Lykos silver
Drake
27-12-2024, 03:32 AM
(Última modificación: 27-12-2024, 03:33 AM por Lykos silver.)
1 De invierno del 724. (continuacion de Esta auto)
Tras reponer fuerzas, daría un ligero paseo para bajar la comida antes de prepararme para la pelea cuando por fin consideré que había terminado de liberarme, salí de la ciudad por la puerta norte, aquella que creía recordad que era más cercana al viejo campo de entrenamiento, Lo había pisado infinidad de veces durante mi adolescencia cuando el maestro me enseñó a controlar mi fuerza descomunal… pero no sé, como había pasado tanto tiempo, solo era cuestión de esperarme que este hubiera cambiado, igual… no se. Quizá habían puesto un aparcamiento o algo como hacen estos días ahora. Y mira tú por donde, pero parecía que tras el paso del medio día, la temperatura por fin estaba empezando a estabilizarse, que haber, en organ no es que haya demasiado frio, ¿no? pero el viento seguía trayendo bocanadas de aire fresco desde las colinas de arena. aunque, no todo era arena, cerca de ciudad naranja había bastante más verde…. ¿Por qué habría elegido poner el gremio en el desierto? Si es que me gustaba sufrir.
Cuando llegué al prado, sentí un vuelco en el pecho. Reconocí cada palmo de tierra que allí se encontraba, no había cambiado prácticamente, imagino que debido a que se encontraba a fueras de la ciudad y que no se pondrían a hacer cambios en el terreno circundante en caso de que no fuera necesario, el césped seguía siendo suave, perfecto para poder combatir sin lastimarnos tanto al tirarnos por el suelo. Recuerdo que, en mis primeros días, mi estatura de tres metros ya resultaba un caos: cada golpe que lanzaba requería que el maestro me enseñara a no derribar a mis compañeros… era bastante difícil controlar mi fuerza, aunque ya me pasaba cuando era pequeño, pero bueno. Con el paso del tiempo, aprendí a modular cada ataque y cada movimiento que me enseñaban, así también era capaz de controlar mejor mi energía. No siempre era fácil encontrar sparrings con mi tamaño, pero Ralkin nunca se echó atrás, jamás, por mas golpes que nos diéramos, era el único que no me llegaba a tener miedo por eso era mi mejor amigo. Me quité el chaleco que llevaba puesto y lo deposité con cuidado en una esquina para después ponerme a realizar estiramientos flexionando brazos, hombros y cuello. Mis huesos crujieron bastante fuerte, recordándome las largas jornadas de viaje que había hecho para llegar a la ciudad, después de asegurarme de estar preparado, probé unos cuantos golpes al aire, con los puños, y alguna que otra patada. Gracias a mi altura, mis piernas describían un arco amplio que necesitaba un buen espacio. Aunque bueno, también es verdad que últimamente me estaba viendo más atraído por la lanza, un arma que había que portar con cuidado… pero, hoy no era el día de ir con cuidado. Tras hacer un poco de entrenamiento, me tocaría reposar un poquito para estar en buena condición, me sentaría en el suelo, respirando hondo, sintiendo la hierba y la tierra firme debajo de mí, tratando de relajarme lo mas que podía, estaba a punto de pelear contra un guardia de la ciudad, no era moco de pavo nada nada… uff.
Al poco rato, escuché las pisadas de Ralkin aproximándose, iba tan guapo como siempre, llegaba con una camiseta sin mangas y pantalones ligeros, sin armadura, listo para la acción. A la distancia, lo noté un poco más fornido que antes, con el cabello recogido y la expresión alegre, he de decir que, si no hubiera empezado a salir con mi esposa, probablemente me hubiera gustado seguir saliendo juntos, ¡pero ahora estoy casado! Así que se respeta a la parienta.
-Vaya, para lo despistado que solías ser, esperaba que fueras a tardar mas, la verdad. Tsk. -le dije, sonriendo.
-Tenía prisa por reencontrarme con mi viejo compañero. ¿Listo para un poco de sudor y moretones?- Dijo el, con la misma sonrisa calida que siempre me había regalado a la vista
-Por supuesto. Creo que no hemos cruzado golpes desde hace demasiado tiempo…. Es hora de volver a pasar un buen rato, como en los viejos tiempos. Tsk.
