
Arthur Soriz
Gramps
09-12-2024, 10:23 PM
(Última modificación: 09-12-2024, 11:25 PM por Arthur Soriz.)
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6 de verano
año 724
año 724
El día empezaba como cualquier otro en la base G-23. El olor a café recién hecho llenaba el comedor, mezclándose con el murmullo de las conversaciones matutinas de reclutas y Marines de mayor rango compartiendo un momento de solemnidad. Yo tenía mi taza en una mano y un informe en la otra, repasando los movimientos recientes en Kilombo mientras pensaba en lo que me depararía la jornada, escuchando algunos rumores entre medio y sobre todas las cosas viendo que algunos de los nuevos soldados estaban refunfuñando y caminando descalzos por la base, ¿acaso era una nueva costumbre o algo más estaba pasando?
La respuesta a ello llegó más pronto de lo que imaginé.
Fue entonces cuando el Capitán Drax entró con su andar relajado divisándome desde lejos y ya alzando una mano para llamarme la atención y saludarme. A su paso, las conversaciones cesaron y las miradas se dirigieron hacia él. No era un hombre que soliera pasearse por la sala común sin motivo, por lo que muchos hacían su característico saludo militar cuando pasaba cerca de ellos.
— Soriz, un momento.
Dejé el informe sobre la mesa y me puse de pie. Con el café todavía humeando en mi mano lo miré con curiosidad. — ¿Qué sucede, Capitán? — pregunté yo, con una soltura inusual denotando la amistad que se había formado entre los dos después de tan solo estos dos años de servicio como Marine que había ejercido yo.
— Tenemos un... pequeño problema. — dijo en un tono seco, casi tajante. Su mirada tenía esa chispa de fastidio que me indicaba que no era nada de vida o muerte pero sí algo que de alguna manera le sacaba de quicio.
— ¿Qué clase de problema? — solté yo, creyendo que se trataba de algo que implicaba a los del pueblo Rostock.
— Zapatos. — contestó el Capitán Drax, haciendo que yo enarcara una ceja un tanto incrédulo, ¿estaba bromeando?
— ¿Zapatos?
— Alguien está robando los zapatos de los reclutas mientras duermen. Esta mañana tres de ellos amanecieron descalzos y estaban más ocupados peleándose entre ellos que buscando al verdadero culpable.
Tomé un sorbo de café para disimular la sonrisa que quería formarse en mis labios, no podía negar que la situación daba un poco de gracia. — Vaya, no me esperaba empezar el día con un caso así.
Se notaba a leguas que mi compañero también quería sonreír, pero eran estas cosas simples las que más le molestaban, por el simple hecho de ser algo interno a la Marina, algo que estaba ocurriendo bajo sus narices sin saber exactamente quién era el responsable.
— Un poco de seriedad, Soriz. —rechistó, cruzando los brazos. Su cicatriz parecía acentuarse cuando fruncía el ceño—. Estas tonterías pueden escalar rápidamente si no se manejan. Ya sabes cómo son los jóvenes... una broma aquí, una venganza allá a alguien que no tiene nada que ver, y de pronto tienes un motín en miniatura.
Asentí, dejando la taza sobre la mesa. — Entendido, Capitán. Me encargaré de esto.
Drax se inclinó un poco hacia mí, su voz baja pero firme. — Encuentra al responsable y devuélvele sus zapatos a esos muchachos. Y asegúrate de que esto no vuelva a suceder, ¿está bien?
— Haré lo necesario. — respondí con la seriedad que el momento requería.
Cuando el capitán se dio la vuelta y salió, dejé escapar un suspiro. No era precisamente el tipo de misión que uno esperaba cuando se alistaba en la Marina, pero el deber es el deber, y estos jóvenes necesitaban más disciplina que la que podía ofrecerles una clase de entrenamiento o un instructor experimentado.
— "Zapatos robados... ¿Quién es tan tonto de robarle los zapatos a la Marina?" — pensé mientras recogía mi chaqueta. Era un problema menor pero un problema al fin y al cabo. Y si algo había aprendido a lo largo de mi vida era que los pequeños problemas tienen una habilidad especial para transformarse en grandes dolores de cabeza si no se manejan a tiempo.
Primero hablaría con los reclutas afectados. Tenía que empezar por escuchar sus versiones y, quizás, observar cómo interactuaban entre ellos. Los zapatos no se iban solos... eso estaba claro. Alguien en esta base tenía más tiempo libre del que debía.
