Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
29-11-2024, 09:27 AM
El viento golpeaba con fuerza el rostro de Ragn mientras el barco se mecía al ritmo de las olas. La isla de Mobomami se alzaba en el horizonte como una masa de verde impenetrable, sus contornos envueltos en neblina. Desde la cubierta del viejo galeón que él y su escuadrón revolucionario habían capturado meses atrás, podía oír las conversaciones animadas de sus camaradas, pero él permanecía en silencio, observando la isla con los ojos entrecerrados. Vestía con su habitual atuendo de cuero reforzado, salpicado de cicatrices de viejas batallas. Su capa corta, de un rojo apagado y desgastado por el tiempo, ondeaba detrás de él, mientras el mango de su hacha descansaba en su cinturón. Las botas, reforzadas con placas metálicas, hacían un ruido pesado contra la madera de la cubierta cuando finalmente se volvió hacia sus hombres. —Llegamos en una horrra —Dijo, con su voz grave cortando el murmullo de los demás. La tripulación asintió con respeto. No había discursos ni órdenes innecesarias, Ragn no era un líder de palabras, sino de acciones, y eso era suficiente para inspirar lealtad en los hombres y mujeres que lo seguían. Cuando finalmente desembarcaron, la selva de Mobomami los envolvió como una muralla viviente. Los árboles se alzaban altos, con sus copas entrelazadas, bloqueando gran parte de la luz del sol. El aire era pesado, cargado de humedad y del aroma a tierra mojada. Insectos zumbaban a su alrededor, y el crujido constante de ramas y hojas hacía que el silencio fuera imposible. Ragn iba al frente, como siempre. Su mirada se movía de un lado a otro, analizando el terreno con la experiencia de un guerrero acostumbrado a lidiar con lo desconocido. Su hacha y sus guantes de lucha descansaban en su mano derecha, mientras apartaba con la izquierda las ramas más bajas.
La curiosidad fue lo que lo llevó a separarse del grupo. Había algo en la forma en que ciertos sonidos parecían más fuertes en una dirección, como si la selva misma le estuviera llamando. Sus pasos lo llevaron más y más lejos, hasta que el ruido de sus camaradas quedó ahogado por la densidad de la vegetación. Fue entonces cuando lo sintió. No era algo tangible, sino más bien un instinto, una certeza de que no estaba solo. Sus pasos se volvieron más cautelosos, y sus ojos recorrieron los alrededores con intensidad. —Salirrr de una vess. —Ordenó, con voz resonando como un trueno entre los árboles. De las sombras emergió un hombre que Ragn reconoció al instante. Jarold D. Frintch, un marine que había conocido años atrás en el Baratie. La cicatriz en su mejilla derecha era inconfundible, pero lo que más le llamó la atención fue la sonrisa sardónica que no parecía haber cambiado ni un ápice. —Ragn —Dijo Jarold, inclinando ligeramente la cabeza en un saludo burlón.— Ha pasado mucho tiempo, ¿no? Desde aquel pequeño restaurante en el East Blue. — El vikingo no bajó la guardia, aunque tampoco atacó. —Frintch... No esperrrar volver a verr. ¿Qué hases aquí?
El marine se cruzó de brazos, aunque su mano derecha se posó sobre el mango de su sable. —He estado siguiéndote, a ti y a tu escuadrón, desde hace meses. ¿Crees que tus movimientos pasan desapercibidos para el Gobierno Mundial? Hoy acaba tu pequeña cruzada revolucionaria. — Ragn soltó una carcajada seca, inclinando la cabeza hacia un lado.— ¿Tanto costarrr encontrrrarnos? Pensé que los marrrines eran más efissientes. —Jarold no respondió con palabras, sino con acción. Su sable salió de la vaina en un destello plateado, y se lanzó hacia Ragn con una velocidad sorprendente. El vikingo levantó su hacha justo a tiempo para bloquear el golpe, y el sonido metálico resonó en la selva. La batalla comenzó en un frenesí de movimientos. Jarold era rápido, utilizando el terreno a su favor, mientras que Ragn dependía de su fuerza bruta y su experiencia en combate. El marine saltaba entre raíces y rocas, buscando ángulos para atacar, pero el vikingo respondía con una ferocidad implacable, cada golpe de su hacha haciendo temblar el aire a su alrededor, acompañado de sus puños envueltos en gas.
