Hay rumores sobre…
... una isla del East Blue donde existen dos escuelas de combate enfrentadas. Estas escuelas hacen especial referencia a dos personajes de la obra original.
[Autonarrada] [T1] Volando volando, siempre arriba
Ungyo Nisshoku
Luna del Alba
Verano del 724,
Dia 7
Isla Organ-Ciudad Meruem
9:00am



El aire fresco de la mañana acariciaba mis alas mientras planeaba sobre la ciudad de Kalab. Desde aquí arriba, todo parecía más simple. Las calles polvorientas se entrelazaban como venas de un organismo antiguo, respirando con el primer movimiento de sus habitantes. Era fácil olvidarme del caos y el ruido que pronto inundarían la ciudad cuando la actividad despertara por completo. Pero no estaba aquí para disfrutar del paisaje de este mugroso pueblo. Volar por encima de todo era mi manera de mantenerme distante, de recordarme que el mundo no tiene por qué tocarme si no lo permito y, dicho sea de paso, de recargar mis energías para soportar otro día seguramente de mierda.

Mis alas batían despacio, apenas un murmullo contra el cielo. El sol del desierto comenzaba a levantarse, lanzando una luz dorada sobre las torres del gremio de cazadores y los barrios más pobres del extremo sur. Desde aquí, podía ver a algunos madrugadores abriendo sus negocios o limpiando las entradas de sus hogares. Gente normal con problemas normales. No podía evitar preguntarme qué significaba ser "normal". Para mí y mi para Agyo, esa palabra había sido siempre una fantasía, algo que nunca nos perteneció y que probablemente nunca lo haría.

Descendí lentamente, buscando un punto para aterrizar en la plaza central, cerca del mercado que aún despertaba, pero no lo hice. iba volando bajo. Mi sombra se proyectó sobre un grupo de comerciantes harapientos que, por el rabillo del ojo, me observaron con una mezcla de curiosidad y precaución. A estas alturas, ya sabía que la gente siempre miraba a los que eran diferentes. En mi caso, no eran solo las alas ni la altura; era mi presencia, mi forma de moverme, de mirar. Frío, decían algunos. A mí me gustaba pensar que simplemente no tenía tiempo para tratar con pendejadas y estupideces de los demás.

El ruido del mercado comenzó a crecer poco después de que empezara a planear por las calles. Algunos comerciantes me lanzaron miradas breves, y un par se apresuraron a desviar la vista cuando sus ojos se cruzaron con los míos. No los culpaba, más bien para mi muchísimo mejor no tratar con chusma. Una figura como la mía no invitaba a charlas amistosas, y prefería que fuera así.

Me deslicé entre los puestos, observando en silencio. El aroma de las especias y frutas secas competía con el hedor de los cuerpos sudorosos que comenzaban a aglomerarse. No buscaba nada en particular, pero mantenerme en movimiento era mejor que quedarme solo con mis pensamientos.

Entonces lo vi: un niño, no mayor de siete años, tratando de levantar una caja demasiado pesada para su tamaño. Sus intentos torpes llamaron la atención de un hombre, probablemente el dueño del puesto frente al cual el niño hacía su lucha. El comerciante, un humano corpulento con un bigote grasiento, se acercó con paso firme y empezó a increpar al chico "Ahí hay un hijo de puta madrugador" pensé. Sus palabras, apenas audibles entre el bullicio, eran un torrente de reproches.

El chico, flacucho y vestido con ropas demasiado grandes para él, se encogía bajo las palabras del hombre. Su rostro, sucio y lleno de marcas, no mostraba miedo, sino algo más profundo. Resignación. Y mira si no iba a yo saber de resignación en esta vida de mierda que me tocaba.

No me gusta involucrarme. No me gusta la gente. Pero algo en la forma en que el hombre le agarró el brazo al chico encendió algo dentro de mí. En ese momento, no era un niño cualquiera; era una sombra de lo que fui, de lo que fuimos Agyo y yo. Y no podía simplemente voltear la mirada.

Me acerqué con calma. No hice ruido, pero mi presencia fue suficiente para que el comerciante soltara al niño y retrocediera un paso. Bien, el abusador sabía que debía respetarme. El hombre levantó la mirada, y al ver mi rostro, sus labios se torcieron en una mueca de disgusto.

-¿Qué quieres? -espetó, su voz más aguda de lo que seguramente quería que sonara.