— Bueno, parece que me ha tocado jugad al detective hoy... —me dije soltando un profundo suspiro mientras salía del comedor.
Mi primer indicio era preguntarle a los reclutas afectados qué es lo que había pasado... cómo es que se habían enterado que sus zapatos faltaban y si habían visto algo fuera de lo usual estos últimos días antes de que les robaran las botas. Los tres reclutas estaban reunidos en un rincón del dormitorio todavía descalzos y visiblemente irritados. Las miradas que se lanzaban entre ellos eran una mezcla de sospecha y frustración... aunque se pusieron firmes tan pronto como crucé la puerta.
— Relájense... a ver, muchachos —dije, cruzándome de brazos frente a ellos—. Alguien decidió jugar una mala pasada anoche, y ustedes son las víctimas. Así que pueden empezar diciéndome qué es lo que pasó o si escucharon algo fuera de lo común.
El primero en hablar fue el más alto... un chico llamado Denzel, que apenas lograba mantenerme la mirada. — Yo soy Denzel, señor. Me fui a dormir como siempre, y cuando desperté, mis botas no estaban. Ni un rastro, nada.
— ¿Nada extraño, ni un ruido? —pregunté.
— Nada, señor. Estuve dormido toda la noche... como una piedra.
— Ajá. —Hice una nota mental del tono nervioso en su respuesta, aunque no lo presioné, no por ahora al menos. Pero lo tendría en cuenta.
El siguiente era Reed... un tipo robusto con el cabello negro y una expresión dura. Tenía los brazos cruzados y parecía más molesto que preocupado. — Soy Reed, señor. Y no tengo ni idea de qué pasó. Solo sé que me desperté con los pies fríos y sin botas para solucionar ese problema. Al principio pensé que Denzel estaba detrás de esto, pero luego vi que él tampoco tenía las suyas.
— ¿Tú tampoco escuchaste nada, Reed?
— Nada, señor. Pero, honestamente, esto parece más una broma que otra cosa.
Denzel frunció el ceño, pero no dijo nada. Mientras tanto, mi mirada se desplazó al tercero... Alric. Era más joven que los otros dos, de cabello rubio y ojos claros. Parecía incómodo, como si quisiera estar en cualquier otro lugar menos aquí.
— ¿Y tú? —pregunté, enfocándome en él.
— Yo... soy Alric, señor. No sé qué pasó. Me fui a dormir y cuando desperté mis botas tampoco estaban. Igual que los demás. —sus palabras eran directas... pero había algo en su tono, una especie de vacilación, de titubeo que no podía ignorar.
— ¿Nada raro? —insistí con mis palabras, observándolo con más atención.
— No... bueno, no estoy seguro. Quizás escuché algo... pero pudo ser cualquier cosa. — su mirada se desvió, como si no quisiera entrar en detalles.
— ¿"Cualquier cosa"?
— No lo sé, señor. Quizás un ruido, como pasos... pero no estoy seguro.
— ¿Y no lo mencionaste antes porque...?
— Porque no sabía si era importante. Pensé que todos habían escuchado algo similar. — la respuesta fue rápida, pero no del todo convincente.
Reed soltó un bufido desde su esquina. — ¿Y por qué no lo dijiste, Alric? Si escuchaste algo debiste hablar.
— ¡Porque no sabía qué era! — replicó, más a la defensiva de lo que esperaba.
Alric estaba actuando como cualquier recluta que temía meterse en problemas por no hacer lo correcto, pero había algo en su actitud que no encajaba del todo. No era lo que decía, sino cómo lo decía... evasivo, inseguro... como si tuviera miedo de equivocarse al hablar.
— Está bien, eso es suficiente por ahora. —musité haciendo un gesto hacia los otros dos—. Reed, Denzel, vuelvan a lo suyo.
Los dos obedecieron aunque no sin lanzarle una última mirada curiosa a Alric antes de marcharse. El joven recluta mientras tanto parecía aún más incómodo ahora que estábamos solos.
— Alric —empecé diciendo, manteniendo mi tono firme pero neutral—, si hay algo más que recuerdes, cualquier detalle por pequeño que sea, ahora es el momento de decirlo.
— No, señor... no hay nada más. — contestó, tragó saliva y forzó una sonrisa débil—. Solo lo que dije.
Asentí lentamente, pero no dejé de observarlo. Había algo en su comportamiento, era obvio que estaba ocultando algo. No era suficiente para acusarlo de nada, pero sí para mantenerlo en mente mientras seguía investigando.
