¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Diario] [D - Pasado] Un encuentro indeseado
Timsy
Timsy
3 días antes del presente


La noche era tranquila y en el cielo brillaba la Luna, quien iluminaba la corteza terrestre allá dónde la civilización todavía no había llegado. El sonido de las olas inundaba el ambiente, al igual que el mar la costa. Las gotas saladas que resbalaban por mi escamosa piel emitían destellos bajo la luz lunar y una suave brisa enfriaba mi acalorado cuerpo. Respiré profundamente la brisa marina, dejando que el salitre inundara mis pulmones. Cerré un instante los ojos para relajarme y exhalé el aire. Con calma reemprendí la salida del mar hacia la arena de la playa. Había estado toda la tarde sumergido, tratando de buscar algo de valor y cazar algún pez por mera diversión. Tan enfrascado estaba en mi tarea que se me había pasado por completo la tarde y me había adentrado en la noche sin percatarme. ¡Era tardísimo! - ¡Nenúfares nepalíes! - Al menos había encontrado una concha extraña, nunca había visto otra igual, y había conseguido un pez que llevaba en la mano derecha. Era uno muy común en el East Blue, pero igualmente me había servido para entrenar y practicar la caza. Sabía que algún día tendría frente a mí a un Rey Marino y ese día yo le daría caza. Ignoraba si sería el primer ser en cazar uno, pero sí estaba seguro que si alguien lo había conseguido antes se podrían contar con los dedos de una mano y mi nombre se añadiría a esa corta lista.

Sentí la arena adherirse a mis palmeados pies. El pez de la mano ya había dejado de moverse hacía unos segundos al haberse asfixiado por completo, supuse. Podría haberme sentido mal por arrancarlo de la protección de Neptuno, pero yo también necesitaba protección en este vasto mundo y ya tenía lecciones suficientes para haber aprendido que si yo no cuidaba de mí mismo, nadie más lo haría. Y eso haría a toda costa. Caminé con calma, dejando las huellas en la arena cada vez más seca a medida que me alejaba de la costa. Del mismo modo, la arena más seca drenaba humedad a la más mojada, haciendo que poco a poco todos los granos se fueran cayendo de mis pies. Además mi piel no era como la de los humanos, por lo que este proceso tomó menos tiempo. Como no podía ser de otra manera, mi piel estaba adaptada al medio acuático. A medida que me alejaba del mar, el rumor de las olas se iba haciendo más ténue, hasta quedar tan solo en un susurro dificil de distinguir del viento acariciando las hojas de los árboles. Con la misma calma que dominaba la noche, me interné en el bosque que tenía frente a mí sin preocuparme de nada.
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