Odinson D. Shizu
Asesina de Espadas
02-12-2024, 03:33 AM
El sol comenzaba a caer lentamente sobre la isla, tiñendo el horizonte de un naranja cálido que iluminaba las aguas tranquilas del océano. La brisa salina arrastraba la frescura del mar, acariciando las rocas de los acantilados que marcaban los límites de la isla. Shizu caminaba por la playa, una de las zonas menos transitadas, con la mirada fija al frente mientras el sonido del agua chocando contra las rocas llenaba el aire. A pesar de la belleza del paisaje, no podía evitar sentir una mezcla de frustración y melancolía en su pecho.
Shizu era una de los pocos gigantes que servían en la Marina en el East Blue, de hecho eran dos. Su imponente figura de 37,5 metros de altura se alzaba como un coloso entre la vegetación, los árboles y las rocas, haciendo que cada paso que daba fuera una pequeña catástrofe para el entorno. A pesar de su enorme tamaño, la joven era muy consciente de su presencia. Debía andar con sumo cuidado, evitando aplastar por accidente a algún civil o destruir algo importante. Le costaba mantener el control sobre su fuerza; su energía natural siempre estaba a flor de piel, y su sonrisa y risueño carácter la hacían incapaz de contenerse cuando algo le resultaba divertido o interesante. Sin embargo, ser una gigante en la Marina no era fácil, sobre todo cuando se trataba de interactuar con los más pequeños o con las estructuras humanas.
Su rol como alférez le exigía estar al tanto de los movimientos que se daban en la isla, pero sus misiones la relegaban a las playas y acantilados más alejados, apartados del puerto y del pueblo de Rostock, que debían permanecer a salvo de su presencia. Aunque las patrullas a lo largo de la costa le permitían disfrutar de la tranquilidad de la isla, siempre sentía una punzada de tristeza al pensar que no podía estar más cerca de la gente, ayudando de manera directa. Sin poder acceder a las zonas densamente pobladas, su trabajo parecía más una rutina interminable que una misión significativa.
La fruta que poseía, la Suna Suna no Mi, le otorgaba el poder de controlar la arena, transformándose ella misma en partículas finas que podía manipular a su voluntad. Si bien sus poderes le otorgaban una gran ventaja en combate, no podían resolver el problema que tenía con su tamaño. De hecho estaba mirando como aprovechar esos poderes para intentar reducir su tamaño y adaptarse mejor a los estándares de los demás. Esa limitación la hacía sentir que no aprovechaba su verdadero potencial, y la situación la deprimía en ciertos momentos.
Mientras caminaba por la orilla, sus pensamientos se nublaban con esta frustración. Tal vez debería buscar algún tipo de arte o habilidad que le permitiera controlar su tamaño o su presencia, algo que le permitiera realizar misiones en las que realmente pudiera marcar la diferencia. La idea de poder servir mejor a los demás la mantenía despierta por las noches, pero por ahora solo quedaba rodear la isla sin muchas expectativas.
Entonces, de repente, algo llamó su atención. Un pequeño barco se acercaba a los acantilados cercanos. No era un barco de pesca ni una embarcación habitual para la zona. Al principio pensó que podía ser alguna nave perteneciente a los comerciantes locales, pero algo en la forma en que se aproximaba la hizo sospechar. La bandera que ondeaba en su mástil no pertenecía a ninguna nación legalmente reconocida, piratas.
Una ligera mueca apareció en su rostro, mientras observaba cómo el pequeño grupo intentaba ocultar el barco entre las rocas, tal vez para evitar ser visto por los guardias o, peor aún, por los habitantes del pueblo. Shizu, con su enorme figura, no podía pasar desapercibida, pero su astucia como marinera le decía que algo no estaba bien. Con un suspiro, se alejó un poco de la costa, acercándose a un conjunto de rocas donde podía ocultarse parcialmente y observar sin ser vista.
Cuatro hombres, no más, se bajaron del bote, con movimientos torpes y demasiado evidentes, como si estuvieran mal entrenados o fueran novatos en el arte de ser piratas. Sin embargo, sus caras mostraban una expresión de desconfianza y nerviosismo que indicaba que no estaban acostumbrados a las incursiones discretas. Cada uno llevaba espadas, pero sus ropas desaliñadas y el hecho de que no parecían tener ningún plan claro indicaban que no eran más que una banda sin experiencia.
