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[Autonarrada] Investigando en Kuen
Qazan
Qazan
5 de Invierno, Isla Kuen

El galeón se balanceaba suavemente sobre las olas mientras el puerto de Tatsuya se dejaba ver entre la bruma espesa. Los mástiles de otros barcos se alzaban como fantasmas contra el cielo gris, y las velas desgarradas de varios de ellos daban aspecto aún más fantasmagórico. El murmullo distante de la ciudad era apenas audible con el golpeteo del agua contra el casco. Nos estábamos acercando. Desde la cubierta, podía ver los primeros indicios de vida en la Isla de Kuen: figuras encapuchadas moviéndose entre sombras y luces temblorosas que apenas iluminaban el puerto.

Lance se apoyó en la barandilla a mi lado, cruzando los brazos sobre el pecho mientras observaba la escena con una ceja alzada. Su cabello ondeaba con la brisa marina, y su habitual sonrisa confiada se extendía por su cara. - Bueno, Qazan, este lugar parece prometedor. Aunque me sorprendería si salimos de aquí sin meternos en problemas-. Comentó al tiempo que me daba una ligera palmada en el hombro. Juuken, sentado en una caja cercana, daba mantenimiento a sus espadas con movimientos pausados y precisos. -Más nos vale ser cautelosos. Este sitio huele a trampa desde kilómetros de distancia-. Y razón no le faltaba al pequeño, desde la lejanía aquella isla parecía el típico lugar donde antes de preguntar nada te llevabas una puñalada en las costillas de regalo.

Sonreí levemente ajustando el kimono que me había llevado de Villa Shimotsuki. Mi cola se balanceó lentamente detrás de mí, un gesto inconsciente de excitación al descubrir un nuevo lugar. -Voy a investigar un poco, volveré antes del anochecer-. Dije comenzando a caminar hacia la pasarela. Sabía que podía confiar en ellos para manejarse mientras yo exploraba. La banda tenía sus particularidades, pero éramos una familia y entendíamos la importancia de cubrirnos las espaldas. 

Al pisar el embarcadero, el crujido de la madera bajo mi peso resonó con un eco hueco. La bruma era densa, casi sólida, y el olor a cenagal y a pantano del entorno se apoderaba del ambiente del aire. A pocos metros, un grupo de hombres con rostros ocultos tras máscaras gastadas me observaba con una mezcla de recelo y curiosidad. No era la primera vez que enfrentaba miradas así. En mi vida, las expresiones de desconfianza eran casi tan comunes como el agua salada en el mar. Dejé que mi cola se moviera ligeramente de un lado a otro, como un recordatorio silencioso de que no sería una presa fácil. Ellos no dijeron nada, yo tampoco. El silencio era nuestro lenguaje compartido. -Vamos a llevarnos bien que acabo de poner un pie en la isla-. Dije en voz baja para mi mismo al contemplar tanta hostilidad.

-Ciudad Tatsuya ¿Verdad?-. Pregunté dejando que mi voz rompiera el silencio y la tensión del momento. Uno de ellos, un hombre alto con una máscara atada con un trapo sucio, asintió y señaló un camino empedrado que se perdía entre la niebla. Sin esperar más indicaciones ni palabras por su parte, eché mi saco al hombro y comencé a caminar. El trayecto a Tatsuya era como adentrarse en un laberinto fantasmagórico. El bosque de bambú se alzaba con éstos altos y estrechos a ambos lados, los troncos crujían y se balanceaban ligeramente con el viento. En cada esquina parecía haber algo acechando pero cuando me giraba solo había sombras. Más de una vez mi instinto me gritó que diera media vuelta, pero lo ignoré. Había venido aquí buscando respuestas, y no pensaba irme con las manos vacías.

Cuando finalmente llegué a la entrada de Tatsuya, entendí por qué esta isla tenía tan mala reputación. La ciudad era un enjambre de callejones estrechos y mercados clandestinos. Los edificios eran altos, con tejados curvados al estilo oriental, pero el desgaste y la suciedad les daban un aire sombrío. Los colores vivos de las linternas y carteles apenas podían ocultar la oscuridad que destacaba en el lugar. Las miradas furtivas de los transeúntes, las transacciones rápidas entre las sombras y los cuchicheos constantes eran prueba suficiente de que aquí nada era lo que parecía.

Mi primer destino era obvio, una taberna. Siempre he pensado que si quieres conocer un lugar, primero debes conocer a sus bebedores, a los parroquianos que prácticamente hacen vida entre sus paredes. Encontré una llamada “La Garra del Dragón”, cuyo cartel colgaba torcido sobre la entrada. Empujé la puerta, y una ola de calor y ruido me golpeó de inmediato, en ambiente cuando menos estaba cargado, tanto del olor a alcohol como de fuertes y acaloradas discusiones de borrachos.

El interior estaba lleno de mesas viejas ocupadas por hombres y mujeres que reían, discutían y bebían como si no hubiera un mañana. Las linternas de papel iluminaban el lugar con una luz tétrica, lanzando sombras danzantes sobre las paredes. -Menudo tugurio-. Dije asombrado ante la cantidad de polvo y mierda que había en cada centímetro del lugar. 

El tabernero, un hombre calvo con una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha, me miró de arriba abajo mientras me acercaba a la barra. Su sonrisa era demasiado amplia para ser sincera. -Bienvenido, forastero-. Dijo con un tono que intentaba ser amable pero que rezumaba falsedad. -¿Qué te trae por aquí? ¿Un trago? ¿O quizás algo más... especial?-. "Mucho quieres saber tu calvo...". Pensé al ver su primera reacción cuando me acerqué.

