Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Aventura] [T1] Planes de Futuro
Kiwi Stone
Lullaby
La brisa marina sopla con una frescura constante sobre Ciudad Cocoyashi, llevando con ella el aroma cítrico de las mandarinas y un leve toque salino que revela la cercanía del océano. A través de sus calles empedradas y sus edificios de madera con techos rojizos, la ciudad rebosa de vida y actividad, especialmente en torno al mercado que se extiende junto al muelle. Bajo toldos de colores desgastados por el sol, los comerciantes exponen todo tipo de productos artesanales: pequeñas esculturas talladas en madera, redes de pesca de hilos trenzados a mano, y joyería hecha con conchas y piedras recogidas del mar. El bullicio de compradores, vendedores y pescadores intercambiando saludos y mercancías forma una sinfonía de voces que da vida a este rincón del archipiélago. 

Un poco más allá, la prestigiosa escuela de navegación y cartografía se eleva como un símbolo de orgullo para los habitantes. Desde sus ventanas, los alumnos observan el puerto y sueñan con futuras travesías. Este lugar, con paredes cubiertas de mapas y antiguos instrumentos de medición, ha formado a los navegantes más expertos de la región, y los rumores dicen que incluso piratas legendarios pasaron por sus aulas en busca de conocimiento. Junto a la escuela, el museo marítimo de Cocoyashi despliega una atmósfera de historia y misterio; en sus vitrinas se muestran instrumentos de navegación, con astrolabios y brújulas antiguas que aún conservan marcas de viajes pasados, y en los estantes de cristal reposan mapas ajados que trazan rutas de aguas lejanas. 

Alrededor de la ciudad, los campos de mandarinas se extienden como un vasto mar de verde y naranja, reflejando la luz del sol al atardecer. El suelo fértil y el clima suave del archipiélago hacen de este lugar el perfecto paraíso de cítricos, y es habitual ver a los habitantes recogiendo las frutas con dedicación, sabiendo que la frescura de cada mandarina lleva consigo el aroma de Cocoyashi. 

En una de las callejuelas que se abren paso desde el mercado hasta el muelle, se encuentra uno de los bares más conocidos de Cocoyashi: "El Faro Rojo". Este bar es modesto pero acogedor, con un cartel de madera pintado a mano que muestra la imagen de un faro iluminando las aguas oscuras. La madera de las paredes está desgastada por el paso del tiempo y el roce de incontables manos, mientras que el techo bajo y sus vigas gruesas le dan un ambiente cálido y un tanto misterioso. Desde la entrada, se pueden escuchar las risas y las conversaciones animadas de los marineros, pescadores y comerciantes que frecuentan el lugar, muchos de los cuales tienen la piel curtida por el sol y las manos firmes por los años de trabajo en el mar. 

Dentro, el Faro Rojo está iluminado por lámparas de aceite que cuelgan de las paredes, proyectando un resplandor ámbar sobre el mobiliario de madera tosca. Las mesas están dispuestas de forma irregular, con bancos y sillas desiguales, cada una con sus propias marcas y cicatrices de los años. Las paredes están decoradas con retazos de mapas antiguos, pedazos de cuerdas de nudos intrincados, y algún que otro timón gastado colgado como decoración, un recordatorio de la tradición náutica de Cocoyashi. 

Detrás de la barra, el tabernero, un hombre de edad madura con una barba espesa y brazos fuertes, sirve bebidas en jarras de cerámica y platillos sencillos pero bien condimentados. Es conocido por tener una conversación fácil y un oído atento, siempre listo para escuchar rumores de nuevas rutas comerciales, historias de aventuras en alta mar, o los secretos susurrados de alguna travesía peligrosa. Sobre la barra, hay varios barriles etiquetados con nombres locales: una cerveza artesanal hecha con trigo y un toque de mandarina, una sidra dulce y afrutada, y un ron oscuro que los marineros consideran la mejor bebida para celebrar un regreso seguro a puerto. 

