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Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
06-01-2025, 09:59 AM
(Última modificación: 06-01-2025, 10:05 PM por Ragnheidr Grosdttir.)
Día 3 de invierno. Diez de la noche.
El sol de la mañana se cuela entre las rendijas de las cortinas, proyectando líneas irregulares de luz en una habitación desconocida. El aire es pesado, impregnado de un extraño aroma a incienso, tabaco y lo que parece ser ron derramado. Un dolor punzante late en tu sien, acompañado del amargo sabor del alcohol que todavía persiste en tu boca. Cuando abres los ojos, lo primero que notas es que el techo no te resulta familiar. Es de madera vieja, con manchas de humedad que forman patrones extraños, y una lámpara colgante oscila ligeramente, como si alguien la hubiera golpeado durante la noche. Te encuentras en una cama grande y desordenada, con una manta gruesa que no recuerda a las que tienes en tu alojamiento habitual. El resto de la habitación está igual de desordenado: ropa tirada en el suelo, una silla volcada y una botella de sake medio vacía sobre una mesita improvisada hecha con un barril. Sobre la mesita también hay una copa rota y un sombrero que definitivamente no es tuyo. Al incorporarte lentamente, un par de detalles más llaman tu atención. En el suelo, cerca de la puerta, hay un zapato que no es de tu talla y un candelabro que parece haber caído y dejado cera derretida en las tablas. En una esquina, un gato naranja con expresión indiferente te observa desde el respaldo de una silla, como si tú fueras el intruso. No tienes idea de dónde estás ni cómo llegaste aquí, pero tu cabeza retumba con destellos fragmentados de la noche anterior, risas, canciones a voz en cuello, y alguien—quizá un grupo—al que invitaste a una ronda tras otra. Recuerdas haber mencionado algo sobre “hacer que los marines se arrepintieran de venir aquí” y luego… nada. El ruido de la calle se filtra por una ventana entreabierta, y puedes escuchar voces lejanas, el pregón de un vendedor ambulante y el sonido de las gaviotas. Es entonces cuando un pensamiento rompe la niebla de tu resaca: el viaje con los pulpos voladores y Umibozu. Hoy era el día ¿no? A juzgar por la luz, no es demasiado tarde aún, pero tampoco te queda mucho tiempo. Estás en una habitación desconocida, con un gato que no parece impresionado por tu presencia y un malestar que hace que moverte sea un reto.
Mientras el murmullo de la calle comienza a colarse tímidamente por la ventana entreabierta, escuchas un crujido en la madera. No proviene de la habitación, sino de alguna parte de la casa, tal vez el pasillo. La voz suave de una mujer se escucha a la distancia, tarareando una melodía relajante que parece envolver el lugar con un aura tranquila, casi reconfortante, a pesar de tu caótica resaca. Desde tu posición en la cama, los detalles de la habitación son más evidentes ahora. La lámpara colgante, vieja y ladeada, balancea su débil sombra sobre un rincón lleno de objetos variados: una pila de libros en un idioma que no reconoces, frascos de vidrio llenos de líquidos de colores extraños y un par de armas de filo, pequeñas, limpias y perfectamente alineadas sobre un estante. Las paredes están adornadas con tapices desgastados, cada uno representando lo que parecen ser escenas marinas; en uno de ellos, se puede ver un gran pulpo luchando contra un barco en una tormenta. El gato naranja sigue en su posición en el respaldo de la silla, observándote con una mezcla de indiferencia y superioridad felina, como si estuviera juzgando tus elecciones de vida.
Más allá de la habitación, los sonidos se vuelven más claros. Los pasos ligeros, descalzos, recorren el suelo de madera en dirección a ti. El tarareo se detiene momentáneamente, seguido por el sonido de una puerta que se cierra y el crujido de una tetera colocada en el fuego. La casa, aunque sencilla, parece tener ese aire acogedor que solo alguien muy organizado podría lograr. Unos segundos después, escuchas el golpeteo rítmico de una cuchara contra una taza. Pasan unos instantes, y entonces el sonido de pasos se reanuda. Finalmente, la figura de la mujer aparece en el umbral de la puerta, apenas perceptible al principio mientras la luz de la mañana la perfila. Es alta, de cabello oscuro que cae en mechones desordenados sobre sus hombros. Lleva un vestido sencillo de lino, algo gastado pero limpio, y un chal que cubre parcialmente sus brazos. Su piel tiene un ligero tono bronceado, y sus ojos, profundos y oscuros, llevan una mezcla de cansancio y curiosidad. En una de sus manos lleva una taza de cerámica humeante, mientras que con la otra aparta una cortina que parece haber usado como puerta improvisada. Su mirada se posa en ti durante unos segundos, escaneándote como si intentara recordar quién eres o qué haces ahí.
— No pensaba que fueras a levantarte tan temprano.— Dice, con una voz tranquila pero con un leve matiz de ironía. Se acerca con pasos seguros, colocando la taza en una pequeña mesita junto a la cama. Sin esperar respuesta, se gira hacia la ventana y la abre un poco más, dejando entrar el aire fresco de la mañana. Ahora puedes oler algo más: el aroma a pan recién hecho y café que probablemente proviene de alguna panadería cercana. — Mi marido estará a punto de llegar. Lo mejor será ... Que te vayas. — Vaya, y suena la campanada. Era una mujer con la que habías pasado la noche, una madre de familia, una ujer ejemplar (no tanto) pero oye, esto es un golazo para un borrachuzo. Desde la ventana, la mujer observa la calle por unos momentos antes de hablar de nuevo, esta vez con un tono más casual. —T u ropa está seca. Dejé tus cosas en esa silla.— Señala con la cabeza hacia un rincón donde tus pertenencias, algo arrugadas pero intactas, están dobladas cuidadosamente.
Con un leve suspiro, se gira nuevamente hacia ti. Sus movimientos son fluidos, calculados, como si estuviera acostumbrada a lidiar con situaciones inesperadas. Sin embargo, hay algo en su expresión que te resulta difícil de leer: una mezcla de amabilidad distante y un leve rastro de diversión. Lo cierto es que la mujer es guapísima, tiene cerca de los cuarenta y cinco años, pero la edad no pasa por ella.
Por un momento, te arremolinas entre las almohadas y empiezas a recordar el día anterior ... Era de noche, ya habías comenzado a beber ...
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En mi modesta opinión, eres un héroe.
Recuerda poner en tu primer spoiler tus virtudes y defectos, además de tu lista de objetos disponibles para este tema.
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Sasurai
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08-01-2025, 07:37 PM
(Última modificación: 08-01-2025, 07:51 PM por Sasurai.
