Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Aventura] [T2] Paciente Octópodo
Kobeni
Agente K
7 de Invierno del 724 / Isla Tortuga

Isla Tortuga, un lugar y difícil para la gente que quiera pasar por esta Isla ubicada en el North Blue. Se sabe que esta isla es curiosa, pues no es una formación de tierra y roca natural, sino los huesos fosilizados de una enorme tortuga ancestral que se encontró con su final en esa zona. También es bien sabido que la isla no es para nada segura, está repleta de piratas, contrabandistas y todo tipo de criminales, un paraíso para este tipo de gente, fuera del dominio de la Marina o el Cipher Pol, pero esto no quiere decir que alguien perteneciente a estas organizaciones esté rondando por ahí, aunque tomando sus precauciones, pues muy probablemente sea abatido más rápido de lo que el Gobierno puede capturar piratas.

En una zona de esta isla tan caótica, se encontraba un joven proveniente de Arabasta, de cabellos morados, figura robusta y un rostro tallado por los ángeles que seguramente haría que las chicas se enamoraran al instante. El muchacho había llegado a Tortuga por medio de un transporte un tanto peculiar, un enorme pulpo que se puede inflar como un globo y cargar barcos con sus tentáculos y transportarlos a lugares remotos, lamentablemente, humano y animal sufrieron la furia implacable de la naturaleza, una tormenta que no distinguió entre lo suyo y lo externo, provocando que tuvieran que hacer un “aterrizaje” de suma emergencia, y para mala suerte de Horus, tuvo que ser en Tortuga.

Pero aquel muchacho de Arabasta tenía un corazón tan grande que decidió ayudar al animal que, de no ser por él, no habría podido abandonar el East Blue y emprender su aventura en las aguas del North. El pulpo se encontraba en un mal estado luego de la tormenta, pero su estado poco a poco con el pasar de las horas, iba empeorando y necesitaba ayuda urgente, de lo contrario, talvez iría directo a conocer a la ancestral Tortuga sobre la que estaba reposando. La misión del mercader era sencilla en teoría, encontrar algún curandero o remedio para atender al pulpo globo y salvarlo de las garras de la muerte, en otra isla, eso sería extremadamente fácil, la gente a mundo tiende a ser amigable y no dejarían a su suerte a un pobre animal tan majestuoso y bonito como el pulpo globo, pero estamos hablando de isla Tortuga, un lugar que como ya se dijo, abunda lo peor de la humanidad.

Horus tenía varias opciones para encontrar lo que buscaba. Podría tomar prestada la ayuda de la naturaleza y buscar alguna planta medicinal en la flora local, pero para eso se debe conocer cómo son y, sobre todo, cómo tratar esas plantas para extraer la medicina. Por otro lado, podría dirigirse a Champa, el centro bullicioso de la isla en donde seguramente encontraría algún mercader que tuviera a la venta medicinas y equipo médico, o talvez encontraría a algún curandero por ahí que seguramente buscaría una compensación monetaria por sus servicios. Todo dependía de él.

¿Horus sería capaz de ayudar al pulpo? O, ¿Fallaría miserablemente dejándolo morir?

Off
#1
Horus
El Sol
Personaje
Ese pulpo globo había sido, sin lugar a dudas, el héroe que me aseguró la llegada sano y salvo hasta el North Blue. Quién sabe qué hubiera pasado si el pulpo se rendía y soltaba la embarcación mucho antes con tal de salvar su vida. Pero, gracias a sus esfuerzos, mis compañeros y yo logramos aterrizar en la isla Tortuga, aunque no era el destino que esperábamos para nada. Aunque nuestra situación pareciera algo trágica en esos momentos, al carecer de forma de zarpar de una isla tan peligrosa, no teníamos un barco ni medios, y era bastante difícil confiar en que alguien que andara por esa isla nos fuera a sacar de la misma; así que nos tocaba valernos por nuestros propios medios.

