
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
19-01-2025, 06:43 PM
Petición.
Desde que pusimos un pie en Isla Tortuga, sabía que aquel lugar sería nuestra perdición si no teníamos cuidado. Mis años como marine me han enseñado a leer las corrientes del peligro como un viejo lobo de mar lee las olas. Y aquí, en esta peligrosa isla gobernada por piratas, las aguas estaban infestadas de codicia, intereses oscuros y macabros pactos.
Nos refugiamos en una cala olvidada al norte, un rincón donde el tiempo parecía haberse detenido y las mareas nos protegían tanto como nos aislaban. Desde la cubierta del Zenit Nirvana, podíamos observar la silueta de Champa, la capital, una ciudad tan caótica como una tormenta desatada que no hace más que crecer y sembrar la ruina, una ruina imparable y decadente. Nos quedamos varios días en esa cala, cada noche con la incertidumbre de si seríamos descubiertos por ojos avariciosos o traicionados por los susurros del viento que siempre parecían cargar secretos de transeúntes que vagaban por el territorio.
- Alférez Lovecraft, ¿desea que ajustemos las velas ahora o esperamos a la mañana? -
Me preguntó Rourke, uno de mis hombres al servicio del barco, mientras limpiaba la sal de sus manos con un trapo desgastado.
- Más vale hacerlo ahora, quiero estar listo para zarpar al alba. -
Respondí, mi voz resonaba con el eco del método y la disciplina que había cultivado en tantos años, con la rectitud y el temple que también me caracterizaban, unas palabras que necesitábamos, sobre todo, en un lugar tan plagado de dudas como este. Pera de vital importancia transmitir seguridad a la tripulación.
Mientras los hombres trabajaban en la cubierta, ajustando las velas y revisando los aparejos, mis pensamientos vagaron a nuestras incursiones en Champa. Habíamos bajado a la ciudad varias veces, disfrazados como mercenarios en busca de trabajo o comerciantes venidos de lejos, pero cada vez que pisábamos esas calles estrechas y sucias, el aire parecía cargado de una amenaza invisible, tanto que hasta quizá por sugestión, parecía que nos observaban todo el tiempo. Las miradas furtivas, los cuchicheos en las tabernas, las manos siempre demasiado cerca de sus dagas... Todo en Champa gritaba peligro.
- Alférez, la bodega está casi lista, hemos asegurado las provisiones y las armas. -
Dijo Elijah, el recluta más joven de nuestro grupo, con un brillo de orgullo en sus ojos oscuros que esperaban un futuro incierto pero motivador lejos de aquellas costas.
- Bien hecho, Elijah, pregunta a los demás compañeros si necesitan algún tipo de ayuda... de no ser así empieza a coordinar los turnos de guardia para esta noche, no quiero que en el último día nos sorprendan y tengamos que salir de forma abrupta. -
Le dije, asintiendo. Pero en el fondo de mi mente, no podía evitar pensar en las 4 misteriosas figuras que gobernaban la isla. Habíamos estado reuniendo información sobre las 4 figuras que gobernaban Champa desde las sombras, 4 seres infames cuyos nombres desconocíamos pero que hacía que los piratas se dirigieran a estos con una mezcla de miedo y reverencia, pues cuyas acciones parecían controlar cada rincón de la isla. Pero cuanto más aprendíamos, más peligroso se volvía nuestro trabajo, por ello y a pesar de que nos vamos con las manos vacías al no poder obtener más información específica, sabemos que en algún momento volveremos.
Con esas memorias frescas, descendí a la bodega para inspeccionar los preparativos. El espacio estaba repleto de barriles de agua, cajas de alimentos secos, frutas y una buena cantidad de munición. Mientras caminaba entre las sombras de las vigas, me encontré con Nagaki, nuestra medusa astillera, ajustando los gruesos tornillos que afianzaban las vigas interiores
- Buena labor, Nagaki, esperemos que aguanten bien si sufrimos alguna acometida enemiga en algún momento. -
Asentí y le di una palmada en el hombro mientras continué para salir. Al volver a la cubierta, la luz de la luna iluminaba a los hombres trabajando en silencio, un silencio que hablaba de la tensión que todos compartíamos, sabíamos que nuestro tiempo en Isla Tortuga había llegado a su fin. Habíamos logrado pasar desapercibidos, pero la paranoia comenzaba a calar en nuestras filas, cada sombra era un espía y cada ruido en la noche ya parecía un enemigo acechando.
La noche ya cayó completamente, tomé un momento para mirar hacia Champa una última vez, la ciudad brillaba con una mezcla de luces y fuego, un caos de vida y peligro que era tan curioso para mí como mortal. Me pregunté que día volveríamos a pisar esas calles, si podríamos terminar lo que habíamos empezado, pero por ahora, la sensatez prevalecía. El reino de Lvneel nos ofrecía una promesa de refugio y un lugar donde reagruparnos, operar e incluso salvar algún tipo de mal que albergue.
