¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Misión de temporada] El Gato y el Ratón - Grupo A
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Nowhere | Fénix
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Día 25 de Verano del año 724.

Según las informaciones que maneja el Ejército Revolucionario desde hace unos meses viene gestándose en la isla de Oykot el germen de un conflicto. La isla, claramente dividida entre los acaudalados habitantes de su parte alta y las gentes humildes que viven en el área cercana al puerto, separados entre sí por un río, siempre ha mantenido un delicado equilibrio gracias a la inestimable labor de los balleneros. Estos sacrificados profesionales llevan desde tiempos inmemoriales arriesgando sus vidas en alta mar para obtener el preciado aceite de ballena que se ha utilizado desde siempre para iluminar toda la isla. Ni siquiera los progresivos aumentos de impuestos y aranceles que la monarquía y los comerciantes más pudientes han ido aplicando a este producto a fin de enriquecerse a costa del duro trabajo de los balleneros ha mermado la capacidad de estos para mantener a flote a las gentes más humildes del reino. Aunque este maltrato ha ido haciendo mella durante los años, generando un rencor cada vez más profundo que se ha arraigado ya en la sociedad de esta isla.

No obstante esa situación parece a punto de cambiar. Desde hace años monarquía, nobleza y burguesía han estado reuniendo dinero para financiar la construcción de una central eléctrica de la más puntera tecnología que ha sido recientemente finalizada y ha abierto sus puertas hace apenas unas semanas. Desde entonces la demanda de aceite de ballena ha caído hasta prácticamente desaparecer, dejando a los balleneros sin trabajo y sin un sueldo que permita subsistir a sus familias. Esto ha dejado al reino en la situación actual, al borde de una guerra civil. Una contienda desigual, pues las fuerzas de los balleneros están muy debilitadas y son claramente superadas en número. Sin embargo el Ejército Revolucionario ha decidido prestar su ayuda a los humildes ciudadanos del Reino de Oykot en estos momentos de crisis, y para ello han enviado a tres grupos de intervención.

Grupo A

El Plan


[Imagen: Screenshot-2024-09-06-15-35-05.png]
#1
Tofun
El Largo
(Todo actualizado en el primer post)

Personaje

Inventario

V&D y aclaraciones

A continuación procedo a resumir de una manera breve pero intentando que sea eficiente, las acciones realizas por Tofun desde el día de su llegada a Oykot (22) hasta el día de la Misión de Temporada (25).


Día 22 - Adaptación a Oykot

El día 22 fue un día de adaptación. En el último tramo del viaje, estudié los planos de Oykot junto con mis compañeros [Mapa de isla]. Amarramos nuestro navío en el puerto este de Oykot, en la zona de los balleneros. Tras debatir unos últimos puntos del plan con mi grupo, les comenté que quería mezclarme con las gentes del lugar y aprender de su cultura. Nos citamos para reunirnos por la noche.

Dediqué el mediodía a recorrer las calles y frecuentar tabernas, consumiendo y escuchando conversaciones ajenas. Por la tarde, comencé a hacer mis primeros contactos. Busqué a balleneros veteranos a los que ofrecí botellas (compradas en las tabernas) rellenas con la mejor cerveza que había probado en mi vida, evidentemente fabricada por mí. Bebí antes para demostrar que no era ninguna treta y les conté que hacía muchos años había visitado Oykot, recordándola como un lugar de gente trabajadora y honrada. No escatimé en gastos y traté de comportarme con todas las tripulaciones que me parecieron honradas.

A la noche, tras mi análisis, intenté acercarme a la gente que me parecía más auténtica, del Oykot real. Me porté bien con ellos, les invité a beber, les conté lo que opinaba de ellos y de mis antiguos viajes, intentando divertirles con mis vivencias sin desvelar mis planes. A última hora, me reuní con el grupo y les resumí mis vivencias.

Día 23 - Cercanía ballenera

El día 23 decidí inmiscuirme más con la gente que había pasado mi "segundo filtro". Hice una ronda mañanera por los muelles, repartiendo un buen cargamento de cervezas (pagué lo necesario para obtener el vidrio). Intenté preguntar por Karina y, finalmente, por las opiniones de la gente sobre la central hidroeléctrica. Invité a comer a un grupo de balleneros de confianza, si aceptaban, para seguir hablando del tema.

Por la tarde, mi objetivo fue visitar la central hidroeléctrica. Subí hasta el lugar con una gran carretilla llena de mi mejor cerveza, que ofrecí a los trabajadores, contándoles una historia sobre ser un productor en busca de clientes. Les di toda la que quisieran probar y, haciéndome el tonto, les comenté que, si estaban interesados, podría traer cargamentos en los próximos días.

Esa noche me reuní con un grupo de revolucionarios del que había sido informado, el del plan C. En una reunión clandestina en el barco que me regaló Gertrudis, les conté que yo había planeado el asalto bajo órdenes del ejército revolucionario. Los invité a beber y a comer mientras les explicaba todo lo que sabía sobre el plan. Repasamos su parte, escuché sus comentarios, les di mi contacto de Den Den Mushi y les deseé la mejor de las suertes.

Día 24 - El vendedor de cerveza artesanal

El día 24 lancé mi apuesta. Me acerqué al grupo de balleneros en el que más confiaba y con el que mejor había congeniado. Tras invitarlos a beber, les aseguré que conocía a unos tipos que querían ayudarles con su situación. No sabía si funcionaría, pero quería allanar el camino para el grupo B.

Hice dos visitas a la central hidroeléctrica, una por la mañana, para llevar un gran cargamento de cerveza, y otra por la tarde, repitiendo el proceso para ganármelos cada vez más. Mi objetivo era entrar poco a poco en la central, entender cómo era por dentro, qué escondrijos podía usar, y analizar posibles puntos débiles.

Antes de reunirme con los míos, conocí a un curioso individuo, un revolucionario que nos acompañaría en la aventura de mañana. Compartí unos tragos con él, le comenté el plan general y le di toda la información que había obtenido sobre la central hidroeléctrica durante esos días. Finalmente, descansé con mi grupo, les conté todo lo ocurrido, debatimos, brindamos por el éxito de nuestro plan y me fui a dormir.

Día 25 - El día del golpe

El día 25 me levanté a primera hora y me vestí con mi atuendo habitual, pantalones marrones, botas de cuero resistentes, un cinturón de cuero, y una camisa blanca con sobre camisas de botones en diferentes colores. Mis diferentes objetos [Inventario] escondidos en bolsillos internos, mis anillos y botas listas [Armas cuerpo a cuerpo]. Desayuné Onigiris [Consumible de +5], bebí un chupito con mi mujer [Último Aliento] y le ofrecí sus favoritos a Ragnir [Nosha] y a Airgid [Polvazo]. Hice una clase de yoga y estiramientos con mi Gertrudis, mi mujer de 104 años, así la pobre se quedaba mas tranquila [Pasiva entrenamiento]. Y partí listo para la aventura cargando con una gran carretilla repleta de cervezas artesanales que iba a presentar como regalo de muestra, una vez más, a los trabajadores de la central como llevaba haciendo todos estos días.

