Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [T1] Conociéndolo
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Día 12 de Verano del 724

Son las siete de la tarde en LogueTown, la ciudad portuaria donde los vientos del destino siempre parecen traer más problemas de los que alejan. En medio de la actividad febril que caracteriza a esta urbe llena de piratas, cazadores, y mercaderes, se encuentra una de las tabernas más infames de la ciudad "Te Parto en Dos". No me jodas que no te gusta el nombre. Construida con la intención manifiesta de albergar a la peor calaña que surca los mares, la taberna se erige como un santuario para los delincuentes, una guarida para quienes prefieren mantenerse al margen de la ley. Desde el exterior, la fachada de la taberna apenas se distingue de las demás edificaciones deterioradas del puerto. Sus paredes de madera ennegrecida parecen tener siglos de historia, con tablones que se han hinchado y torcido por años de humedad salada. El letrero del local, colgando peligrosamente de una cadena oxidada, está pintado a mano con letras irregulares y decorado con un tosco dibujo de un cráneo partido en dos. Cruzar el umbral de "Te Parto en Dos" es como adentrarse en el vientre de un monstruo marino. Apenas atraviesas la puerta de doble hoja, un hedor abrumador le golpea el rostro. Una mezcla de alcohol derramado, sudor rancio y humo de tabaco se arremolina en el aire, formando una atmósfera que parece adherirse a la piel de los presentes.



El techo de la taberna es bajo, lo suficiente como para que los más altos tengan que inclinar ligeramente la cabeza. Está cubierto de vigas gruesas, todas marcadas con innumerables muescas y tallas que los clientes han dejado a lo largo de los años. Algunas inscripciones son crípticas, otras tan vulgares que sería mejor no intentar descifrarlas. De una de las vigas cuelgan lámparas de aceite con cristales ennegrecidos por el hollín, que emiten una luz temblorosa. Esta iluminación precaria juega con las sombras, haciendo que las figuras se alarguen y retuerzan en las paredes, como si fueran espectros que danzan al compás del bullicio. El suelo está cubierto de aserrín, supuestamente para absorber los líquidos derramados, aunque ya hace tiempo que se ha convertido en una mezcla pegajosa de barro, cerveza y sangre seca. A un lado del salón, un par de barriles apilados sirven como una barra improvisada, donde el tabernero, un hombre de hombros anchos y rostro marcado por cicatrices, limpia un vaso con un trapo tan sucio que probablemente ensucia más de lo que limpia. Sobre el mostrador, varias botellas de licor destilado casero se alinean torpemente. Ninguna de ellas tiene etiquetas. Las mesas están repartidas sin orden alguno, muchas de ellas cojas, con una pata más corta que las otras, lo que obliga a los clientes a equilibrarlas con pedazos de madera o papel arrugado. Algunas sillas están completas; otras, reducidas a simples taburetes sin respaldo. Casi todos los muebles parecen haber sido reciclados de naufragios o robos, cada uno con un pasado tan oscuro como el de sus ocupantes. es el peor antro al que podías entrar, pero qué importaba eso, tienes una misión.

"Te Parto en Dos" está lleno de vida, aunque no de la variedad que un ciudadano decente buscaría. Los clientes son una mezcla pintoresca de lo peor de LogueTown. Piratas borrachos que gritan sobre sus hazañas exageradas en alta mar comparten espacio con mercenarios encapuchados que observan en silencio, sus manos siempre cerca de sus armas. Hay contrabandistas que gesticulan efusivamente mientras discuten precios en susurros y prostitutas que ríen estridentemente, exhibiendo dientes dorados o faltantes. En una esquina oscura, un grupo de jugadores de cartas se encuentra inmerso en una partida donde las miradas son más letales que las cartas en sí. Una pistola o una daga parece asomar en cada cintura, y los ojos de todos están alerta, como si esperaran que en cualquier momento la tensión estallara en violencia. Es evidente que en este lugar las alianzas son temporales, y la traición es casi una moneda de cambio. Por todo el salón, hay marcas de peleas pasadas. Agujeros en las paredes, seguramente de disparos, grietas en el suelo donde alguna vez impactaron botellas o cabezas; incluso una mesa partida en dos que ha sido improvisadamente reparada con una cuerda y clavos torcidos.

