Juuken
Juuken
30-07-2024, 09:44 PM
Día 10 de Verano del año 724
Había resultado un día espléndido. Había abandonado temprano en la mañana a Lance, le había dejado roncando a pierna suelta, últimamente no tenía mucho sueño, sentía demasiadas emociones que me ponían francamente nervioso, por esa razón esa mañana me había levantado incluso antes de que el sol saliese, me había aproximado hacia los acantilados y me hallaba sentado observando como el sol comenzaba a salir.
Una suave y refrescante brisa corría esa mañana, el sol todavía no calentaba, y menos mal. Últimamente cuando se acercaba la tarde el calor resultaba bastante agobiante, tal vez era yo que no estaba acostumbrado a tanto calor, tal vez el que generaba el sol golpeándote directamente. En cualquier caso, quise aprovechar aquella mañana. En cuanto salió el sol me levanté, no quería que me cogiera allí en medio de la nada cuando comenzase a calentar, aunque la sensación era altamente agradable. Miré hacia abajo, al fondo del acantilado que daba directamente al mar, daban ganas de lanzarse a darse un chapuzón, si no fuera por mi habilidad nula para nadar y la gran altura que había, probablemente hasta podría llegar a ser capaz.
Me levanté resignándome a que me debía marchar ya. Emprendí el camino, escuché un murmullo y pude ver a lo lejos un hombre con una muchacha alejándose de la ciudad, algo me llamó la atención, la niña parecía no querer estar con él, pero este la arrastraba a la fuerza. Se que hay situaciones donde los niños no quieren obedecer a sus padres, pero eso me resulta un poco excesivo. En fin, cada cual tiene su personalidad, eso es algo que he aprendido estos últimos tres años.
Cuando llegué al pueblo decidí aproximarme al mercado y comprar algo para comer, tal vez cogiese algo para Lance también, pero no sabía ni si estaba despierto ni si habría ido por su cuenta a comer algo, así que seguramente solo cogería algo para mí. Al hallarme ya cerca pude escuchar un ajetreo extraño, me aproximé a ver qué ocurría. Una mujer lloraba desconsolada mientras unas pocas personas estaban a su alrededor tratando de ayudarla a calmarse.
-Otra vez no, por favor. ¿Dónde está el chico del otro día? Por favor lo necesito.
-Vamos Irene, no te preocupes. Solo tenemos que volver a buscar a ese chico.
-Lo que tenemos que hacer, es buscarles y acabar con ellos -un hombre con todos y cada uno de sus pelos, o por lo menos los que le quedaban al pobre, ya blanquecinos, y con la espalda muy encorvada, trataba dar una solución factible. ¿Pero para qué?
-¿Qué ha pasado? -Traté de intervenir. Una señora se acercó a mí, me vio la cara y rápidamente se me acercó.
-Muchacho ten cuidado y no vayas solo por ahí, están raptando niños.
- ¿Por qué demonios, la marina no hace nada? -Saltó un hombre algo enfurecido visiblemente.
Aquella mujer me instaba a que volviera. ¿Tan joven parecía acaso? Ya tenía dieciséis años, no era tan niño, aunque mi aspecto siempre me decían todos que parecía de alguien más joven. Fue entonces cuando lo comprendí, aquél tipo no era el padre de la niña, sino un secuestrador. Apreté los puños, comencé a sentir algo de ira en mi interior, pude haber hecho algo por detener ese secuestro. Esa pobre niña no debería pasar por situaciones así, y por lo que han estado diciendo en la plaza, no era la primera vez que ocurría.
Un buen samaritano ya ayudó a la pobre chica, alguien la salvaría y ahora la han vuelto a capturar, y también decían que los marines no estaban haciendo nada al respecto. ¿No se suponía que ellos eran los buenos siempre? No entendía qué ocurría, pero hace tiempo me prometí una cosa, siempre que estuviese en mi mano, haría lo que fuera para que nadie volviera a sufrir lo mismo que pasé yo. Nadie en este mundo debería estar privado de su libertad para poder vivir la vida a su manera.
