Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Autonarrada] [Autonarrada T2] Casinos y rojos
Dan Kinro
[...]
Loguetown
Día 26 de verano del año 724

El bullicio típico del mercado de Loguetown llenaba las calles con una mezcla de gritos de mercaderes, risas de niños y el constante ir y venir de transeúntes. Dan Kinro, suboficial de la Marina, caminaba entre los puestos con su habitual aire despreocupado, aunque con los sentidos siempre alerta. 

Su chaqueta del uniforme, ligeramente desabrochada, ondeaba con la brisa salada que llegaba del puerto cercano. No era un día particularmente emocionante, al menos no hasta que lo vio.

A lo lejos, destacando entre la multitud como un faro en medio de la niebla, un hombre de tamaño descomunal oteaba los alrededores. Era difícil ignorarlo: su altura descomunal superaba fácilmente a cualquier otro en el mercado, y sus largos brazos vendados parecían ocultar más cicatrices que heridas recientes. Pero lo que realmente llamó la atención de Dan fueron sus ojos. Rojos como carbones al rojo vivo, escrutaban cada rincón del mercado con una intensidad que no auguraba nada bueno.

Dan entrecerró los ojos y se detuvo junto a un puesto de frutas. Fingiendo revisar unas manzanas, mantuvo su atención fija en el hombre. Algo en su forma de moverse, como un depredador acechando a su presa, despertó todas sus alarmas.

¿Qué tenemos aquí...? — murmuró para sí misma, tomando una manzana como excusa mientras el sospechoso comenzaba a caminar hacia una de las calles laterales.

Pagando rápidamente al vendedor, Dan comenzó a seguirlo, asegurándose de mantener una distancia prudente. A pesar de su tamaño, el hombre se movía con sorprendente agilidad, deslizándose entre los transeúntes como si supiera exactamente a dónde se dirigía. Dan, en cambio, tuvo que hacer malabares para no perderlo entre el ajetreo del mercado.

La persecución la llevó por calles estrechas y serpenteantes, cada vez más alejadas del bullicio principal. Las fachadas de los edificios comenzaban a mostrar su edad, con paredes desconchadas y ventanas remendadas. Sin embargo, Dan no bajó la guardia. No era la primera vez que seguía a alguien, y sabía que el más mínimo descuido podía significar perder su rastro.

El hombre giró hacia una calle más amplia, y Dan lo vio dirigirse al Casino Missile, un lugar que no tenía precisamente la mejor reputación en Loguetown. Acelerando el paso, ella se escondió tras una esquina para observar. El sospechoso se detuvo frente a la entrada del casino, mirando alrededor como si buscara asegurarse de que no lo seguían. Luego, desapareció dentro del edificio.

Dan frunció el ceño. No podía entrar al casino sin apoyo, al menos no sin armar un revuelo. Decidió esperar unos minutos, intentando idear un plan. Sin embargo, el ruido de unas risas infantiles y un grito ahogado rompieron su concentración.

¡Ayuda! ¡Se está ahogando! — una voz aguda resonó cerca.

Dan giró en dirección al sonido y vio a un pequeño grupo de niños reunidos alrededor de uno de sus amigos, que estaba claramente en problemas. Un niño de cabello oscuro estaba tosiendo y agarrándose el cuello, sus ojos llenos de pánico. Sin pensarlo dos veces, Dan corrió hacia ellos.

¡Apártense! ¡Ahora! — ordenó, arrodillándose junto al niño mientras los demás retrocedían con lágrimas en los ojos.

El pequeño estaba atragantado con un trozo de manzana. Dan lo giró rápidamente, posicionándose detrás de él para realizar la maniobra de Heimlich. Colocó sus brazos alrededor de su abdomen y aplicó una presión firme y rítmica, intentando desalojar el objeto.

¡Nae! ¡Vamos, pequeño! ¡No te rindas ahora! — le animó mientras aplicaba más fuerza.

Tras unos momentos que se sintieron como una eternidad, el pedazo de manzana salió disparado de la boca del niño, aterrizando en el suelo con un ruido sordo. El pequeño comenzó a toser y a respirar con dificultad, pero claramente estaba fuera de peligro.

¡Eso es! Buen chico, respira profundo — dijo la joven marine, aflojando el agarre y dándole unas palmaditas en la espalda.

Los otros niños se abalanzaron sobre su amigo, abrazándolo entre lágrimas de alivio. Dan se levantó, sacudiéndose las rodillas, y sonrió al ver que el niño ya recuperaba algo de color.

¿Estás bien? — preguntó, inclinándose para estar a su altura.

El niño asintió, aún jadeando.

Gracias, señorita... Pensé que iba a... — su voz se quebró, pero Dan le revolvió el cabello con suavidad y casi ternura.

Tranquilo. Eres un guerrero, ¿eh? Pero la próxima vez, mastica más lento, ¿vale?

Los niños asintieron al unísono, todavía conmocionados. Dan les dio un último vistazo antes de levantarse y recordar por qué estaba allí en primer lugar. Miró en dirección al casino, pero el sospechoso ya no estaba a la vista.

¡Mierda! — exclamó en voz baja, pasando una mano por su cabello blanco. Había perdido el rastro, pero no podía arrepentirse de haber ayudado al niño. Eso siempre iba primero.

Se quedó allí un momento, mirando hacia el casino como si esperara que el hombre volviera a aparecer. Sabía que no podía culparse por elegir salvar una vida, pero la frustración de dejar escapar a alguien tan sospechoso era difícil de ignorar.

No te preocupes, big boy. Esto no se acaba aquí — dijo para sí misma, ajustándose la chaqueta antes de volver al mercado.

Aunque había perdido el rastro, Dan sabía que este no era el final de su encuentro con aquel hombre de ojos rojos. Loguetown tenía muchas esquinas oscuras, pero la suboficial Kinro estaba decidida a iluminarlas una por una, incluso si significaba correr tras sombras gigantes en su tiempo libre.
#1
Moderador Doflamingo
Joker
¡RECOMPENSAS POR AUTONARRADA T2 ENTREGADAS!


Usuario Dan Kinro
  • Berries: 3.995.000 -> 4.295.000 (+300.000)
  • Experiencia: 790.33 -> 820.33 (+30)
  • Nikas: 2 -> 4 (+2)
  • Reputación: +10 Reputación Positiva

    [Imagen: 95fa77531754675c202aa20ac4047d602acade5e.gif]
#2


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