Razón: Inventario, había puesto que llevaba un consumible que no tengo
)
Nota
La aventura transcurre día 2 por la noche (flashback), día 3 por la mañana (principio del post), ya que el día 3 más tarde es el viaje al North.
Personaje
Estadísticas de Sasurai:
5 FUE | 20 RES | 50 DES | 5 PUN | 20 AGI | 45 REF | 55 VOL | 0 CA
Vitalidad: 545
Energía: 210
Haki: 275
Nivel: 7
Virtudes y defectos
Afinidad animal: Tendrás facilidad para tratar con animales y que algunas criaturas salvajes no te ataquen.
Belleza: Tu personaje es físicamente atractivo, lo que puede crear situaciones favorables para ti.
Carisma: Tienes carisma para facilitar situaciones sociales en tu favor, lo que puede crear tramas más fácilmente o librarte de problemas.
Estudioso: Puedes obtener una especialización extra de tu Oficio de serie. Además, tus Creaciones de Oficio se trabajan un 20% más rápido.
Líder nato: Tienes facilidad para mover a las masas, lo que ayuda situaciones en las cuales sea necesario.
Nadador nato: Tu personaje nada con un +10 a [Agilidad]. No combinable con Gyojin o Ningyo.
Orientación: Te orientas en cualquier lugar con mayor facilidad.
Vigoroso 2: Tienes un cuerpo robusto y saludable que cuenta con mucha vitalidad. Obtienes +15 Puntos de Vitalidad por Nivel.
Adicción (Comida): Tienes auténtica adicción por una sustancia o un determinado comportamiento a tu elección que causa un síndrome de abstinencia grave. Cada 5 post, debes satisfacer el objeto de tu vicio, o obtendrás un -10 acumulativo a tu Voluntad hasta hacerlo. [Cada 2 post desde tu primer debuff, obtendrás un -10 adicional]
Excluyente: Tu personaje requiere toda tu atención y no le dedicas tiempo a ningun otro. No podras tener una multicuenta mientras conserves este personaje.
Full Haki: Tu personaje es una proeza en el Haki. Tendrás facilidades al obtener ciertas mejoras por tus andanzas en este poder. De consumir una Akuma no Mi sufrirás una maldición. No compatible con realizar la Tirada de Akuma aleatoria o solicitar Akuma en Aventuras.
Vinimos a jugar: Al morir recibiras un 20% menos de recursos con el Tutorial de Muerte, independientemente de que Rango de Resurrección obtengas.
Inventario
Armas: Instrumento T3 (Violín), Filo Ligero T2 (Puñal)
Utensilios: Mochila T1 (+6 espacios)
Ropa y Armaduras: Armadura T3 (+20 Defensa Pasiva, +3 espacios)
Consumibles: 1 Salteado de Pollo
Varios: Una bolsita de cacahuetes en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, una naranja en el derecho.
Espacio utilizado: 3/14.
Día 3 de invierno. Hora incierta de la mañana.
La situación no era en absoluto desconocida para el músico, pero cada noche loca y su correspondiente amanecer resacoso traía consigo detalles que la hacían diferente de las demás. Estos detalles a veces eran agradables sorpresas, recuerdos que el hombre se llevaría con él. Otras veces eran irrelevantes, olvidados minutos después de ser percibidos. Y en otras, afortunadamente las menos, eran peligros o problemas que debía gestionar cuando sus facultades estaban en su peor momento.
En este caso, por suerte o porque de algún modo su sentido común logró inclinar la balanza la noche anterior, parecía que iba a ser un despertar agradable. Pese al dolor de cabeza y lo denso del ambiente en la habitación, los sonidos que podía escuchar eran los de una casa en paz, en la que alguien se había levantado a hacer el desayuno. El peligro inmediato que podía ver era un gato, pero seguramente bastaría con no acercarse. La señal de peligro, no inmediato pero sí potencial, eran armas y decoraciones que hacían pensar que quizá estaba en casa de alguien de la marina, pero no sonaba a que estuviesen preparándose para apresarlo.
Levantándose tranquilamente, desnudo, Sasurai disfrutaría la sensación del aire y el sol sobre su piel. En ese momento entraría una hermosa mujer y, con sus palabras, le daría al pelirrojo algunas pistas sobre lo que había pasado la noche anterior, ayudándolo a recordar y poniendo una sonrisa en su cara. Ignorando la ropa por ahora, el treintañero se acercaría a la mujer, dándole un beso en la mejilla y tomando la taza para dar un pequeño sorbo.
- Muchas gracias, por ayer y por hoy. Una lástima que ya venga tu marido. - Diría casi en un susurro, evitando alzar la voz por su dolor de cabeza y necesitando aún así agarrarse las sienes a medida que hablaba.
Dándose la vuelta, se encaminaría hacia sus ropas, dispuesto a vestirse y marcharse. Al mismo tiempo su dolorido cerebro empezaría a lanzar sus sondas hacia la noche anterior, intentando responder una pregunta tan sencilla como desafiante: ¿Qué había pasado? Lo mejor sería empezar en un punto que tuviese más o menos lúcido e intentar reconstruir desde ahí...
Día 2 de invierno. Diez de la noche.
Desde su conversación con el Pájaro Negro, pese a que lo que le habían "encargado" sonaba sencillo y dentro de sus habilidades, Sasurai estaba nervioso. A ratos se venía arriba, pensando que todo iba a ser una apasionante aventura y visualizándose como un héroe del pueblo, y otros ratos maldecía a Umibozu por meterlo en estos líos, seguro de que acabaría detenido o muerto en cualquier momento. El resultado de estos cambios de opinión era que llevaba desde que había abandonado el Bar Tempestad de un humor taciturno, y no había tocado el violín ni bebido nada de alcohol desde entonces. Sí que había seguido comiendo, claro, porque una cosa era estar preocupado y otra pasar hambre tontamente.
En estas reflexiones andaba el músico, sentado en un rincón de una taberna del puerto mientras terminaba de comerse un guiso de carne, cuando la puerta se abrió para dar paso a un grupo de diez personas. Entraron conversando animadamente, con actitud más o menos relajada, pero aún así el pelirrojo se puso inmediatamente alerta. Ya fuese por sus ropas, por su forma de moverse o por algún comentario que pudiese escuchar desde su posición, estaba seguro de que eran miembros de la Marina.
Las órdenes del treintañero, por así llamarlas, eran simplemente esperar y ayudar el día siguiente, cuando llegasen los pulpos gigantes, pero él siempre había sido proactivo hasta resultar odioso, sobretodo cuando se trataba de meterse en líos. Caminando en el delgado filo entre la estupidez y la genialidad, entre la insensatez y la prudencia, Sasurai terminó de sorber la sopa y se levantó de la mesa, cogiendo el cuenco y dirigiéndose a la barra, justo al lado de donde el grupo se había colocado.
