Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
Tema cerrado 
[Autonarrada] [T2] The Black Hand
Arthur Soriz
Gramps
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63 de Invierno
Año 723

La mañana en Kilombo estaba fría, con el bullicio de comerciantes y pescadores, mientras que los barcos de la Marina permanecían alineados en perfecto orden en su muelle. Las News Coo volaban en círculos sobre los mástiles, entregando mensajes de órdenes y reportes. Entre el caos, me encontraba yo vestido con un uniforme de recluta que resultaba demasiado nuevo para un hombre de mi edad. De pie justo con un grupo de jóvenes Marines que también se habían unido a la Marina recientemente como yo.

En el centro de atención estaba el Teniente Marcel Vanks, repasando los detalles de la misión que llevaríamos a cabo. Su tono autoritario y su postura rígida dejaban en claro que no toleraba errores. A su lado, la Suboficial Olivia Brant revisaba un pergamino, lanzando miradas rápidas a nuestro grupo como si evaluara a cada uno de los presentes. Éramos simples novatos, independiente de la edad que tuviéramos. Aunque claramente yo destacaba entre la multitud... ¿Qué demonios hacía un viejo de sesenta y tres años entre ellos?

Escuchen bien, reclutas —empezó diciendo Vanks, con un ademán de su mano para reclamar silencio—. Su grupo ha sido asignado a patrullar las rutas comerciales al este de Kilombo. Recientemente hemos recibido reportes de ataques piratas así que deberemos andar con mucho cuidado.
¿Se tiene identificación del grupo? —preguntó uno de los reclutas más jóvenes llamado Ren Carver, que parecía ansioso por impresionar. Olivia alzó la mirada y respondió antes que Vanks.
Se sospecha que se trata de la banda de Drexor "Mano Negra", pero aún no hemos confirmado su presencia en estas aguas... se supone que es un pirata del North Blue. El objetivo que tienen ustedes será de proteger los barcos comerciales y reportar cualquier actividad sospechosa... esperemos que solamente sean rumores.

Observé a los demás reclutas. Algunos se veían nerviosos, otros intentaban disimularlo adoptando posturas confiadas pero se notaba lo tensos que estaban. En contraste yo mantenía una expresión calmada, aunque por dentro sentía la emoción del probable desafío que se plantearía en un futuro.

Teniente Vanks, ¿cuánto durará la misión? —pregunté, atrayendo la atención del grupo nuevamente.
Dependerá de lo que encontremos en el camino —respondió Vanks, evaluando la situación por un momento—. Pero deberán estar preparados para una patrulla de al menos una semana. Y tú, Soriz... —el teniente me señaló con un gesto de cabeza—. A pesar de que eres nuevo en la Marina tengo entendido que tienes experiencia en alta mar.

Yo asentí con la cabeza ligeramente antes de disponerme a responder.
Eso es correcto, señor. No será la primera vez que me enfrento a lo inesperado en el océano.
Olivia me miró de reojo, mostrando una ligera mueca de sonrisa plasmada en su rostro.
Bien, entonces asegúrate de compartir ese instinto con tus compañeros. Todos aquí tendrán que aportar para que esta misión sea un éxito.

La reunión concluyó con órdenes directas. Cada recluta debía preparar su equipo y embargarse en el buque asignado antes del mediodía. Mientras los demás Marines se dispersaban, yo me quedé un momento junto al muelle, contemplando el agua. Olivia, que se había quedado dando vueltas y respondiendo algunas dudas de los otros reclutas se acercó hacia mi, parándose a mi lado.

¿Algo en mente, recluta Soriz? —preguntó Olivia.
Nada en particular, Suboficial... Sólo estaba recordando algo que mi padre solía decir sobre el mar... Nunca le des la espalda, siquiera cuando parece tranquilo.

Olivia soltó un resoplido a modo de risa, una rareza en su usual expresión seria y profesional.
Un buen consejo. Mantén esa actitud durante la misión.

Asentí y comencé a caminar en dirección al cuartel para preparar mis cosas y después dirigirme de vuelta al muelle para embarcar. Sentía que esto era el inicio de algo grande, aunque no tenía ni la más mínima idea cuán decisivos serían estos días para mi futuro.