El ambiente en el Faro Rojo es ruidoso y vibrante, con voces que se entrelazan en charlas sobre los vientos cambiantes y las condiciones del océano. Los muros parecen guardar cada historia contada en susurros y risotadas. Cerca de las ventanas que dan al puerto, algunos marineros observan las aguas oscuras, acompañados por las sombras de sus navíos amarrados, mientras que otros juegan a las cartas o lanzan apuestas, llenando el aire con el aroma de tabaco y especias. Afuera, el sonido de las olas choca suavemente contra el muelle, acompañando la atmósfera de este bar, donde el tiempo parece detenerse entre un trago y otro.  

Aquí, en el Faro Rojo, todo visitante es bienvenido, ya sea un local que vuelve de una larga faena, un comerciante de tierras lejanas o alguien que simplemente busca resguardo en la penumbra de la noche, trazando los planes de la siguiente aventura en los mapas de su imaginación. 

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Espero que disfrutes de la experiencia.
#1
Yuya Mirokuji
Handsome Hunter
64 de Verano del 724

Personaje


Un día excelente, sin duda alguna. Sol, una leve brisa marina de aroma cítrico, la humedad justa en el aire como para que uno no se sintiera agobiado… Desde luego era un día perfecto para estar dentro de un bar de mala muerte. A ver, no me entendáis mal. El bar en sí era respetable, y el tabernero también, pero con todo, desde las paredes al mobiliario, desgastado por los años y el uso, sumado a que estando cerca del puerto toda clase de personas entraban allí… Pues «respetable» no era la primera palabra que se le venía a la cabeza a cualquiera que entrara allí por primera vez. ¿Tugurio? ¿Antro? Tal vez esas encajasen mejor con el negocio. A mí no me molestaba que fuera un bar de mala muerte. De hecho, allí había encontrado a varios criminales buscados fanfarroneando de sus aventuras o sus carteles de «Se Busca». Sí, siendo cazadores novatos, Diana y yo encontramos un pequeño filón en aquel sitio. Bastaba con ir a las horas punta, estar atentos y una vez por semana, alguien aparecía por el que ofrecían dinero. No mucho, cierto, pero daba para ir tirando. Aunque alguna vez había aparecido algún pirata de renombre, de esos con muchos ceros en el cartel. Esas veces… Bueno, no me avergüenza decir que simplemente los ignoramos. No nos juzguéis, no somos marines ni protectores del pueblo ni héroes ni nada por el estilo. Nos ganamos la vida principalmente capturando criminales y cobrando las recompensas que entregan por ellos, pero para eso hay que tener una vida que ganarse, y nosotros perderíamos las nuestras si fuéramos a por peces tan gordos estando tan verdes.

- ¡Hey grandullón! ¿Cómo va la vida? ¿Me sirves una jarra de esa sidra tan rica de siempre? Estaré en aquella mesa. – La mesa que señalé resultaba obvia por varios motivos: La mayoría de las veces que íbamos a ese bar nos sentábamos a ella si estaba libre, era la única mesa libre en la dirección en la que señalé… Bueno, la lista de motivos no era tan larga, pero ya era más de uno, así que era una lista estrictamente hablando. Tras realizar mi pedido me dirigí hacia la mesa señalada. En el camino había varias mesas ocupadas con señoritas que me miraban y luego se ponían a reír o a cuchichear después de pasar por su lado, obviamente regalándoles un guiño y una sonrisa siempre. Al final llegué a sentarme a la mesa con cinco papeles en el bolsillo de la chaqueta. Alguno me lo habían dado en mano y algún otro lo habían colado a escondidas. Incluso había uno de un hombre. Lo acepté igualmente, no me importaba encamar a hombres siempre que fueran lo suficientemente atractivos para mí, y eso significaba que fueran afeminados. Sí, este en concreto era afeminado, casi lo había confundido con una chica y todo. ¿Qué había en los papeles? Números de Den-Den Mushi, obvio.

