Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
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[Autonarrada] [T2] Un nuevo amigo (Parte 3)
Jack Silver
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G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 15, Verano del año 724

El pequeño gato gris miraba a Jack con sus ojos amarillos, grandes y brillantes, sentado con una expresión de aparente tranquilidad sobre la cama del marine. Parecía completamente indiferente al dilema que tenía Silver en ese momento: cómo mantener a una criatura tan escurridiza y curiosa escondida en un cuartel lleno de normas estrictas y ojos siempre atentos.

"¿Cómo se me ocurrió traerlo aquí?" pensó, observando al felino mientras este comenzaba a lamerse una pata con absoluta serenidad. La habitación, aunque pequeña, estaba bien organizada, con su cama, un armario modesto y un escritorio con herramientas y esquemas de sus inventos esparcidos por la superficie. No era un lugar diseñado para albergar animales.

Bueno, compañero, parece que ahora estamos en esto juntos —murmuró, apoyándose contra el escritorio y cruzando su único brazo mientras estudiaba al pequeño intruso. El gato levantó la cabeza, mirándolo como si entendiera sus palabras, antes de bostezar y acomodarse sobre el colchón, como si ya lo considerara suyo.

Jack se dejó caer en la silla, observando al pequeño intruso que ahora parecía haber reclamado su cama como su nuevo territorio. "Tú lo tienes fácil, ¿verdad?" pensó, dejando que una sonrisa cansada se dibujara en su rostro. Durante un momento, se permitió imaginar cómo habría sido su infancia con un compañero como ese. La idea le arrancó una breve risa, más por lo absurdo de la imagen que por nostalgia. Pero se obligó a centrarse, sacudiendo la cabeza antes de volver a concentrarse en su dilema actual.

Suspiró y se giró hacia el escritorio, sacando una hoja en blanco y comenzando a dibujar. Su mente trabajaba rápidamente, diseñando algo que pudiera ayudarlo a mantener al felino fuera del alcance de los curiosos. "Quizá una caja con compartimientos ocultos... o algo que se pueda disimular como parte del mobiliario."

Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un golpe en la puerta. Su corazón dio un brinco, y el gato, como si entendiera el peligro, saltó del colchón y se escondió debajo de la cama en un movimiento ágil.

—¡Silver! —La voz de un compañero marine resonó al otro lado de la puerta—. ¡Vamos, nos toca patrullar!

Jack se apresuró a abrir la puerta, manteniendo una expresión neutral mientras bloqueaba la vista hacia el interior de la habitación con su cuerpo.

Sí, sí, enseguida voy —respondió, cerrando la puerta detrás de él y siguiendo a su compañero marine por el pasillo. Mientras caminaba, su mente seguía en la habitación. "Va a destrozar algo, lo sé," pensó, pero no tenía tiempo para preocuparse.



La patrulla duró un par de horas, y cuando finalmente regresó a su habitación, Jack abrió la puerta con cautela, temiendo lo peor. Para su sorpresa, el gato estaba sentado tranquilamente sobre su escritorio, observándolo con la cola enrollada alrededor de su cuerpo. Sin embargo, varios papeles estaban en el suelo, junto con una de las herramientas de precisión que Jack usaba para ajustar su prótesis.

Ya veo que no tienes intención de comportarte —acusó, recogiendo los objetos del suelo mientras el felino lo miraba con total indiferencia.

Una idea volvió a su mente mientras recogía los papeles: "Necesitas un lugar propio. Algo que te mantenga ocupado y lejos de los problemas."

Silver se sentó frente al gato, que ahora lo miraba con los ojos entrecerrados, probablemente cansado después de sus travesuras.

Está bien, compañero. Voy a necesitar materiales, pero si todo sale bien, tendrás tu propio refugio. Algo discreto, por supuesto.

El resto de la tarde la dedicó a buscar entre las herramientas y materiales sobrantes que tenía en el taller improvisado en el que solía trabajar —un rincón de la habitación—. Usó piezas de madera y metal para construir una pequeña caja con un sistema de compartimientos que permitiera esconder al gato si alguien entraba de improviso. El diseño era simple pero efectivo, con un espacio acolchado en el interior para que estuviera cómodo y pequeñas ranuras para la ventilación.

Mientras ensamblaba las últimas piezas, pensó en todas las normas que técnicamente estaba rompiendo al tener al gato allí. "Si me pillan con esto, seguro que me envían a limpiar letrinas durante un mes," pensó, pero en lugar de inquietarse, reforzó su determinación. Odin, como ya había empezado a llamarlo en su mente, no tenía a nadie más, y abandonar a un ser tan pequeño y vulnerable iba en contra de lo que él quería defender como marine.

El gato se sentó cerca, observando sus movimientos con curiosidad. Jack no pudo evitar sonreír mientras lo veía inclinar la cabeza, como si realmente estuviera tratando de entender qué estaba haciendo.

Podrías echarme una mano, ¿no? —bromeó, sosteniendo una de las piezas mientras atornillaba otra en su lugar.

Finalmente, al caer la noche, la caja estaba terminada. Era lo suficientemente pequeña como para pasar desapercibida, pero cómoda y segura para el felino. La colocó en un rincón de la habitación y, con un gesto, invitó al gato a inspeccionarla. Este se acercó con cautela, olfateando los bordes antes de entrar y dar un par de vueltas en el interior.

Ahí lo tienes. Un lugar solo para ti —declaró Jack, satisfecho con su trabajo.

El gato se acomodó y, para sorpresa de Silver, comenzó a ronronear.

Esa noche, mientras el joven marine se tumbaba en su cama, escuchó el suave sonido del ronroneo desde el interior de la caja. "Tal vez esto no sea tan malo después de todo," pensó antes de quedarse dormido, ya acostumbrándose a la idea de tener un compañero inesperado en su vida.
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