¿Sabías que…?
... el concepto de isla Demontooth hace referencia a una rivalidad legendaria en la obra.
[Aventura] [T2] Otro día en Loguetown
Umibozu
El Naufragio
5 de Verano a las 12:34,
Isla de Loguetown,
East Blue.

¡Ah, la vida! Un día más como cualquier otro. El cielo en la isla de Loguetown estaba despejado. Tan solo unas pocas nubes blancas aquí y allá acompañaban a la estrella celeste. La temperatura era agradable… para ser verano. El día estaba avanzado y los rayos solares caían pesados, azotando a quiénes ejercían trabajo físico al aire libre. Tan solo en el puerto principal corría una suave brisa que aliviaba el calor presente, impregnando de salitre el sudor en las pieles descubiertas. La actividad de la ciudad era la habitual, al menos en la mayor parte de ella. El graznido de las gaviotas sobre volando los edificios sonaban lejanos. Desde el puerto se podía ver como alguna de ellas se zambullían en el mar buscando los desechos de los pescadores, aunque no eran las únicas. En varios puntos de la ciudad las aves se peleaban con los humanos, o al menos intentaban amedrentarlos, para conseguir algo que llevarse al pico: pan, sobras o incluso algún que otro cadáver de rata o pájaro posiblemente cazado por algún gato callejero.

Por una de las calles paseaba un hombre de treinta algo. Debía encontrarse a medio camino entre la treintena y los cuarenta. Pelo negro que ya emitía destellos grisáceos por la canas, barba de varios días completamente blanca por los mentones y que ya pintaba canas en la perilla. Si alguien le preguntaba diría que su barba no era tal cosa, sino que era pereza; que tenía que afeitarse. Su caminar cansado, gritaba a los cuatro vientos una falta de sueño que sus ojos confirmaban, pero que su sonrisa genuina desmentía. Delante de él, dos críos pequeños de apenas dos años daban pasos torpemente esquivando como podían al resto de personas. O mejor dicho la gente los esquivaban a ellos. A su lado, otro crio de cinco años con incontinencia verbal lo martilleaba a preguntas como el herrero al metal al rojo vivo en la fragua. A veces se preguntaba quién moldeaba a quién. Si él a sus hijos o sus hijos a él a base de preguntas interminables.

-¿Qué pasa por ahí? – preguntó el mayor. Era el único que hablaba.

Parecía que la gente estaba yendo hacia la calle contigua. Nada hasta ese momento había parecido indicar nada excepcional en la isla. El murmullo de la gente congregándose en el mismo punto empezó a ser audible para la familia.

-A ver si viene ya vuestra madre – replicó con cariño – Venid aquí – dijo tomando en brazos a los dos pequeños para evitar que fueran derribados.

Algo parecía estar llamando la atención de la gente que ya formaba un círculo con varias capas de personas, por lo que se necesitaría una estatura por encima de la media para ver por encimas de las cabezas o avanzar hasta las primeras para conseguir ver con claridad. Tratar de encontrar un ángulo entre tanto cabezón iba a estar complicado. ¿Sería un vendedor ambulante? ¿Una pelea callejera quizás? Bien era sabido que en Loguetown se juntaba toda clase de chusma por ser la isla más cercana al Grand Line. Precisamente por ello también había una fuerte presencia de la Marina, aunque esta despertaba tanta simpatía, como desprecio según a quién le preguntases.

Muy buenas


#1
Ares Brotoloigos
Personaje


Otro aburrido día más en Loguetown. Al menos la situación de momento estaba tranquila mientras hacía una ronda más por la zona del puerto. La mirada acechante del diablos se posó en el cielo durante unos instantes. Estaba azul y claro, solo salpicado de algunas nubes que parecían tener una textura algodonosa. El calor era agradable y no parecía suponer demasiado problema para él. Se movía con cierta soltura y facilidad entre la gente, siendo que alguna echaba algún ocasional vistazo al peculiar marine. No se veían muchos como él, al parecer. Al menos en Loguetown. Desde que había llegado a la ciudad ya se había habituado a cierta clase de miradas que, simplemente, no las tomaba en consideración. Le daba reverendamente igual. Era llamativo, lo sabía. Y a veces solía aprovecharse de este hecho.

