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Raiga Gin Ebra
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14-11-2024, 11:04 PM
La isla DemonTooth se alza imponente ante ti, con su espesa vegetación selvática extendiéndose como un océano verde hasta donde la vista alcanza. Al fondo, los dos picos característicos de la isla emergen de la espesura, afilados como colmillos. Unos colmillos que dan en parte nombre a la isla. Son los llamados "dientes del demonio", cada uno coronado con un dojo de combate: al este, Jigoku no Tsuno, dedicado a las espadas; al oeste, Jigoku no Ashi, especializado en taekwondo. Aunque parte de tu tripulación ha optado por dirigirse al dojo del este para probar su habilidad con las katanas, tu destino yace en el diente del oeste, donde cualquier parte del cuerpo se convierte en un arma letal.
Te separas de los demás como cualquiera lo haría de tu capitán —con cariño—. Ellos conocen tus modos: siempre directo, sin tiempo que perder en charlas innecesarias. Cada uno tiene un qué hacer diferente en la isla, así que no hay mayor drama. A no ser que algo salga mal, ahí entonces igual sí que hay un pelín de drama. Pero vamos a intentar que no, va. Yo confío en ti, en el que no confío mucho es en tu capitán, pero bueno, eso es otro tema.
En el camino hacia el oeste, el paisaje cambia ligeramente. La maleza empieza a abrirse poco a poco, revelando un sendero apenas visible que serpentea entre los árboles. Joder, parece complicado llegar hasta el final.
Sin embargo, a lo lejos pero de frente, alcanzas a distinguir una estructura que parece ser una taberna. Es un edificio de aspecto rústico y de madera gastada, lo cual no sorprende en una isla tan aislada. Siempre dicen que los mejores garitos son los más sucios, ¿no? Pues este tiene pinta de ser cojonudo. La taberna, enclavada en este rincón perdido, parece el lugar perfecto para hacer una pausa, obtener información y, de paso, recargar energías. Además, siendo la única visible en kilómetros a la redonda, se convierte en la opción más sensata. Aunque siempre puedes ir a la aventura por el camino del oeste, yo no te voy a juzgar desde luego.
Si te aproximas a la taberna, ya desde la entrada puedes oír el murmullo de conversaciones y el sonido de vasos chocando. El bullicio te puede resultar tan familiar como incómodo: un ambiente que, de alguna manera, siempre es el mismo en cada isla, con cada tripulación de marineros y piratas reunida en torno a las mesas, compartiendo aventuras y secretos en voz baja o a gritos, según la cantidad de alcohol en sus venas. Quizá no sea el mejor ambiente para descansar, desde luego, pero sí que sería bueno para obtener información, seguramente.
Si decides cruzar el umbral, decenas de ojos se posarán en ti, algunos con indiferencia, otros con una chispa de curiosidad. Me imagino que estarás acostumbrado. De mink pequeñito a kobito, I feel you bro.
Sin embargo, casi todos los presentes vuelven a sus asuntos con rapidez, ocupados en sus propios problemas y conversaciones. Aunque tu estatura de un metro y tus ropas elegantes y remendadas podrían llamar la atención, no lo hacen en exceso. Deben estar acostumbrados a ver multitud de gente por ahí, de distintas razas y tamaños.
El ambiente está cargado de humo y el olor a comida recalentada, mezclado con la fragancia metálica del alcohol de baja calidad. A tu izquierda, un grupo de hombres corpulentos se arremolina en torno a una mesa en una partida de cartas que parece estar a puntito de finalizar. A tu derecha, una pareja discute en un tono de voz que ya parece demasiado alto incluso para esta hora del día. Por encima del mostrador, el tabernero —un tipo grandote, con más barba que cabeza— limpia un vaso con aire distraído y un paño con más suciedad que el suelo que estás pisando, y ya es decir.
Hay una mesa vacía junto a una pared, y un taburete en la taberna, si quieres sentarte, son las dos opciones que tendrás. Desde cualquiera de las dos posiciones, tienes una buena vista de la sala y puedes observar a los demás sin atraer demasiada atención.
El tabernero se acercará pronto a tu sitio, observándote con una mezcla de desconfianza y curiosidad, pero siendo políticamente correcto.
—¿Qué te pongo, forastero? —pregunta, con una voz rasposa y un dejo de sospecha que parece tan arraigado en su personalidad como la barba a su mandíbula.
El tabernero asentirá y desaparecerá tras el mostrador. Mientras esperas, observas cómo el grupo de hombres corpulentos sigue con su partida de cartas, y parecen jugarse algo importante a juzgar por sus caras. No puedes evitar notar que uno de ellos lleva un tatuaje en forma de patata en el brazo derecho. ¿Quién se tatúa una patata? La gente está muy mal.
Cuando el tabernero regresa, coloca frente a ti lo que hayas pedido, si es que has pedido algo. Espero que no tengas mucha hambre la verdad, porque la calidad de la comida será bastante cuestionable. Bueno, es tu momento. El tabernero te mira, como si estuviera esperando una reacción por tu parte. Quizá puedas amenizar aquello que has pedido con algo de información.
Bienvenido
Hola Marvolath!
Bienvenido a esta historia que da comienzo. Me presento, ahora mismo soy Raiga, aunque más conocido por Octojin. Pero el tiburón ahora mismo se ha cogido la baja, no se qué de una aleta. No lo entiendo ni me interesa. El caso es que aquí estoy yo, ¿a que soy mono? Está feo que yo lo diga pero... En fin, que muchas gracias por aceptar que sea tu narrador, intentaré dejar a la altura esta historia que vamos a crear conjuntamente.
Cualquier duda que tengas, sugerencia, etc. no dudes en escribirme por privado al Discord.
Recuerda poner el comando personaje y el inventario que llevas (teniendo en cuenta los slots). También estaría genial que me digas en qué día ubicamos esta historia, para editar este mismo mensaje y ponerlo en la parte superior.