Había quedado allí con Diana para hablar de nuestro futuro. No hacía mucho que mis hermanos habían comenzado a realizar trabajos pequeños para aportar a la economía familiar y eso me quitaba un peso de encima. Ya no tenía que darles casi todo lo que ganaba para que no murieran de hambre. Y eso también significaba que era libre de moverme de aquella isla por más de un par de semanas. No mejoraría nunca ni atraparía peces cada vez más gordos si me quedaba para siempre en un acuario pequeño rodeado siempre de lo mismo. La escuela de navegación estuvo entretenida mientras me duró, pero ya no podía aprender más ni sobre navegación ni sobre esgrima allí. Necesitaba experiencia real o nuevos maestros, y no los encontraría quedándome quieto. Por eso, tal vez, lo mejor sería que viajásemos para fortalecernos y poder capturar a esos piratas que antes nos obligaban a apartar la mirada debido a lo elevado de su recompensa. Así que me senté, puse los pies sobre la mesa y esperé.
#2
Diana Kari
Wild Huntress
Personaje


-¡Ma, ya me voy. Yuya dijo que teníamos que hablar de algo importante en el Faro Rojo!- le grité a mi madre desde mi habitación mientras terminaba de hacerme una coleta y tomaba mi lanza. -¡Salúdalo de mi parte y pregúntale cuando vendrá a comer a la casa que se le extraña!- me respondió antes de que lograra salir de la casa. El hombre apenas tenía tiempo libre entre buscar generar ingresos para ayudar a su familia de doscientos y las mujeres, hombres y cualquier humanoide que  considerara atractivo que pasaban por su cama. –Sí, sí.- respondí en voz baja mientras cerraba la puerta, a sabiendas de que no me escucharía.

El vivir en Goza me hacía tener que salir con mucho tiempo de anticipación para llegar al bar de mala muerte que frecuentábamos en Cocoyashi entonces me daba el tiempo de cruzar junto a la gente que iba directo a vender sus productos o todos los aspirantes que estudiaban navegación en la capital. Yuya era uno de estos últimos aunque probablemente pasaba más tiempo ligoteando con sus compañeras que aprendiendo a dibujar mapas e interpretarlos. Aunque no podía culparlo, ¿cuánto tiempo tendría que pasar para que aprendiera lo más importante sobre la navegación? La verdad era que estaba arremetiendo mentalmente contra mi amigo porque hacía varias semanas que sentía que estábamos completamente estancados. Se había vuelto casi rutinario el ir al mismo bar a escuchar conversaciones de algún que otro maleante de poca monta para después darle caza para recoger apenas unas pocas monedas que apenas y volvían rentable nuestro modus vivendi. Lo peor de todo era que cuando llegábamos a cruzarnos con algún pez gordo teníamos que hacernos de la vista gorda ya que no éramos lo suficiente fuertes como para hacerle frente a alguien ligeramente famoso. Las cazas se habían vuelto insípidas incluso, era como si él y yo nos dedicáramos a repetir una rutina que habíamos ensayado una y otra vez cuyo final siempre era una imagen lamentable de un criminal pidiendo piedad mientras era amordazado y llevado a la justicia. Bueno, de vez en cuando omitíamos el paso de pedir piedad porque a uno de los dos se nos iba la mano, pero no era a propósito por si alguien se lo pregunta y si estamos siendo completamente honestos tampoco sentía mucho remordimiento por ese tipo de gente.

