Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Diario] [T1 Autonarrada] Frutas, Pescados y Gritos
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
~ Frutas, Pescados y Gritos ~

Isla Kilombo
~ Día 18, Verano del año 724.

El sol brillaba con fuerza en el cielo despejado del pueblo costero de Rostock. Los vientos del mar soplaban suavemente, trayendo consigo el aroma salino del océano y el bullicio habitual del puerto, donde los pescadores descargarían sus capturas del día. Rostock sería conocido por su mercado animado, donde los habitantes locales y viajeros se reunirían para comprar, vender e intercambiar bienes de toda clase. Desde frutas exóticas traídas de islas lejanas hasta pescados frescos que apenas habrían sido sacados del agua, el mercado siempre estaría lleno de vida.

Sin embargo, esa mañana, algo habría alterado la armonía del mercado. No muy lejos de la plaza principal, se escucharían ecos de una discusión a gritos que resonaban entre los puestos. Lionhart D. Cadmus, Sargento de la Marina, sería uno de los primeros en notar la creciente conmoción. El sonido de voces enfurecidas se mezclaba con el clamor de la multitud, que comenzaba a formar un círculo alrededor de dos comerciantes en el centro de la discordia.

Uno de ellos sería Goro, un hombre robusto de mediana edad, conocido por vender los mejores pescados de la región. Su puesto, siempre ordenado y lleno de sardinas brillantes, calamares frescos y otros frutos del mar, sería un punto de referencia en el mercado de Rostock. Al otro lado, se encontraría Banjiro, un joven comerciante de frutas que habría llegado hace no mucho a la isla, pero que ya habría ganado fama rápidamente por sus exóticas mercancías: plátanos, cocos y frutas raras provenientes de islas tropicales.

La disputa entre ambos se habría intensificado rápidamente, y lo que comenzara como un desacuerdo por el espacio asignado a sus puestos ahora habría escalado a gritos y amenazas. Los habitantes del pueblo, que al principio lo encontrarían entretenido, ahora comenzarían a preocuparse. La situación requeriría intervención, y para ello, la Marina local enviaría a Cadmus y un par de reclutas para resolver el conflicto antes de que se saliera de control.

Cuando Cadmus y sus compañeros llegaban al mercado, la multitud ya habría crecido considerablemente. Algunos espectadores intentarían calmar la situación, mientras que otros se limitarían a observar con curiosidad o incluso a hacer apuestas sobre quién sería el primero en lanzar un puñetazo.

Cadmus, con su porte serio pero tranquilo, se abriría paso entre la multitud, seguido por los reclutas que tratarían de mantener la compostura. Cuando finalmente llegara al centro, se encontraría con Goro y Banjiro casi cara a cara, sus rostros enrojecidos por la furia.

¡Este tipo ha puesto su puesto de frutas justo delante del mío! ¡Está bloqueando la vista de mis clientes! Goro señalaría con un dedo tembloroso a Banjiro.

¡Yo llegué aquí primero esta mañana! ¡No es mi culpa que tú no te levantes lo suficientemente temprano para asegurar tu lugar! Respondería Banjiro con igual intensidad.

Cadmus levantaría una mano. Señores, esto es un mercado público. Ambos tienen derecho a estar aquí, pero debemos resolver esto de manera justa. ¿Por qué no mejor me dan contexto de lo ocurrido para intentar resolver esta disputa?

Goro, todavía agitado, comenzaría a explicar su versión. Según él, Banjiro habría llegado esa mañana antes del amanecer y habría colocado su puesto justo delante del suyo, obstruyendo la vista de los clientes que solían acudir a comprar su pescado. Esto habría reducido sus ventas drásticamente durante las primeras horas del día, lo que lo enfurecía. Goro argumentaría que llevaba años en ese mismo lugar y que todos en el mercado sabían que ese espacio le pertenecía.

