Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Autonarrada] [Auto T2] Llegada a Rabituza
Wenzaemon D. Shangrila
Asesino del Ocaso
Los viajes por mar nunca fueron sencillos, y mucho menos cuando el que tiene los remos en sus manos no tiene ni la más mínima idea de cómo navegar por alta mar. Sin embargo, este era el precio que Wenzaemon debía pagar por su deseo de liberarse de las costumbres y rutinas de su isla natal. No podía permitirse quedar atrapado en lo conocido; si realmente quería expandir sus horizontes, debía abandonar su hogar y sumergirse en el aprendizaje de nuevos maestros, explorar culturas ajenas, y desentrañar los misterios del pasado del mundo para comprender mejor hacia qué futuro nos dirigimos. Era una necesidad, un llamado a cultivarse en cuerpo y mente, a progresar hacia metas aún desconocidas. Si permanecía en su tierra, Wenzaemon siempre viviría convencido de que las paredes que lo rodeaban eran los límites inquebrantables de su vida. Aceptaría que los estándares de los más fuertes de su isla eran los pilares del mundo y que no había más que alcanzar que esos pequeños hitos locales.

Sin duda, viajar por el mundo no solo te permitía descubrir nuevas tierras, sino también conocer a otras personas, averiguar quiénes eran realmente los más fuertes y quiénes poseían el verdadero poder en el mundo. Para Wenzaemon, el mundo exterior no era un misterio absoluto, a pesar de haberse criado en la Red Line con sus abuelos. Sus padres, pirata y marine, viajaban constantemente y solían visitarlo con relatos fascinantes del mundo exterior, trayendo historias de lugares lejanos y de la vida más allá de los límites de su isla. Fue justamente en esos viajes por alta mar donde sus padres perdieron la vida. Claro, no hay por qué idealizarlos, ya que no eran los Lunarian más fuertes de la isla, pero tampoco eran personas débiles. Su muerte, sin embargo, dejaba claro que se enfrentaban a algo mucho más poderoso en las aguas del mundo exterior.

Con el tiempo, Wenzaemon descubrió que ambos progenitores habían caído a manos del mismo pirata, en diferentes momentos, y que esa mujer se había convertido en su principal objetivo de venganza. Determinado a hacerse más fuerte para enfrentarse a ella en combate directo, el joven Lunarian remaba con fiereza en busca de conocimiento sobre sus enemigos, sobre sí mismo, y sobre el vasto mundo que aún no comprendía. Era una odisea hacia lo desconocido, pero no sentía miedo al enfrentarse a la mar sin experiencia alguna. Si algo tan grande como el océano lograba detenerlo, entonces sabría que no estaba ni cerca de la altura de sus padres, y mucho menos de estar listo para enfrentar a su verdugo. En el peor de los casos, pensó, si su frágil barca se hundía, aún tendría sus alas para volar al cielo y escapar.

Lo cierto es que, aunque no era consciente de ello, su barca ya no representaba un peligro inminente de naufragar. El mar estaba sorprendentemente tranquilo. No había apenas movimiento en las aguas, más allá del que él mismo generaba con sus remos al avanzar. El sol iluminaba el agua, reflejándose en la superficie calmada y otorgándole una tonalidad dorada que parecía abrazar la inmensidad del Calm Belt. Todo parecía estar en su lugar, y sin embargo, Wenzaemon no prestaba atención al paisaje. Estaba completamente concentrado en sus pensamientos y en la constante tarea de remar, perdiéndose en su propio objetivo.

Fue entonces cuando algo, por pequeño e insignificante que fuera, perturbó la tranquilidad del mar. Al igual que un pez que observa desde las profundidades cómo un mosquito cae al agua y crea pequeñas ondas en la superficie, un cambio imperceptible llamó la atención del Lunarian. Las aguas comenzaron a agitarse repentinamente, y Wenzaemon sintió cómo su barca se elevaba bruscamente, como si algo enorme estuviera emergiendo desde las profundidades. En un instante, una gran perturbación de agua rompió la superficie, haciendo que su pequeña barca volcara. Pero en lugar de caer al mar, Wenzaemon aterrizó sobre algo sólido, resbaladizo y húmedo: la cabeza de un rey marino.

Quedó estupefacto durante unos momentos, observando cómo su barca se desintegraba al estrellarse contra el cuerpo del monstruo marino, que parecía más una bestia ancestral que una criatura del océano. Wenzaemon, por instinto, se aferró a la robusta aleta dorsal de la bestia mientras trataba de mantener el equilibrio. La criatura, masiva y de cuerpo escamoso, era un monstruo que dominaba las aguas. Su cabeza estaba coronada por una dentadura afilada y dos largos bigotes, que se asemejaban a los de una gamba. A lo largo de su espina dorsal se extendía una imponente aleta, como una gigantesca arma natural.

El rey marino, al sentir la perturbación, ascendió con fuerza, sin prestarle la menor atención a Wenzaemon, como si su presencia fuera insignificante. Después de todo, para una criatura de su tamaño, los insectos que revoloteaban por su territorio carecían de importancia. Sin embargo, Wenzaemon no retrocedió. Con determinación, se aferró aún más a la bestia, desenvainó una de sus dagas y la clavó contra las escamas del monstruo, pero se dio cuenta rápidamente de que la fuerza de sus golpes no era suficiente para atravesarlas. A pesar de ello, continuó atacando, buscando provocar alguna reacción.

Y efectivamente, la criatura comenzó a moverse violentamente, agitando su cuerpo de forma salvaje. Para el rey marino, este movimiento era solo una simple sacudida, pero para Wenzaemon era un desafío titánico. El Lunarian luchaba con todas sus fuerzas para no caer, pero en su afán perdió una de sus dagas, que se hundió en las aguas turbulentas.

En ese momento, uno de los bigotes del rey marino se lanzó hacia él como un látigo, golpeando su espalda. Pero Wenzaemon, con reflejos rápidos, logró sujetarlo con su mano y usó esa conexión para mantenerse en equilibrio. Aguardó pacientemente hasta que el otro bigote se aproximó y, en un movimiento decisivo, lo atrapó también, usando toda su fuerza para controlar los movimientos de la criatura. Ahora, al menos por un breve momento, él tenía el control.

Esto, por supuesto, enfureció al rey marino, que comenzó a moverse de manera aún más frenética y violenta, arrastrando a Wenzaemon a través de las aguas con rapidez. Cada cambio de dirección era brutal, y el Lunarian tuvo que soportar el dolor de los bruscos cambios de presión cuando la criatura se sumergía o ascendía sin previo aviso.

Cuando Wenzaemon sintió que su conciencia comenzaba a desvanecerse por completo debido al esfuerzo, algo inesperado ocurrió: el rey marino, incapaz de soportar más el peso de la lucha, se desplomó de golpe en el mar, desmoronándose en tres grandes partes flotantes. El Lunarian fue lanzado por los aires, incapaz de mantener su agarre, y cayó en una caída libre que lo alejó de la escena.

Lo último que vio mientras volaba por los cielos fue una figura imponente en una gran barca, con otras sombras remando tras ella, acercándose rápidamente hacia él y al lugar donde el rey marino había caído.

Continuara...
#1


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)