Irina Volkov
Witch Eye
01-12-2024, 08:15 AM
Irina llegó con paso firme y decidido, su figura estilizada moviéndose como un felino acechante en el elegante pasillo que conducía a la sala de juntas. Vestía un traje de dos piezas negro, perfectamente ajustado, con pantalones de corte recto y una chaqueta que destacaba sus hombros afilados. Bajo la chaqueta llevaba una camisa de seda blanca, desabotonada justo lo suficiente para insinuar una confianza que bordeaba lo insolente. Su cabello, oscuro como el ala de un cuervo, estaba recogido en un moño desordenado que parecía casual pero que en realidad había sido diseñado para transmitir una sensación de control calculado. En sus manos llevaba un maletín metálico, el único objeto que traía consigo tras completar su última misión. Su rostro, marcado por una belleza fría y distante, no mostraba ni un atisbo de cansancio a pesar de las semanas que había pasado en el campo, enfrentándose a peligros que habrían quebrado a la mayoría. Sin embargo, detrás de sus ojos de un gris acerado brillaba una chispa de rabia contenida. Había recibido instrucciones contradictorias durante la misión, y la forma en que había tenido que adaptarse no había sido precisamente ortodoxa.
Dentro de la sala ya estaba Marcus Thorne, uno de sus "jefes" y quien había supervisado la misión. De pie junto al panel holográfico, Thorne examinaba los informes con una expresión que combinaba escepticismo y desdén. Era un hombre de unos cincuenta años, con un porte tan rígido como el de un general en servicio activo. Su traje gris oscuro estaba impecablemente confeccionado, con líneas nítidas que acentuaban su figura alta y robusta. Llevaba una corbata azul oscuro que parecía tan deliberadamente escogida como cada palabra que salía de su boca. Su cabello, aún más gris que su traje, estaba peinado hacia atrás con precisión milimétrica, y sus ojos, de un azul glacial, parecían perforar todo lo que miraban. A pesar de su apariencia tranquila, sus movimientos eran bruscos, como si su impaciencia estuviera a punto de estallar en cualquier momento. Cuando Irina entró, Marcus levantó la vista y su ceño se frunció ligeramente. Dejó el panel holográfico a un lado y se giró para enfrentarla.
—Irina —saludó Marcus con voz grave, pero sin rastro de cordialidad— Espero que tengas una muy buena explicación para lo que hiciste en Valgravia. — Dijo sin expresividad. —¿Una buena explicación? —repitió ella, con una sonrisa ladeada que era más un desafío que un gesto de humor— ¿Quieres que empiece por las órdenes contradictorias o por el silencio absoluto cuando pedí refuerzos? — Marcus cruzó los brazos, su mandíbula apretándose. El silencio en la sala se hizo palpable, como si las paredes de cristal pudieran sentir la tensión entre ellos. —Tu trabajo no era improvisar, Irina. Había un protocolo claro que seguiste ignorando desde el principio. — Irina dejó el maletín sobre la mesa con un golpe seco que resonó en la sala. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las palmas en la superficie fría del ónix. —No había protocolo que me sirviera cuando las cosas se torcieron. Tu “plan maestro” se fue al infierno en cuanto los insurgentes descubrieron nuestra posición. Si no hubiera actuado por mi cuenta, estaríamos viendo un desastre en los titulares de todos los noticieros.— Marcus se acercó un paso, quedando al otro lado de la mesa. La diferencia de altura entre ellos no pasó desapercibida, pero Irina se mantuvo firme, como una roca frente a una ola. —Lo que hiciste no solo puso en peligro la misión, sino que dejó un rastro de caos que ahora tenemos que limpiar. ¿Te das cuenta de las implicaciones políticas de tus acciones? — Ella se irguió, cruzando los brazos sobre su pecho. Su expresión se endureció, y por un instante, la frialdad de sus ojos rivalizó con la de los de Marcus. —Las implicaciones políticas son tu problema, Thorne. Mi trabajo era asegurar el objetivo y proteger a mi equipo, cosa que hice. Si eso significa tomar medidas extremas, lo haría de nuevo sin dudarlo. — La discusión continuó, subiendo en intensidad con cada intercambio. La voz de Marcus se volvía más cortante, sus gestos más amplios, mientras señalaba los hologramas con cifras y gráficos que demostraban los “daños colaterales” de la misión. Irina, en cambio, mantenía una calma tensa, respondiendo con argumentos que desmontaban cada uno de sus puntos.
