Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] Reclutando a los aliados
Lykos silver
Drake
Verano del 724, Dia 3.
Isla Organ-Ciudad Meruem
.

El amanecer bañaba de tonos dorados el edificio del gremio de los Crimson crusaders mientras que los primeros rayos de luz iban iluminando cada parte del interior del gremio, dentro, me encontraba yo, nervioso por empezar aquel momento de mi vida, hoy era el día: El día oficial del primer reclutamiento del gremio, dentro, me encontraba en la planta baja, nervioso, había dispuesto comida y bebida por las mesas como si de una fiesta de bienvenida se tratara, era una estupidez propia de una fiesta de niños... joder, estaba tan nervioso que realmente no sabía que hacer, miraría a mi alrededor, dándome cuenta de que se me había olvidado colgar de las paredes los mapas del blue y los estandartes que tenía preparados. Suspiré, todo estaba siendo un desastre y yo no era el mejor para organizar este tipo de cosas por lo que simplemente empecé a colgarlos, distribuidos equitativamente por todas las paredes para dejarlo lo mas estético posible, después de eso me acercaría a la chimenea central para resguardarme un poco con el calor que esta emitía, era distinto al calor que había fuera, tenía... un sentimiento de hogar, pequeñas lagrimas brotaban de mis ojos dejando ligeros rastros humedecidos a lo largo de mi rostro los cuales no tardaría en secar. -Je.. ya queda poco, ¿verdad?, tsk. Saldría a la calle, revisando a las personas que se encontraban paseando y pasando de largo, había algunas personas mirando el edificio como si estuvieran esperando algo pero no tenían pinta de ser cazadores por lo que no les presté demasiada atención, frente al gremio estaba el gran cartel que había preparado y que citaba: ¡Únete a los Crimson Crusaders! Buscamos valientes dispuestos a explorar lo desconocido, enfrentar peligros y forjar un legado. Ven, cuéntanos tu historia y hazla parte de la nuestra.

Dejé las grandes puertas abierta, anunciando que por fin había abierto el gremio, me apoyé en una de las mesas de la entrada, expectante, no tenía ni idea de como iba a interactuar con la gente que fuera llegando, no tenía idea de si iban a tratarlo bien, de si iban a ser buenas personas, todo era un misterio para mi, pero.. el único sentimiento agradable que me rodeaba era la nostalgia, como si toda mi vida hubiera estado esperando a este preciso momento, pasé mi mano por mi plateado cabello, acomodándolo bien mientras la laca terminaba de hacer su efecto, me aseguraría de tener la barba bien colocada y miraría al frente desde mis 5 metros de altura:

-Bienvenidos.
#1
Ungyo Nisshoku
Luna del Alba
Desierto de Kalab
Día 3, Verano. Año 724
10:30am

El desierto de Kalab no era un lugar que perdonara fácilmente. Cada grano de arena parecía decidido a clavarse en mi piel, o en mi pelo, o en mis ojos o en mis alas. No había manera de librarme de aquel martirio. Era como si el maldito paisaje quisiera demostrarme que había cometido un error al venir aquí, y tal vez tenía razón. Había pasado la noche viajando en la carreta mercante de aquellos ancianos como pasajero. Menos mal aceptaron sacarme de aquellas ruinas hediondas (ciertamente se merecían el nombre).  Ya estaba harto de estar siguiendo pistas falsas y promesas huecas, y lo único que tenía para mostrar por mis esfuerzos era una paciencia que ya había muerto hace rato.

Si no fuera porque Agyo eligió convenientemente que sería él quien vendría aquí a buscar el susodicho gremio de cazadores ese, habría mandado a todo este lugar a la mismísima mierda y regresado a algún puerto a ganar algo de dinero a punta de romper caras ajenas. Pero no, el estúpido de mi hermano tenía que tener alguna razón para elegir un sitio tan miserable como este para encontrarse.

La Ciudad de Meruem (así dijeron los viejos mercaderes que se llamaba) apareció al final de la interminable extensión de arena justo cuando estaba considerando emprender vuelo a donde hubiera al menos un poco de sombra. Murallas polvorientas y torres de vigilancia mal cuidadas se alzaban contra el horizonte, protegiendo un caos que no parecía mucho mejor que el de las llanuras hediondas ¿Que toda esta puta isla se está viniendo abajo? Entré con la misma energía con la que había soportado mi estancia en esta isla hasta ahora: cansancio y ganas de mentarle la madre a mi hermano (sí... Lo sé). Tras recorrer un par de calles en la carreta, me bajé y con un gesto de la mano, sin detenerme me despedí de aquellos samaritanos que me permitieron viajar con ellos toda la noche.

Las calles estaban abarrotadas, un bullicio y una alharaca constante de comerciantes, niños, y gente de mierda era todo cuanto podía oír allí. La mayoría de las personas que vi no tenían pinta de parecerse en lo más mínimo a un cazador: Eran poco más que matones con armas viejas y mal cuidadas. Si alguno se cortara por error con esos cuchillos, seguramente moriría de tétanos. Algunos de los transeúntes llevaban tatuajes en sus brazos que revelaban haber pertenecido a la marina; otros, estaban cubiertos de cicatrices que hablaban de una vida llena de malas decisiones. Nadie valía la pena. Mis ojos buscaban algo concreto, algún indicio de que este viaje no había sido en vano.

Y entonces lo vi. Y no. No era Agyo.
Un cartel más grande de lo necesario colgaba sobre un edificio que parecía haber sido pintado para la ocasión. La fachada destacaba por parecer muchísimo más cuidada que todo lo que me había topado hasta ahora en esta Las letras rojas del anuncio gritaban con un entusiasmo que me resultaba irritante:

Cita:¡Únete a los Crimson Crusaders! Buscamos valientes dispuestos a explorar lo desconocido, enfrentar peligros y forjar un legado.

Mi mandíbula se tensó. ¿"Legado"? ¿Qué clase de idiota se creía capaz de ofrecer eso? Sin embargo, había algo en las palabras, una chispa de verdad enterrada bajo todo ese teatro barato. No iba a admitirlo en voz alta –ni siquiera en mi propia mente por mucho rato– pero algo me empujó a acercarme.

Antes de entrar, me tomé un momento para observar desde la calle. El edificio tenía puertas abiertas de par en par, y desde afuera ya podía ver que alguien había intentado decorarlo para hacerlo más acogedor. "Qué lamentable" pensé mientras chasqueaba la lengua en desaprobación. Mapas colgaban de las paredes, estandartes con un diseño simple ondeaban en el interior, y mesas cubiertas de comida y bebida llenaban el espacio principal "Al menos la comida se ve agradable". Parecía una celebración, aunque una que no terminaba de encajar con el aire polvoriento y cansado de la ciudad.

El anfitrión no era difícil de identificar. Incluso si no hubiera sido tan alto –cinco metros, fácil–, el cabello plateado y su postura inquieta y una barba sumamente ridícula lo hacían destacar. Acomodaba una y otra vez la barba, sin éxito en verse normal, mientras se apoyaba en una mesa junto a la entrada, mirando al vacío como si intentara reunir el valor para enfrentar lo que venía.

Un líder nervioso. Bien. Ya estaba empezando a dudar de este lugar. Si eso era el líder, no quería imaginarme a los que intentaría dar caza.

Caminé hacia el gremio con pasos firmes, ignorando las miradas curiosas de los zarrapastrosos transeúntes. Las botas pesadas resonaron contra el suelo de madera cuando crucé el umbral, y una corriente de aire fresco me golpeó la cara y me llenó las alas. Un alivio momentáneo, aunque no suficiente para calmar mi irritación. No podía ser cierto esta mierda. Agyo llevaba días aquí y por lo que veía, no estaba en el vestíbulo. O este no era el dichoso gremio de cazadores, o mi hermano era un imbécil y aún no encontraba el sitio... Eso o ya había conseguido que le mataran o algo. Todo era posible con él.

