Rose D. Hestia
Vesta
17-11-2024, 02:09 AM
Hestia estaba en su posada, escribiendo las líneas de su paso por Kilombo en su diario, para cuando el sueño la venció y en su dulce mundo onírico se puso a rememorar...
La tormenta rugía en el horizonte con furia imparable, y el pequeño bote de madera luchaba contra las olas enfurecidas. La barca, frágil y gastada por los años, crujía bajo la presión de las olas gigantescas que la hacían saltar por los aires, como si el mar quisiera tragársela de un solo bocado. En su interior, una mujer con el rostro demacrado por el agotamiento mantenía firme el timón con las manos ensangrentadas. Su nombre era Yuna, una mujer guerrera de Amazon Lily, y en ese momento, luchaba por más que su vida. Luchaba por el futuro de sus dos hijas.
La pequeña Rudra, llamada así antes de saber que sería conocida como Hestia, lloraba entre los brazos de su madre, sintiendo la turbulencia del mar en su débil cuerpo. Junto a ella, su hermana Shiva, apenas un bebé, también lloraba, aunque su llanto se ahogaba en los truenos que rugían a su alrededor. Yuna no tenía fuerzas para consolar a sus hijas, pero su mirada estaba llena de determinación. ¿Cómo podría dejar que el mar las arrebatara? Amazon Lily, la isla que había sido su hogar y su refugio, estaba a la vista, pero aún quedaban millas por navegar en medio de esa tormenta infernal.
Una oleada de agua se estrelló contra la barca, sumergiéndola en lo profundo. En un instante, el bote se partió en dos, y las aguas tragaron a Yuna y a sus hijas. La última imagen de la madre, antes de perder el conocimiento, fue la de sus pequeñas siendo absorbidas por las aguas del océano. La fuerza del mar no perdonó. La mujer y sus hijas fueron separadas, el destino de Yuna desapareció en las profundidades, y las niñas, sin protección, fueron arrastradas a una nueva vida.
La luz del sol brilló con fuerza cuando el cuerpo inerte de Yuna fue arrastrado hasta la costa de una isla remota. Aún aferrada a sus hijas, la mujer fue rescatada por un grupo de contrabandistas de esclavos que patrullaban esas aguas. La tormenta había dejado atrás su rastro de destrucción, y el contrabando de seres humanos no era algo raro para estos hombres. Sin embargo, en lo que parecía un golpe de suerte para Yuna, la mujer fue rescatada por ellos. Aunque su destino no sería el de una guerrera, sino el de una prisionera más en el comercio sin piedad de los hombres que no conocían el valor de la vida.
Por otro lado, las gemelas fueron separadas, como piezas de un juego de azar. Mientras el destino de su madre se volvía incierto, los contrabandistas no tardaron en entregar a las niñas a un comprador mucho más peculiar: un Dragón Celestial, un hombre sin escrúpulos que las adquirió como un capricho personal para su esposa, que no podía engendrar hijos propios. A pesar de su corta edad, las gemelas fueron bautizadas nuevamente, adoptando nombres nuevos para una vida que no entendían: Hestia y Vesta.
Las niñas crecieron bajo el lujo de la familia Celestial. En sus primeros años, disfrutaron de una vida llena de comodidades, juguetes caros, una educación de alto nivel y una vida de caprichos. En ese entonces, Hestia y Vesta vivieron en un mundo sin saber lo que ocurría más allá de los lujos que sus amos les proporcionaban. Eran reinas en un palacio flotante, sin darse cuenta de que su existencia era una burla a la verdadera vida que deberían haber tenido. Pero el destino, siempre cruel, nunca deja que los demás vivan en paz por mucho tiempo.
El séptimo cumpleaños de las gemelas trajo consigo una noticia que cambiaría todo. La esposa del Dragón Celestial, a la que tanto le habían regalado las niñas, finalmente había dado a luz a un hijo natural. Un niño varón, el primogénito, y con él, la posición de las gemelas como "hijas favoritas" se desvaneció. Ya no eran necesarias, ni deseadas. Aquellas dos niñas, nacidas bajo el auspicio de la desesperación de un hombre rico y poderoso, se convirtieron en una carga, en un estorbo para una familia que ahora tenía un hijo legítimo.
Pronto, la vida lujosa que habían conocido terminó. Las gemelas fueron marcadas con un hierro candente en sus espaldas, un recordatorio de su inferioridad frente a la nueva joya de la familia. Fueron relegadas al servicio doméstico, destinadas a servir como esclavas. Ya no eran las queridas "mascotas" del Dragón Celestial, sino meros objetos a disposición de los caprichos de su familia. La casa que antes había sido su palacio se convirtió en su prisión.