Pero, antes de idear cómo lograr abandonar la isla, mientras la situación no se pusiera peligrosa, tenía el objetivo claro de investigar la leyenda del Santuario del Mary y los Tribulantes. Aunque no sería una aventura fácil, estaba emocionado por emprender una aventura como esa, y creo que es cosa del destino que el pulpo nos trajera hasta esta isla. Así que pensaba abrazar ese destino sin dudarlo y enfrascarme en una emocionante y trepidante búsqueda del tesoro. Aunque no esperaba encontrar un tesoro, sí esperaba hallar ruinas e historia de una antigua civilización; tal vez pruebas fehacientes de algún mito o leyenda. No lo sabía, y no saber algo era fascinante, porque significaba que había un misterio que resolver.

Sin embargo, no me sería posible iniciar mi búsqueda de la verdad tan pronto. El otro día, entre Anaka y yo, habíamos intentado vendar un poco las heridas del pulpo con los restos de las velas del barco para estabilizarlo, pero su condición no mejoraba. Estaba empezando a temer que alguna de las heridas se hubiera infectado o quizás era desnutrición, ya que, al no moverse, tampoco comió nada. No sabía qué comían estos pulpos y, si además de herido no se alimentaba, era difícil que se recuperara. Así que, hablando con Anaka, decidimos ayudar al cefalópodo para salvarle la vida a cualquier costo.

Opté por intentar buscar algún remedio natural con lo que la naturaleza me ofrecía, puesto que no me fiaba de dar la voz por Champa de que un pulpo gigante estaba moribundo en la costa; acabaría siendo la cena de media ciudad si un rumor así comenzaba a esparcirse. Además, contaba con cierta confianza en mis habilidades para la búsqueda en la naturaleza. Durante toda mi vida, fui alguien muy estudioso en muchos campos y ámbitos, así como un aficionado a la exploración, porque desde pequeño tenía claro que eventualmente saldría a buscar antiguas civilizaciones por el mundo, y eso requiere estar preparado.

Tenía una cierta formación en la transcripción de libros de múltiples disciplinas y traducción, lo que incluyó, en algunas ocasiones, libros de medicina y de primeros auxilios. Por eso, era capaz de diferenciar algunas hierbas y plantas medicinales, así como contar con un mínimo conocimiento de cocina para saber qué cosas también eran verduras y plantas comestibles. De hecho, si encontraba ginseng, sería un gran reconstituyente para devolverle energía al pulpo. Un médico prepararía algo más elaborado y decente con el ingrediente, pero incluso en crudo ya era un buen ingrediente. Al fin y al cabo, muchos remedios naturales se consumen por los animales sin ninguna elaboración para sanar sus problemas. Solo que los humanos hemos logrado llevar la medicina mucho más lejos.

Así fue como emprendería el camino por la vegetación que cubría las colinas de huesos. No sabía qué plantas encontraría en una isla que se formó sobre el cadáver de una tortuga gigante, pero esperaba que, aun siendo invierno, pudiera encontrar lo que necesitaba. Por fortuna, estaba muy familiarizado con la exploración y búsqueda en la naturaleza; un aventurero nunca sabe cuándo deberá buscar su propia comida o agua en medio de sus expediciones y debe estar preparado en todo momento para cualquier cosa.


Información
#2
Kobeni
Agente K
El explorador de Arabasta decidió salir a explorar la naturaleza de la Isla, una muy buena decisión a sabiendas de los peligros que implicaba ir a Champa y tratar con su gente, casi se podría decir que se salvó de un intento de robo o de algo mucho peor, quien sabe con qué tipo de personas se podría cruzar si se atrevía a ingresar.