Has recibido un mensaje escueto, entregado por un joven mensajero que desapareció antes de que pudiera hacerle preguntas: "El hombre que buscas estará en 'Te Parto en Dos' esta noche. Tendrás una sola oportunidad." El mensaje no contenía más detalles, pero no los necesitaba. Así funciona la cosa en el CP. Si había algo que entendías mejor que nadie era la naturaleza del peligro. El ambiente opresivo de la taberna, la tensión palpable entre los clientes, y las sombras que parecían cobrar vida eran suficientes para confirmar que estaba en el lugar correcto.

De repente las puertas se abren. La figura de un hombre con una gigantesca cicatriz en el rostro, pelos blancos y repeinados, ropas veraniegas y un aura chulesca extraña llama la atención de todos. Se sienta en la barra, dejando sobre la madera un fajo de billetes. — Haz el favor de ponerme algo de ron. — Tenía unas chapas que le colgaban del cuello y una extraña figura atada a su costado. Era de madera, tallada a mano. La figura tomaba la forma de un gyojin ... Quizás un viejo recuerdo.


Imagen del tipo


Mostrar Contenido
#1
Daryl Kilgore
-
Personaje


Había ocasiones en las que uno, como agente del Cipher Pol, tenía que meterse en asuntos que no le apetecían lo más mínimo. El mensaje que había recibido Daryl era escueto y críptico, cualquier otro lo habría simplemente ignorado, refugiándose en la idea de que el autor de dicha nota debía tratarse de un demente, o más sencillo, que se trataba de una tomadura de pelo. Él mismo estuvo a punto de ser uno de esos hombres, descartando por completo la posibilidad de darle algo de importancia a dicho mensaje. Pero por un momento, pensó en lo que habría hecho Irina en su lugar. Obviamente, tratar de averigüar de que se trataba todo ese misterio. Daryl no solía dejarse llevar por la curiosidad muchas veces, se le podía considerar un tío sencillo en ese sentido, pero sí que se dejaba llevar bastante por la opinión de la pelirroja. Por sus impresiones. Tsk, qué coñazo, al final tendría que acudir a la dichosa taberna y todo.

Se colocó ropa de paisano, con sus típicos pantalones negros con cinturón, botas y camiseta de aspecto militar y un par de guantes negros en ambas manos. Con la única diferencia de que aquella noche decidió colocarse algo más por encima, una capa negra con capucha que le ayudase a pasar algo más desapercibido, o a resultar lo suficientemente intimidante como para que nadie indebido se acercase a él. No, Daryl no era una persona demasiado sociable, y menos cuando tenía como objetivo adentrarse en un lugar como aquel, lleno de piratas, mercenarios, borrachos a los que les encantaba meterse en peleas por cualquier nimiedad. No es que él rechazase el combate, eso sería casi un insulto a su raza, pero sabía mantener la mente fría lo suficiente como para discernir e identificar cuál era un buen momento para una pelea, y cuál no lo era. Algo que le había costado años aprender. Y aunque iba con esa idea en la cabeza, colocó su espada tras su espalda, oculta en la capa. Uno nunca sabía a ciencia cierta cuándo tendría que hacer uso de sus habilidades más bélicas. Tampoco es como si normalmente se separara de su arma, no.

La nota indicaba que encontraría a aquel hombre de noche, así que mezclándose con las sombras de la ciudad, Daryl se desplazó rápidamente hacia la taberna en cuestión. La conocía, igual que casi toda la isla, fruto de los años que llevaba ya viviendo allí y visitándola con bastante frecuencia, por lo que no tardó en llegar y cruzar el umbral de la puerta. El techo ya era justo incluso para los humanos normales, así que un demonio como él de más de tres metros tenía que caminar con el cuello prácticamente girado. Una incomodidad de cojones. Antes de que nadie se fijara en él, se tomó la libertad de lanzar una mirada intimidante y de muy pocos amigos a todo el local en general, como una advertencia en forma de carta de presentación, y es que no estaba buscando problemas, pero tampoco dudaría en responder si fuera necesario. Se hizo paso hasta la barra, sentándose en uno de los asientos, adoptando por fin una postura más normal.