Por ahora iba a ser cuidadoso, pero con el pretexto de devolver el cuenco e ir a pedir algo de postre, se había colocado lo suficientemente cerca para dar una buena ojeada al grupo y ver si se enteraba de algo. ¿Sería fácil o difícil distraerlos y emborracharlos? ¿Estaban en alerta o de vacaciones? ¿Había alguien importante o eran unos mindundis? Si podía responder a alguna de esas preguntas sin levantar sospechas, y además conseguir postre, preferiblemente algo de chocolate, la noche iría por buen camino.
Resumen
Dia 3: Sasurai se levanta, le da un beso a la mujer, le da las gracias y se pone a vestirse para marcharse mientras intenta recordar qué hizo ayer noche.
Dia 2: El músico está en una taberna cenando. Al ver entrar un grupo de personas, de las que al menos algunas cree que son Marines, se termina la comida y se acerca a la barra con la excusa de devolver el cuenco y pedir el postre, quedándose cerca del grupo para echarles un vistazo e intentar escuchar su conversación.
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Irina Volkov
Witch Eye
08-01-2025, 07:56 PM
La taberna del puerto, iluminada por una mezcla de velas y lámparas de aceite, es un refugio cálido en contraste con el frío cortante de la noche. Las mesas de madera están llenas de parroquianos, pescadores, mercaderes y algún que otro viajero que busca saciar su sed o disfrutar de una comida caliente. El aire está cargado de olores: guiso de carne, pan recién horneado y, por supuesto, el característico aroma a ron que parece impregnar cada rincón. El sonido de la puerta abriéndose de golpe interrumpe el jaleo constante de conversaciones. Un grupo numeroso, diez personas en total, entra en la taberna con paso firme. Las botas resonando contra el suelo de madera y las risas despreocupadas captan de inmediato la atención de varios clientes, aunque pronto vuelven a lo suyo. Sin embargo, para alguien atento como tú, hay detalles que saltan a la vista. Las ropas de los recién llegados son uniformes, con el inconfundible azul y blanco de la Marina. Algunos llevan chaquetas más elaboradas, adornadas con insignias, mientras que otros parecen menos destacados, probablemente soldados rasos. A pesar de su actitud relajada, hay algo en su porte que denota disciplina, un cierto aire de autoridad que los diferencia del resto de los presentes. Se colocan en grupo junto a la barra, conversando entre ellos en un tono lo suficientemente alto como para que puedas captar fragmentos de lo que dicen desde tu posición. Hablan de cosas mundanas, el clima, un incidente menor en el puerto, y alguien menciona brevemente el nombre de un oficial que parece haberles asignado alguna tarea reciente. Por el tono de su charla, no parecen estar particularmente alerta, pero tampoco completamente relajados. Uno de ellos, un hombre alto y corpulento con una cicatriz que le cruza la mejilla izquierda, pide una ronda de cervezas para todos. El tabernero, un hombre canoso con expresión hosca, asiente y comienza a llenar jarras con rapidez. A medida que las jarras se distribuyen, el grupo se anima aún más, y pronto las risas y los comentarios llenan el aire. A tu alrededor, el ambiente de la taberna sigue siendo animado. Cerca de la chimenea, un grupo de ancianos juega a los dados, mientras que una mujer de cabello rizado canta suavemente una canción marinera desde una esquina. El tabernero coloca un pequeño cartel sobre el mostrador, indicando la disponibilidad de un postre de la noche: tarta de chocolate con ron. El aroma dulce y embriagador parece mezclarse con el resto de olores del lugar, despertando el apetito de cualquiera que lo note. Mientras tanto, el grupo de la Marina sigue en su conversación.
Algunos de los soldados parecen más joviales, incluso despreocupados, mientras que otros mantienen una postura más reservada, echando miradas ocasionales hacia las mesas, como si estuvieran atentos a cualquier cosa fuera de lugar. El hombre corpulento con la cicatriz, sin embargo, parece liderar la conversación, y su voz ronca sobresale entre las demás. Desde tu posición, puedes observar con claridad sus expresiones y movimientos. Notas que varios llevan espadas al cinto, aunque ninguna parece particularmente especial. Uno de los más jóvenes, con el rostro todavía marcado por un leve rubor que delata su inexperiencia, tamborilea con nerviosismo los dedos sobre el mostrador mientras bebe de su jarra. La taberna se llena de sonidos: el golpeteo de vasos, el crepitar de la chimenea, el tintineo de monedas al ser intercambiadas por bebidas. Afuera, el lejano ulular del viento recuerda que la noche es fría, pero dentro del local reina una calidez que contrasta con el exterior. Ahora, estás lo suficientemente cerca del grupo para observarlos con detalle y, si agudizas el oído, tal vez captar más de su conversación. Al mismo tiempo, el cartel del postre y el aroma a chocolate parecen estar llamando tu atención desde la barra. La noche está en marcha, y las piezas empiezan a colocarse en su sitio.
Son las once de la noche ...
La taberna sigue animada, el murmullo general sube y baja con las risas, los brindis y el sonido de los dados rodando en las mesas. Desde tu posición cerca de la barra, el grupo de marines se acomoda en su espacio, disfrutando de las jarras de cerveza que el tabernero ha colocado frente a ellos. El hombre corpulento con la cicatriz parece ser el centro de atención; su risa ronca sobresale del bullicio, mientras el más joven del grupo se esfuerza por seguirle el ritmo con los brindis. Mientras tanto, el tabernero, ocupado atendiendo pedidos, pasa junto a ti. Es un hombre de hombros anchos y cabello canoso, vestido con un delantal manchado de harina y algo que podría ser salsa. Cuando deja un plato limpio cerca de tu posición, parece reparar en tu presencia por primera vez y se detiene un segundo. —¿Tú eres nuevo por aquí, verdad?— Dice sin mirarte directamente, con un tono seco pero no necesariamente hostil. Parece estar acostumbrado a todo tipo de clientes y no se sorprende fácilmente. Luego, alza una ceja al ver tu cuenco vacío. —¿Algo más? La tarta de chocolate está saliendo rápido. No creo que queden muchas por mucho tiempo.
