Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Autonarrada] El Fin de Orlo Bannigan
Tofun
El Largo
Bitácora de Tofun

40 de Invierno del año 698 
CoralTown

Había pasado mucho tiempo desde aquella misión en CoralTown, pero el recuerdo aún estaba fresco en mi memoria. Aún puedo sentir el frío de aquella noche y el cosquilleo de la incertidumbre recorriendo mis huesos mientras "Los Piezas" nos preparábamos para dar otro golpe. CoralTown no era un lugar cualquiera, era una aldea peculiar, mitad sumergida bajo el océano y mitad en la superficie. La arquitectura del lugar reflejaba la mezcla entre el mundo terrestre y el submarino, con estructuras de coral y piedra que conectaban la vida de los gyojines y los humanos. Y como era de esperar, ese equilibrio estaba amenazado por la avaricia de unos pocos.

Nos encontrábamos en la parte superior de CoralTown, una zona repleta de mercados y casas humildes. Pero también había villas de comerciantes adinerados, como la de nuestro objetivo, Orlo Bannigan. Un comerciante influyente en la región que tenía una fortuna considerable gracias a su monopolio sobre la exportación de perlas y corales preciosos. Sin embargo, los rumores que llegaban hasta nuestras orejas eran mucho más oscuros que el simple tráfico de bienes. Bannigan estaba tejiendo una red de corrupción junto con algunos oficiales de la Marina, con el objetivo de implementar una serie de medidas racistas que reducirían aún más los derechos de los gyojines en la superficie. La misión de "Los Piezas" era clara: colarnos en la mansión de Bannigan, robar los documentos que evidenciaban su conspiración y entregarlos a las bandas de gyojines que luchaban por la igualdad. No sería sencillo, y la presión estaba más alta que nunca. Si fallábamos, no sólo nos perseguirían los mercenarios de Bannigan, sino también la Marina. Y en un lugar como CoralTown, eso significaba tener tanto a los peces grandes como a los pequeños tras nuestras espaldas.

— ¿Todos listos? — Pregunté en voz baja mientras miraba a mis compañeros.

El "Máquina" asintió con una sonrisa confiada. Siempre estaba preparado para el caos. Piqui y Miqui, los gemelos, ya estaban discutiendo sobre quién llevaría el mapa de la mansión, como si eso importara realmente. El Chino, como de costumbre, permanecía en silencio, observando todo con ojos calculadores. Nos movimos a través de los callejones oscuros de la parte superior de CoralTown, evitando las patrullas y las miradas curiosas de los lugareños. La villa de Bannigan se encontraba cerca de la costa, justo en el borde donde la ciudad empezaba a sumergirse bajo el agua. La mansión era imponente, construida de coral y piedra marina, con ventanales enormes que reflejaban el brillo del océano. El primer obstáculo fue la muralla que rodeaba la villa. No era especialmente alta, pero estaba custodiada por guardias humanos y gyojines, todos armados y vigilantes. Sabíamos que no podíamos entrar por la fuerza; no era nuestro estilo. En su lugar, nos deslizamos por una de las zonas menos vigiladas, aprovechando las sombras y la marea baja. Mientras el "Máquina" y yo vigilábamos, Piqui y Miqui comenzaron a trepar la muralla con cuerdas improvisadas, en completo silencio, algo raro para ellos. En cuestión de minutos, todos estábamos del otro lado, dentro de la propiedad.

El jardín de coral que rodeaba la mansión era espectacular, pero no estábamos allí para admirar la vista. Nuestro objetivo estaba dentro, en la oficina de Bannigan, donde suponíamos que guardaba los documentos incriminatorios. Sabíamos que Bannigan tenía un séquito de guardias personales, algunos de los cuales eran gyojines poderosos. Pero según nuestra información, la mayor parte de ellos estaba patrullando en la parte sumergida de la villa, lo que nos daba cierta ventaja.

Nos movimos rápido, manteniéndonos cerca de las paredes y evitando las luces que iluminaban los pasillos. Sin embargo, no todo salió como esperábamos. Mientras cruzábamos uno de los corredores principales, un grupo de guardias apareció de repente. No había tiempo para ocultarse. Pero antes de que pudieran reaccionar, "El Chino" sacó de su bolsa una bomba de humo casera que había preparado con algunos ingredientes locales. En cuestión de segundos, el pasillo se llenó de una densa niebla, y aprovechamos la confusión para escabullirnos por una de las puertas laterales.

Llegamos a la oficina de Bannigan, un lugar opulento lleno de mapas marítimos, cofres y estanterías repletas de libros y documentos. Sabíamos lo que buscábamos,  una carpeta con el sello de la Marina. Según nuestras fuentes, esa carpeta contenía toda la correspondencia entre Bannigan y los oficiales corruptos de la Marina. El Máquina la encontró y nos hizo un gesto, levantando la carpeta con una sonrisa de triunfo.

Pero el sonido de pasos apresurados en el pasillo nos recordó que no estábamos a salvo aún. Guardamos los documentos y nos dispusimos a salir de allí lo más rápido posible. La huida fue caótica. Los guardias ya estaban en alerta por culpa de la extraña bomba de humo que minutos antes había explotado, y las sirenas comenzaban a sonar en la villa. Nos dividimos en dos grupos para confundirlos, y mientras corría junto a El Chino, pude ver cómo Piqui y Miqui distraían a un grupo de gyojines, lanzando piedras y provocándolos como si fueran niños en un juego.

Finalmente, logramos llegar a la costa, donde la marea comenzaba a subir. El agua fría nos cubrió hasta las rodillas mientras corríamos hacia un pequeño bote que habíamos escondido previamente. Remamos con todas nuestras fuerzas, alejándonos de CoralTown mientras las luces de la villa se veían cada vez más pequeñas a lo lejos. El trabajo estaba hecho, y los documentos que habíamos conseguido serían suficientes para desmantelar el plan racista de Bannigan y la Marina. Los gyojines locales no tardarían en hacer público todo, y la presión sobre los oficiales corruptos sería implacable. Habíamos hecho nuestra parte.

Horas después, ya lejos de CoralTown, nos encontrábamos en Cocoyashi, celebrando en una taberna de mala muerte. Las risas eran las protagonistas mientras brindábamos por otra misión exitosa. El Máquina, con su típica sonrisa de satisfacción, alzaba su copa de licor barato (lo que nos gustaba en aquella época), mientras los gemelos seguían discutiendo sobre quién había sido más valiente durante la huida.

— A vuestra salud, chicos. ¡Hip! — Dije, levantando mi vaso y dando un largo trago.

Habíamos cumplido nuestro objetivo, y aunque sabíamos que habría más desafíos por venir, aquella noche solo queríamos disfrutar de nuestra pequeña victoria en un mundo cada vez menos corrupto.
#1
Moderador OppenGarphimer
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