
Shaelia D. Flamme
La Salamandra
01-02-2025, 07:47 PM
~ Champa, Isla Tortuga, 1 de Invierno
La taberna estaba llena de humo de puros y de porros, lleno de olor a alcohol barato y sobre todo, un aroma a sudor que echaba para atrás. Pero todo me daba igual, porque estaba de puta madre, bebiendo y riendo con mis dos coleguis. No es que fueran amigas del alma, yo de eso no tengo, pero están bien para echarse unas risas y la verdad es que son muy divertidas, de lo mejor que he encontrado en esta isla de los cojones. Se dedican al puterío desde hace un tiempo, y yo no las juzgo, sería de gilipollas, cada uno se gana la vida como quiere y sobre todo, como puede. Se descojonaban super alto, eso sí, pero no desentonaba demasiado con el tono habitual de la taberna, todo se mezclaba formando un estridente pero característico ruido de borrachos en un bar. La cerveza no estaba mal, pero rápidamente pasé al ron, un poco más fuerte y rico, y las chicas me siguieron en mi decisión.
Estando allí, con ellas, era un respiro. Un momento sin preocupaciones, sin pensar en lo difícil que era hacerse un nombre en este mundo de mierda. Solo buena compañía y licor barato. Pero la calma rara vez dura demasiado, sobre todo a mi. Un tío se acercó a nuestra mesa, provocando un silencio pesado entre las tres, que no esperabamos ninguna interrupción. No me hizo falta mirarle a la cara para darme cuenta de que se trataba de un subnormal, lo sentí en su presencia, en su aliento apestoso, en la forma en la que apoyó la mano contra la madera e hizo rebotar los vasos de cristal. — Mira lo que tenemos aquí… una maldita oni y dos putas ensuciando nuestro suelo. — Tenía la voz grave y áspera, llena de desprecio, de burla. — ¿Por qué no os venís conmigo y dejáis a la cuernuda esta? Os puedo pagar bien. — Y se palpó los cojones, con toda la cara.
Una de mis amigas, Kalya, se puso en pie. Tenía más agallas que cualquier gilipollas de esta ciudad, no le importaba enfrentarse a un tipo que le sacaba tres cabezas, o cuatro. — ¡¿Tú qué te has creído?! — Pero no iba a dejar que ella se manchara las manos, tenía que actuar yo. Había insultado a mi raza y había menospreciado a mis amigas, y a todo eso se sumaba que ya empezaba a sentir la sed de sangre rascarme la garganta. — ¿A quién llamas cuernuda, saco de boñiga apestosa? — Respondí con mi mejor sonrisa burlona. La diana de mis pupilas se clavaba en él, como si estuviera fijando mi siguiente objetivo. El hombre era un completo bruto, alto y ancho como un armario, con los brazos gordos como troncos y los nudillos endurecidos. Aún así, era más bajito que yo, qué vergüenza. — A ti, demonio. Deberían prenderte fuego y echarte al mar. Tu gente no es bienvenida aquí. — Ah, la misma mierda de siempre. Los cobardes siempre necesitan alguien a quien odiar para sentirse grandes. Me puse en pie tan rápido como una leona que se preparaba para pelear, a la vez que echaba a Kayla hacia atrás con cuidado pero con determinación. — ¿Sabes? Los demonios somos inmunes al fuego, cacho mierda. — Crack. Mis nudillos tronaron cuando cerré el puño. Y antes de que el imbécil soltara otra palabra, ya le había estampado el puño en la mandíbula con toda la furia que tenía.
El impacto resonó en la taberna. Sangre y un par de dientes salpicaron el suelo. Pero yo no había terminado. Me lancé sobre él antes de que pudiera reaccionar, golpeando con toda la furia que hervía dentro de mí. Puño tras puño, hasta que la madera bajo su cráneo se tiñó de rojo oscuro, una sustancia deliciosa. Sus manos, antes amenazantes, temblaban inútilmente hasta que dejaron de moverse. La gente gritaba a mi alrededor, algunos me incitaban a seguir golpeando, otros se mostraban más alarmados, pero tampoco hicieron nada por impedirlo. Mis amigas ya estaban de pie, listas para salir corriendo. Escuché como alguien se ponía de pie corriendo, pero no esperé a ver qué era lo que tenía que decir, o hacer. Salimos corriendo de la taberna, dejando tras nosotras un cadáver y el eco de una pelea que nadie olvidaría pronto.
¿Creéis que me ralla un mínimo haber matado a un tío? Un gilipollas menos en la ciudad de Champa, y nueva sangre que probar. Qué noche tan jodidamente hermosa. Corrimos por callejones estrechos, esquivando sombras y evitando miradas curiosas mientras relamía el carmesí de entre mis dedos. Los gritos se desvanecieron tras nosotras, ahogados por el bullicio de la ciudad nocturna. Kalya respiraba entrecortadamente, pero no se separó de mi hasta que llegamos a una plaza mal iluminada. Meira apoyó las manos en las rodillas, intentando recuperar el aliento. — Ese gilipollas se lo merecía. — Susurró, empezando a esbozar una sonrisilla. — Joder, sí, pero puede que nos relacionen a nosotras, eso no nos conviene para el trabajo. — Soltó Kayla, un poco más preocupada. No quería verse envuelta en un crimen, y supongo que lo entiendo, pero joder, que tampoco apriete tanto el culo. — Vosotras no habéis hecho nada, solo se hablará de mí, la oni que se volvió loca. No te ralles, no te pega. — Kalya soltó una risilla, bajita y algo nerviosa, pero menos que hace un momento. — Nuestra heroína. — Se burló, y las tres nos reímos en voz alta, sin miedo a que nadie nos escuchara.
Continuamos deslizándonos por los callejones de la ciudad. Ya era bastante entrada la madrugada y era hora de que nos fuéramos a dormir, así que las acompañé al burdel, que no era solo un lugar de trabajo, sino también de descanso para las chicas que curraban ahí. Como una casa. — Deberías tener cuidado por un tiempo, puede que ese mierdas tuviera amigos, sabes. — Me aconsejó Meira, pero yo me encogí de hombros. — Ellos deberían esconderse de mí. Esta isla se me queda pequeña, esta gente es débil, todo aquí es fácil... — Y me puse reflexiva por la puta cara. — Tendría que estar librando batallas, ganándome un nombre, una reputación... — Estaba claro que había bebido, siempre me venía la vena esta cuando bebía ron.
La dejé en la puerta del burdel, mi plan era pirarme y buscar algún callejón donde dormir, pero me convencieron para que entrara con ellas. Estaba de bajón, me apetecía estar sola y dejarme llevar por la mierda de mi cabeza. Pero, a veces, cuando estás así, es mejor refugiarte en tus amigas.