¡Hip! ¿Os importa si voy al baño? Coger la que queráis, como siempre, no os cortéis. Si a alguno le gustan las IPAS tenéis un par de ellas en el fondo de la carretilla. — Espeté para intentar lograr mi privilegiada oportunidad.

[Imagen: Screenshot-2024-09-19-23-34-50.png]

Resumen para el narrador
#2
Ubben Sangrenegra
Loki
Reino de Oykot - East Blue
[i]Madrugada del 22 del Verano del año 724[/i]

El viaje finalmente había llegado a su fin, y el peliblanco no podía ocultar su creciente incomodidad. Estar rodeado por un grupo tan numeroso le resultaba más que irritante, especialmente considerando que siempre había preferido la soledad o, en su defecto, la compañía de unos pocos. El bullicio y la presencia constante de otros limitaban el poder moverse con la libertad  deseada. Para el peliblanco, la independencia y la discreción eran fundamentales, pero ahora, atrapado en esta situación, sentía que ambas le eran arrebatadas. Entre los rostros del grupo, Umibozu se destacaba por su singular apariencia y serena personalidad, y pesar de ello había optado por no entablar ningún tipo de relación más allá de lo laboral. El Tonttata amigo de Ragn, tenía un fondo grupon, aunque por lo general era alguien amable, o al menos eso había visto el moreno de ojos dorados... pero había algo que no terminaba de convencer al moreno peliblanco. Cada vez que intercambiaba palabras o una mirada con él, un leve susurro de duda se encendía en su mente, como si una advertencia silenciosa le recordara que no debía confiarse. Sin embargo, no tenía la menor intención de investigar el motivo de esa incomodidad; probablemente solo era su propia paranoia.

Nada más llegar a la isla, Ubben puso en marcha el ritual que le había permitido mantenerse un paso adelante de la marina durante tanto tiempo. Aprovechó de recorrer los angostos callejones que rodeaban la ciudad. Lo hacía de forma casual, como si fuese un simple transeunte más, aunque sus ojos dorados no dejaban de analizar cada rincón, cada salida y cada posible trampa. En su mente, ya comenzaba a trazar las rutas de escape que le serían útiles en caso de emergencia.

A medida que avanzaba, con un cuchillo en la mano, dejaba marcas discretas en los muros de los callejones. Los callejones que llevaban hacia el puerto, donde el barco había anclado, eran marcados con una ola dentro de un círculo. Los demás callejones que llevaban a otros puntos donde un barco podría encallar o anclar recibían una simple ola, sin el círculo. De esta forma, en caso de que la primera opción se volviera inaccesible, sabría hacia dónde dirigirse sin titubear; también marcó con una "X" aquellos pasajes que conducían a las zonas donde se concentraban los guardias y marines. La última de las marcas, una calavera, la reservó para los callejones sin salida, aquellos donde no habría escapatoria más que luchar si la situación se tornaba desesperada.

Terminada su tarea de reconocimiento, el bribón de tez morena se permitió un respiro. El mapa mental que había construido de la ciudad, en conjunto con el mapa de la isla que poseía, le hacía sentir relativamente seguro en el lugar. Sin embargo, su trabajo aún no había concluido, comenzó a visitar los tablones de anuncios repartidos por la ciudad, y cualquier lugar donde pudiese encontrar un cartel de Wanted que fuese de acceso público. Moviéndose con discreción, esperaba a que nadie estuviese atento para arrancar los carteles con su rostro de manera rápida y sutil. Mientras menos personas supieran de su presencia en la isla, mejor. Si alguien llegaba a fijarse en su cara y la asociaba con una recompensa, sus problemas se multiplicarían, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir.


Día 24 del Verano del año 724

Los días previos al atraco, Ubben mantuvo un perfil bajo, dedicándose únicamente a obtener información a través de lo que Tofun les comentaba, sin involucrarse demasiado en los movimientos del grupo. Sabía que cuanto menos se le viese por el pueblo, más fácil sería evitar que lo vincularan a cualquier tipo de actividad sospechosa. Para el peliblanco, la discreción no solo era una estrategia, sino una necesidad vital. El bribón de ojos dorados siempre había vivido bajo la sombra del anonimato, y esta vez no sería la excepción. Prefería moverse entre bastidores, recopilando datos y observando a los demás, dejando que otros se mancharan las manos mientras él se mantenía al margen, listo para actuar cuando llegara el momento oportuno. La mañana del atraco llegó y Ubben, fiel a su rutina, decidió empezar el día con su "Desayuno de Campeones", como solía llamarlo. Aquel día no sería la excepción. En su plato un par de [Onigiris] que disfrutó tranquilamente, acompañado de una cerveza negra.

Después de comer, el peliblanco realizó sus estiramientos habituales que le ayudaban a evitar lesiones durante sus escapadas. Estirar sus músculos no solo era una cuestión de mantener la flexibilidad, sino también de enfocarse mentalmente. Con el cuerpo ya listo, se dispuso a revisar su equipo. Cada senbon, su clásico cuchillo, que más que arma era una herramienta, su arco y flechas y los protectores que utilizaba en sus antebrazos y manos por debajo del abrigo. 

El peliblanco salió de su habitación y se dispuso a ir a cubierta, donde observó a Tofun desde lo alto de la cubierta del barco. El pequeño Tonttata se movía empujando una carretilla cargada hasta los bordes de barriles de alcohol. La imagen le arrancó una leve sonrisa al bribón de tez morena. A pesar de la desconfianza que Tofun le generaba, no podía negar que tenía un excelente gusto por el licor, algo que el peliblanco respetaba en silencio. Ubben decidió que, al menos por ese momento, acompañar a Tofun no sería mala idea. Después de todo, el pequeño tipo había demostrado tener cierta habilidad para obtener información, y quizás podría aprender algo de sus métodos.

