Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
Tema cerrado 
[Aventura] [T3] La Isla de las Sombras
Arthur Soriz
Gramps
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2 de Invierno
Año 724

Nada más llegar, el bullicio de Loguetown te azota como una bofetada en la mañana. Desde la cubierta del Duck Duck Go observas cómo la ciudad se despliega ante ti... barcos que atracan y zarpan, estibadores moviendo mercancías de un lado a otro y vendedores ambulantes ofreciendo sus productos a gritos. Todo esto te resulta extrañamente familiar, una sensación que te sacude entre la nostalgia y el recelo... la razón por la que recién ahora has decidido volver. La nieve y el ambiente navideño ya se nota desde aquí, a sabiendas de que hoy es el día del Festival de las Estrellas.

Te sientes preparado, ¿pero realmente lo estás?

Cuando bajas del barco tus botas resuenan sobre la madera del puerto y más adelante contra los adoquines que conforman los caminos de la ciudad. Miras a tu alrededor dejando que los recuerdos lleguen en oleadas mientras avanzas hacia las calles principales. Loguetown está tan viva como siempre pero a tus ojos hay algo diferente... probablemente sea debido a lo que has venido a hacer aquí. Tienes un plan y lo vas a llevar a cabo cueste lo que cueste.

La venganza es un plato que se sirve frío; qué mejor temporada que esta para hacerlo.

Tus compañeros ya tienen un plan claro... dirigirse al Casino Missile y pasar allí un buen rato. Los ves alejarse entre risas y comentarios sabiendo que eso te deja con tiempo suficiente para encargarte de lo que realmente viniste a hacer. Una vez que desaparecen entre la multitud tus ojos recorren el horizonte de calles y edificios que se extienden ante ti. Loguetown se abre ante ti como un libro esperando a ser leído.

Mientras caminas por la calle principal, te das cuenta de cuán poco han cambiado las cosas aquí. La plaza del patíbulo sigue idéntica desde la última vez que la viste, aunque ahora está rodeada de vendedores ambulantes que ofrecen desde frutas hasta pequeñas baratijas, decorada por lo más con una apariencia navideña excepcional. Más adelante el mercado principal vibra con energía. Los olores de especias, carne asada y pan recién horneado se mezclan en el aire y las voces de los comerciantes llenan el espacio. Es un lugar donde la información fluye tan rápido como el dinero, y podrías detenerte allí para escuchar lo que la gente murmura entre regateos.

A medida que te adentras más las calles comienzan a cambiar. Los edificios de piedra y las fachadas coloridas de la zona comercial dan paso a callejones estrechos y fachadas descuidadas, vestigios de tiempos mejores que ahora son reemplazados por la mala vida que llevan los que residen en esta zona. Reconoces algunos puntos del pasado, lugares que alguna vez significaron algo para ti aunque ahora parecen envueltos en un aire más sombrío. Pasas frente a una herrería que recuerdas de pequeño... sigue igual que años atrás, con su fachada ennegrecida por el hollín acumulado. Podrías entrar, tal vez, para descubrir si el viejo herrero o sus herederos aún trabajan allí, o incluso para buscar pistas.

Mientras te vas adentrando a los barrios bajos, las cosas se ponen un poco más pesadas lamentablemente. Los rostros de la gente se vuelven más reservados, las conversaciones más discretas. Aquí es donde el bajo mundo de Loguetown encuentra su refugio y sabes que "Los Sin Rostro" podrían tener su base por estos lares o al menos alguna conexión en estas calles de la cual podrías sacar provecho para encontrarlos. Este lugar siempre fue un terreno fértil para negocios turbios y no sería extraño que quienes controlan el tráfico de personas estén involucrados en esta parte de la ciudad.

También podrías dirigirte hacia el puerto secundario... un lugar conocido por ser un punto de encuentro para contrabandistas y mercaderes menos legales. Entre las redes y los cargamentos podrías hallar a alguien dispuesto a hablar... por el precio correcto o con las palabras adecuadas. La ciudad está ante ti, llena de lugares familiares que podrían esconder verdades incómodas o pistas valiosas. Cada paso es una oportunidad pero también un nuevo riesgo.

La elección de a dónde ir es tuya.


off
#1
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
El aroma de la sal en la brisa marina siempre fue un tanto tranquilizante, no amaba estar en altamar, para nada, al menos no cuando significaba llevar un barco de un lado a otro, eso significaba que tenía que pasar tiempo en el suelo, en la madera dura del navío, que, sin importar cuando grande o lujoso fuese, no dejaba de ser una jaula gigante que transportaba a aquellos que no pueden moverse debajo o sobre las aguas por cuenta propia. Ese no es mi caso, porque aquello con lo que nací me permite moverme a donde quiera, cuando quiera, con condiciones, porque todavía tengo necesidades, por supuesto, pero eso no importa, prefiero estar en el cielo, donde casi nadie ni nada es capaz de llegar o, mejor dicho, donde casi nadie es capaz de quedarse por un tiempo prolongado, arriba todo es diferente, muy pocas personas son capaces de contemplar los paisajes que hay por encima de las nubes.

Por eso no estoy hecho para quedarme en botes con barrotes dorados, ni en peceras gigantescas, tampoco en tierra, aunque disfruto de pasar allí el rato, después de todo las islas tienen lugares que me resultan divertidos, donde iniciar cualquier tipo de juego que solo algunos están dispuestos a jugar, o solo algunos saben jugar. Aunque, lo cierto es que nada de lo que dije a priori se aplica a este lugar en particular: Ni la brisa es calmante, ni el lugar es agradable, ni su gente es amena y, obviamente, sus marines tampoco, porque ¿Qué clase de organización tiene un maldito patíbulo en una plaza? Me pregunto si era parte de algún tipo de morbo extraño que desconocía y que, a día de hoy, desconozco. Todavía recuerdo al orgulloso tesorero de Kilombo y me pregunto si este es el cambio que los marines han hecho, solo falta una guillotina y un pastel.