Mi mirada recorrió el interior del lugar mientras avanzaba. Había puesto esfuerzo en que las cosas estuvieran arregladas e impecables, eso era evidente, pero la falta de experiencia era igual de obvia. Los estandartes estaban desiguales, los mapas no tenían un propósito claro más allá de rellenar espacio, y la disposición de las mesas daba la impresión de una fiesta improvisada. Sin embargo, era un enorme cambio comparado con todo lo demás que había visto en esta isla, así que no me quejé y traté de apreciar el intento de que el sitio se viera presentable.

El líder, el hombre que había organizado todo esto (imagino), no me miró al principio. Estaba demasiado ocupado en sus pensamientos, sus grandes manos descansando sobre la mesa como si estuvieran listas para sostener el peso de algo mucho más grande que él. Me detuve frente a la mesa, cruzando los brazos y esperando a que notara mi presencia. Nada.

Mi paciencia, ya desgastada, terminó de romperse. Solté un sonido seco con la lengua, un clic que finalmente lo sacó de su jodido ensimismamiento. Su mirada se encontró con la mía, y aunque no dijo nada, su expresión nerviosa cambió a algo más enfocado, como si intentara descifrar quién era yo y qué quería. No dije una palabra. Lo evalué de pies a cabeza y como nada en él parecía dar intenciones de preguntar nada, finalmente abrí la boca: "¿Agyo está Aquí?-Um."

Acompañé mis palabras con un golpe seco a la mesa, suficiente fuerte como para llamar su maldita atención. Luego me crucé de brazos esperando una respuesta. No tenía tiempo para rodeos ni paciencia para explicaciones ridículas. Si sabía algo, lo diría. Si no, seguiría buscando. El barbudo no dijo nada. Parecía confundido por mi pregunta, así que entorné los ojos y suspiré.

Mientras el tipo balbuceaba en busca de alguna respuesta, mi mirada vagó por el lugar nuevamente. Había detalles que intentaban dar un aire profesional al gremio, pero aún se sentía más como un sueño en construcción que como una realidad sólida. Me pregunté cuántos de los que se unieran realmente durarían en este negocio. La mayoría, probablemente, terminaría muertos o huyendo al primer problema real.

¿Y yo? pensé con amargura. No me había unido a nada todavía, pero el cansancio y la falta de opciones y el dichoso sueño de salir de esta vida de mierda en las calles me estaban llevando por ese camino. Agyo fue el que propuso la idea. Supongo que debía tener alguna razón para interesarse en este lugar, pero si no lo encontraba aquí, no pensaba quedarme mucho tiempo. El lugar no era feo. Al menos no como el resto de la ciudad, pero eso no significaba que quisiera estar aquí. Ahora que lo pienso, si Agyo se fue a otro lugar sin avisar, es que le voy a romper las alas para que aprenda.

El aire estaba silencioso, a excepción del chisporroteo de la chimenea central. La mezcla de olores de comida y bebida me apetecía pero no era lo importante ahora; había comido lo suficiente en el camino para no desmayarme, pero hasta ahí. Tampoco es que un trozo de pan me matara el hambre, ¿no?. Mi cuerpo estaba en piloto automático, funcionando con lo mínimo mientras mi mente seguía adelante por pura fuerza de voluntad, o eso decía yo para no admitir que mi encabronamiento era el combustible que me movía.

—Tsk. —El sonido salió de mis labios antes de darme cuenta. La frustración acumulada necesitaba una salida, y aunque no significaba nada en particular, al menos era un sonido que podía liberar algo de la presión en mi pecho. Pasé mi mano por el rostro, eliminando el sudor acumulado durante el día, y luego me giré hacia el sillón más cercano. Apoyé el culo en él, ante la mirada del dueño y cerré los ojos por un momento mientras mi mente calculaba cuánto tiempo más iba a soportar aquí antes de volver al desierto.

La vida era siempre una espera: para algo, para alguien, para un maldito momento de paz que nunca llegaba. Pero hoy, más que nunca, sentía que estaba cerca de algo. No sabía si era el gremio, Agyo, o simplemente el final de esta búsqueda, pero fuera lo que fuera, tenía que valer la pena. Si no, siempre estaba la daga y la calle.


Resumen
#2
Agyo Nisshoku
Sol del Ocaso
Ya había dejado atrás a la vieja Nelly y a la maltratada estúpida que era su hija, tambien había golpeado a un intento de pirata, a pesar de que me estafaron, me sentía contento, volaba tranquilo hacia la ciudad, porque claramente a las afueras no había nada, en ese momento me tope con unos mercaderes que al verme me señalaron, como no estaba volando tan algo me acerque a ellos a saludarlos y preguntarles si sabia algo del gremio o si habían visto a otro tipo con alas feo y mal encarado.

-Que tal buenos señores, me llamo Angyo y estoy buscando 2 cosas, un gremio de cazadores y otra un tipo con alas blancas parecido a mí.
Uno de los señores, me dijo que no tenían idea de un gremio, pero que buscara en la ciudad que tal vez alli tendría suerte y luego me dijeron que hace mas o menos 30 minutos habían dejado a un tipo con alas blancas a la entrada de la ciudad, es el idiota de Ungyo pense, genial.
Les di las gracias y seguí volando tranquilamente hacia la ciudad, en ese momento me percate la cantidad de arena que había sobre mi ser, maldito lugar de mierda pense, pero no podía hacer analogía a esto delante de Ungyo el mal encarado seguramente estaba pensando que esto era mi culpa, que a que mierda vinimos aca, que podíamos seguir peleando en las calles, yo sabia que era un buen tipo y ademas de un excelente hermano, pero a veces era un idiota que no hablaba mucho, a pesar de todo lo quiero.
Llegue a la entrada de la ciudad, esta se herejía imponente con sus murallas, espero de corazon que ayuden a evitar que, entre tanta arena, me sacudí las alas con un alteo en un intento infructuoso de limpiar un poco la suciedad, por el chivatazo de los viejos Ungyo tenía que estar alli, pero la pregunta era ¿Dónde?, espero que haya encontrado el gremio y que haya sido educado con la gente, nada de estar golpeando cosas.
Entre a la ciudad y sinceramente pense, ¿Dónde mierda me meti?, no era la ciudad que pensaba que seria, ni cerca, había mucha gente como todas las ciudades, eso si, pero nadie lo realmente fuerte a mi parecer, carteristas de poca monta, uno que otro pandillero con cara de “Quiero que me golpees hasta morir”, prostitutas, gente con cuchillos tan oxidados que el simplemente hecho de blandirlos ya era un peligro en si mismo. Me preocupe porque Ungyo se iba a molestar, pero luego me heche a reir imaginando su cara de idiota, los reproches absurdos que me iba a dar, eso iba a valer cada grano de arena que se me metía en la nariz, orejas, pelo, alas, su cara de ira no tenía precio.
Mientras caminaba por la ciudad, me iba sacudiendo el cabello tanto como podía, había demasiada arena, me detuve en un puesto y compre una botella de agua, la gente me miraba atónita y ya me estaba empezando a dar por las pelotas esa situacion, ¿Qué nunca habían visto a un tipo con alas? Tomé la botella y vacié la mitad del contenido sobre mi cabeza, esto fue refrescante un soplo de amor de una manera que nunca conoci.
Las mirabas no cesaban era realmente molesto, me le acerque a un señor de unos 50 años, ya no queria nada que ver con viejas, al menos por ahora y le pregunte si sabía sobre algún gremio de cazadores que se había fundado hace poco, este no supo decirme nada sobre un gremio, pero si sabia que hace unos dias habían comprado un edificio que estaba a unas 20 calles de donde el se encontraba.
Le di las gracias y decidi caminar con la mayor parsimonia que pude en la direccion indicada buscando un edificio y con suerte encontraría a mi hermano.
Cuando solo me faltaban 4 cuadras lo vi, un cartel gigante que decia “Únete a los Crimson Crusaders”, apure el paso y cuando llegué al edificio vi a un tipo enorme media no menos de 5 metros, lo comico no era su estatura sino el bigote que usaba, no pude evitar cagarme de risa por dentro, hay que tener las pelotas bien puestas para andar por la vida con esa cara, pense.
Me acerqué al tipo del bigote raro y le dije que iba a entrar al edificio y que tal vez estaría dispuesto a unírmele, que lo veía adentro despues.
La imagen del recinto era, en resumidas cuentas, cómica, estaba arreglada como la fiesta de un niño y yo de eso sabia bastante puesto que en mis años de esclavo me hacia asistir a las fiestas de los hijos de los dioses para complacerlos en lo que ellos quisieran, ademas de que no nos daban comida ni agua, que dias horribles aquellos.
Decidi acercarme a la mesa donde estaban las bebidas y tome otra botella de agua mire a mi alrededor y alli estaba un idiota con alas blancas, con el cabello largo negro con los ojos cerrados y una cara que se asemejaba a la mía, pero yo seguía siendo mucho más guapo.
Me le acerque y le golpee la pierna para que supiera que yo su hermano mayor ya estaba aquí, en su mirada se podían leer varias preguntar, pero sabía que como hablaba poco no las iba a hacer asi pues lo mire sonriente y le dije.
-Hazme espacio que me quiero sentar a tu lado. Y antes de que empieces con tus estupideces, yo voy a contestar tus preguntas, sin necesidad que me las hagas, recuerda que soy tu hermano mayor y se como piensas, ademas venimos del mismo vientre.
Tomé asiento al lado de Ungyo y seguí charlando con el.
-Seguramente piensas que esto no valga la pena, pero si bien acepto que esta horrible, puede ser algo que ayudemos a construir juntos, porque hasta alguien como tú, con esa cara de mierda puede ayudar a hacer algo. Como te dije hace un tiempo no quiero tener que pelearme otra vez en la calle, de gratis, somos buenos en lo que hacemos y debemos cobrar por eso, podemos forjar un legado, uno juntos y dejar atrás tanta mierda, quiero dinero Ungyo tanto que me pueda bañar en el y limpiarte los mocos con billetes. Asi que hazme el favor de cambiar esa cara de mierda, al menos no seas grosero, por favor.
Me quedé en silencio solo un momento ya que queria contarle lo que había sucedido hace un rato con la vieja nelly.
-Vengo de las afueras de la ciudad, estaba buscando este sitio y a ti, una vieja me pidió ayuda y dijo que me iba a pagar, asi que me parecio buena idea, a su hija la estaba moliendo a golpes el marido un “Pirata” y ella queria que lo evitara y asi hice, molí al tarado a golpes con mis manoplas, ve aca esta la prueba (Y le enseñe las manoplas llenas de sangre), pero luego la hija me golpeo en las costillas, la muy hija de puta me dijo que no golpeara a su marido, me moleste y las deje a las 2 alli solas y no, no me pagaron.
Suspire y tome otro sorbo de agua, espero que no seamos los únicos 2 idiotas que nos vamos a unir a este gremio, estoy seguro de que seremos más que suficientes a la hora de pelear, pero nunca esta de más tener apoyo.
Ungyo seguía callado, seguramente mal humorado, asi que en un susurro le pregunte.
-¿Viste el bigote del viejo de la entrada?, ¿Qué opinas?.
Me quedaría expectante a la respuesta, seguramente escueta de mi hermano menor y muy para mis adentro le pedi a alguna fuerza que rige el universo que esto saliera bien, de verdad espero que sí.