Decidido, y sin dar ningún tipo de rodeo, fui directo. Con mi sable cogido de la cintura avancé en dirección a donde recordaba haber visto al hombre arrastrando a la niña. No tardé mucho en llegar y continué en dirección hacia donde parecía que se habían encaminado hacía un rato. Al cabo de unos minutos pude encontrarme con una cueva escondida entre los acantilados, pude saber que era el lugar, puesto que había un hombre haciendo guardia. Necesitaba entrar allí y encontrar a la niña, saber que estaba sana y salva.
Ahora venía una pregunta. ¿Cómo iba a hacerlo para entrar? Solo se me ocurría una forma, pero era demasiado absurda, y era intentar aprovecharme de mi aspecto para hacerme el despistado y entrar ahí. Era lo único que se me ocurría, y si por lo que sea no se lo creía ese hombre. Decidido traté de poner la cara más neutra que podía y me dispuse a realizar un acercamiento hacia aquél tipo despistado.
-¡Eh tú, mocoso! ¿Qué mierda haces aquí? -Inquirió algo extrañado.
Parecía que había funcionado, no puedo creerme que pareciera tan jóven. Igual debería cambiar de aspecto por algo un poco más adulto y maduro, pero ahora podía aprovecharme de la situación. Continué acercándome mientras le respondía.
-Perdone, me he perdido, salí a dar una vuelta y ahora no sé volver al pueblo.
-Va, lárgate mocoso. Aquí no pintas nada.
Se escuchó algo de murmullo por detrás del hombre, éste se giró y dijo que solo era un crío, nada más decir eso se le cambió la mirada y se acercó a mí, apareció otro hombre, los dos estaban demasiado delgados, uno de ellos tenía un parche en el ojo izquierdo.
-Dime chaval. ¿Eres de aquí? -Parecía que se había interesado por mí, tal vez tenía suerte y me llevaban con la muchacha.
-No, vine hace unos días, no conozco la isla.
Se miraron entre ellos soltando una risita tonta, se me acercó el primero más confiado, tratando de parecer amigable y me tendió la mano.
-Ven con nosotros muchacho, nosotros te ayudaremos.
Comencé a andar sin pensarlo ni un segundo esbozando una sonrisa e ignorándolos.
-Gracias, sabía que seríais buena gente.
Me llevaron hacia dentro, era una caverna muy húmeda, pasamos por un par de galerías y dimos a una sala que tenían atrancada con una puerta provisional, la abrieron y me metieron ahí mientras se reían. Dentro estaba la chica aquella, llorando y asustada, cuando me vio se alejó un poco, asustada de mí.
-Tranquila chica. He venido a ayudarte, ¿Vale?
Le dediqué una sonrisa y pareció calmarse, tal vez al ver, aparentemente, que no estaba muy lejos de su edad, aunque seguramente sería mucho más mayor que ella.
-Dime, ¿Qué edad tienes chica?
-Ocho años. -Dijo entre sollozos.
-Vale, mira vamos a hacer una cosa. Cuando se abra esa puerta, vas a cerrar los ojos y a contar en voz alta, ¿vale?
-Vale. -Dijo asintiendo.- ¿Hasta cuanto?
-Hasta que no sepas más números. -Pensaba que tampoco sabría demasiado, yo a su edad de hecho ni siquiera sabía contar.- Y después cuando termines vamos a jugar a ver quien es el primero en salir de esta cueva.
Se le dibujó media sonrisa, la pobre muchacha era muy inocente al parecer, eso jugaba a mi favor para poder sacarla de allí rápido, yo entretendría a esos bandidos y ella saldría corriendo. Ahora solo necesitaba darle un buen golpe a esa puerta para abrirla. Hacía mucho que no me veía necesitado de utilizar mi habilidad, y ahora sería un momento. No había llegado a controlarlo todavía, no era algo que me entusiasmara, pero no había otra opción de abrir esa puerta y salir.