Levanté una ceja y señalé al niño con un movimiento breve de mi cabeza. No necesitaba hablar; mi mirada era suficiente para transmitir el mensaje. El hombre frunció el ceño, pero su valentía se desmoronó rápidamente bajo mi atención y mis alas completamente extendidas. Sin decir una palabra más, giró sobre sus talones y regresó a su puesto.

El niño me miró, confundido, pero también con algo de alivio. No esperaba que alguien interviniera. Lo entendía.

-¿Estás bien-Um? -pregunté, mi voz baja y áspera tras tanto tiempo sin usarla.

El chico asintió rápidamente, recogiendo la caja con renovada determinación. Sin embargo, no se movió, como si esperara algo más. Sus ojos oscuros buscaban los míos, y en ellos encontré una mezcla de gratitud y recelo. No dije nada más. No hacía falta.

Cuando el niño finalmente se alejó, continué mi paseo elevandome sobre los tejados una vez más, dejando el incidente atrás. Era una pequeña acción, insignificante en el gran esquema de las cosas. Pero para mí, esos pequeños momentos eran recordatorios de la mierda del pasado y también de algo más: No todo estaba perdido. No todo era un reflejo de ese pasado del que aún luchaba por liberarme.

El resto de la mañana transcurrió sin más incidentes dignos de mención. Recorriendo las calles más concurridas, me detuve ocasionalmente para observar los carteles de "Se Busca" colgados en tablones improvisados. Bandidos, desertores, criaturas peligrosas; el gremio tendría trabajo suficiente para semanas, y algunos de esos nombres podrían traer recompensas interesantes. Sin embargo, no era eso lo que buscaba.

Mi recorrido terminó frente al edificio del gremio, una estructura robusta y algo deteriorada que destacaba entre las demás construcciones. La puerta chirrió al abrirse, y dentro, el ambiente era tan ruidoso como esperaba. Lykos Silver, el barbudo gigante, estaba sentado detrás de una mesa improvisada, revisando papeles con una mirada que parecía capaz de atravesar almas. Fon Due, el pequeño Tontatta carpintero, trabajaba en una esquina, ajustando las patas de una silla rota mientras murmuraba algo entre dientes. Eve, la Mink médico, estaba ocupada revisando sus provisiones y algunas cajas.

Ignoré los saludos que algunos me dirigieron al entrar. Me dirigí a una mesa vacía en una esquina y me dejé caer en la silla, observando el lugar en silencio. Mi vida ahora estaba aquí, en este gremio, en esta ciudad. No era perfecta, y ciertamente no era fácil. Pero, al menos, era una oportunidad para seguir adelante. Y, por ahora, eso era suficiente.

Mis ojos se posaron en Lykos, quien finalmente alzó la vista de sus papeles y, con un movimiento casi imperceptible, asintió en mi dirección. No hacía falta más. Había algo en su forma de tratar a la gente que me recordaba a los líderes que habíamos conocido Agyo y yo en el pasado, aunque Lykos no compartía la brutalidad de esos hombres. Era fuerte, sí, pero también justo. En otro tiempo, eso habría sido suficiente para que desconfiara. Ahora, simplemente aceptaba que, al menos aquí, podía permitirme un poco de calma.

Mientras el ruido seguía creciendo a mi alrededor, mi mente volvía al incidente de la plaza. El niño, la mirada de resignación en su rostro, el comerciante abusivo. No había sido más que un momento, una pequeña interrupción en mi rutina. Sin embargo, había algo persistente en el recuerdo, como si me estuviera diciendo algo que no quería escuchar. Tal vez porque, a pesar de todo, sabía que, en cierto modo, nunca dejaría de ser ese niño. Por mucho que luchara por separarme de ese pasado, había cosas que simplemente no se borraban.

Vi entonces un papel en la mesa principal y decidí dejar de pensar en el pasado y enfocarme en el presente. Lo tomé y vi que se trataba de un trabajo pequeño pero seguramente lo bastante fácil para que yo lo hiciera sin perder el día sentado aquí o peor, peleando con alguien. Era un informe sobre el paso a las llanuras hediondas. Habían reportes de algunos robos a viajeros y mercaderes en los últimos días. Levanté el papel, lo estudié por un momento y asentí. Agitando el papel me retiré del lugar sin mediar con ninguno de los presentes y una vez en el umbral de la puerta, emprendí vuelo hacia mi trabajo de hoy. El día apenas estaba comenzando.
#1


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