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#3
Lykos silver
Drake
Parece ser que mi espera no duró demasiado, a lo lejos, podía observar a un hombre extraño, tenía alas y un largo cabello de color negro azabache, su expresión no era la mas agradable que había visto, la verdad, pero bueno, todo el mundo solía ser mas considerados en el interior. El chico caminaba de forma segura, contrarío al nerviosismo que yo estaba teniendo, el estaba.. juzgando con la mirada, se le notaba a leguas, después de un rato se acercó a mi, al parecer, estaba buscando a un tal Agyo o algo así, lo cierto es que el era el primero en llegar. -No, caballero, de momento ha llegado usted. Tsk. Le dije de forma seca, aun no estaba seguro de si aquella persona quería o no unirse al gremio, por lo que me quedé observándolo durante un rato hasta que acabó sentándose en una de las sillas, bueno, algo es algo y el parecía ser el comienzo, estaba seguro de que las siguientes personas en llegar serían algo mas sociables, la base de toda una organización era la comunicación, no pasaba nada por que alguno de sus miembros fueran mas callados que otros, así que todo iba bien de momento... o eso creía, al rato, una persona de tez oscura y alas igual de negras llegaría, algo me decía que ese debía de tratarse de la persona que el otro estaba buscando, se acercó a mi, diciendo que igual planteaba unirse. -Bienvenido seas, entonces. Tsk. Y después se acercó al que asumí que debía tratarse de su hermano.. y efectivamente, el que acababa de llegar parecía ser el hermano mayor, interesante, ¡eso era muy bueno! por que ya tenían confianza y podrían comprometerse mas con todo el rollo de ser una familia y esas cosas, por lo que sonreiría al verlos, aunque.. me fijaría en que el primero que había llegado aun tenía mala cara. Desde la mesa principal en la que me encontraba apoyado no podía realmente soportarlo, la cara de mal rollo que tenía el de las alas blancas me estaba poniendo mas nervioso de lo que me encontraba, ¿de verdad lo había hecho tan mal?, joder... a ver, ¿Cómo lo podía hacer?, tenía que hacerme respetar de alguna manera y aquellas dos personas seguro que la mejor forma de ganar su confianza era apareciendo mas intimidante, algo que... bueno, midiendo 5,20 metros era sencillo de obtener.

Respiré hondo mientras me encorvaba, dejando ver realmente la magnitud de mi tamaño, debido a la posición de la chimenea y de las ventanas, mi colosal sombra cubría gran parte de la habitación en la que aquellos dos individuos se encontraban, caminaría hacia ellos con paso firme el cual haría rechinar levemente el suelo debido a mi peso al completo, sonando pesados, los miraría fijamente mientras mi barba ya bien acicalada tapaba gran parte de mi cara, tanto que no podía llegar a verse mi boca de buena forma, gran manera de intimidar aun mas. -Disculpa.... pero creo que no nos hemos presentado. tsk. Daría un ligero golpe a la mesa para que me prestaran atención, mis manos eran probablemente mas grandes que sus cabezas y mi tono de voz era muy serio y seguro de mi mismo, después de eso volvería a tomar la postura, cruzando mis brazos y mirándolos desde arriba -Mi nombre, es Lykos, como os podéis imaginar... soy el creador del gremio. tsk. Mientras decía aquellas palabras, sacaría de mi bolsillo un cigarro y lo encendería con un mechero, posicionándolo en alguna parte de mi barba donde podríais suponer que se encontraba mi boca. -No he podido... evitar escuchar las palabras de tu hermano, aun desconozco tu nombre pero.. Entiendo. Que no todo el mundo puede ver lo que yo veo aquí, tsk. Dije con una voz profunda y llena de autoridad, no levantaría el tono de mi voz, pues era un hombre que sabía hacerse escuchar sin necesidad de alzarla. Ondularía mi brazo, señalando al interior del gremio. -Es cierto.. que el gremio acaba de crearse y aun estoy en proceso de mejorar la decoración.. le pedí consejo a mis tres hijos y quizá no he pensado demasiado en la decoración, pero... mira, este edificio no es simple madera, metal y tela, esto, es una promesa, un hogar para aquellos que no tienen, una oportunidad para forjar algo mas grande que pequeñas vidas. tsk. me quedaría quieto durante unos segundos para darle oportunidad de escucharlo todo bien, mientras daría ligeros pasos hacía atrás, arqueando la cara en una sonrisa. -Buscamos luchadores, gente para defender a los que lo necesiten, yo confió en que tendréis lo necesario, pero necesito que confiéis en mi, puede que sea el líder solo por haber creado el gremio, pero aquí todos tenéis voz y voto si decidís ingresar. tsk. Mientras les decía todo aquel discurso, un pequeño lagarto escamado como un armadillo se subiría en mi hombro

Virtudes y defectos
#4
Ungyo Nisshoku
Luna del Alba
Estaba allí, sentado en ese sillón con una mezcla de hastío y curiosidad, mientras por la puerta, apareció la figura de Agyo, que se acercaba con su característico comportamiento despreocupado. Podía sentir su mirada fija en mí, esa expresión que siempre tiene cuando sabe que hay algo que no va bien, algo que no le gusta, algo que lo irrita. Lo veía venir desde lejos, y aunque él no lo decía, sabía lo que pensaba. Era el mismo odio que me causaba a mí cuando veía cualquier cosa que no se ajustara a su imagen, o sus expectativas. El lugar tampoco le había impresionado, y la cara de asco que puso cuando pasó por la comida… Yo sabía lo que le recordaba.