El Estrella del Norte, el buque Marine que nos estaba llevando en esa misión de patrullaje cortaba las aguas tranquilas alrededor de Kilombo. A bordo, la tripulación de Marines comenzaba a adaptarse a la rutina. Las órdenes del Teniente Vanks resonaban con frecuencia mientras la suboficial Brant revisaba los mapas en la sala de navegación, rodeada de cartas náuticas y anotaciones. Yo me encontraba de brazos cruzados junto a la baranda de babor, observando el horizonte.

El sol ya estaba en su punto más alto, reflejando su brillo en el océano azul. Aunque los demás reclutas mantenían cierta distancia conmigo, los más curiosos no tardaron en acercarse a lo que ellos consideraban prácticamente una locura... bordeando la tontería. Un anciano metiéndose en la Marina recién ahora, ¡cosa de locos!

Eh, Arthur... ¿es verdad que viviste toda tu vida en Kilombo? —preguntó Ren Carver, el que parecía siempre dispuesto a complacer a sus superiores. Lo miré de reojo y esbocé una leve sonrisa mientras asentía con la cabeza.
Así es, nunca tuve la necesidad de irme de esa isla... ni los medios para hacerlo.
¿Y cómo terminaste aquí en la Marina, a tu edad? —continuó Ren, inclinándose contra la baranda mostrando un interés genuino. Mi respuesta tardó unos largos segundos en llegar, ya que de hecho lo estaba meditando hasta día de hoy.
Supongo que tarde o temprano uno encuentra su llamado —respondí con calma, mirando hacia el horizonte. Luego, con un tono más serio añadí—. Aunque debo admitir que en gran parte fui inspirado por mi padre, que fue Marine muchos años de su vida.

Antes de que Ren pudiera hacerme otra pregunta un silbato agudo resonó. El Teniente Vanks apareció en la pasarela, con la voz firme que caracterizaba sus órdenes.
¡Atención, todos! Nos acercamos a un punto de control. Prepárense para la inspección de un mercante. Suboficial Brant, asume el mando de la revisión. Soriz, Carver, y tú, Holst, la acompañarán.

La orden fue recibida de inmediato, todos diciendo al unísono un raudo "¡Si, señor!". Seguí a la suboficial Brant hacia una de los botes menores que sería utilizado para abordar el barco mercante. A medida que se acercaban, el buque mercante se hacía más visible... un carguero robusto con velas algo desgastadas cuyo casco llevaba el nombre "Viento Libre".

Manténganse alerta. Aunque parezca rutinario, nunca se sabe lo que podríamos encontrar. —advirtió Olivia mientras amarrábamos el bote al buque mercante. Subimos al barco, donde nos esperaba un hombre mayor con ropas de capitán y barba bien cuidada de tonos grises.
Bienvenidos a bordo del Viento Libre. Soy Borkin, el capitán de este humilde carguero.
Capitán Borkin, soy la suboficial Olivia Brant de la Marina. Estamos aquí para una inspección rutinaria. ¿Hay algo que deba saber antes de comenzar? —preguntó Olivia con tono profesional. Borkin se frotó la barba gris mirándonos con una expresión un tanto nerviosa.

No hemos visto nada fuera de lo común, pero... hace un par de noches, vimos luces en el horizonte. Podría haber sido otro barco, pero no nos acercamos para averiguar.
Lo anotaremos. —respondió Olivia, haciendo una seña hacia mi y los demás para comenzar la inspección.
El interior del barco estaba cargado de barriles y cajas. Yo caminaba despacio, fijándome en todos los detalles. Mi experiencia me decía que un barco era capaz de contar historias y delatar secretos si se sabía cómo escucharlo... Un casco golpeado podía indicar tormentas recientes, y herramientas fuera de lugar podía señalar reparaciones urgentes. Por suerte, nada de eso fue lo que captó mi atención en ese momento, exceptuando un barril mar cerrado que dejaba en cada mecer del barco un rastro de líquido que se deslizaba por la madera.

Le llamé la atención a la suboficial Brant y hablé. — Suboficial Brant —llamé mirándola de reojo—. Aquí hay algo que podría interesarle.
Olivia se acercó, examinando el rastro.
¿Ron? —preguntó.
Diría que sí. Probablemente tengan los permisos pero nunca está de más preguntar. —sugerí. Lo curioso es que el capitán Borkin rápidamente hizo acto de presencia, casi como si se hubiera acordado que había dejado eso allí. Se estaba rascando la cabeza, notándose un ligero nerviosismo plasmado en su rostro y en la forma que hablaba.
Ah, ese barril... un regalo de uno de nuestros clientes. Para hacer más llevadero el viaje.