Las gaviotas chillaban y graznaban en las inmediaciones del puerto, acechantes, buscando un buen momento para echarse un buen bocado al pico en cuanto algún marinero o pescador se distrajese. Eran unas oportunistas, pero así era la vida y cada uno tenía sus métodos. Pero ellas eran animales, y tenían justificación. Las personas, no. Aunque siempre dependía del caso, claro. Ares desvió su camino hacia un de las calles contiguas tras cerciorarse de que, al menos por allí, la actividad era la habitual, con gente trabajando en el puerto, en las redes o en los pequeños botes que algunos solían utilizar para echarse al mar y pescar algo.

Cuando cambió de rumbo hacia dicho lugar, se topó con lo que parecía ser un padre de familia acompañado de sus tres retoños. Demasiado pequeños todavía. Pero fue de uno, concretamente, de lo que dijo lo que le hizo poner más atención. Efectivamente, en cuanto se fijó en la afluencia de gente por esa zona, notó que la marea de personas se dirigían en una dirección en concreto.

Hmm... — Casi murmuró para sí, mientras escudriñaba a los transeúntes que, efectivamente, habían cambiado su rumbo y ahora parecían congregarse en un punto en concreto. Ares se posicionó, de momento, justo al lado de aquel padre de familia. Entre él y el niño de cinco años que permanecía a su lado, mientras que los dos más pequeños eran alzados por el adulto. — Vigílelos bien. Con esta aglomeración de gente pueden perderse o empujarles.

Fue el consejo, neutro, que le dedicó al hombre, antes de ser él mismo quien comenzase a abrirse camino. Con paso lento, pero seguro, todavía sin empujar demasiado a nadie. Solo lo justo y necesario para ir pudiendo pasar. Por fortuna, Ares era lo suficientemente alto (algo más de tres metros de estatura), para poder contemplar por encima del resto de cabezas que, ahora, se amontonaban para ver lo que fuese que estuviese ocurriendo.

El diablos movió ligeramente la cola, en un gesto impaciente.

Abran paso. — Anunció con voz grave, para hacerse notar todavía más. Su ropa, aunque oscura, le evidenciaba como un marine, a juzgar por el símbolo de la gaviota que era común a dicha facción gubernamental.

Así pues, comenzó a ir avanzando poco a poco, fijando su mirada hacia el frente. Concretamente hacia el lugar que estaba llamando la atención de tanta gente.

Resumen


Virtudes y Defectos

Inventario
#2
Irina Volkov
Witch Eye
Personaje


Irina se encontraba en uno de los extremos del tumulto, con los brazos cruzados y una mirada entre curiosa y cansada. Desde allí observaba a la multitud aglomerada, escuchando los murmullos y los ocasionales gritos. Su figura destacaba no solo por su actitud, sino por su vestimenta impecable, que transmitía una mezcla de autoridad y rebeldía. Vestía un traje completamente negro, compuesto por una americana de cortes ajustados que realzaban su esbelta silueta. La chaqueta, de tela fina y bien cuidada, tenía las mangas ligeramente arremangadas, dejando ver parte de sus antebrazos. Abajo, llevaba una camisa interior blanca de corte clásico, pero con el botón superior desabrochado, dándole un aire relajado que contrastaba con la formalidad de su atuendo. Una corbata negra colgaba en su lugar, perfectamente ajustada, pero con un nudo ligeramente aflojado, como si estuviera cansada de pretender rigidez todo el tiempo. El pantalón negro, recto y entallado, le permitía moverse con facilidad, aunque su elección de calzado añadía un toque llamativo, tacones altos, del mismo tono negro brillante, que resonaban con un sonido firme sobre las baldosas de piedra al andar. Cada paso suyo era un recordatorio de que podía moverse con igual soltura entre la formalidad y el peligro.