Y sin más dilación, ponte el cinturón que esto arranca. Y vamos a ir en cuarta todo el rato (por eso de que es una T4, jeje, en mi casa se han reído)
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Marvolath
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16-11-2024, 10:34 PM
Notas varias
Debido a cambios en la ficha sin acabar se acordó no poner aún la etiqueta de personaje.
La fecha sería el 47 de Verano del 764, al llegar con la tripulación desde Loguetown.
Virtudes y defectos
Buenos pulmones - ideales para aguantar malos olores y hablar sin parar
Erudito - dedicado al estudio, y se nota
Hiperactivo - aunque no lo imagines como si hubiese tomado demasiada azúcar. Más bien como si hubiese descansado bien
Sentidos aumentados: vista - el diablo está en los pequeños detalles
Voluntad de D - nunca se sabe
Héroe, Piadoso - seguro que te lo imaginas
Irritante - habla de una forma inexpresiva o impostada, como un mal actor de doblaje
A pesar de la gran tormenta que se desató apenas tres días después de partir de Loguetown, habían conseguido llegar a Demontooth. La pericia de Silver y la entrega de la tripulación les había salvado una vez más, y a pesar de las diferencias que los separaban tenía que admitir que eran la mejor tripulación con la que había compartido navío. Habían decidido pasar poco más de una semana en la isla, donde la tripulación esperaba aprender de los famosos dojos que coronaban los picos que daban nombre.
Marvolath fue el primero en partir, despidiéndose sin demasiada ceremonia. Al fin y al cabo sólo serían unos días, y si alguno necesitaba ayuda tenían los den den mushi. Había recorrido ya una larga distancia cuando notó que la montaña no parecía estar más cerca, y se preguntó qué tan grande sería y si habría estimado mal la duración del viaje. Un camino serpenteante medio oculto, y un camino bien formado que parecía llevar a una taberna se abrían ante él.
Un camino como este lo han debido formar muchos pies, y una taberna de camino no estaría bien emplazada si no fuera en el buen camino. Y si mi equivoco siempre habrá tiempo de regresar. - se dijo antes de continuar, no sin un pinchazo de arrepentimiento por no saciar su curiosidad.
La taberna, de aspecto rústico y antiguo, se le antojó acogedora. No es que lo fuera, pero tras años en tugurios atestados donde los fluidos del suelo no eran mucho peores que los de las jarras esto era incluso bueno, y la acostumbrada congregación de marineros que trataban terribles asuntos y jugosos secretos - al menos en su opinión - le era ya tan familiar como el olor del desinfectante. No le vendría mal un poco a este lugar, desde luego.
Se acercó a la barra, encaramándose con agilidad al taburete que, por extrañezas de la vida, le dejaba a una altura apropiada para ser usada.
- Me dejo sorprender. Siempre que me permita continuar después mi camino hacia el dojo. - respondió con lo que podría considerarse cordialidad.
Habría pedido agua si no supiera la reacción que causaría, pero la bebida era lo de menos, tan solo un medio para comenzar una conversación. Por suerte, quién poco espera poco se decepciona, y dio un breve trago por cortesía ante la extraña bebida.
- Algo que tiene viajar es que siempre encuentras nuevas experiencias - valoró con educación, antes de cambiar de tema con un carraspeo - Vine a Demontooth al escuchar sobre el dojo, aunque es poca la información que se escucha, y si te dicen dos palabras de seguro se contradicen. Lo único que he sacado en claro es que no hay mejores luchadores en todo el Blue, y que su uso de las piernas es impresionante. Debe de pasar mucha gente por aquí buscando aprender con ellos. Excepto los que se pierden por aquel camino tan tentador.
Los taberneros malhumorados solían cojear del mismo pie: la falta de paciencia. Un cliente con verborrea fácilmente podía desquiciarlos, por lo que si les dabas pie a tomar ellos la palabra a menudo se iban de la lengua con tal de no escuchar al charlatán. Y Marvolath, con su inexpresiva voz, apenas necesitaba unas pocas palabras para exasperar.
Resumen
Al llegar a Demoontooth desde Loguetown, Marvolath se despide de su tripulación para dirigirse al dojo de artes marciales del colmillo oeste. En el camino encuentra taberna, de la que espera obtener información sobre lo que le espera en el dojo. Con suerte, sabrá cómo solicitar entrenamiento.
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Raiga Gin Ebra
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18-11-2024, 10:18 AM
El tabernero alza las cejas con un gesto que mezcla sorpresa y diversión cuando escucha tus palabras. Se frota las manos en un intento fallido de parecer ocupado y se inclina ligeramente hacia ti.
—¿Que te sorprenda? —dice con una sonrisa ladeada— Bueno, forastero, será por sorpresas en este lugar.
Desaparece tras el mostrador y vuelve tras unos instantes con una botella que, a primera vista, parece sacada de algún museo de antigüedades marítimas. Es alargada, de un vidrio verde oscuro que brilla opacamente bajo la luz tenue de la taberna. Tiene la forma de una pierna musculosa, con el pie doblado en un puntapié perfecto que remata en la base. El corcho, decorado con un pequeño adorno de metal, parece haber sido sellado y abierto varias veces, aunque el contenido no muestra signos de merma.
—"Zancada del Demonio" —anuncia mientras descorcha la botella con un movimiento ágil— . Es un licor local. Fuerte, pero con un toque dulce al final. Dicen que tiene algo de menta y jengibre, aunque yo solo sé que deja la garganta caliente y las piernas más ligeras.
Llena un vaso pequeño frente a ti, dejando que el líquido ambarino caiga con un sonido viscoso. Su aroma es intenso, una mezcla de hierbas frescas y especias con un toque cítrico. Te entrega el vaso con una sonrisa cómplice, como si estuviera compartiendo un secreto.