El cara de culo me pidió espacio para sentarse. Me moví a un costado y empezó con su cantaleta de que él es el mayor. Siempre con el cuento de que es el mayor, cuando yo soy el hermano mayor. Es un pendejo, pero es mi hermano y me toca quererlo así tonto como salió. Además, él es la única persona con quien puedo entenderme sin decir ni una palabra. Al menos sabe que no me gusta andar malgastando saliva en palabrerías como él. Empezó a explicarme sus motivos sobre el por qué a pesar de que esto no parecía una excelente opción, sí que era una buena idea en su opinión. He de confesar que tenía un punto en sus palabras, al menos lo bastante decente como para no pararme y salir volando de aquí. Me pidió que no fuera grosero, y bueno, no sé cómo podría ser grosero si no he dicho nada. Pero asentí con los ojos cerrados y cruzando de nuevo los brazos, para que se quedara tranquilo. No estaba precisamente contento, pero tampoco estoy buscando causar problemas. Al menos no de momento.

Agyo siguió contándome sobre no se qué aventura que tuvo antes de llegar aquí con una vieja y su hija, aunque la verdad no me importaba en lo más mínimo. Luego, imagino que tratando de alivianar el ambiente y mi mala cara me preguntó por el bigote del dueño del gremio. Le devolví la mirada y bufé, mostrando una sonrisa para solo limitarme a rascar mi barbilla, para que entendiera que aquello no era un bigote sino una barba. en su cara podía ver aún los nervios ante la posibilidad de que todo esto fuera una decepción más en la lista de ideas que había tenido para sacarnos de las calles antes, como la vez que quiso que montáramos un servicio de repartidores de paquetería porque “entregábamos la mercancía volando”... Recordar eso me hizo sonreír de nuevo y le di un codazo a mi hermano, para que se calmara un poco. Al final, si no salía bien, algo inventaríamos.

El dueño del lugar, o al menos el que imagino era dueño del lugar se acercó entonces a nosotros. Allí pude ver su imponente tamaño. El tipo nos doblaba en estatura, e incluso un poco más. Se volvió entonces una situación incómoda, pues era la primera vez que alguien como aquel tipo intentaba mediar en esta extraña dinámica que comparto con mi hermano gemelo. La llegada de Agyo había sido ruidosa, llena de su irritante imprudencia, pero aún así, allí estaba. Y yo, como siempre, permanecí callado, esperando que la situación se resolviera por sí sola, o que no sé. Que se atragantara con su propia barba y me dejara en paz.

No había hablado ni una sola palabra desde que Agyo se unió a mi. Mis gestos, aunque claros para él, no podían ser entendidos por el otro tipo, quien me empezó a interpelar de manera casi suplicante por una oportunidad para su proyecto de gremio. Se presentó entonces como Lykos y me preguntó mi nombre. No respondí y él continuó hablando ¿Realmente podía ver algo de valor en ese lugar? ¿Podía creer en lo que Lykos estaba diciendo? si algo destacaba en el discurso de este hombre era su confianza inquebrantable, que he de admitir me hizo dudar por un momento. “¿Un legado?” pensaba para mí mismo, pero la verdad era que el concepto de legado siempre me había resultado algo etéreo.

 ¿A quién le dejaría yo un legado? No tenía hijos, ni mujer. Solo tenía al idiota de Agyo y seguramente la muerte nos alcanzaría al mismo tiempo, igual que la vida los hizo hace ya algunos años. Pero el barbón tenía hijos, o eso había dicho. Nunca entenderé ese lazo paternal, pues poco y nada recuerdo de los viejos. Un par de vistas a lo lejos y el aviso de sus muertes nada más… Pero a él parecía importarle mucho lo que sus hijos le habían aconsejado.

Lykos, no parecía un hombre ordinario, y no lo digo solo por su imagen. No podía negar que su presencia intimidaba. El hecho de que estuviera dispuesto a buscar la aprobación de sus potenciales miembros, aunque aún estuviera en proceso de construir algo que él consideraba un "hogar", me dio algo en qué pensar. Aquel tipo no era un líder común. Lo supe desde el primer momento en que lo vi, y en el momento en que vi la mesita de comida arreglada como si estuviera armando una fiesta infantil, pero también sabía que no todo en la vida era tan simple como parecía. Las palabras de Agyo, que solían ser tan precipitadas y ligeras, se contraponen a las de Lykos, que poseían una gravedad que no pude evitar considerar.

Me quedé en silencio, observando cómo Lykos, en su peculiar manera, intentaba impresionar con su presencia. Él sabía lo que hacía. La forma en que su enorme cuerpo llenaba la habitación, cómo su sombra se proyectaba sobre el suelo, era innegablemente efectiva. Y aunque la decoración del gremio, como él mismo admitía, aún necesitaba ajustes, su discurso me hizo detenerme por un momento. No podía negar que había algo más en todo esto que simplemente pelear por dinero o por venganza. Parecía que Lykos creía, o al menos quería creer, que estaba construyendo algo que valiera la pena esforzarse en crear (aunque no se le diera precisamente bien). Aunque si de algo estaba seguro, era de que las promesas vacías no eran lo mío. Toda la puta vida con Agyo y sus promesas de proyectos salvadores que nos harían ricos me lo dejaba más que claro. Luego de una vida al lado del pendejo ese, las palabras sin acción no significaban un carajo.

De todos modos, las palabras del barbudo me hicieron reflexionar, al menos un poco, aunque mi rostro no lo mostrara. A pesar de mi mala cara, algo en su discurso hizo clic. O sea, sí, el gremio estaba en sus primeras etapas, tal vez la decoración no era perfecta, pero nada que no pudiera arreglarse. Además la idea era cortar cabezas, no ser decoradores de interiores. Las promesas de ofrecer algo más grande que pequeñas vidas no eran algo que cualquier idiota pudiera decir y seguir así como si nada. En su mirada se veía la intención de respaldar sus palabras.

A pesar de todo, seguí sin hablar. No valía la pena usar mis palabras para contestarle. No era eso lo que necesitaba. Era el lenguaje de la acción lo que valía la pena, y el que no hubiera salido volando de allío hace rato ya estaba dando una respuesta más que clara. A pesar de mi silencio, había llegado a este lugar con un propósito: encontrar a Agyo y ver si este nuevo "gremio" realmente valía la pena. Mis alas blancas, como siempre, me acompañaban, y quedarme aquí significaría estar hasta el culo de arena todo el tiempo. Eso también había que pensarlo, digo. No podía evitar pensar que este lugar, por su desorden y por el extraño tipo que lo dirigía, era un reflejo de algo mucho más grande que la simple construcción de un gremio.

Mientras que me mantenía en silencio, evaluando la situación con la misma calma que siempre me caracterizó, mis pensamientos volvieron a girar alrededor de Agyo. ¿Qué pensaba él de todo esto? ¿Realmente creía en las palabras de Lykos? No era la primera vez que Agyo se metía en algo sin pensarlo dos veces y terminaba arrastrándome a mi a sus planes ridículos... Pero esta vez, tal vez por primera vez, estaba dispuesto a seguir su ejemplo. A pesar de todo, algo en su actitud me hizo dudar. Quizá había algo más en este lugar que una simple oportunidad de hacer berries. Algo que nunca había considerado antes.