Finalmente había llegado a la zona en donde se encontraba nuestra horrible base de operaciones y apenas entrar lo primero que se cruzó con mis ojos fue la mirada amigable del tabernero que siempre me recibía con una sonrisa, no sabía si era porque me paseaba con muy poca ropa o tal vez por el hecho de que en más de una ocasión había dejado una cantidad absurda de propina por estar pasada de copas. –Buen día, guapetón. Dame lo de siempre.- le dije refiriéndome a la deliciosa cerveza con el toque cítrico que se había vuelto una de mis bebidas favoritas para después recargar mi espalda en la barra volteando a ver a la mesa que siempre frecuentábamos Yuya y yo. –Y llévala donde siempre, por favor.- continué en cuanto mi mirada se cruzó con la de mi compañero de aventuras. Comencé mi avance hacia “nuestra” mesa mientras escuchaba a varias de las presentes hablar sobre la apariencia de Yuya y todo lo que le harían si tuvieran la oportunidad de estar a solas con él. No pude evitar soltar una pequeña risa pues en cuanto me sentara junto a él comenzaría a recibir miradas tan penetrantes que fácilmente harían ver a mi lanza como un palillo de madera. –Pero mira quien ha decidido salir de entre las piernas de una mujer que toma malas decisiones para venir a trabajar.- le dije a Yuya mientras me sentaba frente a él. –Mi madre te manda saludos y quiere saber cuándo te pasarás por la casa para comer con nosotros.- le dije iniciando una conversación casual antes de centrarnos en la plática importante. Recargué mi lanza en una de las sillas de la mesa para que quedara a mi alcance pero no me estorbara para disfrutar la bebida que había pedido. –También podrías aprovechar para afilar esa espada, ya sabes, la que usas menos que la que tienes entre las piernas.- finalicé bromeando mientras posaba los codos sobre la mesa y ponía mis manos bajo mi mentón como si hiciera una pose seductora, más que nada haciendo un show para todas las presentes que seguían con los ojos clavados en nuestra mesa.
#3
Kiwi Stone
Lullaby
Es bueno saber jóvenes cazarrecompensas que ya se han encontrado en el bar de mala muerte en el que siempre suelen verse, y como era de esperarse cualquier mujerzuela, sea delincuente, o simplemente una mujer del bajo mundo que visite estos lares, no quita la vista de ti Yuya, a sus ojos eres alguien realmente bello, alguien que llama mucho su atención, tanto por tu belleza, como por tu vigoroso cuerpo. Desde el asiento donde te encuentras puedes escuchar algunos comentarios. —Yo me lo cogería sin problemas. — Se escuchó decir a una pelinegra que te mira con deseo, mientras que a su lado una pelirroja que parece ser su amiga también lanza un comentario un poco salido de orbita. —Si en verdad es un cazador, me encantaría convertirme en su presa. — Y muchos mas comentarios como esos sueles escuchar antes de que tu compañera llegue a la mesa donde evidentemente todas las demás damas comenzarían a verla con malos ojos.  
 
En cuanto a ti querida Diana, tanto el cantinero, como los desaventurados hombres que se encuentran en el bar, incluso aquellos que van solamente con la intención de verte, pues tus pocos ropajes les llenan los ojos de lujuria, te miran, simplemente observan casi babeando, saben quien eres, y saben que realmente eres fuerte, claro dentro de lo que cabe, y ninguno quiere meterse contigo, prefieren mirar sin tocar ni decir una sola palabra, para ellos es suficiente, aunque las mujeres en su afán de acostarse con tu amigo, suelen lanzarte una que otra indirecta que quizás te molesten, o no. —Esa mujer es tan fuerte que parece un hombre, ningún caballero se acostaría con ella. — Comentarios de ese estilo suelen lanzar hacia ti, pero es tu decisión si reaccionas a ellos o continuas con tu conversación.
 
Mientras ustedes entablan su conversación y una de las camareras entrega las bebidas en su mesa, lanzándole una sonrisa juguetona a Yuya, y por supuesto una mirada de desaliento hacia Diana, se marcha dejando sus bebidas frías listas para tomar. En eso al bar entra un hombre, parece ser que también es un cazador, por sus ropajes, y sobre todo por aquel cuadernillo que lleva consigo del cual caen unas cuantas hojas que al verlas más de cerca parecen ser carteles de Wanted de algunos criminales. Es un anciano, y se le nota cansado, aunque a pesar de eso muestra una sonrisa y saluda al camarero. Verdaderamente no están esperando a nadie, pero ustedes pueden invitarle a que se siente en su mesa, quizá ustedes logran reconocerlo de alguna caza anterior, y puede que tenga algo para ustedes, para sus planes, o para su futuro.

—Preparame un buen trago de Sake, Muchacho. — El anciano se dirije al cantinero, parece venir cansado de algun sitio, tiene consigo su arma, que parece ser un gran martillo de madera, parece mas un carpintero que un cazador, pero es decisión de ustedes si interactuar con el o no. 

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Ustedes pueden hacer lo que mejor les parezca, reaccionar a las palabras de las personas del bar, seguir hablando entre ustedes o bien invitar al anciano cazador a unirse a su mesa, quiza tenga algo para ustedes, o quizas simplemente este cansado.