La transformación fue brutal. A pesar de la brutalidad, Vesta, la hermana mayor, se erigió como la defensora de ambas. Su coraje, su deseo de proteger a Hestia, la mantenía luchando, enfrentando las humillaciones y golpes con una resistencia que incluso los otros esclavos envidiaban. Mientras tanto, Hestia se quedaba en silencio, observando con ojos grandes la ferocidad con la que su hermana enfrentaba la adversidad. Vesta se convirtió en el pilar sobre el cual Hestia se apoyaba, hasta que la tragedia golpeó de nuevo.
Un día, Vesta fue llevada a un castigo ejemplar. Como la principal "agitada" en los ojos de sus amos, fue sometida a una violencia indescriptible. El castigo fue más allá de lo humano. Cuando Hestia fue finalmente liberada de su confinamiento, lo único que encontró fue el cuerpo sin vida de Vesta, dejado como un saco de patatas a su lado. La pequeña, aún sin entender del todo lo sucedido, pasó días junto a su hermana, negándose a creer que ya no estaba. Su mente comenzó a quebrarse, y en su desesperación, comenzó a "hablar" con la presencia de su hermana, imaginando sus respuestas, sus palabras de consuelo.
La personalidad de Hestia comenzó a fusionarse con la de Vesta, como un reflejo de lo que ya no podía ser. Sus lágrimas dejaron de ser lágrimas de miedo y se transformaron en lágrimas de furia contenida, furia que se ocultaba bajo una máscara de calma. Hestia ya no era solo una niña asustada. Había comenzado a abrazar la personalidad de su hermana: la valentía, la determinación, la fuerza inquebrantable.
Finalmente, la Tierra Sagrada flotante fue atacada por una fuerza desconocida. Los cielos temblaron, las casas fueron destruidas, y el fuego se extendió por los pasillos dorados del palacio. En medio del caos, Hestia vio su oportunidad. A través de los escombros y las ruinas, ella se escapó, deslizándose en las sombras. Sin saber cómo, terminó en un barco de la Marina. Allí, se ocultó, convirtiéndose en un polizón en busca de un futuro mejor.
Tras pasar días a bordo de un barco, Hestia encontró una oportunidad y huyó. Se ganó la vida trabajando como asistente para un herrero que, sorprendentemente, la acogió como parte de su familia. Sin embargo, su pasado no la dejaría ir. Cuando los Dragones Celestiales descubrieron la marca en su espalda, el herrero y su familia, temerosos, la rechazaron de inmediato.
Hestia, sin saberlo, había comenzado una nueva lucha. La lucha por su libertad, por descubrir quién era realmente, y por vengar a su hermana. El destino de la pequeña Hestia D. Rose, una niña marcada por la tragedia y la fuerza, aún estaba por escribirse.
La tormenta rugía en el horizonte con furia imparable, y el pequeño bote de madera luchaba contra las olas enfurecidas. La barca, frágil y gastada por los años, crujía bajo la presión de las olas gigantescas que la hacían saltar por los aires, como si el mar quisiera tragársela de un solo bocado. En su interior, una mujer con el rostro demacrado por el agotamiento mantenía firme el timón con las manos ensangrentadas. Su nombre era Yuna, una mujer guerrera de Amazon Lily, y en ese momento, luchaba por más que su vida. Luchaba por el futuro de sus dos hijas.
La pequeña Rudra, llamada así antes de saber que sería conocida como Hestia, lloraba entre los brazos de su madre, sintiendo la turbulencia del mar en su débil cuerpo. Junto a ella, su hermana Shiva, apenas un bebé, también lloraba, aunque su llanto se ahogaba en los truenos que rugían a su alrededor. Yuna no tenía fuerzas para consolar a sus hijas, pero su mirada estaba llena de determinación. ¿Cómo podría dejar que el mar las arrebatara? Amazon Lily, la isla que había sido su hogar y su refugio, estaba a la vista, pero aún quedaban millas por navegar en medio de esa tormenta infernal.
Una oleada de agua se estrelló contra la barca, sumergiéndola en lo profundo. En un instante, el bote se partió en dos, y las aguas tragaron a Yuna y a sus hijas. La última imagen de la madre, antes de perder el conocimiento, fue la de sus pequeñas siendo absorbidas por las aguas del océano. La fuerza del mar no perdonó. La mujer y sus hijas fueron separadas, el destino de Yuna desapareció en las profundidades, y las niñas, sin protección, fueron arrastradas a una nueva vida.
La luz del sol brilló con fuerza cuando el cuerpo inerte de Yuna fue arrastrado hasta la costa de una isla remota. Aún aferrada a sus hijas, la mujer fue rescatada por un grupo de contrabandistas de esclavos que patrullaban esas aguas. La tormenta había dejado atrás su rastro de destrucción, y el contrabando de seres humanos no era algo raro para estos hombres. Sin embargo, en lo que parecía un golpe de suerte para Yuna, la mujer fue rescatada por ellos. Aunque su destino no sería el de una guerrera, sino el de una prisionera más en el comercio sin piedad de los hombres que no conocían el valor de la vida.
