Silver D. Syxel
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24-11-2024, 03:49 PM
Pueblo de Rostock, Isla Kilombo
Día 57, Verano del año 724
Día 57, Verano del año 724
La tranquilidad del pueblo de Rostock se había quebrado. Lo que había sido un bullicioso puerto de trabajadores y comerciantes se había transformado en un lugar marcado por el temor. Las calles que normalmente resonaban con risas y gritos de pescadores regateando sus mercancías ahora estaban llenas de susurros nerviosos. Derian Markov, desde su llegada, había comenzado a imponer su sombra sobre la isla, pero algo había cambiado en los últimos días.
El eco de la muerte y la desaparición del pequeño grupo de contrabandistas que había eliminado semanas atrás parecía haber desatado una cadena de eventos inesperados. En los callejones oscuros y las tabernas mal iluminadas, los rumores corrían como fuego. Nuevas caras habían llegado al puerto; hombres de aspecto peligroso, marcados por cicatrices y una mirada que hablaba de una vida de violencia. Aunque no se ocultaban completamente, operaban con cautela, buscando algo... o alguien. Era cuestión de tiempo antes de que estas sombras chocaran contra el conde.
Aquella noche, el aire era pesado, y un viento inquietante soplaba desde los acantilados hacia el puerto. En la lejanía, el faro parpadeaba, como un guardián agotado. Los barcos amarrados se balanceaban con las olas, sus velas ondeando como estandartes en la penumbra. Desde la taberna del puerto, conocida como "El Ancla del Ahogado", se escuchaba un alboroto poco habitual. Las risas roncas, el ruido de jarras chocando y el eco de órdenes dadas con autoridad llenaban el ambiente. Los habituales del lugar parecían haber desaparecido, dejando el espacio ocupado por los recién llegados.
La taberna no era un lugar extraño para Derian. Había usado su atmósfera cargada para recoger información anteriormente, y esta noche no sería diferente. Sin embargo, el sonido del interior hablaba de una presencia que no había conocido hasta ahora. Algo o alguien había tomado control del lugar.
En un callejón cercano, la silueta de un hombre encapuchado se mantenía en las sombras. Su postura nerviosa y los constantes giros de su cabeza revelaban su temor. Cada pocos segundos, miraba hacia la entrada de la taberna, como si esperara encontrar el momento adecuado para actuar. Sin embargo, su propia inseguridad lo mantenía inmóvil.
—Debe saberlo... antes de que sea demasiado tarde... —musitó para sí mismo, con una voz entrecortada. Apretó los puños, tomó una respiración profunda y dio un paso adelante, antes de detenerse de nuevo, vacilante.
Dentro de la taberna, las sombras parecían moverse con vida propia. Un grupo de hombres, con miradas frías y cicatrices visibles, estaba reunido alrededor de una mesa central. Uno de ellos, un hombre corpulento con un chaleco oscuro y una barba entrecana, destacaba por su presencia. Los demás lo miraban con atención mientras hablaba, dejando claro que tenía autoridad sobre ellos. Sobre la mesa descansaba una pistola ornamentada y un cuchillo cuya hoja brillaba tenuemente bajo la luz de las lámparas.
Había tensión en el aire, y el mensaje de los ocupantes del lugar era claro: estaban ahí para reclamar algo. Pero si ese algo era el control del puerto, una advertencia para los lugareños, o algo más... aún estaba por descubrirse.