¿Sabías que…?
... este sabías qué no tiene ningún contenido y solo busca despistar al usuario.
[Autonarrada] [A - T3] Tanteo de terreno
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Petición de la aventura.

~ Día 4 de Invierno, año 724.


Los vientos del océano siempre han sido un recordatorio de la vastedad del mundo, de lo insignificante que uno es frente a sus fuerzas, en la lastimosa tormenta en la que nos embarcamos, lamentábamos en parte haber acabado aquí. Ese pensamiento me acompañaba mientras mi bota desgastada aplastaba la tierra seca y resquebrajada del páramo, no había tiempo para filosofías, pero algo en aquel paisaje despertaba los recuerdos enterrados de otras misiones, de otros lugares donde la vida también parecía haber huido hace tiempo, y el sentimiento marine gobernaba cada uno de mis impulsos para conocer el terreno, aunque al menos fuera de manera superficial.

Había llegado al borde del terreno exterior de aquella hostil ratonera, cerca de la ciudad de Champa en la que los piratas habían convertido en su bastión. Desde lejos, las colinas parecían inofensivas, eran suaves ondulaciones de tierra pálida, interrumpidas aquí y allá por rocas negras y afiladas como cuchillas, mezclada con una vegetación extraña que parecía agarrar en aquel yermo blanquecino de alguna forma. Pero cuanto más me internaba en ellas, más claro era que este lugar no era un simple desierto; era una tierra que había sido moldeada por algo antiguo y poderoso.

El objetivo era claro: recopilar información siguiendo de incógnito, manteniendo este corte de apariencia de anciano inmundo que poco haría sospechar entre tantos truhanes locales. Conocer el terreno, sus trampas y ventajas, antes de que nuestro pequeño grupo escondido se arriesgara a un ataque o a una incursión precipitada. Pero la tarea me había tocado solo a mí, y quizá fuera la mejor de las opciones para no levantar ningún tipo de sospecha para el pelotón, aunque siempre era sumamente arriesgado ir solo, además de que era comúnmente conocido que las autoridades nunca iban solas, por lo que comprendía que esto era un acto de confianza, ellos sabían que yo podía hacerlo, no podía fallar para que La Marina tuviera el mayor lujo de detalles toda la información que recogiese.

La primera señal de que no estaba solo llegó rápido. Las colinas no estaban desiertas, pues desde la cima de una de ellas, pude distinguir movimientos en las sombras, figuras pequeñas y delgadas que se deslizaban como serpientes entre las rocas. Eran piratas, sin duda, pues era casi que lo único que frecuentaba esas tierras. Me agaché y avancé despacio, usando los matorrales resecos y las formaciones rocosas para ocultarme. No eran muchos, pero sus ojos estaban entrenados para detectar cualquier cosa que se moviera y desvalijarla, pues era algo que estaba inscrito en su pobre, primitiva y maltrecha naturaleza.

Mientras rodeaba la siguiente colina, algo gigantesco apareció en mi campo de visión. Al principio, creí que eran más rocas apiladas en extrañas formas, luego vi los bordes lisos y curvados, el brillo opaco del hueso bajo el sol, ¿era parte del caparazón de una tortuga?, o al menos algo que había sido una tortuga en un tiempo remoto, ¿o quizá una formación extremadamente similar? El tamaño de aquella cosa desafía cualquier lógica: era tan grande como una casa, y a su alrededor yacían dispersos los restos de su caparazón como esquirlas rotas, ahora erosionadas y partidas en fragmentos que se alzaban como muros en el páramo.

Me acerqué al descubrimiento cauteloso. Las marcas en el hueso contaban historias de sucesos de antaño pero no revelaba por desgracia mucho más, no tenía los conocimientos necesarios como para desentrañar aquellas marcas, quizá de batallas que no podía imaginar. También había signos más recientes: inscripciones talladas, dibujos toscos de calaveras y espadas. Los piratas habían reclamado este lugar, usándolo como un santuario corrompido, un punto de referencia o un jardín de puro divertimento fuera de los ojos de La Marina. Una especie de escondite pagano fuera de los límites de la razón y la humanidad. La idea sin duda me incomodó, pero las evidencias eran innegables viendo el percal.

