Horus
El Sol
21-01-2025, 03:27 PM
85 de Otoño, Dia
Isla de Cocoyashi
Mi vida antaño no fue tan buena y fácil como lo era actualmente, aquellos días hace unas semanas fueron muy complicados pero los recuerdo con cierta nostalgia ahora que habia enfrentado casi a la muerte.
El viento cálido del East Blue acariciaba mi rostro mientras avanzaba por los campos de cultivo de la Isla Cocoyashi. Había llegado a la isla hacía unos días, buscando descansar después de mi largo viaje y, como siempre, esperando encontrar alguna oportunidad para ganar algo de dinero. Aunque, para ser sincero, mi situación era más bien precaria. Las deudas se acumulaban por todo el East Blue y los cobradores no tardaban mucho en encontrarme, no importa lo lejos que me alejara. Al principio, pensé que podría escapar de ellos, pero ahora era consciente de que mis intentos de eludirlos eran solo una ilusión momentánea. Aquel día, mientras paseaba por los campos buscando algo interesante, sentí una punzada de angustia en el pecho, como si algo estuviera por suceder.
Había dejado atrás mi mochila, cargada de provisiones, en una pequeña cueva cerca de un acantilado, pensando que sería un lugar seguro para guardar mis cosas. Pero a medida que avanzaba por los campos, una sensación incómoda se apoderaba de mí. Unos pasos ligeros, casi imperceptibles, resonaban detrás de mí, pero al girarme, no vi nada. No fue hasta que volví a ponerme en marcha que el sonido se hizo más evidente, un crujir de hojas secas que indicaba que alguien me seguía. Miré hacia atrás, mi pulso comenzando a acelerarse. No podía ser. No había manera de que los cobradores me hubieran encontrado tan rápido, ¿verdad?
Mi mente comenzó a trabajar rápidamente. Sabía que debía mantener la calma. Los cobradores no eran precisamente tipos que pudieran perdonar una deuda. Si me encontraban, me harían pagar de alguna manera, y no quería pensar en qué implicaba eso. Intenté recordar las últimas veces que me había librado de situaciones similares. Necesitaba un plan, y rápido.
Mi corazón comenzó a latir más rápido cuando los pasos se hicieron más cercanos. Decidí acelerar mi paso, tratando de parecer despreocupado. No quería mostrar que había notado a alguien detrás de mí. Pero los pasos seguían, inquebrantables. Finalmente, decidí que ya era hora de confrontar lo que estaba sucediendo. Me detuve de golpe y me giré, mirando en la dirección de los ruidos.
De entre los matorrales, emergieron dos hombres robustos, con la mirada dura y una actitud arrogante. Su ropa, algo gastada, era el indicio de que no eran de por aquí. De hecho, parecía que seguían a otros más que a mí. Mi estómago dio un vuelco. Estos tipos no estaban aquí por curiosidad. No era una coincidencia. Me reconocieron de inmediato.
Uno de ellos, un hombre grande con cicatrices en la cara, sonrió con desdén.
— Horus, ¿eh? Pensaste que podrías esconderte en esta isla, pero no sabes con quién te metiste — dijo, su voz grave y llena de desprecio.
El otro, algo más delgado pero igualmente intimidante, caminó hacia mí con paso firme.
— Tus días de escapar han terminado, amigo — añadió.
No necesitaba escuchar más. Mi mente ya había activado el modo de huida. Volteé rápidamente y eché a correr, sin mirar atrás. Corrí con todas mis fuerzas, adentrándome en los campos de cultivo que se extendían por la isla. Mi respiración se volvía más agitada a medida que avanzaba, pero sabía que no podía detenerme. No podía permitir que me atraparan.
Los hombres empezaron a seguirme, sus pasos pesados y constantes. Sabía que tenía que perderlos, pero no quería que se dieran cuenta de hacia dónde me dirigía. La isla era bastante grande y estaba llena de caminos entre campos, pero mi conocimiento de la zona no era perfecto. Sin embargo, lo que sí conocía bien era cómo perder a alguien en terreno complicado.
Corrí por el borde de los campos, saltando sobre las pequeñas cercas y esquivando los cultivos. No podía permitirme perder tiempo. El terreno estaba lleno de zanjas y montículos de tierra, lo que me daba una ventaja momentánea, pero no podía confiar en ello por mucho tiempo. Estaba claro que estos tipos no se rendirían fácilmente.
Llegué a una serie de rocas dispersas cerca de un río pequeño. Recordaba que ese río llevaba a un viejo muelle, el cual me resultaba familiar. Sin pensarlo dos veces, me lancé a través de las piedras y me adentré en el agua. El río era poco profundo, pero el agua turbia me ayudó a cubrir mis huellas mientras me desplazaba a través de él. Escuché los gritos de los cobradores detrás de mí, pero no me detuve. Crucé el río lo más rápido que pude, saliendo en una pequeña orilla del otro lado, donde corrí a través de unos arbustos densos que me ocultaron de su vista.
Sentía que mis piernas estaban ardiendo, el agotamiento empezaba a apoderarse de mí, pero no podía darme el lujo de parar. Sabía que si me detenía ni por un segundo, ellos estarían encima de mí. Corrí por un sendero de tierra que conectaba con la zona costera, hacia el viejo muelle donde me había refugiado en varias ocasiones antes. A medida que me acercaba, el sonido de los perseguidores se desvanecía un poco, pero no me confié. No quería ser demasiado optimista.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegué al muelle. Un viejo y desgastado lugar, alejado del bullicio de la isla. Era el tipo de lugar que pocos frecuentaban, y me sentí aliviado al ver que nadie estaba por allí. El mar estaba tranquilo, y las pequeñas olas golpeaban suavemente las rocas. Me dejé caer al suelo, recuperando el aliento. Había logrado perderlos por ahora.
Me quedé allí, respirando profundamente, mirando al horizonte mientras mi mente trataba de procesar lo que acababa de suceder. Los cobradores no tardarían mucho en encontrarme de nuevo, y sabía que en algún momento tendría que pagar mis deudas. Pero no era el momento para preocuparme por eso. Por ahora, había ganado algo de tiempo. Sin embargo, no podía olvidar que mi vida de deuda y fuga no iba a ser fácil, y que esta era solo una de las muchas veces que tendría que enfrentarlo.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja cálido. Me senté junto al muelle, dejándome envolver por la tranquilidad del lugar mientras mi mente corría hacia las posibilidades de mi futuro. Estaba claro que esta isla tenía más secretos por descubrir, y si algo había aprendido en mis viajes, era que siempre habría un nuevo desafío esperando, sin importar cuán lejos corriera.
Pero por ahora, al menos, estaba a salvo y tocaba descansar con Isis y Anubis.