Un vaso de agua. — Pidió el demonio, seguramente sorprendiendo al tabernero. Era bastante probable que fuera la primera vez que le pedían una bebida tan... insípida y desprovista de alcohol. Pero a Daryl no le importaba lo que pudiera pensar de él. Si algo tenía claro, es que había una gran diferencia entre aquella panda de borrachos, puteros y ludópatas. Y la diferencia empezaba por el estómago. A los pocos minutos, una entrada fuera de lo común llamó la atención de varios de los presentes, haciendo que Daryl también se girase inconscientemente. Se trataba de un hombre de blancos cabellos, apariencia veraniega y destilando esa actitud de quién cree ser dueño del mundo. Daryl observó por el rabillo del ojo cómo el hombre en cuestión se sentaba cerca suya, pidiéndose un ron y dejando un buen fajo de dinero en la mesa. El demonio sujetaba en su mano derecha, la cual había colocado sobre la barra, la nota que había recibido. Arrugada, leía sus letras de vez en cuando, preguntándose quién querría reunirse con él. Estaba claro que él no podría reconocer a alguien que no había visto, ¿pero sería el otro capaz de reconocerle a él? La expectación era una sensación que no le gustaba, no en aquel contexto. Lanzaba miradas furtivas al hombre de su costado, sin terminar de fiarse de su actitud, pendiente por si se le ocurría hacer algún movimiento extraño.



Inventario

VYD
#2
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
La atmósfera de la taberna "Te Parto en Dos" era todo lo que Daryl esperaba y más, un torbellino de olores, sonidos y sombras que competían entre sí por el dominio del ambiente. Desde el momento en que cruzó la puerta, se sintió envuelto en una mezcla opresiva de aromas; un coctel de sudor rancio, alcohol barato y humo de tabaco que parecía impregnar hasta el alma de los presentes. A eso se sumaba el hedor metálico de la sangre seca y, de forma más sutil, el dulzón del ron derramado. Era como si todo el local se hubiera marinado en esta esencia durante décadas. Los ruidos eran igualmente intensos. Desde risotadas ebrias y carcajadas de mala gana hasta murmullos conspirativos que surgían en rincones oscuros, pasando por el ocasional golpe de un puño contra una mesa o el tintineo nervioso de dados y monedas cayendo sobre madera desgastada. En el fondo del local, una banda desafinada intentaba tocar algo parecido a una canción marinera. Un violinista con más entusiasmo que habilidad lideraba el grupo, acompañado de un tamborilero y un acordeonista. Las notas discordantes añadían un matiz caótico que parecía encajar perfectamente con el entorno.

La taberna estaba llena a reventar, con unas cincuenta almas repartidas por el lugar, cada una de ellas igual de peligrosa o miserable que la anterior. En una mesa al fondo, un grupo de cuatro jugadores de cartas discutía acaloradamente. Dos de ellos eran piratas, fácilmente reconocibles por sus tatuajes de anclas y cicatrices que cruzaban sus rostros curtidos. El tercero era un contrabandista que llevaba más joyas de las que cualquier hombre cuerdo usaría, y el cuarto, un mercenario con un parche en el ojo y la mano descansando peligrosamente cerca de un cuchillo en su cinturón. En otra mesa, una pareja de prostitutas entretenía a un grupo de jóvenes marineros que parecían demasiado novatos para estar en un lugar como este. Sus risas nerviosas y movimientos torpes contrastaban con la actitud despreocupada de las mujeres, quienes parecían manejar la situación con la habilidad de veteranas. Cerca de ellos, un hombre de pelo grisáceo y barba enmarañada dormitaba con la cabeza apoyada sobre sus brazos, rodeado de un charco de lo que probablemente era ron. Daryl se abrió paso entre la multitud con la misma sutileza de un barco cortando olas. Su tamaño, mucho mayor al de la mayoría de los presentes, le facilitó el camino. La capucha de su capa negra proyectaba sombras sobre su rostro, pero no lo suficiente como para ocultar completamente su naturaleza demoníaca.