En la cintura llevaba un cinturón simple, pero funcional, del que colgaba una funda para sus guantes. Su cabello rojizo/rosado (depende de la intensidad de la luz ese día), atado en un moño alto y desordenado, dejaba escapar algunos mechones rebeldes que caían alrededor de su rostro, enmarcando unos ojos prfundos como el oceano que parecían analizar todo a su alrededor con una mezcla de despreocupación y perspicacia. El contraste entre su atuendo predominantemente negro y la camisa blanca, combinado con su porte y actitud, la hacía destacar de forma casi intimidante. Aunque no era la más corpulenta o llamativa físicamente, su forma de moverse y su presencia eran suficientes para que la multitud notara que no era alguien con quien meterse. De reojo, vio a Ares avanzando con ese paso pesado y deliberado que lo caracterizaba, destacando incluso más de lo normal. Su tamaño y su cola eran imposibles de ignorar. Irina dejó escapar un leve resoplido, una mezcla de diversión y resignación. — ¿Ya estás espantando a los civiles otra vez? ¿A eso os dedicáis los marines? —Comentó en voz alta, acercándose lo suficiente como para que la escuchara. Caminaba con calma, sin apurarse, mientras se colocaba al lado del círculo exterior de personas.

La hondulación de sus ojos distorsionaba la mente de aquellos a los que les ponía la vista encima ... Fríos como el hielo, buscaron un hueco entre las cabezas y los cuerpos, pero parecía que todos los "buenos lugares" estaban ocupados. Suspiró y miró a Ares de reojo.— Por tu cara, apuesto a que tampoco tienes ni idea de qué está pasando. — Estuvo a punto de soltar otro chiste sobre marines y su incompetencia a nivel gubernamental, pero esta vez, se calló. Levantó una mano, señalando hacia el centro del tumulto. — Lo que sea, ya te encargarás tú de resolverlo. Después de todo, nadie puede ignorar a alguien de tres metros gritando. Supongo.

Con una sonrisa socarrona, se quedó justo detrás de él, dejando claro que planeaba aprovecharse de la "autopista" que Ares creaba entre la multitud.

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#3
Daryl Kilgore
-
Personaje


La mañana en Loguetown estaba tranquila, agradable, con cierto calor pero no demasiado como para que resultara molesto. Aunque la luz, tan brillante y resplandeciente, reflejándose incluso en el suelo y las paredes de las casas, sí que le incordiaba ligeramente al demonio. Estaba más acostumbrado a la tranquilidad de la noche, a su oscuridad, a su silencio, se sentía más seguro, más confiado, si es que eso tenía algún tipo de sentido. Pero había muchas cosas que no podía hacer cuando caía la noche, como, por ejemplo, ir a visitar al herrero de la ciudad.

Ya le conocía de otras ocasiones, y es que en aquella ocasión le había encargado la tarea de reforzar y mejorar una de sus espadas. El artesano le había asegurado que la diferencia sería increíble, que no habría color entre una cosa y la otra, y Daryl, depositó cierta confianza en sus palabras, por la relación que tenían. Si al final le acababa convenciendo el resultado, volvería para repetir el mismo proceso con sus otras dos espadas; y sino, no volvería más a poner un pie por su forja. Sencillo.

Una vez con su arma de nuevo en su poder, puso rumbo de vuelta a la base del gobierno, las tres espadas guardadas en sus vainas, atadas a su cintura. Notaba a Thysía revolverse contra su cuerpo, impaciente por bañar su nuevo, mejorado y afiladísimo filo en la sangre de algún pobre desafortunado. Daryl posó la mano sobre su empuñadura, como si estuviera calmándola, y esbozó una ligerísima sonrisa. No había que tener prisa a la hora de matar, era un proceso que debía llevarse a cabo con respeto y eficacia, pero sus espadas aún no lo terminaban de entender. Aquella mañana, Daryl vestía con una camiseta de manga corta de color verde pálido, de corte militar y con un par de botones desabrochados sobre el pecho. En la parte inferior, pantalones largos y de color negro, atados a él con un grueso cinturón decorado con una gran hebilla plateada. Llevaba sus botas negras como de costumbre, robustas y seguras para caminar por cualquier tipo de terreno, y unos guantes en ambas manos que tapaban por completo sus dedos. Iba de paisano, pues realmente no estaba de servicio, y no esperaba encontrarse con aquel revuelo en mitad de la calle por la que tenía que pasar.

