Alguien dijo una vez...
Rajoy D. Mariano
"Es el Gorosei el que elige al Moderador, y es el Moderador el que quiere que sean los Gorosei el Moderador"
[Autonarrada] Malo será que nos pillen...
Sasurai
-
30 de Verano, Villa Shimotsuki, Isla DemonTooth

El día amaneció como cualquier otro, con un cielo despejado y una agradable brisa recorriendo las calles de la villa. Aunque no por voluntad propia Sasurai había madrugado, ya que le habían dejado dormir en la sala común de una taberna, y cuando fue hora de abrir para los desayunos le hicieron quitarse del suelo y recoger sus cosas. Le habían dado de desayunar, lo que le había puesto de buen humor, y había ofrecido música ambiente a los parroquianos.

Ahora, alrededor de las doce de la mañana, apenas habían clientes, aún era pronto para la hora de comer, y el músico empezaba a estar cansado de tocar y aburrido de que no pasase nada interesante. Fue por eso que, después de despedirse del propietario y asegurarle que volvería, salió a la calle a ver qué ofrecía el día. El sol era deslumbrante y el calor considerable, así que vestía una camisa blanca abierta y llevaba un sombrero de ala ancha para protegerse los ojos. Cargado como siempre con su mochila y su violín pondría rumbo al puerto, ya que era, en su opinión, la parte más interesante del pueblo.

Una vez allí seguiría su ritual acostumbrado, intentando ver qué barcos habían llegado y averiguar si traían algo interesante, al mismo tiempo que estaba atento a oportunidades de sacarle unas monedas a los marineros. Sería durante este proceso cuando conocería a Turfut, un hombre de mediana edad y aspecto desastrado que no parecía ser tripulación de un barco, pero que también se mostraba tremendamente interesado en las idas y venidas del puerto, y en particular de una embarcación que había llegado ese día.

Intuyendo una oportunidad para que pasasen cosas interesantes, el pelirrojo entablaría conversación, acabando por convencer al tipo para que lo invitase a comer a cambio de una vaga promesa de ayuda. Durante la comida se iría aclarando para qué quería su ayuda: robar el botín que transportaba el barco. En condiciones normales el treintañero se hubiese negado, no creyendo que valiese la pena meterse en problemas por algo tan banal como el dinero, pero daba al casualidad de que se había enterado de que esa embarcación transportaba unas guindillas que quería probar, y que se habían negado a venderle a un precio que él pudiese pagar. Todo el mundo con quien había hablado le aseguraba que eran las más picantes del East Blue, y era simplemente inaceptable perder la oportunidad de probarlas.

Así pues llegaron a un trato. Sasurai le ayudaría y se quedaría con las guindillas, mientras que Turfut podía conservar todo el dinero que encontrase. Pasaron el rato después de comer trazando un plan y se separaron para descansar y prepararse.

8 de la tarde, ese mismo día...

Como toda preparación para la noche el músico había dejado su violín a buen recaudo y se había cambiado la camisa por una negra, menos visible de cara a la noche. Seguía llevando la mochila, donde siempre tenía algo de comer y algunas especias y cosas similares para poder preparar comida, por lo que pudiese pasar. Por su parte el pretendiente a ladrón no parecía presentar grandes diferencias desde el mediodía, más allá de que se había tomado un par de cervezas "para coger valentía".

Sin querer perder tiempo y sin tener demasiada idea de lo que hacían, los dos malhechores recorrerían el puerto en silencio, intentando pasar desapercibidos y, una vez cerca del barco objetivo, lanzándose al agua para intentar colarse por el lado que daba al mar.

Después de medio nadar y medio bucear, actividad en la que una vez más quedó claro que Sasurai era el más preparado de los dos, el improvisado grupo llegaría hasta el lateral del barco. Desde allí treparían por una escalera de cuerda que alguien había sido suficientemente descuidado para dejar allí, llegando a la cubierta, milagrosamente, sin incidentes. En este punto el pelirrojo empezaba a sospechar que el tal Turfut no tenía ni idea de lo que hacía, pues ya iban varias ocasiones en las que conseguían avanzar solo por suerte. De no haber estado la escalera no tenía claro que ninguno de los dos tuviese la fuerza para subir por el ancla, y seguramente los dos seguirían en el agua. Y tal y como nadaba el tipo era increíble que ni se hubiese ahogado ni nadie lo hubiese escuchado.