Cuando das un breve trago, el licor invade tu boca con un calor inesperado, casi abrasador, pero rápidamente se suaviza en un regusto fresco que te recuerda al menta-limón. Es más agradable de lo que esperabas, aunque seguramente no puedas evitar pensar que, si fuera un cliente, te pedirías una receta para mejorar la mezcla.
El tabernero se apoya en la barra, cruzando los brazos y echando un vistazo al resto de la taberna. Mientras lo hace, comienza a hablar en un tono despreocupado, como si las palabras fueran solo otra forma de llenar el silencio.
—La verdad es que están cogiendo fama, no deja de venir gente. Diría que hay más interesados en el dojo del este, el de las espadas, aunque ambos tienen una reputación casi intachable. —Coge una sucia bayeta y empieza a secar un vaso con movimientos lentos, que parecen más un hábito que una necesidad— . A ver… El camino hacia el oeste es largo y, ciertamente, peligroso. Ya no solo por las inclinaciones; esas montañas no son amigables para quien no está acostumbrado. Es que, además, hay animales campando a sus anchas. Grandes, territoriales… y con mala leche.
Sus ojos vuelven a ti por un momento, como si evaluara tu reacción.
—En parte, tienen razón al entender que invadimos su terreno. Si vas hacia allá, asegúrate de que tus piernas son más rápidas que sus garras.
Sin más, el hombre te asiente con un gesto que parece una mezcla entre despedida y buena suerte. Se endereza y se dirige hacia la otra punta de la taberna, donde una pareja vestida con ropas elegantes acaba de entrar. Te preguntarás qué hacen tan bien vestidos en una taberna como esa... Yo también. Mientras se aleja, puedes escuchar fragmentos de su voz grave y amigable dando la bienvenida a los recién llegados.
La taberna sigue bulliciosa, y aunque la mayoría de los clientes parecen inmersos en sus propias conversaciones, notas algunas miradas furtivas que se cruzan contigo de vez en cuando. Si algo has aprendido en tus viajes es que, en lugares como este, la información no solo está en las palabras de un tabernero: cada rincón, cada mesa y cada expresión pueden contar una historia.
Bueno, y creo que puedes entender que se viene una gran clavada en la cuenta, cuando la pidas. Ese licor parece ser un tremendo receptor para los turistas. Y sobre todo, para sus cuentas.
Cosas
El licor te va a proporcionar un +5 AGI en tus próximos tres posts.
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Marvolath
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19-11-2024, 04:37 AM
Tras un trago se vio obligado a corregir su crítica precipitada: quién poco espera se lleva grandes sorpresas. El ardor no es algo que buscase en una bebida refrescante, pero el contraste con el frescor que le siguió era... revitalizante. Observó la bebida, estudiando su olor, color, y sabor, tratando de averiguar si se trataría de algún medicamento mal embotellado. Y si no lo era, quizá debería.
Escuchó en silencio la explicación del tabernero, dejando que dijera todo lo que tuviese que contar. Asintió, ante la explicación del comportamiento de las bestias.
- Totalmente comprensible. Nosotros no haríamos menos si ellas viniesen a nuestro territorio. Confío en mis piernas, y en mis puños si fuera necesario. - se palmeó las piernas y apretó el puño, acompañando sus palabras - Aunque referiría no herir a ningún ser vivo sin necesidad, todo sea dicho. Espero que no sea una de esas pruebas de las que tanto hablan los viajeros... siempre me parecieron excusas para justificar su fracaso, pero cuanto más me acerco más lógico me parece.
El tabernero se marchó, sin dignarse a responder. Tampoco se lo podía tener en cuenta después de ser molesto. Y menos aún cuando vio la razón: una llamativa pareja se había presentado, vistiendo a un nivel impropio del lugar. Habiendo obtenido menos información de la que quería, y teniendo ahora más preguntas que antes, barrió con la mirada el resto de mesas, buscando alguna en la que pudiera integrarse. Vio a un grupo que, entre vestimenta y constitución, juzgó que podrían ser artistas marciales. Bebida en mano, se acercó al grupo.
- Parece que el tabernero ha encontrado a esa pareja más interesante que la conversación que manteníamos, que me ha dejado sin terminar la bebida. Quizá podamos compartir algunas bebidas e historias, aunque yo sólo puedo ofrecer de lo primero.
Hacía años que había asumido que el carisma no era lo suyo. Había recibido educación, pero años sin socializar le habían negado ese don tan básico. Ofrecer bebidas era un truco que solía funcionar, al menos con marineros y si la información que pedías era razonable. Si le aceptaban sólo tendría que pagar algunas copas más, y por suerte últimamente los... negocios iban bien. Y si le rechazaban... bueno, no habría perdido nada.
- ¿Sabéis quiénes son? - señaló con un gesto de cabeza a la pareja - No parecen encajar con el lugar, aunque supongo que no soy el más apropiado para decirlo... y menos lo seré cuando llegue al dojo.
Resumen
Tras la conversación con el tabernero, en la que se muestra confiado en superar los desafíos del camino, éste le abandona para atender a una pareja bien vestida. Buscando una nueva fuente de información, Marvolath se acerca a un grupo que considera artistas marciales, buscando cambiar bebida por información sobre la pareja y, con suerte, sobre el dojo.
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Raiga Gin Ebra
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19-11-2024, 10:32 AM
Te acercas con decisión a la mesa de los tipos que habías observado antes. Parecen lo suficientemente borrachos como para aceptar una conversación sin pensárselo demasiado, y, quién sabe, tal vez hasta logres sacar algo útil de ellos. Al llegar, uno de ellos, un hombre corpulento con una melena despeinada y barba desordenada, te mira de arriba abajo con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¡Eh! ¿Qué tenemos aquí? —dice, entrecerrando los ojos, como si tratara de enfocar mejor tu figura.
