Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Aventura] La violencia no se resuelve con violencia... O Quizás sí [T.5.]
Lemon Stone
MVP
La brisa marina, fresca y suave, les ofrece un alivio agradable cada vez que sopla desde el interior del mar. Hace calor, bastante, diría yo, pero por ahora no es tan insoportable. Eso sí, deben tener cuidado de no pasar demasiado tiempo bajo el sol: las manchas en la piel aparecen rápidamente, el riesgo de insolación es alto y, créanme, las enfermedades aquí no son un juego.
 
Como siempre, la ciudad es un bullicio constante. Esto es lo que pasa cuando se hospedan cerca del puerto principal, ¿verdad? Si pasan cerca del muelle, verán barcos de todo tipo y tamaño. Algunos se preparan para zarpar, otros recién llegan. Sin embargo, hay uno que destaca entre los demás. No es el más grande ni el más llamativo, pero sí hay algo peculiar: un grupo de hombres sudorosos y musculosos descargando cajas sin descanso. ¿Será esto lo que llama la atención? Tal vez alguno de ustedes tenga una debilidad por los hombres sudorosos y musculosos (sí, te miro a ti, Gretta), pero lo cierto es que lo que realmente atrae las miradas es una mujer de piel nívea, piernas largas y cabello negro, que se protege del sol con una sombrilla. Su belleza es innegable, y todos, sin importar su género o especie, se detienen a admirarla.
 
Por otro lado, circulan rumores sobre un aumento en la vigilancia por parte de los marines, especialmente después de que alguien robara el postre favorito de la madre de uno de los capitanes encargados de la isla. Las patrullas se han vuelto más estrictas, y no dudan en usar cualquier excusa para recuperar el postre. Algunos creen que son solo soldados frustrados, pero esos comentarios tienen un claro sesgo, ¿verdad? El punto es que, como piratas, deben tener cuidado de no llamar más la atención de la necesaria. Hay un futuro brillante para quienes se arriesgan, pero también es cierto que para alcanzar ese futuro, primero hay que sobrevivir.
 
Por ahora, el día transcurre con normalidad: gente haciendo compras en el mercado, hombres descargando cajas en el puerto y un montón de personas emborrachándose en las tabernas cercanas al puerto, como suele ser. Ya me dirán qué están haciendo en Kilombo, dónde se encuentran y qué esperan lograr aquí. Y, por cierto, si alguno de ustedes fue el que robó el postre de la mamá del capitán... las consecuencias serán terribles.


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#1
Lance Turner
Shirogami
Personaje

Día 31 de verano, del año 724.
Isla Kilombo.

El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, iluminando con tonos dorados el camino pavimentado que conectaba el pequeño hostal donde habíamos pasado la noche hasta el puerto de Kilombo. Caminaba junto a Juuken, mi fiel amigo, y segundo al mando, que como siempre, se mantenía curioso mirando a todos lados mientras caminábamos.

La noche en el hostal había sido un respiro necesario tras lo acontecido en los últimos días. Una cama decente, una comida caliente y, sobre todo, la oportunidad de planear los próximos pasos con claridad. Pero no podía evitar que mi mente volviera, de vez en cuando, a Shiro. Ese muchacho se había unido a nuestra tripulación con el entusiasmo de alguien que ve el mundo por primera vez. Sin embargo, hacía ya dos días que no sabíamos nada de él.
- ¿Se habría metido en algún lío? - Pensé algo nervioso, aunque algo en mi interior me decía que Shiro sabía cuidarse lo suficiente para no terminar en problemas graves. O eso esperaba.

Mientras avanzábamos, las calles comenzaban a llenarse de vida. Los primeros comerciantes abrían sus puestos, y los niños correteaban, a menudo más interesados en lo que podían robar que en lo que podían comprar. Fue uno de estos pequeños quien llamó nuestra atención. Una mujer de voz estridente reprendía a un niño que sostenía una manzana medio mordida, con sus ojos llenos de culpabilidad y recargados en lágrimas a punto de salir.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no robes, Tomás? - Gritaba la mujer, agitando las manos como si con eso pudiera grabar mejor su lección en la cabeza del niño. - ¡Y encima, morderla antes de pagar! ¿Qué pensará la gente? ¿¡Que no te damos de comer bien en casa!?

Juuken y yo intercambiamos una mirada, riéndonos un poco sin llamar demasiado la atención mientras continuábamos nuestro camino.
- Bueno, al menos el chico sabe elegir fruta - Comenté encogiéndome de hombros, provocando una leve risa por parte de Juuken, esa que siempre aparecía cuando creía que decía algo más tonto que gracioso.