Aún no había terminado de atracar el navío, pero el repelús que me genera esta isla en particular me pone los pelos de punta y la piel de gallina. El lugar donde nací no es más que otro agujero oscuro donde el “bien” y el “mal” conviven, mientras que los ciudadanos prefieren hacer caso omiso, oídos sordos, a lo que ocurre en el bajo mundo. Loguetown es tan… Aborrecible como siempre. No sé si es mi percepción, pero los sonidos, los aromas, todo me resulta repelente, la “blanca navidad” que se celebra aquí debería estar teñida de flores rojo carmesí. No estaba para nada preparado para venir a este lugar, en absoluto, llevaba toda mi vida evitando descender aquí, pero la tripulación decidió que este era el próximo destino, que querían jugar en el Casino Missile, y no tenía forma, ni deseos, de explicar porque no estaba dispuesto a traerlos, así que simplemente apreté la mandíbula, respondiendo con un indiferente “Si eso quieren”, y aquí estamos.

Sin embargo, algo bueno podía salir de todo esto, porque, a diferencia de la última vez que estuve aquí, ahora era un adulto, podía defenderme, albergaba algo que se estuvo fraguando durante mucho tiempo, arrastrándose por debajo de mi piel, hirviendo en mi sangre, calando mi mente: Venganza. Era algo que no contemplaba seguido, no era necesario ¿Para qué? No pondría un pie en este lugar desgraciado otra vez, o eso fue lo que pensé, pero, durante el viaje, una sensación agría y ácida se gestó lentamente en la boca de mi estómago, suficiente para impulsarme a no dar marcha atrás, todo lo contrario: Perseguiría a quienes me habían lastimado, y acabaría con ellos uno por uno si estaba en mis manos la probabilidad de hacerlo.

El suspiro que dejo escapar cuando desciendo por la rampa de madera del barco genera el característico vaho blanquecino, provocado por el choque entre el calor interior de mi cuerpo y las frías temperaturas de la estación invernal. Camino tranquilamente por el puerto después de que la tripulación aseguró el barco se largaron al Casino de forma casi instantánea, puse los ojos en blanco, sabía lo mucho que les gustaba apostar a Bonez y Chrome, tenía una cierta inclinación por el ladrón, así que mis gestos eran algo más… Cálidos, después de todo era el más sincero de la tripulación. Me deslicé por las calles abarrotadas de Loguetown, el frío hacía que estuvieran un poco más despejadas, pero de todas formas debía apretar mis alas para que las personas no se topen con ellas, paso por la plaza que mencioné hace un momento, así como también por la zona comercial, sabía que los comerciantes tendrían información sobre lo que estaba buscando, pero no la suficiente, los rumores son información, claro, pero no dejan de ser rumores, por lo que decidí continuar.

La tentación de volar por encima de los edificios y casas era grande, pero el nudo de nostalgia que se formó en mi garganta me lo impidió, quería ver cómo este lugar había avanzado entre poco y nada, y así fue, porque a medida que comenzaba a alejarme de las zonas bonitas del centro, acercándome a las áreas menos pudientes, el bajo mundo de Loguetown se volvía paulatinamente más presente. No sentía cariño por nada en este lugar, que solo me traía melancolía, malos recuerdos, a diferencia de Isla de Dawn, a la cual consideré mi hogar, Loguetown solo vio el lugar que me vio nacer y sufrir. Chasqueé la lengua, dejando atrás la forja llena de hollín que había visto mil veces cuando niño, solo para seguir mi recorrido, esquivando la zona más transitada para evitar los ojos espías, las malas lenguas que esparcían rumores. Mi destino era el puerto, así como la zona comercial, era un buen lugar para empezar, solo que aquí los comercios ilegales eran notorios.

Y aflojarle la lengua a alguien sería cuestión de tiempo… O cuestión de armas.

El viejo puerto secundario estaba igual que como lo recordaba, busqué un lugar conveniente para observar, apoyándome detrás de una pila de cajas estable que me cubría fácilmente, pero que me dejaba un cierto margen para elegir a quien sería mi próxima presa. Me pasé los dedos por las alas, acicalándolas, solo para sacar de mi abrigo una caja de cigarrillos, la golpeé suavemente por debajo, y tomé con los labios el cigarro antes de encenderlo, dándole una calada-

Personaje

Inventario

V&D

Supa Supa no Mi
#2
Arthur Soriz
Gramps
El puerto secundario de Loguetown se expande ante ti a medida que te vas adentrando más y más en esta zona de la ciudad. Las embarcaciones atracan intentando llamar la menor atención posible. Las figuras que bajan de ellas se mueven con discreción, y las transacciones se llevan a cabo en susurros y movimientos ágiles de manos. Los callejones te brindan un atisbo de resguardo ante las miradas ajenas por lo que puedes sentir que nadie ha captado tu presencia aún. Las sombras te envuelven mientras observas el constante ir y venir de mercaderes y contrabandistas. El olor a sal y madera mojada llena el aire mezclándose con el aroma tenue de los cigarros que algunos hombres encienden para calmar sus nervios.

Han pasado unos cuarenta y cinco minutos desde que te colocaste en esta posición observando cada detalle, cada rostro. Entonces lo ves.

Un hombre con un andar algo pesado, una leve cojera que antes no tenía. Su cabello ahora salpicado de canas y su vientre más prominente delatan el paso de los años pero su rostro sigue siendo inconfundible. Una cicatriz en la mejilla izquierda y esa expresión de burla constante que siempre llevaba consigo. Es uno de los guardias que marcó tu infancia con su crueldad y desprecio.

Lo observas mientras se mueve por el puerto, aparentemente inmerso en una vida más tranquila quizás en un puesto menor dentro de "Los Sin Rostro". Lleva una pequeña bolsa de cuero y se detiene frente a un vendedor que parece nervioso, mirando a ambos lados de la calle antes de completar la transacción de algo que no logras divisar bien qué es exactamente; tampoco importa.