Bueno, esto sí que es nuevo. —Comentó el tabernero para sí mismo, limpiándose las manos con un trapo mientras se acercaba a Daryl. El tabernero se detuvo un momento, calibrándolo. No era solo el tamaño de Daryl lo que llamaba la atención, sino la manera en que se movía. Había algo letal en su postura, un aire de confianza contenida que solo alguien acostumbrado a la violencia podía tener. Tras unos segundos, decidió que lo mejor era mantener las cosas simples. —¿Qué va a ser? —Preguntó con un tono que intentaba ser casual, aunque había una nota de respeto en su voz. Antes de que pidas nada, el tipo que está justo a tu lado, empieza a quejarse. —¡Mi ron, maldita sea! ¿Vas a hacerme esperar toda la noche, viejo? —Dijo molesto Kovashi, el borracho sentado junto a ti. El tabernero resopló con cansancio y agarró una botella de ron sin etiquetar, sirviendo una generosa cantidad en un vaso de vidrio. —Tranquilo, Kovashi, no me he olvidado de ti. Como para olvidar esa maldita cara tuya ... —Le respondió con ironía a lo que Kovasho sonrió. Kovashi gruñó algo ininteligible en respuesta antes de llevarse el vaso a los labios. Era evidente que el hombre era un cliente habitual, de esos que prácticamente tenían su nombre grabado en alguna de las sillas cojas del lugar. Su ropa estaba desgastada y manchada, y un fuerte olor a ron emanaba de él, como si la bebida se hubiera filtrado en sus poros.

No hagas esperar a este amigo. Parece tener el tamaño digno de un puñetero luchador de Barrenak. — Se dió la vuelta para contemplarte mejor. El Barrenak era un tipo de pelea callejera. — ¿Agua? ¿qué tienes, doce años? — Tomó la botella de ron que el camarero dejó cerca y la arrastró hasta tu cuerpo. — Bebe como un hombre, muchacho. Hoy estly genero, va, que te invito yo.
#3
Daryl Kilgore
-
La llegada de Daryl al local fue tan... sorprendente como se había imaginado. Varios se giraron para mirarle mientras se hacía paso a través de los borrachos y las putas, tratando de esquivar su roce con una rapidez y agilidad que revelaban que al parecer, era algo que estaba acostumbrado a hacer. Por el motivo que fuera. Estaba acostumbrado a llamar ligeramente la atención debido a su altura, aunque normalmente dicho foco se desvanecía rápidamente, por lo que no se esperó que el tabernero decidiera acercarse a él para recibirle. El demonio dio un paso atrás, instintivamente, notando el metálico filo de su espada contra su camiseta. Daryl correspondió su mirada, calibrándose el uno al otro durante unos segundos, hasta que ante el silencio del más alto, el hombre decidió simplemente seguir con sus obligaciones, preguntándole qué era lo que quería tomar.

El peliblanco de al lado se sintió frustrado, reclamando que se le atendiese a él primero. La típica desesperación del borracho, uno de los motivos por los que el alcohol no le entusiasmaban. Podían volver a un hombre en un animal, más de lo que ya era. Pero parecía existir cierta complicidad entre ambos, como si el hombre sentado frente a la barra acostumbrase a visitar aquel lugar.

Daryl ya había pedido su bebida, una insípida pero fresca agua de grifo, y tras eso se mantuvo callado, palpando el papel en su mano, aquella nota que le había hecho acudir hasta aquel lugar oscuro y asqueroso. Mantenía la mirada pendiente a su alrededor, alerta por si algún desconocido se le acercaba. Al fin y al cabo, se suponía que estaba esperando a alguien, pero a cada segundo que pasaba, sentía con más fuerza que todo aquello era una pérdida de tiempo. Que alguien había decidido tomarle el pelo. Tampoco es como si la paciencia fuera uno de los fuertes del demonio, solo se permitía tenerla cuando se trataba de Irina, y aún así, muchas veces le ponía contra las cuerdas...