Cuando Lykos terminó su “defensa”entendí que se esperaba una respuesta de mi parte. Mis gestos no eran suficientes para expresar todo lo que sentía en ese momento, y seguro Lykos no me entendería ni media verga, así que tomé mi libreta y mi lápiz,y garabateé un mensaje.
Escribí, y después de unos segundos, se lo mostré a Agyo:

Cita:
"Agyo y Ungyo Nisshoku. Queremos unirnos"

Le lancé entonces la mirada. Esa mirada que él sabía que significaba “como esta vez no salga tu plan de mierda, te voy a decir tus 4 verdades”. Era simple, directo, y mucho más significativo de lo que las palabras mostrarían. Después de todo, confiaba en él. No en este gremio, no en Lykos, pero sí en Agyo. Sabía que juntos podríamos construir algo, tal vez algo que valiera la pena, tal vez algo que nos sacara del ciclo interminable de luchar en las calles por migajas. No estaba completamente convencido de la capacidad de Lykos, ni de su gremio. Pero si Agyo quería seguir este camino, lo haría a su lado.

Por un momento, miré a Lykos, quien parecía esperar alguna clase de respuesta, probablemente con la esperanza de recibir la aprobación que tanto necesitaba. Sabía que no sería fácil para él ganarme, pero su disposición a escuchar, su voluntad de construir algo y no solo destruir, eran cualidades que no podía ignorar, igual que su extraña elección de estilo para la barba. A pesar de todo lo que me molestaba de este lugar, había algo que podría darle una oportunidad a este cuchitril. Tal vez podría incluso hacer que dejara de ser un cuchitril y se volviera un lugar respetable cuando menos.

Alzando la mano con calma, le di el papel a Lykos y me levanté del asiento. Entonces me dirigí a la mesa de comida y tomé uno de los sandwiches que tan cuidadosamente había cortado en forma triangular y lo probé. “Nada mal” pensé. Agyo se giró hacia mí, y su expresión cambió ligeramente, como si hubiera entendido lo que había querido decir. Sonrió, esa sonrisa de siempre, tan descarada y llena de confianza, y aunque no lo dijera en voz alta, estaba claro que agradecía mi cooperación. Tomé una copa de vino y bebí. Luego caminé hacia uno de los estandartes que estaba colgado todo torcido y sin mucho esfuerzo lo enderecé para que no tapara al que tenía junto. Si iba a estar aquí, este lugar no podía ser un desastre. Arruinaría mi imagen y de eso nada. Me giré a Lykos y vi que tenía un lagarto raro en el hombro. Debía ser su mascota. En todo caso le miré con determinación y entonces asentí. Espero que eso baste para que me entienda, porque no estaba para ponerme a dar discursos.

Poco a poco, mi cuerpo se relajó. Las tensiones acumuladas desde el maldito desierto y las llanuras hediondas empezaron a disiparse, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podría estar en el lugar correcto. No porque el lugar fuera perfecto, sino porque sabía que podía llegar a serlo… Con mucho esfuerzo eso sí. Después de todo, si este gremio, por extraño y poco prometedor que fuera, nos ofrecía la oportunidad de algo mejor, entonces por esa razón, al menos, valía la pena intentarlo. Le hice una seña a Agyo y chasqueé con dos clics de mi lengua para que se levantara a ayudar a ordenar conmigo. Si una vida de esclavos no nos había enseñado a ordenar un sitio y dejarlo impecable, hasta en eso habríamos fracasado. "Yo soy mayor-Um" le dije, para que no pensara que me había olvidado de su estúpido comentario hace rato y para que no empezara a quejarse de no querer ayudar a arreglar el lugar.  

Mi mirada se mantuvo fija en Lykos por un momento. Sabía que en algún punto, él también tendría que probar que era digno de nuestra confianza. De mi confianza. Pero por ahora, le di el beneficio de la duda. Aunque mi rostro siguiera impasible, mi mente ya había tomado una decisión: seguiría este camino con Agyo.



Resumen
#5
Fon Due
Dancing Dragon
Al igual que el día anterior, y espero que todos los días posteriores, la mañana llego después de la noche.

A mi llegada a la ciudad de Kalab había llegado hasta un gran edificio que en su fachada ponía ‘CRIMSON CRUSADERS’ junto con un logo bastante chulo y unas puertas que le hacían honor a toda la estructura. Sin embargo, nadie había abierto la puerta ese día por lo que, tras llegar la noche, busque refugio en los alrededores.
En realidad, tenía una infinidad de opciones, por ejemplo, podría buscar el campamento de los mercaderes con los que vine y volver a dormir entre naranjas. También, podría ir a una taberna y esperar que algún borracho desprevenido partiera hacia su casa, esta opción suele incluir comida por lo que no era mala idea. En alguna ocasión llegue a compartir madriguera con una liebre, en otra, nido con un ave. Una de las ventajas de medir 25cm es que uno no ocupa mucho espacio por lo que es fácil adaptarse a la situación.

Dado que ya me sentía en confianza con mis amigos mercaderes de naranjas (aunque ellos no estuvieran ni enterados de mi existencia) y la idea de dormir a la intemperie en un desierto no era la mas brillante de las ideas, decidí volver al campamento de los mercaderes y arroparme esta vez sobre uno de los pocos sacos de arroz que llevaban. Secreto de parte del dragón danzarín, si quieres dormir calientito has de hacerlo sobre arroz, si buscas el fresquito lo tuyo son las naranjas, es conocimiento primordial en mi opinión.

Como ya adelantaba, la mañana prosiguió a la noche de manera natural, dando el paso a una temperatura agradable tras la fría noche que se siente en el desierto. Era la hora de decir adiós a mis amigos mercaderes y dar paso hacia la principal razón por la que vine a esta ciudad, conseguir un gremio de cazadores al cual unirme. Agradeciendo mentalmente a mis anfitriones, salí del campamento antes de que se despertaran no fuera a ser que tuvieran la terrible idea de querer cobrarme la estadía, o peor aún, el pasaje desde Orange hasta Kalab.

En realidad, Kalab se puede describir como una ciudad pequeña y polvorienta, ubicada en el corazón de un vasto desierto de dunas rojizas. Parece ser que la ciudad está construida alrededor de un antiguo oasis que se ha ido reduciendo con el tiempo, pero que aún proporciona el agua suficiente para sustentar a sus habitantes. Las calles son estrechas y laberínticas, cubiertas de una fina capa de arena que el viento arrastra constantemente desde las dunas circundantes. Las edificaciones son, en su mayoría, de adobe y piedra, con techos planos y fachadas agrietadas por el sol abrasador, evidenciando los años de lucha contra el clima hostil.

La mayoría de las casas están encaladas para reflejar el calor, con pequeñas ventanas cubiertas por telas descoloridas para evitar que la arena invada el interior. No hay caminos pavimentados, solo senderos de tierra marcados por el paso de personas y caravanas que ocasionalmente llegan a la ciudad. Unas pocas tiendas y puestos de mercado se alinean en la plaza central, vendiendo productos básicos como agua, dátiles, telas toscas, y utensilios de metal oxidado.

Según pude observar anoche, en ciertas zonas de la ciudad se carece de electricidad constante; al caer la noche, la iluminación depende de lámparas de aceite y hogueras dispersas por las calles, sumergiendo a Kalab en una penumbra anaranjada que proyecta sombras danzantes en las paredes. El aire nocturno es fresco, pero siempre lleva consigo el aroma terroso del desierto.

En los alrededores de la ciudad, pequeños cultivos de palmeras datileras y algunos arbustos resistentes al clima tratan de florecer bajo la implacable luz solar. Los habitantes de Kalab son una mezcla de comerciantes errantes, nómadas que se han asentado temporalmente, y, según la descripción del folleto que leí, sede de los cazadores de la isla. La mayoría de los mercaderes visitantes visten con ropas sueltas y turbantes para protegerse del sol y las tormentas de arena que ocasionalmente barren la ciudad.