Con un gesto despreocupado, el moreno de cabellos blancos llevó los dedos a la boca y lanzó un pequeño silbido, agudo y claro, que atravesó el aire buscando alcanzar los oídos de Tofun. Ubben bajó del barco con una calma característica, acercándose mientras con una mano sacaba un tabaco previamente armado. Sin dejar de caminar, rascó una cerilla contra su tricornio y encendiendo su cigarro. —¿Te molesta si te acompaño?— preguntó con serenidad, exhalando una leve nube de humo mientras observaba a Tofun con un aire relajado. No había presión en su voz, solo una insinuación amigable que le dejaba al Tonttata la opción de decidir. Mientras tanto, Ubben seguía fumando tranquilamente, con la certeza de que su compañía podía ser tanto una ventaja como una simple molestia pasajera para el pequeño. En caso de que Tofun decidiera negarse, el peliblanco no haría más que encogerse de hombros con indiferencia. No era alguien que insistiera en nada, especialmente si no veía un beneficio claro. Si Tofun prefería seguir solo, Ubben simplemente regresaría al barco, satisfecho de haber intentado.


Resumen

Relevantes
#3
Umibozu
El Naufragio
Había pasado los últimos días casi en solitario, reuniéndome con Tofun y el resto de mis compañeros en contadas ocasiones y comunicándome con ellos principalmente por den den mushi. Me fascinaban esos pequeños caracoles. Cada uno de ellos con su propia personalidad y caracterizados según el dueño que tuvieran. Unos seres tremendamente interesantes. Quizás en algún momento debiera comerme alguno para probarlos; seguro que estaban deliciosos.

La misión había comenzado. O al menos la primera parte de él. Me constaba que el barbudo y legendario tontatta estaba tratando de ganarse el favor de los balleneros fingiendo ser un comerciante de cerveza. - ¡Ja! Si fuera un comerciante de cerveza no tendría que vender, porque se la bebería toda-lurk - mi parte, sin embargo, era algo menos social. ¿Quién se acercaría a una bestia marina de mi tamaño y semejante aspecto? No obstante, ¿quién mejor que una bestia marina para estudiar los alrededores de la isla sin ser descubierto y asociado al Ejército Revolucionario? Quería saber de primera mano dónde estaban las corrientes de mayor intensidad y hacia dónde viajaban, por si necesitábamos huir, o perseguir; identificar qué barcos eran los que nos podían dar problemas y cuáles usar como aliados, si Tofun conseguía hacer bien su parte claro, y cualquier detalle que pudiera sernos de interés como estudiar las costas de las islas: posibles cuevas submarinas o recovecos en el que esconder material, personas o cualquier elemento que pudiera sernos de utilidad o quisiéramos hacer “desaparecer” rápidamente. También saber qué zonas podrían ser las más aptas para iniciar la “invasión” y llegar cuanto antes a la presa que debíamos destruir. Apenas salía a la superficie lo estrictamente necesario y siempre que me acercaba a los barcos había tenido la precaución de hacerlo a buena profundidad, donde posiblemente ni mi sombra se pudiera ver, o de no acercarme directamente si no había profundidad suficiente. Tenía una buena vista y podía permitirme mantener una cierta distancia para la inspección de los barcos.

La mañana de la misión me desperté temprano algo nervioso. No eran unos nervios incontrolables, pero sí ese hormigueo en el estómago que advertía que el día sería intenso y se necesitaría concentración y adrenalina. A causa de ello, las membranas de mi cuello se estuvieron abriendo y cerrando más de lo que sería habitual. Sabía que una vez iniciase la acción el hormigueo desaparecería al diluirse en la adrenalina y acción del momento, pero hasta que eso llegase, tendría que lidiar con ello. Desayuné unos [Onigiris] acompañado de algas. No fue un desayuno en exceso copioso para no sentirme pesado, pero sí suficiente para calmar el hambre durante horas. Por si acaso me llevé [Pollo Teriyaki] para después. Lo último que necesitábamos era ser descubiertos por un rugido… de mi estómago. Otras vez las membranas. Cada vez que aquello ocurría, la envergadura de mi cráneo aumentaba varios metros. Además, parecía que estuviera a punto de atacar a alguien, aunque no fuera el caso.

- Pues va siendo hora-lurk.

Fui hasta la parte trasera de la isla, dónde las montañas me cubrirían y nadie desde el puerto me vería salir a la superficie. El río que desembocaba en el mar no era lo suficientemente ancho como para ocultarme, por lo que deseché la idea. Sería mejor salir del agua desde detrás de las montañas y, una vez en tierra, correr a cuatro patas como cualquier otro animal cuadrúpedo para mantener un perfil bajo. O al menos todo lo bajo que se podía con mi tamaño. Informé al resto del grupo de mi posición e intenciones: salir en un lugar próximo a la central, por el que no pudiera ser visto y llegar lo antes posible para derribar la presa. Esperaba tener algo de compañía para lidiar con posibles indeseables; prefería centrarme en mi tarea únicamente y no entretenerme. Antes de hacer nada, esperé en mi posición la confirmación para salir e iniciar la carrera.

Resumen


Personaje


Aclaraciones y VyD


Inventario


Solicitud a narrador



#4
Percival Höllenstern
-
Personaje
Inventario

V&D

Día 24 del verano del 724

Aún me resultaba extraño haberme librado del yugo de la Hyozan, la banda criminal que habían sido mis tutores en el arte del asesinato, la infiltración y la supervivencia durante hacía tantos años. Ellos, al igual que otrora fueron los Nobles Mundiales, suponían un grillete al cuello para mis ambiciones y en general para la vida de cualquiera.

Cuando la banda me reclutó, apenas era un chaval tímido y traumatizado por las circunstancias que me habían llevado a Grey Terminal, huyendo del influjo de mis captores, aquellos con quienes curiosamente comparto recuerdos sumamente lejanos de prosperidad, quizá fruto del delirio de una infancia perdida...


Aquella noche en Grey Terminal el hedor a cenizas y escombros lo llenaba todo. Las luces parpadeantes de los fuegos que ardían en la distancia apenas iluminaban los pasadizos estrechos y retorcidos de basura donde reinaba el caos. Mi objetivo, Tenji, un hombre al que la Hyozan consideraba una amenaza, estaba allí, esperando sin saber que venía por él, sin prisa y observando más allá de lo que su mirada revelaba.
Cuando lo encontré, sentado entre montones de chatarra, su rostro sereno me descolocó. Sabía que era ciego, pero lo que no esperaba era el aire de tranquilidad que lo envolvía, como si hubiera anticipado mi llegada desde mucho antes de que yo lo supiera.


¿Por qué sigues haciéndolo? —su voz rompió el silencio mientras mi mano se deslizaba hacia la empuñadura de mi daga.
Me quedé quieto. No era la primera vez que un objetivo intentaba hablar antes de su fin, pero había algo en su tono, una calma que me desconcertó.


Simplemente es un trabajo —respondí, seco, mientras tomaba mis armas, con cierta sorpresa, sabiendo que aquel no sería un combate simple.