El tiempo parece frenarse cuando lo reconoces, ¿cómo olvidarlo? Tus ojos no lo pierden de vista mientras se aleja de ese vendedor clandestino, agarrando un par de objetos y metiéndolos en la bolsa de cuero que lleva a un lado. Su figura ahora algo más encorvada da la sensación de alguien que ha dejado atrás los días de actividad física, pero su arrogancia sigue a flor de piel... lo notas en su rostro. Se mueve con la ligereza de quien ya no tiene prisa, como si el mundo estuviera a sus pies, pero dentro de ti algo empieza a hervir.

Recuerdas cada golpe que te dio, cada vez que te obligó a arrodillarte o a suplicar por un poco de comida, cada momento en el que pensaste que nunca encontrarías una salida. Los recuerdos de tu niñez vienen con una claridad desgarradora... la dura madera del suelo de aquel edificio en donde te tenían como esclavo. El frío constante que te calaba hasta los huesos, los golpes, las humillaciones... el hambre que siempre estaba presente y los días interminables. Su rostro estaba allí, siempre... como una sombra sobre tu vida. No te olvidaste de él y ahora después de todos estos años, el destino lo ha traído hasta aquí.

¿Qué clase de hombre se convierte en parte de una organización como "Los Sin Rostro"? ¿A qué precio se traiciona uno mismo para sobrevivir? Todas esas preguntas se arremolinan en tu mente y la ira se convierte en una bola sólida en tu estómago. Pero sabes que no es momento para ceder al impulso, al menos no aún.

Sigues observando, el hombre cruza una calle y entonces te das cuenta de algo importante... lo que antes eran pasos firmes ahora parecen titubeos, como si su fuerza ya no fuera la misma, como si todo lo que alguna vez tuvo se estuviera desmoronando pieza por pieza. A veces la vida tiene una manera extraña de dar justicia a su manera y aunque aún te queda mucho por hacer no puedes evitar sentir que el universo de alguna forma ya está trabajando en tu favor.

El karma tarde o temprano llega.

De repente el hombre se detiene frente a una taberna de mala muerte. La fachada se ve sumamente gastada, el letrero casi ilegible por el paso del tiempo pero es claro que él conoce este lugar. Empuja la puerta con una mano y antes de entrar mira por encima de su hombro... sus miradas se cruzan justo por un instante.

El leve cruce de miradas te congela y sabes que en ese momento el pasado ya no es solo una sombra... es un grillete que has llevado en tu mente por todos estos años. El hombre no parece haberte reconocido, su atención ya se ha desviado. No es el primer paso que das en esta ciudad, y no será el último. Pero en este instante tus recuerdos y tu venganza parecen fusionarse en una sola entidad que palpita dentro de tu pecho como un nudo que pide a gritos ser aflojado. La paciencia apremia, y a medida que pasan los minutos, las horas... el hombre sale, trastabillando por los efectos del alcohol que ha consumido.

Se mete entre medio de unos edificios que forman un callejón sin salida, va a orinar, lo sabes bien. Antes de llegar a meterse al callejón ya se estaba aflojando el cinto y bajando el cierre.

Es tu oportunidad.
#3
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
Contemplé el puerto por un largo período de tiempo, o quizás se sentía así, como la masa de un caramelo producido industrialmente, que se estira y estira mientras está caliente hasta que se vuelve suave, sus colores opacos, inclusive los tonos cambian con cada nuevo estiramiento. Eso es lo que sucedía en el puerto, en realidad, eso es lo que sucedía en Loguetown: La ciudad era como una paradoja, no había cambiado en esencia en absoluto, seguía siendo el mismo lugar nauseabundo que era hace quince años, pero sus tonos cambiaron, las zonas de la ciudad se convirtieron en un cuadro con colores contrastantes, desde los más claros, alegres y cálidos, hasta los más oscuros, sombríos y fríos, incluso la luz y la ausencia de color mutaban, entremezclándose ligeramente en algunos puntos, aunque varios de esos puntos ni siquiera eran precisamente “buenos”.

Mis iris dorados se mecieron de un lado a otro en un lento vaivén, arrastrándose sobre navíos, clientes, mercaderes, intentando rastrear, e identificar a quien estaba buscando, a quien podría brindarme información suficiente acerca de la organización que planeaba golpear, quizás solo para desorganizarlos al principio, pero luego me encargaría de cazarlos uno a uno de ser necesario. Y, por supuesto, haría lo que debía hacer hace tanto tiempo, pero… Detuve mis pensamientos por un momento, ensimismado en una idea que podía complacerme… Sin embargo, lo descarté, estaba aquí para asesinar y solo asesinar, no sería justicia por mano propia sino. Había ciertas líneas, fronteras, que todavía no quería pasar, puede que no tuviese una moral intachable; ni quería tenerla, el Dios en el que no creo sabe que la moral es solo un ideal utópico para los libros; pero mi propia ética marca los límites de lo que hago o no.

Suspiré, regresando toda mi atención al lugar de mala muerte que era el puerto secundario, concentrándome en la tarea que tenía entre manos y no tanto en cosas que podía pensar posteriormente, cuando no tuviese la planificación de múltiples asesinatos en curso. Le di una calada a mi cigarrillo, casi estaba terminado, después de cuarenta minutos era lógico; usualmente fumaba para relajarme y, a veces, solo por hábito; fue entonces cuando las mareas del cambio trajeron una sorpresa inesperada o, mejor dicho, poco esperada, ya que una parte de mi si estaba preparada para tener un encuentro con las personas que, durante tanto tiempo, me hicieron daño. Lo que me asombraba es que aquel hombre que se encargó, personalmente, de mi cautiverio y tortura, estuviera allí, presente, vivo, como si no hubiese cometido uno y mil delitos aún más atroces.