— Bien. Puedes irte, pero mantente cerca. Si recuerdas algo más quiero que me lo digas de inmediato.
— Sí, señor. —dijo y se cuadró rápidamente antes de retirarse también, seguramente como los otros dos a buscar un reemplazo de sus botas robadas, aunque su postura rígida lo delataba... seguía nervioso.
Lo observé mientras se alejaba. No tenía pruebas pero algo me decía que este recluta sabía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Empezaba a pintarme una idea clara de lo que estaba pasando pero aún tendía que investigar un poco más si quería llegar al final de este asunto hoy mismo y dejar en calma al Capitán Drax para que no tuviera que seguir recibiendo reclamos de los nuevos soldados que andaban sin calzado por toda la base.
La respuesta a ello llegó más pronto de lo que imaginé.
Fue entonces cuando el Capitán Drax entró con su andar relajado divisándome desde lejos y ya alzando una mano para llamarme la atención y saludarme. A su paso, las conversaciones cesaron y las miradas se dirigieron hacia él. No era un hombre que soliera pasearse por la sala común sin motivo, por lo que muchos hacían su característico saludo militar cuando pasaba cerca de ellos.
— Soriz, un momento.
Dejé el informe sobre la mesa y me puse de pie. Con el café todavía humeando en mi mano lo miré con curiosidad. — ¿Qué sucede, Capitán? — pregunté yo, con una soltura inusual denotando la amistad que se había formado entre los dos después de tan solo estos dos años de servicio como Marine que había ejercido yo.
— Tenemos un... pequeño problema. — dijo en un tono seco, casi tajante. Su mirada tenía esa chispa de fastidio que me indicaba que no era nada de vida o muerte pero sí algo que de alguna manera le sacaba de quicio.
— ¿Qué clase de problema? — solté yo, creyendo que se trataba de algo que implicaba a los del pueblo Rostock.
— Zapatos. — contestó el Capitán Drax, haciendo que yo enarcara una ceja un tanto incrédulo, ¿estaba bromeando?
— ¿Zapatos?
— Alguien está robando los zapatos de los reclutas mientras duermen. Esta mañana tres de ellos amanecieron descalzos y estaban más ocupados peleándose entre ellos que buscando al verdadero culpable.
Tomé un sorbo de café para disimular la sonrisa que quería formarse en mis labios, no podía negar que la situación daba un poco de gracia. — Vaya, no me esperaba empezar el día con un caso así.
Se notaba a leguas que mi compañero también quería sonreír, pero eran estas cosas simples las que más le molestaban, por el simple hecho de ser algo interno a la Marina, algo que estaba ocurriendo bajo sus narices sin saber exactamente quién era el responsable.
— Un poco de seriedad, Soriz. —rechistó, cruzando los brazos. Su cicatriz parecía acentuarse cuando fruncía el ceño—. Estas tonterías pueden escalar rápidamente si no se manejan. Ya sabes cómo son los jóvenes... una broma aquí, una venganza allá a alguien que no tiene nada que ver, y de pronto tienes un motín en miniatura.
Asentí, dejando la taza sobre la mesa. — Entendido, Capitán. Me encargaré de esto.
Drax se inclinó un poco hacia mí, su voz baja pero firme. — Encuentra al responsable y devuélvele sus zapatos a esos muchachos. Y asegúrate de que esto no vuelva a suceder, ¿está bien?
— Haré lo necesario. — respondí con la seriedad que el momento requería.
Cuando el capitán se dio la vuelta y salió, dejé escapar un suspiro. No era precisamente el tipo de misión que uno esperaba cuando se alistaba en la Marina, pero el deber es el deber, y estos jóvenes necesitaban más disciplina que la que podía ofrecerles una clase de entrenamiento o un instructor experimentado.
— "Zapatos robados... ¿Quién es tan tonto de robarle los zapatos a la Marina?" — pensé mientras recogía mi chaqueta. Era un problema menor pero un problema al fin y al cabo. Y si algo había aprendido a lo largo de mi vida era que los pequeños problemas tienen una habilidad especial para transformarse en grandes dolores de cabeza si no se manejan a tiempo.
Primero hablaría con los reclutas afectados. Tenía que empezar por escuchar sus versiones y, quizás, observar cómo interactuaban entre ellos. Los zapatos no se iban solos... eso estaba claro. Alguien en esta base tenía más tiempo libre del que debía.
