los bandidos. Yo veo demasiada gente en torno al silo como para que todos pertenezcan a ese reducido grupo, ¿no?
#7
Henry
El Tirano Carmesí
Seguía caminando por aquél camino desgastado tanto por el tiempo como por las acciones de las personas. Noté como estas tenían marcas de haver sido usadas últimamente, cosa que era un buen indicio para mi misión en aquél momento. Seguí caminando por aquél sendero hasta que se veía la punta mas alta del silo. Todo el lugar andaba algo seco, tanto las plantas y árboles como la misma tierra, pero ni le di mucha importancia.
 
Pese a que empezaba a ver la punta del silo sabía que aquello era una trampa visual, pues este se encontraba aún más adentro entre los árboles. Estando relativamente de mi destino empecé a escuchar ruidos mayormente metálicos y mi nariz olía pólvora por todo el lugar. "¿Será un combate? O tal vez..." intentaba analizar mis chances en aquél momento, aunque mi mejor opción era acercarme y verlo por mi mismo.
 
Se trataba de toda una operación, docenas de personas trabajando en el lugar, trayendo y llevando armas de un lado a otro mientras que unos niños cargaban cartuchos con pólvora. Parecía que se preparaban para combatir un ejército con otro, pues no era muy difícil intuir contra quién usarían todo eso, pues ahora cobraba sentido las amenazas contra el G-23. De entre tanta gente en aquél lugar, unos dos tipo resaltaban de más, parecían ser los encargados del lugar y tener experiencia en el combate.
 
Si lograba arruinar aquella operación podría lograr mantener al G-23 a salvo de una invasión a buena escala. Me agaché y caminé por los arbusto hasta acercarme a una de las cajas con armas que habían por todos lados. La idea era simple pero contundente, pretendería ser uno mas de ellos para así poder emboscar a uno de aquellos tipos que daban órdenes. También estaba la opción de comunicarse con el suboficial Rodgers pero me arriesgaba a se me escuche.
 
Luego de tomar un respiro me salí de aquellos arbustos y tomé aquella caja llena de sables, katanas y pistolas, tanto de una buena como de una regular calidad. Claramente no me quedé pasmado en el lugar, al tomar aquella caja seguí los pasos de otro con la misma carga que la mía. Pese a estar lo suficientemente cerca de aquellos dos tipo esperé hasta poder estar justo en la espalda del tipo con rifle, pues este representaba mis futuros dolores de cabeza.

A un metro de aquél viejo con fusil saqué rápidamente aquél caracol que había encontrado hace poco, pues este lanzaba grandes cantidades de llamas concentradas. Al actuvar aquél artefacto ocurrió lo que había explicado, llamas salían de aquél caracol rojo, impactando en la espalda de aquél viejo.
 
Mates y Más
#8
Silvain Loreth
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Hay veces en la que el factor sorpresa no está de nuestro lado. Para que eso ocurra no es necesario que hayamos hecho algo mal o que nos hayamos equivocado. Sencillamente, en ocasiones la situación no se presta a que podamos ir y venir a nuestras anchas y camuflarnos entre los enemigos sin que nos descubran. ¿Por qué te digo esto? Analicemos la situación.

Sabemos que hay un grupo de habitantes de Rostock que simpatiza con las ideas de los sucesores de los bandidos, pero que ni de lejos es un grupo mayoritario. Al menos eso fue lo que te dijo el tabernero. Por tanto, ese grupo de personas, que además han estado trabajando en la sombra hasta hace muy poco, se conocen entre sí a la perfección. Llevan sobre sus espaldas muchas reuniones anónimas en el Mikai bajo la luz de los candiles. Sí, se tienen muy bien identificados entre sí. Es por ello que, cuando sales del arbusto y coges una de las cajas, apenas das un par de pasos antes de que dos de los niños dejen lo que están haciendo y te señalen.

—¡Eh, tenemos un intruso! —claman a voz en grito mientras extienden sus dedos índices en tu dirección—. ¡Nos han encontrado! ¡Sea quien sea, ha descubierto que estamos aquí!