Olivia arqueó una ceja, anotando algo en su libreta como quien pone una penalización silenciosa a alguien.
La próxima vez, asegúrese de informar a las autoridades antes de transportar algo así. No será un problema esta vez, pero no quiero que vuelva a pasar.

Observé la interacción, notando que la confesión nerviosa del capitán era sincera pero algo en sus ojos parecía ocultar más. Sin embargo, ya que Olivia decidió no presionar yo tampoco lo haría. No pasaría por encima de la decisión de un superior... opinando que a estas alturas tenían mejor juicio que yo. Cuando regresamos al Estrella del Norte, no pude evitar reflexionar un poco sobre lo sucedido. Las luces mencionadas por Borkin y la manera tan nerviosa en la que se comportaban me dejaban una sensación de inquietud que no podía ignorar.

En la cubierta, Ren volvió a acercarse a mi.
¿Todo en orden?
Por ahora —respondí, cruzándome de brazos y rascándome el mentón con una mano—. Pero tengo la impresión de que algo pasó con ese capitán Borkin, se veía demasiado nervioso.

El barco retomó su curso, el viento empujando las velas para seguir nuestro camino. Mientras que el resto de marines realizaban sus tareas, yo permanecía alerta... con la intuición de que la verdadera prueba llegaría tarde o temprano.

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68 de Invierno
Año 723

Llegaron a pasar cinco días desde el encuentro con el Viento Libre y su capitán, Borkin. El Estrella del Norte había continuado su patrullaje sin incidentes mayores, nada más algún que otro contrabando, multas pero nada que escalara a enfrentamientos físicos ni nada por el estilo. Las aguas sin embargo parecían más silenciosas de lo habitual. Incluso el Teniente Vanks, normalmente inquebrantable y serio, parecía más irritado de lo normal. Era como si en el fondo de su pecho supiera exactamente que algo estaba por venir, seguramente por sus años y años de experiencia en este mar.

Yo me encontraba sentado en una caja de suministros cerca de la proa, limpiando mis vendas en un balde de madera con agua y jabón, unas vendas que me había regalado mi padre poco tiempo antes de morir... las mismas que él usó para repartir hostias a piratas y malhechores en general cuando era un miembro de la Marina. La rutina había permitido que algunos de los reclutas bajaran la guardia, pero yo permanecía todo el tiempo alerta... tal vez por recordar las palabras de mi padre.

Ren Carver, siempre buscando alguna conversación se acercó a mi con un plato de raciones.
¿No te cansas de limpiar tus vendas, Arthur? Pareces estar más pendiente de eso que de nosotros.
Yo levanté la vista con una sonrisa leve plasmada en mi rostro.
Mis puños son una herramienta, y una herramienta bien cuidada no te fallará cuando lo necesites. Lo mismo aplica para los compañeros... ¿Ya revisaste tu equipo?
Ren Frunció el ceño, claramente atrapado en su descuido.
Eh... estaba por hacerlo. — contestó. Antes de que pudiera responderle un grito desde el puesto de vigía rompió la calma.
¡Velas en el horizonte! ¡Barcos desconocidos acercándose rápido!

El Teniente Vanks salió de la cabina, seguido de la suboficial Brant. Ambos alzaron la vista hacia el vigía.
¿Cuántos? —gritó Vanks.
¡Tres barcos pequeños! ¡Parece que intentan rodearnos!

La cubierta se llenó de actividad rápidamente. Los marines tomaron posiciones, cargaron rifles y prepararon los cañones. Me puse de pie rápidamente, ayudando a Ren a asegurar su cinturón de armas.
No es momento para distracciones, muchacho. Mantengamos la cabeza fría y escuchemos las órdenes.
Los barcos enemigos se acercaron lo suficiente para que los emblemas en sus velas fueran visibles... una mano negra estilizada. Sentí que el tiempo se detenía por un instante. En mi cabeza conocía ese símbolo, no era la primera vez que lo veía, incluso mi padre había tenido que lidiar con ellos en su momento.
La banda de Drexor... —murmuré.