— Bueno, parece que me ha tocado jugad al detective hoy... —me dije soltando un profundo suspiro mientras salía del comedor.
Mi primer indicio era preguntarle a los reclutas afectados qué es lo que había pasado... cómo es que se habían enterado que sus zapatos faltaban y si habían visto algo fuera de lo usual estos últimos días antes de que les robaran las botas. Los tres reclutas estaban reunidos en un rincón del dormitorio todavía descalzos y visiblemente irritados. Las miradas que se lanzaban entre ellos eran una mezcla de sospecha y frustración... aunque se pusieron firmes tan pronto como crucé la puerta.
— Relájense... a ver, muchachos —dije, cruzándome de brazos frente a ellos—. Alguien decidió jugar una mala pasada anoche, y ustedes son las víctimas. Así que pueden empezar diciéndome qué es lo que pasó o si escucharon algo fuera de lo común.
El primero en hablar fue el más alto... un chico llamado Denzel, que apenas lograba mantenerme la mirada. — Yo soy Denzel, señor. Me fui a dormir como siempre, y cuando desperté, mis botas no estaban. Ni un rastro, nada.
— ¿Nada extraño, ni un ruido? —pregunté.
— Nada, señor. Estuve dormido toda la noche... como una piedra.
— Ajá. —Hice una nota mental del tono nervioso en su respuesta, aunque no lo presioné, no por ahora al menos. Pero lo tendría en cuenta.
El siguiente era Reed... un tipo robusto con el cabello negro y una expresión dura. Tenía los brazos cruzados y parecía más molesto que preocupado. — Soy Reed, señor. Y no tengo ni idea de qué pasó. Solo sé que me desperté con los pies fríos y sin botas para solucionar ese problema. Al principio pensé que Denzel estaba detrás de esto, pero luego vi que él tampoco tenía las suyas.
— ¿Tú tampoco escuchaste nada, Reed?
— Nada, señor. Pero, honestamente, esto parece más una broma que otra cosa.
Denzel frunció el ceño, pero no dijo nada. Mientras tanto, mi mirada se desplazó al tercero... Alric. Era más joven que los otros dos, de cabello rubio y ojos claros. Parecía incómodo, como si quisiera estar en cualquier otro lugar menos aquí.
— ¿Y tú? —pregunté, enfocándome en él.
— Yo... soy Alric, señor. No sé qué pasó. Me fui a dormir y cuando desperté mis botas tampoco estaban. Igual que los demás. —sus palabras eran directas... pero había algo en su tono, una especie de vacilación, de titubeo que no podía ignorar.
— ¿Nada raro? —insistí con mis palabras, observándolo con más atención.
— No... bueno, no estoy seguro. Quizás escuché algo... pero pudo ser cualquier cosa. — su mirada se desvió, como si no quisiera entrar en detalles.
— ¿"Cualquier cosa"?
— No lo sé, señor. Quizás un ruido, como pasos... pero no estoy seguro.
— ¿Y no lo mencionaste antes porque...?
— Porque no sabía si era importante. Pensé que todos habían escuchado algo similar. — la respuesta fue rápida, pero no del todo convincente.
Reed soltó un bufido desde su esquina. — ¿Y por qué no lo dijiste, Alric? Si escuchaste algo debiste hablar.
— ¡Porque no sabía qué era! — replicó, más a la defensiva de lo que esperaba.
Alric estaba actuando como cualquier recluta que temía meterse en problemas por no hacer lo correcto, pero había algo en su actitud que no encajaba del todo. No era lo que decía, sino cómo lo decía... evasivo, inseguro... como si tuviera miedo de equivocarse al hablar.
— Está bien, eso es suficiente por ahora. —musité haciendo un gesto hacia los otros dos—. Reed, Denzel, vuelvan a lo suyo.
Los dos obedecieron aunque no sin lanzarle una última mirada curiosa a Alric antes de marcharse. El joven recluta mientras tanto parecía aún más incómodo ahora que estábamos solos.
— Alric —empecé diciendo, manteniendo mi tono firme pero neutral—, si hay algo más que recuerdes, cualquier detalle por pequeño que sea, ahora es el momento de decirlo.
— No, señor... no hay nada más. — contestó, tragó saliva y forzó una sonrisa débil—. Solo lo que dije.
Asentí lentamente, pero no dejé de observarlo. Había algo en su comportamiento, era obvio que estaba ocultando algo. No era suficiente para acusarlo de nada, pero sí para mantenerlo en mente mientras seguía investigando.