Entonces la actividad en torno al silo se detiene durante un breve instante. Apenas has salido del arbusto y has cogido la caja de madera cuando todos se han volteado para mirarte. Algunos lucen rostros de sorpresa y otros de incomprensión, porque no esperaban que alguien ajeno a su grupo apareciese allí en medio de los preparativos.

—¡Que no escape! —ordena el del rifle, bastante más mayor que el otro y aún situado bastante lejos de ti. Unos instantes después, desde los ventanucos del silo surgen hasta siete rifles que apuntan en tu dirección y abren fuego.

En caso de que mantengas la acción de emplear el dial de fuego —entiendo que es lo que has usado porque está en tu inventario— en dirección al del rifle, en medio hay dos mujeres y un hombre que se han interpuesto entre vosotros con idea de detenerte, abatirte o vete tú a saber qué.
Mates
#9
Henry
El Tirano Carmesí
A este punto ya me estaba dando cuenta de lo malo que era realmente para el espionaje y la infiltración, pues ahora era el turno de unos niños para humillarme y dar voz a la alarma. No tardaron nada en verme desde que salí de aquél arbusto y tomé una caja de armas. El viejo al que tenía esperado sorprender había ordenado mi captura.
 
Ante todo aquello se veía que parte de aquella gente no sabía que hacer, pero para mi poca fortuna, la otra mitad sí. Al parecer mi suerte no paraba de ser retada, pues desde los ventanucos del silo salían hasta un total de siete rifles preparados para llenarme de balasos y eliminarme en el proceso. Su plan era bueno, hasta podría decir que no tengo ni idea de si podría salir con vida de aquél lugar o no.
 
El viejo con el fusil tendría a unos cuantos trabajadores entre él y yo, cosa que aumentaba el riesgo de la situación. — Eres un pedazo de... — Ya no era momento para contenerme en lo que ocultar mis poderes respecta. Antes todos esos balazos, ninguno de ellos logró hacerme daño alguno, pues estos atravesaron mi cuerpo envueltos en llamas o directamente derretidos.
 
Sin perder tiempo alguno corro y salto por encima de aquella gente para así llegar a alcanzar al viejo del rifle. Si tenía alguna forma de ganarme aquello era derrotando a los líderes y demostrándole a los demás a no meterse contra un monstruo de lava ardiente. Al estar lo suficiente cerca del viejo al igual que unos 4 metros de aquellos que se ponían en mi camino me dejé llevar por completo.
 
De repente todo mi cuerpo empieza a expulsar inmensas cantidades de calor, cambiando por completo a un color rojo vivo. — !Que empiecen los juegos jajajaja¡ — Era un alivio poder usar aquello sin miedo, aunque dentro de mí aún seguía preocupándome por aquellos civiles que, engatusados por la labia de estas sanguijuelas sirven bajo su control. Si algo quedaba claro era que quería a aquél viejo fuera de combate, así que hice que mi brazo derecho se deforme, creando grandes cantidades de lava a gran temperatura.
 
Mientras reía hice que aquella masa de lava tome forma, optando así por la técnica en la que tanto estuve trabajando. Se trataba de un brazo gigantesco de lava de unos 3 metros de largo con un gran puño al final. Desde que dí aquél salto no habrían pasado más de unos cuantos segundos, los cuales terminarían conmigo lanzando un puñetazo con mi brazo gigante hacia aquél viejo. De forma que si este esquivaba el daño iría a parar al suelo donde este estuvo.
 
Titanic Limb
161U301
ÚNICA
Ofensiva Mantenida
Tier 3
11/11/2024
40
Costo de Energía
29
Costo de Energía por Turno
2
Enfriamiento
Convierte cualquier extremidad en una versión gigante de 3 metros de largo de magma el cual mantiene las propiedades pasivas de la Magu Magu. Con el que puede atacar a los enemigos o chocar otras ofensivas en su contra con un +30 de [Colisión], manteniendo el brazo transformado siempre y cuando no se vea sobrepasado el daño de este por una ofensiva enemiga, en cuyo caso se desactivara y entrara en enfriamiento. Siempre que este brazo impacte contra algo liberara su daño en un área de 3 metros de radio de la zona de impacto.
Golpe básico + [CAx2.5] de [Daño de Fuego]

Mates y Más
Off
#10


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