Ubben Sangrenegra
Loki
16-11-2024, 04:46 PM
El bar de mala muerte donde el peliblanco se estaba escondiendo permanecía envuelto en un silencio sepulcral, el cual se romía únicamente por el crujir ocasional de las tablas del piso y el eco distante de algún borracho rezagado tambaleándose por las calles de Loguetown. No era el lugar ideal para una práctica nocturna, sin embargo era lo mejor que tenía a mano el peliblanco... discreto y sin interrupciones. En una esquina oscura, el bribón de cabellos blancos y dorados luceros permanecía de pie junto a una mesa maltrecha con un mapa del East Blue sobre ella. En su mano giraba una aguja senbon de forma casi hipnótica, mientras sus ojos se fijaban en una diana improvisada que había clavado en la pared al fondo del bar. Entre las tablas de madera astillada y las marcas de otros proyectiles, el centro del blanco era apenas visible, un desafío que él aceptaba con una sonrisa pícara.
La primera aguja surcó el aire silenciosa y letal como siempre, antes de impactar cerca del borde de la diana. No era el centro, es más fue un lanzamiento cuanto menos vergonzoso.... Giró otra aguja entre sus dedos, ajustando mentalmente el ángulo y la fuerza para el próximo lanzamiento. Mientras lo hacía, sus pensamientos vagaban hacia Kilombo, el destino que había decidido tomar. Sabía que su embarcación, esa tartana destartalada que apenas soportaba un oleaje moderado, sería un obstáculo tanto como una herramienta, pero era lo único que tenía, y había aprendido hace mucho a convertir limitaciones en oportunidades. Mientras ajustaba su puntería, visualizaba mentalmente el trayecto que lo llevaría a la isla, anticipando los riesgos, las rutas a seguir y las provisiones que necesitaría.
Lanzó la segunda aguja con un movimiento mucho más fluido que el primero, y de la misma forma más certero. El proyectil se clavó apenas un par de milímetros del centro, arrancándole una sonrisa satisfecha al bribón de ojos dorados. El entrenamiento no era solo para afinar su técnica; era una forma de despejar su mente y concentrarse. Sus pensamientos se detuvieron brevemente cuando una brisa fría entró por una ventana entreabierta, agitando las sombras en la pared. Ignoró el escalofrío que recorrió su espalda y lanzó una tercera aguja. Esta vez, el sonido seco del impacto confirmó que había alcanzado el centro.
El bribón cruzó los brazos y observó la diana durante unos segundos antes de recoger las agujas con pasos silenciosos. Su preparación estaba lejos de terminar, pero al menos había dado un paso más en la dirección correcta. De regreso a su mesa, revisó el viejo mapa que había extendido sobre la superficie desgastada. Marcaba rutas, anotaba provisiones y calculaba tiempos, todo con la precisión que le había dado el tiempo escapando de la maría, y que le enseñó que un error podía costarle caro... más de una vez terminó en situaciones que casi le costaron la vida mientras aprendía a navegar correctamente, pero por suerte, eso era cosa del pasado. Cuando la madrugada empezó a dar paso a los primeros indicios de luz, el peliblanco guardó las agujas en su cinturón y dobló cuidadosamente el mapa. Todavía quedaban muchos preparativos por hacer, pero por ahora, el amanecer le recordaba que debía mantenerse oculto. Kilombo no estaba tan cerca como le gustaría, pero el plan avanzaba, y eso bastaba.
La primera aguja surcó el aire silenciosa y letal como siempre, antes de impactar cerca del borde de la diana. No era el centro, es más fue un lanzamiento cuanto menos vergonzoso.... Giró otra aguja entre sus dedos, ajustando mentalmente el ángulo y la fuerza para el próximo lanzamiento. Mientras lo hacía, sus pensamientos vagaban hacia Kilombo, el destino que había decidido tomar. Sabía que su embarcación, esa tartana destartalada que apenas soportaba un oleaje moderado, sería un obstáculo tanto como una herramienta, pero era lo único que tenía, y había aprendido hace mucho a convertir limitaciones en oportunidades. Mientras ajustaba su puntería, visualizaba mentalmente el trayecto que lo llevaría a la isla, anticipando los riesgos, las rutas a seguir y las provisiones que necesitaría.
Lanzó la segunda aguja con un movimiento mucho más fluido que el primero, y de la misma forma más certero. El proyectil se clavó apenas un par de milímetros del centro, arrancándole una sonrisa satisfecha al bribón de ojos dorados. El entrenamiento no era solo para afinar su técnica; era una forma de despejar su mente y concentrarse. Sus pensamientos se detuvieron brevemente cuando una brisa fría entró por una ventana entreabierta, agitando las sombras en la pared. Ignoró el escalofrío que recorrió su espalda y lanzó una tercera aguja. Esta vez, el sonido seco del impacto confirmó que había alcanzado el centro.
El bribón cruzó los brazos y observó la diana durante unos segundos antes de recoger las agujas con pasos silenciosos. Su preparación estaba lejos de terminar, pero al menos había dado un paso más en la dirección correcta. De regreso a su mesa, revisó el viejo mapa que había extendido sobre la superficie desgastada. Marcaba rutas, anotaba provisiones y calculaba tiempos, todo con la precisión que le había dado el tiempo escapando de la maría, y que le enseñó que un error podía costarle caro... más de una vez terminó en situaciones que casi le costaron la vida mientras aprendía a navegar correctamente, pero por suerte, eso era cosa del pasado. Cuando la madrugada empezó a dar paso a los primeros indicios de luz, el peliblanco guardó las agujas en su cinturón y dobló cuidadosamente el mapa. Todavía quedaban muchos preparativos por hacer, pero por ahora, el amanecer le recordaba que debía mantenerse oculto. Kilombo no estaba tan cerca como le gustaría, pero el plan avanzaba, y eso bastaba.