No tuve oportunidad de acomodarme mucho más, ya que sin previo aviso los cañones de los barcos piratas rugieron. Las explosiones sacudieron el Estrella del Norte, astillas volando por el aire mientras los marines intentaban devolver el fuego. Yo me cubrí lo más rápido que pude, ayudando a Ren que había caído al suelo por el fuerte impacto.

¡Defiendan la cubierta! —gritó Vanks—. ¡Brant, coordina el fuego de los cañones! ¡Reclutas, prepárense para el abordaje!
Yo no necesité más indicaciones. Con un gesto rápido, reuní a los demás reclutas más jóvenes, entre ellos Ren y un par más... Holst y Farrel.
Escuchen bien —dije con voz firme—. Los piratas van a intentar abordar, nosotros no vamos a dejar que eso pase. Manténganse juntos, cubran los flancos y no pierdan la concentración.

Al momento de decir eso un gancho de abordaje cayó sobre la baranda, seguido de otros más. Los piratas comenzaron a trepar, rugiendo como bestias y riendo como locos. Ren, agarrando una daga puesta en su bota se lanzó al frente, cortando las cuerdas de uno de los ganchos antes de que los piratas pudieran llegar. La batalla se desató de inmediato. Los piratas eran salvajes, atacando con una mezcla de armas improvisadas y espadas oxidadas. Los marines aunque mejor entrenados, luchaban por mantener la formación bajo la presión del ataque.

El aroma a pólvora se apoderaba del lugar no solamente por los cañonazos, pero también por los disparos de rifles y mosquetes de ambos bandos. Yo intentaba mantener todo bajo control pero honestamente se estaba haciendo cada vez más difícil. Lideraba a los que podía y tenía a mi alcance a pesar de que no fuera mi derecho hacerlo. Cuando un pirata intentó atacar a Ren, yo bloqueé su movimiento al hacerle un placaje inesperado que lo empujó hacia la baranda y cayó al agua soltando un grito desgarrador antes de escucharse el chapotear de su cuerpo impactando en el agua.

En el caos del momento no me di cuenta que los oficiales al mando, Vanks y Brant, habían desaparecido de la cubierta. Quizás en lo confuso del momento y lo rápido que todo estaba ocurriendo estaban luchando en otra parte del barco... pero esas sospechas fueron confirmadas cuando un grito desde uno de los barcos llamó nuestra atención.

¡Los tenemos! —bramó una figura imponente desde el barco principal de los piratas. Era Drexor a juzgar por su apariencia, el lider de la banda. Estaba sujetando a Vanks y Brant como prisioneros, viéndose que estaban un tanto maltrechos, ¿quizás habrían sido capturados de sorpresa? Sabía que la moral de mis compañeros estaba en peligro. Si los piratas lograban someter a los oficiales al mando la tripulación perdería cualquier esperanza de victoria. Sin dudar, casi que guiado por un instinto más allá de mi comprensión, levanté la voz por encima del ruido del combate.

¡Marines, escúchenme! ¡Necesitamos defender este barco y a nuestros compañeros! ¡Luchen conmigo, aquí y ahora! —mis palabras resonaban como un trueno, esperando así lograr devolver la confianza a los Marines que luchaban a mi alrededor.

Con renovado vigor y quizás un poco de suerte de nuestro lado logramos repeler a los piratas que quedaban en la cubierta e incluso cortando las sogas de los ganchos de abordaje. Me giré hacia los más cercanos, señalando los barcos enemigos.
Si queremos salvar a nuestros oficiales, vamos a tener que llevar la pelea hasta ellos. ¿Están conmigo?
Me contestaron decididos aunque con miedo... obviamente ninguno de ellos quería morir, mucho menos siendo tan solo reclutas. Pero si había alguien que estaba dispuesto a dar su vida por la Marina y derrotar a esos piratas, lo seguirían sin lugar a dudas. Con un grupo reducido obviamente, tendríamos que atacar ya mismo... por lo que ahora nos tocaba a nosotros abordar.