Antes de que puedas responder, un sonido cercano llama la atención de ambos. Uno de los marines, el joven que tamborileaba los dedos antes, parece haber notado tu proximidad a su grupo. Con un movimiento torpe pero decidido, da un paso hacia ti, jarra en mano. —¡Ey, amigo!—Dice con una sonrisa amplia, un poco demasiado amplia. Su rostro tiene un leve rubor, y su voz, aunque amigable, tiene un ligero tono desafiante. —No te había visto antes por aquí. ¿Vienes a beber con nosotros o solo estás espiando, eh?— El corpulento de la cicatriz gira la cabeza, curioso, pero no parece alarmado. El joven parece haber actuado por su cuenta, quizás tratando de impresionar a sus compañeros o simplemente porque el alcohol ha empezado a soltarse. El tabernero, con un suspiro, msusurra rmura para sí mismo. —No empieces problemas en mi bar.— Advierte sin levantar demasiado la voz, aunque su mirada al marine joven tiene un peso evidente. A pesar de la advertencia, el joven marine se inclina un poco hacia ti, apoyando su jarra sobre el mostrador con un golpe suave. —Vamos, hombre. Siéntate con nosotros. Seguro que tienes historias interesantes que contar.—
Mientras tanto, el aroma a chocolate y ron del postre sigue flotando cerca de la barra, y el tabernero, tras un segundo de pausa, cruza los brazos y espera tu decisión. Tienes la atención de ambos: el marine, que parece buscar conversación (o algo más), y el tabernero, que claramente prefiere que las cosas no se salgan de control. ¿Qué haces?
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Sasurai
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11-01-2025, 12:15 PM
Poco a poco, gracias a su capacidad de observación y a las insignias y otras marcas obvias en sus ropas, Sasurai se iría haciendo una idea de cuál era la composición del grupo. Desgraciadamente no había estudiado los detalles sobre los uniformes y rangos en la Marina, así que no sabía exactamente quién era qué, pero se podía hacer una idea de quién era más o menos importante. Además, a base de escucharlos y ver su comportamiento, el músico podría identificar también diferentes roles en el grupo. En particular hay un grandullón con una cicatriz que parece liderar el grupo, así que ese es el que tiene que ganarse si quiere convencerlos de algo.
Otra cosa que el pelirrojo no podría evitar notar, y que no le haría ninguna gracia, es que estaban armados. En más de un momento se plantearía si se estaba metiendo donde no debería, si tal vez todo esto le venía grande y lo mejor era que se fuese a dormir pronto y estuviese al día siguiente temprano en el puerto a ver qué pasaba con los pulpos. No obstante este tipo de pensamientos conservadores y sensatos rara vez se imponían en las decisiones del treintañero. Además, si se daban cuenta que tenía miedo su treta no podría funcionar, así que lo mejor que podía hacer era descartar toda esa prudencia y jugar con todo.
La noche iría transcurriendo, por el momento sin grandes eventualidades, al menos hasta que, como solía pasar, varias cosas confluyesen. Sería alrededor de las once de la noche, tras un rato escuchando al grupo, cuando llegaría el primer momento crítico de la noche. Por un lado el posadero iría por fin a ver si quería postre, a lo que la respuesta era obviamente sí, y por otro uno de los marines interpelaría al bardo sin darle tiempo a pedir su tarta de chocolate. Esto haría que otros del grupo de marines también se percatasen de su presencia, llegando la hora de la verdad: tenía un público, y ahora había que ver si sus dotes de interpretación estaban a la altura.
Ignorando al tabernero por el momento, el músico se giraría para encarar por completo al joven soldado, mostrando una amplia sonrisa y saludando con una leve inclinación de cabeza antes de empezar a hablar.
- La verdad es que estaba solo espiando, pero quién soy yo para rechazar una cerveza gratis - Diría en tono bromista, acercándose al grupo de la Marina con total confianza, como si no tuviesen armas o no estuviese a un paso en falso de acabar en la cárcel. - Soy un trovador ambulante. Por eso no me habéis visto antes, y por eso tengo las mejores historias que contar. Puede que alguna hasta sea verdad, o que escribamos una nueva crónica hoy. - Añadiría sin dejar de sonreír, proyectando la voz y hablando en un tono propio de un escenario, que podría llamar la atención de otra gente en el lugar.
Ya llegando al grupo, se giraría un momento al tabernero. - ¡Tres trozos de tarta de chocolate con ron! Uno para mi y dos por si mis nuevos amigos quieren probarla. - Pediría, enseñando tres dedos de la mano derecha para reforzar el mensaje.
Hecho esto, antes de que nadie pudiese interrumpir su performance, recorrería la última distancia hacia el soldado joven que le había increpado, pasándole el brazo por encima del hombro como si fuesen amigos de toda la vida.
- Bueno, decidme. ¿Qué le interesa a un joven y apuesto soldado hoy en día? ¿Historias de aventuras y valerosos combates? ¿Cuentos de ladrones y tesoros maravillosos? ¿La conquista de mujeres? - En ese punto haría una pausa dramática, intentando crear una pequeña tensión y capturar la atención de todos. - ¿O de hombres? - Añadiría finalmente, guiñando un ojo a alguno de los presentes y poniendo cara sugerente, obviamente bromeando e intentando arrancar una carcajada del grupo.
Mientras realizaba todo ese espectáculo, el pelirrojo iba considerando sus posibilidades. Se estaba metiendo en la boca del lobo, y sabía que tenía que ser cuidadoso, pero al mismo tiempo él era solo un civil, y aunque sus intenciones pudiesen ser cuestionables, la mayor parte de lo que decía era verdad. En cualquier caso, si algo sabía era que la primera impresión era la más importante: si en estos primeros instantes lograba ganarse la confianza del grupo el resto de la noche debería de ser fácil, y si se enemistaba con alguien era probable que eso le complicase la vida hasta que se separase de los soldados. ¿Estaría teniendo efecto su carisma?
Virtudes relevantes
Belleza: Tu personaje es físicamente atractivo, lo que puede crear situaciones favorables para ti.
Carisma: Tienes carisma para facilitar situaciones sociales en tu favor, lo que puede crear tramas más fácilmente o librarte de problemas.
Líder nato: Tienes facilidad para mover a las masas, lo que ayuda situaciones en las cuales sea necesario.
Resumen
Sasurai decide ir all in, responde al joven soldado intentando ser encantador, explicando que es un músico errante y tiene muchas historias. Pide tres trozos de tarta (uno para él y dos para compartir) y se une al grupo, preguntándoles qué tipo de cosas les interesan y haciendo una broma sobre la sexualidad de alguno de los presentes.