Referencia del Anciano
#4
Yuya Mirokuji
Handsome Hunter
Si hay algo que se sabe sobre mí es que soy tremendamente apuesto. No diría que soy «hermoso», ya que esa palabra implica rasgos delicados y, normalmente, andróginos o femeninos cuando se refiere a una persona. Pero apuesto, atractivo, sexy e incluso caliente son adjetivos que se pueden usar perfectamente para describirme. No es que tenga un ego desmedido sólo equiparable en tamaño con mi… ¿Qué no puedo decir eso aquí? Vaya cortarrollos. En fin, creo que sabéis por dónde iban los tiros igualmente. Y siempre he sido perfectamente consciente de mi atractivo y el efecto que tenía en quienes me rodeaban. A muchas piratas las capturé haciendo uso de esa miel como cebo. Pensaréis que normalmente me acostaría con ellas primero y luego a la cárcel, pero no. No soy un malnacido. Cualquier hombre que tenga un mínimo de aprecio por su madre tendría respeto hacia las mujeres, y no podía seducirlas hasta el final y luego mandarlas a la cárcel completamente traicionadas.

Cambiando el tema ligeramente y volviendo a la premisa subyacente a que yo mencionara mi propia belleza. Las mujeres me adoraban, y las solteras de aquella taberna ya hablaban de él. Bueno, alguna probablemente no fuera soltera pero le diera igual engañar a su pareja con él. Por supuesto, yo les guiñé el ojo en una ocasión tras escuchar sus comentarios sobre lo que querían hacer conmigo, dándoles a entender que, tal vez, esa noche una de ellas (o varias) tuviera suerte. Y no, no soy un fantasma. Conozco mis límites y tres es lo máximo que puedo manejar a la vez en una noche. Pero antes de que ninguna pudiera acercárseme si quería, Diana apareció, sentándose en otra de las sillas disponibles, justo frente a mí. – Hey, ¿desde cuándo divertirse es una mala decisión? Aparte, ¿con quién van a estar mejor que conmigo? Sabes que trato a las mujeres con el respeto que se merecen. – Me aseguré de decir esa última frase en voz bien alta para llamar la atención de quien estaba hablando mal de mi amiga. – Tú también estás invitada si quieres, yo no soy uno de esos «caballeros» que tienen miedo de no dar la talla con una mujer fuerte. – Eso último también lo dije bien alto. No iba a permitir que se atacara a mi mejor amiga, y mucho menos si esos ataques eran instigados por los celos que causaba mi belleza natural.

- En cuanto a lo de ir a comer… Tal vez mañana sea el último día que pueda. De eso quería hablar contigo. – Di un pequeño trago a mi sidra para hacer la escena un poco más dramática porque… ¿qué sería la vida sin un poco de misterio, drama y suspense? – Cocoyashi se nos está quedando pequeña. Ni tú ni yo hacemos grandes avances con la lanza y la espada desde hace tiempo, y mis conocimientos de navegación se están oxidando. Además sólo conseguimos capturar piratas y bandidos con recompensas bajas. Deberíamos viajar y ganar experiencia por el mundo, ¿no crees? – Pregunté, esta vez más serio, lo que indicaba que ya no estaba bromeando. Incluso alguien como yo es capaz de ponerse serio cuando la situación o el tema de conversación lo amerita. Lo cual no era ningún impedimento para que mi mirada se desviara cada pocos segundos hacia el escote de mi amiga antes de que hiciera su aparición aquel cazador anciano. - ¿Le invitamos a unirse a nuestra mesa? Tal vez tenga consejos sobre viajes. - La experiencia nunca es algo que sobre, y si nosotros mismos no la teníamos, podíamos hacer uso de la experiencia de otros. De hecho, así es como la humanidad ha avanzado hasta ser lo que es hoy en día, siempre transmitiendo conocimientos y descubrimientos que normalmente se tarda toda una vida en alcanzar, de modo que la siguiente generación lo tenga más sencillo y parta con esos conocimientos para aprender más y más... Bueno, esa era la idea, aunque en mi caso pocos descubrimientos nuevos iba a hacer, como mucho una nueva postura en la cama.
#5
Diana Kari
Wild Huntress
Había aprendido a ignorar todos los comentarios lujuriosos que le lanzaban a Yuya, trataba de esperar a escuchar una masculina que buscara reclamarle lo que había hecho con una mujer casada o en una relación “monógama”, era ahí cuando realmente sacaba provecho de la promiscuidad de Yuya ya que en más de una ocasión había actuado como guardaespaldas con la mera intención de ridiculizar a los hombres que sentían que tenían el poder para intimidar a alguien más sin haber puesto ni un mínimo esfuerzo en volverse más fuertes para proteger lo propio o arrebatar lo ajeno. Siempre me pondría frente a quien se atreviera a retar a mi amigo y no porque dudara de su capacidad pues tenía bien en claro que podría cortar en pedacitos a cualquier civil sino que la emoción de obtener una victoria era lo que me orillaba a afrontar el reto. Ahora si Yuya era lo suficientemente estúpido como para meterse con la mujer de un hombre que podía matarnos en un abrir y cerrar de ojos entonces otro tema sería.