— Bien. Puedes irte, pero mantente cerca. Si recuerdas algo más quiero que me lo digas de inmediato.
— Sí, señor. —dijo y se cuadró rápidamente antes de retirarse también, seguramente como los otros dos a buscar un reemplazo de sus botas robadas, aunque su postura rígida lo delataba... seguía nervioso.
Lo observé mientras se alejaba. No tenía pruebas pero algo me decía que este recluta sabía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Empezaba a pintarme una idea clara de lo que estaba pasando pero aún tendía que investigar un poco más si quería llegar al final de este asunto hoy mismo y dejar en calma al Capitán Drax para que no tuviera que seguir recibiendo reclamos de los nuevos soldados que andaban sin calzado por toda la base.
[ · · · ]
El día transcurría lentamente, llevándome la grata sorpresa que a pesar de lo que estaba ocurriendo con el tema de las botas robadas, nada más parecía estar saliéndose de control por lo que, de momento, podría enfocar toda mi atención en esto. Había algo aún así en este asunto que me inquietaba aunque no podía decir exactamente qué era. Tal vez fuera la forma en que Alric había evitado mi mirada, o el aire pesado que parecía rodearlo cada vez que cruzábamos palabras.
Mientras caminaba por los barracones me encontré con una escena peculiar pero que, probablemente, me tendría que haber esperado desde un inicio. Reed y Denzel estaban inclinados hacia Alric hablando en susurros que no lograba captar. Desde donde estaba su lenguaje corporal era claro. Los dos mayores lo tenían acorralado contra la pared, sus posturas relajadas pero intimidantes mientras el joven recluta mantenía la cabeza baja.
Decidí no interrumpir de inmediato observando desde una esquina. Fue entonces cuando noté algo... Alric sollozaba, aunque hacía un esfuerzo monumental por ocultarlo, tragándose los sonidos y frotándose rápidamente los ojos con el dorso de la mano para secarse las lágrimas que amenazaban escapar de sus ojos. Su semblante estaba crispado, como alguien al borde del colapso.
Cuando avancé hacia ellos Reed y Denzel se separaron rápidamente, enderezándose como si nada hubiera pasado. — Buenos días, señor. —saludó Denzel, su tono demasiado casual para ser honesto.
— Reclutas. —devolví el saludo y los miré con detenimiento, dejando que el peso de mi mirada se posara sobre ellos.
Ambos parecieron tensarse bajo mi escrutinio y no pasó mucho tiempo antes de que buscaran cualquier excusa para desaparecer. Reed balbuceó algo sobre un entrenamiento que debían tener con un instructor, y los dos salieron disparados por el pasillo antes de que pudiera formular una pregunta. Alric por su parte permaneció donde estaba, con la cabeza gacha y los puños apretados. Me acerqué con calma... dándole su espacio mientras mantenía mi voz baja.
— Alric, ¿todo bien?
— Sí, señor... —murmuró, aunque su voz temblaba.
— No lo parece. ¿Qué está pasando?
El silencio que siguió fue denso, como si el joven recluta estuviera librando una batalla interna. Finalmente dejó escapar un sollozo más audible y se llevó las manos al rostro, hundiéndose en un banco cercano.
— ¡No puedo más! —exclamó de repente entre lágrimas. Lo miré con seriedad, permitiéndole continuar sin presionarlo demasiado.
— ¿Qué no puedes más, Alric?
— Ellos... ellos me obligaron. —su voz salía rota por el nudo en su garganta y las palabras salían entrecortadas—. Reed y Denzel... dijeron que si quería... *sniff* que si quería ser parte de su grupo tenía que hacer algo. Algo "divertido". —explicó y soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza—. Pero no es divertido, señor. No lo es.
— ¿Robar botas? —inquirí, inclinándome un poco para estar a su nivel por más difícil que fuera debido a mi altura.
Asintió con la cabeza confirmando mis sospechas, limpiándose las lágrimas con rapidez. — Me dijeron que nadie se enteraría, que solo era una broma. Pero cuando usted empezó a investigar me dijeron que si hablaba... si decía algo... —se detuvo, temblando de nuevo.
— ¿Qué te dijeron, Alric?
— Que me harían la vida imposible. Que nunca me dejarían tranquilo. —soltó entre sollozos. Su confesión salió tan de golpe... como si hubiera estado conteniéndola por días—. Solo querían humillarme, señor. Y yo... yo no sabía qué hacer, s-solo quería amigos...