Odiaba las multitudes, así que frenó en seco cuando vio el escenario. Chasqueó la lengua, molesto ante la idea de tener que tomar un desvío, y se tomó unos segundos para pensar por qué calle meterse. Pero fue entonces cuando distinguió la gran y blanca figura de Ares, aquel arrogante marine lagarto. Guardaba una extraña rivalidad con él, no me preguntes por qué. "¿Qué anda haciendo ese inútil?", se preguntó a sí mismo, hasta que vio un destello rojizo justo a sus espaldas, uno que conocía bien. Se trataba de Irina, aprovechándose del gran cuerpo del diablos para hacerse paso a través de la multitud. "¿Qué hace con él?", lo cierto es que no estaba terminando de entender nada, y tampoco le hacía mucha gracia. Incapaz de simplemente darse media vuelta e irse, Daryl dio un par de pasos hacia delante, pero no tenía intención alguna de meterse en el gentío, simplemente trataría de observar mejor lo que sucedía, lo que hacían. Era bastante alto, así que las cabezas de los ciudadanos no le incordiaban en absoluto.



Resumen

Inventario

V&D
#4
Hardo
-
Los pequeños se asustaron al ver a Ares. No lloraron, pero sí se asieron con firmeza a su padre, quién sonrió comprensivo. El mayor se acercó corriendo hasta el hombre y se agarró a su pierna también, tratando de ocultarse y guarecerse en la protección de su progenitor. El hombre sin embargo asintió con la cabeza sin mostrar ningún signo de sorpresa, miedo o desconcierto — Así lo haré — respondió asintiendo con la cabeza. Aquello era tanto como decir que si tenías sed, bebieras agua, pues el cuidado y vigilancia de su prole era una constante desde hacía ya años. Sin embargo, acompañó las palabras con una sincera y genuina sonrisa de agradecimiento por la preocupación, fingida o no, eso daba igual.

Será mejor que no vayamos. Hay demasiada gente y no puedo yo solo con los tres.

Pero quiero ir — replicó el mayor.

Lo sé, pero no puedo… espera. Sube — añadió agachándose. En un alarde de fuerza y experiencia paternal alzó al mayor sentado sobre sus homabros y en brazos a los dos pequeños. Los aplausos y risas de la gente había hecho que descartarse una pelea callejera. De haber tenido cualquier mínima duda de que la escena no hubiera sido la adecuada nunca lo habría subido para que viera por encima de las cabezas.

Desde detrás del gentío apenas llegaríais a ver nada. Sí acaso alguna bola ascender y bajar después presa de la gravedad, un gorro multicolor con proyecciones y cascabeles al final de cada una de ellas y poco más. Ares sería el primero en ver al protagonista. Era un tipo de edad media vestido por completo de arlequín. Sus ropajes eran multicolor, sin ningún patrón definido, pero en un conjunto llamativo y alegre. En el suelo, a unos cuantos metros, había un palo con un altillo en el extremo, unas cuantas bolas de tela con las que había hecho malabares y ahora, junto al arlequín, una marioneta movida por hilos, que interactuaba con el público y su dueño. Esta era de una especie extraña de pez.

¡Nenúfares nepalíes! ¡Pero si es un marine! — dijo la marioneta centrando su inerte mirada y atención en Ares — ¡Y trae guardaespaldas! — nada se escapaba a la atenta y astuta mirada de la marioneta gyojin. En sus palabras había algo de sorna, pero no rastro de intención de ofender. El arlequín, también ventrílocuo, estaba entregado a su público y sabía que aquello generaría risas, como así fue — Impuestos bien usados, ¡sí señor!

Tengo una idea — dijo el arlequín dirigiéndose al público — ¿Qué os parece si… — dejó la frase a medias para que el el diablos la terminase con su nombre — me ayuda?

La gente alrededor de Irina había hecho un pequeño círculo a su alrededor. Había algo en ella que emanaba peligro. Quizás tan solo fuera una fuerte seguridad y confianza en sí misma, quizás una hostilidad encubierta y débilmente controlada, pero lo cierto era que más de una mirada furtiva se escapaba en su dirección y aunque no era mucho el espacio, si contrastaba con el acinamiento que había en el círculo cada vez mayor. Mientras tanto, no paraba de llegar gente y de sumarse al final del círculo. Los más descarados trataban de avanzar a empujones, lo que hacía que Daryl cada vez estuviera más apretado contra la gente y atrapado en mitad de la muchedumbre si no lo remediaba activamente.

Timsy antes ha conseguido hacer cuatro vueltas con cuatro bolas.

