Henry
El Tirano Carmesí
03-11-2024, 12:59 AM
Verano del Año 722
Si había un día que recordaría por el resto de mi vida sería el día en el que me uní a la marina. Recuerdo cada detalle de aquella escandalosa tarde en el pueblo de Rostock, pues la marina empezaba a tener cada vez más presencia en la isla. A pesar de todo, aún había un gran porcentaje de criminalidad en aquél lugar, por lo que muchos debíamos de andar con cuidado.
— Henry, hazme el favor y ve a comprar verduras para la cena — Aquellas eran las demandas de mi sagrada madre, la necesitaba algunas verduras para preparar la cena del día. – Sí mamá, volveré con ellas en nada de tiempo, te quiero! — Salí de mi casa a toda velocidad, pues si algo tiene la juventud es energía. Era un hermoso día, vecinos me saludarían, niños se unirán a mi carrera y el sol brillaba con todas sus fuerzas.
— Henry, hazme el favor y ve a comprar verduras para la cena — Aquellas eran las demandas de mi sagrada madre, la necesitaba algunas verduras para preparar la cena del día. – Sí mamá, volveré con ellas en nada de tiempo, te quiero! — Salí de mi casa a toda velocidad, pues si algo tiene la juventud es energía. Era un hermoso día, vecinos me saludarían, niños se unirán a mi carrera y el sol brillaba con todas sus fuerzas.
Una vez en el centro donde muy a menudo los comerciantes venden su mercancía pude avistar a doña Clara, una amiga de mi madre y la encargada de vender verduras por todo allí. — ¿Henry, corazón, que te trae por aquí? — Doña Clara era una señora muy dulce, la cual siempre te atendía con una gran sonrisa y mimos. — Buenas tardes doña Clara, mi mamá me envía a por verduras para la cena, usted sabe, lo regular jaja — Si había algo bueno en ser un cliente regular era que ya sabían lo que buscabas.
— Oh, pues obviamente que tengo todo lo que ella necesita. A ver... uno de estos, con un tanto de aquello y muchos de estos... ¡Listo! Aquí está todo lo que ella necesita — No pasaban treinta segundos y doña Clara ya tenía toda una bolsa con lo que busca, ella era realmente increíble. — Muchísimas gracias, aquí tiene, gracias por todo doña Clara — me despido de ella con una gran sonrisa, pues siempre es muy agradable hablar con ella.
Al girarme para ir de vuelta a casa se escucha de repente un alboroto cerca del lugar. Se escuchaban gritos y cosas caer, como si hubiera una pelea o alguien estuviera corriendo. Al parecer tenía razón con lo último, pues un tipo corría a toda máquina con una bolsa en la mano. — ¡Alto en nombre de la ley, devuelve lo que has robado! — Se trataba de un par de marines, los cuales corrían detras de aquél sujeto pero sin mucha esperanza de agarrarlo.
Viendo todo aquello y sabiendo que aquél ladronsuelo venía a mi dirección, decidí no girarme, como si nada de eso fuese de mi importancia. Al parecer el ladrón había picado el anzuelo, pues siguió corriendo hacia mi dirección, lo que pude aprovechar embistiendo a aquella sabandija.
— ¡Serás cabrón! — Aquel joven ladron no hacía más que quejarse, pues este sabía que ya estaba condenado. En nada de tiempo llegaron aquellos dos marines, los cuales no perdieron tiempo en arrestarle y quitarle aquella bolsa. — Haz hecho muy bien hijo — Aquél marine agradecía mi ayuda en aquella captura, ya que no haber sido por mi, era muy probable que aquella sabandija hubiera escapado — ¿Dime, te gustará unirte a la marina y pararle los pies a más sabandijas como esas? — De la nada mi corazón latía a mil por hora, pues de la nada me ofrecían el sueño que siempre tuve desde pequeño. — ¡Sí señor! ¡Siempre ha sido mi sueñor pertenecer a la marina! — Aquellas palabras llenaban de orgullo al marine, el cual, con una mano en mi hombre y la otra mostrándome el pulgar exclamó — ¡Así me gusta! El cuartel está necesitado de nueva sangre con semejante emoción. Bienvenido a la marina muchacho —
Desde aquél momento mi vida había tomado un rumbo que cambiaría mi destino completamente.