Respiré hondo, dejando que mis propias emociones se asentaran. No era la primera vez que veía algo así en la Marina... reclutas mayores abusando de los más jóvenes, disfrazándolo de "pruebas de lealtad" o "bromas". Pero eso no lo hacía menos despreciable. A mis ojos eso los transformaba en malhechores, lejos de lo que consideraba Marines honorables dignos de proteger la felicidad de los que nos necesitan.
— Alric, escucha bien —dije con firmeza colocando una mano sobre su hombro—. Esto no es tu culpa. Lo que hicieron Reed y Denzel está completamente fuera de lugar, y me voy a encargar personalmente de que esto se solucione. Pero necesito que confíes en mí, ¿de acuerdo?
Asintió débilmente, aunque el alivio en sus ojos era palpable.
— Gracias, señor... de verdad.
Me enderecé... listo para confrontar a esos dos. Era hora de dejar las cosas claras y de recordarles que en la Marina, conmigo presente, no había lugar para abusones.
Cuando localicé a Reed y Denzel, los dos estaban en el área de entrenamiento charlando como si no tuvieran una sola preocupación en el mundo. Los dos parecían tan relajados que, por un momento, me pregunté si alguna vez habían pensado en las consecuencias de sus acciones. Pues ahora estaban a punto de enterarse.
Me acerqué sin hacer ruido... algo sorprendente para un hombre de mi tamaño. Ambos estaban tan distraídos que ni se percataron de mi presencia hasta que estuve lo suficientemente cerca.
— ¡Reed! ¡Denzel! —mi voz retumbó en el espacio como un cañonazo haciendo que ambos se sobresaltaran. Se giraron hacia mí con caras de desconcierto pero no les di tiempo para reaccionar.
— ¡¿Saben lo que se merecen?! —exclamé, levantando ambas manos. Antes de que pudieran responder mis palmas impactaron con fuerza en la nuca de cada uno con un zape tan contundente que el eco resonó por todo el pasillo. ¡PLACK! El sonido fue tan fuerte que hasta los reclutas en el otro extremo del área de entrenamiento se detuvieron para mirar.
Reed tambaleó hacia adelante, sujetándose la cabeza como si acabara de recibir el golpe de un cañón. — ¡¿Pero qué demonios, señor?!
Denzel, por su parte, se quedó congelado... sus ojos tan abiertos que parecía que iban a salirse de sus cuencas. Su mandíbula cayó abierta por el impacto y hasta un par de reclutas en los alrededores tuvieron que reprimir la risa al ver su expresión de total incredulidad.
— ¡Eso es por andar jugando con estupideces y abusar de los demás! —les dije, señalándolos con un dedo que podría haber perforado acero.
Ambos balbucearon excusas al unísono, pero no les dejé ni un segundo para justificarse.
— ¡Cállense! Ustedes dos son el motivo por el que Alric está metido en este lío, ¿o me van a decir que no? —exclamé y me crucé de brazos... mi mirada perforándolos como un par de lanzas.
Reed intentó hablar, levantando las manos como si estuviera a punto de ofrecer una excusa. — Señor, nosotros solo...
— ¿Solo? —repliqué, levantando una ceja. —¿"Solo" le hicieron la vida imposible a un recluta más joven? ¿"Solo" lo obligaron a robar para ustedes?
Ambos bajaron la mirada al suelo como un par de cachorros regañados, incapaces de sostener mi mirada.
— Esto se acaba aquí. —sentencié, con una voz tan firme que hizo que los dos se encogieran aún más si eso era físicamente posible. — Van a devolver cada maldita bota que hayan hecho desaparecer, y luego van a ir con Alric y le van a pedir disculpas como hombres de verdad.
Los dos asintieron rápidamente, con una expresión que mezclaba vergüenza y pavor.
— Y si alguna vez vuelvo a verlos haciendo algo como esto... bueno, digamos que lo de hoy será un simple golpe comparado con lo que les espera.
— ¡Sí, señor! —contestaron al unísono, sin atreverse a levantar la cabeza.
Mientras ellos iban a cumplir con su penitencia, me dirigí a la oficina del capitán Viren Drax. Me senté frente a su escritorio y le expliqué todo lo ocurrido, asegurándome de señalar que Alric había sido un simple peón en los juegos de Reed y Denzel.
— Recomendaría que a Alric se le dé un llamado de atención formal, nada más —dije con calma—. Los verdaderos culpables ya han sido identificados, y están devolviendo las botas ahora mismo.