Cuando llegué al prado, sentí un vuelco en el pecho. Reconocí cada palmo de tierra que allí se encontraba, no había cambiado prácticamente, imagino que debido a que se encontraba a fueras de la ciudad y que no se pondrían a hacer cambios en el terreno circundante en caso de que no fuera necesario, el césped seguía siendo suave, perfecto para poder combatir sin lastimarnos tanto al tirarnos por el suelo. Recuerdo que, en mis primeros días, mi estatura de tres metros ya resultaba un caos: cada golpe que lanzaba requería que el maestro me enseñara a no derribar a mis compañeros… era bastante difícil controlar mi fuerza, aunque ya me pasaba cuando era pequeño, pero bueno. Con el paso del tiempo, aprendí a modular cada ataque y cada movimiento que me enseñaban, así también era capaz de controlar mejor mi energía. No siempre era fácil encontrar sparrings con mi tamaño, pero Ralkin nunca se echó atrás, jamás, por mas golpes que nos diéramos, era el único que no me llegaba a tener miedo por eso era mi mejor amigo. Me quité el chaleco que llevaba puesto y lo deposité con cuidado en una esquina para después ponerme a realizar estiramientos flexionando brazos, hombros y cuello. Mis huesos crujieron bastante fuerte, recordándome las largas jornadas de viaje que había hecho para llegar a la ciudad, después de asegurarme de estar preparado, probé unos cuantos golpes al aire, con los puños, y alguna que otra patada. Gracias a mi altura, mis piernas describían un arco amplio que necesitaba un buen espacio. Aunque bueno, también es verdad que últimamente me estaba viendo más atraído por la lanza, un arma que había que portar con cuidado… pero, hoy no era el día de ir con cuidado. Tras hacer un poco de entrenamiento, me tocaría reposar un poquito para estar en buena condición, me sentaría en el suelo, respirando hondo, sintiendo la hierba y la tierra firme debajo de mí, tratando de relajarme lo mas que podía, estaba a punto de pelear contra un guardia de la ciudad, no era moco de pavo nada nada… uff.
Al poco rato, escuché las pisadas de Ralkin aproximándose, iba tan guapo como siempre, llegaba con una camiseta sin mangas y pantalones ligeros, sin armadura, listo para la acción. A la distancia, lo noté un poco más fornido que antes, con el cabello recogido y la expresión alegre, he de decir que, si no hubiera empezado a salir con mi esposa, probablemente me hubiera gustado seguir saliendo juntos, ¡pero ahora estoy casado! Así que se respeta a la parienta.
-Vaya, para lo despistado que solías ser, esperaba que fueras a tardar mas, la verdad. Tsk. -le dije, sonriendo.
-Tenía prisa por reencontrarme con mi viejo compañero. ¿Listo para un poco de sudor y moretones?- Dijo el, con la misma sonrisa calida que siempre me había regalado a la vista
-Por supuesto. Creo que no hemos cruzado golpes desde hace demasiado tiempo…. Es hora de volver a pasar un buen rato, como en los viejos tiempos. Tsk.
-Aunque en los viejos tiempos no era peleando como pasábamos un buen rato especialmente... JAJAJA, es broma hombre.- Bromeó, sabiendo muy bien nuestra antigua historia juntos. Su unico objetivo era picarme probablemente, aunque bueno, igual simplemente le gustaba recordad.
Nos colocamos uno frente al otro. (Aunque le doblo en altura con creces). Ralkin no parecía mostrar temor: sabía que, si yo quería, podría simplemente aplastarlo, pero obviamente, esa nunca ha sido mi intención. Mi estilo de combate buscaba precisión y control. Aun así, he de decir que de vez en cuando me divierto tanto que se me olvida controlar la fuerza y provoco estragos SIN QUERER. Tras adoptar la posa de pelea, empezamos con cautela. Lancé el primer golpe a media altura, amortiguando mi fuerza para tratar de no herirlo. Ralkin lo bloqueó con el antebrazo y sentí su solidez. Él respondió con un puño directo hacia mi costado, y me vi obligado a retroceder un paso. Incluso desde mi altura, percibí que su técnica era más refinada que antes. Lo imaginé deteniendo criminales a las puertas de ciudad naranja, entrenándose en el día a día, todos los días, sin descanso, como debía hacer un agente de seguridad. Después de un intercambio rápido, retrocedimos para medirnos y reestablecer posiciones, el se movía con sorprendente agilidad. Intenté una combinación de golpe descendente con la mano derecha y una barrida con mi pierna izquierda. Se las arregló para saltar atrás sin problemas, aunque el remolino de aire que levanté con mi movimiento dobló la hierba del prado. Por lo menos sabía que mis viejas enseñanzas de control de fuerza seguían vigentes, lo cual me dio un atisbo de orgullo. el, por su parte, se acercó con una serie de golpes al torso. Los bloqueé fácilmente con mis antebrazos, notando la contundencia de sus puños. Incluso me produjo un leve entumecimiento. Eso me encantó: veía que mi amigo no era el mismo muchacho de antaño; su fuerza había evolucionado.