Crucé los brazos, rodeándome con las manos mis bíceps, apretándolos con algo de fuerza para traerme a la realidad, necesitaba enfocarme, enfocarme en saber dónde iba, qué haría, con quien tendría contacto, que transacciones haría, quienes eran sus compradores, donde haría las transacciones, de donde provenían los “productos”, todo… Pero no tenía tiempo para todo, no sintiéndome como me sentía, tan ansioso por deslizar los filos de mis manos por su piel… Además debía interrogarlo para que me diga donde estaba el resto de sus compañeros, y si la organización había crecido lo suficiente para extenderse y migrar hacia otras islas, esperaba que no, o sentiría cada vez menos respeto por las fuerzas de la ley. La cojera era nueva ¿Herida? ¿El paso de los años? ¿Atrofia de los músculos de la pierna? Las líneas blancas en su cabello solo hacían que la herida metafórica en mi persona supure.

Inhalé profundamente y exhalé paulatinamente.

Si esa lacra aun se encontraba viva, deambulando precisamente por esta parte del puerto, significaba que continuaba arrastrándose o había subido de puesto, especialmente para ir por ahí con tanta desinhibición como ahora… Tomé con cuidado los guantes de mis manos, quitándomelos para guardarlos dentro del bolsillo de mi abrigo, siguiendo atentamente cada uno de los pasos del guardia de “Los Sin Rostro”, si, quizás sería útil, por la forma en que se comportaba en medio de un intercambio que podía ser potencialmente peligrosa. Cierro los ojos por un momento, cada recuerdo evocado por el rostro desagradable, marcado por los años y por la cicatriz irregular, me carcomía la cabeza poco a poco, no quería un flashback ahora, hace tanto no los tenía, desde que ella me encontró, me acogió, me cuidó, respetando mis decisiones, ayudándome con mis demonios. No, sería una falla en la promesa que le hice, y ya tenía demasiadas allí mismo.

Cuando volví a abrir los ojos el guardia se había ido, pero no muy lejos, la cojera y la soberbia no le permitirían huir de mi mirada vigilante, lo harían más lento cuando tuviese que escapar. Por supuesto el tipo iría a un bar, como era de esperar era un bar derruido, decaído, que daba pena de solo mirarlo, pero preferí quitarle importancia, no todos tienen la oportunidad de tener un local cerca del centro ignorante de la ciudad, supuse que había personas que tampoco estaban interesadas en estar allí. Estuve a punto de desviar mi mirada por un segundo, pero cuando mis ojos se cruzaron con la laca oscura que eran los ojos del guardia, la respiración se me atascó en la garganta, paralizándome en el sitio… No podía tragar, respirar, no podía moverme, me negaba a estar en esa jaula otra vez, pero no era capaz de no sentir nada.

El desconocimiento de su parte hace que mi sangre circule más rápido, que me hiervan las entrañas. Cuando entró en el bar supe que tenía un trabajo que hacer. Usé las sombras del callejón para subir con un batir de alas hasta el techo de uno de los edificios, me acerqué al centro, cuidando no utilizar las zonas metálicas para evitar la atención de los menos discretos y me aventé techo a techo, revisando cada callejón con eficiencia veloz hasta que estuve en el edificio junto al bar. Plagué las alas para que fueran lo menos llamativas posible, deslicé mis dedos en una de ellas para acicalarse y me puse de cuclillas antes de acercarme al borde del techumbre, el guardia se aleja de mi posición y del bar, pero le sigo la pista deslizándome nuevamente entre los techos hasta asomarme por el borde de ladrillo de este edificio.

Levanto el labio en una mueca de desagrado, poniendo distancia entre su posición y la mía con cuidado, extiendo ligeramente las alas para agitarlas, elevándome del techo en un suave movimiento, así desciendo por el callejón, pidiendo prestada la sutileza de las sombras nuevamente para ocultarme. Al llegar al pavimento mis alas se pliegan con solo un susurro y comienzo a caminar en dirección al hombre con las manos en los bolsillos, al pasar cerca de él junto todos los dedos de una mano, creando una pinza, lanzándome para agarrar uno de sus brazos y doblarlo detrás de su espalda en una posición incómoda, al mismo tiempo desenfundo el puñal en forma de pluma roja en el interior de mi abrigo, empujándolo contra la pared y apoyando el filo contra su garganta.

. – Si gritas te voy a cortar la garganta, así que te sugiero que mantengas la boca cerrada. –Apreté el filo contra su tráquea, marcando una línea en la piel– Porque no hablamos un poco acerca de tu trabajo ¿Hm? El que tenías hace unos quince o diez años.

Datos
#4
Arthur Soriz
Gramps
El guardia no tuvo tiempo de procesar lo que estaba sucediendo. En un instante se encontró con el brazo doblado detrás de su espalda, el frío filo de un puñal presionando contra su garganta. La sorpresa fue absoluta... no había esperado un ataque, mucho menos uno tan preciso y eficaz. La edad había mellado sus reflejos y los años de relativa inactividad lo habían vuelto más lento, más vulnerable. Su cuerpo que alguna vez fue más ágil y fuerte ahora apenas respondía con torpeza. Sus pantalones mal ajustados por la prisa de atender a sus necesidades se deslizaron hasta sus rodillas en el forcejeo inicial, dejándolo en una posición humillante.

Su respiración se aceleró mientras te miraba confundido mientras lo tenías apresado contra la pared. El pánico lo invadió, su mente pensando a mil por hora buscando una salida, cualquier cosa que pudiera hacer para liberarse pero pronto comprendió la futilidad de su situación. El sudor comenzó a brotarle en la frente y su cuerpo temblaba ligeramente, reflejo de un miedo profundo y visceral.

¡Oye, oye! ¡Cálmate! —su voz se quebraba, con un tono de súplica y clara desesperación—. No hay necesidad de esto. ¡Haré lo que quieras! ¡Te lo contaré todo!