¡Cinco! — interrumpió la marioneta fingidamente ofendida.

Cuatro, ¿verdad? — un sonoro sí coral inundó el ambiente — Tu guardaespaldas puede ir dándote las bolas si quieres.

Aclaraciones

#5
Ares Brotoloigos
Poco a poco comenzó a abrirse paso. El padre de familia había logrado también controlar y acomodar a sus niños para que pudiesen ver. Al final, entre el trayecto que el diablos se iba sacando para acortar distancias, había podido ver un par de pelotas lanzadas al aire, del tamaño de un puño, no eran demasiado grandes, y luego desaparecieron de su vista unos instantes debido a la gravedad misma. A su paso, alguna gente se apartaba, otra tenía que apartarla él a su manera mientras avanzaba. Al final, llegó a lo que parecía ser el centro del espectáculo y nunca mejor dicho.

Ahí se encontraba un hombre de mediana edad manejando una marioneta, que era la que copaba toda la atención de aquel gentío. Debía de ser bueno al respecto, haciendo sus cosas, porque había atraído bastante gente a juzgar por la aglomeración que había.

Despejad un poco la zona, no hace falta que os apelotonéis. — El diablos alzó la voz, de manera autoritaria, hacia la muchedumbre una vez llegó al frente.

Había mocosos de por medio y no era plan de que terminasen aplastados por una marabunta de adultos. Aunque eso también era responsabilidad de sus padres el meterlos en todo aquello, pero no iba a intervenir más allá que eso a no ser que la cosa comenzase a descontrolarse. Aún así, la mueca de descontento, o incomodidad, en su rostro era bastante obvia. Ya fuese porque el tener a Irina cerca no le gustaba demasiado, a pesar de que solía ser bastante indiferente para con ella y su lengua viperina, o simplemente por el gentío. O que ahora la marioneta con forma de pez raro se hubiese dirigido hacia él. Por inercia, su mirada descendió hacia la misma y, posteriormente, al hombre. No, no iba a hablar con un juguete. No estaba ahí para eso.

De hecho, debería continuar la patrulla antes de qué...

¿Perdón? — Interrogó, enarcando una de las protuberancias escamosas a modo de ceja. ¿Ayudarle a qué? ¿A aquel espectáculo?

Tenía que estar de broma. Él no estaba dispuesto a entrar en esas tonterías de payasos y demás. Estaba trabajando y no tenía tiempo para ese tipo de minucias. El problema fue que el gentío comenzó a animar al respecto, y un suspiro frustrado y del mal humor se le escapó de entre las fauces.

No era ese el problema. El problema es que era terriblemente competitivo, se le diese mal la cosa o se le diese bien.Y él no era muy diestro para ese tipo de juegos. Sí para las armas y dependiendo de cuales. Pero es que si aquello era un reto, su orgullo no le permitía dar un paso atrás. Fuese lo que fuese.

No es mi guardaespaldas. — Ni falta que le hacía. A fin y al cabo, aunque ambos trabajaban para el gobierno, eran facciones diferentes. Y nunca habían tenido el mejor trato entre ellos, al fin y al cabo.

El lagarto se adelantó y tomó unas cuantas pelotas. Ni siquiera las contó. Las miró unos segundos, las sopesó en sus garras... Y las lanzó. A ver cuántas era capaz de mantener en el aire danzando.

No se le veía muy contento, de todas maneras.

Resumen
#6
Daryl Kilgore
-
Daryl no veía un carajo de lo que pasaba, daba igual lo alto que fuera, había tanta gente apelotonada que solo fue capaz de distinguir a Ares y a Irina. Fue aquel sentimiento de rivalidad hacia el lagarto el que le hizo querer avanzar, tratar de averiguar que ocurría... lo que no se esperó es que más gente acabaría uniéndose a la fiesta, amontonándose aún más y más. Joder, ya debía ser bueno lo que se suponía que estaba pasando para acabar atrayendo a tanta gente, o quizás es que la curiosidad y el no poder ver era lo que les invitaba a investigar más.