En las colinas de huesos, la vegetación no era muy variada y tampoco bonita como en otras islas, la flora de la Isla Tortuga se componía mayormente por áreas musgosas que cubrían los huesos y los dotaban de un color verde llamativo, pero algo era cierto, definitivamente no tenían un buen olor, creando así un ambiente lúgubre e inhóspito para la vida, siendo muy pocas las especies que lograban mantenerse con vida en un lugar como ese. Pero esto era un buen indicativo de que se encontraba en una zona con alta humedad, por lo que, con un poco de esfuerzo y suerte, Horus encontraría alguna planta medicinal al que fuera capaz de crecer en un ecosistema tan extraño.

Si Horus decidía seguir buscando y subiendo la colina, no tardaría mucho en encontrar algunas diferencias con las faldas de ésta. Algunas bromelias y orquídeas se encontraban entre las grietas de los huesos y, aunque en menor cantidad, no dejaba de ser una señal de que estaba avanzando en la búsqueda. Estas plantas hacían posible su supervivencia al aprovecharse de la humedad y los pocos nutrientes que las grietas de hueso podían almacenar. Parecía que ni habría nada más interesante en la zona y que a rastras tendría que buscar ayuda en Champa, pero el destino y la suerte le sonrió al muchacho cuando, sí era observador, podría notar que, en una de las áreas encharcadas y musgosas, había una planta diferente a todas las vistas en la zona.

La planta en cuestión era mucho más bonita que el musgo, haciéndola destacar, su color rosado y su centro rojizo la dotaba de belleza. Se trataba de un ejemplar de equinácea, más precisamente su variante de hoja estrecha. Aquella planta era usada en la medicina herbolaria para distintos tratamientos como llagas, úlceras y heridas abiertas, seguramente sería perfecta para elaborar un remedio y tratar las heridas del pulpo globo. La flor estaba ahí, reposando de lo más normal, Horus tendría que mancharse un poco las botas de musgo para tomarla, pero ¿eso importaba cuando estaba tan cerca de su “tesoro”? A simple vista no había ningún animal salvaje que pudiera atentar contra su integridad, por lo que el área era segura.
#3
Horus
El Sol
El tiempo jugaba en mi contra y era necesario apurarme en mi búsqueda. El gran pulpo se encontraba en una situación un tanto crítica y era imposible saber a ciencia cierta cuánto tardaría en exhalar su último aliento. Por lo tanto, mi búsqueda de alguna medicina natural debía ser imperativa en todo momento y debía darnos prisa. Aunque lo cierto es que no sabía muy bien qué podría encontrar en una isla formada por huesos como esa, confiaba en que las tormentas y mareas habrían ido trayendo con los años algunos sedimentos de tierra que se acumularan en ciertas zonas y lograran formar una vegetación variada, si se sabía buscar.

Esperaba tener fortuna en mi búsqueda; de lo contrario, no tendría más remedio que ir a Champa en busca de algunas plantas o un curandero. Pero allí era más que probable que intentaran estafarme con algo como plantas medicinales, y si se enteraban de algo acerca del pulpo, corría el riesgo de que fueran tras él y, por lo tanto, también dieran con Anaka y Anubis. No podía exponer a mis compañeros así como así. Por lo tanto, era primordial que Isis y yo lográramos dar con las plantas medicinales necesarias para tratar a nuestro buen compañero, que nos trajo sanos y salvos hasta esta costa.

El lugar era un tanto peculiar; no cabía duda de ello. Su estructura, compuesta por gigantescos huesos agrietados y erosionados por el paso de los siglos, era una inquietante escena. Los rastros de sedimentos y polvo que se encontraban fácilmente como arena fina dejaban más que claro, con solo tocarlos, que no eran arena, sino los restos de las erosiones y el desgaste de los huesos. Pero aun así, los huesos contaban con algunos nutrientes; no por nada algunos animales los comen o mordisquean. Con la notable humedad del ambiente, muchas zonas de aquel páramo esquelético se encontraban cubiertas por un musgo verdoso. Era una extraña escena en la que, a distancia, se podía intuir y apreciar la forma de los huesos, a pesar de su inmensidad; eran verdosos como un esqueleto gigante de esmeralda o jade.