Tenji inclinó la cabeza, como si pudiera ver más allá de mis palabras, como si hubiera entendido algo simplemente por atisbar algo dentro de mí, pero aun sin tornarse completamente hacia mi ubicación, solo apoyándose en su bastón de madera arcaica.

Tú sabes que no es solo eso. No eres un hombre de la Hyozan. Ellos te utilizan... —Sus dedos rozaron la tierra, como si leyera el suelo con sus manos.      —¿Cuánto tiempo más crees que soportarás esas cadenas? — susurró con cierta carraspera y una sonrisa que podía verse solo parcialmente desde mi punto de vista.


¿Qué demonios le pasaba a todo el mundo? Esa era la pregunta que se repetía, incesante, como un eco maldito en cada interacción, en cada rincón oscuro de mi mente. La Hyozan, al principio, la entendí como un simple medio para sobrevivir, una herramienta para escalar desde el fango en el que me encontraba. Pero, con el tiempo, algo más profundo empezó a enraizarse en mi interior. Los lazos que nunca tuve, los vínculos que me fueron arrebatados, comenzaron a encontrar un perverso reflejo en aquella banda. ¿Era eso lo que me empujaba a tenerlos en cuenta como una familia? ¿Una necesidad basal de pertenencia, de ocupar un lugar en el mundo?
Y entonces, la pregunta inevitable surgió en mi mente: ¿me había aferrado tanto a esa idea que ahora creía que debía medrar dentro de ella, como si fuese lo único que me quedaba?


No hablo en metáforas —añadió en aquellos instantes de plena pesquisa, un leve susurro que se hundió en mi pecho—. Yo te ofrezco una salida. La Revolución lucha por algo más que el oro o el poder. Luchamos para que hombres como tú nunca más sean esclavos— finalizó con un gesto noble que me invitaba a sentarme a su lado.


La decisión de unirme a la Armada Revolucionaria no fue un acto impulsivo ni una revelación súbita. Fue más bien como una herida que se abría lentamente, desgarrando las fibras de mi ser hasta exponer lo que siempre estuvo ahí, oculto bajo capas de resentimiento y odio.


Había pasado años pensando que la venganza era mi único propósito, que el poder era el único lenguaje que podía hablar en un mundo gobernado por bestias disfrazadas de hombres. La Hyozan me había ofrecido eso: poder, control, una red en la que podía moverme como una sombra. Pero, ¿qué era ese poder en realidad? Otro yugo, solo que más sofisticado. No había escapado de los Nobles Mundiales para terminar siendo un peón de una banda criminal, aunque me convenciera de que yo los utilizaba a ellos.


Tenji, con su ceguera, había visto algo en mí que yo no quería reconocer: un vacío, un anhelo por algo más allá de las monedas de oro y las dagas ocultas. Su oferta me confrontó de una forma que ninguna batalla había logrado. ¿Qué significaba realmente la libertad? No la que me habían vendido mis captores ni la que me ofrecía la Hyozan, sino una que implicaba destruir el sistema que nos había condenado a todos desde el principio. Esa era una idea que resonaba en lo más profundo de mi alma.


Por años, había creído que solo podría encontrar redención a través de la sangre de mis enemigos, pero la Revolución me ofrecía otra forma de lucha. Una que no se trataba solo de venganza, sino de cambio. Un cambio que podría liberar no solo a mí, sino a todos aquellos que, como yo, vivían encadenados a un destino impuesto por otros. Unirme a ellos no era una cuestión de lealtad ni de principios idealistas; era la única manera de romper definitivamente las cadenas que aún me mantenían atado, y quizá con suerte, voltear las tornas del status quo.


Así que allí me encontraba, rememorando la razón por la cual me había unido a un ejército idealista y casi puritano; algo que aún se me hacía totalmente ajeno y me producía cierta contradicción. Mis métodos quizá no eran los más apropiados para la causa, pero ciertamente mis habilidades le podrían ser útiles a esta Revolución.


Mi primera misión oficial, Isla de Oykot. ¿Razón? La liberación del pueblo llano de sus gobernantes opresores. Algo me decía que sería todo un reto.

El primer desafío llegó a la hora de reunirme con mi contacto, un hombre, si se le podía llamar así, que me esperaba en una taberna.
Tofun, un Tontatta recio, cascarrabias y gran bebedor, compartió unas jarras conmigo mientras, de manera velada, me compartía información de una manera inteligente que se basaba en alegorías y símiles, mientras sincronizábamos la frecuencia de nuestros Den Den Mushi.
Básicamente, la artimaña me ubicaría en la Central Eléctrica de Oykot, lugar donde comenzaría mi papel del golpe.

Huelga decir que aquella noche se dilató más de lo que me hubiera gustado, pues era difícil seguirle el rumbo a aquel hombre en lo a que bebida se refería.

Retirándome tras una casi cogorza que inteligentemente palié con pausas donde filtraba el alcohol ingerido con agua, retorné a la vieja posada portuaria encontrando marcas por ciertos lugares de la ciudad que parecían algo recientes a juzgar por la incisión en la madera y sonreí tras ello, pues entendí que la noche de hoy era la predecesora, la calma antes de la tormenta y que se estaba gestando un movimiento inteligente.
Una vez hube llegado al camastro que se encontraba en mi habitación del lugar donde me alojaba, donde el salitre se amontonaba en cada rincón del lugar y ofrecía un aroma entre fresco y húmedo, preparé mis armas y útiles a conciencia para finalmente virar hacia el mundo de los sueños.

[i]Día 25 del verano del 724[/i]


Me levanté temprano en la mañana, concienciado y presto para ducharme y despegarme de todo aquel calor húmedo que se formaba en la habitación en la cual me alojaba. 

Como si un viajero más fuera, me atavié con mi ropa común, pero añadí un manto gris grande por encima, cuya capucha tapaba la mayor parte de mis rasgos y me ofrecía cobertura tanto para mi identidad como para almacenar las armas y útiles que portaba y con los cuales me había hecho como preparación previa a la misión, e iban situados en el interior de mi chaqueta, o, en los casos más amplios como la cuerda, anillados a mi cintura como si fuera un fajín, algo que me ofrecía la suficiente comodidad para cualquier situación y además la accesibilidad que tanto me gustaba en aquel tipo de situaciones peliagudas.

En una taberna marinera, próxima al lugar que me había servido de dormitorio, desayuné unos Onigiri que sentaron a gloria, mientras afinaba todavía mis últimos retazos de sueño por medio de una bebida gaseosa que realizaba cosquillas en el paladar casi de manera cómica. Pequeños placeres de los cuales disfrutaba, ya que de donde yo venía, esto significaba solo un lujo. Agradecí esos minutos en silencio y los tomé casi como un pequeño ritual para concienciarme de lo que tenía que hacer.

