Octojin
El terror blanco
26-01-2025, 06:32 PM
(Última modificación: 27-01-2025, 04:03 PM por Moderador y señor Pink.
Razón: Añadir fecha
)
5 de Otoño
El sonido del lápiz arañando el papel llenaba la sala de archivo en la base marina de Loguetown. Octojin se encontraba sentado frente a una mesa repleta de documentos y wanteds. Había solicitado tenerlos ese mismo día y la gente del archivo había cumplido con creces. Los carteles amarillentos, algunos doblados y otros con manchas de café, mostraban rostros de piratas de todas las edades, géneros y apariencias. El gyojin revisaba uno tras otro, parando en algunos de ellos y preguntando a la gente del archivo para que elaborasen un informe, añadiendo destinos conocidos y rumores sobre posibles ubicaciones. Sin embargo, su concentración no estaba del todo presente. Cada cartel parecía pesarle más en las manos. Había algo que no podía quitarse de la cabeza. Por más piratas que capturaban, siempre había más. Parecía un ciclo sin fin: detendrían a un grupo solo para que surgieran dos nuevos, con más hambre de caos y poder. Octojin dejó el lápiz sobre la mesa y suspiró profundamente, su mirada cayó sobre el cartel de un joven pirata de sonrisa burlona.
—¿Qué estamos haciendo mal? —murmuró para sí mismo mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y miraba el techo.
El gyojin sabía que la Marina tenía poder y recursos, pero aún así, los mares se mantenían plagados de malhechores. ¿Era culpa de la institución como tal? ¿O era algo ajeno a ellos? En cualquiera de los casos, era una lucha constante que parecía no tener fin. Habían llevado a cientos a prisión, y aun así, la delincuencia no cesaba. ¿Era el sistema de justicia defectuoso? ¿Las cárceles no eran lo suficientemente seguras? ¿O tal vez había algo más profundo, una raíz más arraigada que no estaban viendo? Muchas preguntas para pocas respuestas, la verdad.
Se pasó una mano por la frente y bajó la mirada nuevamente al desordenado escritorio. Su atención se desvió a un cartel más antiguo, uno que ya había revisado varias veces antes. Un pirata capturado hacía meses, pero cuya tripulación había reclutado a nuevos miembros y seguía causando estragos.
Octojin se cruzó de brazos, apoyándose contra el respaldo de la silla. ¿Por qué tantas personas terminaban en la piratería? La respuesta no era sencilla, pero era algo en lo que debía pensar si quería marcar la diferencia. ¿Se veían atraídos por una vida llena de esa ansiada libertad? ¿Acaso los civiles no eran libres? ¿Qué le veían a la piratería? Era como si fuese tan beneficiosa que la opción de ser capturado no pesase tanto como la vida que se prometía. Había oído historias de todo índole. Desde jóvenes desesperados por la pobreza, familias destruidas por la injusticia o simplemente almas descarriadas en busca de poder. La realidad era que muchos no elegían el camino pirata porque sí, sino porque no veían otra opción o porque el sistema los empujaba hacia él. Y eso era lo más preocupante. El verte en una situación concreta cuyo camino te lleva a delinquir para sobrevivir, era un fallo del sistema que no podían tolerar.
Quizás allí radicaba el problema.
—No podemos simplemente cazar a los piratas sin entender por qué existen en primer lugar —dijo en voz baja.
El tiburón tiburón comenzó a pensar en medidas que podrían ayudar a reducir el número de malhechores. La primera idea que se le ocurrió fue que la Marina necesitaba ser más proactiva, no solo reactiva. Las bases marinas debían estar más presentes en las comunidades antes de que estas cayeran en el caos. Evitar que alguien se hiciese pirata era mucho mejor que capturarle cuando lo fuera. Así, se evitarían males mayores.
Lo primero en lo que pensó era en instaurar programas de educación y oportunidades. Si se ayudaba a las comunidades más vulnerables, se podría evitar que tantos jóvenes terminasen en las filas piratas. Crear programas que ofrecieran educación, entrenamiento y oportunidades laborales podría darles a las personas algo más que perder al elegir la vida de un criminal.
Una segunda opción a incluir, era instaurar unas reformas en la Marina. Octojin sabía que no todos en la Marina eran héroes. Había oficiales corruptos que empañaban el nombre de la institución y hacían que la población desconfiara de ellos. Y para arreglar cualquier cosa, primero tenían que limpiar la casa. Quizás implementar inspecciones más estrictas y un sistema de denuncia para los ciudadanos podría ayudar.
Otra medida en la que pensó, era crear un reclutamiento más amplio y diverso. Aunque de manera general, los marines estaban bien entrenados, no eran suficientes para abarcar los vastos mares. Eso le llevó a pensar que deberían reclutar no solo en grandes ciudades, sino también en islas pequeñas y comunidades aisladas. Seguro que allí había un increíble potencial que estaban ignorando.
Además, la inclusión era clave. Los gyojins y las sirenas eran ejemplos claros de razas que podían aportar habilidades únicas a la Marina, pero muchas veces se les ignoraba o se les miraba con recelo. De igual manera, minks, gigantes, onis, o cualquier raza que no fuera humana podría aportar no solo unos valores únicos de fuerza y destreza. Sino un punto de vista totalmente distinto al que tenía la marina como tal. Y desde ahí, se podría construir algo aún mejor.
—Necesitamos un cambio cultural dentro de la Marina. Debemos ser un ejemplo para todos, no solo para los humanos.
Y por último, planteó una mejora tecnológica y de recursos modernos. Eso ayudaría a mejorar su capacidad operativa. Más barcos, mejor equipados, y un sistema de comunicación más eficiente podrían marcar una gran diferencia. Quizás era hora de que la Marina invirtiera más en tecnología innovadora para rastrear a los piratas y proteger a las comunidades.
Cuando terminó de dictar sus ideas a un recluta, Octojin se apoyó contra la mesa y dejó escapar otro suspiro. Sabía que implementar estos cambios no sería sencillo y requerían de un puesto alto en la marina. Había demasiada burocracia, y convencer a los altos mandos sería un desafío en sí mismo.
Se levantó y caminó hacia la ventana, observando la actividad en la base. Los reclutas entrenaban en el patio, mientras los oficiales más experimentados se reunían en pequeños grupos para discutir tácticas. Era una escena típica, pero al gyojin le recordó por qué había elegido este camino en primer lugar.
—Tal vez no sea fácil, pero tiene que valer la pena —se dijo a sí mismo.
Mientras observaba el horizonte, también pensó en su reciente descubrimiento: el Haki del Rey. Era un poder increíble, pero aterrador al mismo tiempo. Si podía dominarlo, tal vez se convirtiera en una herramienta para inspirar a otros, para ser el líder que quería ser. Pero, ¿y si no lo controlaba? ¿Y si solo traía más caos?
Sabía que tendría que hablar con su brigada sobre ello en algún momento, pero no estaba seguro de cómo lo tomarían. ¿Verían el potencial o solo el peligro?
Volvió a sentarse en la mesa, decidido a dar pequeños pasos para marcar la diferencia. Tal vez no pudiera cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero podía comenzar por ser un mejor marine, un mejor líder y, sobre todo, un mejor ejemplo para otros.
Por ahora, eso sería suficiente. El tiempo diría.