Más adelante, dos señoras mayores hablaban en voz baja, aunque no tanto como para que sus palabras no llegaran a nuestros oídos. Me detuve un momento para escuchar, curioso por naturaleza, mientras que fingía contemplan el producto fresco de una pescadería cercana.
- Dicen que alguien robó el postre del capitán de la marina, ¿Sabes? - Decía una de ellas, con tono conspiratorio. - El que su propia madre le había cocinado y enviado desde la otra punta del East Blue. Un pastel de manzana, si no me equivoco. ¡Imagínate la sinvergüencería!

- ¿Y lo peor? - Añadió la otra, acercándose más a su amiga. - ¡El ladrón dejó una nota! Decía: "Gracias, estaba delicioso."

No pude evitar reírme por lo bajo. Juuken me lanzó una mirada inquisitiva, casi riñiéndome por ello, pero sólo me encogí de hombros. Ante ello me sentí algo culpable y le miré sonriente.
- Perdón, perdóoon, no pude evitarlo. - Dije en un tono falso de lamento. 

Finalmente, llegamos al puerto. La vista que se desplegaba ante nosotros era tan caótica como fascinante. Cajas y barriles eran descargados con rapidez, mientras otros eran cargados en barcos con destinos desconocidos. Los gritos de los trabajadores se mezclaban con el ruido de las olas y el canto de las gaviotas, creando ese ambiente único que sólo un puerto puede ofrecer. Los marineros discutían, los comerciantes regateaban, y los viajeros corrían de un lado a otro cargando sus equipajes como si el mundo se fuera a acabar en cualquier momento.

Fue entonces cuando algo llamó mi atención. En uno de los barcos, un grupo de hombres descargaba cajas con una velocidad y cantidad inusuales. No era raro ver actividad en un puerto, pero aquello era excesivo. Las cajas no dejaban de bajar, y no parecía haber un final a la vista.

- ¿Qué opinas, Juuken? - Le pregunté, señalando hacia el barco. - ¿Una mudanza urgente o alguien que no quiere que sepamos qué hay dentro de esas cajas?

- Creo que son demasiadas cajas, pero no estoy seguro... - Dijo Juuken limitándose a fruncir el ceño, observando la escena con atención.

Asentí, decidido a seguir observando por si algo más llamaba la atención. Y entonces la vi. En la cubierta de aquel barco, bajo una sombrilla que parecía tan elegante como fuera de lugar, estaba ella. Una mujer de piel tan clara que casi brillaba bajo el sol, con cabello negro como la noche y unas piernas largas que parecían desmentir cualquier ley de proporción. Pero lo que más destacaba era su mirada: intensa, penetrante, llena de una fría determinación que podía cortar más que una espada.

Por un momento, me quedé paralizado. No era simplemente su belleza lo que capturaba la atención, sino la forma en que se mantenía allí, observando todo con una calma casi inquietante. Era como si estuviera completamente al mando de la situación, incluso sin levantar un dedo.

- ¿Quién crees que es? - Pregunté, aunque no esperaba una respuesta de Juuken.

- Una mujer. - respondió, con su característico tono seco.

- Gracias Juuken, tenía dudas. - Le respondí con un tono burlesco de sarcasmo. 

Reí tras ello, aunque no aparté la vista de ella. ¿Qué haría alguien como ella en un barco como ese? pensé. Era evidente que no era una trabajadora común, ni siquiera una pasajera más. Había algo en su porte, en la manera en que se movía, que gritaba que era alguien importante. Pero ¿quién?

Mientras la observaba, algo más me llamó la atención. A pesar de la cantidad de cajas y del caos que las rodeaba, ninguno de los trabajadores se acercaba demasiado a ella. Parecía haber una especie de barrera invisible que nadie se atrevía a cruzar. Incluso cuando algunos se acercaban para informarle algo, mantenían una distancia respetuosa, como si temieran molestarla.

- Definitivamente, aquí hay más de lo que parece - Pensé, mientras seguía observando. Juuken, como siempre, permaneció a mi lado, observando en silencio pero sin perder detalle. Sabía que él también notaba que algo no cuadraba.