Después de ese desayuno reparador y vigorizante, pagué la cuenta con la discreción que me caracteriza. No dejé ni una mirada detrás. Las tabernas en lugares como ese no solían hacer preguntas, pero era mejor no tentar a la suerte, y quizá aquello era fruto de la supervivencia que me caracteriza.

Con el estómago lleno y la mente despejada, crují mis dedos mediante la presión del propio pulgar, como si ello supusiera un ritual para poner pies en polvorosa. 
Me deslicé por las calles estrechas, donde el bullicio de la mañana empezaba a despertar, pero yo ya había dejado de ser parte de ese paisaje. Con el manto gris cubriendo cada rasgo reconocible, me convertí en una sombra más entre los transeúntes, un mero viajero errante.

El plan había sido trazado meticulosamente; la Central Eléctrica era mi objetivo. Un lugar de importancia estratégica, no solo para los que controlaban la zona, sino también para cualquier intento de subvertir su poder. La única ventaja real que tenía era el conocimiento de los tejados de la ciudad. Desde allí, la vista sería clara, y la posición, segura.

Me deslicé por un callejón lateral, uno de esos pasajes oscuros y malolientes que rara vez son transitados. El edificio a mi derecha tenía un saliente funcional, así que por medio de la cuerda y el garfio, subirla fue cuestión de minutos.
El hierro crujía levemente bajo mi peso, pero conocía bien cómo moverme para evitar el ruido innecesario. Una vez en el tejado, me sentí libre, como si el cielo gris y la brisa marina me hubieran dado una nueva perspectiva.


Desde ahí arriba, la ciudad parecía diferente. Las calles, que momentos antes me habían parecido opresivas, ahora eran meras líneas sinuosas bajo mis pies. La gente, ocupada en sus quehaceres matutinos, apenas reparaba en la existencia de quienes observábamos desde las alturas.

Moviéndome con agilidad por los tejados, pronto alcancé una posición ventajosa. La Central Eléctrica de Oykot se alzaba en la distancia.
La electricidad que corría por sus entrañas era el corazón de la ciudad, y controlarla o desarticularla, suponía una de las claves para cualquier operación que pretendiera subvertir el orden establecido.

Me agaché detrás de una chimenea cercana, sacando un catalejo pequeño y compacto que llevaba colgado al cinto, junto a la cuerda y otros útiles que había traído. A través del cristal, pude ver los detalles de la estructura. Nada que no pudiera manejar, pero sabía que la fuerza bruta no sería suficiente. Inteligencia, paciencia... esos eran los recursos que realmente marcaban una diferencia loable.

Guardé el catalejo y me quedé observando en silencio, mi mano acariciando la empuñadura de uno de mis cuchillos, no como una amenaza, sino como un recordatorio de lo que estaba por venir. La espera era una parte tan crucial como la acción. Mis oídos estaban atentos a cualquier señal, cualquier comunicación de Den Den Mushi que indicara que el momento de actuar se acercaba. Desde esa posición, podría observar y estudiar cada movimiento sin ser detectado.


Resumen

#5
Alistair
Mochuelo
Personaje
inventario
Virtudes | Defectos (Relevantes para interacción con NPCs
Día 22 [Arribo a Oykot]
"Agitado" era la primera palabra que venía a su mente cuando intentaba describir el viaje de llegada hasta Oykot. Polizón en un transporte mercantil no era la forma en que se veía a sí mismo recorriendo los amplios mares, y uno de sus mayores gustos en la vida era el de recostarse contra la carandilla de un navío y apreciar el oleaje del vasto gigante azul que los rodeaban durante la travesía. Era relajante cuanto menos, y en ocasiones inclusive, podía encontrar destellos de inspiración en los pequeños momentos como éstos. Un pensamiento soñador que se disipó de golpe cuando el barco se meció con fuerza por la colisión de una ola y el contenido de los barriles cercanos acabó sobre él. Era un transporte de sardinas. 

Por supuesto, mas allá del poco agradable aroma, no es como si estuviera quejándose con nadie lo absoluto, muy por el contrario; estaba agradecido de corazón con los humildes mercaderes que le habían permitido abordar su embarcación por debajo de la mesa a pesar del riesgo que éste suponía. Una pareja simpática, y que parecían apoyar la causa rebelde aunque tan solo pudiera ser en pequeños gestos como ése, lo cual funcionó en enorme favor del Lunarian. Claro, no eran al único grupo a quien brindaban ayuda ni a la única persona, y por eso parecían acostumbrados a mover gente furtivamente de isla en isla. Los pequeños empresarios debían ganarse la vida como hiciera falta, algo que entendía con claridad. Alistair les agradecería enérgicamente, y luego partiría por mi propio camino. Con algunos días de sobra, lo mejor sería aprovechar el tiempo excedente y obtener información del lugar. 

Era hora de removerse los colores de civil, y asumir los de revolucionario. Pero primero... Una muy necesaria ducha, y descanso en una posada cercana. 
Día 23 & 24

La falta de Berries dificultaba llegar a una isla en la que no tenía posesión alguna. A cambio, utilizó la mejor primera opción que tenía a su disposición: Servicios médicos en función de trueque. Si no tenía el dinero, tendría que sustituirlo con algo que pudiera ser de utilidad. Con algo de carisma y cabezonería, por lo mínimo obtendría una respuesta afirmativa a regañadientes. 

¡Y de hecho tenía una intención secundaria! Aunque prefería no repetírselo a sí mismo en demasía con intención de no desarrollar un narcisismo que lo encegueciera, en repetidas ocasiones habían resaltado sus hipnóticos ojos y un carisma capaz de sacarle chismes a más que suficientes. Lo primero para distraer y generar confianza, lo segundo para llegar a lo que buscaba: Información. Disfrazado como charla de menor importancia, el chico con cabello de fuego intentaba sonsacar tantos rumores y datos prevalentes como pudiera de la Central y quienes pudieran resguardarla

Si bien no conocía la ciudad en lo absoluto -algo que le hizo lamentar no poder obtener un mapa del lugar-, sabía cuáles eran los primeros sitios a los que debía acudir para obtener información: Posadas y bares. Si algo pasaba en la ciudad, allí se enterarían, o como mínimo correrían los rumores necesarios. Si tenía suerte, quizá daría con algún broker de información clandestino dispuesto a hacer un trato. Si entraba un encapuchado en medio de un bar oscuro, había que arrojársele de cabeza. Metafóricamente, claro. 