El caso es que Daryl acabó rodeado de gente. Por todos lados. Pegados a él, a su cuerpo. Justo lo que quería evitar. La ansiedad llegó a él rápidamente, inmovilizándole por un momento, haciéndole sentir una presión enorme en el pecho, en el cuello, como si una mano gigantesca le agarrara y le impidiera respirar con normalidad. Tardó unos segundos en reaccionar, en salir del trance, y cuando fue capaz de volver en sí, lo primero que hizo fue sacar sus tres espadas. No las desenvainó, pero si que las empuñó, obligando a la gente a su alrededor a hacer espacio para sus largos brazos y sus armas. — ¡Apartaos, coño! — Literalmente se puso a hacer hueco entre el gentío a base de brazadas y de gritos. Pensó en darse media vuelta e irse a casa, completamente frustrado por aquel contacto indeseado, pero recordar la presencia de Ares y de Irina le hizo avanzar hacia el centro de la multitud. Cuando Ares estaba cerca era casi instintivo ese sentimiento de querer medirse con él, de querer enfrentarlo, y más si estaba con Irina, por algún motivo que desconocía. — ¡Dejad paso! — No dio explicaciones, no iba uniformado, pero sí que llevaba la plaquita de agente en uno de los bolsillos de su pantalón. Aunque no creyó que fuera necesaria sacarla ni enseñarla. Él era ya superior de por sí, a tomar por culo, que se adaptasen los demás.

Su objetivo sería alcanzar, ahora sí, al marine y la agente, apartando a todo el mundo con su intimidante presencia y sus endiablados gritos. Sus espadas rugían con ganas de ser desenfundadas y de cumplir con su objetivo, pero no era el momento, no contra los civiles. Ahora, cuando encontrase a Ares... podría desahogarse después de aquel mal trago.



Resumen

Inventario

V&D
#7
Hardo
-
¡Perdonado! – respondió la marioneta arrancando la risa de los presentes.

Parecía que se había corrido la voz de que un arlequín estaba haciendo un espectáculo callejero y la gente se había congregado en ese punto, para desgracia de Daryl. El ambiente festivo que se respiraba en la isla por la llegada del invierno favorecía que la gente se hubiera echado a la calle ese día. También influía el hecho de que al día siguiente surgirían pulpos gigantes de la inmensidad oceánica para llevar a los más aventureros, o temerarios según quién contara la historia, a otro blue.

-No sé qué se les habrá perdido allá. ¡Cómo si aquí no se viviera bien! −rezaban los más ancianos de la isla, reacios al cambio y a la aventura.

Las calles estaban repletas de guirnaldas, luces, espumillones y muñecos de todo tipo, clase y tamaños. Las calles habían sido vestidas especialmente para la ocasión. Aquello era una costumbre que los comercios habían tenido a bien fomentar, pues alegraban el espíritu de la población y les hacía gastar más y con menor remordimiento. Al final, todos ganaban. Pero volvamos a nuestro arlequín y sus improvisados ayudantes.

La ofensa del diablos a la mención de su guardaespaldas arrancó una ligera sonrisa en el dueño de la marioneta – ¡Vaya! Puede ser la mía si quiere… – añadió pícaramente guiñando un ojo, cómplice, a la muchedumbre. El hombre del que aún ignorábamos su nombre sabía como erigirse como un Maestro de Ceremonias. Se notaba que sabía como manejar al público, gestionar los tiempos y adaptarse a los imprevistos del directo. A fin de cuentas ese era su oficio y lo llevaba viendo y ejerciendo desde que tenía uso de razón. Seguramente incluso antes. Irina simplemente bufó disgustada, mas no dijo palabra alguna. Su desprecio y desdén hablaban por sí solos. No eran precisas palabras.

La actuación de Ares, con la inacción de Irina, fue un poco lo esperado. Para alguien que no estaba acostumbrado a hacer malabares, la coordinación óculo manual de ambas manos, siguiendo más de un objeto era complicada. Más aún si no se era especialmente diestro. No obstante, hacerlo con una única bola era relativamente fácil, aún así a la quinta vuelta la bola caería al suelo, casi como si se hubiera dado cuenta que tenía una cita con la gravedad y hubiera quedado con ella. Lejos de la mofa y la burla, el público consideró que el diablos había cumplido al igualar la marca de Mintsy, por lo que aplaudió complacido. Al menos así fue durante los breves instantes que pasaron hasta que Daryl hizo acto de escena. El Maestro de Ceremonias, raudo como pocos, no dudó en intervenir.