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Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
13-01-2025, 07:41 PM
La atmósfera de la taberna parece cambiar ligeramente en el momento en que das el primer paso hacia el grupo de marines, y tus palabras atraviesan el aire con la seguridad de un actor que conoce bien su escenario. Las risas generales en el lugar comienzan a bajar poco a poco, no por un cambio en el ánimo, sino porque más de un parroquiano ha dirigido la vista hacia la barra, donde la escena entre tú y el grupo se desarrolla. El joven soldado al que interpelas se queda paralizado por un segundo cuando tu brazo descansa con naturalidad sobre sus hombros. Parece que no está acostumbrado a este tipo de confianza, y aunque intenta mantener una sonrisa despreocupada, notas un leve titubeo en su postura, como si estuviera debatiéndose entre seguir el juego o retroceder. Por otro lado, tus palabras provocan un estallido de carcajadas en algunos de los marines, en particular en un hombre de mediana edad con barba rala y ojos vivaces que está sentado al final del grupo. Este último golpea la barra con la palma de la mano y suelta un comentario que no logras captar por completo, pero que parece un cumplido hacia ti. El corpulento con la cicatriz, que hasta ahora había estado evaluándote con mirada tranquila pero inquisitiva, esboza una media sonrisa. Hay un brillo astuto en sus ojos, como si estuviera analizando cada movimiento y palabra que dices, pero no muestra señales de hostilidad. Al contrario, da un largo trago a su jarra y se recuesta ligeramente contra la barra, como si estuviera interesado en ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Cuando pides las tres porciones de tarta al tabernero, este se limita a resoplar y girarse hacia la cocina sin decir nada, pero puedes sentir que te ha lanzado una mirada entre exasperada y resignada. Es posible que ya haya asumido que la noche será algo más caótica de lo habitual. Mientras tanto, el joven marine bajo tu brazo finalmente se anima a responder. Aunque no puedes escuchar sus palabras exactas, percibes que su tono es amistoso y que está intentando seguirte el ritmo. Sin embargo, es evidente que no tiene la misma soltura que tú para este tipo de situaciones sociales.
En el fondo de tu mente, sientes que la tensión inicial comienza a disiparse. Las risas y comentarios del grupo sugieren que, al menos por ahora, te ven como una fuente de entretenimiento más que como una amenaza. Incluso aquellos que parecían más reservados antes ahora te observan con algo de curiosidad. Sin embargo, también notas pequeños detalles que te hacen mantenerte alerta. El corpulento con la cicatriz no ha dejado de observarte con atención, y aunque no parece desconfiar de ti, es claro que no es alguien fácil de impresionar. Además, uno de los soldados más jóvenes, sentado cerca del extremo opuesto del grupo, mantiene una expresión seria y apenas se ha unido a las risas. Podría ser por timidez, o tal vez simplemente no confía en los extraños. Mientras esperas las tartas y el siguiente movimiento del grupo, sientes que la noche podría tomar varios caminos. Hasta ahora, tu carisma y confianza han capturado su atención, pero también te das cuenta de que este es solo el primer acto de una larga actuación. Tendrás que leer las reacciones de cada uno con cuidado y decidir cómo manejar las dinámicas del grupo para mantenerte en control. El calor de la taberna se siente más presente ahora. El fuego de la chimenea crepita suavemente al fondo, y el aire está cargado con una mezcla de aromas: el dulzor del ron que impregna la tarta que el tabernero está sirviendo, la madera caliente de los tablones, y el sudor salado de los marineros y soldados que ríen y charlan a su alrededor. Es un contraste abrumador con el frío cortante que espera afuera, pero aquí dentro todo parece más... humano. El joven marine bajo tu brazo empieza a soltarse un poco más. —¿Un trovador, eh?— dice con una sonrisa, aunque sus mejillas siguen algo encendidas. —Pues más vale que tengas buenas historias, porque este grupo ha visto de todo, ¿verdad, capitán?— Dirige una mirada al hombre corpulento con la cicatriz, a quien llama "capitán" sin pensar demasiado.
El aludido inclina la cabeza ligeramente, aceptando el título sin confirmar ni negar su rango. —¿De todo, dices?— responde con voz ronca pero calmada, mientras apoya su jarra en la barra y te dirige una mirada evaluadora. —Tal vez. Aunque siempre hay espacio para una buena historia, sobre todo si viene con una ronda.— El comentario provoca una carcajada generalizada en el grupo, y uno de los marines de mayor edad, el hombre con la barba rala, se adelanta con una jarra en mano y una sonrisa torcida. —¡Déjate de rodeos, Rugal! No puedes decir que hemos visto de todo sin contarle al trovador lo de la isla Wazonga.— Todos se miran los unos a otros. —Ah, sí, Wazonga…— dice el capitán, Rugal, con un suspiro cansado, aunque hay un destello de diversión en su mirada. —Estoy seguro de que el trovador moriría por escuchar esa historia.— El barbudo no espera más. —Era una misión de rutina— comienza, arrastrando las palabras mientras deja caer su jarra sobre la barra y gesticula exageradamente. —Un grupo de contrabandistas se había escondido en esa roca olvidada de la mano de Dios, y a nosotros nos mandaron a limpiarla. Fácil, ¿no? Pero no era fácil.
Alrededor, los marines ríen y hacen gestos que indican que ya conocen el relato. Sin embargo, su tono parece ligero, como si la experiencia, aunque tensa en su momento, ahora fuera motivo de orgullo o burla. —Resulta que esos contrabandistas no solo estaban bien armados, ¡sino que habían domado bestias salvajes! ¡Lobos marinos gigantes con dientes como espadas!" El barbudo se inclina hacia ti, agitando las manos para enfatizar la enormidad de las criaturas. "Salieron de las cuevas como si el infierno mismo los hubiese escupido. Y allí estábamos nosotros, rodeados, con el agua hasta las rodillas y esas cosas gruñendo...— Rugal interviene con voz grave. —Y entonces Garman aquí tropezó con su propio rifle y cayó de cabeza en el agua.— Mientras todos ríen, sientes que la tensión inicial del grupo hacia ti ha disminuido notablemente. Las risas, el calor y el flujo constante de cerveza parecen haber creado un ambiente mucho más relajado. Incluso el joven marine junto a ti parece más cómodo, y aunque algunos aún mantienen una postura reservada, como el chico callado en la esquina, la mayoría parece estar disfrutando de tu presencia. El tabernero regresa en ese momento con las tres porciones de tarta, colocándolas frente a ti con un movimiento brusco pero efectivo.
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Sasurai
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14-01-2025, 08:18 PM
La taberna al completo parecía expectante ante lo que iba a pasar, bajando el volumen de las conversaciones y centrando las miradas en la zona de la barra donde se encontraban los marines. Quizá estuviesen preocupados por si empezaba una pelea, o aburridos de sus vidas comunes y con ganas de nuevos cotilleos. En cualquier caso a Sasurai no le importaría, si acaso al contrario, se vendría más arriba al saber que tenía público. Además, su atrevimiento parecía haber pillado por sorpresa al soldado joven, dejándolo algo descolocado, y arrancado carcajadas en algunos de los soldados, con lo que por ahora la cosa iba bien.