Finalmente, decidí que era mejor no quedarse allí demasiado tiempo. A veces, la curiosidad podía meter a uno en más problemas de los que valía la pena. Pero antes de desviar la vista de aquella embarcación, no pude evitar echar una última mirada hacia aquel barco y la mujer que lo dominaba con su mera presencia. Había en ella algo inquietante, y me moría de ganas por descubrir qué era. 
Resumen
Datos Relevantes para el Rol
#2
Gretta
La Devoramundos
Gretta asomaba media cara y hocico por una de las ventanas del camarote del gran taxi marítimo en el que iba. Ya se podía ver a lo lejos el gran puerto de Kilombo. Desde la distancia ella lo veía pequeño; destacaba más la gran ciudad que lo rodeaba, atiborrando esa parte de la isla. En la zona más alta coronándola había una fortaleza marine. Ella y Qazan el día anterior desde otra isla cogieron el taxi en el que iban; habían hecho un trabajito para un tío y este se les había puesto chulo, así que decidieron arreglar el problema de raíz, le dieron una tunda, le quitaron el dinero y ahora lo llevaban de carga en un barril con ellos. 

Se giró mirando a su izquierda hacia su compañero Qazan. Este estaba a su lado tumbado en la cama; al final de esta en un barril estaba el deudor. "Hay que encargarse de este antes de llegar; no sabía que la ciudad fuese de marines joder... Ahora toca matarlo. Creía que aún podríamos sacarle algo de interés… ¡Es que hay que ser bobo, coño! ¿Cómo se le ocurre vacilarnos? Está claro que le íbamos a robar igual, pero esto es así, es parte del trabajo. Tío, tú nos encargas algo, nosotros lo hacemos, tú nos pagas, nosotros pedimos más, tú nos pagas, te pedimos más, te niegas, te partimos la cara, cogemos el dinero y nos vamos. Pero noooo, tenías que faltarnos. —Una cerda y un salmón no me van a chantajear, ¿acaso no sabéis quien soy?— No se puede ir insultando, tío, osea que poco respeto a la profesión… Pues ahora nos has pagado el billete y además te vienes secuestrado, por listo. De verdad la gente tiene tan poco aprecio por su vida…" Pensaba Gretta, sin darse cuenta de que ya estaban llegando al puerto.

—Mierda, estiamos llegando, pasa barril, yo enquiargo problema. Gretta cogió el barril, lo abrió y cogió al tío. Este no se movía. "Pufff, está muerto, nos pasamos con las ostias, bueeeno, pues problema resuelto, mejor dicho, dos problemas resueltos, porque empezaba a tener hambre" Se dijo a sí misma, agarrando el cuerpo y dándole un bocado.

—¿Quierres? Viajar da hambre ¿ah? Le dijo a Qazan, tendiéndole y agitando el resto del cuerpo que quedaba.

Tras un rato más, uno de los tripulantes pasó por los camarotes, avisando de que habían llegado. Gretta terminó con el último bocado y salió por el pasillo hacia la cubierta. Arriba, la ciudad se abrió ante ella, el puerto estaba a rebosar de barcos y de gente. Tendieron la pasarela de madera para bajar, cuando la vieron, pusieron otra de metal más grande. Ella era grande y sabían cómo actuar; no era de extrañar, los taxis transportaban hasta gigantes.

Bajando, pegó un vistazo rápido, aprovechando su altura más la que le daba el barco, para bichear la zona. "Cuanta gente ostia y lo peor, cuanto marine... espera, espera, ¿eso son abdominales? sí, sí y pectorales…" —BOFFFFF— "Vamos a ver qué se cuece por allí", pensó ella tras ver la estampa.

—Voy yí ah, avisa si piasa algo. Le dijo a Qazan, señalando en la dirección donde estaban esos trabajadores portentosos.

Aproximandose a la escena se dio cuenta de que había otra gallina en el corral. Una mujer totalmente distinta a ella, guapa, esbelta, de piel reluciente. "Qué guapa la jodía... Normal que tenga tantos maridos. No pasa nada, si hay que luchar, se luchará con todo. Adelante Gretta, saca la artillería" Se ordenó a sí misma. Entonces se acercó a los trabajadores hasta quedarse a una distancia que resultaría incómoda, se cruzó los brazos por debajo de los pechos y se los puso firmes. Miró directamente a la mujer y dijo abruptamente.