-¡Vaya sorpresa! Tsk-exclamé, esquivando un puñetazo que rozó mi costado-. Ya no eres un simple forzudo descerebrado. Ralkin. Tienes técnica. Tsk- Aprovecharía para agarrar un cigarro y ponérmelo en la boca, ¿era buena idea fumar mientras nos pegábamos? No. Pero me daba igual.
-Y tú ya no eres un torpe gigantón -bromeó, con una sonrisa-. Tus golpes son más fluidos.
¿Pero que decía este? ¡Si yo nunca fui torpe! Menudo sinvergüenza estaba hecho. La tarde fue avanzando mientras peleábamos y el calor empezó a dejar sentir sus efectos. Caía fuerte sobre mis hombros, y las gotas de sudor se deslizaban por mi frente. Cada impacto que daba cada paso sobre la hierba que pisaba, me traían recuerdos de la adolescencia, cuando corríamos con el maestro gritándonos “¡No descuiden la guardia!”. Repetí esos consejos en mi mente y mantuve mi postura. Decidí empezar a utilizar otro estilo de combate, cambiando el ritmo para confundir a Ralkin. Él retrocedió y me lanzó una patada a la cadera, con la obvia desventaja de tener que alzar la pierna más de la cuenta no consiguió apuntar a donde quería, después de eso se río a carcajadas.
-¡Maldición, había olvidado lo alto que estás!-
-¡Ja, ja! Yo también tengo mis problemas eh, Tsk. —respondí—. A veces, apuntarte con precisión no es tan fácil. Eh, que eres muy pequeño. Tsk-
Seguimos así, danzando con la brisa y el sonido de nuestras respiraciones en una coreografía fascinante, el sparring no era un enfrentamiento letal ni mucho menos; era más bien un reencuentro físico, era una especíe diálogo de cuerpos que se conocen y se reconocen, dándose información entre ellos. Después de una combinación especialmente intensa, ambos retrocedimos para tomar un respiro. Sentía mi corazón latiendo con fuerza (aunque no sabía si era por el combate o por mis viejos sentimientos), y mis pulmones llenándose del aire caliente proveniente del desierto.
- ¿T-Te encuentras bien? Tsk. -le pregunté, notando que se tomaba el costado con la mano.
-Solo rozaste mi costilla, ¡pero estoy de maravilla! Lo prometo, promesa del niño Jesús -aseguró, con una mueca a medias entre la diversión y la adrenalina.
En ese momento, me di cuenta de cuán afortunado era de tener a alguien como él. No importaban los años, No importaba la distancia y mucho menos las diferencias. Allí estábamos, compartiendo una vieja pasión por el combate y el compañerismo. Estábamos tan emocionados que decidimos hacer una segunda ronda, más relajada eso sí, la hicimos para jugar con la técnica y probar algunos movimientos que habíamos aprendido por separado. Me animé a mostrarle un par de maniobras que perfeccioné en alta mar, donde el equilibrio sobre la cubierta de un barco y las cuerdas era fundamental. (me caí muchas, MUCHAS veces) el, a su vez, me enseñó a girar con más eficiencia para proteger mis costados, algo que aprendió en su día a día como guardia. En poco tiempo, mi respiración se hizo más profunda y mis músculos me ardían. Sabía que pronto sería prudente detenernos, ya que un descuido de mi parte podía terminar mal. Finalmente, nos detuvimos y nos quedamos mirándonos, sonriendo de oreja a oreja. Sentí calidez en el pecho.
-Maldita sea, Lykos, eres impresionante- me dijo, todavía con la mano en la cadera—. Tus viajes te han servido para pulir tu estilo. ¡Qué alegría pelear así!
-Lo mismo digo, Querido. Verte adaptarte a mis golpes y responder con esa fuerza controlada es algo que nunca habías logrado. Tus años en la guardia no han sido en vano, claramente. Tsk. -[/align]
Compartimos un momento de silencio, interrumpido únicamente por el canto de algunas aves y el susurro del viento en la hierba. El sol del atardecer caía sobre nosotros. Aun así, esa sensación de cansancio agradable me hacía sentir vivo, lleno de energía renovada. Caminé hasta mi mochila para sacar la cantimplora con agua. Le ofrecí un sorbo, agachándome para que él pudiera cogerla con facilidad.
-Gracias -dijo, bebiendo con avidez- ¿Te quedarás unos días en naranja?
-No estoy del todo seguro -confesé, limpiándome el sudor de la frente- He abierto un gremio en la ciudad del desierto, si, ella que está llena de marines y cazadores, sabes que siempre fue mi sueño jaja, al final pude lograrlo… soy muy feliz, estoy en el pináculo de mi vida… ¡ya tenemos hasta nuevos miembros! Son unas personas increíbles, sus nombres son Fon due, Evelynn… aunque no le digas que la he llamado así jaja, y dos gemelos, Uno se llama Ungyo y el otro Agyo… Tsk.