Ren, Holst, Farrel y otros cuatro reclutas me escuchaban atentamente aunque en sus rostros se notaba el miedo aún. Los cañonazos resonaban en la distancia, pero mi atención estaba fija en el barco principal de aquellos piratas donde Drexor sostenía a los oficiales cautivos. Afortunadamente los equipos de cañones y varios Marines más que estaban en el barco con nosotros mantenían la moral o hacían el intento así que no quedábamos completamente indefensos ante la adversidad.

Comencé a hablar rápidamente. — Escuchen bien, muchachos —dije con cierto apuro—. No tenemos tiempo para dudas. Esos bastardos creen que pueden intimidarnos, pues vamos a demostrarles que no pueden subestimar a la Marina.
Farrel, un recluta corpulento levantó su mano como si estuviera en una clase.
¿Cómo vamos a cruzar hasta su barco? Tienen más hombres y nosotros apenas somos un puñado, el resto debe defender el buque.
Miré hacia los botes que teníamos amarrados al costado del Estrella del Norte, aquellos que usamos para subirnos a los barcos mercantes y así hacer nuestros controles pertinentes. — Usaremos esos botes. Nos dividiremos en dos grupos... uno distraerá a los dos barcos secundarios, el otro irá conmigo directo al principal donde se encuentra Drexor. Aprovechemos que el caos sea nuestro aliado.

Holst apretó el puño, inspirado de cierto modo también por su juventud y deseo de llegar a ser un buen Marine.
Cuenta conmigo para el equipo de distracción, tengo unas cuantas bombas de humo que podemos usar a nuestro favor.
Yo asentí con la cabeza, mostrando una pequeña sonrisa de medio labio.
Buena elección. Holst, tú liderarás ese grupo. Tiren las bombas de humo y disparen desde los botes. No se acerquen demasiado, solo necesitan mantener su atención lejos de nosotros.
Ren, aún nervioso, levantó la voz.
¿Y nosotros? —preguntó.
El resto vendrá conmigo. Vamos a enfrentar a Drexor y su gente directamente. Si cortamos la cabeza de la serpiente el resto se desmoronará por su cuenta.

Aprovechando otra oleada de cañonazos, trabajamos rápido. Los dos botes cayeron al agua, en dirección de los barcos piratas. Holst lideraba su grupo, disparando tiros de advertencia y lanzando bombas de humo que cubrieron parte de los barcos enemigos. Los piratas confundidos por el ataque repentino desviaron su atención hacia estas distracciones. Mientras tanto, yo y mi grupo remábamos con fuerza hacia el barco principal. Cada brazada nos acercaba más al enfrentamiento inevitable. Hablando en voz baja, miré a mis compañeros.

Recuerden, vamos a entrar rápido y golpear donde más les duele.

Cuando llegamos al costado del barco, yo subí primero usando una cuerda abandonada como escalera. Una vez a bordo extendí la mano para ayudar a Ren y a los demás. La cubierta iluminada por faroles y varios piratas que estaban más concentrados en vitorear el hecho de que se habían hecho con los oficiales de la Marina pensando que ya tenían la pelea ganada. Creían que todos se concentrarían más primero en echar abajo los barcos secundarios, no ir a atacar directamente el principal.

Ren, Farrel, conmigo. Los demás, despejen la cubierta y aseguren la ruta de escape.

Los Marines que habían venido conmigo asintieron con la cabeza, aferrándose a sus rifles. Por suerte no éramos todos reclutas, así que al menos podíamos tener una oportunidad contra esta gente. Avanzamos hacia la popa donde Drexor estaba rodeado de un grupo de sus hombres más leales. El Teniente Vanks y la Suboficial Brant estaban amarrados a un mástil con la ropa desgarrada y las expresiones cansadas por un combate que obviamente no pudieron terminar. Drexor, un hombre corpulento con una melena desgreñada y una cicatriz cruzándole el rostro se reía estruendosamente mientras levantaba una botella de ron. Aún y con todo se veían algunos moretones y tajos superficiales... seguramente de la pelea que tuvo con los dos Marines.

¡A la salud de otro triunfo para nosotros, los piratas de la Mano Negra! —rugió, mientras sus hombres vitoreaban.

Avancé junto con mis otros dos compañeros hasta quedar frente a frente con Drexor. El pirata era imponente, su cuerpo musculoso cubierto de cicatrices y su mirada llena de arrogancia. Sujetaba una cimitarra con una confianza que solo los veteranos del saqueo podían permitirse... o tal vez de alguien que abusaba de su buena suerte para salirse con las suyas.