—¿Tu sexo con todos? ¿Sobra algunio? Podiemos compartir ah, yo no celiosa. Dijo Gretta. "Perfecto, además, seguro que es una explotadora, que los trata fatal; yo sería mucho mejor mujer para ellos; en cuanto se despiste, la tiro al mar y me los quedo". Pensó asintiendo, mientras se imaginaba la escena en su mente: ella tirando a la opresora mujer al agua y sus trabajadores dándole las gracias y ofreciéndole pagarle con sexo. —Siii. No pudo evitar decir, como si estuviese loca.

Cosas
#3
Qazan
Qazan
"Si es que no hay que ser tan bocazas." Pensaba mientras sobrevolábamos el East Blue en taxi volador camino a Isla Kilombo. Justo ayer le habíamos dejado las cosas claras a un cliente que después de resolverle sus "Problemillas" se había puesto gallito a la hora de pagarnos... Que decisión tan nefasta... Qué necesidad de darle una escusa a Gretta para que te devore... Bueno, al menos mi reina cerda tenía comida para el trayecto hasta Isla kilombo. Luego de robarle hasta el último Berry y darle una buena paliza con su tortura de quebrantamiento óseo, lo metimos cual despojo en un barril que nos llevamos con nosotros. Vale que éramos un dúo muy marrullero que solo queremos ver dinero y destrucción... Pero no es tan difícil respetar nuestra profesión, es tan sencillo extorsionar a la gente cuando ponen de su parte... Pero no... tenía que complicar las cosas llamandonos "Cerda y salmon". De habernos respetado un poquito le abríamos torturado algo menos, pero el tío quería hacerse el duro.

—Mierda, estiamos llegando, pasa barril, yo enquiargo problema. Dijo Gretta mientras abría el barril y, tras un gesto de sorpresa comenzó a devorar a esa pobre alma en pena. Bueno, al menos saciaba su hambre antes de llegar a la isla, que si no recordaba mal, Kilombo era una isla Marine, y si algo nos caracterizaba era armarla por cuatro tonterías como querer comer hasta reventar y luego hacer un "Sinpa". Sea como fuere la cosa es que íbamos camino a una isla con alineación hacia la Marina con un muerto en un barril... Aunque bueno, a decir verdad para cuando alcanzábamos a ver el puerto de Kilombo el muerto ya había desaparecido y solo quedaba el barril de madera además del fétido olor.

Por fin llegábamos a puerto, mi amada Gretta comenzó a otear el horizonte. "Ya está buscando más comida o alguien con quien acostarse". Pensé al verla barriendo toda la zona de los muelles de un vistazo, en ese momento me di cuenta de que tenía uno de los colmillos salpicado de sangre ya seca del tentempié de antes. - Oye Gretta tienes ahí un poco de...-. Antes de terminar la frase la cerda ya había encontrado algo que le había llamado mucho la atencion pues me cortó justo para señalarme hacia donde se dirigía. -Debería seguirla... Se va a meter en líos-. Dije resignándome a lo poco cuidadosa que era con estos detalles, bastante destacábamos ella y yo como para ir por ahí dando el cante.

Fui detrás suya siguiéndola hasta que de pronto volteó la cabeza, algo le había llamado aún más la atención que aquellos hombres hipermusculados. Gretta siguió avanzando mientras que yo no pude evitar quedarme embobado mientras seguía caminando. Ella estaba allí, de pie, inmóvil como una pintura. Su piel, blanca como la nieve, brillaba con un resplandor que casi desafiaba la intensidad del sol. Sus piernas largas y esbeltas se sostenían con una gracia natural, dando la impresión de que flotaba más que permanecía enraizada al suelo. Llevaba un vestido oscuro, sencillo pero elegante, que se ceñía a su figura sin esfuerzo, resaltando su porte altivo.

El cabello negro, liso y brillante, caía en cascada hasta su espalda, enmarcando un rostro que parecía esculpido por los dioses. Sus labios, de un sutil color carmesí, dibujaban una mueca indescifrable, ni sonrisa ni gesto de desdén. Sostenía una sombrilla de encaje negro, cuyo borde jugaba con la luz, proyectando sombras intrincadas y complejas sobre su piel. ¿Quién demonios eres? Pensaba para mi mismo sin prestar atención a mi alrededor. De pronto, un impacto. Fue como si el mundo lo me hubiese traído de vuelta a la realidad de un tirón. Me tambaleé ligeramente y volví la vista al frente para no encontrarme con nada. No se que esperaba encontrar si solo Gretta era más alta que yo en todo el muelle. Bajé la vista y ahí lo reconocí. Ese cabello negro y el semblante despistado, era inconfundible. -¡Juuken! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín-. Le dije con gran alegría al verle. Le había cogido mucho cariño al pequeño, casi como si fuese un hermano pequeño.