Con un rápido movimiento, Shizu se deshizo de parte de su figura, convirtiéndose en un remolino de arena que la permitió acercarse rápidamente a ellos sin ser notada. Apareció justo frente a los piratas, los rodeó con sus enormes manos de arena y los redujo al instante, atrapándolos en una esfera compacta de partículas finas que los inmovilizaba por completo. Los piratas intentaron luchar, pero la arena de Shizu se ajustaba a sus movimientos con tal precisión que era imposible liberarse.
Con una sonrisa tranquila en su rostro, Shizu los levantó del suelo y los arrastró por el aire, usando su poder para desplazarse rápidamente mientras mantenía a los prisioneros suspendidos en el aire. Al llegar al cuartel, dejó caer suavemente a los piratas sobre el suelo, frente a su capitán de división, que observaba la escena con una mirada impasible - Son solo cuatro, navegan bajo la bandera pirata aunque no se si tienen recompensa, capitán - Dijo Shizu, con su habitual tono risueño - Aunque no parece que tengan mucho que ofrecer, pero ya solo navegar bajo esa bandera es motivo de detención.
El capitán miró a los prisioneros con desdén, observando sus rostros aterrados. Eran unos criminales menores, y su recompensa era ridículamente baja, 5 millones de berries. A pesar de ser una banda pirata, apenas habían hecho daño en la región, pero no dejaron de ser piratas. Según las leyes de la Marina, todos debían ser detenidos - Buen trabajo, Alférez Odinson - Dijo el capitán, mientras ordenaba que los piratas fueran encerrados en las celdas - Estos no son una amenaza para nosotros, pero no podemos permitir que sigan actuando por ahí. Mejor que pasen un tiempo en el calabozo.
Shizu asintió, satisfecha por haber cumplido con su deber, aunque algo decepcionada por lo sencillo de la misión. A veces deseaba que su tamaño y su poder tuvieran más impacto, que pudieran detener amenazas mayores, pero por el momento, debía conformarse con patrullar las costas y resolver pequeños inconvenientes. Mientras los piratas eran escoltados, Shizu se quedó un momento pensativa. Tal vez en el futuro habría oportunidades para hacer una verdadera diferencia.
Pero, por ahora, se contentó con la pequeña victoria, sonriendo mientras observaba a los prisioneros ser llevados a sus celdas. Aunque su misión había sido más tranquila de lo que esperaba, sentía una satisfacción sutil. Aunque su tamaño la limitara, no había nada que pudiera hacerle perder su energía o su propósito. Después de todo, aún era una alférez de la Marina, y cumplir con su deber siempre era lo más importante para ella.
Shizu era una de los pocos gigantes que servían en la Marina en el East Blue, de hecho eran dos. Su imponente figura de 37,5 metros de altura se alzaba como un coloso entre la vegetación, los árboles y las rocas, haciendo que cada paso que daba fuera una pequeña catástrofe para el entorno. A pesar de su enorme tamaño, la joven era muy consciente de su presencia. Debía andar con sumo cuidado, evitando aplastar por accidente a algún civil o destruir algo importante. Le costaba mantener el control sobre su fuerza; su energía natural siempre estaba a flor de piel, y su sonrisa y risueño carácter la hacían incapaz de contenerse cuando algo le resultaba divertido o interesante. Sin embargo, ser una gigante en la Marina no era fácil, sobre todo cuando se trataba de interactuar con los más pequeños o con las estructuras humanas.
Su rol como alférez le exigía estar al tanto de los movimientos que se daban en la isla, pero sus misiones la relegaban a las playas y acantilados más alejados, apartados del puerto y del pueblo de Rostock, que debían permanecer a salvo de su presencia. Aunque las patrullas a lo largo de la costa le permitían disfrutar de la tranquilidad de la isla, siempre sentía una punzada de tristeza al pensar que no podía estar más cerca de la gente, ayudando de manera directa. Sin poder acceder a las zonas densamente pobladas, su trabajo parecía más una rutina interminable que una misión significativa.
La fruta que poseía, la Suna Suna no Mi, le otorgaba el poder de controlar la arena, transformándose ella misma en partículas finas que podía manipular a su voluntad. Si bien sus poderes le otorgaban una gran ventaja en combate, no podían resolver el problema que tenía con su tamaño. De hecho estaba mirando como aprovechar esos poderes para intentar reducir su tamaño y adaptarse mejor a los estándares de los demás. Esa limitación la hacía sentir que no aprovechaba su verdadero potencial, y la situación la deprimía en ciertos momentos.