¿Quién demonios eres tú? —gruñó Drexor, dando un paso adelante. Creía que luego de capturar a los superiores de los Marines el resto caería como una fila de fichas de dominó. Parecía ser que se había equivocado. Yo no tardé en responderle.
¡Soy el recluta Arthur Soriz! ¡Y tú te rendirás ahora o enfrentarás las consecuencias!
Drexor soltó una carcajada ensordecedora que contagió a varios de sus hombres.

¿Rendirme? ¿Ante un viejo y un puñado de cachorros? ¡Viejo imbécil, no sabes con quién estás hablando! —exclamó y alzó su cimitarra, una hoja negra y curva que reflejaba las luces oscilantes de los faroles de la cubierta. Yo flexioné los dedos de mis manos y ladeé mi cabeza de un hombro al otro, haciendo crujir mis articulaciones. Mi cuerpo adoptó una postura relajada pero mis ojos me traicionaban... cada músculo estaba preparado para el ataque.

No necesito saber quién eres, Drexor. Lo único que importa es que hoy caerás.

A su alrededor sus hombres comenzaron a moverse, tratando de rodearlo. Ren y Farrel viendo el peligro se posicionaron para cubrirme apuntando rápidamente con sus rifles. Se notaba que de alguna manera la confianza que mostraba yo los había contagiado queriendo ayudar sin importar las consecuencias. Eran Marines, debían luchar hasta las últimas.

¡Nos encargamos de estos! ¡Tú enfócate en el capitán! —gritó Ren mientras bloqueaba el ataque de un pirata al dispararle en una pierna. Se notaba que tenía buena puntería ya que lo detuvo en seco.
¡No te detengas! ¡Nosotros te cubrimos la espalda! —añadió Farrel, lanzando una fuerte patada que derribó a otro enemigo. Yo asentí con la cabeza sabiendo que podía confiar en ellos y además no pasaría mucho tiempo antes de que llegara el resto de Marines que habían subido a este barco con nosotros. El acero chocaba, la pólvora se quemaba en el aire con cada disparo, los gritos resonaban, pero en mi mente solo había una cosa... un solo objetivo, Drexor.

Drexor cargó con su cuerpo pesado, lanzando un tajo horizontal con su cimitarra que si llegaba a darme seguramente me abriría el pecho en dos. Lo esquivé por poco inclinándome hacia atrás, pero Drexor no se detuvo. Lanzó otro ataque, esta vez vertical que me obligó a saltar hacia un lado. — ¡Eres rápido, viejo! —se burló Drexor, girando sobre si mismo y lanzando una patada que impactó en uno de mis costados, haciéndome retroceder unos pasos.

Me vi obligado a responder rápidamente, cerrando la distancia con un puñetazo directo a su rostro. El impacto resonó en la cubierta pero el pirata apenas se tambaleó, contraatacando con un tajo que apenas pude bloquear, terminando con un tajo algo profundo en uno de mis antebrazos. Intercambiamos tajos y golpes, con movimientos rápidos y brutales. La cimitarra de Drexor se movía de manera bruta, con violencia... y aunque yo lograba esquivar o desviar la mayoría de sus ataques, uno de ellos logró alcanzar mi costado abriendo un corte profundo. Jadeé sintiendo la calidez de la sangre fluir, pero no retrocedí, la adrenalina corriendo por mis venas.

¿Eso es todo? —rugió Drexor, atacando de nuevo.

Tuve que bloquear al lanzarle una patada a la mano que sujetaba su cimitarra, ignorando el dolor que se extendía por todo mi cuerpo. Contraataqué con una serie de golpes rápidos y potentes, uno de ellos impactando en el abdomen de Drexor haciéndolo doblarse ligeramente, pero el pirata respondió con un cabezazo a mi nariz que hizo que tropezara hacia atrás.

¡No te rindes, viejo necio! —exclamó Drexor, lanzando otro ataque. Con mi respiración agitada pero la mirada firme, giré sobre mi mismo para lanzar una patada lateral que impactó en el muslo del pirata, haciéndolo tambalearse.
¡La justicia no se rinde, yo no me rindo! —exclamé, avanzando de nuevo.