Cosas
#4
Teruyoshi
Teru
Teruyoshi caminaba con paso sinuoso entre el gentío congregado en el puerto de Isla Kilombo. El bullicio de la multitud inmersa en sus quehaceres diarios era como un cántico para los oídos del mink. Sus orejas puntiagudas, siempre atentas al salseo más jugoso, giraban de un lado a otro, captando y descartando conversaciones en busca de algo que entretuviese su día. El carácter voluble del gato solía conseguir que se aburriera con facilidad, por lo que siempre andaba en busca de algún estímulo que lo sacara de su tedio diario. Desde que había llegado a la isla no le había pasado nada relevante y comenzaba a ponerse nervioso.

- Me aburrrro… - dijo exasperado en un leve suspiro tras caminar un rato y no enterarse de nada que captara realmente su atención.

Si bien había oído algún que otro chisme gracioso, cómo que un tendero llevaba media mañana atendiendo en pijama, víctima de una resaca del copón sin darse cuenta de ello, o que alguien había robado el postre a un capitán marine, lo que explicaba el doble de uniformados patrullando por todos lados. Nada de aquello era lo suficientemente interesante como para atraer a Teruyoshi a ningún sitio… o al menos así fue hasta que la captó a ella.

Allí estaba. Una figura única entre todo aquel peculiar gentío que se había reunido en torno a una embarcación, como si fuera un faro en mitad de la noche, iluminando la densa oscuridad que era el aburrimiento del mink gato. Había de todo. Hombres fuertes y sudorosos que hacían suspirar a más de una dama, dejando sus ropas interiores en las mismas condiciones que sus camisetas. También estaba un humano cuyo pelo canoso y mirada carmesí atrajeron fugazmente la atención del mink. Incluso había un imponente pez negro, rudo y fornido, que destacaba por encima de casi todos los presentes. Sin embargo, ni el peliblanco de ojos rojos, ni el pez semigigante, ni siquiera la imponente mujer de cabello negro que inicialmente había despertado un atisbo de curiosidad lograron captar por completo su interés. Fue otra figura la que lo hizo, una enorme mole de pelaje parduzco que gritaba algo a la preciosa joven que se cobijaba tras una especie de paraguas.

- Eso sí que es una mujerrr - dijo en alto Teruyoshi con admiración, mientras se acercaba a la escena con su peculiar gracia felina. No podía apartar la mirada del pelaje de la jabalí, imaginándose así mismo amasando aquella preciosidad parduzca. El mink tuvo que hacer un esfuerzo por mantener sus zarpas quietas y no comenzar a masajear el aire como si ya la tuviera entre ellas.

-¡Oye, grrrandullona! - llamó a voces Teruyoshi a la jabalí con su peculiar tono de voz, tras lamerse una zarpa y pasársela por una de sus orejas de forma despreocupada. - ¿No prrrefieres que la compañía te la de alguien en condiciones y no uno de esos humanos pelados? - continuó sin pizca de vergüenza, clavando su mirada esmeralda en ella mientras se plantaba frente a la misma.

De cerca, la diferencia de tamaño era más que evidente. Ni con un Teruyoshi sobre otro alcanzaría su altura… aunque no es que fuera algo que pudiese amilanar al gato.

- Soy Teruyoshi, cocinero y aventurero errrrante - se presentó, dando por hecho, como su orgullo felino indicaba, que se volvería el centro de atención y le haría caso.

Cosas michiles
#5
Juuken
Juuken
Un nuevo día en la isla Kilombo. Al fin me había aprendido correctamente el nombre, tanto de la isla, como del pueblo de Rostock. Hasta hacía algún tiempo ni siquiera me había interesado saberlo, de hecho no pensaba que conocer el nombre de un lugar podría acabar resultando de algún tipo de utilidad. Gracias a Lance iba aprendiendo algunas cosas, al principio ni siquiera me separaba de él, sentía una cercanía que era incapaz de explicar. Siempre había estado junto a alguien y, aunque nunca sentí verdadera confianza, todo eso cambió cuando comencé a viajar con él. Desde Tom y Marin, nunca había llegado a confiar en nadie como lo hacía con ese peliblanco, el que se hacía llamar mi capitán.