Su compañero, algo menos entusiasta, también te observa con una ceja levantada, reprimiendo lo que parece ser una sonrisa. No es difícil deducir que tu estatura y porte no son algo que vean a menudo.
—Dí que sí, si buscas una conversación interesante, aquí nos tienes —dice, manteniendo un tono formal pero relajado, y alza su bebida con una leve inclinación de cabeza— . Y quizá podemos intercambiar algo de información y alguna que otra historia, claro que sí. Los de esta mesa tenemos muchas historias que contar.
El hombre barbudo suelta una carcajada estruendosa mientras se inclina hacia ti, con un aliento cargado de alcohol.
—¡Historias tenemos! Pero tú… ¿Tú qué haces aquí? ¿De verdad piensas subir al dojo del oeste? —pregunta, mirándote de arriba abajo una vez más— Porque, con todo respeto, amigo, no pareces alguien que pueda aguantar mucho ahí arriba. Son tipos duros, ¿eh? No son para cualquiera.
Joder, vaya faltada eh. Te acaban de prejuzgar por la cara. Aunque bueno, me imagino que no es la primera vez. Estamos en un mundo cruel, sobre todo con aquél que es diferente a lo que estamos, más o menos, acostumbrados a ver. Conozco un tiburón que no llevaría muy bien ese comentario... Pero tú quizá lo encajes mejor. La paciencia es una gran virtud.
El primer tipo, un sujeto más joven con una camiseta rota que deja ver músculos marcados, empuja un cuenco hacia ti con un gesto casi instintivo.
—Toma, pruébate una de estas mientras lo piensas.
El contenido del cuenco es… peculiar. Cortezas, o al menos algo que se le parece, de un color entre anaranjado intenso y púrpura, como si hubieran sido bañadas en algún tipo de tinte químico. Tienen un brillo extraño que no inspira confianza, pero tampoco querrás parecer descortés, ¿verdad?
—Delicias locales —comenta el barbudo con una sonrisa amplia mientras toma un puñado y se lo lleva a la boca— . Ahora, cuéntanos. ¿Qué te lleva al dojo? Porque si no es para aprender, más te vale dar la vuelta.
¿Son demasiado directos o es mi sensación? Ni que fueran los protectores del dojo. Aunque bueno, sería lógico que tengan cierto aprecio a una institución tan respetada en la isla como los dojos.
Mientras tanto, notas que la pareja elegante, la misma que viste antes, se ha sentado en una mesa cercana. Piden una bebida servida en una copa grande, con un líquido brillante de un tono esmeralda. Observas con discreción cómo brindan, intercambiando palabras que no alcanzas a escuchar, y luego se besan. El gesto es cálido, natural, como si fueran la única pareja en el mundo. Me imagino que no puedes evitar pensar que desentonan tanto como tú en ese lugar, aunque por razones completamente distintas. Quizá sea violento si sigues mirando. No serás un voyeur de esos, ¿no? Que todo bien, pero no vi ninguna mención de nada por el estilo en tu petición. Bueno, te seguiré observando.
De vuelta en tu mesa improvisada, el grupo sigue bebiendo y hablando, incluyendo ocasionalmente algún comentario hacia ti.
—Las bestias, amigo, esas son lo peor —Es el joven de la camiseta rota quien habla esta vez— . Cerca del pueblo hay tres o cuatro rondando. Ya sabes, toros salvajes, pero… más grandes. Y esos cuernos… créeme, no querrás estar en su camino.
—Sí, sí —añade el barbudo, haciendo gestos exagerados— , pero es lo que dices, no son toros normales. Son pura potencia, ¿entiendes? Como si alguien hubiera tomado a uno y lo hubiera mejorado cien veces. Aguantan de todo. Golpes, balas… lo que les lances.
—Es que encima están demasiado cerca. Muchas veces incluso duermen en el camino —responde el más joven con una risa amarga— . Pero no te preocupes, seguro que tus piernas te llevan rápido si uno aparece. Eso sí, si vas solo, mejor reza antes de salir.
El grupo vuelve a su conversación, esta vez incluyendo anécdotas sobre otros viajeros que intentaron llegar a los dojos y fracasaron en el intento. Aunque parecen relajados, notas que de vez en cuando te lanzan miradas curiosas, como si aún intentaran descifrar qué haces realmente allí. Al menos, a diferencia del tabernero, estos tipos parecen algo más dispuestos a compartir detalles… aunque, claro, el alcohol que han consumido seguramente esté ayudando.
Contenido Oculto
Tomar las cortezas o no, desencadenan una repercusión:
Si las tomas, sufrirás envenenamiento leve durante dos posts. Y al segundo, tendrás que ir forzosamente al baño a expulsarlas... Como prefieras hacerlo.
No tomarlas hará que los tipos no te vuelvan a contestar, sintiéndose atacados con un gesto de poca cortesía que no perdonarán. Te ignorarán de aquí en adelante.
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Marvolath
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05-12-2024, 04:25 PM
El grupo recibió, al menos en apariencia, de buena gana la intromisión del curioso auto-invitado. Hablaban con cierta cordialidad y despreocupación, ofreciendo incluso compartir su comida con él, pero a la vez no perdían el tiempo andando por las ramas y preguntaron sin preámbulos qué esperaba conseguir en el dojo, a la vez que le prevenían -o amenazaban- con los peligros que encontraría.
Marvolath miró con cierta sospecha la comida. La aprensión por la comida la había perdido hacía ya mucho tiempo, cuando se vio obligado a comer lo que "servían" en los callejones traseros de algunos locales. Lo que le preocupaba era la intoxicación, pues incluso habiéndose acostumbrado a venenos terribles no era inmune a sus efectos, y si los caminos eran en verdad tan peligrosos como le advertían... Igualmente tomó sólo uno, que desde luego no querría parecer descortés rechazando una invitación ni abusando del ofrecimiento.