Apretó los labios, sabiendo que su única carta era la sumisión, el cumplimiento a cualquier demanda para salvar su propia piel. Sin embargo una parte de él aún intentaba resistirse, su orgullo herido por la posición en la que se encontraba. Aunque las palabras salían de su boca, sus ojos denotaban un rencor subyacente, una incomodidad con la pérdida total de control. Sabías que de haber sido otra la situación probablemente se estaría burlando y hasta vitoreando a si mismo por abusar de alguien más débil que él.

Escucha, no sé qué quieres, pero puedo hablar —insistió, su tono fluctuando entre la falsa valentía y el temor—. Todo esto... lo del pasado... ni siquiera lo recuerdo bien. ¡Solo seguía órdenes!

Pero conforme su mirada se cruzaba con la tuya algo empezó a encenderse en su mente. Había algo familiar en esas facciones, en esos ojos dorados que lo atravesaban como un puñal mucho más afilado que el que ahora descansaba contra su cuello. Su confusión se mezcló con una chispa de reconocimiento, aunque aún nebulosa.

¿Quién... quién eres tú? —preguntó casi en un susurro, su cuerpo paralizado por la posibilidad de enfrentarse a un espectro de su pasado—. ¿Te conozco?

El miedo en sus ojos era palpable. La memoria luchaba por conectar los hilos sueltos del tiempo y mientras lo hacía una sensación de terror creciente se apoderaba de él. Sabía que había hecho mucho mal y que muchos podrían querer ajustar cuenta pero no había esperado que alguien del pasado se presentara así, reclamando justicia o venganza. La humillación de estar en una posición así, algo que había impuesto a otros tantas veces, ahora le resultaba insoportablemente amarga.
#5
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
Atrapar al hombre que había hecho de parte de mi infancia una pesadilla fue tan, tan sencillo, se sentía… Extraño ¿Empoderaba? Quizás así es como se sentían los guardias al atrapar personas para su “trabajo”, algo se revolvió en la boca de mi estómago, negué con la cabeza, no, así no debía sentirse, porque lo que se gestaba en mi era muy distinto a la emoción por la caza que conocía, aunque “caza” es una palabra un tanto fuerte, “persecución” es un poco más aceptable, si, eso era, porque recuerdo la adrenalina recorriéndome las venas en cada ocasión en la que debía capturar a alguien, generalmente era por fines egoístas; no me era complejo recordar que uno de mis compañeros de tripulación se había presentado convenientemente como un ladrón, es decir, había procedido a robarme tan pronto como me vio, aunque “robo” es generoso, ya que solo logró hurtar una bolsa de papel madera con objetos triviales.

No, lo que sentía en la persecución por recuperar mis cosas no se parecía en nada a la ira que burbujeaba ominosamente en mi vientre, no había diversión, empatía ni simpatía, no estaba interesado en resolver acertijos o recorrer los entresijos de la ciudad en una carrera juguetona que me permitiría darle una lección a alguien y reírme de esa misma persona. Para nada. Ahora mismo solo quería obtener lo que había vine a buscar, la información que se me debía y pensar que es lo que quería hacer con este despojo no tan humano que se arrastraba por las calles quince años después de haberse convertido en la pesadilla de muchas personas, incluyéndome. Apreté con fuerza el brazo del guardia, empujándolo contra la pared mientras presionaba el cuchillo sobre su garganta, no estaba muy interesado en la posición humillante en la que había acabado.

. – Creo que no fui lo suficientemente claro ¿No? Probemos de nuevo. –Moví el puñal lentamente hacia el lateral izquierdo de su mandíbula– Cortar en el centro del cuello no sirve de nada, pero desde aquí hasta el otro lado es bastante efectivo para matar a alguien. –Comenté como al pasar, conocedor de la anatomía– Así que sino quieres que este lugar se transforme en una versión apestosa de “El Resplandor” te sugeriría que dejes de gritar, de todas formas morirías y yo escaparía antes de que te rescaten.

Datos


Desinteresado en sus súplicas aguardé pacientemente para que dijera lo que quisiera, pero nada de aquello que me indicó servía para algo, la respiración del tipo era algo ruidosa, pero él en sí lo era, el sudor se deslizaba a cuentagotas por su nuca, mojando el vello que yacía allí mientras él balbuceaba nimiedades en las que no estaba interesado ¿Qué importaba si estaba en el pasado? La venganza es algo que se sirve en un plato muy frío, de hecho, una década y un lustro para ser más exactos ¿No suena mucho mejor así? Sin duda. Puse los ojos en blanco por un momento, todavía conservaba algo de mí debajo de la sombra de la “profesionalidad” no solía hacer trabajos de asesinato muy seguido, era difícil separar las cosas posteriormente, el rencor y todo eso. Como el rencor que se estaba acumulando en los iris del guardia, resentimiento que brillaba como un faro en las oscuras y húmedas noches de neblina.

. – En realidad te pedí que te calles, pero lo haces más sencillo. –Resoplé, apretando su brazo firmemente para que no escape, no quería romperlo, no por piedad, sino porque haría demasiado ruido– No, no me conoces y no te conozco, simplemente me enviaron a interrogante, así que, si me dices lo que quiero, con gusto te liberaré.

La cedencia de mi voz y mis palabras se volvió lenta, suave y mucho más tranquila que antes, raspé el filo del puñal en la piel de su cuello antes de preguntar.

. – La organización de “Los Sin Rostro”, sé que sigue en la isla ¿Dónde se reúnen? ¿Dónde reúnen sus “productos”? ¿Cuántas personas participan? Y será mejor que refresques esa memoria que dejó las cosas en el “pasado” porque tengo una paciencia muy limitada. –Advertí con el mismo tono de voz que estaba utilizando– Además, sería bueno que me dieras información acerca de los turnos de los guardias, porque, asumo, tienen algunos patrullando alrededor de donde está su sede ¿No?
#6
Arthur Soriz
Gramps
Aquel sujeto atrapado entre la pared fría y el puñal que acaricia peligrosamente su cuello escucha tus palabras con terror. Su cuerpo aún intentando resistir se retuerce contra el firme agarre al que le tienes sometido. Cada movimiento suyo es torpe y desesperado, reflejo de su instinto de supervivencia y el deseo de liberarse de su control. Puedes sentirlo, el ligero temblor en sus músculos, el modo en que su respiración se torna más errática... aún guarda la esperanza de revertir la situación a su favor pero tiene miedo; mucho miedo. Nunca ha estado de este lado de la situación, siempre ha sido él quien inspiraba temor en el corazón de los demás, en especial de los niños como lo hizo contigo años atrás.

