Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
30-11-2024, 05:50 PM
Pueblo de Rostock, Isla Kilombo, 31 de Verano del año 724…
El sol ardía con fuerza sobre las calles polvorientas del pueblo de Rostock, una vista que Mayura había llegado a conocer y, en cierto modo, a apreciar durante sus días en la isla Kilombo. Después de todo, el caos y la diversidad de la región ofrecían un escenario perfecto para alguien como él, una figura tan brillante y ostentosa que difícilmente podía pasar desapercibida. Conocido ya como el Pavo Real del Océano, su presencia era tan familiar para los lugareños como el sonido de las olas golpeando el puerto cercano.
Sin embargo, Mayura no estaba en Rostock simplemente para disfrutar de la atmósfera local o lucir su última túnica de seda. No, él tenía un propósito mucho más pragmático. Los días en Kilombo habían demostrado ser tan desafiantes como lucrativos, pero el elegante pirata sabía que un hombre de su calibre siempre necesitaba un ingreso extra para mantener su estilo de vida. Y, para ello, debía establecer contactos entre los criminales locales.
El plan parecía sencillo: encontrar a los elementos adecuados, formar una alianza mutuamente beneficiosa y, con el tiempo, asegurarse una fuente confiable de ingresos sin ensuciar demasiado sus propias manos. Después de todo, Mayura no era un simple ratero; él era un artista del caos, un estratega con un sentido único del espectáculo. Mayura, siempre fiel a su teatralidad, eligió un lugar público pero lo suficientemente discreto para su reunión. La taberna ubicada en uno de los callejones más oscuros de Rostock, era un punto de encuentro conocido entre los menos honorables de la isla. Allí, con su túnica ajustada y decorada con bordados dorados, y sus tres katanas envainadas en su cintura, el Pavo Real del Océano hizo su entrada triunfal, llamando la atención de todos los presentes.
Al fondo de la taberna, un grupo de hombres lo esperaba. Sus rostros eran toscos, con cicatrices que contaban historias de vidas vividas al margen de la ley. Entre ellos destacaba un hombre corpulento llamado Garek, un conocido bandido de la región. A su lado estaban su hermano menor, Loris, y un tercer hombre llamado Kael, cuya delgadez y mirada calculadora daban la impresión de un ladrón ágil y astuto. — Caballeros, qué privilegio encontrarme con tan ilustre compañía. Espero que nuestra conversación sea tan fructífera como mi presencia en este pueblo ha sido hasta ahora. — Saludó el elegante pirata, inclinándose ligeramente con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Se sentó con elegancia, cruzando las piernas mientras inspeccionaba a sus nuevos socios.
Garek soltó una carcajada seca, su voz ronca resonando en la taberna. — Claro que sí, Pavo Real. Hemos oído hablar de tus… talentos. Pero también hemos oído que eres más palabras que acción. Queremos ver si realmente vales lo que dices. — Hizo una pausa, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de interés y desconfianza. Mayura alzó una ceja, manteniendo su sonrisa. — Oh, querido, mis acciones siempre hablan más fuerte que mis palabras. Pero entiendo tu preocupación; no todos pueden reconocer la grandeza cuando la tienen frente a sus ojos. — Respondió con ese tono cínico, teatral y despreocupado que tanto le caracterizaba.
Tras una breve negociación, los bandidos sugirieron continuar la conversación en un lugar más privado, lejos de los oídos curiosos de la taberna. Mayura, siempre encantado de desempeñar su papel, aceptó sin dudarlo. Mientras caminaban por las calles de Rostock, las miradas de los lugareños seguían al grupo, un reflejo de la reputación que los hombres de Garek habían cultivado y de la creciente notoriedad de Mayura. Los murmullos comenzaron a circular incluso antes de que el grupo abandonara el área principal del pueblo. Las preguntas se arremolinaban en el aire, pero Mayura, siempre enfocado en su actuación, no les prestó atención. No era su problema lo que los demás pensaran; su única preocupación era asegurarse de que todo se desarrollara según su plan.
El grupo llegó a un claro en las afueras del pueblo, rodeado de árboles que proporcionaban una sombra bienvenida. Sin embargo, la atmósfera cambió rápidamente. Garek, quien había estado liderando el camino, se detuvo abruptamente y se giró hacia Mayura con una sonrisa que mostraba más dientes de los necesarios. — Bueno, Pavo Real, aquí está el trato. Nos quedamos con lo que llevas encima, y tú te vas con vida. ¿Qué dices? — dijo con tono amenazador y confiado de si mismo, mientras los otros dos bandidos sacaban sus armas, rodeando lentamente al elegante pirata.
Mayura por su parte, soltó una carcajada baja, su rostro iluminado por una sonrisa que era más peligrosa que cualquier espada. — Oh, querido Garek, qué lástima. Pensé que podríamos tener una relación fructífera. Pero parece que tendré que enseñarles una lección sobre el arte de subestimarme. — Sus manos se movieron rápidamente, desenvainando dos de sus katanas con una gracia casi hipnótica. El enfrentamiento fue breve pero espectacular. Mayura se movía como un bailarín, sus katanas cortando el aire con precisión letal. Loris fue el primero en caer, incapaz de seguir el ritmo del Pavo Real. Kael intentó atacar desde un ángulo diferente, pero Mayura lo anticipó, bloqueando su ataque y respondiendo con un corte limpio que lo dejó fuera de combate. Finalmente, Garek, el más fuerte del grupo, lanzó un rugido y se lanzó hacia Mayura, solo para ser recibido con una estocada que puso fin a su amenaza. Cuando polvo levantado durante el combate se asentó, Mayura permanecía en pie, su túnica ahora manchada de sangre, pero aún impecable en su porte. Observó los cuerpos de los bandidos con una mezcla de desdén y satisfacción antes de envainar sus katanas con un movimiento elegante.
De regreso al pueblo, los rumores ya se habían extendido como un incendio. Los lugareños murmuraban sobre el Pavo Real del Océano y su asociación con los bandidos, sus miradas llenas de desconfianza y temor. Para algunos, Mayura era un héroe que había eliminado a una amenaza local. Para otros, era un hombre peligroso que no debía ser cruzado. Mayura, por su parte, caminó por las calles de Rostock con la misma gracia de siempre, ignorando los murmullos y las miradas. Sabía que, aunque la reputación era una herramienta poderosa, la verdadera fuerza estaba en cómo la usabas. Y él, el Pavo Real del Océano, siempre sabía cómo jugar sus cartas.