En cuanto a mi persona, no me molestaba en lo absoluto el escuchar comentarios despectivos a la hora de estar junto a Yuya, ya me había acostumbrado. Lo único que realmente tocó una fibra era el hecho de que mencionaran que “era tan fuerte que parecía un hombre” ¿qué demonios les pasaba? Era mucho más fuerte que un hombre y lo había demostrado en múltiples ocasiones, carajo incluso podría vencer a todos los presentes excluyendo a Yuya sin si quiera usar mi arma en un abrir y cerrar de ojos. Así que no perra, no parecía un hombre, era mucho mejor que ellos. Iba a responderles algo poco agradable, tal vez apuntarles con mi lanza mientras lo hacía pero las palabras de Yuya me detuvieron. La teatralidad con la que decía las cosas para que los demás le escucharan había logrado que me desconectara de lo que estuviera pensando. –Tch.- alcancé a mascullar ante la invitación de Yuya a compartir la cama.

Cuando la camarera llegó con nuestras bebidas me aseguré de darle un gran trago a la cerveza que había pedido. –Gracias.- alcancé a decirle después de que me dedicara una mirada apenas interesada y regresara a la cocina o a servir mesas o a hacer lo que sea que hiciera. La lectura de Yuya sobre la situación en la que nos encontrábamos coincidía con la mía y aunque también pensaba en lo que mejor sería irnos de la isla a buscar presas más grandes también había que ser mesurados a la hora de tomar una decisión tan importante. –Estoy de acuerdo, el archipiélago nos está quedando pequeño, nuestro rostro comienza a hacerse conocido por aquí y los criminales de recompensas bajas frecuentan menos los lugares que nosotros visitamos. Pero hay varios temas que hay que tocar antes de abandonar nuestro hogar. Por ejemplo ¿cómo hará tu familia sin recibir ingreso monetario tan seguido de tu parte? Tendremos que comprar un navío, después de eso ¿qué tanto dinero tendremos para mantenernos a flote sin morirnos de hambre?- le respondí mientras daba un trago a mi cerveza después de cada pregunta para escuchar las respuestas de mi compañero. –No me malentiendas, necesitamos salir de aquí cuanto antes, la cacería se volvió rutinaria y aburrida para mí y si seguimos así terminaré encerrándome en el taller de mi madre o el cuarto en donde mi padre confecciona prendas y me emocionaré al terminar un arma o una prenda.- continué, haciendo un gesto de desagrado al mencionar que me emocionaría al seguir con los negocios familiares.

Un hombre viejo entró a aquél lugar, dejando caer unos cuantos carteles de se busca, Yuya rápidamente me preguntó si estaría bien invitarlo a que se sentara con nosotros. Y antes de responderle me puse de pie y caminé en dirección al viejo. Cuando estuve lo suficientemente cerca me puse en cuclillas para recoger los carteles de recompensa que se le habían caído, ordenándolos todos para después ponerme de pie y acercárselos al hombre. –Tome, se le cayeron estos carteles.- le dije en un tono amigable y con una sonrisa en el rostro. –A mi amigo y a mí nos encantaría que nos acompañara en nuestra mesa, de ser posible. Nos gustaría hacerle unas preguntas a cambio de pagar por sus bebidas ¿qué le parece?- le pregunté al hombre manteniendo el mismo tono y sonrisa con tal de persuadirlo a que se uniera a nosotros. Si el hombre aceptaba me aseguraría de ser yo misma quien llevara su bebida hacia la mesa. Su apariencia me resultaba familiar, en especial por el arma que cargaba, pero no tenía bien en claro de quién se trataba pero si se trataba de alguien en una edad tan avanzada que se dedicaba a lo que nosotros entonces tendría demasiado conocimiento para compartirnos.
#6


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