Adicionalmente, sus constantes paseos por las calles en busca de personas a las cuales atender sirvieron un objetivo secundario en sí mismo: Conocerse las calles a la mejor de sus capacidades. Si bien sabía que no llegaría tan pronto y de tan imprevisto al nivel de un local, dibujar un mapa mental del lugar en el que podría necesitar desvanecer su presencia era una utilidad que no subestimaría nunca. Por supuesto, de haber una reunión con sus compañeros, compartiría con ellos toda información que consiguiera hasta el día. Su información era tan suya como de ellos, y esperaba que viceversa.

Día 25

El día de la operación. Debía confesar: Hacía tiempo que no sentía los nervios que sentía ese mismo día. Pero lejos de ser nervios completamente negativos, casi podía dar forma al difuso sentimiento: Agridulce, sentía la importancia de poder participar en una misión pesarle en los hombros, pero que a su vez conseguía vigorizarlo para entregarle una nueva motivación de seguir adelante y ver hasta dónde le llevaría eso. Primero una buena ducha por la mañana, luego el desayuno mas básico que la posada pudiera ofrecer, vestimenta y, ¡en marcha! 

Viajaba ligero, contando nada más que con la ropa sobre su cuerpo y la katana que le había acompañado desde hace tiempo. Y es que el contar con una... cuantiosa deuda la cual saldar le restringía enormemente la obtención de bienes para situaciones así. Uno de sus lados mas críticos, claro, era que carecía de una comunicación constante de los miembros de su equipo al no contar con un Den Den Mushi. ¡Bueno, ya se encargaría de solucionarlo de algún modo! 

Una de las mayores ventajas de contar con una capa larga y alas de remarcable tamaño era la facilidad con la que podía esconder objetos. Al cerrarlas un poco hacía sí mismo y colocar su katana a sus espaldas en una posición ligeramente inclinada, el arma se disfrazaba de manera natural en su persona y limitaba las posibilidades de encontrarla a una extensiva inspección de su persona. Y mientras no diera a nadie una razón para hacerlo, podía contar con el factor sorpresa bajo su manga. 

Conocía a los integrantes de su grupo, la Armada se había encargado de darle la información necesaria para mantenerlo al tanto, y era casi seguro asumir que harían exactamente lo mismo con los demás. Su mejor apuesta era permanecer cerca a alguno, pero no lo suficiente como para llamar la atención de ojos curiosos e inoportunos. Con tal de que ellos lo reconocieran a él, sería mas que perfecto.

Intentando ganar una posición mas ideal, utilizaría su ventaja alada para ganar altitud y montar sobre las estructuras altas del lugar, en las que pudiera pasar desapercibido mientras ejerciera cautela en su pasar. Intentaría tener a la vista a quienes pudiera y, mientras tanto, intentaría buscar una entrada secundaria la cual pudiera tomar, tanto como si fuera a pie como si fuera volando; lo mismo podría hacerle de taxi a alguien, si lo necesitara.

Resumen para Narri & Solicitudes!
#6
Atlas
Nowhere | Fénix
El sol nace un día más en la desigual isla de Oykot. Cobijados en sus sombras de un modo u otro, un grupo de libertadores hacen lo que está en su mano para traer la justicia a quienes siempre han sido los héroes y verdaderos protectores del lugar: los balleneros. Con la vista fija en la central hidroeléctrica, nuestros héroes componen un único brazo de un plan a gran escala que pretende dar un giro de ciento ochenta grados a la política local.

Hay quien ha optado por tirar de talante para ganarse la confianza de los lugareños y, valiéndose de ella, llegar hasta el mismísimo centro de su objetivo. También hay quien se ha ocupado de intentar acaparar todos los rumores posibles entre los que circulan en tabernas y corrillos. Los más escurridizos han rastreado la zona, analizando posibles vías de escape y marcando trayectorias que seguir en caso de ser necesaria una huida a la desesperada. Hay quienes supervisan todo desde la distancia en medio del mayor sigilo y quienes incluso han rastreado los alrededores no ya de la central hidroeléctrica, sino de la isla, incluyendo las corrientes marinas que se alejan y acercan, orografía y demás elementos.

Para cualquiera con capacidad de hacer un análisis superficial, parece evidente que el abordaje inicial de la situación difícilmente podría ser mejor para un grupo que tiene encargada la misión de echar abajo el embalse del que se nutre la central hidroeléctrica.

En los alrededores de Oykot, Umibozu escruta el fondo marino y la superficie oculto bajo la espuma de las olas. Los navíos de los balleneros son los navíos que predominan en la zona, alejándose y acercándose a la costa en función del nivel de llenado que tengan sus bodegas y almacenes. Algunos botes de pesca son ocupados por personas que han decidido dedicar el día a esparcirse rodeadas de salitre y la tranquilidad que proporciona la marea al mecer el bote. No obstante, al norte de la montañas que se encuentran más allá del pueblo de los balleneros, casi a la altura en que las montañas ceden su lugar a la central hidroeléctrica, hasta cinco embarcaciones de envergadura media, con capacidad para unos diez tripulantes cada una y totalmente equipadas para el combate, se encuentran perfectamente atracadas en orden en un pequeño puerto semioculto entre dos colinas.

Por otro lado, son muchas las corrientes que vienen y van, pero destaca aquélla que se aleja desde donde el río principal que separa la isla en dos desemboca en el mar. Al margen de eso, la orografía no es demasiado interesante. Cabe señalar un cabo que se adentra unos veinticinco metros en lar al este de la central hidroeléctrica y, si investigas un poco, una gruta submarina justo al norte de la central hidroeléctrica.

Además, tu incursión terrestre es bastante exitosa. A esa hora de la mañana no parece haber nadie en las montañas. Algún animal salvaje que ya leva unas horas despierto de percibe, apartándose de tu trayectoria a toda velocidad ante la amenaza que perciben al contemplarte. Quienes no te divisan si te sitúas tras una arboleda situada a unos doscientos metros del embalse son las diminutas figuras —aparentemente patrullas— que caminan por lo alto de la imponente estructura.

En otro orden de cosas, desde la distancia y oculto tras una chimenea, Percival otea el objetivo con su catalejo. Valiéndose de sus habilidades para ocultarse y pasar desapercibido, se ha encaramado a un tejado y escruta el objetivo con atención. Tras unos escasos cinco minutos puede distinguir al menos cinco pares de cabezas diferentes —a saber si hay más— que aparecen y desaparecen de su campo de visión, deambulando por la zona superior del embalse. De momento no parece haber ninguna señal que indique que hay que ponerse en marcha.

