G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 17, Verano del año 724
Día 17, Verano del año 724
El sol brillaba con fuerza aquella mañana en Loguetown, y en la Base de la Marina el bullicio habitual llenaba el aire. Entre las voces de los superiores dando órdenes y los reclutas entrenando en los patios, Jack Silver se movía con aparente tranquilidad, aunque en su mente trazaba un elaborado plan. Tras un par de días con Odin en su habitación, era evidente que el pequeño felino no podía subsistir a base de restos de pan. Necesitaba comida adecuada, pero conseguirla y colarla sin llamar la atención sería un desafío.
"No puedes dejar que te pillen," pensó mientras ajustaba su cinturón y echaba un vistazo a su mochila. "¿Qué tan difícil puede ser alimentar a un gato sin ser descubierto en un cuartel lleno de soldados?"
El joven marine había decidido actuar durante el desayuno. La cantina del cuartel estaba abarrotada de marines ocupando largas mesas de madera, charlando animadamente o apurando su café mientras discutían las órdenes del día. Jack se unió a la fila para recoger su bandeja, pero sus ojos no estaban puestos en los platos. En su lugar, estudiaba los alrededores, buscando el momento perfecto para llevar a cabo su pequeño plan.
Cuando llegó su turno, tomó un poco de todo: pan, pescado, carne seca y un par de raciones extra de arroz. A simple vista, parecía un marine con un apetito voraz, lo cual no era tan raro en un lugar donde el entrenamiento diario quemaba más calorías de las que cualquiera podría contar.
—¿Todo eso es para ti, Silver? —preguntó uno de los cocineros, un hombre mayor con un bigote canoso que apenas levantó la vista de la olla que removía.
Jack sonrió y levantó la bandeja con orgullo fingido.
—¿Qué puedo decir? Hay que recuperar energías.
El cocinero negó con la cabeza y dejó escapar una risa corta, regresando a su tarea. Con la bandeja llena, Jack se dirigió a una mesa en un rincón apartado de la cantina, desde donde podía observar el movimiento de los demás. Fingió comer con calma, pero con movimientos discretos fue guardando pequeñas porciones de comida en un compartimento oculto de su mochila. Había adaptado su equipamiento con un doble fondo, un pequeño truco que había aprendido en su isla natal.
Mientras continuaba su misión encubierta, una voz familiar lo sobresaltó.
—Jack, ¿qué haces ahí solo? —gruñó Ares, uno de sus nuevos compañeros, quien se plantó frente a él con su imponente figura. Sus escamas rojizas y su voz áspera siempre parecían atraer miradas, algo que Jack preferiría evitar en ese momento.
Silver se encogió de hombros, intentando sonar casual.
—Estaba pensando en el entrenamiento de esta tarde. Quiero terminar pronto para seguir con el diseño de mi nueva prótesis.
Ares lo observó con los ojos entrecerrados, como si intentara leerle la mente, pero finalmente se encogió de hombros y se sentó frente a él, devorando su propia ración de comida con un entusiasmo que hacía parecer diminuta su bandeja.
"Por poco," pensó Jack, suspirando internamente mientras terminaba su desayuno.
Más tarde, de regreso en su habitación, Silver abrió la mochila y sacó los suministros con una sonrisa triunfante. Odin, que había estado escondido bajo la cama, salió corriendo al escuchar el sonido de la bolsa, maullando con entusiasmo. El pequeño felino parecía haber adoptado completamente a Jack como su nuevo compañero, y el marine no podía evitar sentir una extraña satisfacción al verlo tan confiado y lleno de energía.
—Aquí tienes, colega. No es mucho, pero espero que te guste.
Silver colocó un cuenco improvisado en el suelo y lo llenó con un poco de pescado y arroz. Odin se lanzó a comer con avidez, moviendo la cola de un lado a otro con evidente felicidad. Mientras lo observaba, Jack dejó escapar una risa suave.
—Creo que he acertado con el nombre. Aún eres pequeño, pero tienes pinta de guerrero.
El gato levantó la cabeza por un momento, como si entendiera que estaba hablando de él, antes de volver a su comida. Silver se apoyó contra la pared, pensando en cómo algo tan simple como aquella pequeña bola de pelo podía traerle una sensación de hogar en un lugar que aún le resultaba extraño.
Sin embargo, todo esto era solo el principio. Mantener a Odin oculto y bien alimentado sería un desafío constante, y cualquier desliz podría ponerlos en problemas. "Pero vale la pena," pensó, mientras el pequeño gato terminaba su comida y saltaba a su regazo, ronroneando con fuerza.