Asradi
Völva
Ayer, 02:05 PM
Día 31 de Verano del 724.
Había sido terriblemente duro para ella. Todo el esfuerzo que había puesto, las horas en vela, el cansancio... Ni tan siquiera sus conocimientos habían bastado para que Tofun se estabilizase. Las heridas del tontatta habían sido considerables y horas después, exhalaba su último aliento sin que nadie pudiese hacer más por él. La congoja la había invadido de manera inmediata, mientras las gruesas lágrimas habían rodado por sus mejillas. Ella conocía la muerte. Su padre había muerto cuando era más joven. No solo eso, sino que desde niña le habían enseñado a convivir con ella. A que la muerte no era el final, sino el inicio de otro camino que, tarde o temprano, todos seguirían. Aún así, eso no quitaba que la pérdida fuese menos dura.
El funeral había sido solemne. Y Asradi solo podía despedirse de la única manera que sabía: Cantando.
Como si fuese una disculpa por no haber podido hacer nada más por él. Todavía era inexperta, todavía sentía las manos repletas de sangre de las curas que le había hecho al tontatta, a pesar de que se las había lavado a conciencia. En silencio, se aproximó a la proa del barco. Todavía era de noche. Una noche estrellada que iluminaba el mar de manera hermosa y mística, así como los plateados rayos del astro lunar, redondo y enorme, que enmarcaban un horizonte incierto. Las manos de la sirena recorrieron, durante unos segundos, la madera de la baranda, antes de que sus ojos azules, tan profundos como el océano, se opacasen un poco. El dolor de la pérdida la perseguiría, al menos, una temporada más. Aunque sabía que poco a poco iría sanando. Siempre sucedía. Un racha sutil de viento agitó sus cabellos oscuros. Y, con dicho movimiento, el susurro del mar acunándola.
Asradi tomó aire. Y acto seguido, su voz se elevó por sobre el murmullo continuo del mar. El tono comenzó siendo melódico, suave, cargado de sentimiento. Una petición plagada de dudas que, poco a poco, obtendrían respuestas. O, más bien, con las que esperaba guiar el alma de su pequeño compañero por el sendero correcto hacia su nuevo destino. Uno al que ella todavía no podía llegar.
Kven skal synge meg?
I daudsvevna slynge meg
Når eg på helvegen går
Og dei spora eg trår
Er kalde så kalde
El tono era suave, con un ligero toque roto, sintiendo la pérdida y, al mismo tiempo, queriendo honrarla de aquella manera. Conocía esa canción desde que había comenzado a recibir las enseñanzas de las mujeres de su clan. Era un tributo a los muertos. A las almas de aquellos que ya habían partido.
Para una ocasión como esa, era la propicia.
Mientras alzaba las melódicas palabras, plagadas de sentimiento, no fue consciente de que una furtiva lágrima había acabado por bajar por sus mejillas. Ni tampoco fue consciente de la sombra que comenzó a cernirse a sus espaldas. Tan ensimismada que estaba en querer honrar a Tofun de aquella manera que solo abrió los ojos, sorprendida, cuando una nueva voz se unió a la suya. En su mismo idioma. Pero más grave, más varonil. Más poderosa.
Eg songane søkte
Eg songane sende
Då den djupaste brunni
Gav meg dråpar så ramme
Av Valfaders pant
Asradi se quedó sin habla durante unos segundos. Ragnheidr se había unido a ese coro, y ella no pudo más que mirarle agradecida cuando sus ojos se entrecruzaron por ese pequeño lapso de tiempo. El corazón le dió un vuelco en ese instante, y sus ojos se aguaron en una mezcla agridulce de tristeza y felicidad al mismo tiempo. Siempre había estado sola. Pero ya no más. No había podido proteger a Tofun, pero ahora tendría que esforzarse mucho más para protegerles a ellos y cuidarles. Cuando el rubio le dedicó, apenas, una media sonrisa, como animándola, ella le devolvió el gesto, más tímido. Era un momento perfecto, pues era muy consciente de lo que el tontatta había significado para él, por lo que solo asintió y, acto seguido, le acompañó también, consolidando los dos un perfecto coro en el que sus voces se unían, de manera poderosa, para honrar de esa manera al que había sido un miembro importante del grupo.