Por su parte, el tabernero no parecía especialmente contento con la situación, pero tampoco había mucho que pudiese hacer al respecto. El músico podía entender su reticencia, ya que si la cosa se torcía y había una pelea podía dar mala fama o que algún otro cliente acabase herido, además de causar destrozos en el mobiliario. En lo que a él respectaba podía estar tranquilo, no obstante, pues lo último que quería era empezar ningún tipo de trifulca con diez marines.
Por el momento no había de qué preocuparse. La situación iba fluyendo, con la gente relajándose y las bromas y comentarios manteniéndose amistosos, lejos del conflicto. Al pelirrojo no le pasaba por alto que algunos estaban menos involucrados en el cachondeo y más pendientes de observarlo, pero bueno, eso era de esperar.
Por suerte no iba a tener que hacer nada sospechoso para sacarles información, pues ellos mismos, deseosos de alardear y demostrar lo duros que eran, se interpelaron entre ellos para que el "capitán" se lanzase a contar una batallita. Pese a las bromas y los comentarios, poco a poco el bardo iba recogiendo información útil. El de la cicatriz probablemente era capitán de verdad, pues dudaba que aún y en un ambiente relajado los marines usasen los rangos a la ligera o a modo de broma, dada la estructura naturalmente jerárquica de su organización. Además de eso, por lo que explicaban, parecía que eran un grupo más o menos competente y que tenía experiencia luchando juntos, o no habrían sobrevivido al encuentro.
Nada de esto le decía gran cosa sobre qué hacían allí, pero ya llegarían a eso, y lo importante era no preguntar demasiado rápido para que no fuese obvio que estaba intentando sacarles información. Compartiendo las risas y el ambiente amistoso, el músico no tuvo tiempo de decir nada más antes de que el tabernero llegase con las tartas.
- ¡Muchas gracias hombre! - Exclamaría alegremente mientras cogía uno de los platos. - Esta es para mi, las otras para que el resto también podáis probarla, que tiene muy buena pinta. - Anunciaría con una sonrisa, empezando a comer inmediatamente.
Entre bocado y bocado volvería a hablar, ahora en tono menos teatrero y más como quien se encuentra comiendo con su familia o amigos cercanos.
- Oye, y a parte de las acrobacias de Garman, ¿cómo salisteis de aquella? La verdad que admiro mucho a la gente como vosotros, capaces de afrontar el peligro espada en mano. - Diría en tono solemne, haciendo una pausa dramática para después añadir, más medio en broma. - Si no a ver qué narices iba a contar yo. Eso me recuerda, ¿tengo permiso para, ahem, embellecer lo que me contéis y luego narrarlo por ahí? ¿O estoy bajo secreto? - Preguntaría con una sonrisa, tentándoles con la idea de que los iba a inmortalizar en sus relatos y canciones para ver si así seguían contándole cosas.
Sasurai era consciente de que esa estrategia corría el riesgo de que empezasen a inventarse historias o exagerasen sobremanera, aunque esperaba que al haber un grupo se mantuviesen honestos entre ellos, llamando la atención del que se pasase demasiado. También había el peligro de que la conversación fuese en alguna dirección que no le interesaba, aunque eso era lo de menos. Fuese como fuese, lo fundamental era que por fin estaba comiéndose un pedazo de tarta de chocolate, y que al mismo tiempo estaba consiguiendo ganarse la confianza del grupo.
En su mente daba vueltas una pregunta fundamental, ¿qué iba a hacer con esa confianza? A priori veía dos opciones. La primera era intentar sacarles información sobre su misión en la isla, aunque eso podía ser tremendamente arriesgado y acabar con él detenido por espía. La segunda era conseguir que se emborrachasen hasta tal punto que al día siguiente no se tuviesen en pie y durmiesen hasta mediodía, con lo cuál independientemente de la misión que tuviesen seguramente llegarían tarde y harían un trabajo mediocre. Esa era la opción segura, hasta cierto punto, aunque no era fácil emborrachar a semejante grupo sin acabar él mismo como una cuba. En cualquier caso la decisión podía esperar hasta que se acabase la tarta, y quizá en ese periodo pasaba algo interesante. Por mucho que intentase ir de espía profesional y de planificador, lo cierto era que lo que mejor se le daba al pelirrojo era improvisar y reaccionar a las circunstancias.
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Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
15-01-2025, 08:35 AM
El calor de la taberna parecía intensificarse a medida que las carcajadas llenaban el aire. Garman daba otra de sus exageradas explicaciones sobre los lobos marinos de Wazonga mientras los demás marines lo interrumpían con comentarios sarcásticos y risas. El grupo estaba relajado, completamente envuelto en la conversación, y, a juzgar por las jarras vacías que se acumulaban en la barra, cada vez más susceptible al ron y al ambiente festivo. El capitán Rugal, no obstante, mantenía una actitud más reservada. Aunque ocasionalmente soltaba alguna risa grave o hacía comentarios mordaces, sus ojos evaluaban constantemente la sala, incluyéndote a ti. Su mirada no era hostil, pero tampoco completamente confiada. Estaba claro que era un hombre acostumbrado a ser precavido, incluso en sus momentos de esparcimiento.
—¿Embellecer nuestras historias, eh?— comentó finalmente Rugal, mirando la tarta que aún no había tocado. Su tono parecía curioso, aunque con un toque de humor seco. —Bueno, trovador, supongo que no hace daño añadirle un poco de brillo a la realidad. La historia de Wazonga ya está bastante 'embellecida' por este idiota de aquí.— Señaló a Garman con el pulgar, lo que provocó otra ronda de risas. En ese momento, el soldado más joven, que había estado en silencio desde tu espectáculo inicial, se inclinó hacia la barra con una sonrisa tímida. —Si vas a contar historias sobre nosotros, no te olvides de la de mañana. Quiero que todo el mundo oiga hablar de lo que haremos.— Los demás marines intercambiaron miradas, algunos levantando las cejas con curiosidad, otros pareciendo ligeramente incómodos. Fue Garman quien rompió el silencio con una risotada y una palmada en la espalda del joven. —¡Por fin dices algo interesante, chico! ¿Estás deseando montar en esos bichos raros o qué?—
—¿Bichos raros?— preguntó otro marine, uno más veterano y algo achispado, con la nariz roja y la voz arrastrada. —¡Hablas de ellos como si fueran simples caballos! Yo no me fío de esos… pulpos gigantes. ¿Quién demonios confía en una cosa con tantas patas?— Un murmullo de acuerdo y desacuerdo recorrió al grupo. Rugal, que hasta entonces había estado en silencio, tomó su jarra y se inclinó ligeramente hacia adelante. —Son el medio de transporte más rápido que tenemos en este lugar, y a estas alturas ya deberías saber que no estamos aquí para discutir nuestras monturas. Estamos aquí para cumplir con nuestra misión.— La palabra misión flotó en el aire como una chispa, encendiendo tu interés al instante.