El enfrentamiento continuó con una brutalidad incesante. Yo acumulaba heridas... un corte en una pierna, otro en el brazo, y una profunda incisión en el abdomen que habría derribado a cualquier otro hombre. La sangre empapaba mi uniforme de Marine pero mis ojos seguían fijos en Drexor como si el dolor no existiera en absoluto. Mientras tanto Ren y Farrel peleaban ferozmente contra los piratas restantes, asegurándose de que nadie interrumpiera el duelo. El sonido más gente acercándose significaba una de dos cosas... los Marines que habían venido con nosotros se unirían a la pelea, o terminaríamos quedando rodeados... esperaba de verdad, que fuera la primer opción.

Aprovechando esta ligera distracción, Drexor me atacó nuevamente con su cimitarra. Apenas tuve tiempo de reaccionar, bloqueando con mis brazos. El filo cortó mi piel pero desvié el ataque lo suficiente para lanzar un codazo a su rostro, seguido de un gancho al hígado que finalmente hizo que el pirata cayera de rodillas.
¡Se acabó! —gruñó, levantando el puño para el golpe final.
¡Arthur, cuidado! —gritó Farrel al ver a Drexor sonreír. En un último acto desesperado, sacó una pequeña daga oculta en su bota e intentó enterrarla en mi abdomen. El tiempo pareció detenerse mientras veía la hoja de esa daga acercarse hacia mi. Pero, como si un golpe de suerte se apoderase de mi, giré mi cuerpo en el último segundo. La daga rozó mi costado abriendo otra herida pero esta... nada más superficial, no fue capaz de detener mi movimiento. Con un rugido final, lancé un golpe directo al rostro de Drexor que no solamente hizo que le estampara la cabeza contra la madera de la cubierta, sino que crujió y se partió a la mitad, quedando su cabeza hundida dentro de esta, tan solo su cuerpo asomando.

La cubierta quedó en silencio. Los piratas que aún peleaban detuvieron sus ataques al ver caer a su líder. Ren y Farrel, jadeantes pero victoriosos, apuntaban con sus armas al ver que las figuras que se acercaban eran efectivamente el resto de Marines que lograron encargarse del resto de piratas en el barco. La victoria era inminente. Yo mientras tanto, ensangrentado y tambaleante me apoyé en una rodilla, mirando al inconsciente Drexor. Mi respiración era pesada, estaba completamente agotado y había perdido mucha sangre. Pero en mi rostro se notaba la satisfacción de un trabajo bien hecho.

¡Arthur! ¿Estás bien? —preguntó Ren, corriendo hacia mi.
He tenido días mejores —respondí con una sonrisa débil. Me levanté con esfuerzo, ignorando el dolor de mis heridas—. Pero esto... es un día normal en la Marina. ¿Ustedes... están bien?

Farrel asintió, ayudando a atar a Drexor y al resto de piratas mientras los demás aseguraban a los prisioneros soltando a Vanks y Brant. El sol empezaba a asomarse en el horizonte, marcando el fin de una larga noche. Los vítores de los marines llenaron el aire, mientras que Arthur poco a poco se iba quedando dormido, pronto perdiendo la consciencia por la pérdida de sangre.

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72 de Invierno
Año 723

Pasaron varios días desde el enfrentamiento con Drexor "Mano Negra". En el buque de la Marina la atmósfera era de alivio, aunque las heridas físicas y emocionales aún eran palpables. La enfermería estaba ocupada con los marines heridos y yo, el que había liderado la resistencia, ocupaba una de las camas en la sala. Mi cuerpo cubierto de vendas. Las heridas profundas que había sufrido en la batalla eran numerosas... Cortes en mi abdomen, piernas y brazos, que a cualquier otro habrían dejado fuera de combate, o peor... muerto. Pero para mi, obstinado como siempre, había resistido incluso a la mismísima Parca. Los médicos habían trabajado arduamente para estabilizarme, y aunque aún necesitaba reposo mis signos vitales ya no eran preocupantes.

Estaba despierto, apoyado contra el cabecero de la cama observando a los demás marines moverse por la sala. Muchos de ellos aún tenían los ojos llenos de admiración al pasar junto a mi... y aunque yo no lo veía como tal, muchos de ellos consideraban que había salvado la vida de todos. El sonido de pasos firmes llamó mi atención y al alzar la vista vi a entrar a los oficiales al mando. Al Teniente Vanks y a la Suboficial Brant. Ellos también tenían unas cuantas vendas, Brant de hecho con un brazo enyesado.

