¿Sabías que…?
... el concepto de isla Demontooth hace referencia a una rivalidad legendaria en la obra.
[Autonarrada] [T2] Subasta oculta en Rostock (Parte 5)
Silver D. Syxel
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El combate con los fanáticos había terminado, y el eco de los últimos pasos resonaba en la sala principal del templo. El capitán dejó escapar un suspiro mientras observaba el pedestal en el centro, con sus pensamientos divididos entre el significado de la piedra y el propósito del lugar. Aunque los encapuchados habían caído, una inquietante sensación de peligro seguía flotando en el aire, como si el templo mismo no quisiera que permaneciera allí.

Envainó su espada y se acercó al pedestal, pasando los dedos por las inscripciones talladas en la fría superficie. Cada surco parecía contar una historia que se le escapaba, aunque algunas líneas le resultaban vagamente familiares. Las marcas recordaban los símbolos de la piedra que había robado, un detalle que no pasaba desapercibido para él. El silencio reinante se sentía pesado, opresivo, como si las paredes estuvieran reteniendo secretos que no deseaban compartir.

Syxel examinó la base del pedestal con detenimiento y notó una abertura apenas visible, oculta entre los grabados. Frunciendo el ceño, introdujo la punta de su daga en la grieta y aplicó presión. El sonido de piedras raspando contra piedras llenó la sala mientras una sección de la pared cercana comenzaba a desplazarse, revelando un pasaje oscuro que descendía hacia las entrañas del templo.

Porque claro, un misterioso templo abandonado no estaría completo sin algún pasaje secreto —murmuró con su característico tono irónico, guardando la piedra en su caja y tomando una antorcha que descansaba junto a una de las columnas. Sin más dudas, y tras prenderla en llamas utilizando su habilidad innata, se adentró en el corredor.

El aire del pasaje era denso, cargado de humedad y polvo que parecía haberse acumulado durante siglos. La tenue luz de la antorcha apenas iluminaba los grabados en las paredes, los cuales se volvían más complejos y desconcertantes cuanto más avanzaba. Figuras humanoides con rostros de animales danzaban en extrañas posiciones, rodeando lo que parecía ser un altar, mientras otras figuras se arrodillaban ante un objeto circular similar a la piedra que portaba. Había una devoción palpable en los grabados, un fanatismo que incluso en piedra lograba transmitir su intensidad.

El pirata continuó avanzando, pero no podía sacudirse la sensación de que algo lo estaba observando. Las sombras proyectadas por la antorcha parecían moverse con vida propia, y el eco de sus pasos sonaba más fuerte de lo que debería. Por momentos, el capitán se detenía, aguzando el oído para asegurarse de que estaba solo. O, al menos, tan solo como cabría esperar estar en un lugar como ese.

Finalmente, el corredor se abrió a una sala más pequeña pero igual de imponente que la anterior. En el centro se alzaba un altar de piedra negra, rodeado de pilares cubiertos de musgo y raíces que parecían intentar engullir la estructura. Una grieta en el techo dejaba entrar un rayo de luz pálida, que iluminaba el altar con un brillo casi etéreo. En la pared tras el altar, un mural capturó de inmediato su atención.

Representaba un mapa rudimentario, con líneas que conectaban diferentes puntos, como si indicaran rutas o destinos. Uno de esos puntos destacaba con un símbolo idéntico al grabado en la piedra que llevaba consigo. La curiosidad del capitán se encendió como el fuego que generaba.

Esto se va poniendo interesante —murmuró, acercándose al altar con cuidado, mientras la luz de la antorcha hacía bailar las sombras a su alrededor.

Sobre el altar había un hueco circular que coincidía perfectamente con el tamaño de la piedra. Silver abrió la caja y miró la reliquia con detenimiento, mientras con sus dedos rozaba el frío metal. Había algo tentador en colocarla allí, pero también podía suponer que cualquier movimiento precipitado podría desencadenar algún problema. Decidió dejarla en su lugar, por ahora.

Volvió su atención al mural, examinando las líneas y puntos con cuidado. Los símbolos parecían representar ubicaciones reales, aunque algunas inscripciones sugerían un significado más profundo, casi ritualista. Uno de los puntos estaba marcado con un símbolo más grande, lo que entendió que indicaba o sugería un destino final. Podría ser su próxima parada, pero no sin entender primero qué papel jugaba aquella piedra en todo esto.

Un ruido sordo lo sacó de sus pensamientos. Desde uno de los pilares, una pequeña abertura dejó caer algo al suelo. El sonido de un gruñido grave y profundo llenó la sala. Syxel giró rápidamente, desenvainando su espada mientras sus ojos se ajustaban a la penumbra. Una figura emergió de las sombras.

Era un lobo, pero no como los que había visto antes. Este era enorme, con un pelaje gris oscuro cubierto de cicatrices y unos ojos que brillaban con un tono amarillento, casi sobrenatural. Sus colmillos relucían bajo la luz, y sus garras raspaban el suelo con un sonido que hacía eco en la sala. No era difícil adivinar que esta criatura había sido criada con un propósito claro: proteger ese lugar.

¿De verdad? ¿Un perro guardián gigante? Esto ya parece un mal tópico —bromeó, adoptando una postura defensiva mientras el lobo lo observaba con una inteligencia inquietante.

El animal no esperó. Con un salto ágil, se lanzó hacia el capitán, con sus mandíbulas abiertas buscando atraparlo. El pirata rodó hacia un lado, esquivando por poco el ataque mientras el lobo aterrizaba con un estruendo que sacudió el altar. Aprovechó el impulso para lanzar un tajo hacia el costado de la bestia, pero la hoja apenas logró rasguñar su grueso pelaje.

La criatura atacaba con una ferocidad implacable, de nuevo con sus garras y colmillos buscando cualquier abertura en la defensa del capitán. Silver, por su parte, se movía con rapidez, utilizando su experiencia para mantener la distancia y esperar el momento adecuado para atacar. Un zarpazo logró rasgar el abrigo del pirata, acercándose peligrosamente a su costado.

Eres más duro de lo que pareces —gruñó, retrocediendo para ganar espacio.

El lobo lanzó otro ataque, pero esta vez Syxel estaba listo. Con un movimiento preciso, giró sobre sí mismo y lanzó un golpe ascendente que alcanzó el cuello de la criatura. El lobo gimió y cayó al suelo, sus movimientos volviéndose lentos. El capitán no le dio oportunidad de recuperarse. Con un último tajo, terminó con la lucha.

El silencio volvió a llenar la sala, roto solo por la respiración agitada del pirata. Guardó su espada y se acercó nuevamente al altar, observando el cuerpo inmóvil de la bestia por el rabillo del ojo. La ferocidad del animal lo dejó pensativo; no era solo un guardián, sino un recordatorio del tipo de devoción que había construido aquel lugar.

Examinó el mural una vez más, tomando nota mental de las rutas y los símbolos. La piedra tenía un propósito, y si el lobo había sido un obstáculo para mantenerla segura, aquello solo reforzaba su valor.

Con una última mirada al altar, recogió la caja y salió del templo, dejando atrás la penumbra del lugar. El aire fresco del bosque nocturno lo recibió, despejando parte de la tensión acumulada. Silver sabía que las respuestas no estaban completas, pero ahora tenía un nuevo objetivo. Las rutas del mural y el destino final que señalaban eran lo único que importaba ahora. Mientras descendía por el sendero, la brisa nocturna acarició su rostro. El capitán sonrió, porque incluso en el peligro, la promesa de un misterio siempre valía la pena.
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