—¡Ah, sí, la misión! Qué gran idea. — intervino Garman, sarcástico. —Montar en esos monstruos hasta el North Blue, con este clima, para lidiar con quién sabe qué locura nos tengan preparada. ¿Qué era eso de que la Marina siempre asigna sus mejores recursos a las misiones más importantes? Porque aquí estamos nosotros, congelándonos el culo en esta roca.—
—Silencio. — dijo Rugal, sin alzar la voz pero con un tono que cortó la conversación de golpe. —Hablaremos de eso mañana. Ahora, disfrutemos de la noche. Que el trovador nos cuente una historia, ¿no?— A pesar del cambio de tema forzado, los fragmentos de información se acumulaban en tu mente. Habían mencionado pulpos gigantes, el North Blue y algo sobre una misión que parecía ser más complicada de lo que los marines esperaban. Aunque no habían entrado en detalles, todo apuntaba a que su tarea tenía relación con los transportes programados para la mañana. El joven marine, que parecía demasiado ansioso por impresionar, habló de nuevo, ajeno a la tensión en el aire. —¿Tú has montado en uno de esos pulpos alguna vez?— te preguntó directamente, con una mezcla de curiosidad y envidia. —Dicen que es como volar, pero más… pegajoso. Yo tengo mis dudas.—
Por un momento, todas las miradas se dirigieron a ti de nuevo, dándote la oportunidad de responder o redirigir la conversación, mientras en el fondo de tu mente las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.
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Sasurai
-
16-01-2025, 09:00 PM
Entre el calor de la taberna y el que provocaba la cerveza, todo parecía ir viento en popa. Aunque el capitán se mantenía en control, con actitud reservada y observando la situación sin dejarse llevar, la mayor parte del grupo estaba relajado y medio borracho, más que dispuesto a compartir. Mientras Rugal siguiese vigilante existiría el riesgo, pero lo cierto era que para obtener información no necesitaba que todos se fuesen de la lengua, tan solo encontrar el eslabón más débil y presionarlo con la suficiente sutileza para que, en caso de que hubiese problemas, los tuviese el que había hablado y no él.
En cualquier caso por ahora su estrategia estaba funcionando. Después de "pedirles permiso" para contar sus historias no tardó en saltar el más joven, conduciendo la conversación a los pulpos voladores, y otros se le unieron. Sin duda era lo que les había traído aquí y un tema que tenían en el centro de sus mentes, tan solo esperando que alguien les abriese la puerta para empezar a hablar. Por supuesto el capitán no tardaría en meterlos en vereda y evitar que hablasen demasiado, pero ya habían dicho mucho.
Sasurai, por su parte, iba tomando nota mental, aunque en el exterior no dejase de sonreír. Tenían una misión: montar en los pulpos gigantes para viajar al North Blue, aunque al parecer ni ellos mismos tenían claro qué iban a hacer allí, o al menos no el que había hablado. Aún así, eso era información suficiente para saber que si podía impedir que llegasen a tiempo, o hacer que al menos llegasen con resaca, estaría ayudando a la causa. Si además lograba extraer más datos jugosos antes de que acabase la noche pues tanto mejor.
No iba a ser fácil, no obstante, y debía ser cuidadoso. Con escasa sutileza pero de forma efectiva, Rugal había reconducido de nuevo el peso de la conversación hacia el músico, evitando temporalmente que sus hombres divulgasen algún secreto delicado. Esto no suponía un problema para el pelirrojo, que disfrutaba siendo el centro de atención, y además parecía que tenía un aliado en el marino joven, empeñado en devolver el tema a los pulpos.
- ¿En pulpo gigante? ¡Jamás! Aunque me encantaría vivir la experiencia. He viajado en todo tipo de barcos, montado en un wotan de más de veinte metros. - Explicaría en tono rimbombante, haciendo gestos con los brazos para indicar la enormidad. Después haría una pequeña pausa y bajaría el tono, como si les estuviese confiando un secreto. - Incluso una vez escapé de una isla desierta montado sobre dos tortugas gigantes, una en cada pie, y creedme que no es nada fácil hacerlas ir a la misma velocidad... y menos mal que las dos eran macho, si llegan a ser hembra y macho, no me quiero imaginar lo que hubiese pasado... - Añadiría, siguiendo su principio de embellecer o, en este caso, inventarse directamente las cosas. Todo fuese por tener una historia interesante.
Antes de que pudiesen preguntarle más sobre su descabellada batallita pondría gesto pensativo, lanzando un par de preguntas para devolver el peso de la conversación al grupo de marineros, con la esperanza de sacar algo más de provecho.
- Ahora que pienso, ¿cómo tengo que llamaros cuando cuente vuestra historia? ¿Rugal y sus temibles lobos marinos? - Preguntaría sonriente, guiñando un ojo a Garman, que era el que más había estado hablando sobre ese incidente. - Y también necesitamos un buen título para lo de mañana. Hmmm. - Fingió permanecer pensativo, dejando margen para que alguien sugiriese títulos, con suerte dándole información que aún no tuviese. Poco después se levantaría para llamar la atención del tabernero. - ¿Y sabéis qué necesitamos también? ¡Más cerveza! -
La noche seguía y una idea nueva apareció en su cabeza, guardándola para usarla más adelante y lamentándose por no haberlo pensado antes. Se le había ocurrido al hablar de las dos tortugas hembra y macho y lo que habría podido pasar. En su experiencia solo había una cosa más efectiva que el alcohol para hacer hablar a la gente, y eso era el deseo sexual. Asumiendo que la mayoría del grupo fuese heterosexual, si podía encontrar un grupo de mujeres bonitas seguro que se venían arriba y empezaban a contar todo tipo de detalles para intentar impresionarlas. Además, hasta el momento Rugal se había mostrado relativamente inmune a la presión de grupo y a la cerveza, manteniéndose en control. ¿Sería capaz también de resistirse a la seducción clásica? Con un poco de suerte lo podría descubrir pronto. Así, aprovechando que se había levantado para pedir más bebidas, el treintañero daría un vistazo alrededor del local, intentando localizar algún grupo del sexo opuesto que pudiese usar para sus fines.