Sin embargo, mi búsqueda no estaba siendo fructífera. Había musgo, lo cual daba pie a que en algunas zonas hubiera tierra o abono; al fin y al cabo, el musgo crece, se pudre, se sedimenta y vuelve a crecer sobre los restos del anterior, generando una cierta biomasa en el suelo. Por eso me alegraba encontrar tanta abundancia de musgo. Sin embargo, la flora era más escasa de lo que esperaba. A duras penas encontré algunas orquídeas y flores silvestres en cantidades reducidas conforme escalaba por la tortuosa tortuga ancestral. Me estaba dando algo de miedo que no hubiera crecido ninguna planta medicinal en ese lugar. Aunque la ausencia de fauna también me estaba indicando que tal vez no había realmente plantas valiosas. Al fin y al cabo, si faltan vegetales y plantas en un ecosistema, faltarán los herbívoros y, en ausencia de herbívoros, faltarán los carnívoros, creando así el fin de la cadena alimenticia de ese ecosistema. Lo más probable es que en la isla hubiera principalmente aves marinas dedicadas a pescar y algunos crustáceos en la zona costera, pero mi búsqueda tenía mala pinta.

O eso pensaba yo, porque la perseverancia termina por ser recompensada al final del día. Sería Isis quien me avisaría con un graznido agudo y sonoro desde los cielos de que había visto algo. Seguí los pasos del ave rapaz hasta dar con una laguna donde el musgo y el agua de la lluvia habían formado un pequeño lodazal. En el centro del mismo se alzaba el objeto de color carmesí que Isis había reconocido desde las alturas: una equinácea de hoja estrecha cuyo color y belleza destacaban en el lugar como una vela en la oscuridad, siendo, al fin, una pequeña respuesta a mi búsqueda de una planta medicinal y encima, una muy adecuada.

Sin dudarlo ni un momento, comencé a avanzar hacia ella, incluso introduciendo mis pies en el lodazal, aunque había dejado gran parte de mi túnica fuera, bien plegada. Avanzaba solo con los pantalones y las botas reforzadas que solía llevar, dejando mi torso completamente desnudo. El pantalón y las botas eran fáciles de limpiar y evitaban que me manchara, pero si la túnica se empezaba a ensuciar de lodo, pesaría mucho, dado que era mucha tela, y eso sí que ya costaría más de limpiar si se iba arrastrando por el barro. Prefería adentrarme a paso lento pero seguro. Antes de poner un pie en ese lodo, intenté comprobar su profundidad y consistencia, no fuera que hubiera arenas movedizas, con las cuales ya estaba familiarizado, y no tenía interés en hundirme allí. Si comprobaba que el lodo era seguro, avanzaría lentamente hacia la planta mientras Isis daba vueltas en el cielo sobre el lodazal, vigilando la zona.
#4
Kobeni
Agente K
Horus avanzó de forma determinada por el área musgosa, dispuesto a obtener aquella equinácea que le permitiría crear un remedio para las heridas de su transportista. El suelo debajo de él se hundía levemente, pero se tocaba tierra firme muy pronto, por lo que no sería tragado como si de una arena movediza se tratara, tampoco era un problema para su movilización, pues el joven de Arabasta también podría caminar de forma normal, sin mucha disminución en su velocidad de movimiento. La hermosa flor presente era, ciertamente, escasa, y en una isla repleta de rufianes, son varias las personas que deciden aventurarse en la naturaleza para obtener recursos en lugar de comprarlos.

A los oídos del muchacho llegaría el aleteo de una gaviota que volaba por encima de él a una altura considerable, el pequeño animal blanquecino dio algunas vueltas sobre el área, un comportamiento peculiar para ese tipo de animales que, sin duda, dejaría en que pensar al que lo viera, principalmente porque estaban algo alejados de la costa, lugar que se sabe, es como un hábitat para este tipo de aves. Tras unos segundos de observación, el animal volador se retiraría de la zona de forma pacífica, sin muchos enredos. Pero la extrañeza de la situación seguía presente ¿Qué podría estar haciendo ahí una gaviota? Pero lo que más destacaba era su comportamiento, estaba claro que el ave había explorado la zona desde el cielo a órdenes de alguien y ese alguien no tardaría en aparecer.

