Nakai
Científico Loco
15-10-2024, 05:14 AM
Era extraño ver esos enormes buques de guerra de la marina atracar en una isla tan pequeña. Inmensos navios que podían fácilmente ser del tamaño de un castillo o de un pueblo pequeño, atracado en las orillas de la zona chatarrera.
Yo, desde los escombros y la chatarra, estuve espiando por horas ese barco, analizándolo, notando cosas extrañas casi desde el principio. El barco tenía marcas de batalla, marcas de disparos y una zona enegrecida donde se prendió fuego y fue apagado. Las banderas de la marina estaban de cabeza.
Finalmente, tras un par de horas, comenzaron a bajar los "marines", los cuales se veían peculiares. Con ropas rasgadas, agujeradas y andrajosas, de aspecto desalineado y hosco. Desde mi posición no les olía, pero a juzgar por como la gente los recibía, olían muy mal. Escondiéndome entre la chatarra, la basura y los arbustos que aunque pocos, crecían en los pedazos de tierra sin chatarra, me acerqué al barco.
Los escuché hablar. Su forma de hablar era tosca, vulgar y ruda. Se acercaban a los trabajadores, identificándose como miembros de la marina y exigían reparaciones, materiales e incluso dinero a los lugareños.
Para ser un barco tan grande, la tripulación de escasos treinta hombres hacía ver la embarcación solitaria. Esperé a que esos hombres se hubieran alejado lo suficiente, entreteniéndose con los locales, para acercarme. Aún habían unas diez personas arriba custodiando el barco, por lo que esperaría el momento justo para abordar mediante la cadena del ancla. Salté a la cadena y subí trepando rápidamente por la cadena, hasta llegar a la cubierta del barco. Eran decenas de metros de altura los que trepé, por lo que llegué cansado.
Me escondí detrás del "carrete" de la cadena, observando a los demás, pero se veían despreocupados y confiados. Me moví entre cajas y barriles, deslizándome entre coberturas y parapetos, gracias a mis 15 centímetros y a mi velocidad.
No dejé de notar que sobre la cubierta había muchos daños de bala, sangre seca mal trapeada y en la madera se veían daños de espadazos.
Bajé a los camarotes, y tras poner los dedos alrededor de mis ojos, como si fueran gafas, comencé a observar los alrededores. Había rastros de combate, daños en las paredes como espadazos y orificios de bala, incluso zonas dañadas por golpes contundentes.
El rechinar de la madera superior y el resonar de las pisadas me advirtieron que la tripulación había regresado. Corrí por los pasillos, usando mi visión para poder escapar sin ser visto, hasta introducirme en la maquinaria de la parte baja. Guardé silencio y me escondí entre los engranajes y pistones, en una zona donde mi pequeño cuerpo cabía sin ningún problema.
Ahí aguardé, hasta que gente de esos "marines" bajaron a ver la maquinaria.
-Esos estúpidos de la marina. Dañar su propio barco para que no lo tomáramos- dijo uno de los sujetos que suplantaban a la marina.
-Por suerte pudimos con ellos. Lástima que sus ropas no me quedan y tuvimos que vestir sus cadáveres con nuestra ropa y arrojarlos por la borda- dijo otro sujeto, rechoncho y corpulento.
Se escucharon sonidos metálicos de sus reparaciones a la maquinaria del buque. Golpes con llaves, tuercas apretadas y demás sonidos de trabajo resonaban por ahí. Me asomé en medio de ese caos para verlos mejor. Si, varios de ellos llevaban vendajes y otras marcas de batalla recientes.
La sala de máquinas quedó reparada y aquellos hombres salieron del lugar. Una vez hubieran salido de ahí, con ayuda de mi bisturí y de las herramientas que quedaban por allí, comencé a desarmar y a perder piezas. Metí tuercas y tornillos entre los engranes y entre los eslabones de las cadenas.
Pronto, todo comenzó a rechinar y a sacar humo. Piezas se quebraron y saltaron de su lugar. Nuevamente bajaron a ver lo que había sucedido.