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Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
18-01-2025, 08:59 AM
El marine joven, que ya había demostrado ser el más impresionable del grupo, abrió los ojos de par en par al escuchar la historia de las tortugas gigantes. Su mandíbula prácticamente cayó al suelo. —¿¡Dos tortugas gigantes!?" — exclamó, completamente atrapado por la narrativa de Sasurai. —Eso suena… ¡increíble! ¿Y cómo hiciste para mantenerlas sincronizadas? ¿Usaste algún tipo de arnés o… o simplemente tenías un don natural para domar criaturas marinas?— La inocencia y el entusiasmo en sus palabras provocaron risas entre el grupo, incluso del propio Rugal, aunque este solo sacudió la cabeza con una leve sonrisa, como si supiera que Sasurai estaba adornando la verdad. Garman, por otro lado, aprovechó para intervenir con una carcajada. —¡Por favor! Seguro que les cantó una de esas canciones suyas y las tortugas se sincronizaron por miedo a escuchar más.— Las risas se redoblaron, y el joven marine, aunque algo avergonzado, no parecía dispuesto a abandonar la conversación. —Bueno, sea como sea, nunca había oído algo tan loco. Seguro que montar en los pulpos no es nada comparado con eso.— Algunos marines comenzaron a bromear, ofreciendo títulos absurdos como —Los héroes del océano pegajoso" o "Rugal y los cabalgadores de pulpos" — lo que mantenía el ambiente animado y el interés del grupo centrado en el músico.
Cuando Sasurai se levantó para pedir más cerveza, su mirada recorrió la taberna con intención. Cerca de una esquina, al fondo del local, vio un pequeño grupo de mujeres que reían entre ellas. Sus ropas eran humildes, pero había algo en su energía que las hacía destacar, eran jóvenes, vivaces, y parecían disfrutar de la noche sin preocuparse demasiado por lo que ocurría a su alrededor. Una de ellas tenía una melena rizada y oscura que se sacudía cada vez que reía, mientras otra jugaba con los bordes de su chaleco ajustado, coqueta, ignorando los murmullos ocasionales de algún hombre en las mesas cercanas.
Justo lo que buscas. Pero justo cuando estabas planeando tu entrada triunfal en su dirección, un grito alborotado lo sacó de su concentración.
— Eh! ¡Eh, eh, eh! ¡Apaga eso, idiota!—
El grito provenía de uno de los marines, que estaba intentando arrancarle una botella de ron de las manos a un camarada evidentemente ebrio. Este último, con las mejillas encendidas y una sonrisa descontrolada, balbuceaba algo sobre "mostrarles cómo se hacía un verdadero truco de fuego." Para horror de todos, el marine había conseguido prender fuego a un pequeño trapo con la ayuda de una vela y ahora lo agitaba como si fuera una antorcha improvisada. El humo comenzó a esparcirse cuando accidentalmente dejó caer el trapo sobre una mesa de madera. La llama se extendió rápidamente, alimentada por el aceite derramado de una jarra volcada. El grupo de mujeres que Sasurai había identificado se levantó de golpe, alejándose rápidamente del fuego y del marine borracho, quien ahora intentaba, inútilmente, pisotear las llamas mientras seguía riendo como un loco. El humo comenzó a llenar la taberna, y los comentarios nerviosos se transformaron en gritos y empujones mientras algunos clientes se apresuraban a salir por la puerta principal.
Entre tanto caos, Sasurai tuvo que decidir rápidamente qué hacer. ¿Ayudaría a apagar el incendio para seguir ganándose la confianza del grupo? ¿O aprovecharía el desorden para intentar conseguir algo más de información? Fuese como fuese, estaba claro que su noche de "sutiles maniobras" acababa de complicarse drásticamente.
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Sasurai
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18-01-2025, 11:39 PM
Sorprendido por lo inocente que era el chaval y casi sintiéndose mal porque se estuviese entusiasmando con la historia, Sasurai disfrutaría la atención y las preguntas, inventando respuestas que sonasen medio verosímiles, pero que más de uno podría ver que eran absurdas, y aceptando de buen grado las bromas y comentarios del resto del grupo. Ante el comentario de que seguro que montar en los pulpos no era nada fingiría una pose heroica, afirmando que por supuesto para un aventurero experimentado como él nada era demasiado extraño ni alocado.
Después de eso seguirían con los nombres, obteniendo más bromas y buen rollo, y muchas propuestas absurdas, pero nada que le diese información interesante. Aún así cada minuto que pasaba con ellos era tiempo bien invertido, pues conforme transcurría la noche se iba ganando su confianza e iba haciendo que se relajasen más y más en su presencia.
Lo que necesitaba para terminar de sacarles sus secretos era mujeres, y ya las tenía localizadas, pero por supuesto nada iba a ser fácil. Un grito alborotado forzaría al músico a dejar sus planes y su imaginación y volver a la realidad, donde uno de los puñeteros soldados estaba a punto de pegarle fuego al bar.
Era un contratiempo, pero nada grave. Acostumbrado a ser él mismo quien descarrilaba cualquier plan que se propusiese, el pelirrojo no se dejaría desanimar por este nuevo desafío. Con unos reflejos y una agilidad que traicionaban que sus capacidades estaban por encima de lo que aparentaba su fachada de músico desastrado e indefenso, el treintañero saltaría por encima de la barra, buscando allí un sifón o algún otro recipiente grande con agua.
- Mantente cerca del suelo para evitar el humo e intenta abrir puertas o ventanas. -
Ordenaría a quien tuviese más cerca, probablemente el tabernero o alguna camarera que hubiese tras la barra. Sin esperar respuesta se agacharía tras la barra para coger aire lo más limpio posible, saltando después de nuevo por encima de la barra y usando el agua que hubiese conseguido para intentar apagar el fuego, lanzándola a la base de las llamas.
- La madre que os parió, ayudadme a apagar esto y vigilad que nadie acaba herido. No voy a decir que sea la primera vez que no me dejan volver a una taberna, pero no quiero que sea por provocar un incendio. -
Diría en un tono que casi pedía que le obedeciesen, tomando el papel de un sargento en las trincheras de una guerra imaginaria. Era consciente de que con esa exhibición se arriesgaba a que sospechasen de él o le empezasen a hacer muchas preguntas, pero también era posible que pudiese ganarse la medallita de héroe y conseguir aún más credibilidad y confianza. Al fin y al cabo les estaba salvando de un buen problema, pues desde luego a sus superiores no les iba a hacer gracia que sus marines fuesen por ahí causando incendios.
En medio de todo esto un pensamiento cruzaría de nuevo su mente, aunque quizá no era el momento. ¡Mujeres! Si el fuego estaba bajo control volvería a dar un vistazo a ver si seguían por allí, y si habían visto su actuación heroica. No había nada como haberle salvado la vida a alguien, aunque quizá eso fuese exagerar un poco, para que estuviesen dispuestas a ofrecerle una cama caliente y tal vez hasta servicio de desayuno. La noche se estaba complicando, sin duda, pero Sasurai nunca perdía el optimismo.
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