¡Aquí tenemos a nuestro rival! – añadió. Las palabras surcaron el aire inmediatamente detrás de una de las bolas. Nadie parecía haberse percatado de cuando había salido disparada, pero volaba en dirección al recién llegado – ¡Ha sido él! – el humano señalaba a la marioneta y esta a Ares fomentando la rivalidad entre ambos lacayos del Gobierno Mundial. Al ver a Mintsy, el arlequín corrigió la dirección de su dedo para señalar a Ares, lo que granjeó más risas.

– ¡Sálvanos, custodio de la verdad, guardián de la honradez, protector de la justicia! – ¿había algo de sarcasmo en las palabras? Lo cierto era que el tono resultaba ambiguo – Ese malandrín nos persigue. Quiere conseguir escamas de Mintsy…

– ¡Aaaaah! – solapó la marioneta con un sonido extraño y agudo, llevándose las manos a la boca sorprendida – No lo permitas, por favor, y te enseñaré a hacer 6 vueltas con dos bolas… y te regalo al humano como esclavo.

– ¡Eeeeeh! ¿A que te vas al bolsillo?

–Noooooo, por favor. Al bolsillo no. Me portaré bien, lo prometo – el tono de la marioneta era realmente de preocupación y desesperación. Un auténtico castigo donde los hubiera – Bueno pues al humano no, pero… ¡te puedo dar esa cosa de ahí! – cualquier humano sabría que ofrecer una simple piedra como soborno no era la más tentadora de las ofertas, pero… ¿quién podría juzgar la lógica de una marioneta de trapo?
Aclaraciones


Minsty

#8
Ares Brotoloigos
Para su suerte, y paciencia, Irina se quedó totalmente inactiva. Como solía pasar con la gente del CP, que no valían para nada. O, al menos, con ese par. Mucho hablar pero poco actuar. Fuese como fuese, terminó dando cinco vueltas con tan solo una bola. Definitivamente, ese tipo de artes manuales no era lo suyo. Pero bueno, al menos había conseguido hacer danzar la pelota más veces que aquella estúpida marioneta, antes de que el esférico volviese a caer al suelo gracias a la fuerza de la gravedad y a que se le había resbalado, parcialmente, de las garras.

Tsk... — No, no estaba contento. Su espíritu competitivo no estaba satisfecho con eso. Pero tampoco iba a perder demasiado tiempo con toda aquella pantomima. No era un fantoche de circo, y aunque soportaba bien las multitudes, y solía meterse entre ellas debido a su trabajo en la Marina, cada vez que patrullaba, no estaba ahora para jueguecitos.

Es toda tuya si la quieres. — Fue el comentario que le respondió al hombre con respecto a lo de los guardaespaldas.

No iba a continuar por ese camino porque, simplemente, no le interesaba y le daba reverendamente igual. Fuese como fuese, Ares oteó primero a su alrededor, olfateando, como si estuviese rastreando algo o como si fuese, simplemente, un gesto o actitud común en el diablos. Y luego miró de reojo al que era el Maestro de Ceremonias, fijándose insistentemente en dicho tipo. Se veía un hombre carismático. Y tenía que serlo para trabajar de cara al público, con don de gentes y, quizás, con esa desvergüenza típica de según qué vendedores ambulantes. O circenses. El caso era exactamente el mismo.

Y todo iría bien, dentro del espectáculo que se había montado, hasta que Daryl entró en escena. Los ojos de Ares se entornaron como los de un cocodrilo que contempla a un trozo de carne suculento el cual llevarse a la boca. Pero fue el marionetista el que primero intervino al respecto. Y un bolazo fue lanzado directamente hacia el otro hombre. Ares ni se movió del sitio, simplemente se quedó contemplando la escena tan ricamente. Con suerte le pegaba en todos los morros y lo ponía de peor humor. Eso siempre era algo digno de ver.

Vaya, el perro domesticado ha hecho acto de presencia. Parece que los perdedores se atraen mutuamente. — Mencionó al aire, con una media sonrisa afilada y alternando una mirada entre el recién llegado Daryl y la mujer que continuaba por ahí haciendo nada.

Definitivamente, no se llevaban bien.

Y claro, el show continuo del hombre y su marioneta solo lanzaban más leña al fuego. Ares miró a los susodichos de reojo, y se encogió de hombros.

