Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Hace 9 horas
Ragn avanzó con paso decidido hacia el puerto de Oykot, donde el aire salado se mezclaba con el murmullo constante de las olas y el bullicio de la actividad. El sol, ya alto en el cielo, hacía brillar las aguas mientras las velas de los barcos ondeaban perezosamente. En cada esquina del muelle, hombres y mujeres trabajaban con ritmo incesante, descargando barriles y cajas, tejiendo redes o asegurando cabos. A medida que se acercaba, las miradas de los presentes se alzaban hacia él. Algunos detenían sus tareas, inclinando la cabeza en un gesto respetuoso, otros sonreían con franca admiración. Ragn era una figura imposible de ignorar, su porte robusto, su andar firme y la expresión serena pero determinada en su rostro hablaban tanto de fortaleza como de sabiduría. Era uno de los salvadores de Oykot, un hombre que había devuelto la esperanza a su gente en los días más oscuros. Los más jóvenes, reunidos cerca de los tenderetes de pescado fresco, lo observaban con un brillo especial en los ojos, como si con solo mirarlo pudieran absorber una fracción de su valentía. Los ancianos asentían desde sus sillas de madera, reconociendo en él no solo al héroe, sino al protector que jamás había olvidado sus promesas. Incluso los mercaderes, ocupados en sus intercambios y cuentas, alzaban la voz para saludarlo desde sus puestos, entre cestos repletos de mariscos y especias exóticas. Era una gozada esta gente y su gratitud eterna.
Ragn no buscaba ser el centro de atención, pero no podía evitarlo. Cada gesto de respeto, cada mirada de gratitud, era un recordatorio de que sus actos habían dejado una marca indeleble en la comunidad. A su paso, el ambiente parecía cobrar una energía renovada, como si su sola presencia insuflara ánimo a quienes lo rodeaban. Al llegar al primer puesto de venta, donde las telas cubrían cajas repletas de víveres frescos, Ragn se detuvo un momento, inhalando profundamente el aroma del mar mezclado con el de los productos del puerto. Este lugar, con su constante movimiento y vida, era el corazón palpitante de Oykot, y él, por un instante, se permitió sentir orgullo de haber contribuido a que siguiera latiendo. Se detuvo en un puesto donde una anciana vendía hierbas y especias dispuestas en pequeños montones aromáticos sobre una tela colorida. Los olores lo envolvieron, romero, tomillo, pimentón ahumado. Era un recordatorio de los platos de su infancia, cuando los días eran más sencillos y la guerra un concepto lejano. La mujer, de rostro curtido por el sol y las mareas del tiempo, lo miró con una mezcla de afecto y solemnidad. No hubo necesidad de palabras, él tomó lo que necesitaba, dejando más monedas de las necesarias en la cesta.
Ragn continuó su recorrido, recogiendo productos aquí y allá, pan recién horneado, verduras brillantes y jugosas, pequeños frascos de miel local. Cada puesto que visitaba era un recordatorio de la vida que había ayudado a reconstruir. Recordaba cómo, en los días más oscuros, el puerto había estado desierto, los barcos abandonados y las redes rasgadas. Ahora, en cambio, era un hervidero de actividad, un testimonio de la resiliencia de su gente. Cuando terminó de abastecerse, se detuvo un momento al final del muelle, dejando que el viento marino le acariciara el rostro. Desde allí, podía ver el horizonte donde el cielo y el mar se encontraban en un abrazo infinito. Este lugar, con todas sus cicatrices y su belleza imperfecta, era su nuevo hogar. Y aunque la gente lo llamaba héroe, él sabía que era simplemente un hombre que había hecho lo que debía. Mientras regresaba por el camino de adoquines que lo llevaba de vuelta al corazón de Oykot, Ragn sintió una calma profunda. El puerto seguía vivo, y con él, su ciudad y su gente.
Pero sentía que aún necesitaba algún ingrediente especial ... ¿Dónde encontrarlo?
Ragn no buscaba ser el centro de atención, pero no podía evitarlo. Cada gesto de respeto, cada mirada de gratitud, era un recordatorio de que sus actos habían dejado una marca indeleble en la comunidad. A su paso, el ambiente parecía cobrar una energía renovada, como si su sola presencia insuflara ánimo a quienes lo rodeaban. Al llegar al primer puesto de venta, donde las telas cubrían cajas repletas de víveres frescos, Ragn se detuvo un momento, inhalando profundamente el aroma del mar mezclado con el de los productos del puerto. Este lugar, con su constante movimiento y vida, era el corazón palpitante de Oykot, y él, por un instante, se permitió sentir orgullo de haber contribuido a que siguiera latiendo. Se detuvo en un puesto donde una anciana vendía hierbas y especias dispuestas en pequeños montones aromáticos sobre una tela colorida. Los olores lo envolvieron, romero, tomillo, pimentón ahumado. Era un recordatorio de los platos de su infancia, cuando los días eran más sencillos y la guerra un concepto lejano. La mujer, de rostro curtido por el sol y las mareas del tiempo, lo miró con una mezcla de afecto y solemnidad. No hubo necesidad de palabras, él tomó lo que necesitaba, dejando más monedas de las necesarias en la cesta.
Ragn continuó su recorrido, recogiendo productos aquí y allá, pan recién horneado, verduras brillantes y jugosas, pequeños frascos de miel local. Cada puesto que visitaba era un recordatorio de la vida que había ayudado a reconstruir. Recordaba cómo, en los días más oscuros, el puerto había estado desierto, los barcos abandonados y las redes rasgadas. Ahora, en cambio, era un hervidero de actividad, un testimonio de la resiliencia de su gente. Cuando terminó de abastecerse, se detuvo un momento al final del muelle, dejando que el viento marino le acariciara el rostro. Desde allí, podía ver el horizonte donde el cielo y el mar se encontraban en un abrazo infinito. Este lugar, con todas sus cicatrices y su belleza imperfecta, era su nuevo hogar. Y aunque la gente lo llamaba héroe, él sabía que era simplemente un hombre que había hecho lo que debía. Mientras regresaba por el camino de adoquines que lo llevaba de vuelta al corazón de Oykot, Ragn sintió una calma profunda. El puerto seguía vivo, y con él, su ciudad y su gente.
Pero sentía que aún necesitaba algún ingrediente especial ... ¿Dónde encontrarlo?