El que los había integrado en la Armada Revolucionaria.
Alt veit eg Odin
Kvar du auge løynde
Kven skal synge meg
I daudsvevna slynge meg
Når eg på helvegen går
Og dei spora eg trår
Er kalde så kalde
Årle ell i dagars hell
Enn veit ravnen om eg fell
La unión vocal entre ambos era totalmente acompasada. La voz más profunda de Ragn con la más fina, pero no menos potente de la sirena. Las escamas de su cola brillaban en un precioso tono plateado cada vez que la luz de la luna incidía en ellas. Y no solo eso, sino que el ambiente, cada vez más solemne, parecía volverse casi irreal por unos momentos.
A ambos nórdicos comenzaron a acompañarles susurros irreales pero que ellos sentirían familiares quizás, al menos a Asradi. Esa conexión profunda que la sirena tenía con las almas de aquellos que había conocido, con los que había conectado, con sus ancestros. Ahora Tofun se uniría a ellos como un protector más. No había podido hacer nada por él horas atrás, cuando todavía estaba con vida. Esperaba, al menos, poder guiarle ahora hacia su eterno lugar de descanso.
Når du ved helgrindi står
Og når laus deg må rive
Skal eg fylgje deg
Yver gjallarbrui med min song
Du blir løyst frå banda som bind deg
Du er løyst frå banda som batt deg
No solo el tono se elevó sino que la mirada azul de Asradi se tornó más grisácea, dejando que el seidr de aquel cántico ritual envolviese cada fibra de su ser. Cuando ladeó apenas un poco el rostro, al sentir la gran mano de Ragn en su hombro, a modo de silencioso apoyo, y volvió a mirar hacia el frente, no pudo evitar sonreír.
El espíritu, el alma del tontatta, ahora frente a ella siendo guiado a través de aquel sendero que le llevaría hacia los dorados salones. Donde bebería y disfrutaría por toda la eternidad. Hasta que ellos le pudiesen acompañar. Poco a poco, su voz se fue apagando a medida que aquella visión iba desapareciendo, en hilos de plata. La mano y la presencia de Ragn también se separó de ella lentamente, ahora dejándola en silencio o, más bien, permitiéndole ese momento de intimidad tras un suceso tan emotivo como aquel. Asradi agradeció en silencio, emocionada y agradecida al mismo tiempo. Para cuando pudo suspirar, casi de manera quebrada, solo un susurro suave se perdió en medio de la oscuridad del amplio océano.
Deyr fé
Deyja frændr
Deyr sjalfr it sama
En orðstírr
Deyr aldregi
Hveim er sér góðan getr
Deyr fé
Deyja frændr
Deyr sjalfr it sama
Ek veit einn
At aldrei deyr
Dómr um dauðan hvern
Una etérea promesa a futuro. De que, tarde o temprano, volverían a reencontrarse en los amplios salones.
Poco a poco el silencio volvió a apoderarse de lugar. Pero en el corazón acongojado de la sirena, había nacido un sentimiento cálido, de esperanza y respeto. Esperaba haber logrado, esta vez, el honrar a Tofun de una manera más digna.
Y, al mismo tiempo, pedirle perdón por no haberle podido salvar la vida.
Tras un estremecimiento inicial, pero agradable, que le sacudió cuando la fría brisa marina le sacudió, una sonrisa suave terminó brotando en los sonrosados labios de la sirena. Echó un último vistazo hacia el océano, antes de volver a recogerse hacia el interior del navío.
Porque aquella noche se honraba la muerte y la vida.