El paisaje alrededor de Kalab es desolador y vasto, con enormes dunas que parecen moverse lentamente con el paso del tiempo, como si el desierto quisiera engullir la ciudad entera. Durante el día, el calor es sofocante, y la mayoría de los habitantes se refugian en sus hogares o bajo las sombras de las pocas estructuras disponibles. Pero al caer la tarde, la vida resurge, y la plaza central se llena de actividad con los habitantes compartiendo historias, intercambiando bienes, y disfrutando de un respiro del calor diurno.

Es alrededor de todo esto, o más bien justo en el centro de todo esto, que resalta la estructura de 10 metros de los Crimson Crusaders. Con sus vigas de acero combinadas con madera oscura tratada y las dos puertas dobles, grandes con detalles de hierro forjado mostrando un diseño de espadas cruzadas y una cruz carmesí, el edificio resalta como gigante entre tontattas.

Me metí una pastilla de menta a la boca y empecé a caminar rumbo al edificio de los Crimson Crusaders. Al llegar al edificio, un gran cartel relucía con la siguiente frase: “¡Únete a los Crimson Crusaders! Buscamos valientes dispuestos a explorar lo desconocido, enfrentar peligros y forjar un legado. Ven, cuéntanos tu historia y hazla parte de la nuestra.”

Este era mi día de suerte. En la puerta no había nadie, pero las dos puertas se encontraban abiertas por lo que asumí que cualquiera que quisiera unirse a los Crimson Crusaders era bienvenido de entrar. Dando unos saltitos girando de la alegría entre en el edificio. En la planta baja había comida y bebida y 3 personas que estaban entablando una conversación. Aunque mi oído mejorado podría fácilmente captar lo que decían si me enfocaba, la verdad es que aún no había desayunado por lo que me acerque directamente a la mesa con la comida.

Dando un bocado a un dátil casi tan grande como mi cabeza, me senté sobre la mesa alrededor de la comida y me puse a escuchar la conversación que las otras tres personas estaban teniendo. Curiosamente, dos de los tres tenían unas alas muy bonitas e interesantes, algo que jamás había visto en mi vida.

Uno de los alados venia midiendo alrededor de 3 metros de altura, es de tez morena con el cabello de color blanco y los ojos azules, ancho de espalda y sus alas son negras como el azabache. El otro, a contraste con el primero, mide algo así como 2 metros de altura, de piel blanca clara y cabello oscuro y ojos de color azul también, sus alas siendo de un blanco brillante como la luz de las estrellas.

El tercero, y el primero en presentarse, se hacia llamar Lykos. Al parecer era el creador del gremio. Tiene un aspecto imponente, midiendo bastante mas que los dos alados, alrededor de 5 metros, quizás un poco más. Su rostro es sereno pero su mirada es intensa, su cabello plateado y su bigote esplendido. Le explicaba a los alados que el gremio acababa de crearse, justo lo que esperaba, y que buscaba luchadores, mi especialidad. Al terminar de hablar, un pequeño lagarto escamado como un armadillo se subió a su hombro, un animal bastante peculiar en muchos aspectos.

Cavilando sobre cual seria el mejor momento para hacerme presente, decidí esperar un momento más, a ver que respondían los alados a la propuesta de Lykos. Para mi sorpresa, el de las alas blancas saco una libreta y lápiz y escribió una corta frase: “Agyo y Ungyo Nisshoku. Queremos unirnos”. Un poco antes, el alado negro le había dicho al otro que era su hermano mayor, y muchas cosas mas a las que no preste mucha atención por seguir mordiendo mi dátil. El alado negro contesto con pocas palabras diciendo que el es mayor. Curioso.

Por lo menos, tenía sentido que los dos primeros seres con alas que conocía fueran hermanos. ¿Servirían esas alas para volar o eran solo decorativas? Hice nota mental de estar pendiente en el futuro en caso de que también fuera aceptado en el gremio. Sin mayor dilación, decidí que este era el momento perfecto para hacerme presente y expresar mi interés en unirme igualmente.

“Hmm, buenos días, estoy acá por la mesa cerca de los dátiles. Mi nombre es Fon Due, aunque mis amigos me llaman ‘Dancing Dragon’, ustedes pueden llamarme como prefieran. Soy un tontatta que está en búsqueda de unirse a un gremio de cazadores, por lo que me encantaría unirme a los Crimson Crusaders, nombre muy guapo e impresionante edificio por cierto, muy buenos dátiles igualmente. Perdon, que me desvió. Me especializo en combate cuerpo a cuerpo y tengo interés en el futuro de aprender el maravilloso arte del Okama-kempo, igualmente tengo algo de habilidad como carpintero. Nada mal, ¿hmm?”.

Quedándome de pie sobre la mesa, cerca de los dátiles, terminaría mi discurso viendo con convicción hacia Lykos.


Resumen
#6
Evelyn Kedin
Bloody Eve
El sol seguía pegando bastante fuerte, las calles de ciudad estaban bastante vacías pese a ser medio día, yo me hallaba arrastrando el cadaver de aquel jabalí que acababa de cazar, dejando un reguero de sangre por dónde pasaba. Mientras con una mano arrastraba el cuerpo de la criatura, la otra la utilizaba para devorar una de las patas de este.

Ya llevaba un rato buscando aquel gremio del que me había hablado aquel chico, un edificio austero bien decorado con un cartel en rojo que pone “crimson crusaders”. Ya había entrado a 3 edificios con carteles rojos, uno era un banco, el otro una taberna y el último una residencia de ancianos, me hizo gracia la verdad como esos viejos me miraron horrorizados mientras arrastraba el cadaver del animal. Me iba riendo sola hasta que localicé un cuarto edificio. Éste destacaba del resto, Era bastante bonito, quien lo hubiese diseñado tenía buen gusto, su entramado de madera mezclado con las vigas de acero llamaba la atención. También tenia un cartel con letras rojas una cruz y unas espadas, a lo mejor era el edificio que estaba buscando.

Crucé su doble puerta con bastante parsimonia, solo para ver a tres personas, la que más destacaba era un hombre enorme, canoso diría que de unos cincuenta años, su figura era bastante imponente pero elegante al mismo tiempo, estaba casi segura de que él era el líder de todo esto debido a su avanzada edad y la presencia que transmitía. Los otros dos no se quedaban atrás, no parecían humanos debido a sus alas en su espalda, uno las tenía negras y el otro blancas, eran como el ying y el yang, también eran más altos que yo. “Vaya aquí se nota que vienen tipos duros, me gusta.” Pensé mientras me relamía la sangre que aún goteaba de mi boca.

En ese momento fue cuando oí a una cuarta persona hablar, era tan diminuto que no me había dado cuenta ni de su presencia, al parecer estaba en el lugar adecuado, ya que éste postuló para entrar al gremio al igual que advirtió de sus habilidades. Yo simplemente me reí levemente mientras arrancaba otro pedazo de carne de mi aperitivo. Había más comida por las mesas, pero entre el desayuno y el jabalí estaba bastante servida.

Así que con desdén tiré el los restos del animal desmembrado que llevaba arrastrando todo el camino al centro de la sala ensuciándola de sangre. -Si alguien quiere puede comer. -Les dije señalando el jabalí que acababa de arrojar de cualquier manera. Como si eso ya fuese mi casa, me acerqué a una de las estanterías cercanas pillé una botella de vino, la que más polvo tuviera, no sabía mucho de vinos pero sabía que los viejos eran los más caros y si son los más caros son los mejores. Arranqué el corcho de un bocado, y bebí un buen trago mientras me sentaba en el suelo, no sin soltar la extremidad cercenada del animal la cual estaba terminando de devorar. -Yo me llamo Eve, supongo que como ha dicho el chiquitín ese de allí esto es el gremio de cazadores que acaban de fundar, la verdad es que estoy interesada en unirme, quiero probar que tal se me da cazar en manada. -Les miré con una sonrisa mostrándoles mis afilados dientes. Esto podía ser divertido, una panda de inadaptados bajo el mismo techo, que podía salir mal. -Y también se me da bien pelear cuerpo a cuerpo como al chiquitín ese, pero a diferencia de él sé algunos conceptos de medicina, os podría curar si es que alguien os hace daño. -Mi tono era burlesco y algo irónico, como si no me tomara nada de esto enserio, o simplemente me divertía con la situación, realmente me había metido aquí por conseguir un poco de dinero, pero todos los tipos aquí parecían fuertes, inclusive el que media tan solo unos pocos centímetros, así que me quedé expectante mientras seguía en el suelo sentada con las piernas cruzadas, terminando de rebañar los últimos pedazos de carne que me quedaba y bebiendo como si no lo hubiese hecho en una semana.