A pesar de la amenaza constante de terminar con su vida, sigue forcejeando cada vez con más intensidad. El sudor corre por su frente aún en pleno invierno, sus ojos parpadean rápidamente y mira hacia los lados buscando alguna salida. Sin embargo sabes que el tiempo juega en tu contra. La presión que ejerces empieza a ceder poco a poco. No por falta de fuerza, sino porque el hombre aunque vencido por el miedo y la edad, es corpulento y cuenta con una reserva de energía que, si no es controlada pronto, podría costarte caro.

Necesitas actuar rápido.

Para tu suerte, él comienza a hablar. Se nota la mezcla entre súplica, cobardía y obstinación en la mirada que te dedica ocasionalmente.

¡E-Están en los almacenes del muelle, en la parte más alejada! —balbucea, sus palabras saliendo a tropezones mientras sus ojos buscan en los tuyos alguna señal de clemencia, pero sabe que no la tendrás—. Serán cinco, seis... no más de eso, por favor, no me mates...

El tono de su voz oculta una nota de engaño. No da nombres, ni detalles que puedan ser de utilidad real. Sabe que si sigue forcejeando y ganando tiempo conseguirá zafarse. Si aguanta lo suficiente podría tener la oportunidad de escapar y avisar a otros. Puedes verlo en la forma en que sus ojos se desvían, quizás habiendo hallado una salida o un camino para escapar... esperando el momento perfecto para arremeter y huir. Pero, prosigue hablando.

Hay turnos de seis guardias cada ocho horas, unos cuarenta y cinco minutos entre cada cambio de turno... el Jefazo no vendrá hasta dentro de tres días para cerciorarse de que todo esté en orden, vamos viejo... no me mates, ya te dije todo lo que sé.

Tienes que decidir rápido. La información que te da es valiosa, pero insuficiente. Necesitas más, necesitas que este hombre con el miedo a flor de piel te revele lo que realmente importa antes de que recupere la confianza suficiente para intentar cualquier cosa. La ventaja que tienes se vuelve precaria y el tiempo se agota. Deberás actuar con astucia y hacer las preguntas correctas, utilizando la amenaza de muerte no solo como una herramienta de intimidación pero también como un recordatorio constante de que cualquier movimiento en falso podría ser el último que haga.

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#7
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
Apreté la mandíbula, sintiendo que mis dientes chirriaban un poco, tenía un buen motivo para hacerlo, no me canso fácilmente de hacer mi trabajo, de hecho, asesinar por trabajo no es algo que haga con frecuencia, pero, cuando lo hago, me aseguro de que las cosas salgan lo suficientemente bien, quizás el problemas ese precisamente, no tomar trabajos relacionados con asesinatos a sueldo y solo encargarme de la navegación de barcos hacía que me vuelva más descuidado, o menos eficiente. En todo caso, el motivo de mi molestia era justamente que el sudor del hombre así como sus movimientos estaban haciendo que sujetarlo con una sola mano se volviera más complicado de lo que esperaba. Debía tener mucho valor, ser muy temerario o muy idiota para intentar liberarse cuando tenía un puñal rozando su cuello, específicamente una de las arterias principales. Me inclinaba más por “idiota”.

Aun así… Aun así estaba más que satisfecho de provocar algo de temor en este tipo, realmente no era menos de lo que merecía, no sentía demasiado arrepentimiento por lo que le estaba infundiendo física, emocional y mentalmente, algo en mí esperaba poder aparecer en sus pesadillas, pero esos no eran los planes que tenía para él, ya me había visto, al menos parte de mí, y soy lo suficientemente llamativo como para que me encuentren con facilidad ¿Qué tan difícil puede ser encontrar a un tipo con enormes alas blancas que, a diferencia de los skypeian, le dan la posibilidad de volar? Lo procesé por un momento, mientras dedicaba el resto de mi atención al viejo guardia, había muchas personas a las que, incluso con la descripción de mi persona, les costaba encontrarme. No podía encogerme de hombros, pero internamente sin duda lo estaba haciendo.

Necesitaba dejar de perder el tiempo, la mirada del hombre se estaba desviando hacia los lados, la desesperación, en algún punto, conlleva un dejo de esperanza, y no quería que se sienta esperanzado ¿O si? Después de todo dejaría de forcejear si comenzaba a calmarlo. Aunque usualmente no se me daba muy bien calmar a la gente, sin mencionar que el viejo no era el tipo de gente ingenua que se deja tranquilizar, no, si fuese el caso no estaría intentando engañarme. La duda en las palabras de las personas significaban que realmente no estaban seguras o que no estaban diciendo la verdad. Cuando se trataba de criminales prefería pensar que era la segunda opción, al menos si eran criminales que llevaban una vida haciendo el mismo trabajo, soy consciente de la diferencia entre alguien que recién comienza y alguien que tiene experiencia.

. – Necesitas ser más específico que eso ¿Cinco o seis? ¿Cuáles son sus nombres? Sabes que no me sirves si no me das lo que busco ¿No? –Aprieto el puñal contra la fina piel de su cuello, creando una línea rojiza allí– Sé detallista.