Comencé a concentrarme, debía intentar endurecer mi cuerpo con esa habilidad, aunque me estaba costando bastante, sabía que al final lo conseguiría, aunque fuera parcialmente. Comencé a sentir que estaba a punto de conseguirlo, cuando de repente la puerta se abrió sola de par en par, cortándome la concentración por un instante. El mismo tipo de antes, ahora con un gesto más enfadado, me señaló.
-Tú, chico. Conmigo.
Era justo lo que quería, no de la forma que esperaba, pero funcionó perfectamente, me giré a la chica guiñandole el ojo con una sonrisa, lo que provocó que se sobresaltara y recordase lo que habíamos hablado hacía unos instantes. Se tapó los ojos y comenzó a contar en voz alta.
-¿Y a esta que mierda le pasa ahora?
-Es que estaba llorando y le enseñé un juego para que se entretuviera. -Mentí descaradamente, pero ese tipo tampoco se lo pensó demasiado antes de quitarle importancia.
-Al menos ya no arma jaleo con esos llantos asquerosos. ¡Vamos!
Me guió por otras galerías hacia lo que parecía una sala más grande, debía ser donde se reunían ellos. Había un total de cinco hombres, uno de ellos con vendajes por su cuerpo, me llevaron ante él, parecía que le habían dado una buena paliza hacía poco, de hecho tenía un ojo hinchado, no pude evitar reírme un poco al verle en ese estado.
Él me miró de arriba abajo con cara de pocos amigos, de hecho parecía que en cualquier momento iba a lanzarse a por mí con todo, y esa katana que tenía en las manos, se veía incluso bonita. Continué concentrándome en mi habilidad, presentía que la iba a necesitar en cualquier instante. El tipo se acercó a mí, y después hacia el que me había traído, le soltó un golpe en el estómago que lo dejó arrodillado, y después lo noqueó de un puñetazo en la cara.
-¿Sois imbéciles o vuestros padres eran hermanos? -Gritó furioso, parecía que una vena de su cuello iba a explotar.- ¿Vosotros creeis que este crío, que ya tiene pelo en los cojones, va a tener menos de diez años? Sois unos putos retrasados.
El tipo iba por la sala soltando cada vez más improperios, estaba completamente furioso, lo que no entendía era el por qué, aunque tal vez sea el motivo por el cual estaba completamente vendado de arriba abajo.
-Os dije claramente a los dos críos del otro día, de hace tres putos días. ¡No cinco años! ¿Tenéis memoria de pez o vuestras jodidas neuronas están de vacaciones?
No entendía nada de lo que estaba diciendo, pero sonaba a insultos cada vez más fuertes, entonces se quedó mirándome directamente.
-Necesitamos a los mismos para atraer al desgraciado del otro día, quiero matarlo con mis propias manos, y esta vez no me vais a dejar vendidos, sino seré yo quien os mate malditos retrasados.
No contentos con secuestrar niños quieren asesinar a alguien, ese hombre tiene un serio problema enfermizo, problema que tal vez pueda solucionar de forma rápida. Me preguntaba si había pasado bastante tiempo para que la niña haya terminado de contar y comenzase a correr hacia la salida, seguro que están todos aquí mismo, cuatro hombres y medio, uno inconsciente y otro que una caricia le hará chillar como un cerdo en el matadero.
-Para colmo me traéis a un mañaco perdido con una espada de juguete que quiere jugar a hacerse el héroe. Vete a dormir mocoso.
El tipo cogió carrerilla y se acercaba a mí, le vi prepararse para darme un cabezazo, es justo lo que esperaba, concentré el poder de mi habilidad en el que me estaba concentrando todo el rato, lo canalicé en mi frente justo al momento que el tipo me daba un fuerte cabezazo, con intenciones de hacerme caer al suelo.