¡Arthur Soriz! —anunció Vanks con una sonrisa amplia mientras cruzaba la enfermería. Su tono era firme pero había una inconfundible matiz de respeto en su voz—. ¿Cómo se encuentra nuestro héroe?

Me costó aceptar un apodo así, pero aún así hablé. — Vivo, que ya es mucho decir. —respondí con una sonrisa débil, aunque mi tono no perdía la chispa de humor que me caracterizaba.

Vivo y bien recordado, eso te lo aseguro —dijo Brant, acercándose al lado opuesto de la cama. Llevaba una carpeta de documentos, pero no parecía interesada en ellos ahora—. Lo que hiciste allá afuera... bueno, no tengo suficientes palabras para describirlo y agradecértelo.
Vanks se cruzó de brazos, su expresión seria.
Arthur, no voy a endulzar las cosas. Cuando Drexor nos emboscó y nos capturó, pensé que era nuestro final. Sin liderazgo, sin esperanza… habría sido cuestión de tiempo antes de que todos fuéramos ejecutados o vendidos al mejor postor. Pero tú… tú te levantaste, contra viento y marea, y lideraste a este destacamento a la victoria.

Aparté la mirada un momento, incómodo ante tantos elogios.
Hice lo que había que hacer.
Y gracias a eso estamos aquí, todos nosotros —replicó Brant, inclinándose ligeramente hacia mi—. Tus decisiones salvaron vidas, Arthur. Y esa pelea con Drexor… he visto hombres con décadas de experiencia que habrían caído tras el primer golpe de su cimitarra. Pero tú seguiste adelante.
Dejé escapar una risa suave, aunque mis costillas protestaron y una mueca de dolor molesto se apoderó de mi rostro.
¿Debería tomarlo como un cumplido o como una advertencia de que soy más testarudo de lo que debería?
Ambas cosas, probablemente —respondió Vanks soltando una risa suave, aunque su tono recuperó la seriedad al instante—. Escucha, Soriz. Este destacamento jamás olvidará lo que hiciste. Y créeme, cuando regresemos a Kilombo, tampoco lo harán tus superiores. Este será recordado como el día en que un simple recluta lideró a los marines a la victoria contra una amenaza que muchos habrían considerado imposible.

Asentí, aunque aún estaba procesando todo lo que había pasado. Miré a los dos oficiales, ambas personas con más experiencia que yo por lo que escuchar sus palabras me llenó de una extraña mezcla de orgullo... pero también de humildad. — Si esto sirve para algo... que sea para recordarles a todos que un marine nunca debe rendirse, sin importar cuán difícil sea la situación. Mientras podamos levantarnos y pelear, siempre habrá una oportunidad.

Brant y Vanks intercambiaron una mirada de aprobación. Me veían con una leve sonrisa plasmada, para ser Brant quien me hablara primero.
Esas son palabras que más de uno necesita escuchar, Arthur —dijo ella, palmeando suavemente uno de mis brazos, el que al menos no estaba herido—. Descansa, viejo lobo. Porque esto es solo el comienzo. Estoy segura que no será la última vez que escucharemos tu nombre entre las filas de la Marina.
Vanks asintió, dedicándome una última mirada antes de dirigirse a la puerta.
Y asegúrate de recuperarte rápido. Hombres como tú no pueden quedarse mucho tiempo en una cama.

Cuando ambos salieron, me quedé en silencio mirando al techo de la enfermería. Una leve sonrisa cruzó mi rostro mientras cerraba los ojos, permitiéndome por fin un momento de verdadera calma. Fuera de la enfermería la tripulación del buque hablaba con orgullo sobre la misión. En las rutas comerciales de Kilombo mi nombre empezaba a ser mencionado con respeto. Y aunque aún no lo sabía, aquel día marcaría el inicio de una carrera que cambiaría la vida de muchos, incluyendo la mía. Tan solo el destino, el futuro sabía lo que tenía preparado para mi... y la verdad, es que hasta ahora no sabría si estaba realmente preparado para afrontarlo.
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