- Como podrán entender, mis rivales siempre han estado más cerca de mis puños que de mis piernas. - acompañó sus palabras alzando los puños y mirando hacia arriba, imitando un encuentro contra alguien de mayor estatura - Por ello nunca llegué a usarlas más que para desplazarme. Cuando supe que había un estilo que las usaba en exclusiva sentí que estaba desaprovechando potencial, y no se me ocurre mejor lugar donde aprender. En el peor de los casos - se interrumpió tomando un trago para bajar la corteza que se le quedó en la garganta - lo veré en acción, aunque sea contra mí.
Si sus compañeros reaccionaron de alguna forma, Marvolath no fue capaz de distinguirla antes de que continuaran mencionando los peligros del camino: grandes bestias que estaban al acecho, a menudo en el mismo camino.
- Si me preocupase enfrentarme a enemigos más grandes que yo estaría encerrado en casa. - bromeó, lo que resultó inquietante pues su tono fue tan monótono como de costumbre. - Si no soy capaz de enfrentarme a un toro lo tomaré como una señal de que no merezco llegar al dojo, y si bien no me están siendo útiles para golpear nunca me han defraudado para correr. - palmeó sus piernas, como quien felicita a un viejo amigo.
No pasó por alto que sus compañeros habían ignorado la pregunta sobre la curiosa pareja, y entendiendo que quizá era algo de lo que se debía hablar con cuidado, procuró ser más discreto. Sirvió el resto de su botella en vasos, deslizándolos como invitación hacia el grupo, sin dejar de mirarles a los ojos, tratando de hacer ver que había una intención detrás de sus palabras:
- ¿Han probado esta bebida? No parece el tipo de bebida que uno esperaría encontrar en una taberna así, sin ánimo de ofender. Me pregunto de dónde vendrá, y qué podría hacer en un sitio así.
De acuerdo, la sutileza no es lo suyo. Pero tampoco es que la ebriedad ayude a entenderlas, ¿no? Quizá mejor algo sutil pero poco.
Resumen
Marvolath continúa la conversación con los parroquianos. Responde que su intención en el dojo es aprender a usar piernas, que siempre se ha saltado ese día en el gimnasio; y que las bestias no le preocupan en exceso, pero que las tendrá en cuenta.
Asumiendo que han evitado la pregunta sobre la pareja elegante por ser un tema problemático, trata de ser sutil al retomar la pregunta.
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Raiga Gin Ebra
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05-12-2024, 06:28 PM
La conversación sigue fluyendo entre risas, comentarios y miradas evaluadoras por parte del grupo que te rodea. Aunque tus preguntas son directas, sus respuestas parecen deslizarse como peces escurridizos, mezcladas entre bromas y observaciones que te obligan a leer entre líneas. Uno de los hombres, el más joven y quizás el más afectado por el alcohol, se rasca la cabeza mientras mira de reojo hacia la pareja elegante que ocupa una mesa en la esquina.
—Esos tipos —dice finalmente, señalándolos con un movimiento apenas perceptible— llevan días viniendo aquí. Siempre igual: piden una copa de algo caro, brindan, se quedan un rato y luego se largan. No hablan con nadie, no juegan, ni siquiera parecen disfrutar mucho del ambiente. Raros, si me preguntas.
El barbudo asiente con un gruñido mientras mastica otra de las cortezas anaranjadas que te ofrecieron antes.
—Sí, raros. Pero ya sabes cómo es este lugar. La gente viene y va, especialmente si está de paso para los dojos. Aunque esos dos no parecen artistas marciales… ni tampoco marineros —Mastica ruidosamente y se encoge de hombros— . Igual son nobles o algo por el estilo. Pero nobles de los callados, ¿eh? No esos que se creen mejor que tú. Al menos pagan bien y no van por ahí con ese aire de superioridad.
Un tercer hombre, hasta ahora silencioso y en una mesa cercana, interviene mientras juguetea con su vaso vacío. Su tono es más bajo, como si quisiera asegurarse de que nadie más lo escuche.
—Tampoco es que se mezclen mucho con el resto. Siempre ocupan esa mesa. Siempre la misma bebida. Y siempre se van antes de que alguien tenga la oportunidad de acercarse. Es raro, ¿no? ¿Qué buscan? ¿Qué esconden? Yo creo que nos están espiando o algo. Ahora antes de entrar en casa miro un par de veces atrás por si se presentan.
Antes de que puedas procesar su comentario, notas que la pareja parece haber captado la atención que están generando. El hombre, con su porte impecable y su cabello perfectamente peinado, se inclina hacia su acompañante, una mujer de apariencia elegante que luce una sonrisa tranquila, aunque tensa. Ambos intercambian unas palabras rápidas que no alcanzas a oír, y luego se ponen de pie con movimientos gráciles.
El hombre deja unas monedas sobre la mesa, ajusta el cuello de su chaqueta, y juntos se dirigen hacia la puerta con pasos firmes, ignorando las miradas que los siguen desde varias mesas, incluida la tuya. Al cruzar el umbral, la mujer lanza una última mirada al interior, como si quisiera grabar en su memoria quiénes están presentes antes de desaparecer en la noche.
—¿Ves? —murmura el joven de la camiseta rota, dándole un codazo al barbudo— Siempre hacen lo mismo. Llegan, se sientan, beben y se largan. Ni siquiera parecen disfrutar de la compañía del otro.
El barbudo sacude la cabeza mientras bebe otro trago.
—Tal vez estén tramando algo. O tal vez solo sean unos aburridos con demasiado dinero. Qué más da.
Aprovechas la pausa para devolver la conversación al tema que más te interesa: los dojos y el camino al oeste. Los hombres, quizás por el efecto del alcohol o porque ya te consideran parte del grupo, se muestran más abiertos y creo que puedes seguir recabando información muy tranquilamente.