-Maldita sea, se supone que ustedes sabían reparar esto ¿tenemos que usar también a los lugareños para esto?- cuestionó uno de los piratas.
-Esto estaba bien cuando nos fuimos. Alguien lo saboteó- dijo el otro pirata.
-Si alguien hubiera abordado lo habríamos visto, y nadie sobrevivió a la batalla- dijo el primer pirata.
Otra vez volvieron a gastar unas horas reparando lo que había hecho, el caos era mayor al inicial.
Una vez dejaron el lugar y volvieron a la cubierta y echaron a andar la maquinaria, otra vez salí. Metí una llave entre los engranes, saqué tuercas de su lugar, saqué tornillos y una manguera de líquidos la conecté a otra parte, provocando que echara humo una vez más.
Usando mi habilidad, observé entre los componentes hasta encontrar una zona donde trepar y esconderme. Otra vez bajaron los piratas, maldiciendo y golpeándose entre sí.
-Maldita sea, pensé que sabías lo que hacías... quítate- dijo un pirata quitando de su lugar al otro.
Otros piratas bajaron con linternas y con sus pistolas, en búsqueda del polizón que estaba saboteando todo. Ellos esperaban ver a una persona de al menos metro y medio, quizás poco más bajo, pero nunca buscaron un enano de 15 cm.
Habían pasado ya horas y el capitán estaba muy nervioso. Si llegaba otro buque de la marina los reconocerían y estarían acabados.
Tan pronto hubieran arreglado el motor, volvieron a encenderlo, pero esta vez el tablero de control comenzó a echar chispas y a emitir humo. Las luces se apagaron y comenzaron a echar humo.
Mientras tanto, yo vagaba por las tuberías de la línea eléctrica, cortando cables y dañando los circuitos que veía.
-Capitán ¿que sucede?- gruñó un subordinado.
-Esto lo he visto antes. Es un duende o quizás peor...- dijo el capitán- una vez en un tren naval fue saboteado y la gente cayó al agua por culpa de un "gremlin"...
-¿Esas leyendas son reales?- cuestionó el subordinado.
-No encuentro otra explicación. Mi "voz" sólo ha visto ratas, y no creo que ellas puedan hacer esto- dijo el capitán- deberíamos abandonar este barco, está maldito.
Yo, desde los escombros y la chatarra, estuve espiando por horas ese barco, analizándolo, notando cosas extrañas casi desde el principio. El barco tenía marcas de batalla, marcas de disparos y una zona enegrecida donde se prendió fuego y fue apagado. Las banderas de la marina estaban de cabeza.
Finalmente, tras un par de horas, comenzaron a bajar los "marines", los cuales se veían peculiares. Con ropas rasgadas, agujeradas y andrajosas, de aspecto desalineado y hosco. Desde mi posición no les olía, pero a juzgar por como la gente los recibía, olían muy mal. Escondiéndome entre la chatarra, la basura y los arbustos que aunque pocos, crecían en los pedazos de tierra sin chatarra, me acerqué al barco.
Los escuché hablar. Su forma de hablar era tosca, vulgar y ruda. Se acercaban a los trabajadores, identificándose como miembros de la marina y exigían reparaciones, materiales e incluso dinero a los lugareños.
Para ser un barco tan grande, la tripulación de escasos treinta hombres hacía ver la embarcación solitaria. Esperé a que esos hombres se hubieran alejado lo suficiente, entreteniéndose con los locales, para acercarme. Aún habían unas diez personas arriba custodiando el barco, por lo que esperaría el momento justo para abordar mediante la cadena del ancla. Salté a la cadena y subí trepando rápidamente por la cadena, hasta llegar a la cubierta del barco. Eran decenas de metros de altura los que trepé, por lo que llegué cansado.
Me escondí detrás del "carrete" de la cadena, observando a los demás, pero se veían despreocupados y confiados. Me moví entre cajas y barriles, deslizándome entre coberturas y parapetos, gracias a mis 15 centímetros y a mi velocidad.
No dejé de notar que sobre la cubierta había muchos daños de bala, sangre seca mal trapeada y en la madera se veían daños de espadazos.