Tal vez no fui capaz de concentrarme bien, el golpe me hizo algo de daño y me rebotó la cabeza un poco hacia atrás. Cuando volví a recobrar la postura, pude contemplar cómo ese tipo caía hacia atrás, dejando un rastro de sangre proveniente de su propia frente. Se hizo el silencio durante unos instantes, tenía un tipo a mi derecha, a mi izquierda aquél que había noqueado el tipo vendado, que estaba recobrando la compostura en estos momentos, frente a mí, detrás de ese pobre desgraciado que sangraba, otros dos tipos. Los cuatro estaban alucinando viendo al que parecía ser su líder inconsciente con una brecha en la cabeza.
-¡JEFE!
Debía aprovechar ese momento de confusión. Sabiendo donde se encontraban mis enemigos me dispuse a desenvainar mi sable, no sin antes alertarlos de lo que les iba a pasar, aunque tal vez les dejase más confundidos, jamás se esperarían alguien así hacer lo que estaba a punto de ocurrir.
-¡Sorpresa!
Nada más desenvainar aproveché el mismo gesto para lanzar un tajo directo hacia mi derecha, segando directamente una pierna de aquél tipo que estaba allí, tras lo cual le di una fuerte patada en la cabeza al tipo que estaba a mi izquierda, que todavía trataba de recuperarse de los dos puñetazos. Traté nuevamente de utilizar mi poder, esta vez en mi pierna, pero no llegué a hacerlo a tiempo. Mi pie golpeó directamente su boca, haciéndole saltar un par de dientes, pero no había conseguido lo que quería.
-Casi. Que lástima.
-¿Qué coño haces mocoso?
Los dos del fondo se lanzaron a por mí, uno venía a puñetazo limpio, otro había cogido la katana de su jefe. A mi derecha un tipo sin pierna, gritando de dolor. A mi izquierda un tipo volviendo a caer por fallo de equilibrio y dolor. Frente a mí dos tipos de frente. No parecen muy astutos, el hombre iba desarmado no se que pensaba que podría hacer contra un arma directamente.
Me agaché para esquivar su puñetazo, muy previsible atacar directamente a la cabeza, pero muy sencillo de esquivar también. En el mismo movimiento pivoté sobre mi pierna derecha, cercenándole de un tajo limpio su brazo, un poco antes de llegar al codo. Cayó al suelo, también gritando, el tipo de la katana se quedó bloqueado por unos instantes.
-Bien, ahora uno contra uno. Así es más justo y divertido. ¿No crees?
La expresión de su rostro cambió, parecía aterrado, resultaba extrañamente satisfactorio verle así, aunque por otra parte en ese estado no me daría una buena batalla como debe ser. Tal vez era por los gritos de sus compañeros que no le dejaban concentrarse.
-Perdona, igual es demasiado escándalo.
Clavé mi arma en el pecho del tipo que estaba a mi derecha, pronto su agonía cesó. El tipo delante de mí trataba de huir arrastrándose por los suelos.
-Vamos, eso no es divertido. Da la cara, cobarde.
Le hice un corte de cabello por detrás, pero llegando casi hasta su garganta por detrás. El dolor le haría cesar sus gritos pronto. Solo quedaba un tipo, armado, frente a mí. Me puse en posición de ataque, pero esperé a que actuara él. Sus nervios alcanzaron el límite al verme sonriendo blandiendo el sable delante de él.
Se lanzó imprudente, directo hacia mí. Le esquive y dejé que mi sable rozara su costado derecho, provocándole un pequeño corte.
-Uy, perdón. Pero casi me das. Buen intento. -Mentí, estaba siendo demasiado previsible, a este paso no sería nada entretenido.- Vamos, seguro puedes hacerlo mejor.
Volvió a lanzarse a la carga y le volví a esquivar, y una tercera vez, y una cuarta. Ya me estaba cansando, eso estaba resultando aburrido, no mejoraba su forma de luchar. Le bloqueé el siguiente golpe y le hice un corte en el brazo que blandía esa katana, la cual se le cayó de las manos por el dolor.
-¿Eso es todo? Esperaba algo más, que decepcionante.