Capitán de una tripulación pirata. Eso sí que no tenía todavía claro qué significaba. ¿Qué era ser un pirata? Era una pregunta cuya respuesta siempre resultaba confusa, cada vez se entendía de una forma diferente, cada persona tenía su propia visión de lo que era ser un pirata, por lo que era un término que no había que utilizar a la ligera. La marina los cazaba como si fueran los mayores criminales que habitaban sobre la faz de la tierra. A mi parecer, eso tan solo era un prejuicio determinado por una simple palabra, y por el significado que cada uno quería darle a la misma. En mi caso, decidí que esa palabra para mí, sencillamente sería un sinónimo de libertad. Libertad en tu forma de vivir. Libertad en tu forma de actuar. Libertad en la selección del camino propio a seguir.

¿Desde cuándo había comenzado a pensar así? Caminábamos por las calles del puerto, tranquilamente, cuando me di cuenta de ese pensamiento. Por primera vez, me había sorprendido a mí mismo con unos pensamientos que podrían considerarse profundos, pues eran cosas que nunca antes me había llegado a plantear. ¿Hasta qué punto podría estar cambiando? No estaba seguro de si me alegraba aquello, o si me aterraba el hecho de cambiar. No quería llegar a olvidar lo que soy, ni de donde vengo. No quiero que el pasado desaparezca de mi memoria y de mi recuerdo, sin embargo, una sonrisa se dibujó en mi rostro, inconscientemente, y verdaderamente alegre.

El murmullo de las calles comenzó a captar mi atención. Había vivido tanto tiempo sin conocer este tipo de vida, que ahora simplemente me había acostumbrado a la vida en la isla Kilombo y, especialmente, en el pueblo de Rostock. Una mujer gritaba dándole una reprimenda a su hijo por haber robado, montando todo un verdadero espectáculo en medio de la calle. El pobre muchacho me dió hasta pena, pero más que eso, me inspiró una sensación algo nostálgica y tristona. Esa era una vida que me había sido arrebatada. ¿Mis padres serían así? Tal vez no tenía, era posible que me hubieran vendido o abandonado, dejándome en manos de aquellos malditos desalmados. Eso sería algo que no llegaría a saber nunca, ni siquiera sabía por dónde podría empezar a buscar, desconocía el nombre que ellos me habrían querido poner. Mi nombre siempre fué un número, hasta que Juuni le dió la vuelta, dándome un verdadero nombre propio. Ella era la primera persona que había sido para mí algo parecido a una familia. Y ahora tenía a Lance.

Lance y yo cruzamos miradas, nos reímos. Él, seguramente reaccionando a ese pobre muchacho, no sé qué recuerdos le provocaría, o qué sensación le llegaría a transmitir a él. En mi caso, tan solo era una sonrisa que se me había dibujado sentirle a él como si fuera mi verdadera familia, tenía mucho aprecio a ese peliblanco, aunque tal vez tenía algo de confusión con el concepto de familia. Al igual que ocurría con el término de pirata, posiblemente para cada persona pudiera adquirir un significado distinto. Lo que tenía claro era que quería mantenerme junto a él, ayudarle en su camino, protegerlo cuando él no pudiera. Sentía que le debía mucho a ese peliblanco, y aunque llevábamos relativamente poco tiempo juntos, sentía como si ese tiempo hubiera sido de años. La confianza que sentía con él era bastante intensa, y eso me llegaba a reconfortar algunas veces.

Más conversaciones se escuchaban a nuestro alrededor, algunos simplemente reían, otros contaban historias, las cuales no llegábamos a escuchar más que un par de frases. Dos mujeres que parecía que necesitaban ayuda de unos palos para andar estaban sentadas hablando sobre la señora de antes y su hijo Tomás, una de ellas decía que ese niño era un descarado y un ladrón de cuidado, la otra señora en cambio, le intentaba convencer que la culpa era de su madre y de cómo le había criado, que el pobre niño no tenía culpa. Era una conversación algo curiosa, pero que no me apetecía ni siquiera pararme a escuchar. También otra conversación hablaba de que alguien había robado a un capitán de la marina, un pastel de manzana. No sabía qué era, pero tenía entendido que una manzana era una fruta dulce. No estaba seguro de si las había probado, tendré que pedirle a Shiro que prepare algo con manzana.

Lance se rió por lo bajo cuando escuchamos que el ladrón de manzanas había dejado una nota, alegando que estaba delicioso. Me quedé mirándole, inconscientemente fruncí el ceño, pues no entendía por qué se reía, gesto que mi capitán peliblanco malinterpretó, tal vez creyendo que le estaba echando en cara esa risa que había soltado a escondidas.