Bajé a los camarotes, y tras poner los dedos alrededor de mis ojos, como si fueran gafas, comencé a observar los alrededores. Había rastros de combate, daños en las paredes como espadazos y orificios de bala, incluso zonas dañadas por golpes contundentes.
El rechinar de la madera superior y el resonar de las pisadas me advirtieron que la tripulación había regresado. Corrí por los pasillos, usando mi visión para poder escapar sin ser visto, hasta introducirme en la maquinaria de la parte baja. Guardé silencio y me escondí entre los engranajes y pistones, en una zona donde mi pequeño cuerpo cabía sin ningún problema.
Ahí aguardé, hasta que gente de esos "marines" bajaron a ver la maquinaria.
-Esos estúpidos de la marina. Dañar su propio barco para que no lo tomáramos- dijo uno de los sujetos que suplantaban a la marina.
-Por suerte pudimos con ellos. Lástima que sus ropas no me quedan y tuvimos que vestir sus cadáveres con nuestra ropa y arrojarlos por la borda- dijo otro sujeto, rechoncho y corpulento.
Se escucharon sonidos metálicos de sus reparaciones a la maquinaria del buque. Golpes con llaves, tuercas apretadas y demás sonidos de trabajo resonaban por ahí. Me asomé en medio de ese caos para verlos mejor. Si, varios de ellos llevaban vendajes y otras marcas de batalla recientes.
La sala de máquinas quedó reparada y aquellos hombres salieron del lugar. Una vez hubieran salido de ahí, con ayuda de mi bisturí y de las herramientas que quedaban por allí, comencé a desarmar y a perder piezas. Metí tuercas y tornillos entre los engranes y entre los eslabones de las cadenas.
Pronto, todo comenzó a rechinar y a sacar humo. Piezas se quebraron y saltaron de su lugar. Nuevamente bajaron a ver lo que había sucedido.
-Maldita sea, se supone que ustedes sabían reparar esto ¿tenemos que usar también a los lugareños para esto?- cuestionó uno de los piratas.
-Esto estaba bien cuando nos fuimos. Alguien lo saboteó- dijo el otro pirata.
-Si alguien hubiera abordado lo habríamos visto, y nadie sobrevivió a la batalla- dijo el primer pirata.
Otra vez volvieron a gastar unas horas reparando lo que había hecho, el caos era mayor al inicial.
Una vez dejaron el lugar y volvieron a la cubierta y echaron a andar la maquinaria, otra vez salí. Metí una llave entre los engranes, saqué tuercas de su lugar, saqué tornillos y una manguera de líquidos la conecté a otra parte, provocando que echara humo una vez más.
Usando mi habilidad, observé entre los componentes hasta encontrar una zona donde trepar y esconderme. Otra vez bajaron los piratas, maldiciendo y golpeándose entre sí.
-Maldita sea, pensé que sabías lo que hacías... quítate- dijo un pirata quitando de su lugar al otro.
Otros piratas bajaron con linternas y con sus pistolas, en búsqueda del polizón que estaba saboteando todo. Ellos esperaban ver a una persona de al menos metro y medio, quizás poco más bajo, pero nunca buscaron un enano de 15 cm.
Habían pasado ya horas y el capitán estaba muy nervioso. Si llegaba otro buque de la marina los reconocerían y estarían acabados.
Tan pronto hubieran arreglado el motor, volvieron a encenderlo, pero esta vez el tablero de control comenzó a echar chispas y a emitir humo. Las luces se apagaron y comenzaron a echar humo.
Mientras tanto, yo vagaba por las tuberías de la línea eléctrica, cortando cables y dañando los circuitos que veía.
-Capitán ¿que sucede?- gruñó un subordinado.
-Esto lo he visto antes. Es un duende o quizás peor...- dijo el capitán- una vez en un tren naval fue saboteado y la gente cayó al agua por culpa de un "gremlin"...
-¿Esas leyendas son reales?- cuestionó el subordinado.
-No encuentro otra explicación. Mi "voz" sólo ha visto ratas, y no creo que ellas puedan hacer esto- dijo el capitán- deberíamos abandonar este barco, está maldito.