—Mira, amigo —comienza el barbudo, apoyando un brazo en la mesa— , si vas al dojo del oeste, prepárate. No solo por los entrenamientos, sino por el camino. Te lo digo en serio, esas bestias de las que hablamos no son chistes. Esos toros… o lo que sean… son puro músculo y mala leche. Y no atacan porque tengan hambre, ¿sabes? Atacan porque no les gusta que estés en su territorio. Se ponen hechos furia y te embisten a la primera de cambio. Joder, qué locura, a mi me dieron una vez que pasaba por ahí y estaba algo distraído. Bueno, sí, había bebido un poco. Y mira, mira lo que me hicieron —el tipo se arremanga y te enseña una cicatriz que le va desde el codo hasta casi la muñeca— . Y no solo eso, en el culo me hicieron otra, pero esa no os la enseño que os ponéis nerviosos —finaliza con una ligera sonrisa tras el chascarrillo, que provoca la risa de los demás.
—Dicen que hay al menos tres rondando cerca del camino principal —añade el joven, mientras sigue jugando con su vaso vacío— . Algunos son más grandes que otros, pero todos son peligrosos. Si te topas con uno, mejor que tengas un plan para escapar. O para enfrentarte a él, si es que eres lo bastante valiente… o estúpido.
El tercer hombre, hasta ahora más callado, da un sorbo a su bebida antes de hablar.
—Pero si llegas al dojo y logras entrenar ahí… Bueno, habrás demostrado algo, ¿no? Los tipos que logran salir de allí suelen ser de lo mejor que hay. Dicen que incluso los senseis de otros Blues reconocen su habilidad.
La conversación se va deshilachando y los comentarios se vuelven menos coherentes a medida que el alcohol toma el control. Sin embargo, no puedes evitar sentir que has sacado algo útil de ellos. Entre la mención de las bestias y la constante referencia al prestigio del dojo, queda claro que tu camino no será fácil, pero tampoco imposible.
El grupo sigue charlando entre ellos, lanzándote miradas ocasionales e intentando involucrarte en su conversación. Aunque su cordialidad es algo rústica y directa, parecen más dispuestos a hablar contigo que el tabernero, lo que hace que la experiencia, aunque peculiar, sea algo más productiva. Pero pronto te darás cuenta que repiten mucho los mismos temas y no parecen salir de ahí.
Por cierto, ¿has oído ese ruido en tu estómago? No sé si es que tienes hambre o algo te ha sentado mal.
Cositas
Revelado el hide del post anterior. Sorry 
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07-12-2024, 07:41 PM
(Última modificación: 07-12-2024, 07:42 PM por Marvolath.)
Nota
Por si eres un lector casual (hola  ), se ha consultado una duda respecto a la virtud Fortaleza al veneno. Se ha acordado reducir el efecto al daño, y mención al baño. Esta solución no ignora el veneno y agiliza la aventura.
Cuando por fin obtuvo respuestas a las preguntas sobre la misteriosa pareja se sintió incómodo: las respuestas, lejos de aportar información, habían aumentado el misterio. Al saber que el grupo con el que hablaba no podría decirle nada más se planteó la posibilidad de acercarse él mismo. Los nobles solían ser más reservados que los parroquianos de taberna común, pero se las había tenido que ver con muchos en su búsqueda de trabajo. Una idea fugaz cruzó el pensamiento de Marvolath, tan rápida que ni él mismo tuvo tiempo de captarla, dejando tan sólo una advertencia: esa pareja, por alguna razón, ocultaba algo peligroso. Descartó el plan de acercarse, y los siguió con la mirada mientras abandonaban el lugar. La mirada de la mujer, analítica y que le pareció contener una amenaza velada, le provocó un escalofrío.
El barbudo, con su cambio de tema, dispersó aquellos pensamientos de su mente, centrándolos en el futuro más inmediato: los peligros de la subida. La denodada insistencia con la que hablaban de los toros le hizo pensar si era un intento de evitar que los cobardes y débiles de espíritu subieran al templo, o si realmente habrían tenido tan malas experiencias. Cuando le enseñaron la cicatriz la estudió con la minuciosidad quirúrgica con la que abordaba todos los asuntos médicos, tomando del brazo y pasando los dedos por la herida. El tamaño, la limpieza del corte, la profundidad, el color,... todo aportaba detalles: ¿Qué tan grande había sido el arma? ¿estaba afilada? ¿fue tan grave que tuvieron que tratarla de urgencia? Y, con lo que ya sabía del grupo ¿Cómo de peligrosos serían para él?
- Ya veo. - dijo tras concluir su silencioso análisis, antes de continuar con un breve diagnóstico.
El trozo de corteza parecía estar haciendo efecto, e incluso un sistema tan acostumbrados a venenos de toda clase se resentía. Miró nuevamente a aquellos hombres, que los comían sin medida, impresionado una vez más por la capacidad del cuerpo humano para adaptarse. Sin embargo, aquello parecía el momento adecuado para despedirse y reanudad su camino.
- Han sido muy amables, caballeros. - comenzó a despedirse - Me han aportado información que de seguro me será muy útil, y ahora estoy incluso más decidido que antes a medirme en el camino y en el dojo. Si no es abusar de su cortesía, me gustaría llevarme algunas de estas... delicias locales. Para el camino. ¿Tienen algún nombre? En cualquier caso, ha sido un placer. Quizá nos veamos a mi regreso y esta vez sea yo quien pueda ofrecerles historias.
Tras la despedida acudió al tabernero, del que también se despidió tras abonar las consumiciones y preguntar por el aseo. Una vez se encontró mejor dispuesto, retomó su camino. Recordó aquella bifurcación que le había llamado la atención, pero ya había perdido demasiado tiempo y si el camino era tan largo como parecía corría el peligro de que se le hiciera de noche. Apretó el paso, rumbo a los famosos toros y al dojo.