-Perdón, perdóoon, no pude evitarlo -se disculpó, aunque no comprendí muy bien por qué.
-¿De qué te disculpas? -Mi expresión en ese momento se convirtió en intriga.

No hubo respuesta inmediata, puesto que justamente habíamos llegado a la zona más alejada. Nos encontrábamos en los muelles, donde algunos barcos arribaban, otros zarpaban y otros estaban cargando y descargando suministros. Más adelante había algo de jaleo, varios marineros estaban allí prestándose a servicio, algunos parecían estar buscando gente que les quisiera contratar. Alguna patrulla marine deambulaba de un lado a otro, con algún que otro miembro oteando de forma inquisitiva, tal vez buscando al ladrón de manzanas de su capitán.

Entonces me di cuenta de un grupo de fornidos hombres que no paraban de cargar con grandes cajas, mucha gente y muchas cajas. No era gran cosa, pero me llamó la atención que parecía que había más cajas que bodega en ese barco. Nos quedamos un par de minutos ahí parados, esos hombres ya parecían algo cansados, se denotaba en el brillo de sus frentes por el propio sudor que exhudaban. Era cierto que el día no estaba siendo precisamente el más fresco de todos.

-¿Qué opinas, Juuken? -Lance me sorprendió con una pregunta que no esperaba mientras me señalaba ese barco que parecía tener una bodega sin fondo.- ¿Una mudanza urgente o alguien que no quiere que sepamos qué hay dentro de esas cajas?
-Creo que son demasiadas cajas, pero no estoy seguro. -Respondí prácticamente sin pensar en lo que estaba diciendo.

Lo cierto es que no terminé de escuchar lo que decía, pues como un súbito brillo llegó a mis ojos una imagen que no pude evitar quedarme observando. Aquella figura era distinta a todo cuanto había visto nunca. Una piel clara como el propio sol, parecía tener un deslumbrante brillo propio que no podía dejar de observar, aunque ese brillo cegase mis ojos, no podía quitar la vista. Unas largas y bien delimitadas piernas, parecían dar un porte de elegancia en la postura que la estaba observando. Ese cabello negro como el carbón, que hacía un contraste devastador con la claridad de su piel. Sin duda era algo realmente llamativo, imposible no verla y no quedarse mirando. Una tela sujeta con un palo está cubriendo ese rostro del sol directo. No pude evitar quedarme mirando ese rostro, no sabía ni cómo sentirme, sencillamente su expresión se me hizo increíblemente agradable. Tanto que Lance volvió a cogerme desprevenido con otra de sus preguntas.

-¿Quién crees que es?
-Una mujer.
-Nuevamente, respondí sin pensar. Obnubilado por la visión.
-Gracias Juuken, tenía dudas.
-Perdón
-dije sin apartar la vista, pero sin saber exactamente qué decir-. Nunca he estado tan seguro. ¿Quién será?

Lance se reía mientras decía esas últimas palabras, ni siquiera sé si se percató  de lo que le dije. Algo extremadamente grande se cruzó en mi línea visual, haciéndome perder el contacto visual con esa muchacha que estaba allí sentada. Una gran figura con un pelaje marrón se interpuso entre esa muchacha y yo. Por un momento fruncí el ceño, molesto por que esa criatura se hubiera puesto en medio, por lo cual me fijé en ella. Era muy alta y bastante ancha, se me hizo algo conocida, aunque no estaba seguro. No fue hasta que hubo un momento que la ví un poco más de perfil y le vi la cara, ese tamaño y esos colmillos. No cabía duda alguna, era ella.

La recordaba, hacía mucho que la había conocido, casi a la par de aquél gyojin. Aquél día casi tengo problemas con ella, por culpa de ese maldito de Kasan creo que se llamaba, ese gyojin al principio parecía que solamente quería volvernos el uno contra el otro y hacer que tuviéramos un serio conflicto, luego al parecer todo resultó en un malentendido. Esa mink, Gerta creo recordar que se hacía llamar. Ya tuve un malentendido y la llamé gorila, pues me confundí creyendo que era uno de esos. Ahora se que se trata de un tipo de mink, criaturas que son mitad humanos mitad animal, así como los gyojin son mitad pez.