En la lejanía, un individuo se acercaba al área del musgo tranquilamente, su andar relajado dejaba ver que en el momento no tenía intenciones de empezar una riña con alguien, pero sí que tenía intenciones de discutir la pertenencia de esa bonita equinácea. Aquella silueta aparecería finalmente a los ojos de Horus, mostrando su apariencia imponente y musculosa, con su piel que combinaba tonos grises y anaranjados, su mandíbula era ancha y en el momento que el hombre sonrió, mostró sus afilados dientes puntiagudos, se trataba de un Gyojin Piraña. El tipo mantuvo una distancia de coherente del lodazal, observando detenidamente a Horus, en su hombro, reposaba la pequeña gaviota tal cual lo hacían los loros en la imagen común de los piratas, sin duda alguna, era su mascota.

Un suspiro salió de la nariz del Gyojin antes de que comenzará a hablar con una voz ronca y un tono que combinaba lo amigable con lo autoritario de una forma extraña — Saludos, muchacho… Lamento decepcionarte, pero esa planta es mía… Siempre me paso por aquí para recolectarlas y un forastero como tú no tiene derecho a tomarla porque sí... Déjala en su sitio y puedes retirarte, no quiero empezar problemas por aquí... — Las palabras del pirata eran claras y no dejaban nada a la suposición, él también reclamaba la equinácea como suya y estaba dispuesto a empezar los problemas con tal de regresar con ella en el bolso.

Off
#5
Horus
El Sol
Al fin había ocurrido, estaba frente a mí la planta medicinal que podría ayudar al valeroso pulpo que nos trajo a salvo a tierra, aun a costa de prácticamente su vida. Me estaba manchando las ropas, pero no me importaba un poco de lodo a cambio de conseguir la planta medicinal. Mi torso estaba al descubierto a causa de haber retirado la mayor parte de mi túnica para que apenas se mancharan mis pantalones y botas. Conservé las botas para no correr el riesgo de pisar alguna astilla de hueso o algo por el estilo en el fondo del lodazal, ya que esto no era tierra firme, sino residuos acumulados por las lluvias con los siglos sobre una pradera de huesos de un cadáver gigante.

Pero cuando estaba por alcanzar la planta, el revoloteo de una gaviota me detuvo y llamó mi atención. No era raro ver una gaviota en una isla, evidentemente. Pero sus movimientos eran algo peculiares, me recordaban a Isis cuando estaba explorando y reconociendo el terreno. Así que no tardé en deducir que se trataba de la planta amaestrada de alguien. Eso me puso un poco en alerta ante la posible inminente llegada de una persona, sobre todo cuando la gaviota se retiró claramente para informar. Podríamos haberla detenido; Isis, al fin y al cabo, era un ave rapaz y podía cazar con facilidad a pequeñas aves como una gaviota, pero no me lo planteé mucho, porque no quería enemistarme de forma innecesaria con nadie, y yo tampoco quisiera que le hicieran eso a Isis. Así que me mantuve a la espera por unos momentos.

Y efectivamente, no tardó mucho en dejarse ver a lo lejos. La figura imponente y regia de un hombre musculoso que portaba la gaviota en su hombro, dando vida a las ilustraciones de los relatos sobre los piratas. Su porte era algo imponente, aunque no parecía venir con malas intenciones, por lo menos de buenas a primeras. Pero no podía bajar la guardia solo por eso, dado que nos encontrábamos en una isla de piratas y criminales, aunque aún podía haber alguien con buenas intenciones como el viejo Dolos. Pero en este caso no me parecía sonreír tanto la fortuna como en aquella ocasión, puesto que el hombre claramente quería tomar la planta para él, reclamando ese lugar como una zona frecuentada por él. Aunque la violencia podría haber resultado en una solución de buenas a primeras, opté por el diálogo y el entendimiento.