- Alférez Lovecraft, los hombres están listos, ¿Quiere que iniciemos la vigilia nocturna? -
Preguntó Rourke, acercándose a mí y cuadrándose disciplinadamente.
- Sí, dividan los turnos como siempre, empezaré yo junto a otro, no quiero sorpresas antes del amanecer, ni necesitamos ningún tipo de contratiempo. -
Respondí, sintiendo el peso de mi cargo apretar sobre mis hombros, no iba a ser yo ni más ni menos, por lo que si tan responsable era de todos los de a bordo, tenía que iniciar también el turno de guardia y ayudar al grupo. Las horas transcurrieron lentas, llenas de preparativos finales y conversaciones susurradas. Algunos de los hombres hablaban de lo que harían en Lvneel, de los comercios, enclaves o paisajes que esperaban ver o los sueños que habían dejado atrás en el East Blue. Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en Isla Tortuga y en lo que dejábamos incompleto. Sabía que regresaríamos, tarde o temprano, el deber nos traería de vuelta a este nido de serpientes y canallas.
Cuando el primer destello de luz apareció en el horizonte, di la orden de partir. Las velas se desplegaron y el navío comenzó a deslizarse por el agua como un depredador silencioso. Mientras la costa de Isla Tortuga se desvanecía en la distancia, sentí una mezcla de alivio y pesar. Habíamos sobrevivido, sí, pero la batalla aún no había terminado.
- ¿Cree que volveremos? -
Preguntó Elijah, acercándose a mí mientras miraba el horizonte y los rayos anaranjados y dorados del sol naciente.
- Lo sé con certeza, pero no sé cuando, solo cuando sea el momento adecuado, volveremos y terminaremos lo que empezamos. -
Respondí, con voz firme como una promesa grabada en piedra. El joven asintió, su rostro reflejaba una mezcla de temor y determinación, mientras el viento llenaba nuestras velas y el mar abierto nos daba la bienvenida, sabía que nuestro destino aún estaba entrelazado con Isla Tortuga. Por ahora, nos dirigíamos a Lvneel, buscando un momento de paz antes de enfrentar nuevamente el caos. El deber nunca es sencillo, y las sombras de Champa seguirán acechándonos, pero mientras tenga a mi brigada y la resolución de cumplir nuestra misión, no habrá lugar en este mundo que pueda detenernos.
~ Día 10 de Invierno del año 724.
Isla Tortuga, la isla donde está la mayor calaña del North Blue y que la gente de bien evita.
Desde que pusimos un pie en Isla Tortuga, sabía que aquel lugar sería nuestra perdición si no teníamos cuidado. Mis años como marine me han enseñado a leer las corrientes del peligro como un viejo lobo de mar lee las olas. Y aquí, en esta peligrosa isla gobernada por piratas, las aguas estaban infestadas de codicia, intereses oscuros y macabros pactos.
Nos refugiamos en una cala olvidada al norte, un rincón donde el tiempo parecía haberse detenido y las mareas nos protegían tanto como nos aislaban. Desde la cubierta del Zenit Nirvana, podíamos observar la silueta de Champa, la capital, una ciudad tan caótica como una tormenta desatada que no hace más que crecer y sembrar la ruina, una ruina imparable y decadente. Nos quedamos varios días en esa cala, cada noche con la incertidumbre de si seríamos descubiertos por ojos avariciosos o traicionados por los susurros del viento que siempre parecían cargar secretos de transeúntes que vagaban por el territorio.
- Alférez Lovecraft, ¿desea que ajustemos las velas ahora o esperamos a la mañana? -
Me preguntó Rourke, uno de mis hombres al servicio del barco, mientras limpiaba la sal de sus manos con un trapo desgastado.
- Más vale hacerlo ahora, quiero estar listo para zarpar al alba. -
Respondí, mi voz resonaba con el eco del método y la disciplina que había cultivado en tantos años, con la rectitud y el temple que también me caracterizaban, unas palabras que necesitábamos, sobre todo, en un lugar tan plagado de dudas como este. Pera de vital importancia transmitir seguridad a la tripulación.
Mientras los hombres trabajaban en la cubierta, ajustando las velas y revisando los aparejos, mis pensamientos vagaron a nuestras incursiones en Champa. Habíamos bajado a la ciudad varias veces, disfrazados como mercenarios en busca de trabajo o comerciantes venidos de lejos, pero cada vez que pisábamos esas calles estrechas y sucias, el aire parecía cargado de una amenaza invisible, tanto que hasta quizá por sugestión, parecía que nos observaban todo el tiempo. Las miradas furtivas, los cuchicheos en las tabernas, las manos siempre demasiado cerca de sus dagas... Todo en Champa gritaba peligro.