Si por mi fuese podría arrancártelas yo mismo... — Murmuró al aire, como si nada, aunque aquel teatrillo comenzaba a hacerle gracia. Y más si el otro seguía medio apelotonado o molesto precisamente por tal hecho reciente. — Pero supongo que tienes razón. No podemos dejar que la chusma se pasee por Loguetown a sus anchas, ¿no es así?

¿Lo hacía por el premio, por regodearse o por tocarle las narices a Daryl? Conociéndole, seguramente las tres opciones eran las respuestas correctas.

El trabajo de la Marina, al fin y al cabo, es deshacerse de esas alimañas. — Y sí, se estaba refiriendo a Daryl tal cual.

Resumen
#9
Hardo
-
La presencia del espadachín pareció avivar el fuego de la competición del lagarto que había estado a punto de marcharse y dejar al arlequín frente al peligro. Este no pudo evitar mostrar una sonrisa de medio lado pícara y triunfal al ver el efecto que tenía aquel tipo con su invitado especial. Era algo que no dudaría en aprovechar y estirar tanto como le fuera posible para aumentar el drama, la tensión y el espectáculo. A buen seguro de esto se hablaría durante varios días, lo que le granjearía la publicidad necesaria para subsistir holgadamente varios días más en la ciudad. Nada como el boca a boca para conseguir reconocimiento. Era fascinante como las historias se exageraban de unos labios a otros, pues en cada traspaso se mezclaba la realidad con la interpretación de lo vivido por la persona y las suposiciones de esta misma. Este hecho, acumulado en decenas, cuando no cientos, de veces generaba historias maravillosas y decepcionantes para quienes se creaban una expectativa demasiado alta de la realidad. No digamos ya cuando esto ocurría miles de veces durante innumerables generaciones. Muy poca gente lo apreciaba, pero el poder de la palabra era ridículamente grande, pues incluso estas llegaban a perpetuarse en libros, cuentos y leyendas.

La chispa de la emoción brillo en los ojos del titiritero, viendo como su  protagonista retaba al segundo invitado, quien ahora encarnaría el papel de villano. Voluntariamente o no, había aparecido en el mejor momento y de la mejor manera posible para lo que le deparaba su futuro inmediato. Si no fuera él era el responsable de todo aquello, seguramente habría pensado que todo estaba preparado y era parte del espectáculo. Ahí residía la magia de la improvisación y la maestría de, valga la redundancia, un Maestro de Ceremonias apto o un completo inepto.

− Parece que te ha salido bien la jugada – murmuró el títere para que todo el mundo lo escuchara. Lo hizo colocándose una de las manos frente a la cara, como si quisiera evitar ser escuchado, todo lamentablemente mal disimulado. Torpezas a parte, hacer evidente lo misterioso focalizaba la atención momentáneamente en lo que uno deseaba.

− ¡CUIDADO QUE VAAAAAAA!

En el momento que el Diablos fue a cargar contra el espadachín un grito que provenía del edificio contiguo hizo que todos miraran al origen del mismo. Una gran sombra se proyectó contra el suelo, al menos en parte de él, y a más de uno le daría un vuelco el corazón. Concretamente a los que estuvieran bajo la amenaza de la sombra, pues esta estaba generada por un gran objeto que volaba en nuestra dirección. El objeto no era nada más, ni nada menos, que un piano de grandes dimensiones. A más de uno le hubiera gustado saber cómo demonios un objeto así había conseguido atravesar la ventana, y fachada, del edificio y ahora venía hacia nosotros. El grito de horror contenido de la gente se sumó a una rápida actuación por los presentes. Como si fueran un grupo de marines diestros y experimentados, todos se apartaron a tiempo, bien por ellos mismos, bien tirados o empujados por los contiguos, evitando así que, milagrosamente, nadie resultara herido. El golpe contra el suelo se sintió como un pequeño terremoto a unos pocos metros a la redonda, pero suficiente para que todos pudieran sentir el impacto y la reverberación en sus pies.

Aquello supuso el punto y final del espectáculo. Había sido un final agridulce, pues pocas cosas se me ocurrían que pudieran ser más épicas para cerrar un espectáculo con un piano caído del cielo.
Aclaraciones

#10


Salto de foro:


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