— Lamento mucho haber entrado en tu territorio, pero hace un par de días que naufragamos en esta isla y lamentablemente tengo un compañero que no corrió tanta suerte como yo. Tiene algunas heridas abiertas y buscaba un remedio para tratarlas. Te pido, por favor, que me dejes tomar la equinácea solo por esta vez — me giré avanzando un poco.

Dejaba de lado la planta para que no viera como que intentaba tomarla por sorpresa, pero buscaba el diálogo con él.

— Al naufragar no tenemos gran cosa y me sería imposible obtener algo de medicina en Champa. Por eso salí a buscar algo en la naturaleza, pero te prometo que solo será por esta ocasión. Aunque no tengamos mucho, si se te ocurre algún intercambio o favor, podríamos negociar por la planta — propuse.

No era la mejor de mis negociaciones, de hecho, era la peor en mucho tiempo. Mostrar las cartas de uno de buenas a primeras y mostrarse algo desesperado era muy negativo. Pero sin duda no podía permitirme riesgos ni molestar al hombre para que me pusiera problemas. El pulpo necesitaba ese medicamento, así que debía darme prisa.
#6
Kobeni
Agente K
El Gyojin Piraña escuchaba con atención lo que tenía que decir Horus, no le hacía mucha gracia que un desconocido llegara y de buenas a primeras quisiera tomar un recurso tan escaso como las plantas medicinales de lo que él consideraba su territorio, aunque no fuera al cien por ciento de él, pero si era de las personas que más lo frecuentaban. El muchacho corpulento hizo un movimiento extraño que llamó la atención del enorme hombre pez, pero no le dio mucha importancia creyendo que solo se acomodaba para pisar bien en el lodazal.

La historia de Horus le pareció en cierta parte, conmovedora, podría incluso llegar a entender la situación por la que estaba pasando y el sentir del joven que tenía en frente, él también había llegado a naufragar tiempo atrás en varias ocasiones, aunque, por su raza, podía nadar por el agua ágilmente, por lo que los naufragios no eran gran problema para él, lo que siempre significaba un problema era la pérdida de compañeros, como la que Horus describía en sus palabras. El Gyojin era un pirata y criminal, obviamente sí, pero eso no quitaba el sentido de compañerismo que tenía con la pequeñísima tripulación a la que pertenecía en ese momento.

La bestia marina giró su cabeza a un lado para mirar a su mascota gaviota ubicada en su hombro, como sí le estuviera preguntando con la mirada que hacer o que responderle al explorador de Arabasta. Lo dudó por algunos segundos mientras hacía movimientos con su mandíbula, como si estuviera mascando algo, pero no era así. Su mirada se devolvió fugazmente al peli morado para después empezar a visualizar con más atención su entorno, fijando sus ojos en la hermosa túnica que estaba en el suelo, fuera de la suciedad y humedad del lodazal. En ese momento una chispa de interés despertó en él, aquella prenda era similar a lo que había leído en libros de moda sobre la vestimenta de la gente de Arabasta, en su mente, ya se había formado la idea del intercambio.