Resumen
Tras obtener respuestas - que no información - considera hablar con la pareja. Su intuición le aconseja lo contrario, y se queda con el grupo. Estudia la cicatriz del barbudo y al mismo grupo, tratando de obtener información más objetiva del peligro al que se enfrentará. (Aquí no he escrito la evaluación, porque implicaría decidir cómo serán los toros y prefiero dejarlo totalmente a criterio del narrador.)
Cuando la corteza empieza a sentarle mal se despide del grupo, mostrando interés en llegar al dojo y volver con historias. También pide algunas cortezas. Bien le servirán para mejorar su sistema inmune, o quizá los toros las encuentren igual de provechosas que él.
Abona la consumición y parte rumbo a la montaña, descartando nuevamente el camino misterioso para no perder más tiempo.
Recibiría 30 de daño por el veneno, que se aplicará cuando pueda poner (personaje).
5.350.000
898 / 898
751 / 751
290 / 290
Raiga Gin Ebra
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13-12-2024, 11:48 AM
El grupo con el que has estado conversando finalmente decide que es hora de marcharse. Entre risas y frases atropelladas, uno de ellos recoge el cuenco con las extrañas cortezas y, sin mucho preámbulo, vuelca unas cinco en una bolsa transparente que saca de un bolsillo. Te la tiende con un gesto casual, como si no fuera más que una formalidad.
—Aquí tienes, amigo. Las llamamos MataEstómagos —dice el barbudo con una sonrisa burlona— . No tienen nombre oficial, pero uno de los nuestros las probó hace unos días, acabó en el hospital y decidió bautizarlas así. Tú ve con cuidado, ¿eh?
—Aunque igual te hacen falta más que a nosotros en el camino al dojo —añade el joven con la camiseta rota, entre risas— . Suerte, porque… bueno, digamos que no todo el mundo llega allí con vida.
Su tono es despreocupado, casi como si no esperaran volver a verte. Y puedes ver que seguramente el alcohol ya les ha afectado bastante, porque se vuelven a repetir con el tema de que no muchos llegan a su destino. Se despiden con palmadas en la mesa y un par de inclinaciones de cabeza rápidas, sin mucho entusiasmo, como quien despide a un conocido en un día cualquiera.
Al acercarte a la barra para pagar tus consumiciones, notas que hay un par de notas garabateadas sobre la madera allí donde habían estado esos dos tipos ricachones. Igual hasta ha sido buena idea no acertarte a preguntarles, fíjate. Aunque parecen estar allí por casualidad, algo en su disposición llama tu atención. Una de ellas tiene un dibujo rudimentario de lo que parece un animal con cuernos, aunque si te acercas más, verás que son unos simples cuernos. Una especie de logo, o dibujo sin más. El propio garabato está acompañado de palabras escritas apresuradamente. Pero son dos notas un poco confusas. Como un mensaje encriptado... No sé, sinceramente parece una invitación a algo, pero tendrás que saber a qué, si es que quieres.
De todos modos, creo que no tienes mucho tiempo de inspeccionarlas en detalle, o de lo contrario no llegarás al dojo a primera hora. Al entregar el dinero al tabernero, quien apenas te dedica un gruñido de reconocimiento, ya eres totalmente libre para ir hacia tu nuevo destino.
De nuevo en el camino, la noche parece haber avanzado más rápido de lo que esperabas. La luna llena ilumina el sendero con una luz pálida y fantasmal, suficiente para distinguir los contornos generales, pero no tanto como para evitar que el entorno se sienta amenazador. Alguna que otra antorcha, colocada en vallas de madera junto al camino, aporta un resplandor débil y cálido, aunque su luz intermitente apenas alivia la penumbra, y la enorme distancia entre unas y otras, hacen del sendero un lugar en el que tropezarte con algo es una tarea sencilla.
La quietud de la noche es casi total, rota solo por el crujir ocasional de ramas bajo tus pies y los sonidos lejanos de la fauna nocturna. Sigues avanzando hasta que el sendero se bifurca alrededor de un árbol enorme, cuyas raíces parecen extenderse como tentáculos que invaden el camino. Ambas rutas parecen llevar al mismo destino: la cumbre de la montaña donde se encuentra el dojo, cuya silueta apenas logras distinguir bajo la luz de la luna. Sin embargo, hay diferencias notables entre los dos senderos.
El de la derecha está mejor iluminado, con antorchas espaciadas de manera irregular pero suficiente para ofrecer una visibilidad decente. Parece más cuidado, con menos raíces sobresaliendo y un terreno menos accidentado. Por el contrario, el camino de la izquierda es más oscuro, apenas iluminado por la luz lunar, pero lo que realmente llama tu atención son las huellas que lo marcan. Pisadas profundas y recientes sugieren que este es el sendero más usado, aunque también parece más estrecho y cubierto de vegetación. Y lo mejor de todo es que parecen pisadas humanas.
Creo que llega el momento de evaluar de nuevo las opciones. La ruta de la derecha parece la elección más obvia para alguien que quiera evitar problemas, pero hay algo en las pisadas del sendero de la izquierda que seguramente te intrigue. Quizá sea la señal de que es el camino habitual de los que buscan el dojo, o tal vez simplemente un sendero más cómodo para quienes conocen bien la zona.
La brisa nocturna acaricia tu rostro mientras reflexionas. El silencio alrededor parece acentuarse, como si incluso la naturaleza estuviera esperando tu decisión. La montaña, majestuosa e imponente, parece observarte desde lo alto, un recordatorio constante de lo que te espera si logras llegar al dojo. No puedes evitar pensar en las palabras del grupo de la taberna: los toros, los peligros del camino, y las expectativas de que alguien como tú no sobreviva a la subida.