- Alférez, la bodega está casi lista, hemos asegurado las provisiones y las armas. -
Dijo Elijah, el recluta más joven de nuestro grupo, con un brillo de orgullo en sus ojos oscuros que esperaban un futuro incierto pero motivador lejos de aquellas costas.
- Bien hecho, Elijah, pregunta a los demás compañeros si necesitan algún tipo de ayuda... de no ser así empieza a coordinar los turnos de guardia para esta noche, no quiero que en el último día nos sorprendan y tengamos que salir de forma abrupta. -
Le dije, asintiendo. Pero en el fondo de mi mente, no podía evitar pensar en las 4 misteriosas figuras que gobernaban la isla. Habíamos estado reuniendo información sobre las 4 figuras que gobernaban Champa desde las sombras, 4 seres infames cuyos nombres desconocíamos pero que hacía que los piratas se dirigieran a estos con una mezcla de miedo y reverencia, pues cuyas acciones parecían controlar cada rincón de la isla. Pero cuanto más aprendíamos, más peligroso se volvía nuestro trabajo, por ello y a pesar de que nos vamos con las manos vacías al no poder obtener más información específica, sabemos que en algún momento volveremos.
Con esas memorias frescas, descendí a la bodega para inspeccionar los preparativos. El espacio estaba repleto de barriles de agua, cajas de alimentos secos, frutas y una buena cantidad de munición. Mientras caminaba entre las sombras de las vigas, me encontré con Nagaki, nuestra medusa astillera, ajustando los gruesos tornillos que afianzaban las vigas interiores
- Buena labor, Nagaki, esperemos que aguanten bien si sufrimos alguna acometida enemiga en algún momento. -
Asentí y le di una palmada en el hombro mientras continué para salir. Al volver a la cubierta, la luz de la luna iluminaba a los hombres trabajando en silencio, un silencio que hablaba de la tensión que todos compartíamos, sabíamos que nuestro tiempo en Isla Tortuga había llegado a su fin. Habíamos logrado pasar desapercibidos, pero la paranoia comenzaba a calar en nuestras filas, cada sombra era un espía y cada ruido en la noche ya parecía un enemigo acechando.
La noche ya cayó completamente, tomé un momento para mirar hacia Champa una última vez, la ciudad brillaba con una mezcla de luces y fuego, un caos de vida y peligro que era tan curioso para mí como mortal. Me pregunté que día volveríamos a pisar esas calles, si podríamos terminar lo que habíamos empezado, pero por ahora, la sensatez prevalecía. El reino de Lvneel nos ofrecía una promesa de refugio y un lugar donde reagruparnos, operar e incluso salvar algún tipo de mal que albergue.
- Alférez Lovecraft, los hombres están listos, ¿Quiere que iniciemos la vigilia nocturna? -
Preguntó Rourke, acercándose a mí y cuadrándose disciplinadamente.
- Sí, dividan los turnos como siempre, empezaré yo junto a otro, no quiero sorpresas antes del amanecer, ni necesitamos ningún tipo de contratiempo. -
Respondí, sintiendo el peso de mi cargo apretar sobre mis hombros, no iba a ser yo ni más ni menos, por lo que si tan responsable era de todos los de a bordo, tenía que iniciar también el turno de guardia y ayudar al grupo. Las horas transcurrieron lentas, llenas de preparativos finales y conversaciones susurradas. Algunos de los hombres hablaban de lo que harían en Lvneel, de los comercios, enclaves o paisajes que esperaban ver o los sueños que habían dejado atrás en el East Blue. Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en Isla Tortuga y en lo que dejábamos incompleto. Sabía que regresaríamos, tarde o temprano, el deber nos traería de vuelta a este nido de serpientes y canallas.
Cuando el primer destello de luz apareció en el horizonte, di la orden de partir. Las velas se desplegaron y el navío comenzó a deslizarse por el agua como un depredador silencioso. Mientras la costa de Isla Tortuga se desvanecía en la distancia, sentí una mezcla de alivio y pesar. Habíamos sobrevivido, sí, pero la batalla aún no había terminado.
- ¿Cree que volveremos? -
Preguntó Elijah, acercándose a mí mientras miraba el horizonte y los rayos anaranjados y dorados del sol naciente.
- Lo sé con certeza, pero no sé cuando, solo cuando sea el momento adecuado, volveremos y terminaremos lo que empezamos. -
Respondí, con voz firme como una promesa grabada en piedra. El joven asintió, su rostro reflejaba una mezcla de temor y determinación, mientras el viento llenaba nuestras velas y el mar abierto nos daba la bienvenida, sabía que nuestro destino aún estaba entrelazado con Isla Tortuga. Por ahora, nos dirigíamos a Lvneel, buscando un momento de paz antes de enfrentar nuevamente el caos. El deber nunca es sencillo, y las sombras de Champa seguirán acechándonos, pero mientras tenga a mi brigada y la resolución de cumplir nuestra misión, no habrá lugar en este mundo que pueda detenernos.