La pelea se alargó, ambos demostrando su habilidad. Sin embargo, el agotamiento comenzó a hacerse evidente en Jarold. Aunque sus ataques eran precisos, Ragn había resistido mucho peores. Finalmente, el vikingo encontró una apertura. Con un movimiento calculado, desvió el sable de Jarold y lo desarmó, empujándolo contra un árbol cercano. Antes de que el marine pudiera reaccionar, Ragn agarró su brazo derecho con ambas manos y lo retorció con una fuerza brutal. El sonido del hueso rompiéndose fue claro, seguido por un grito de dolor que resonó por la selva. Jarold cayó de rodillas, sujetándose el brazo inutilizado mientras jadeaba. —Eres fuerte... —logró decir entre dientes. —Pero esto no ha terminado. — Ragn lo miró con frialdad, guardando su hacha en su cinturón.
—Marrchar, Frintch. Antes de que cambiarrr de opinión.
Sin decir más, se dio la vuelta y se adentró de nuevo en la selva, dejando al marine derrotado detrás de él.
La curiosidad fue lo que lo llevó a separarse del grupo. Había algo en la forma en que ciertos sonidos parecían más fuertes en una dirección, como si la selva misma le estuviera llamando. Sus pasos lo llevaron más y más lejos, hasta que el ruido de sus camaradas quedó ahogado por la densidad de la vegetación. Fue entonces cuando lo sintió. No era algo tangible, sino más bien un instinto, una certeza de que no estaba solo. Sus pasos se volvieron más cautelosos, y sus ojos recorrieron los alrededores con intensidad. —Salirrr de una vess. —Ordenó, con voz resonando como un trueno entre los árboles. De las sombras emergió un hombre que Ragn reconoció al instante. Jarold D. Frintch, un marine que había conocido años atrás en el Baratie. La cicatriz en su mejilla derecha era inconfundible, pero lo que más le llamó la atención fue la sonrisa sardónica que no parecía haber cambiado ni un ápice. —Ragn —Dijo Jarold, inclinando ligeramente la cabeza en un saludo burlón.— Ha pasado mucho tiempo, ¿no? Desde aquel pequeño restaurante en el East Blue. — El vikingo no bajó la guardia, aunque tampoco atacó. —Frintch... No esperrrar volver a verr. ¿Qué hases aquí?
El marine se cruzó de brazos, aunque su mano derecha se posó sobre el mango de su sable. —He estado siguiéndote, a ti y a tu escuadrón, desde hace meses. ¿Crees que tus movimientos pasan desapercibidos para el Gobierno Mundial? Hoy acaba tu pequeña cruzada revolucionaria. — Ragn soltó una carcajada seca, inclinando la cabeza hacia un lado.— ¿Tanto costarrr encontrrrarnos? Pensé que los marrrines eran más efissientes. —Jarold no respondió con palabras, sino con acción. Su sable salió de la vaina en un destello plateado, y se lanzó hacia Ragn con una velocidad sorprendente. El vikingo levantó su hacha justo a tiempo para bloquear el golpe, y el sonido metálico resonó en la selva. La batalla comenzó en un frenesí de movimientos. Jarold era rápido, utilizando el terreno a su favor, mientras que Ragn dependía de su fuerza bruta y su experiencia en combate. El marine saltaba entre raíces y rocas, buscando ángulos para atacar, pero el vikingo respondía con una ferocidad implacable, cada golpe de su hacha haciendo temblar el aire a su alrededor, acompañado de sus puños envueltos en gas.
La pelea se alargó, ambos demostrando su habilidad. Sin embargo, el agotamiento comenzó a hacerse evidente en Jarold. Aunque sus ataques eran precisos, Ragn había resistido mucho peores. Finalmente, el vikingo encontró una apertura. Con un movimiento calculado, desvió el sable de Jarold y lo desarmó, empujándolo contra un árbol cercano. Antes de que el marine pudiera reaccionar, Ragn agarró su brazo derecho con ambas manos y lo retorció con una fuerza brutal. El sonido del hueso rompiéndose fue claro, seguido por un grito de dolor que resonó por la selva. Jarold cayó de rodillas, sujetándose el brazo inutilizado mientras jadeaba. —Eres fuerte... —logró decir entre dientes. —Pero esto no ha terminado. — Ragn lo miró con frialdad, guardando su hacha en su cinturón.
—Marrchar, Frintch. Antes de que cambiarrr de opinión.
Sin decir más, se dio la vuelta y se adentró de nuevo en la selva, dejando al marine derrotado detrás de él.