Escucho el resto de lo que tiene que decir, archivando atentamente la información que realmente me sirve, no es demasiado realmente, hay inconsistencias, pero debería ser suficiente para vigilar los turnos de los guardias, atrapar a otro de ellos y sacarle más información, aunque tendría que ser un tanto más cuidadoso con el resto de ellos, este guardia en particular tenía suficiente fuerza a pesar de la edad, así que el resto podría darme problemas. De todos modos aún tenía mis propias cartas para jugar contra el resto de los guardias, para mi suerte la biología estaba de mi parte de alguna forma, por más macabra que se volviese en mis manos. Turnos de seis guardias cada ocho horas significaba que, en algún momento, algunas zonas o calles quedaban sin vigilancia ya que los guardias debían intercambiar puestos, lo que conllevaba que regresen a los almacenes. Los almacenes portuarios eran lo suficientemente grandes e intrincados como para necesitar guardias en el exterior y el interior, quizás tres adentro y tres afuera, o un grupo más grande e impar fuera y uno o dos guardias cuidando el interior.

. – Bien… Te liberaré. No me sirves para nada más.

Con un movimiento rápido deslicé la hoja del puñal profundamente en la parte blanda de su cuello, lo suficiente para alcanzar la arteria correcta. La sangre salió a borbotones, mejor dicho, pintó la pared con un chorro a presión impulsado por latido del corazón, que funciona como una bomba de presión de agua. Me aparté tan pronto como pude, pateando la espalda del guardia para arrojarlo al suelo, así podría presionarlo más fácilmente para evitar un posible griterío. Agité el puñal para quitar el exceso de líquido espeso y carmesí a un lado.

. – Por tu tamaño y estatura podría decir que tienes unos cinco litros de sangre en el cuerpo, así que vas a tardar unos tres minutos en desangrarte.

Mi voz era… Clínica. Saqué la caja de cigarros que había abierto; no sin antes darle una patada en la cabeza al guardia para dejarle inconsciente; lo encendí con el mechero, las adicciones son algo peligroso, se transforman en monstruos poco silenciosos que te hacen sudar, retorcerte, sentirte miserable, nada bonito, pero, al mismo tiempo, son capaces de aliviar los mismos síntomas que crean. Es casi como una relación tóxica, metafóricamente hablando, claro. Inhalé el humo cancerígeno a mis pulmones, no me atreví a cerrar los ojos hasta que pasaron los minutos correspondientes y el charco de líquido se volvió más grande aún. Todavía tenía que ocultarlo. Si el turno de los guardias era de ocho horas, posiblemente había, ahora mismo, un grupo que haría el cambio de guardia a las 8 de la tarde.

Le di un suave golpecito al cigarrillo con mis dedos índice y pulgar, cuando estuve seguro que el viejo no iba a levantarse me acerqué cautelosamente para comprobar que estuviese muerto. Tomé el pulso de su muñeca y, al ver que estaba muerto, lo sujeté de la ropa, arrastrándolo hacia el conjunto de cajas y basura que se amontonaban en la parte posterior de callejón sin salida. Allí mismo lo oculté con todo el sosiego e indiferencia que podía reunir. Solo entonces subí nuevamente al techo con el impulso de mis emplumadas alas, buscando con la mirada los almacenes que había mencionado, sí tenía una idea de donde se encontraban. Salté de un techumbre a otro, cuidando pisar los lugares correctos para evitar el ruido, nada de presionar madera floja, seca o arruinada, mucho menos las chapas que podían vencerse o hacer suficiente ruido para llamar la atención. Bajé en una callejuela de dos sentidos, ubicada entre dos edificios medianos y salí de allí tras limpiar el puñal, enfundarlo y meter las manos en los bolsillos mientras fumaba.

Esperaba lucir lo suficientemente natural, aunque pocas personas se meten en los asuntos de otros en el bajo mundo. Me dirigí a los almacenes, esperando poder utilizar la misma estrategia, sino había casas o pequeños edificios cerca tendría que ingeniármelas para esconderme y monitorear a los vigías. Además debía esperar tres días más para deshacerme del cabecilla del grupo, arrugué la nariz, no sabía exactamente cuanto tiempo nos quedaríamos...
#8
Arthur Soriz
Gramps
Luego de rebanar el cuello del gordinflón, este se tambaleó incrédulo. Sus manos instintivamente se aferraron a la herida que le hiciste en un vano intento de detener el torrente de sangre que brotaba de su garganta. Sus ojos se abrieron de par en par reflejando el horror silencioso mientras luchaba por cada respiro ahogado por la sangre. Sus piernas flaquearon y lentamente, con un último gemido gutural, sus ojos se fueron en blanco perdiendo todo vestigio de consciencia. Se deslizó contra la pared hasta quedar desplomado en el suelo, su mirada fija en ti hasta el final, como si buscara una explicación que obviamente nunca llegaría.

Observas en silencio, esperando que terminase de morir. Los minutos pasaron lentamente y con una calma metódica lograste ajustar el cadáver entre las sombras del callejón cubriéndolo con cajas y desperdicios amontonados. Con la tarea cumplida pudiste dirigirte hacia los almacenes que el ahora difunto te había mencionado. La caminata fue breve y pronto te encontraste frente a una serie de estructuras de buen tamaño. Desde tu posición pudiste distinguir una serie de cajas apiladas en la periferia, una cobertura perfecta para observar sin ser visto. Entre las sombras tenías una clara vista del almacén en cuestión.

Los movimientos de los guardias eran siempre los mismos... tenían un patrón. Cinco hombres cubrían puntos estratégicos alrededor del almacén, caminando de un lado al otro, sin lugar a dudas era una vigilancia bien calculada. Podría ser que este lugar fuera el núcleo de reuniones para los pertenecientes a esa operación. Lo que el gordo había omitido, o más bien ocultado, era que los cambios de turno nunca ocurrían de manera simultánea. Los guardias rotaban de manera escalonada, asegurando que nunca hubiera un momento en el que el almacén quedara completamente desprotegido.