Ralkin sonrió con cierto dejo de nostalgia.
-Aprecio mucho que lo hayas hecho. A decir verdad, extraño a menudo aquellas épocas en las que entrenábamos sin preocupaciones. Ahora tengo trabajo, responsabilidades, gente a la que proteger… pero en el fondo sigo siendo aquel joven que ama este tipo de enfrentamientos amistosos. Lo de tu gremio suena super divertido tío… -
-Lo sé. Tsk -Asentí, sintiendo un ligero nudo en la garganta-. Me alegra ver que no has perdido la pasión. ¿Crees que podamos repetir esto antes de que me marche?-
-Por supuesto. Avísame cuando gustes; estaré en la ciudad, de guardia o durmiendo mis horas libres, pero me encantaría otra sesión. Solo te pido que no me aplastes, que eso ya me lo hiciste una vez… menos mal que fue en la cama ¿eh? -bromeó, dándome un golpecito en la pierna, que para él es como darme en la cintura.
Reí con ganas y me incorporé. Desde mi altura, contemplé el campo de entrenamiento una vez más, recordando en un instante los años pasados, una lagrima nostálgica recorrió mi mejilla, pero…. bueno, era feliz. Antes de marcharnos, nos dimos un último abrazo (tierno y cuidadoso de mi parte) y luego cada uno tomó un camino distinto. Ralkin se dirigió a la puerta de la ciudad, probablemente para comer algo y retomar sus labores. Yo me quedé un rato más, sentado en el césped, contemplando el paisaje. Cada segundo que pasaba mirándolo era… mágico, como si el tiempo retrocediera… ah… ojalá volver a esos años de gloría.
Mientras el sol se alzaba implacable en el cielo, bebí los últimos sorbos de mi cantimplora y me sequé la frente con el dorso de la mano. Todavía quería caminar un poco por los alrededores de Naranja, quizás visitar a algunos conocidos del maestro Lendor, si aún vivían allí. Con un suspiro hondo, me puse en pie, recogí mi chaleco, lo enganché a mi hombro y emprendí la caminata de regreso a la urbe. La gente, al verme, seguía desviando la mirada con asombro o curiosidad, pero yo ya no sentía esa incomodidad de antaño. Aceptar mi estatura y mi raza con todas sus implicaciones, había sido un proceso largo... pero, hoy, ya podía deambular por estas calles polvorientas con la frente en alto y una sonrisa, disfrutando de cada bocanada de aire y del bullicio propio de una ciudad viva.
-Lo sé. Tsk -Asentí, sintiendo un ligero nudo en la garganta-. Me alegra ver que no has perdido la pasión. ¿Crees que podamos repetir esto antes de que me marche?-
-Por supuesto. Avísame cuando gustes; estaré en la ciudad, de guardia o durmiendo mis horas libres, pero me encantaría otra sesión. Solo te pido que no me aplastes, que eso ya me lo hiciste una vez… menos mal que fue en la cama ¿eh? -bromeó, dándome un golpecito en la pierna, que para él es como darme en la cintura.
Reí con ganas y me incorporé. Desde mi altura, contemplé el campo de entrenamiento una vez más, recordando en un instante los años pasados, una lagrima nostálgica recorrió mi mejilla, pero…. bueno, era feliz. Antes de marcharnos, nos dimos un último abrazo (tierno y cuidadoso de mi parte) y luego cada uno tomó un camino distinto. Ralkin se dirigió a la puerta de la ciudad, probablemente para comer algo y retomar sus labores. Yo me quedé un rato más, sentado en el césped, contemplando el paisaje. Cada segundo que pasaba mirándolo era… mágico, como si el tiempo retrocediera… ah… ojalá volver a esos años de gloría.
Mientras el sol se alzaba implacable en el cielo, bebí los últimos sorbos de mi cantimplora y me sequé la frente con el dorso de la mano. Todavía quería caminar un poco por los alrededores de Naranja, quizás visitar a algunos conocidos del maestro Lendor, si aún vivían allí. Con un suspiro hondo, me puse en pie, recogí mi chaleco, lo enganché a mi hombro y emprendí la caminata de regreso a la urbe. La gente, al verme, seguía desviando la mirada con asombro o curiosidad, pero yo ya no sentía esa incomodidad de antaño. Aceptar mi estatura y mi raza con todas sus implicaciones, había sido un proceso largo... pero, hoy, ya podía deambular por estas calles polvorientas con la frente en alto y una sonrisa, disfrutando de cada bocanada de aire y del bullicio propio de una ciudad viva.