Me disponía a matarlo para acabar ya con todo eso, cuando mis pies se quedaron bloqueados y me hizo perder el equilibrio y caer al suelo, me pisaron la mano que sujetaba el sable y mi mano se abrió. Maldición, eso no era justo, había utilizado una treta, aquel tipo fingió quedar inconsciente para cogerme desprevenido y sujetarme de los pies, debí haberle rajado el cuello como a su otro amigo cobarde.
Me habían desarmado y ahora me levantó abrazándome con sus brazos a la altura del pecho, inmovilizando mis extremidades superiores. Ahora creo que si estaba en un apuro.
-Rápido, cárgatelo, coge la espada y mátalo.
El tipo que había herido esperando que mejorase su forma de pelear cogió mi sable y se dispuso a atacarme, nuevamente a la cabeza, solo tenía una posibilidad. Volví a concentrar mi habilidad en la zona de mi cabeza y esperé para que esta vez funcionase mejor. Sino pues sentía haberle fallado a Lance, pero no tendría oportunidad de disculparme.
El sable se dirigía rápidamente hacia mi cabeza, me concentré lo mejor que pude para evitar una muerte segura. En otro tiempo la habría deseado, pero eso ya pasó hace muchos años. El sable chocó contra mi cara y se deslizó pasando por encima de la superficie cristalina que se formó, continuó hasta que pasó de largo de mi rostro y fue a parar al cuello de su compañero que me estaba sujetando.
Un gran chorro a presión de sangre comenzó a emanar a borbotones mientras se escuchaba un sonido agónico de ahogamiento. Ese tipo había acabado con la vida de su amigo, lo último que le faltaba para provocarle un shock y dejarle incapacitado y arrodillado delante de mí, dejando caer el arma nuevamente.
El cuerpo me soltaba, pero me estaba llenando de sangre por todas partes. No es que me importase, pero sería un problema ahora ir a por la niña y que se asustase, si es que no había terminado de contar.
Me agaché a coger de nuevo mi sable, lo puse en la punta de la garganta de ese tipo y me quedé mirándole directamente a los ojos.
-No está bien secuestrar niños. Si te hubiera pasado a tí, seguramente habrías matado a tu amigo mucho antes, solo por querer hacerlo él mismo.
Ejercí presión introduciendo el sable directamente en su cuello, provocando una muerte casi instantánea, cuando había entrado lo suficiente, hice fuerza y la volví a sacar por el lateral de su cuello, dejándole en un estado de “casi decapitación”. Lo suficiente para que no volviera a causar problemas.
No estaba orgulloso de esa escena, pero mientras buscaba algo de agua para lavarme la sangre que me había salpicado no podía dejar de pensar en aquella muchacha. Cuando me quedé algo más presentable volví sobre mis pasos hacia donde me había encontrado con ella, para mi grata sorpresa ella no estaba allí, ya se habría ido al pueblo, por lo que me dispuse a salir de esa cueva.
Comencé a pensar en la situación, me gusta pelear, disfruto viendo sufrir aquellos que solo provocan dolor a los demás, y me gusta ver cómo sus despreciables vidas se apagan delante de mis propios ojos. ¿Me convierte eso en un monstruo? Sé que no está bien, pero lo único que hago es lograr que esas personas dejen de hacer más daño, seguramente esa niña no volverá a experimentar una situación así, y eso es lo que me consuela.
Cuando salí de la cueva no me esperaba lo que allí pude observar. La niña estaba esperándome, ansiosa por verme salir, comenzó a saltar y a vitorear señalándome.
-¡Te he ganado! -Comenzó a reirse, lo que me provocó también una sonrisa a mí.
Poder verla así, sin que le haya afectado la situación era todo cuando necesitaba para convencerme a mí mismo de que había hecho lo correcto, independientemente de lo extrema que haya sido la situación, había conseguido evitar que atrajeran a nadie a una trampa segura, tal vez podría haber sido mi fin también, pero no me arrepentía de nada.
Levanté las manos haciéndome el sorprendido.
-Vaya, eres muy rápida. -Me reí con ella de nuevo y me acerqué.- Vale, me has ganado. Vamos a volver al pueblo, tu mamá te está buscando.