El capitán escuchó en silencio, asintiendo lentamente mientras tomaba nota.
— Buen trabajo, Soriz —dijo al final, con un tono de respeto. — Parece que estos muchachos necesitaban un recordatorio de lo que significa ser parte de la Marina.
Salí de su oficina con la satisfacción de saber que había puesto las cosas en orden más pronto de lo que imaginaba. Ahora solo quedaba esperar que Reed y Denzel aprendieran la lección, y que Alric pudiera caminar con la frente en alto nuevamente. Por hoy la justicia había prevalecido... y un par de nucas probablemente estarían adoloridas por un buen rato.
Mientras caminaba por los barracones me encontré con una escena peculiar pero que, probablemente, me tendría que haber esperado desde un inicio. Reed y Denzel estaban inclinados hacia Alric hablando en susurros que no lograba captar. Desde donde estaba su lenguaje corporal era claro. Los dos mayores lo tenían acorralado contra la pared, sus posturas relajadas pero intimidantes mientras el joven recluta mantenía la cabeza baja.
Decidí no interrumpir de inmediato observando desde una esquina. Fue entonces cuando noté algo... Alric sollozaba, aunque hacía un esfuerzo monumental por ocultarlo, tragándose los sonidos y frotándose rápidamente los ojos con el dorso de la mano para secarse las lágrimas que amenazaban escapar de sus ojos. Su semblante estaba crispado, como alguien al borde del colapso.
Cuando avancé hacia ellos Reed y Denzel se separaron rápidamente, enderezándose como si nada hubiera pasado. — Buenos días, señor. —saludó Denzel, su tono demasiado casual para ser honesto.
— Reclutas. —devolví el saludo y los miré con detenimiento, dejando que el peso de mi mirada se posara sobre ellos.
Ambos parecieron tensarse bajo mi escrutinio y no pasó mucho tiempo antes de que buscaran cualquier excusa para desaparecer. Reed balbuceó algo sobre un entrenamiento que debían tener con un instructor, y los dos salieron disparados por el pasillo antes de que pudiera formular una pregunta. Alric por su parte permaneció donde estaba, con la cabeza gacha y los puños apretados. Me acerqué con calma... dándole su espacio mientras mantenía mi voz baja.
— Alric, ¿todo bien?
— Sí, señor... —murmuró, aunque su voz temblaba.
— No lo parece. ¿Qué está pasando?
El silencio que siguió fue denso, como si el joven recluta estuviera librando una batalla interna. Finalmente dejó escapar un sollozo más audible y se llevó las manos al rostro, hundiéndose en un banco cercano.
— ¡No puedo más! —exclamó de repente entre lágrimas. Lo miré con seriedad, permitiéndole continuar sin presionarlo demasiado.
— ¿Qué no puedes más, Alric?
— Ellos... ellos me obligaron. —su voz salía rota por el nudo en su garganta y las palabras salían entrecortadas—. Reed y Denzel... dijeron que si quería... *sniff* que si quería ser parte de su grupo tenía que hacer algo. Algo "divertido". —explicó y soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza—. Pero no es divertido, señor. No lo es.
— ¿Robar botas? —inquirí, inclinándome un poco para estar a su nivel por más difícil que fuera debido a mi altura.
Asintió con la cabeza confirmando mis sospechas, limpiándose las lágrimas con rapidez. — Me dijeron que nadie se enteraría, que solo era una broma. Pero cuando usted empezó a investigar me dijeron que si hablaba... si decía algo... —se detuvo, temblando de nuevo.
— ¿Qué te dijeron, Alric?
— Que me harían la vida imposible. Que nunca me dejarían tranquilo. —soltó entre sollozos. Su confesión salió tan de golpe... como si hubiera estado conteniéndola por días—. Solo querían humillarme, señor. Y yo... yo no sabía qué hacer, s-solo quería amigos...
Respiré hondo, dejando que mis propias emociones se asentaran. No era la primera vez que veía algo así en la Marina... reclutas mayores abusando de los más jóvenes, disfrazándolo de "pruebas de lealtad" o "bromas". Pero eso no lo hacía menos despreciable. A mis ojos eso los transformaba en malhechores, lejos de lo que consideraba Marines honorables dignos de proteger la felicidad de los que nos necesitan.
— Alric, escucha bien —dije con firmeza colocando una mano sobre su hombro—. Esto no es tu culpa. Lo que hicieron Reed y Denzel está completamente fuera de lugar, y me voy a encargar personalmente de que esto se solucione. Pero necesito que confíes en mí, ¿de acuerdo?