Con la bolsa de MataEstómagos bien guardada, echas una última mirada al cielo estrellado antes de continuar. Tu destino está claro, aunque el camino que elijas te obligará a enfrentarte a las primeras pruebas que esta montaña tiene para ofrecer.
Cosas
Hola Marvo! Los papeles que hay en la taberna, si es que los coges, desbloquean una posible misión (que puedes empezar tras esta, o incluso sustituirla por esta, lo que decidas). Si decides cogerlos, desvelaré el hide con su información.
Contenido Oculto
Vaya, así que optas por la zona sin luz... Muy arriesgado, ¿no? Te hago un spoiler, no ha sido la mejor decisión de tu vida.
La gente usa ese camino por el día porque es algo menos inclinado y la tierra está más firme, y al no resbalar, es más sencillo subir la cuesta. Es por eso que hay huellas. Pero claro, de noche y sin luz... A pesar de tu buena vista, si no hay luz, no puedes hacer mucho.
Si sigues caminando un par de minutos, te toparás con el primer problema, un toro de gran dimensión está clavado en la valla de madera. Parece que se ha quedado ahí atascado, si te acercas más, se le ve nervioso y está tirando con fuerza, pero no consigue salir. Parece que ha clavado uno de los cuernos en la madera.
Si te fijas, el tamaño es entre el doble y el triple de un toro normal, y los cuernos parecen bastante afilados. No sé qué vas a hacer, pero estoy expectante
Contenido Oculto
Estas son las dos cartas que ves. Están firmadas ambas con un logo de cuernos en el borde inferior derecho.
Carta 1:
![[Imagen: kitk66Y.png]](https://i.imgur.com/kitk66Y.png)
Carta 2:
![[Imagen: GsWI3td.png]](https://i.imgur.com/GsWI3td.png)
115.717.501
1211 / 1211
743 / 743
525 / 525
Marvolath
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15-12-2024, 07:27 PM
Mantuvo el semblante impasible durante un instante, permitiéndose sólo mudar a una expresión de agradecimiento y despedida, mientras pensaba en que quizá sería educado agradecerles estas " delicias locales" con una demostración de lo aprendido en el dojo. No estaba seguro de si habían intentado tomarle el pelo, si genuinamente lo consideraban una delicia, o si era otro intento de evitar su partida. Fuera como fuera, había obtenido cuanto pudo de ellos y era hora de partir. Al abonar las consumiciones encontró unas notas, aparentemente abandonadas por la extraña pareja. Intrigado por su contenido, y viendo que nadie reparaba en ellas, las tomó. Sus conocimientos eran de otro sector, pero quizá Dharkel pudiera sacarle partido.
Al salir al exterior descubrió cómo el día había dado paso a la noche. Tomó nota mental de diseñar algún mecanismo para controlar mejor el paso del tiempo, y se apresuró en el camino, tratando de recuperar el tiempo perdido. El camino, aún siendo la principal vía de acceso al dojo no estaba en la mejor de las condiciones, y el escaso tránsito no parecía ser suficiente para mantener la vegetación a raya. La precaria iluminación, que de seguro sería útil en noches cerradas, le dificultaba acostumbrarse a la luz nocturna en los tramos menos iluminados. Aún con todo, no era la primera vez que corría campo a través de noche, e incluso los caminos irregulares siguen ciertos patrones. Con la agilidad adecuada se podía mantener un buen ritmo y evitar tropezar.
Así fue como acabó llegando a una bifurcación, dos ramas del camino que continuaban a cada lado de un gran árbol. Ambos parecían mantener su rumbo hacia el dojo, y lo que les diferenciaba era el estado.
El primero, más llamativo, estaba en buen estado e iluminado, siendo una continuación del que había estado siguiendo. Alguien mantenía las antorchas encendidas, y parecía querer indicar que aquel era el lado correcto.
El otro, sin embargo, parecía ser el camino transitado. Claro que podían ser huellas de un grupo reducido que fuese y viniese de algún destino diferente al del dojo, o que la tierra del camino iluminado estaba más prensado y por ello dejaba menos huellas.
- Tanto que me dijeron de los peligros del camino y no se les ocurrió avisar de esta bifurcación - murmuró, cada vez más molesto con aquel grupo.
Sin saber qué peligros encontraría, juzgó que lo más sensato sería ir por el que al menos le permitiría verlos. Apenas dio el primer paso dos pensamientos le impidieron dar el segundo. El primero fue que, si bien podría ver venir los peligros, éstos lo verían a él mucho antes. Su pequeño tamaño a menudo ayudaba a que pasase desapercibido, pero en un camino iluminado en medio de la noche sería difícil.
El segundo fue un recuerdo de la conversación en la taberna. Además de en los toros, habían hecho hincapié en lo poco apropiado que sería para alguien "como él". Marvolath había asumido entonces que sería por su tamaño, pero a la luz (o a la oscuridad) de la bifurcación encontró otro sentido: ¿y si creían que un "señorito" elegiría el camino iluminado creyéndolo seguro?
Miró con indecisión el camino oscuro antes de dar un segundo paso, esta vez hacia el camino transitado. Se sentía más seguro pasando desapercibido, y las sombras podían ser mejores compañeras que las antorchas.
Resumen
Se despide del grupo, toma las notas abandonadas para que Dharkel las estudie (o él mismo si no tiene suerte), y sale de la posada. Descubre con preocupación que se ha hecho de noche. Busca seguir el camino a paso ligero, confiando en su experiencia y agilidad (en principio, 65. Si no, más alto) para mantener un buen ritmo.
Al llegar a la bifurcación dedica un momento a estudiar las opciones, maldiciendo a los borrachos por no advertir sobre este "peligro". Finalmente, decide que las sombras le convienen más que las luces para evitar ser visto por los peligros.
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