En cualquier caso allí estaban, agazapados y goteando sobre la superficie de madera, y seguramente no tenían mucho tiempo hasta que los descubriesen. Fue en ese punto que el violinista evaluó sus opciones y tomó una decisión: les iban a pillar, y lo mejor que podía hacer era intentar cambiar la percepción que la tripulación tenía de lo que estaba pasando.

Haciéndole señas a su acompañante para que se diesen prisa, ambos echaron a correr hacia lo que esperaban que fuese la bajada a la bodega. Sin embargo, mientras que la actitud del ladrón era obviamente furtiva, el treintañero cambiaría su postura y ademán para que pareciese que estaba allí por razones legítimas, buscando a alguien.

Tal y como había previsto, tan pronto como empezaron a bajar vieron sombras y escucharon voces llamando al alto.

- Sálvate tú, yo los distraigo. - Susurraría el joven, haciendo ver que se iba a sacrificar por el dúo cuando en realidad todo estaba yendo de acuerdo a su recientemente improvisado plan.

Temiendo que lo pillasen y demostrando una cobardía totalmente predecible, Turfut saldría corriendo y saltaría por la borda, gritando por el camino. Por su parte Sasurai subiría corriendo tras él, pero se quedaría esperando a que apareciese gente. Esto no tardaría en suceder, y momentos después el músico estaba rodeado de hombres de aspecto rudo empuñando espadas y hachas. Un público difícil, pero que esperaba poder gestionar.

- ¡Buenas noches! Creo que ese tipo os quería robar... menos mal que lo he pillado. - Diría intentando mostrar su mejor sonrisa, al tiempo que intentaba evaluar a los presentes para ver quién era el jefe.

- ¿Y tú quién coño eres? ¿El ladrón más lento, o el más tonto? - Interpelaría un tipo grande y moreno, con barba de unos días, suscitando risillas y burlas en el grupo. No hacía falta buscar más, ese era el que tenía el poder para decidir si acababa muerto o comiendo guindillas.

- Yo soy Sasurai, cocinero y músico ambulante. - Respondería haciendo una reverencia. Si estaba nervioso o preocupado lo disimulaba tremendamente bien, haciendo dudar al círculo de marineros que lo rodeaba arma en mano. - Seguro que me habéis visto por el puerto, animando a los recién llegados con mi violín. Esta noche no lo tengo, pero si me acompañáis a las palmas me se buenas canciones para cantar a viva voz. Aunque en realidad a lo que venía era a ofrecer mis servicios de cocinero, he oído que tenéis productos con los que podríamos preparar platos que solo se prueban una vez en la vida. -

En respuesta a su oferta los presentes intercambiarían miradas y gruñidos, y finalmente el jefe susurraría algo a otros dos de los presentes. Un momento después otro marinero aparecería con un cajón de madera, lanzándolo a los pies del pelirrojo.

- Vamos a ver si es verdad que puedes entretenernos con tu música, y si es así ya veremos lo de la comida. -

Como había prometido, el treintañero daría un concierto privado de lo más curioso. Empezando con su voz, pero cantando canciones obscenas y animadas en las que rápidamente conseguiría involucrar al resto de los presentes, no hubo de pasar ni cinco minutos hasta que la cubierta del barco se convirtiese en una verdadera fiesta.

Después de una hora y con todos medio roncos, aceptaron dejarle cocinar, aunque a regañadientes y sin que el cocinero de la nave lo perdiese de vista ni un momento. Media hora después Sasurai serviría platos de pollo con especias, con una guarnición de patatas y una salsa especial de guindillas, sentándose con ellos a comer.

Todo el mundo empezaría a comer, y al principio la cosa parecía ir bien. El músico, tremendamente satisfecho consigo mismo, disfrutaría del plato como un niño, no parando de comer ni siquiera cuando le empezasen a llorar los ojos y a gotear la nariz por el picante. Otros no estarían tan felices con los efectos secundarios, comentando que o era un cocinero terrible o los había intentado envenenar.

Tras una breve discusión y algún plato volando por el aire agarrarían al trovador entre tres y, medio riendo medio enfadados, lo lanzarían por la borda, gritando que así aprendería y que se dedicase a la música en exclusiva.

Nadando con facilidad hasta la playa Sasurai llegaría a la posada goteando y con una enorme sonrisa en su cara. El día había resultado ser de lo más interesante, había cenado gratis, y había conseguido probar las dichosas guindillas. Todo lo que le había costado era un intento de robo por el que ni siquiera le habían acusado antes las autoridades y un par de chapuzones. A todas luces, según sus cuestionables estándares, un éxito rotundo.
#1
Moderador Doflamingo
Joker
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Usuario Sasurai
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#2


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