No muy lejos de él, a cinco o seis tejados de distancia, una de las más recientes incorporaciones a la Revolución, Alistair, se mantiene en una posición de seguridad que le permite cubrir las espaldas de su aliado. Yo te recomendaría que te escondiese un poco, como Percival, no vaya a ser que a alguien le dé por mirar para arriba.

En lo referente a la caza de rumores, como no puede ser de otro modo escuchas cosas útiles y otras que no tanto. Se habla de un tipo muy pequeño que lleva unos días dando vueltas por la isla haciendo amistad con los balleneros y repartiendo licor por doquier. A la mayoría de habitantes de la zona les cae muy bien, pero hay algún viejo borracho cascarrabias que clama a voz en grito que no se fía de él. Parece el típico borracho del pueblo que pone a todo el mundo en situaciones comprometidas, por lo que puedes respirar tranquilo al ver que nadie le hace demasiado caso.

Algo que tal vez sí te resulte más interesante es lo que se comenta entre quienes mantienen una actitud un poco más neutral —por decirlo así— en lo referente al conflicto latente, es que se comenta que el gremio de comerciantes no está de brazos cruzados. El malestar y la tensión entre los colectivos es palpable aunque no haya habido ningún problema serio hasta el momento, pero los pudientes mercaderes han redoblado la seguridad en la central hidroeléctrica y, según dicen, los alrededores. Un cazador comenta incluso que hace unos días se topó con algunas patrullas en las montañas y que su hermano, ballenero, ha visto un barco que no había visto hasta el momento navegando en torno a la isla.

Por último, al recorrer las callejuelas del pueblo ballenero, si te fijas, podrás apreciar marcas en lugares estratégicos, como olas, calaveras y olas incluidas en círculos. Creo que te deben de sonar, ¿no?

Si vamos con el comando alcohólico, Tofun y Ubben —no por borrachos, no os enfadéis, sino por la carreta—, en la central hidroeléctrica reciben al tontatta poco menos que con las manos abiertas. Durante el día se mantienen sobrios para que los mandamases no les impongan medidas disciplinarias, pero por lo que le han comentado a Tofun, por la noche dan algún que trago que otro a escondidas para que la patrulla nocturna no se les haga tan pesada.

No habría demasiado problema con el tema del baño si no llega a ser porque en esta ocasión vas con alguien a quien no conocen. No se muestran desconfiados con ninguno de los dos hasta que sugieres que necesitarías entrar un momento para hacer aguas menores, instante en que dirigen la atención a Ubben con cierto gesto de desconfianza.

—Claro, ¿por qué no? —responden ante tu petición, mas no se hacen a un lado ni te enseñan el camino por el momento—, pero ¿quién es tu amigo?

No parecen haberte identificado, Ubben —tal vez el paseo que te has pegado arrancando carteles tenga algo que ver... o tal vez no—, sino que da la impresión de que es más bien una actitud rutinaria de quien está acostumbrado a permitir el paso únicamente a quien tiene autorización o es conocido.

Off
#7
Umibozu
El Naufragio
La inspección del lugar había dado sus frutos. Si bien mi recopilación no era más que una pequeña parte del puzzle, unir todos los fragmentos haría que los engranajes en los que se sustentaba el plan girasen hasta completar, con éxito, nuestro objetivo. Por lo que sabía éramos varios grupos los encargados de llevar a buen puerto la liberación de los habitantes de la isla de Oykot. Los navíos que predominaban el lugar eran los de los balleneros, los cuales navegaban alejándose o acercándose a la costa según el llenado de sus bodegas y almacenes. Al tratarse de barcos pesqueros, parecían carecer de los necesario para un combate naval, aunque pescar ballenas no debía hacerse con una caña y un carrete de hilo precisamente. También había algún bote de pesca, los cuales serían fácilmente diferenciables y en primera instancia suponía que no serían peligro alguno. En la zona norte de la isla, sin embargo, pude ver hasta un total de cinco embarcaciones que sí parecían estar listas para entablar un combate. Su tamaño era mediano y todas ellas estaban atracadas en un pequeño puerto oculto entre las colinas. Traté de adivinar cuántas de aquellas naves podrían salir a mar abierto al mismo tiempo, pues había una gran diferencia que tuvieran que hacerlo en fila o en una línea completamente horizontal. En el primer caso, con obstaculizar el paso de la primera sería suficiente para bloquear todos los navíos, en el segundo… bueno, más valdría nadar mucho y muy rápido. Ya afrontaría ese dilema, si es que llegaba a tener que lidiar con él.

Las membranas continuaban expandiéndose y contrayéndose, sin embargo la frecuencia ya iba disminuyendo a medida que los nervios se iban disipando. Tenía controlada la corriente principal, la cual nacía en la desembocadura del río. Por un instante pensé en lo que debía sufrir la gente de allí para que ni siquiera el agua quisiera permanecer en la isla más tiempo del estrictamente necesario y huyera lejos en cuanto llegaba a mar abierto. En la zona norte de la isla, detrás de las montañas, no parecía haber nadie. Tenía vía libre para llegar hasta la presa si así lo quería y cargar contra ella buscando derribarla, sin embargo todavía no tenía noticias de los otros grupos. Aunque el cuerpo me pedía acción, la cabeza me gritaba prudencia. Otra vez las membranas. Traté de respirar hondo y contener mi propio cuerpo – Voy al mar de nuevo-lurk. Voy a investigar la gruta-lurk. Cualquier cosa me avisáis y estoy con vosotros en un instante-lurk.

Sentir la presión en los oídos me resultaba relajante. El silencio marino, la frenética quietud que se percibía y la oscuridad me ayudaban a relajarme. Volví a expandir las membranas, esta vez de manera voluntaria y a modo de control sobre mi propio cuerpo. Debajo del agua me sentía tranquilo y seguro. Traté de escuchar o ver alguna luz en la superficie, si es que el agua no cubría la totalidad de la gruta antes de hacer uso de mi capacidad lumínica para ver con detalle el interior de la gruta. No quería descubrirme yo solo. Dudaba que allí abajo hubiera alguien, pero tampoco sabía si habría algún tipo de conexión con el exterior. No llevaba varios días sin dejarme ver para ahora delatarme yo solito.

Como siempre, informé por den den mushi al resto de grupo(s) para estar coordinados en todo momento.

Resumen


Aclaraciones


Peticiones para Narrador


#8
Tofun
El Largo
Había aceptado que Ubben se uniera a mi nada discreta incursión en la Central Hidroeléctrica de Oykot. Mientras caminábamos, barajamos un par de identidades falsas para él... Mis ideas eran cada una más ridícula que la anterior, pero bueno, para sorpresa de nadie la discreción no es precisamente mi habilidad estrella. Si lo fuera, estaría robando joyas, no electricidad. Nos plantamos frente a los guardias de la entrada, rezando a los dioses para no tener que usar la excusa que habíamos preparado. Todo parecía ir sobre ruedas; me recibieron con sonrisas, y ya casi había funcionado cuando...