Banjiro, por su parte, afirmaría que no habría ningún acuerdo oficial sobre la asignación de espacios en el mercado. Como el primero en llegar, consideraría que tenía derecho a poner su puesto donde quisiera. Además, aseguraría que el espacio era suficiente para ambos y que Goro solo estaría buscando un motivo para pelear.

Cadmus, intentando ser imparcial, decidiría investigar más a fondo. Primero, hablaría con algunos de los otros comerciantes cercanos y con los clientes habituales que conocían bien a ambos hombres. Algunos apoyarían la versión de Goro, diciendo que siempre habría tenido ese lugar y que Banjiro lo estaría provocando deliberadamente. Otros, sin embargo, defenderían a Banjiro, señalando que Goro era conocido por ser territorial y que el joven solo estaría tratando de ganarse la vida.

Entre los testigos, un anciano comerciante de hierbas llamado Osamu ofrecería una perspectiva más neutral. He visto a ambos trabajar duro por sus negocios, pero tal vez lo que necesitan es encontrar una forma de compartir el espacio en lugar de pelear por él.

Mientras Cadmus recopilaba esta información, los reclutas que lo acompañaban intentarían calmar a la multitud. Algunos de los espectadores, que inicialmente habrían disfrutado del espectáculo, comenzaban a impacientarse, y no faltarían los comentarios de que la Marina estaba tardando demasiado en resolver un problema tan trivial.

Con todos los testimonios en mente, Cadmus decidiría que la mejor manera de resolver el conflicto sería buscando un compromiso que beneficiara a ambos. Llamaría a Goro y a Banjiro para hablar en privado, lejos de la multitud que los observaba con ojos curiosos.

He escuchado ambas versiones, y está claro que este espacio es importante para los dos. Sin embargo, en lugar de pelear por un lugar fijo, ¿por qué no encontramos una solución que les permita a ambos continuar vendiendo sus productos sin interferir entre ustedes?

Goro, aún visiblemente molesto, cruzaría los brazos. ¿Qué propones?

He notado que el mercado tiene suficiente espacio para que ambos coloquen sus puestos lado a lado, en lugar de uno frente al otro. Si ambos cooperan y acuerdan alternar quién tiene el mejor lugar en ciertos días, podrían evitar futuros conflictos. Por ejemplo, Goro podría quedarse en su lugar habitual durante la semana, y Banjiro tomaría la parte frontal los fines de semana, cuando hay más turistas. De esta manera, ambos podrían aprovechar las mejores oportunidades de venta.

Banjiro parecería considerar la propuesta, aunque todavía tendría algunas dudas. ¿Y cómo sé que él no va a hacer lo mismo en mi contra en el futuro?

Ambos tendrán que confiar en la buena voluntad del otro. Si el conflicto persiste, la Marina tendrá que intervenir de una manera menos diplomática la próxima vez. Estoy seguro de que ninguno de ustedes quiere eso.

Tras unos minutos de reflexión, ambos comerciantes aceptarían la propuesta, aunque con cierta reticencia. Goro y Banjiro estrecharían manos de manera tensa, pero al menos la disputa se habría calmado.

Con el conflicto resuelto, la multitud comenzaría a dispersarse, aunque no sin algunos comentarios sarcásticos sobre cómo la Marina habría manejado la situación. Lionhart D. Cadmus, satisfecho por haber evitado que la situación se saliera de control, se tomaría un momento para observar cómo Goro y Banjiro comenzaban a reorganizar sus puestos según el nuevo acuerdo.

Los reclutas que lo acompañaban también parecerían aliviados. No habría sido una misión complicada ni heroica, pero era exactamente el tipo de trabajo que la Marina debía hacer para mantener el orden en el día a día. No siempre sería posible resolver los problemas de forma tan sencilla, pero a veces, todo lo que se necesitaba era un poco de mediación y voluntad para escuchar ambas partes. Y así, en un día cualquiera en el puerto de Rostock, una disputa sobre sardinas y plátanos habría sido solucionada, al menos por el momento.
#1
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