Resumen
#7
Lykos silver
Drake
Observé detenidamente aquel papel que Ungyo había escrito, era un mensaje claro y directo, aquel chico... era demasiado tranquilo, pero era capaz de sentir que dentro de el debía de habitar una especie de mar de determinación extraño, era... interesante de admirar, era como si aquel chico alado de pelo negro no necesitara palabras para comunicarse, por lo que me tomé ese gesto de dedicarse a escribir la respuesta como una muestra de respeto, un acuerdo ¿una aceptación? si, probablemente una aceptación era la palabra que buscaba, pero también un recordatorio de que las promesas no valen nada si no se respaldaban con acciones, yo estaba dispuesto a respaldar todas mis palabras a su debido momento.

Cuando Ungyo se levantó y comenzó a ajustar estandartes torcidos con una actitud tan meticulosa como si fuera su propia casa, sentí una mezcla extraña de respeto hacia el y alivio personal, no era solo el gremio lo que estaba en juego, sino algo mas profunda, la lealtad no era algo que se diera a la ligera y para mi, ese gesto sería uno de los muchos que pasarían antes de que fueran capaces de concretar cualquier cosa, su hermano Agyo estaba mas callado, eso sí, pero sabía que era cuestión de esperar a que todos se acomodaran para poder ser capaces de hablar tranquilamente. -Gracias, Ungyo, tsk. dije con una voz firme pero medida, como si cada palabra que saliera de mi boca y era capaz de traspasar mi barba buscara ser escuchada, pero aun no había terminado con mi discurso. -Es probable que esto no sea lo que esperabais ninguno... aun, ni lo que esperabais de mi jojojojo, pero las palabras no son lo que cuenta, son las acciones. Lo que decidáis hacer en este lugar llevará mis palabras respaldadas, solo os pido que no defraudéis esta oportunidad, hagámonos fuertes juntos, ¿si?. tsk. Dé repente escucharía una pequeña voz que emanaba de una pequeña presencia la cual ni siquiera me había dado cuenta de que se encontraba allí, pero, era alguien que a simple vista no pasaba desapercibido pues la forma en la que había entrado, tan llena de energía y entusiasmo había creado una especie de atmosfera única comparándolo con el resto de personas que allí se encontraban, ya estaba acostumbrado a conocer a gente con personalidades diferentes, aunque pocas veces había visto a un tontatta, por lo que seguía siendo una experiencia de lo mas curiosa, lo observaría con una ligera sonrisa que se escondía tras mi frondosa barba, mi mirada permanecía seria, como de costumbre, pero mi ojos recorrieron a Fon Due de arriba a abajo. No tardaría demasiado notando que aquel pequeñajo derrochaba una confianza asombrosa a pesar de su tamaño, y asentí lentamente mientras acababa de escuchar su presentación.

-Interesante... muy interesante... tsk. Murmuraría mientras daba una calada al cigarro y al expulsar humo, lo haría como si fuera el aliento de un dragón, aunque el humo pareciera salir directamente del pelo, me tomaría unos momentos, el tontatta tenía un buen dinamismo, incluso se había llegado a subir a la mesa de forma natural. La idea de tener un Tontatta dentro de los Crimson crusaders me parecía gracioso y oportuno, pues la idea del gremio era ser fuertes y diversos, reclutando a las personas independientemente de como fueran mientras nos cuidáramos todos como una familia, además, decía ser carpintero por lo que en el sentido de decorar las cosas seguro que lo hacía mejor que yo, era una victoria para todos.

-Agyo, Ungyo, Fon Due, tsk... Reflexionaría durante unos segundos, sonriendo. -Me parece bien, ¡los Crimson crusaders tienen espacio para todos aquellos los que quieran pelear por un buen propósito!, lo que importa al fin y al cabo es lo que uno este dispuesto a dar por el resto, y tu, pequeño. Parece que estas dispuesto a luchar y a trabajar, Aunque no es usual ver a alguien de tu tamaño por estos lares, me gustas, tu determinación tiene un peso mucho mayor que el tamaño de este gremio jojojojojo. Tsk. Me acercaría al tontatta y me arrodillaría para poder verle mejor, poniendo mi mano hacía el por si quería subirse encima. -Entonces, Dancing Dragon, eres bienvenido al gremio, eso si, ¡tendrás que hablarme del okama-kempo ese! que no tengo ni pajarera idea de que es eso. 

Todo estaba yendo bien, que digo bien, ¡Mas que bien!, aunque. ¿Quién era esa?. 

La entrada de Evelin kedin fue todo un espectáculo, su actitud desinhibida y descara llenó la sala dé repente, a medida que arrastraba el cadaver del jabalí y se acomodaba, no era capaz de creerme lo que estaban viendo ya mis viejos ojos, con una cara de sorpresa bastante notable, pero mi postura no se alteró en lo mas mínimo, de hecho, me generaba mucha curiosidad. -Una entrada de lo mas interesante, Evelin, creo que es justo decir que lo que te falta en formalidad lo compensas con energía jojojo. No pude sino empezar a reír por el espectáculo que acababa de presenciar, a carcajadas además. -Y buena elección de vino, aunque tal vez un poco demasiado directo para el gusto de algunos, Me presento a los recién-- llegados.