Asintió débilmente, aunque el alivio en sus ojos era palpable.
— Gracias, señor... de verdad.
Me enderecé... listo para confrontar a esos dos. Era hora de dejar las cosas claras y de recordarles que en la Marina, conmigo presente, no había lugar para abusones.
Cuando localicé a Reed y Denzel, los dos estaban en el área de entrenamiento charlando como si no tuvieran una sola preocupación en el mundo. Los dos parecían tan relajados que, por un momento, me pregunté si alguna vez habían pensado en las consecuencias de sus acciones. Pues ahora estaban a punto de enterarse.
Me acerqué sin hacer ruido... algo sorprendente para un hombre de mi tamaño. Ambos estaban tan distraídos que ni se percataron de mi presencia hasta que estuve lo suficientemente cerca.
— ¡Reed! ¡Denzel! —mi voz retumbó en el espacio como un cañonazo haciendo que ambos se sobresaltaran. Se giraron hacia mí con caras de desconcierto pero no les di tiempo para reaccionar.
— ¡¿Saben lo que se merecen?! —exclamé, levantando ambas manos. Antes de que pudieran responder mis palmas impactaron con fuerza en la nuca de cada uno con un zape tan contundente que el eco resonó por todo el pasillo. ¡PLACK! El sonido fue tan fuerte que hasta los reclutas en el otro extremo del área de entrenamiento se detuvieron para mirar.
Reed tambaleó hacia adelante, sujetándose la cabeza como si acabara de recibir el golpe de un cañón. — ¡¿Pero qué demonios, señor?!
Denzel, por su parte, se quedó congelado... sus ojos tan abiertos que parecía que iban a salirse de sus cuencas. Su mandíbula cayó abierta por el impacto y hasta un par de reclutas en los alrededores tuvieron que reprimir la risa al ver su expresión de total incredulidad.
— ¡Eso es por andar jugando con estupideces y abusar de los demás! —les dije, señalándolos con un dedo que podría haber perforado acero.
Ambos balbucearon excusas al unísono, pero no les dejé ni un segundo para justificarse.
— ¡Cállense! Ustedes dos son el motivo por el que Alric está metido en este lío, ¿o me van a decir que no? —exclamé y me crucé de brazos... mi mirada perforándolos como un par de lanzas.
Reed intentó hablar, levantando las manos como si estuviera a punto de ofrecer una excusa. — Señor, nosotros solo...
— ¿Solo? —repliqué, levantando una ceja. —¿"Solo" le hicieron la vida imposible a un recluta más joven? ¿"Solo" lo obligaron a robar para ustedes?
Ambos bajaron la mirada al suelo como un par de cachorros regañados, incapaces de sostener mi mirada.
— Esto se acaba aquí. —sentencié, con una voz tan firme que hizo que los dos se encogieran aún más si eso era físicamente posible. — Van a devolver cada maldita bota que hayan hecho desaparecer, y luego van a ir con Alric y le van a pedir disculpas como hombres de verdad.
Los dos asintieron rápidamente, con una expresión que mezclaba vergüenza y pavor.
— Y si alguna vez vuelvo a verlos haciendo algo como esto... bueno, digamos que lo de hoy será un simple golpe comparado con lo que les espera.
— ¡Sí, señor! —contestaron al unísono, sin atreverse a levantar la cabeza.
Mientras ellos iban a cumplir con su penitencia, me dirigí a la oficina del capitán Viren Drax. Me senté frente a su escritorio y le expliqué todo lo ocurrido, asegurándome de señalar que Alric había sido un simple peón en los juegos de Reed y Denzel.
— Recomendaría que a Alric se le dé un llamado de atención formal, nada más —dije con calma—. Los verdaderos culpables ya han sido identificados, y están devolviendo las botas ahora mismo.
El capitán escuchó en silencio, asintiendo lentamente mientras tomaba nota.
— Buen trabajo, Soriz —dijo al final, con un tono de respeto. — Parece que estos muchachos necesitaban un recordatorio de lo que significa ser parte de la Marina.
Salí de su oficina con la satisfacción de saber que había puesto las cosas en orden más pronto de lo que imaginaba. Ahora solo quedaba esperar que Reed y Denzel aprendieran la lección, y que Alric pudiera caminar con la frente en alto nuevamente. Por hoy la justicia había prevalecido... y un par de nucas probablemente estarían adoloridas por un buen rato.