Seguí adelante, dejando la formación ósea a mis espaldas mientras trazaba un mapa mental de las colinas. Cada curva y pendiente se grababa en mi vieja memoria, cada lugar donde una emboscada podría ser mortal. La tierra se volvía más difícil de atravesar a medida que avanzaba, la vegetación se volvía tosca. El suelo, seco y compacto al principio, se transformó en un terreno suelto y como resbaladizo, como si estuviera caminando sobre un lecho de cenizas que no eran, pues aquel polvo blanco escapa a poder identificarlo.

El sonido de pasos lejanos me hizo detenerme. Me presioné contra una roca grande, al mirar hacia el horizonte, vi Champa recortar el mismo con su morfología irregular. Era un enjambre de edificios desiguales construidos con madera y metal oxidado, encaramados unos sobre otros como si desafiaran la gravedad, una empalizada rudimentaria rodeaba una de las entradas, pero lo que más llamaba la atención era el mástil de un barco gigantesco que se alzaba en el centro, como una especie insignia bajo un significado particular de cualquiera que lo colocó. La actividad en la ciudad era frenética por lo que pude percibir de lejos. Hombres y mujeres corrían de un lado a otro, cargando cajas, armas, y todo tipo de mercancías. Pero no era el bullicio normal del puerto. Había tensión en sus movimientos, como si trabajasen un acto macabro bajo algún tipo de orden mandada a contrarreloj, o al menos eso era lo que parecía desde lejos. Aquella parte contrario de la ciudad pirata era al fin y al cabo la que no se ofrecía de escaparate, ya que la entrada de todo aquel inepto por estos lares se hacía desde los muelles y la margen del interior se encontraba fuera de los ojos de los forasteros.

Continué observando por un tiempo, tomando nota de los turnos, algunas caras, los puntos de acceso y las posibles rutas de escape, que por el momento se definían hacia el mar por el puerto de Champa o hacia estas cumbres rocosas de color blanquecino. El terreno alrededor de la ciudad era clave, un conjunto de cañones naturales formaba una barrera al este, mientras que al oeste, las colinas descendían hacia una cala cubierta de restos de barcos naufragados. Hacia el sur, el terreno se tornaba en un poco misterioso, y aunque quisiera asomarme, no correspondía con la misión de reconocimiento en la que estaba inmerso. Por último, el norte estaba abierto para la ciudad, pero era una trampa para cualquier atacante y poca maniobrabilidad ofrecía.

Cuando creí tener suficiente, comencé mi retirada. El sol había comenzado su descenso, proyectando largas sombras que hacían el páramo aún más traicionero debido a su luz rasante y los exploradores piratas seguían rondando, pero mis años de experiencia me habían enseñado cómo moverme sin ser visto. Cada paso era calculado, cada respiración medida.

De regreso al escondido barco, me detuve un momento en lo alto de una colina. Desde allí agazapado, podía ver la estructura colosal una vez más, iluminada por la luz anaranjada del atardecer que dibujaba destellos en la áspera superficie. Parecía intrigante, mi razón me alertaba de que se trataba de huesos de algo, como un recordatorio de que este lugar no había sido creado para los vivos presentes de la actualidad y su insignificante existencia cuando de repente, sentí un escalofrío que no tenía nada que ver con el viento, como un preludio hacia algo oscuro, un aviso, una llamada de atención ante el paraje y la ciudad que deparaba más allá. ¿Era buena idea entrar en Champa ahora?

Cuando finalmente recobré mi sentido, supe que el trabajo apenas había comenzado, pero el de hoy al menos había culminado. La información que había recopilado podría ser la diferencia entre la vida y la muerte para mi grupo, en caso de realizar algún tipo de escapatoria en un futuro hacia el interior de la isla si no se pudiera hacer por el mar. Pero también sabía que enfrentarse a esa ciudad y sus habitantes sería como enfrentarse al páramo mismo: impredecible, despiadado, lleno de secretos que no querían ser revelados y con el mayor enemigo de todos, aquellos que los guardaban y perpetuaban.
#1
Moderador Doflamingo
Joker
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