¿Y quién es tu amigo?

¡Mierda! ¡Joder! Con lo bien que iba todo... ¿Qué tenía que decir? Ah, sí, el hijo de un gyojin percebe y un humano... No, espera, esa ya la habíamos descartado. ¿O era que era vendedor de coc...? ¡No! Tampoco esa. ¿Exterminador de ratas? Descartada. ¿Dj? ¡No joder! ¿Cascanueces? Pero eso no era un baile... Con lo de los 35 años en prisión y mi relación de amor eterno con el alcohol, mi memoria está hecha un colador, así que claro, no recordaba la maldita excusa. Así que, bueno, tocó improvisar.

¡Es Emilio! Emilio Longbottom, el hijo de Gregoria, mi mujer. ¡Mi hijastro!

Me acerqué a los guardias con cara de compinche, y les di un suave codazo en plan "os cuento un secreto". Les bajé la voz, como si les fuera a soltar la noticia del siglo:

Nada, que la mujer no sabe qué hacer con él. No es muy listo, el pobre... El chaval lleva más tiempo buscando trabajo que yo haciendo cerveza, así que me lo han encasquetado de becario. No es que sea un crack trabajando, pero al menos esta tranquilo sin molestar, que ya es un logro en mi familia.

Bajé aún más el tono, en plan conspirador:

No le voy a pagar ni un berrie. Bastante tengo con sacarlo de las tabernas.

Me coloqué junto a Ubben, dándole unas palmadas en el muslo y guiñándole un ojo a los guardias [Carisma]...

Venga, Emilio, coge la carretilla mientras yo voy a sacar al canario. Ya te expliqué dónde dejarla.

En ese momento, solo esperaba dos cosas: que funcionase... y que Ubben no me mandara a volar de una patada en cuanto saliéramos de aquí. Si todo salía bien, lideraría la entrada con una sonrisa de oreja a oreja, como si fuera mi cumpleaños y el pastel fuese de ron. Mientras tanto, me fijaría en todos los detalles posibles: las paredes, las puertas, los carteles y, sobre todo, los escondrijos donde pudiera colarme más adelante. Si todo iba según el plan, le haría una señal a Ubben y escucharía el mensaje de Umibozu, que parecía estar recolocándose. Lo cual me parecía una sabia decisión, porque, sinceramente, el grandullón es nuestra arma secreta de demolición, su actuación es la mas importante. Si todo cuadraba, contestaría en voz baja:

Recibido, cachalote.

Y ya que estaba con el DenDen contactaría con el grupo C:

La tortuga casi ha puesto el huevo. ¿Cómo va el nido del conejo?

Quería informar de que casi estábamos en posición y preguntar como iban ellos pero decidí que era un gran momento para improvisar un lenguaje encubierto no pactado. ¿Por qué? Porque en estos momentos clave es cuando uno debe sacar su verdadero instinto de detective. Nada podía salir mal, ¿verdad? Intentaría mantenerme a la vista de Ubben para poder comunicarme con él por señas hasta que llegara el momento inevitable de separarnos. Eso sí, mientras tanto, mi cabeza daba vueltas pensando: "¿Dónde narices estaban los otros dos?". Esto estaba a punto de ponerse interesante.

¿Aguilas rojas? ¿Dónde se encuentran?

Y con este último mensaje dirigido a Percival y Alistair enfundaría mi travieso Den Den Mushi.

Resumen
#9
Alistair
Mochuelo
Su cacería de rumores le había conseguido información interesante, la cual tendría que tomar con un grano de sal; toda información era preciosa, pero los rumores tan solo debían desviar el curso de sus acciones de ser necesario, nunca alterarlos. Seguridad redoblada por parte del gremio y sus alrededores, además de una embarcación reciente navegando la isla. O al menos eso era lo que decían las lenguas, buenas y malas por partes iguales; cuánto pudiera fiarse de ese trozo de información era sumamente debatible, pero si resultaba ser verdad, sería un buen indicio del cual partir que les permitiría navegar alrededor de ese metafórico iceberg, por encima de colisionar de frente contra él. En tiempos de guerra, todo recurso utilizable era sagrado. Una bendición que, sin dudarlo, había compartido con sus aliados en la reunión previa al plan. 

Mejor todavía: Sus andaduras por las calles del día anterior le permitieron identificar las marcas de otro de sus compañeros, muescas pequeñas que podrían pasar como vandalismos menores en cualquier otro contexto, y que estaban bien posicionados como para dificultar su detección al ojo común. Pero que, para los revolucionarios, podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Cuando llegara el momento, serían una herramienta increíblemente útil para realizar su escape. 

Sin forma de comunicarse activamente con los demás por no contar con un Den Den Mushi, su única alternativa de comunicación era su compañero mas cercano, Percival. Por lo mismo se mantuvo especialmente atento al hombre, evitando perderle de vista mientras fuera opción e intentando leer en él cualquier indicio de señal que pudiera indicar la hora de ponerse en marcha. Asimismo, se hizo caer en cuenta de un detalle fundamental: Cuán descuidado estaba siendo con recorrer los tejados sin la cobertura adecuada para no ser visto por una mirada curiosa hacia arriba.

Tal y como su compañero hizo, empezó a utilizar los detalles sobresalientes en los tejados para ocultar su cuerpo -chimeneas, cobertizos para herramientas, líneas de ropa secándose, todo era útil-, haciendo lo posible por encoger sus alas y envolverlas alrededor de su cuerpo cuando no estuvieran en uso para que no destacaran accidentalmente por fuera del objeto que utilizara para borrar su presencia. Con eso en mente, avanzaba disimuladamente por cada uno de los tejados en la zona, siempre vigilante de que ojos curiosos no consiguieran pescarlo.

En el camino, intentaba encontrar cualquier hueco en la seguridad con el que pudiera dar, un error en su formación o cualquier cosa que le permitiera una brecha para estirar las alas y avanzar por debajo de sus narices; sabía que podría cerrar bastante distancia en un momento, pero se arriesgaba a no solo llevarse cuatro disparos en el pecho y otros dos en cada ala, sino de alertar con su presencia al resto de seguridad y que toda la operación acabara comprometida. Por ahora, solo le quedaba esperar a que su compañero revolucionario indicara la hora de ponerse en marcha. 

¿Un mensaje por el Den Den? Ni enterado estaría, tendría que contar con alguien más para notificar su posición. Ojalá tener los Berries para contar con uno de esos.

Resumen & conteo de Defecto
#10


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