Tomó entonces su vaso de agua, justo en el mismo momento en el que el peliblanco, ese tal Kovashi, decidió acercarse a él. Daryl, en un acto reflejo, se alejó unos centímetros hacia el lado contrario. Cualquiera diría que la proximidad no era algo con lo que se sintiese muy cómodo. No obstante, le miró, analizando mejor su rostro y sus facciones. Estaba marcado casi con tantas cicatrices como él, lo cual ya resultaba bastante curioso. Y tenía un porte... diferente, no parecía ser un borracho cualquiera de tres al cuarto. Se metió con su bebida, algo bastante esperable, la verdad, y luego le ofreció algo de su ron. — No, gracias. Prefiero estar lúcido. — Fue entonces cuando un rápido pensamiento le cruzó por la cabeza. Le tendió la hoja que tenía en la mano, arrugada pero legible, con sus manos protegidas por los guantes. — Recibí este mensaje esta mañana. Parece que frecuentas este lugar, ¿tienes idea de a quién se refiere? — Lo cierto es que se había cansado de esperar a algo que no sabía ni cuándo llegaría, así que decidió dar él el primer paso, preguntar directamente. En el peor de los casos, Kovashi no tendría ni idea de lo que le estaba hablando, por lo que tampoco habría perdido nada.
#4
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Kovashi era un perro viejo, y eso se notaba en cada aspecto de su ser. Desde las arrugas profundas que surcaban su rostro curtido hasta el brillo astuto de sus ojos oscuros, había algo en él que gritaba experiencia. Su cabello, un revoltijo plateado que parecía llevar semanas sin conocer el toque de un peine, caía en mechones desordenados alrededor de un rostro que parecía haber sido cincelado por una vida de golpes, tanto físicos como emocionales. Sus cicatrices contaban historias de cuchillos, peleas y, posiblemente, de alguna que otra noche demasiado cerca de una fogata. Kovashi apenas parpadeó cuando Daryl le ofreció la hoja. La tomó sin prisa, como si estuviera acostumbrado a lidiar con asuntos crípticos o con gente que no sabía exactamente lo que buscaba. Sus dedos, gruesos y toscos, pero sorprendentemente ágiles, desplegaron el papel arrugado con la precisión de alguien que había manejado documentos mucho más valiosos y peligrosos en el pasado. — Sí, se te ve muy lúcido, no como los demás. — Levantó su ron y brindó con él mismo. — El camarero depositó unos cacahuetes cerca de Daryl, la casa los regalaba. Qué amables.

Mientras leía, su expresión no cambió mucho, pero hubo un leve tic en la comisura de su boca, apenas perceptible, como si hubiera reconocido algo en el contenido del mensaje. Sus ojos se entrecerraron, recorriendo cada palabra con detenimiento. Después, levantó lentamente la mirada hacia Daryl, evaluándolo una vez más, como si quisiera asegurarse de que el demonio frente a él era digno de la información que posiblemente estaba a punto de compartir. — No me enorgullezco de esto. — Sacó también un papel. Donde estaba la información. La información donde vendía a su gente. — Pero tampoco me compadezco. — Le sonrió, de forma sarcástica. Sin decir más, Kovashi buscó en el bolsillo interior de su raída chaqueta de cuero. El sonido del roce de la tela desgastada contra su mano callosa llenó el breve silencio entre ellos. Tras unos segundos, sacó otro trozo de papel amarillento, más pequeño que el que Daryl había entregado, y lo colocó con cuidado sobre la mesa entre ambos. Era evidente que este nuevo papel había pasado por muchas manos antes de llegar hasta allí, sus bordes estaban desgastados y tenía manchas que podrían ser de café, sangre o simplemente suciedad.

La hoja no tenía palabras, solo un dibujo tosco, garabateado con carbón o tinta oscura. Era el rostro de un hombre, o lo que quedaba de él, facciones angulosas y duras, una cicatriz que atravesaba diagonalmente su ceja izquierda hasta la mandíbula, y un ojo que parecía inusualmente grande o deformado. — Es Mambo Di Wambo. Pequeño, cabezón y con el pito pequeño. — Sonrió. — Pero futuro problema del gobierno si no se le frena los pies. — Kovashi tamborileó los dedos sobre la mesa, como si el simple acto de colocar la hoja fuera una invitación implícita a que Daryl entendiera su significado. Sin embargo le era imposible estar callado. Siempre fue así. Había un aire de desafío en el gesto. Kovashi no era el tipo de persona que regalaba respuestas fácilmente. Parecía querer comprobar cuánto podía deducir Daryl por sí mismo antes de decidir si valía la pena profundizar en la conversación. En el fondo, había algo casi paternal en su actitud, como un lobo viejo probando a un cachorro para ver si tenía lo necesario para sobrevivir en el bosque. Pero su rostro permanecía estoico, sin revelar más de lo estrictamente necesario.

Sin apartar la mirada del demonio, Kovashi empujó ligeramente el papel hacia él con dos dedos. No era un gesto agresivo, pero tampoco era un acto de confianza total. Era, más bien, un recordatorio sutil de que cualquier cosa que Daryl hiciera con esa información tendría un precio.
#5


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)