¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Diario] Un viaje por mar [Akuma]
Odinson D. Shizu
Asesina de Espadas
Esto sucedió cuando Shizu no era más que un bebé. En un giro oscuro del destino, el mismo día en que su familia se vio atrapada en un feroz ataque de piratas, fue engullida viva por un imponente rey marino. Mientras las olas golpeaban su frágil embarcación, la tragedia se desató, y Shizu, con apenas unos meses de vida, se encontró atrapada en el interior de una criatura legendaria, un vasto vientre marino que, si bien era un lugar aterrador, ofrecía una extraña forma de refugio.

Dentro de esa bestia colosal había aire, aunque en un estado nauseabundo y viciado. Era fácil encontrar entre las entrañas de la criatura los restos de barcos naufragados y, sorprendentemente, incluso fragmentos de tierra que indicaban que algún pequeño islote había formado parte de la dieta insaciable del rey marino. Podía decirse que, si uno lograba ignorar el hedor penetrante y los nauseabundos adornos de vísceras que recubrían las paredes, había una curiosa posibilidad de sobrevivir, al menos por un tiempo.

Durante el naufragio, la pequeña Shizu había tragado una gran cantidad de agua, pero el aire en ese lugar estaba tan contaminado por los gases que emanaban de las profundidades de la criatura que la niña pronto se vio en un grave apuro. Los jugos gástricos de la bestia se dedicaban a descomponer todo lo orgánico, y aunque la niña no estaba en la zona más profunda, su destino parecía sombrío. A pesar de que un ser humano ya hubiera perecido en tales condiciones, Shizu, siendo una gigante, poseía una resistencia innata que podría mantenerla con vida un poco más que un bebé humano. Sin embargo, si nadie intervenía pronto, su tiempo se acabaría, ya fuera por asfixia, intoxicación por los gases, o hambre, ya que su escaso tamaño y su lenta tasa de crecimiento significaban que necesitaba más tiempo para adquirir fortaleza.

- Eh... No me digas que fue a la superficie, no me dio la sensación; igual se tragó algo hundiéndose - Murmuró un hombre mientras avanzaba por el interior de aquel extraño cementerio de barcos. El sonido al que no estaba acostumbrado le hizo detenerse en seco. -- ¿Y esto...? No me fastidies, se ha comido un bebé...

Aquel hombre, humano y de algo más de dos metros de altura, observó cómo la pequeña Shizu era aún más grande que él. La incertidumbre lo envolvía - ¿Y qué hacemos contigo? No creo que aguantes mucho aquí dentro... Y yo que estaba esperando a que esa bestia saliera a la superficie para desocupar este lugar. En fin, parece que voy a tener que arriesgarme un poco... - Su frustración lo invadía. Aunque tenía confianza en su habilidad para escapar una vez la criatura retornara a la superficie, la idea de hacerlo corriendo el peligro de ser aplastado mientras ascendía lo perturbaba.

El hombre, habiendo estado atrapado en el interior de la bestia durante dos días, sentía que su percepción del tiempo se había distorsionado, guiándose por los movimientos de la criatura y los sonidos que resonaban alrededor. Esperaba ansiosamente el momento en que pudiera sentir una leve corriente de aire, lo que indicaría que la bestia había subido a la superficie.

Transcurrió un día completo; la niña estaba notablemente debilitada. Su respiración se volvía cada vez más tenue y su pulso, casi imperceptible. Pero, finalmente, la brisa fresca hizo su aparición. En ese instante crucial, la mirada del hombre cambió, tomándose de determinación mientras desenfundaba su espada. Con un movimiento rápido y preciso, la hoja trazó una línea en el aire, creando un arco brillante contra la carne carnosa de la criatura. Pronto, las dos mitades comenzaron a separarse, revelando el cielo azul que hacía tiempo no veían.

- Menos mal, justo a tiempo, vamos pequeña - Exclamó el hombre mientras alzaba a la niña en sus brazos, dejando que la mayor parte del cuerpo de la bestia se hundiera en el mar. Solo la parte más cercana al corte quedó a flote, brindando a Shizu la oportunidad que necesitaba - Ahora al menos podrás respirar - Dijo con voz suave, mientras observaba el vasto océano - Me pregunto en qué mar nos encontramos... - El agua era tranquila y sorprendentemente pacífica, y gracias a las corrientes, la cabeza de la criatura había sido arrastrada lejos de la zona de peligro.

Shizu, aunque aún débil, mostraba señales de que sus condiciones estaban mejorando. Se adivinaba que su respiración se volvía más estable - Ay... Aunque tenemos bastante carne, supongo que no puedo ofrecerte eso así como así... Espero que me agradezcas esto, porque pensaba venderlo por unos buenos millones y vivir cómodamente - Comentó el hombre mientras sacaba un fruto de extraña forma de su bolsa. Pronto, usando su espada, trituró el interior hasta convertirlo en una papilla, la cual ofreció a la niña. Ella hizo una mueca de asco, pero eso era una buena señal; era indicio de que aún tenía fuerza para reaccionar.

- Ahora no podrás nadar, pero no lo echarás de menos, considerando que nunca lo hiciste. Dicen que la habilidad que te da es rara, y en verdad, es peor que el simple hecho de nadar. Pero, lamentablemente, no tengo nada más que pueda comer un niño. No vi por allí dentro una vaca a la que ordeñar, ni una buena moza, aunque tampoco creo que eso fuera tan sencillo - Continuó, mientras ella sorbía un poco de la papilla. 

Aquella mezcla le daría el sustento necesario a la pequeña para aguantar hasta que finalmente avistaron una isla en el horizonte. Se dibujaba en la distancia, un lugar prometedor que podría significar la salvación tan esperada. Una nueva vida que esperaba a la niña en aquella isla que se divisaba en el horizonte, formada por dos montañas que crecían enormemente como colmillos brotando de la tierra. Ese encuentro habia sido algo del destino que uniría a Shizu con ese misterioso espadachín de por vida, aunque eso seria una historia que se debería contar en otro momento.
#1


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