-Un trago está bien por ahora-. Le respondí colocando unas monedas sobre la barra. Sus ojos brillaron al ver el metal y se apresuró a servirme una copa de sake.
Me apoyé en la barra, observando el lugar. Los clientes eran tan variados como peligrosos, mercenarios con espadas al cinto, contrabandistas con bolsas que ocultaban misteriosos contenidos y un par de figuras encapuchadas que no parecían pertenecer a ningún grupo en particular. Mi intuición me decía que aquí podía encontrar las respuestas que buscaba, pero también problemas si no tenía cuidado. Aunque quien era yo para negarme a un poco de ejercicio matutino si se daba el caso.

El tabernero regresó apoyándose en la barra con una sonrisa que dejaba entrever que tramaba algo. -¿Qué dices, amigo? Por unas monedas más, puedo darte algo de información. La gente como tú siempre busca algo en Kuen-. ¿Así tan fácil? Supongo que la taberna no le tiene que dar demasiado dinero si trafica tan facilmente con información... O seguramente todo lo que me vaya a decir sea una sarta de mentiras y patrañas.- Primero dime algo que valga la pena escuchar-. Le repliqué, manteniendo mi tono calmado pero firme.

Su sonrisa se hizo todavía más grande si cabía, pero antes de que pudiera responder la puerta de la taberna se abrió de golpe. Tres hombres con ropas oscuras y mascaras verdes entraron con pasos decididos. Su sola presencia hizo que el ambiente se tensara. Los murmullos se apagaron, y los clientes más cercanos a la entrada se hicieron a un lado rápidamente. -Así que aquí estás, Zhou-. Dijo uno de ellos, dirigiéndose al tabernero con una voz ronca. -Pensabas que podrías seguir retrasando el pago al clan Midori, ¿verdad?-. El tabernero retrocedió, levantando las manos en un gesto de calma.

-Por favor, amigos. Solo necesito un poco más de tiempo. Las cosas han estado difíciles últimamente...-. Dijo con voz temblorosa. -Las cosas van a ponerse más difíciles para ti-. Interrumpió otro de los hombres, sacando un cuchillo que reflejó la luz tenue de las linternas. - O pagas ahora, o te llevaremos como advertencia para el resto. Observaba la escena en silencio, no era cosa mía y de hecho me estaba divirtiendo al ver a estos tres pintas hacerse los flipados amenazando al pobre calvo que estaba apunto de cagarse en los pantalones. Podría haber ignorado el problema, dejar que Zhou enfrentara las consecuencias de sus deudas. Pero había algo en sus ojos, una mezcla de miedo y desesperación que me resultaba familiar. Recordé cómo había sido ser una víctima, estar a merced de otros. Ese recuerdo encendió algo en mí. - Supongo que se terminó lo de ser discreto...-. Cuando el hombre del cuchillo dio un paso hacia Zhou, intervine. Mi cola golpeó el suelo con fuerza, atrayendo la atención de todos.

-Ha dicho que necesita tiempo-. Dije dejando que mi voz resonara en el silencio que había caído sobre la taberna. -Quizás deberíais escucharle-. Los tres hombres se giraron hacia mí, sorprendidos al principio, pero luego se rieron. - ¿Y quién eres tú para meterte en asuntos que no te conciernen?-. Preguntó el líder, con una sonrisa burlona. No respondí. En lugar de eso di un paso adelante dejando que la luz revelara completamente mi figura. La sorpresa cruzó sus rostros por un instante pero fue suficiente. Antes de que pudieran reaccionar, mi cola se movió con la rapidez de un latigazo, golpeando al hombre del cuchillo en el costado y enviándolo contra una mesa cercana destrozándola del impacto.

Los otros dos sacaron sus armas y se lanzaron hacia mí. Esquivé el primer ataque con facilidad, usando mi brazo para desviar el segundo. Con un movimiento fluido, giré sobre mis talones y barrí el suelo con mi cola, derribando a uno de ellos. El último intentó apuñalarme, pero atrapé su brazo en el aire y lo lancé contra la barra, rompiendo varias botellas en el proceso y una parte de la barra.

Cuando el polvo se asentó, los tres hombres yacían en el suelo, gimiendo de dolor. La taberna estaba en silencio, todos los ojos puestos en mí. Zhou me miraba con una mezcla de asombro y alivio. -Gracias-. Dijo finalmente, con voz temblorosa. -No sé cómo podré pagarte esto-. Dijo aún sorprendido por la facilidad con la que me había desecho de los tres enmascarados que venían buscando su cuello. -Puedes empezar dándome un nombre-. Respondí cruzando los brazos casi dándole una orden. -Necesito hablar con alguien importante en esta isla-. Zhou asintió rápidamente, inclinándose hacia mí para susurrarme un nombre. -Habla con Shiro Kane. Es un informante que trabaja entre bastidores en el mercado negro. Si alguien sabe lo que buscas, será él-. Asentí satisfecho por haber conseguido exactamente lo que había venido a buscar, un contacto con el bajo mundo de la isla, alguien me hiciese llegar a mi y al resto de la banda hasta ella, La dama del Loto. 

Mientras salía de la taberna, sentí las miradas de los presentes siguiéndome. Había marcado mi lugar en Tatsuya, pero sabía que esto solo era el comienzo. La Isla de Kuen tenía secretos y yo estaba decidido a descubrirlos, comenzando por encontrar al tal Shiro Kane ese y sumergiéndome en los negocios turbios de la isla para abrirme paso hasta ella.
#1
Moderador y señor Pink
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