— Mmm… Te voy a tomar la palabra, muchacho… Me dejas llevarme esta túnica de aquí, que supongo te pertenece, y yo dejo que tomes aquella equinácea… — Aquella prenda era como un posible tesoro para el Gyojin piraña, podría buscar ponerla a la venta en alguna subasta de Champa y ganar algo de dinero con ella, si era una prenda que fue hecha legítimamente en Arabasta, era un tesoro para la gente que no se atrevía a explorar la Grand Line, y si no lo era, eso no le importaba, corroborar la autenticidad de la túnica no le interesaba en lo más mínimo, por los detalles y diseño, cualquier mercader del bajo mundo creería que efectivamente era legítima. Un momento después, carraspeó un poco su garganta y tomó el tirante de un pequeño bolso que cargaba consigo para mostrarlo a Horus — Aquí tengo un poco más de esa planta, para que no te falte nada para atender a tu amigo, pero ya sabes, siempre y cuando me dejes llevarme la túnica —

Ahora, el muchacho de cabellera morada debía decidir si aceptar el trato del hombre pez o rechazarlo. También podría recurrir a la violencia si lo quería, con las consecuencias que aquello significara.
#7
Horus
El Sol
El gyojin se mostró comprensivo. Al parecer, logró entender bien mi situación y la de mi compañero. La verdad es que era una situación algo difícil para unos náufragos que nada tienen que ver con la piratería y la delincuencia tener que negociar con ellos, y más si se trataba de un asunto de vital importancia como la vida de un compañero. En esos momentos, la vileza y mezquindad de los criminales salían a relucir ante la necesidad de unas almas desvalidas como éramos nosotros. Y yo sabía bien que era una muy mala idea exponer las cartas ante una negociación, pero intentar negociar en Champa de la nada tomaría tiempo para obtener un buen trato.

Pero la historia de mi compañero herido pareció calar hondo en aquel pirata gyojin. Noté al momento cómo en su mirada había algo de amabilidad cuando desvió su cabeza hacia su compañera gaviota, al igual que yo tenía a Isis. Tal vez el compañero que estaba intentando salvar era un pulpo globo, y es posible que lo hubiera conocido hace menos de diez días. No obstante, era quien nos había salvado a Anaka, Isis, Anubis y yo mismo, por lo tanto, era alguien muy importante para todos nosotros y queríamos que sobreviviera como fuera a sus heridas. El sujetar el barco durante aquella tormenta en los cielos fue fatal para sus tentáculos y estaban muy mal heridos; era posible que se muriera desangrado en cualquier momento.

El gyojin aceptó mi petición. No obstante, había puesto su ojo en una posesión mía que había dejado a buen recaudo en la orilla del lodazal para que no hubiera ningún riesgo de que se llenara de pesado y denso lodo. Era una prenda que había traído desde mi tierra natal, Arabasta. Solo era ropa que me gustaba, más no era ningún recuerdo valioso o preciado para mí, solo era ropa bonita, así que no me parecía una petición descabellada dejarme tomar la planta medicinal.

— ¡Por supuesto, es toda tuya, necesito salvar a mi amigo! — dije, eufórico y feliz ante el buen trato.

Tomé la planta medicinal del lodazal con cuidado, cortando el tallo por la parte baja con una pequeña navaja que portaba precisamente para cortar este tipo de plantas o setas. Dejé parte del tallo que permitiría volver a crecer la planta, aprovechando esas raíces. Tras lo cual, me reuní con el gyojin en la orilla, quien ya estaba examinando la túnica para comprobar su calidad y ver si cumplía sus expectativas. Estaba tan contento con ella que hasta me ofreció un poco más de hierba medicinal que había cosechado en algún otro lugar de la zona, si accedía al trato.

— Sí, por supuesto, para mí es mucho más importante la vida de mi amigo que una pieza de vestir. Es de mi tierra natal, Arabasta; cuando vuelva a Arabasta, procuraré traer de nuevo hasta aquí, si te interesa — le comenté de forma amable.

No me importaba ir con el torso al descubierto, aunque el frío se haría presente pronto. En el campamento tendría que ponerme alguna manta encima. Pero me alegraba haber conseguido unas pocas plantas medicinales con las que poder curar a mi compañero, y el gyojin se veía feliz con la túnica.

— Gracias por ayudarnos, mi nombre es Horus. ¿Puedo saber tu nombre? — le pregunté, ofreciéndole mi mano para estrechársela.
#8


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