El tiempo transcurría lentamente y después de casi una hora de paciente observación tres de los cinco guardias cambiaron de turno. Solo quedaron dos, uno apostado en la entrada frontal y otro patrullando el perímetro en un ciclo constante. La monotonía de su tarea los llevó a entablar pequeñas conversaciones, distrayéndose momentáneamente de su vigilancia antes de reanudar su tarea.

Fue justo en ese momento, cuando parecía que ya estabas aprendiéndote la rutina que detectaste movimiento adicional. Un pequeño grupo de figuras se acercaba al almacén, caminando con una confianza que solo podían tener aquellos en posiciones de poder. Los guardias enderezaron su postura al verlos, señal clara de que estos recién llegados ocupan un lugar de importancia.

El almacén era una estructura grande pero no por ello gigante; a diferencia de otras imponentes estructuras dispersas por Loguetown. Tenía ventanas pequeñas en la parte superior de sus paredes y probablemente tragaluces en el techo ofreciendo posibles puntos de entrada si lograbas alcanzarlos sin ser detectado. Con una altura de unos diez metros, ancho de diez y un largo de entre veinticinco a treinta metros el almacén presentaba un reto que tendrías que abordar con sumo cuidado. Tus objetivos ya habían hecho acto de presencia y no viste al Jefazo entre ellos... así que estaba claro al menos tu confianza de que este no aparecería aún estaba acertada.

Las fichas estaban en el tablero, ahora te tocaba a ti el saber cómo abordar la situación.
#9
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
No fue muy complicado encontrar los almacenes que había mencionado el viejo guardia, eran estructuras lo suficientemente grandes como para avistarlas a lo lejos, pero no tanto como el resto de los edificios de Loguetown, al menos de la parte más pudiente de la isla, o de aquella zona de la isla que, más o menos, era capaz de sustentarse y vivir un poco mejor que las personas que rondaba en puerto secundario, así como los barrios bajos o pobres. Loguetown es como todas las islas, incluso bajo la protección de la Marina, sigue siendo un lugar de porquería, saber que el patíbulo seguía allí no me sorprendía en absoluto, solo hacía que mi humor se vuelva agrio, ácido, pero también divertido. Moralistas. Sentí la tentación de poner los ojos en blanco de nuevo, llegar a la misma conclusión una y otra vez no servía de nada, sería feliz si pudiera volar en pedazos esa plaza.

Pero no era el caso, así que, al menos, me haría cargo de una parte de la oscuridad de este lugar del que la ley hacía la vista gorda. Encontré un escondite lo suficientemente bueno, elevado, detrás de un grupo de cajas que me ocultarían, aunque apreté las alas tras mi espalda, de modo que serían mucho más difíciles de ubicar, y las acicalé con cuidado con los dedos; lo bueno de las plumas es que pueden hacerse más delgadas o hincharse dependiendo de la situación, lo que hace que me vea más grande o más pequeño… Si, como las aves precisamente. Me quedé un buen rato observando los patrones de vigilancia de los guardias, porque era esperable que los tuvieran, la mayoría de ellos los tiene, lo curioso es que eran cinco… Fruncí el ceño ¿Entonces porque mencionó seis? ¿Nervios? ¿Mentiras? Maldito, tendría que ir con cuidado en caso de que hubiese un sexto guardia que se encargase de cubrir los puntos ciegos de la vigilancia que los otros cinco no podían.

Chasqueé la lengua sin hacer mucho ruido, cruzando los brazos mientras tiraba el cigarrillo que había estado fumando después de una última calada y lo pisé con la planta de mi bota. Apreté los dientes cuando noté que el cambio de guardia se hizo, pero solo tres de ellos eran reemplazados por los guardias del siguiente turno. Así que era eso lo que me había ocultado el viejo, no solo estaba en duda la posibilidad de que hubiese un sexto guardia, sino que las rotaciones eran de a tres… Pero eso significaba que parte de la vigilancia era menos eficaz, faltaban tres personas que estaban cambiando de turno, eran minutos, si, pero los minutos pueden ser muy valiosos en ciertas circunstancias. Peiné con mis ojos de dorado bruñido el área, buscando la oportunidad para poder acercarme a uno de los puntos ciegos que quedaban libres y pasar. Más aún con la distracción que creaba la tediosa tarea de recorrer el mismo lugar durante ocho horas seguidas.

Sin embargo… Sin embargo me detuvo la oscilación de las sombras que indicaba que alguien había arribado al área de los almacenes, el modo en que los guardias cuadraron sus hombros de forma marcial dejaban ver que los recién llegados eran figuras, personajes relevantes, el paso desgarbado que rezumaba soberbia daba un indicio de quiénes eran. Esa era una distracción significante, aprovechando la situación, me deslicé de mi escondite, escabulléndome y eligiendo tomar la ruta de uno de los guardias que había acabado su turno, estarían libres unos minutos, entretenidos con el conocimiento de que algunas personas importantes habían llegado al lugar y debían recibirlos. Seguí el camino que les había visto repetir durante un buen rato, utilizando el patrón que aprendí para tomar la ruta que recorrían al volver, y no la de ida, para acercarme al almacén.

No importaba si el jefe al que buscaba no aparecía hoy, podía encontrarlo en otro momento, no podría salir de la isla tan fácilmente con la Marina rondando, eliminar al resto seguramente pondría en alerta al resto de la organización, pero eso de todos modo daba igual, tengo suficiente paciencia y tiempo, espere quince años para esto, puedo esperar unos días o meses para encontrar a quienes busco. Evitando los que sabía que eran más vigilados alcanzo la pared del almacén, pegándome a esta, había pocos puntos ciegos, pero en ese momento agitar mis alas de forma silenciosa me ayudó a elevarme velozmente hacia el techo del almacén, no era demasiado alto realmente, así que en dos o tres aleteos estuve arriba, alejándome del borde y presionando mis pies contra el material del techumbre de la forma más delicada posible, después de todo no quería llamar la atención de nadie. Busqué una claraboya que me permitiera una buena visión del interior, asomándome apenas por ella.
#10
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