—Es fácil criticar desde esta torre de cristal. —espetó finalmente Irina, señalando las paredes de vidrio que los rodeaban— Pero tú no estabas allí. No viste cómo los planes se desmoronaban ni cómo las vidas de mi equipo pendían de un hilo.— Marcus avanzó un paso más, inclinándose hacia ella. Su voz bajó, pero no por eso perdió intensidad. —¿Y eso justifica las muertes que provocaste? ¿La destrucción que dejaste a tu paso? — Irina sostuvo su mirada, sin parpadear. —Sí. Lo justifica. Porque cumplí el objetivo. Porque seguimos vivos. Si quieres un agente que juegue a ser diplomático mientras lo masacran, busca a otro. Yo no soy esa persona. — Finalmente, Marcus dio un paso atrás, dejando escapar un suspiro pesado. Pasó una mano por su cabello, como si intentara alisar la frustración que sentía. —Esto no ha terminado, Irina. Habrá consecuencias. Prepárate para rendir cuentas al consejo. — Ella levantó el mentón, recogió su maletín y se dirigió hacia la puerta. Justo antes de salir, se detuvo y giró la cabeza ligeramente. —Las cuentas ya están saldadas, Marcus. Lo que hagas ahora es cosa tuya.— La puerta se cerró detrás de ella con un suave susurro, dejando a Marcus solo en la sala. Durante un momento, se quedó mirando la ciudad a través del cristal, su reflejo oscuro mezclándose con el paisaje. Por primera vez en años, dudaba de si su control absoluto sobre el consorcio era suficiente para manejar a alguien como Irina.
Mientras Irina descendía por las escaleras, el eco de la discusión todavía resonaba en su mente. Miró su reflejo en las paredes metálicas y se permitió una pequeña sonrisa. Había ganado la batalla, pero la guerra aún estaba por decidirse. Y aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que algo había cambiado entre ella y Marcus Thorne. Algo que haría sus futuros encuentros aún más explosivos.
Al salir del edificio y mezclarse con la multitud de la ciudad, se aseguró de mantener la cabeza alta. La misión había terminado, pero su lucha por demostrar su valía estaba lejos de concluir.
Dentro de la sala ya estaba Marcus Thorne, uno de sus "jefes" y quien había supervisado la misión. De pie junto al panel holográfico, Thorne examinaba los informes con una expresión que combinaba escepticismo y desdén. Era un hombre de unos cincuenta años, con un porte tan rígido como el de un general en servicio activo. Su traje gris oscuro estaba impecablemente confeccionado, con líneas nítidas que acentuaban su figura alta y robusta. Llevaba una corbata azul oscuro que parecía tan deliberadamente escogida como cada palabra que salía de su boca. Su cabello, aún más gris que su traje, estaba peinado hacia atrás con precisión milimétrica, y sus ojos, de un azul glacial, parecían perforar todo lo que miraban. A pesar de su apariencia tranquila, sus movimientos eran bruscos, como si su impaciencia estuviera a punto de estallar en cualquier momento. Cuando Irina entró, Marcus levantó la vista y su ceño se frunció ligeramente. Dejó el panel holográfico a un lado y se giró para enfrentarla.