Qué pequeño resulta ser el mundo, parecía que acababa de desembarcar y se había ido directamente a hablar con aquella muchacha que nos habíamos quedado mirando Lance y yo. Si tenía alguna duda, ya se había esfumado, estaba completamente convencido de que era ella. No pude evitar esbozar una sonrisa, al principio fue problemático, pero tengo buenos recuerdos de aquél día. Lance se estaba dando la vuelta para marcharse, no sin antes quedarse mirando hacia la dirección de la mujer de nuevo. Yo me giré para hablarle.

-A esa la conozco, Lance. -Le señalé con la mirada hacia aquella dirección- La grande que está hablando con la mujer, la conocía hace mucho. Creo que se llamaba Ger...

No pude terminar la frase, otro ser de considerable tamaño chocó conmigo. Un manto negro me golpeó en la cara, cogiéndome de nuevo desprevenido. ¿Un ataque sorpresivo? No tenía mucho sentido, había muchas patrullas marine y estábamos a plena luz del día. ¿Quién podría ser tan desconsiderado, y pensar tan mal las cosas, para hacer algo así en esas condiciones? Me llevé la mano a la cara, donde me habían dado, ese manto negruzco seguía justo. Miré hacia arriba, buscando el final de esa cosa que parecía tener vida propia. La imagen que llegó a mis ojos también fue bastante agradable. Ya le había recordado hacía poco, se trataba de ese tipo que había intentado que Gretta y yo nos peleásemos. ¡Es verdad! No era Gerta, sino Gretta. No había hablado mucho con ellos, era normal que se me liasen un poco algunos nombres, menos mal que lo había recordado a tiempo, y ahora el hombre pez estaba ahí, plantado frente a mí.

-¡Juuken! Cuánto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín.

No pude evitar sonreír, respondiendo a su propia alegría. Dijo que le diese un abrazo, pero tampoco hizo ningún gesto para ello, por lo que no entendí si era una forma de hablar o si lo decía en serio, pero quería que lo hiciera yo solamente. Había olvidado lo alto que era ese hombre, pero no pude evitar que la alegría se me notara en el rostro. Un viejo conocido, la primera vez que volvía a reencontrarme con alguien a quien había conocido hacía un tiempo atrás. De hecho, ni siquiera nos conocimos en la isla Kilombo, pero desconozco cual era el nombre de aquél otro lugar.

-Me alegro de verte, Kasan. Hacía mucho tiempo ya. ¿Cómo estás?

Le respondí con esa sonrisa. Entonces me dí cuenta, deben de haber estado viajando juntos, tanto Gretta como Kasan. Me sonaba raro el nombre, tal vez lo estuviera pronunciando mal, pero estaba casi seguro de que así era. Me giré a Lance, su cara de incertidumbre resultó bastante graciosa. Era la primera vez que me encontraba con un conocido, seguramente eso también habría llamado la atención del peliblanco, y de ahí su expresión.

-Lance, este es Kasan. Le conocí hace ya un tiempo, un poco después de conocernos tú y yo ahora que lo pienso. ¿Cómo se llamaba ese sitio? Bueno da igual -no le di siquiera tiempo a responder a la pregunta. Me sentía un poco eufórico por la situación. Tal vez hasta emocionado-. Y ella de allí -señalé a la mink- es Gretta. Ven, te la presento.

Comencé a avanzar a paso ligero hasta donde estaba la gran mink. Todavía no sabía exactamente qué tipo de animal era ella, en su día no se lo pregunté, pero tampoco tenía claro ni siquiera qué era un mink. Tal vez, ni siquiera había escuchado nunca esa palabra. Cuando estuve bastante cerca, no pude evitar comenzar a llamarla con bastante alegría y júbilo.

-¡Gretta! -Decía mientras me acercaba a ella-. Soy Juuken. ¿Te acuerdas de mí?

Llegaría con entusiasmo a donde estaba ella, y me di cuenta entonces de que la otra muchacha, esa de la piel blanquecina que se escondía del sol, estaba justo ahí al lado, hablando con Gretta. Solo esperaba no haber llegado a interrumpir ninguna conversación. Tal vez fueran amigas que se conocían de otra situación. Además también había allí, y me di cuenta solamente en ese momento, de otro animal que iba a dos patas. ¿Otro mink alomejor? Al igual que Gretta tenía una gran cantidad de pelaje por todo el cuerpo, pero en este caso era completamente negro. Destacaba bastante, pero entre Gretta y esa mujer, no me había dado cuenta de su presencia hasta que había llegado a su posición y le había visto. Esperaba que no se molestase, lo cierto es que me llamó bastante la atención su aspecto. Me resultaba agradable.

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