Mientras caminaba por la orilla, sus pensamientos se nublaban con esta frustración. Tal vez debería buscar algún tipo de arte o habilidad que le permitiera controlar su tamaño o su presencia, algo que le permitiera realizar misiones en las que realmente pudiera marcar la diferencia. La idea de poder servir mejor a los demás la mantenía despierta por las noches, pero por ahora solo quedaba rodear la isla sin muchas expectativas.
Entonces, de repente, algo llamó su atención. Un pequeño barco se acercaba a los acantilados cercanos. No era un barco de pesca ni una embarcación habitual para la zona. Al principio pensó que podía ser alguna nave perteneciente a los comerciantes locales, pero algo en la forma en que se aproximaba la hizo sospechar. La bandera que ondeaba en su mástil no pertenecía a ninguna nación legalmente reconocida, piratas.
Una ligera mueca apareció en su rostro, mientras observaba cómo el pequeño grupo intentaba ocultar el barco entre las rocas, tal vez para evitar ser visto por los guardias o, peor aún, por los habitantes del pueblo. Shizu, con su enorme figura, no podía pasar desapercibida, pero su astucia como marinera le decía que algo no estaba bien. Con un suspiro, se alejó un poco de la costa, acercándose a un conjunto de rocas donde podía ocultarse parcialmente y observar sin ser vista.
Cuatro hombres, no más, se bajaron del bote, con movimientos torpes y demasiado evidentes, como si estuvieran mal entrenados o fueran novatos en el arte de ser piratas. Sin embargo, sus caras mostraban una expresión de desconfianza y nerviosismo que indicaba que no estaban acostumbrados a las incursiones discretas. Cada uno llevaba espadas, pero sus ropas desaliñadas y el hecho de que no parecían tener ningún plan claro indicaban que no eran más que una banda sin experiencia.
Con un rápido movimiento, Shizu se deshizo de parte de su figura, convirtiéndose en un remolino de arena que la permitió acercarse rápidamente a ellos sin ser notada. Apareció justo frente a los piratas, los rodeó con sus enormes manos de arena y los redujo al instante, atrapándolos en una esfera compacta de partículas finas que los inmovilizaba por completo. Los piratas intentaron luchar, pero la arena de Shizu se ajustaba a sus movimientos con tal precisión que era imposible liberarse.
Con una sonrisa tranquila en su rostro, Shizu los levantó del suelo y los arrastró por el aire, usando su poder para desplazarse rápidamente mientras mantenía a los prisioneros suspendidos en el aire. Al llegar al cuartel, dejó caer suavemente a los piratas sobre el suelo, frente a su capitán de división, que observaba la escena con una mirada impasible - Son solo cuatro, navegan bajo la bandera pirata aunque no se si tienen recompensa, capitán - Dijo Shizu, con su habitual tono risueño - Aunque no parece que tengan mucho que ofrecer, pero ya solo navegar bajo esa bandera es motivo de detención.
El capitán miró a los prisioneros con desdén, observando sus rostros aterrados. Eran unos criminales menores, y su recompensa era ridículamente baja, 5 millones de berries. A pesar de ser una banda pirata, apenas habían hecho daño en la región, pero no dejaron de ser piratas. Según las leyes de la Marina, todos debían ser detenidos - Buen trabajo, Alférez Odinson - Dijo el capitán, mientras ordenaba que los piratas fueran encerrados en las celdas - Estos no son una amenaza para nosotros, pero no podemos permitir que sigan actuando por ahí. Mejor que pasen un tiempo en el calabozo.
Shizu asintió, satisfecha por haber cumplido con su deber, aunque algo decepcionada por lo sencillo de la misión. A veces deseaba que su tamaño y su poder tuvieran más impacto, que pudieran detener amenazas mayores, pero por el momento, debía conformarse con patrullar las costas y resolver pequeños inconvenientes. Mientras los piratas eran escoltados, Shizu se quedó un momento pensativa. Tal vez en el futuro habría oportunidades para hacer una verdadera diferencia.
Pero, por ahora, se contentó con la pequeña victoria, sonriendo mientras observaba a los prisioneros ser llevados a sus celdas. Aunque su misión había sido más tranquila de lo que esperaba, sentía una satisfacción sutil. Aunque su tamaño la limitara, no había nada que pudiera hacerle perder su energía o su propósito. Después de todo, aún era una alférez de la Marina, y cumplir con su deber siempre era lo más importante para ella.