—Irina —saludó Marcus con voz grave, pero sin rastro de cordialidad— Espero que tengas una muy buena explicación para lo que hiciste en Valgravia. — Dijo sin expresividad. —¿Una buena explicación? —repitió ella, con una sonrisa ladeada que era más un desafío que un gesto de humor— ¿Quieres que empiece por las órdenes contradictorias o por el silencio absoluto cuando pedí refuerzos? — Marcus cruzó los brazos, su mandíbula apretándose. El silencio en la sala se hizo palpable, como si las paredes de cristal pudieran sentir la tensión entre ellos. —Tu trabajo no era improvisar, Irina. Había un protocolo claro que seguiste ignorando desde el principio. — Irina dejó el maletín sobre la mesa con un golpe seco que resonó en la sala. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las palmas en la superficie fría del ónix. —No había protocolo que me sirviera cuando las cosas se torcieron. Tu “plan maestro” se fue al infierno en cuanto los insurgentes descubrieron nuestra posición. Si no hubiera actuado por mi cuenta, estaríamos viendo un desastre en los titulares de todos los noticieros.— Marcus se acercó un paso, quedando al otro lado de la mesa. La diferencia de altura entre ellos no pasó desapercibida, pero Irina se mantuvo firme, como una roca frente a una ola. —Lo que hiciste no solo puso en peligro la misión, sino que dejó un rastro de caos que ahora tenemos que limpiar. ¿Te das cuenta de las implicaciones políticas de tus acciones? — Ella se irguió, cruzando los brazos sobre su pecho. Su expresión se endureció, y por un instante, la frialdad de sus ojos rivalizó con la de los de Marcus. —Las implicaciones políticas son tu problema, Thorne. Mi trabajo era asegurar el objetivo y proteger a mi equipo, cosa que hice. Si eso significa tomar medidas extremas, lo haría de nuevo sin dudarlo. — La discusión continuó, subiendo en intensidad con cada intercambio. La voz de Marcus se volvía más cortante, sus gestos más amplios, mientras señalaba los hologramas con cifras y gráficos que demostraban los “daños colaterales” de la misión. Irina, en cambio, mantenía una calma tensa, respondiendo con argumentos que desmontaban cada uno de sus puntos.
—Es fácil criticar desde esta torre de cristal. —espetó finalmente Irina, señalando las paredes de vidrio que los rodeaban— Pero tú no estabas allí. No viste cómo los planes se desmoronaban ni cómo las vidas de mi equipo pendían de un hilo.— Marcus avanzó un paso más, inclinándose hacia ella. Su voz bajó, pero no por eso perdió intensidad. —¿Y eso justifica las muertes que provocaste? ¿La destrucción que dejaste a tu paso? — Irina sostuvo su mirada, sin parpadear. —Sí. Lo justifica. Porque cumplí el objetivo. Porque seguimos vivos. Si quieres un agente que juegue a ser diplomático mientras lo masacran, busca a otro. Yo no soy esa persona. — Finalmente, Marcus dio un paso atrás, dejando escapar un suspiro pesado. Pasó una mano por su cabello, como si intentara alisar la frustración que sentía. —Esto no ha terminado, Irina. Habrá consecuencias. Prepárate para rendir cuentas al consejo. — Ella levantó el mentón, recogió su maletín y se dirigió hacia la puerta. Justo antes de salir, se detuvo y giró la cabeza ligeramente. —Las cuentas ya están saldadas, Marcus. Lo que hagas ahora es cosa tuya.— La puerta se cerró detrás de ella con un suave susurro, dejando a Marcus solo en la sala. Durante un momento, se quedó mirando la ciudad a través del cristal, su reflejo oscuro mezclándose con el paisaje. Por primera vez en años, dudaba de si su control absoluto sobre el consorcio era suficiente para manejar a alguien como Irina.
Mientras Irina descendía por las escaleras, el eco de la discusión todavía resonaba en su mente. Miró su reflejo en las paredes metálicas y se permitió una pequeña sonrisa. Había ganado la batalla, pero la guerra aún estaba por decidirse. Y aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que algo había cambiado entre ella y Marcus Thorne. Algo que haría sus futuros encuentros aún más explosivos.
Al salir del edificio y mezclarse con la multitud de la ciudad, se aseguró de mantener la cabeza alta. La misión había terminado, pero su lucha por demostrar su valía estaba lejos de concluir.