Por otro lado, las gemelas fueron separadas, como piezas de un juego de azar. Mientras el destino de su madre se volvía incierto, los contrabandistas no tardaron en entregar a las niñas a un comprador mucho más peculiar: un Dragón Celestial, un hombre sin escrúpulos que las adquirió como un capricho personal para su esposa, que no podía engendrar hijos propios. A pesar de su corta edad, las gemelas fueron bautizadas nuevamente, adoptando nombres nuevos para una vida que no entendían: Hestia y Vesta.
Las niñas crecieron bajo el lujo de la familia Celestial. En sus primeros años, disfrutaron de una vida llena de comodidades, juguetes caros, una educación de alto nivel y una vida de caprichos. En ese entonces, Hestia y Vesta vivieron en un mundo sin saber lo que ocurría más allá de los lujos que sus amos les proporcionaban. Eran reinas en un palacio flotante, sin darse cuenta de que su existencia era una burla a la verdadera vida que deberían haber tenido. Pero el destino, siempre cruel, nunca deja que los demás vivan en paz por mucho tiempo.
El séptimo cumpleaños de las gemelas trajo consigo una noticia que cambiaría todo. La esposa del Dragón Celestial, a la que tanto le habían regalado las niñas, finalmente había dado a luz a un hijo natural. Un niño varón, el primogénito, y con él, la posición de las gemelas como "hijas favoritas" se desvaneció. Ya no eran necesarias, ni deseadas. Aquellas dos niñas, nacidas bajo el auspicio de la desesperación de un hombre rico y poderoso, se convirtieron en una carga, en un estorbo para una familia que ahora tenía un hijo legítimo.
Pronto, la vida lujosa que habían conocido terminó. Las gemelas fueron marcadas con un hierro candente en sus espaldas, un recordatorio de su inferioridad frente a la nueva joya de la familia. Fueron relegadas al servicio doméstico, destinadas a servir como esclavas. Ya no eran las queridas "mascotas" del Dragón Celestial, sino meros objetos a disposición de los caprichos de su familia. La casa que antes había sido su palacio se convirtió en su prisión.
La transformación fue brutal. A pesar de la brutalidad, Vesta, la hermana mayor, se erigió como la defensora de ambas. Su coraje, su deseo de proteger a Hestia, la mantenía luchando, enfrentando las humillaciones y golpes con una resistencia que incluso los otros esclavos envidiaban. Mientras tanto, Hestia se quedaba en silencio, observando con ojos grandes la ferocidad con la que su hermana enfrentaba la adversidad. Vesta se convirtió en el pilar sobre el cual Hestia se apoyaba, hasta que la tragedia golpeó de nuevo.
Un día, Vesta fue llevada a un castigo ejemplar. Como la principal "agitada" en los ojos de sus amos, fue sometida a una violencia indescriptible. El castigo fue más allá de lo humano. Cuando Hestia fue finalmente liberada de su confinamiento, lo único que encontró fue el cuerpo sin vida de Vesta, dejado como un saco de patatas a su lado. La pequeña, aún sin entender del todo lo sucedido, pasó días junto a su hermana, negándose a creer que ya no estaba. Su mente comenzó a quebrarse, y en su desesperación, comenzó a "hablar" con la presencia de su hermana, imaginando sus respuestas, sus palabras de consuelo.
La personalidad de Hestia comenzó a fusionarse con la de Vesta, como un reflejo de lo que ya no podía ser. Sus lágrimas dejaron de ser lágrimas de miedo y se transformaron en lágrimas de furia contenida, furia que se ocultaba bajo una máscara de calma. Hestia ya no era solo una niña asustada. Había comenzado a abrazar la personalidad de su hermana: la valentía, la determinación, la fuerza inquebrantable.
Finalmente, la Tierra Sagrada flotante fue atacada por una fuerza desconocida. Los cielos temblaron, las casas fueron destruidas, y el fuego se extendió por los pasillos dorados del palacio. En medio del caos, Hestia vio su oportunidad. A través de los escombros y las ruinas, ella se escapó, deslizándose en las sombras. Sin saber cómo, terminó en un barco de la Marina. Allí, se ocultó, convirtiéndose en un polizón en busca de un futuro mejor.
Tras pasar días a bordo de un barco, Hestia encontró una oportunidad y huyó. Se ganó la vida trabajando como asistente para un herrero que, sorprendentemente, la acogió como parte de su familia. Sin embargo, su pasado no la dejaría ir. Cuando los Dragones Celestiales descubrieron la marca en su espalda, el herrero y su familia, temerosos, la rechazaron de inmediato.
Hestia, sin saberlo, había comenzado una nueva lucha. La lucha por su libertad, por descubrir quién era realmente, y por vengar a su hermana. El destino de la pequeña Hestia D. Rose, una niña marcada por la tragedia y la fuerza, aún estaba por escribirse.