¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Autonarrada] [T2] Subasta oculta en Rostock (Parte 6)
Silver D. Syxel
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El aire fresco del bosque golpeó el rostro de Silver mientras se alejaba de las ruinas del templo. El sol ya había caído por completo, y la oscuridad reinaba entre los árboles, apenas rota por la débil luz de la luna que se filtraba entre las copas. Había logrado salir del templo con la piedra y con algo aún más valioso: la información del mural. Los grabados confirmaban que la reliquia no era solo un trofeo exótico; era parte de un mapa que parecía guiar hacia un lugar de importancia desconocida. Aunque aún no comprendía del todo su propósito, eso no le preocupaba en lo más mínimo. La curiosidad y la promesa de algo grande lo impulsaban.

Sin embargo, mientras avanzaba por el sendero en dirección al pueblo, no podía sacudirse la sensación de que lo seguían. El capitán se detuvo y entrecerró los ojos, escuchando con atención. Las hojas susurraban con el viento, pero entre ese ruido reconoció algo más: pasos. Ligeros, cuidadosos, como si intentaran no ser detectados. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Los fanáticos no habían aprendido la lección en el templo y, al parecer, querían una segunda ronda.

Parece que no saben cuándo rendirse —murmuró, ajustando la caja que llevaba bajo el brazo.

Decidió no detenerse, sino continuar avanzando como si no hubiera notado nada. Si querían enfrentarlo, tendrían que hacerlo en sus términos. El sendero serpenteaba entre árboles retorcidos, con raíces que sobresalían del suelo como trampas naturales. Cada paso estaba calculado, y el capitán no podía evitar sonreír al imaginar a sus perseguidores tropezando con el terreno.

De pronto, un silbido cortó el aire. Instintivamente, Silver se lanzó al suelo, y una flecha pasó rozando el lugar donde había estado segundos antes, clavándose en el tronco de un árbol cercano. Desde las sombras surgieron tres figuras encapuchadas, similares a las que había enfrentado antes, pero esta vez mejor armadas. Uno de ellos portaba un arco y ya preparaba otra flecha, mientras los otros dos blandían dagas curvas que reflejaban la luz de la luna.

¿Otra vez vosotros? —dijo el pirata mientras se ponía en pie, sacudiéndose el polvo de la chaqueta—. Espero que hayáis traído algo más interesante esta vez.

El arquero disparó otra flecha, pero esta vez Syxel estaba preparado. Con un movimiento rápido, desenfundó su espada y desvió el proyectil, haciendo que volara hacia un costado. El sonido metálico resonó en el bosque, y eso pareció ser la señal para que los otros dos atacaran. Los encapuchados cargaron hacia él con pasos ligeros, moviéndose con precisión casi sincronizada.

El primero de ellos se lanzó directo al capitán, blandiendo su daga en un arco descendente. Silver esquivó con un giro hacia la izquierda, aprovechando el impulso para lanzar un tajo horizontal que obligó al atacante a retroceder. El segundo intentó aprovechar la distracción, atacando desde un costado, pero Syxel anticipó el movimiento y bloqueó el golpe con su espada, desviándolo hacia abajo antes de contraatacar con una patada al abdomen que envió al fanático contra un árbol.

Vais a tener que hacerlo mejor si queréis impresionarme —se burló, sin apartar la vista de sus oponentes.

El arquero, viendo que sus flechas eran inútiles a esa distancia, se unió a la refriega, sacando otra daga y avanzando con pasos calculados. Los tres lo rodearon, buscando una apertura en su defensa. Pero el capitán no era un simple marinero al que podían intimidar con simple superioridad numerica. Con movimientos precisos, giraba y cambiaba su postura, manteniendo a sus enemigos en constante incertidumbre.

Uno de los fanáticos cometió un error al atacar con demasiada agresividad, lanzándose con la daga hacia el pecho de Silver. El pirata esquivó el ataque con facilidad y, con un movimiento ascendente, desarmó al atacante, enviando la daga a volar. Sin perder el ritmo, giró y lanzó un corte diagonal que abrió una herida superficial en el brazo del segundo enemigo, obligándolo a retroceder.

No estáis haciendo un buen trabajo protegiendo vuestra piedra sagrada... o lo que quiera que sea esto —comentó, con una sonrisa burlona mientras giraba la espada en su mano.

El arquero, desesperado, intentó un ataque directo, pero su movimiento era torpe. Syxel lo esquivó con facilidad, bloqueó su cuchillo y lo desarmó con un corte certero al antebrazo. Antes de que pudiera recuperarse, lo empujó contra un árbol, dejándolo aturdido.

Los otros dos fanáticos, al ver que su compañero caía, intercambiaron una mirada rápida. Uno de ellos parecía estar evaluando si continuar o no, mientras el otro, más obstinado, cargaba de nuevo con una daga que había sacado de su bota. Esta vez, el ataque fue más coordinado, pero Syxel no tenía intención de alargar más el enfrentamiento. Con una finta, desvió el ataque del primero y, con un golpe ascendente, le hizo otro corte en el brazo, dejándolo indefenso. El último, viendo la desventaja, decidió retroceder y, tras un rápido gesto, ambos salieron corriendo hacia el bosque, dejando atrás a su compañero herido.

Silver observó cómo desaparecían entre los árboles, pero no los siguió. Guardó su espada y se acercó al arquero aturdido, quien lo miraba con una mezcla de miedo y odio. El capitán se inclinó ligeramente hacia él, con la sonrisa confiada que siempre parecía irritar a sus enemigos.

Me imagino que no querrás hablar, ¿verdad? —preguntó, dejando que el eco de su voz se perdiera entre los árboles. El fanático no respondió. Apretaba los dientes, con los ojos fijos en Syxel, cargados de una mezcla de desafío y resignación.

El capitán soltó un suspiro, como si el silencio fuera la respuesta que esperaba. Sin decir una palabra más, blandió su espada en un movimiento rápido. El acero brilló bajo la luz de la luna por un instante antes de que el golpe terminara con el fanático. No se permitió dudar ni por un momento. Dejar a un enemigo vivo solo garantizaba problemas más adelante, y no tenía intención de que esa gente lo persiguiera hasta el fin de los mares.

Tras limpiar la hoja con la tela de la capa del ahora inmóvil cuerpo, Silver guardó su arma y tomó aire. Con el bosque nuevamente en silencio, recogió la caja que contenía la reliquia y continuó su camino hacia el pueblo. Los fanáticos eran persistentes, eso estaba claro, pero no eran rivales para él. Aun así, la intensidad de sus ataques y la dedicación que mostraban por la piedra empezaban a intrigarle más de lo que quería admitir.
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