Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
Tema cerrado 
[Autonarrada] [A-T1] ¡Viva el Vino!
Julius Basileus
El Ogro
Día 10 de Invierno del Año 724
Ciudad Cocoyashi
 
Era normal tener tantas miradas concentradas en un mismo punto, en mí, pues en no era muy normal que un tipo de más de dos metros ande por las calles sin a penas ropa. Pero que me importaba a mi los pensamientos de unos debiluchos qué de cualquier ruido salen corriendo con la cola entre las patas. En mi estadía en las islas Conomi aprendí tanto de navegación como de los problemas de este mismo mar, el cual era azotado por poderosos piratas. 
 
Estos son mi más reciente fascinación al aprender que hacían lo que querían simplemente porque era lo suficientemente poderosos como para hacerlo. — ¡Joder! ¡Eso si que es un estilo de vida! — Grité a los cuatro vientos mientras me lo decía a si mismo lleno de emoción. La gente se apartaba aún más de mi lado, estos ya lucían asustados de mí, pero una vez más, que me importaba eso. Al caminar por un rato vi algo que capturó mi atención en un segundo, se trataba de un bar, el "Pie de Gigante". Este parecía lo suficientemente decente como para matar algo de tiempo y hundirme en jarras de alcohol.
 
Al pararme en la entrada de este mismo había un tipo que intentaba hacerse el rudo, aparentemente era el de seguridad. — P-puede pasar, solo me encargo de que t-todo esté en su lugar. — Otra decepción más, esta gente de Cocoyashi solo sabe quitarme la sonrisa de la cara. No he tenido una pelea decente en meses. Pero que más daba, estaba a punto de beberme aquél bar entero y nadie me pararía. Afortunadamente solo quedaban unos 5 centímetros para que mi cabeza choque con el techo, algo que era de agradecer, pues no estaría bajando mi cabeza por nadie ni por nada de este mundo. 
 
Me senté en la única mesa vacía del lugar, poniéndo mis pies encima de esta mientras esperaba. Una jovencita vino a tomar mi orden con algo de miedo aparentemente. — ¿S-s-señor, q-que desea ordenar? — No me daba el alma para jugar con ella o portarme mal, al fin y al cabo no esperaba a que una dama tuviese los pantalones de desafiarme. — Oh, claro claro, deme unas diez jarras de cerveza y unas tres botellas de vino. El vino que sea para llevar por favor. ¡Basasasasas! — Pese a ello algo de diversión no mataba a nadie, lo que pareció también relajar a la señorita. 
 
 — ¡Perfecto, vuelvo enseguida! — Esta se dirigió hacia la cantina solo para ser parada por un tipo que estaba a unas mesas más cerca de las bebidas que yo. — ¡Hey, hermosa! ¿Porqué no me das unos bes-? — Aquello fue suficiente como para darme el asco del mundo. Si iba a disfrutar de una tarde de bebidas no lo podría disfrutar con pestes como estas. Inmediatamente me levanté de mi silla y agarré a aquél tipo por la cabeza, levantadolo y estampandole contra la pared al otro lado del bar, volando por encima de varios clientes. 
 
Varios borrachos en el lugar aplaudian y reían al ver eso, pues era todo un show. Dos de los compañeros de aquella rata voladora se levantaron y empezaron a golpearme en varias partes del torso, ya que no llegaba a mi cabeza. Luego de unos cuantos golpes estos parecían cansados y sus nudillos sangraban. — ¡Basasasasa! Por lo menos el alcohol os hace más valientes ¡Basasasasasasa! — Abrí mi mano y empecé a repartir tortas a diestra y siniestra, la diversión solo había comenzado.
 
Luego de tenerlos en el piso con las caras rojas me acerqué a la cantina y puse una pequeña bolsa de berries cerca del dueño del lugar, el cual parecía adaptado a ese tipo de cosas. — Creo que esto es suficiente para la botella de vino más grande que tenga y para comprar unas cuantas mesas. ¡Basasasasa! — El cantinero asintió, tomando aquella bolsa para luego buscar su botella de vino más grande. En aquél intervalo de tiempo se pudo escuchar como alguien abría la puerta del local, se trataban de unos tres marines.
 
¿Estás seguro que este es el lugar? — El marine que parecía ser el líder le preguntaba al que se encontraba a su derecha. — Si mi sargento, de aquí se reportaron los ruidos. — Luego de confirmar sus sospechas estos se acercaron a nosotros, viendo el caos que había en el piso; dos tipos apaleados y otro aún durmiendo contra la pared al otro lado del bar. — ¿Ciudadano, me explica que ha pasado aquí? — Aquél "sargento" me preguntaba mientras me miraba de una forma algo sospechosa. Yo por mi parte ya estaba listo para soltar un puñetazo, lo que hacía que se me formace una sonrisa poco a poco. 
 
Este buen señor nos ayudó con unos busca líos. De no ser por él no sabría que hubiera sido de mí. — La señorita salió en mi defensa dando su testimonio, dejándome libre de las preguntas de los marines. — Bueno, fue una bonita experiencia, me largo. ¡BASASASASA! — Reía en mi camino fuera de aquél lugar mientras sostenía mi botella de vino.
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