-Mi nombre es Lykos Silver, Fundador del gremio, sean todos bienvenidos al futuro de los Crimson Crusaders, por que en el futuro seremos tan famosos que no nos quedara pirata por cazar.
#8
Agyo Nisshoku
Sol del Ocaso
Ungyo había aceptado de buena manera entrar al gremio, a pesar de que la situacion se puso un poco tensa con el hombre del pelo plateado, lo supe al momento en que me dio el codazo y luego me paso la nota, yo con una sonrisa asentí de manera sutil, le mostro la nota al señor del bigote raro que Ungyo acepto que era su barba y este presentándose dijo que se llamaba Lykos, en eso fui con mi hermano a ayudarlo a ordenar los carteles torcidos, hacer estos trabajos de mierda no me agradaban, porque me acordaban a mi antigua vida de servidumbre, pero tenia que aceptar que cuando me dedicaba a limpiar todo me quedaba absurdamente limpio y ordenado, ya que sino era asi, seguramente ese día no comía.
Mientras estábamos alli ordenando, escuche la voz de alguien que se presentó, al girarme tarde un segundo de más en encontrarlo con mi mirada, alli estaba una “persona” que no media mas de 30 centímetros, tenia el cabello tan negro como Ungyo pero recogido con una cola como la que usan los caballos, estaba vestido como los maestros de artes marciales de antaño dijo que se llamaba Fon Due y que le decían el “Dacing Dragon”, yo estaba estupefacto, en mis años como esclavo, algo había escuchado de la tribu conocida como “Tontatta” en mi perra vida pense encontrarme con uno eran a simple vista, majestuosos, mire a Ungyo con cara de “Esto se esta poniendo interesante”, luego al tiempo que seguía alli parado viendo al tontatta, note como entraba una mujer que parecía la unión entre un felino y un humano, la señorita, si es que podemos llamarla de esa manera, entro arrastrando un animal manchando todo de sangre, a pesar de todo el Lykos se había esforzado en tener este lugar presentable y que se lo ensuciaran de esta manera al menos para mi sería una ofensa, pues tiro el animal en el centro del recinto, busco una botella de vino, uno realmente fino y esto lo se porque si no escogía el correcto de niño me arrancaban las plumas de las alas y se sentó, que falta de modeles, pero que llena de energia.
Se presento diciendo que se llamaba Evelyn y que le gustaba pelear cuerpo a cuerpo y que tenia habilidades en medicina, no necesita un bisturí pense, fue en ese momento en el que me percate que no Ungyo ni yo nos habíamos presentado con los otros, yo sabía que la cara de mierda no iba a hablar o decir nada, asi que decidi hacer lo que siempre tenia que hacer, hablar por los dos.
Bueno, antes que nada, buenos dias para todos, mi nombre es Angyo Nisshoku me hago llamar “El Sol del Ocaso”, soy un Lunarian como pueden ver por mis alas y facciones, me gusta pelear tambien en el cuerpo a cuerpo, tengo algo de conocimientos en lo que navegar se refiere y el.
Hice un movimiento con la cabeza para señalar a mi hermano.
Es Ungyo Nisshoku “La Luna del Alba” es mi hermano menor y no habla mucho, pero es un buen tipo, ahora el les va a decir como pelea, que raza es y para qué es bueno.
Le devolví el codazo y lo mire mientras sonreía, sabia que hacerlo hablar le daba fuerte por las pelotas, pero eso era para que dejara de decir que él era el mayor.
Le pase por delante caminando con toda la parsimonia y despreocupación, para acercarme a la mesa donde estaba el tontatta, tome otra botella de agua y le extendí un dedo en gesto para saludarlo y luego me le acerque a la Evelyn y me le senté a un lado, mientras tomaba un sorbo de la botella, tenia a Ungyo de frente y ver si cara de molesto solo me daba placer.
Dejando de lado la situación en la que puse a mi hermano menor, todo lo del gremio estaba saliendo bien, al menos por ahora, teníamos un lugar en obra gris, que podíamos moldear como quisiéramos, nos iban a pagar por matar gente o atraparla, ya veremos, estaba con mi hermano y eso era reconfortante, ademas había un tipo de 5 metros de altura con la barba más rara que vi en mi vida y teniendo en cuenta que naci rodeado de los dioses y esos idiotas son bastante excéntricos su barba destacaba , un tontatta carpintero, como mierda hacia para cargar el martillo, me pregunte y por ultimo Evelyn una chica mink, mitad felino mitad humana que era doctora,…. DOCTORA (Que manera cagarme de risa, con esos dientes y esas garras te amputa los miembros sin necesidad de usar una cierra), el viaje había valido toda la pena, con el solo hecho de ver a tanto inadaptado bajo el mismo techo y  ademas con el mismo propósito de ser alguien y no morirse de hambre y no puedo dejar de lado la tocada de pelotes que le hice a Ungyo, me quede alli sentado al lado de mi compañera la doctora, expectante a la espera de lo que sucedería a continuación y si más personas tendrían el valor de unirse a nosotros, los Crimson Crusaders.

Resumen
#9
Ungyo Nisshoku
Luna del Alba
El lugar estaba decente, aunque principalmente gracias a que Agyo y yo comenzamos a acomodar las cosas. Como digo, Lykos tenía buenas intenciones, pero le faltaba calle (o un pasado de mierda) para saber cómo debían ir las cosas para que estuvieran presentable. Lo bueno es que había tiempo de mejorar la imagen del sitio, al menos hasta que los demás comenzaran a llegar.

… Y una mierda tardaron en llegar. Primero el tontatta, Fon Due, que no mide más que una de mis plumas primarias, pero habla como si cargara el mundo sobre sus hombros. Dancing Dragon, dice que le llaman sus amigos. ¿Qué clase de nombre es ese? ¿Qué amigos? ¿Había otros enanitos en el sitio ya? Lo observé en silencio mientras se movía, con una energía que me recordó a la chispa que salta cuando el fuego baila. Aunque no lo demuestre, ese pequeño tiene algo, algo que lo hace diferente. Pero tampoco voy a decirlo en voz alta.

Luego llegó ella. Evelyn. Una mink felina que arrastró un cadáverde jabalí al centro del recinto, dejando un rastro de sangre que habría hecho llorar a cualquier amante del orden “si esto hubiera pasado con los hijos de puta aquellos, ya la estarían mandando a matar. Me agrada” Pensé. Fue un espectáculo innecesario, pero no puedo negar que tiene algo magnético, como un depredador que no se molesta en ocultar sus colmillos. Al menos se presentó con algo de decoro, diciendo que era médica. ¿Médica? Con esas garras, seguro más de uno no sale entero. Tenía más pinta de carnicera, pero hey, ¿Quién soy yo para decirle que no es médica?

Agyo no tardó en hacer lo suyo. Se presentó con su ridícula actitud, el Sol del Ocaso. Siempre tiene que darle vueltas a todo, como si su nombre por sí solo no fuera suficiente. Luego, claro, me señaló a mí. Me presentó como la Luna del Alba. Me gustaba ese sobrenombre. Después de todo sería lo último que verías si te cruzabas conmigo, pues al salir el sol, estarías condenado.

"Ahora él les va a decir cómo pelea, qué raza es y para qué es bueno."

Me empujó al centro de la atención con ese codazo suyo. Lo odio. Mal rayo le parta al desgraciado. hago dos clics con la lengua y miro a Agyo. Sabe que lo quiero matar en este momento.

Caminé un par de pasos hacia adelante, sintiendo todas las miradas clavadas en mí. No me molesta, pero tampoco lo disfruto. Mi papel no es este. Yo solo vine a hacer mi trabajo y que me dejaran en paz. Respiro hondo y dejo salir las palabras, cortas, precisas, suficientes.

-Solarian-Um

La palabra cae pesada. Extiendo las alas, para que no haya dudas. Mi linaje habla por mí, no necesito más adornos. El brillo del sol en mis alas se refleja, incluso cuando lo único que entra es la poca luz de las ventanas y del portón abierto.

-Peleo-Um

Saco entonces mi cimitarra: una hermosa pieza ornamentada con empuñadura de media luna completamente dorada y ornamentada. Es todo lo que necesitan saber. Si estoy aquí, es porque puedo sostenerme en combate. Y si puedo sostenerme, entonces puedo asegurarme de que nadie nos arrastre a la derrota.

-Sirvo-Um

Con eso, termino. Lo que no digo es lo que pesa más. Sirvo porque es lo necesario. Sirvo porque el mundo no respeta a los débiles. Sirvo porque si no lo hago, Agyo seguramente estaría en una zanja hace rato ya. Y porque, al final del día, no importa cómo lleguemos a la cima, sino que lo hagamos.La cima siempre es la meta. Solo los fuertes ascienden y son cubiertos por la luz de la gloria.

Vuelvo a mi lugar, ignorando la sonrisa de satisfacción de Agyo. Sé que disfruta empujarme a estas situaciones de mierda. Dice que así me hace crecer. Yo digo que solo busca joderme y reírse a costa mía. Es un hijo de puta.

Desde mi rincón, observo. Fon Due sigue gesticulando y hablando con Agyo, mientras Evelyn, despreocupada, se sirve una copa de vino como si fuera la dueña del lugar. Lykos, el dueño del gremio, sigue con su extraña mezcla de amabilidad y firmeza. Me pregunto qué lo llevó a montar este lugar. Tiene algo raro, con esa barba que parece más un accesorio de carnaval que una elección consciente. Pero no me importa. Si me paga, puede ser un payaso, un santo o un idiota.

Agyo sigue moviéndose como si fuera el rey del lugar. Es su forma de demostrar que está cómodo. Se para junto a Evelyn, bromea, ríe, y todo parece fluir como si este caos tuviera sentido. Yo simplemente observo. No necesito hacer más.

En mi mente, todo ya está claro. Este gremio es una herramienta. Estos "Crimson Crusaders" son un medio para un fin. No espero amistad, no espero familia. Lo único que espero es un camino que me permita avanzar.

Porque, como siempre, Agyo es todo lo que necesito proteger. Si él quiere pertenecer, ni modo. Yo accedí a su tonto plan, y ahora debo soportarla. Sin embargo, si para él esta gente era importante, pues para mí también, y me encargaría de ser el sol que devore la vida de quien se atreva a amenazarles.

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